Buscar Poemas con Remoto


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Se han encontrado 26 poemas con la palabra remoto

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Amado Nervo

jesús

-- de Amado Nervo --

Jesús no vino del mundo de «los cielos».
Vino del propio fondo de las almas;
de donde anida el yo: de las regiones
internas del espíritu.
¿Por qué buscarle encima de las nubes?
las nubes no son el trono de los dioses.
¿Por qué buscarle en los candentes astros?
llamas son como el sol que nos alumbra,
orbes, de gases inflamados... Llamas
nomás. ¿Por qué buscarle en los planetas?
globos son como el nuestro, iluminados
por una estrella en cuyo torno giran.
Jesús vino de donde
vienen los pensamientos más profundos
y el más remoto instinto.
No descendió: emergió del océano
sin fin del subconsciente;
volvió a él, y ahí está, sereno y puro.
Era y es un eón. El que se adentra
osado en el abismo
sin playas de sí mismo,
con la luz del amor, ese le encuentra.

Poema jesús de Amado Nervo con fondo de libro

Leandro Fernández de Moratín

oda. a don gaspar de jovellanos

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Id en las alas del raudo céfiro,
humildes versos, de las floridas
vegas que diáfano fecunda el arlas,
adonde lento mi patrio río
ve los alcázares de mantua excelsa.
Id, y al ilustre jovino, tanto
de vos amigo, caro a las musas,
para mí siempre numen benévolo,
id, rudos versos, y veneradle,
que nunca, o rápidas las horas vuelen,
o en larga ausencia viva remoto,
olvida méritos suyos inarco.
No, que mil veces su nombre presta
voz a mi cítara, materia al verso,
y al numen tímido llama celeste.
Yo le celebro, y al son armónico
toda enmudece la selva umbría,
por donde el tajo plácidas ondas
vierte, del árbol sacro a minerva
la sien ceñida, flores y pámpanos.
Tal vez sus ninfas, girando en torno,
sonora espuma cándida rompen,
del cuello apartan las hebras húmidas,
y el pecho alzando de formas bellas,
conmigo al ínclito varón aplauden,
dando a los aires coros alegres
que el eco en grutas repite cóncavas.

Poema oda. a don gaspar de jovellanos de Leandro Fernández de Moratín con fondo de libro

Leandro Fernández de Moratín

inscripción para el sepulcro de d. francisco gregorio de salas

-- de Leandro Fernández de Moratín --

En esta venerada tumba, humilde,
yace salicio: el ánimo celeste,
roto el nudo mortal, descansa y goza
eterno galardón. Vivió en la tierra
pastor sencillo, de ambición remoto,
a el trato fácil y a la honesta risa,
y del pudor y la inocencia amigo.
Ni envidia conoció, ni orgullo insano,
su corazón, como su lengua puro.
Amaba la virtud, amó las selvas.
Diole su plectro, y de olorosas flores.
Guirnalda le ciñó, la que preside
al canto pastoril, divina euterpe.

Poema inscripción para el sepulcro de d. francisco gregorio de salas de Leandro Fernández de Moratín con fondo de libro

Manuel del Cabral

este negro

-- de Manuel del Cabral --

Negro simple,
tú que tienes
a tu vida y al mundo
dentro de un amuleto.

De ti,
só1o asciende
el humo de tu cachimbo.

Negro sin cielo,
tu indiferencia tenaz
es como la palabra tierra.

Sin embargo,
tienes para los hombres
una sonrisa blanca
que te pone muy alto.

Ni los niños
ni el asno,
tienen tu sencillez.

Negro lejano.
Noche sin mañana.
Letra de algún remoto alfabeto.

Quiero cavar la mina de tu grito.



Jaime Sabines

lento, amargo animal

-- de Jaime Sabines --

Que soy, que he sido,
amargo desde el nudo de polvo y agua y viento
que en la primera generación del hombre pedía a dios.
Amargo como esos minerales amargos
que en las noches de exacta soledad
maldita y arruinada soledad
sin uno mismo
trepan a la garganta
y, costras de silencio,
asfixian, matan, resucitan.
Amargo como esa voz amarga
prenatal, presubstancial, que dijo
nuestra palabra, que anduvo nuestro camino,
que murió nuestra muerte,
y que en todo momento descubrimos.
Amargo desde dentro,
desde lo que no soy,
mi piel como mi lengua
desde el primer viviente,
anuncio y profecía.
Lento desde hace siglos,
remoto nada hay detrás,
lejano, lejos, desconocido.
Lento, amargo animal
que soy, que he sido.



