Buscar Poemas con Remotos


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Se han encontrado 21 poemas con la palabra remotos

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Amado Nervo

las voces del agua

-- de Amado Nervo --

Mi gota busca entrañas de roca y las perfora.
En mi flota el aceite que en los santuarios vela.
Por mi raya el milagro de la locomotora
la pauta de los rieles. Yo pinto la acuarela.
Mi bruma y tus recuerdos son por extraño modo
gemelos; ¿no ves como lo divinizan todo?
yo presto vibraciones de flautas prodigiosas
al cristal de los vasos. Soy triaca y enfermera
en las modernas clínicas. Y yo, sobre las rosas
turiferario santo del alba en primavera.
Soy pródiga de fuerza motriz en mi caída.
Yo escarcho los ramajes. Yo en tiempos muy remotos
dí un canto a las sirenas. Yo, cuando estoy dormida,
sueño sueños azules, y esos sueños son lotos.
Poeta, que por gracia del cielo nos conoces,
¿no cantas con nosotras?
¡sí canto, hermanas voces!

Poema las voces del agua de Amado Nervo con fondo de libro

Amado Nervo

los muertos

-- de Amado Nervo --

El paraíso existe;
pero no es un lugar (cual la creencia
común pretende) tras el hosco y triste
bregar del mundo; el paraíso existe;
pero es sólo un estado de conciencia.
Los muertos no se van a parte alguna,
no emprenden al azul remotos viajes,
ni anidan en los cándidos celajes,
ni tiemblan en los rayos de la luna...
Son voluntades lúcidas, atentos
y alados pensamientos
que flotan en redor, como diluidos
en la sombra; son límpidos intentos
de servirnos en todos los momentos;
son amores custodios, escondidos.
Son númenes propicios que se escudan
en el arcano, mas que no se mudan
para nosotros; que obran en las cosas
por nuestro bien; son fuerzas misteriosas,
que, si las invocamos, nos ayudan.
¡Feliz quien a su lado
tiene el alma de un muerto idolatrado
y en las angustias del camino siente
sutil, mansa, impalpable, la delicia
de su santa caricia,
como un soplo de paz sobre la frente!

Poema los muertos de Amado Nervo con fondo de libro

Ana Francisca Abarca de Bolea

Soneto fúnebre

-- de Ana Francisca Abarca de Bolea --

Canten tu amor,¡oh Príncipe glorioso!
en los remotos términos de España,
pues tu cariño y tu fineza extraña
te previenen aplausos de dichoso.

Timbre será que te haga más famoso,
porque el materno amor,que te acompaña,
tu mismo ser ilustra en tanta hazaña
como es morir de amor tan cariñoso.

Tu muerte fue de amar,como se ha visto.
Tanto puede en tu pecho una memoria.
Que aún no te libra del amor previsto.

¡Oh Príncipe leal!,tu fe notoria
prémiela de su mano el mismo Cristo
dándote la corona de su Gloria.

Poema Soneto fúnebre de Ana Francisca Abarca de Bolea con fondo de libro

Lope de Vega

Cuando elegante, de los dos idiomas

-- de Lope de Vega --

Cuando elegante, de los dos idiomas,
Bernarda celestial, versos imprimas,
con que los montes y árboles animas,
las penas mueves y las fieras domas;

si lira en soledad, si bronce tornas
del estruendo marcial heroicas rimas,
rindan a tu laurel remotos climas,
oro, perlas, coral, palmas y aromas.

Pues ya con más honor que al cisne en Tracia,
¡oh Safo lusitana!, a las difusas
regiones tu valor la fama espacia,

serás, pues tantas te dio el cielo infusas,
con la excelencia de la cuarta gracia,
la décima del coro de las musas.



Lope de Vega

En estos prados fértiles y sotos

-- de Lope de Vega --

En estos prados fértiles y sotos
de los deleites de la edad primera,
sentada en espantosa bestia fiera,
Babilonia me dio su mortal lotos.
Y mis sentidos, de aquel bien remotos,
que la inmortalidad del alma espera,
durmieron mi florida primavera
de la razón, los memoriales rotos.
No sólo del veneno la bebida
sueño solicitó, mas de mí tuvo
la mejor parte en bestia convertida.
Circe con sus encantos me detuvo,
hasta que con tu luz salió mi vida
de la costumbre, en que cautiva estuvo.



Luis Muñoz Rivera

parias

-- de Luis Muñoz Rivera --

Allá van, recatando en la sombra
la faz macilenta,
en que el miedo, fantasma impalpable,
grabara sus huellas.

Ellos son: los que ayer, pregonando
con tonos vibrantes su amor a la idea,
nos hablaron de nobles anhelos,
de alientos viriles, de heroicas empresas.

Ora brama sin vallas ni diques
la furia del déspota,
y ellos callan, los fuertes, los puros,
y abaten y rasgan la hermosa bandera
que juraron en días mejores
mantener triunfadora y enhiesta.

¡Patria! ¡patria! tus hijos te olvidan,
tus hijos te niegan,
mientras lloras con llanto de fuego
y claman venganza tus crueles afrentas.

Cuando pasen las horas terribles;
cuando lleguen las horas serenas;
si borinquen soporta la injuria;
si borinquen perdona la ofensa;
los que yen con desprecio profundo
rugir desbordadas las iras del césar,
mirarán a la pobre borinquen
con honda tristeza.

¿Dónde irán los que sienten al rostro
en olas de sangre subir la vergüenza
¿a qué climas remotos y extraños
cual ave que pierde su nido y su selva
llevará, con angustia infinita, su canto el poeta?



Luis Muñoz Rivera

turba multa

-- de Luis Muñoz Rivera --

Bajo los anchos pliegues de una bandera
invicta en arapiles y en ceriñola
una turba se ampara tosca y logrera,
hija degenerada de la altanera
raza española.

Gente que audaz persigue lucro mezquino
que en altos ideales su afán escuda;
que siembra odios eternos en su camino
que de climas remotos hambrienta vino
pobre y desnuda,

y hoy que sus ricas tiendas aquí levanta
del colono pretende mofarse impía;
contemplar en el tajo nuestra garganta
y hacer que en nuestra tierra fije su planta
la tiranía.

Esos no representan al pueblo hispano
noble, viril, altivo, franco y sincero,
convertido, a esta margen del océano,
en montón de burócratas, rudo, inhumano
torpe y artero.

Montón a que los parias rinden tributo;
que en éxitos menguados te pavoneas;
que de tu negra infamia logras el fruto
en días tempestuosos de sangre y luto!
¡maldito seas!



Jacinto de Salas y Quiroga

A *** (Salas y Quiroga)

-- de Jacinto de Salas y Quiroga --

Sublime virgen, a mi canto atiende,
y si mi nombre el eco de la fama
repite un día y te alboroza el pecho,
di, virgen mía, que tu amor me inflama.

Tu amor es quien mi párpado humedece,
tu amor el que da sones a mi lira,
tu amor es el que acalla mis pesares,
tu amor quien este cántico me inspira.

Por Delia suspiró Tibulo versos,
el Petrarca por Laura, y por Elvira
suspiró Alfonso, el cisne de la Francia,
y sus nombres por siempre tendrán vida.

¡Dichosa la beldad que ama el poeta!
Es eterna cual él... O virgen pura,
si los siglos audaz mi canto vence,
tu nombre será eterno y mi ternura.

Y en los remotos siglos una amante
repetirá a su amante tiernamente:
«Ámame cual Fileno amó...» Y entonces
tu nombre sabrá el mundo solamente.



Jorge Luis Borges

a una moneda

-- de Jorge Luis Borges --

Fría y tormentosa la noche que zarpé de montevideo.
Al doblar el cerro,
tiré desde la cubierta más alta
una moneda que brilló y se anegó en las aguas barrosas,
una cosa de luz que arrebataron el tiempo y la tiniebla.
Tuve la sensación de haber cometido un acto irrevocable,
de agregar a la historia del planeta
dos series incesantes, paralelas, quizá infinitas:
mi destino, hecho de zozobra, de amor y de vanas vicisitudes,
y el de aquel disco de metal
que las aguas darían al blando abismo
o a los remotos mares que aún roen
despojos del sajón y del fenicio.
A cada instante de mi sueño o de mi vigilia
corresponde otro de la ciega moneda.
A veces he sentido remordimiento
y otras envidia,
de ti que estás, como nosotros, en el tiempo y su laberinto
y que no lo sabes.



Ernesto Noboa y Caamaño

Emoción vesperal

-- de Ernesto Noboa y Caamaño --

A Manuel Arteta, como a un hermano.

Hay tardes en las que uno desearía
embarcarse y partir sin rumbo cierto,
y, silenciosamente, de algún puerto,
irse alejando mientras muere el día;

Emprender una larga travesía
y perderse después en un desierto
y misterioso mar, no descubierto
por ningún navegante todavía.

Aunque uno sepa que hasta los remotos
confines de los piélagos ignotos
le seguirá el cortejo de sus penas,

Y que, al desvanecerse el espejismo,
desde las glaucas ondas del abismo
le tentarán las últimas sirenas.