Duque de Ribas

Mísero leño

-- de Duque de Ribas --

Mísero leño, destrozado y roto,
que en la arenosa playa escarmentado
yaces del marinero abandonado,
despojo vil del ábrego y del noto.

¡Cuánto mejor estabas en el soto,
de aves y ramas y verdor poblado,
antes que, envanecido y deslumbrado,
fueras del mundo al término remoto!

Perdiste la pomposa lozanía,
la dulce paz de la floresta umbrosa,
donde burlabas los sonoros vientos.

¿Qué tu orgulloso afán se prometía?
¿También burlarlos en la mar furiosa?
He aquí el fruto de altivos pensamientos.



Octavio Paz

olvido

-- de Octavio Paz --

Cierra los ojos y a oscuras piérdete
bajo el follaje rojo de tus párpados.
Húndete en esas espirales
del sonido que zumba y cae
y suena allá, remoto,
hacia el sitio del tímpano,
como una catarata ensordecida.
Hunde tu ser a oscuras,
anégate en tu piel,
y más, en tus entrañas ;
que te deslumbre y ciegue
el hueso, lívida centella,
y entre simas y golfos de tiniebla
abra su azul penacho el fuego fatuo.
En esa sombra líquida del sueño
moja tu desnudez;
abandona tu forma, espuma
que no se sabe quién dejó en la orilla;
piérdete en ti, infinita,
en tu infinito ser,
mar que se pierde en otro mar:
olvídate y olvídame.
En ese olvido sin edad ni fondo
labios, besos, amor, todo, renace:
las estrellas son hijas de la noche.



Pablo Neruda

soneto lviii cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lviii
entre los espadones de fierro literario
paso yo como un marinero remoto
que no conoce las esquinas y que canta
porque sí, porque cómo si no fuera por eso.
De los atormentados archipiélagos traje
mi acordeón con borrascas, rachas de lluvia loca,
y una costumbre lenta de cosas naturales:
ellas determinaron mi corazón silvestre.
Así cuando los dientes de la literatura
trataron de morder mis honrados talones,
yo pasé, sin saber, cantando con el viento
hacia los almacenes lluviosos de mi infancia,
hacia los bosques fríos del sur indefinible,
hacia donde mi vida se llenó con tu aroma.



Pablo Neruda

soneto lxxii cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxxii
amor mío, el invierno regresa a sus cuarteles,
establece la tierra sus dones amarillos
y pasamos la mano sobre un país remoto,
sobre la cabellera de la geografía.
Irnos! hoy! adelante, ruedas, naves, campanas,
aviones acerados por el diurno infinito
hacia el olor nupcial del archipiélago,
por longitudinales harinas de usufructo!
vamos, levántate, y endiadémate y sube
y baja y corre y trina con el aire y conmigo
vámonos a los trenes de arabia o tocopilla,
sin más que trasmigrar hacia el polen lejano,
a pueblos lancinantes de harapos y gardenias
gobernados por pobres monarcas sin zapatos.



Pedro Antonio de Alarcón

La campana de agonía

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

¡La una!... ¡Paz a ti! -Todo reposa,
La noche aduerme al mundo... Mas yo velo,
dando en los libros a mi loco anhelo
pábulo ardiente y expansión briosa.

La voz de una campana pavorosa
cruza los aires con remoto vuelo...
Adiós de un alma que se eleva al cielo:
aye de un cuerpo que se hundió en la fosa.

Feliz mortal, que huyes de esta vida,
¿quién eres? ¿quién has sido? ¿qué has hallado
en el mundo que dejas? Tu partida,

¿a qué nueva región te ha encaminado?
¿Sombras o luz? ¿Comprendes algo ahora?
¡Ah! ¡Dime tú lo que este libro ignora!



José Tomás de Cuellar

El suspiro y la lágrima

-- de José Tomás de Cuellar --

— A donde vas? — una furtiva lágrima
Le preguntó á un suspiro —
¿Cual todos tus hermanos vas al viento
Sin rumbo y sin destino?