José Ángel Buesa

el extranjero

-- de José Ángel Buesa --

«mirad: un extranjero...» Yo los reconocía,
siendo niño, en las calles por su no sé que ausente.
Y era una extraña mezcla de susto y de alegría
pensar que eran distintos al resto de la gente.
Después crecí, soñando, sobre los libros viejos;
corrí, de mapa en mapa, frenéticos azares,
y al despertar, a veces, para viajar más lejos,
inventaba a mi antojo más tierras y más mares.
Entonces yo envidiaba, melancólicamente,
a aquellos que se iban de verdad, en navíos
de gordas chimeneas y casco reluciente,
no en viajes ilusorios como los viajes míos.
Y hoy, que quizás es tarde, con los cabellos grises,
emprendo, como tantos, el viaje verdadero;
y escucho que los niños de remotos países
murmuran al mirarme: «mirad: un extranjero...»



Hérib Campos Cervera

soledad sin recuerdo

-- de Hérib Campos Cervera --

Fuga ¡oh, voz de nube!¡oh, terciopelo!¿cómo nombrar tu
música de musgosin disipar las brumas que te velan? viene la
voz entre un aroma urgentede jazmines de luna y se derramasobre el
camino ciego de la noche. Baja por escaleras de tristeza,para
perderse entre remotos pinosy aliviarse de penas en los durosespejos de
la nieve desolada. Deja en el aire en llamas su cariciay al
recorrer los círculos del viento,un caracol incierto la recogey la
devuelve, al fin, yacente y pálida,muerta sobre un paisaje de
silencio. ¡Y no saber cómo nombrarte,para que vuelvas a llorar,
subiendolos senderos de luna y de jazmines!¡oh, voz de nube!¡oh,
inasible perfil de ausencia y lágrimas:verte moriry no saber cómo
nombrarte!¡oh, terciopelo!



Ventura de la Vega

Villancicos que se cantaron en palacio la Nochebuena de 1844

-- de Ventura de la Vega --

CORO
Al himno que los ángeles
entonan en el cielo
unamos nuestros cánticos
desde el humilde suelo:
cantad, cantad, mortales,
al Niño Redentor.
Hossana al Unigénito
que del celeste trono
hoy baja a ser la víctima
del mundanal encono.
Hossana al que desciende
en nombre del Señor.

COPLA QUE CANTÓ LA REINA ISABEL
Cual de remotos climas
los reyes se acercaron
y humildes adoraron
la cuna de Belén,
permite que, depuestos
corona, cetro y manto,
en tu pesebre santo
te adore yo también.

COPLA QUE CANTÓ LA INFANTA LUISA, SU HERMANA
La estrella rutilante
que al pueblo señalaba
la senda que guiaba
al místico portal,
de la virtud cristiana
la senda me ilumine,
y salva me encamine
al reino celestial.

COPLA QUE CANTÓ LA REINA MADRE DOÑA MARÍA CRISTINA
A ti, que en esta noche,
bañada en llanto tierno,
de dulce amor materno
sentiste el vivo ardor,
te ruego, ¡oh virgen Madre!,
que el sacro manto extiendas
sobre las caras prendas
de mi materno amor.



Andrés Héctor Lerena Acevedo

Aquellos ojos

-- de Andrés Héctor Lerena Acevedo --

Eran aquellos ojos, inmensos y rasgados.
Los conocí hace tiempo, siempre puros e iguales,
quietos, como el ensueño de los claustros sellados.
En las horas de éxtasis vibraban musicales
al igual de esos pozos frescos, de aguas cantantes.
Jamás los vi cerrados. Fijos en los caminos
contemplaban, absortos, el ir de los viandantes
con la ignota indulgencia de los rostros divinos.

Solía verlos, ya tarde, bajo un rayo postrero;
y cuando me miraban, mi alma ardiente y gozosa
se sustraía al frágil tiempo perecedero.
Pero han pasado lustros. La rueca silenciosa
sobre mi adolescencia devanó su telar.
Los antiguos ensueños de mi alcázar interno,
como las naves nómadas que buscan cielo y mar,
se han perdido, uno a uno, rumbo al azul eterno.
Como las naves nómadas, bogan, lejos, remotos...
Sólo del fondo ambiguo de los tiempos vividos
siguen, siempre, mirándome esos ojos devotos
quietos, como la vida de los claustros dormidos!



Julio Herrera Reissig

la violeta

-- de Julio Herrera Reissig --

Y una violeta llenó
el alma de la tarde.

Morían llenos de clamor los sotos,
y érase en aquel rincón exiguo,
un misterioso malestar ambiguo
de dichas y de ayes muy remotos.

¡Oh, cartas!..., En el cenador contiguo
las dalias recordaron nuestros votos
cual si se condolieran de los rotos
castillos blancos de papel antiguo...

La tarde saturóse en la glorieta,
de tu pañuelo suave de violeta;
al par que sugiriendo tus agravios,

veló el cielo, como alma de reproche,
la violeta cordial que aquella noche
suspendí de la gracia de tus labios.



Evaristo Carriego

Quiero brindarte versos

-- de Evaristo Carriego --

Quiero brindarte versos porque te finjo buena,
con no sé que bondades, y porque eres morena
como la inspiradora de mis lejanos votos...
-Perspectivas azules de paisajes remotos- .

Generosa que amparas de los fríos crueles,
como un fruto viviente de tus sanos vergeles,
las rosas inviolables que tus labios oprimen.
¡Oh las instigadoras del ensueño y del crimen!

Paloma fugitiva de la ciudad vedada,
donde el dolor muriera bajo la enamorada
caricia del consuelo: ciudad donde las risas
suenan como campanas de las futuras misas!



Federico García Lorca

Arqueros

-- de Federico García Lorca --

Los arqueros oscuros
a Sevilla se acercan.

Guadalquivir abierto.

Anchos sombreros grises,
largas capas lentas.

¡Ay, Guadalquivir!

Vienen de los remotos
países de la pena.

Guadalquivir abierto.

Y van a un laberinto.
Amor, cristal y piedra.

¡Ay, Guadalquivir!



Francisco Villaespesa

a rogelio buendía manzano. poeta joven I

-- de Francisco Villaespesa --

¿el bien y el mal? ¿quién sabe su camino...?
El crimen de la abeja se transforma
en miel. En tu anhelar sigue la norma
del instinto, lo único divino
que resta al barro humano. Peregrino
del ensueño y creyente de la forma,
comulga con tu espíritu y conforma
el ritmo de tu paso a tu destino.
Armoniza en tu voz, grave y sonora,
los ecos más remotos y diversos,
y al resplandor glorioso de tu aurora,
del aislamiento en la fecunda calma,
talla en la carne viva de tus versos
todo el lírico olimpo de tu alma.



José Asunción Silva

¿...

-- de José Asunción Silva --

Estrellas que entre lo sombrío,
de lo ignorado y de lo inmenso,
asemejáis en el vacío,
jirones pálidos de incienso,
nebulosas que ardéis tan lejos
en el infinito que aterra
que sólo alcanzan los reflejos
de vuestra luz hasta la tierra,
astros que en abismos ignotos
derramáis resplandores vagos,
constelaciones que en remotos
tiempos adoraron los magos,
millones de mundos lejanos,
flores de fantástico broche,
islas claras en los oceanos,
sin fin, ni fondo de la noche,
¡estrellas, luces pensativas!
¡estrellas, pupilas inciertas!
¿por qué os calláis si estáis vivas
y por que alumbráis si estáis muertas?...



Carolina Coronado

a un amador

-- de Carolina Coronado --

Buen joven, en hora aciaga
fijasteis en mí los ojos,
pues los fijasteis risueños
y los apartáis llorosos.
Mal os quieren los amores
cuando eligen en su encono
mi corazón para blanco
de vuestro empeño amoroso.
Y en verdad que son injustos
pues ni antes, de vuestro rostro
ni después, he visto alguno
con perfiles más hermosos.
Inútil en vuestra cara
es el perfecto contorno
pues para ganar las almas
tenéis demás con los ojos.
Y, por el mismo santiago
que en un alazán brioso
vuestro talle y apostura
dar pueden al santo enojos.
Mas entre sí están los nuestros
corazones tan remotos,
que el uno al sud, el otro al norte,
fuego es uno, hielo el otro.
Juzgo no habéis de enojaros,
por mi desdén caprichoso,
mancebo, si ves despacio
cuál pierde más de nosotros.
Vos de galán lográis fama
con vuestro afecto amoroso,
yo en no amaros gloria pierdo
y fama de esquiva logro.
Y si queda aquí humillado
alguno, es mi orgullo loco,
pues desdeñándoos se ofende
y se castiga a sí propio.
Por eso la compasión
que demandáis no os otorgo,
porque entre amarme y no amaros



Clemente Althaus

A Colón (2 Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Sigue, sigue, atrevido navegante,
por los mares remotos de occidente:
ni la onda insana, ni la ciega gente
rinda tu fe, ni tu valor espante:

que, si aún no existe la región gigante
que tu adivino corazón presiente,
por ti solo el favor omnipotente
hará que de las ondas se levante.

Y se presenta al fin; mírala: es ella,
madre del porvenir, Edén segundo,
reina del mar y de la tierra estrella;

la que aislaba el océano profundo,
para que virgen se guardara y bella,
y joven fuera en la vejez del mundo.



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