— Voy en alas del viento do me manda
Un pecho conmovido —
Dijo al pasar junto á la tibia lágrima
El íntimo suspiro —
Voy á un punto del cielo muy remoto,
Pero con rumbo fijo,
Y nadie vé la senda misteriosa
Por donde yo camino.
Tiene poder sobrado quien me manda,
De la piedad soy hijo



José Ángel Buesa

canción del amor lejano

-- de José Ángel Buesa --

Ella no fue, entre todas, la más bella,
pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más; y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.
Acaso fue porque la amé de lejos,
como una estrella desde mi ventana...
Y la estrella que brilla más lejana
nos parece que tiene más reflejos.
Tuve su amor como una cosa ajena
como una playa cada vez más sola,
que únicamente guarda de la ola
una humedad de sal sobre la arena.
Ella estuvo en mis brazos sin ser mía,
como el agua en cántaro sediento,
como un perfume que se fue en el viento
y que vuelve en el viento todavía.
Me penetró su sed insatisfecha
como un arado sobre llanura,
abriendo en su fugaz desgarradura
la esperanza feliz de la cosecha.
Ella fue lo cercano en lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas del navío,
como la luz en el espejo roto.
Por eso aún pienso en la mujer aquella,
la que me dio el amor más hondo y largo...
Nunca fue mía. No era la más bella.
Otras me amaron más... Y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.



Gutierre de Cetina

en cuál región, en cuál parte del suelo

-- de Gutierre de Cetina --

En cuál bosque, en cuál monte, en cuál poblado,
en cuál lugar remoto y apartado
puede ya mi dolor hallar consuelo?
cuanto se puede ver debajo el cielo
todo lo tengo visto y rodeado;
y un medio que a mi mal había hallado,
hace en parte mayor mi desconsuelo.
Para curar el daño de la ausencia
píntoos cual siempre os vi, dura y proterva;
mas amor os me muestra de otra suerte.
No queráis a mi mal más experiencia,
sino que ya, como herida cierva,
doquier que voy, conmigo va mi muerte.



Salvador Novo

este perfume

-- de Salvador Novo --

Este perfume intenso de tu carne,
no es nada más
que el mundo que desplazan y mueven
los globos azules de tus ojos,
y la tierra y los ríos azules de las venas
que aprisionan tus brazos.
Hay todas las redondas naranjas
en tu beso de angustia,
sacrificado al borde de un huerto en que la vida
se suspendió por todos los siglos de la mía.

¡Qué remoto era el aire infinito
que llenó nuestros pechos!
te arranqué de la tierra
por las raíces ebrias de tus manos
y te he bebido todo, !oh fruto perfecto y delicioso!
ya siempre cuando el sol palpe mi carne,
he de sentir el rudo contacto de la tuya
nacida de la frescura de una alba inesperada,
nutrida en la caricia
de tus ríos claros y puros como tu abrazo,
vuelta dulce en el viento que en las tardes
viene de las montañas a tu aliento,
madurada en el sol de tus dieciocho años,
cálida para mí que la esperaba.



Antonio Machado

El sueño bajo el sol que aturde y ciega

-- de Antonio Machado --

El sueño bajo el sol que aturde y ciega,
tórrido sueño en la hora de arrebol;
el río luminoso el aire surca;
esplende la montaña;
la tarde es polvo y sol.
El terrible caracol del viento
ronco dormita en el remoto alcor;
emerge el sueño ingrave en la palmera,
luego se enciende en el naranjo en flor.
La estúpida cigüeña
su garabato escribe en el sopor
del molino parado; el toro abate
sobre la hierba la testuz feroz.
La verde, quieta espuma del ramaje
efunde sobre el blanco paredón,
lejano, inerte, del jardín sombrío,
dormido bajo el cielo fanfarrón.
...............................
Lejos, enfrente de la tarde roja,
refulge el ventanal del torreón.
................................



Mario Benedetti

compañero de olvido

-- de Mario Benedetti --

A juan gelman
un jour passera la camaraderie inerte de l'oubli
rené char
compañero remoto en tu fe de madera
alerta en la querella que no se desvanece
transcurres por los sueños y el incierto futuro
sin parpadear ni vernos custodio de la noche
hacedores de inviernos y socorros mendigos
legatarios de brumas y expiaciones
se borran y te borran del próximo presagio
dictándote el olvido y olvidándote
de poco y nada sirven los residuos
de las dulzuras o de las borrascas
pero aun si proteges tu dolor bajo llave
igual han de llegarte mi alarma y mi consuelo
compañero de olvido en el olvido
estamos recordándonos sabiéndonos
solidarios sin nombre solitarios
de a uno o en montón pero insepultos
compañero de olvido no te olvido
tus tormentos asoman en mis sienes blancuzcas
el mundo cambia pero no mi mano
ni aunque dios nos olvide olvidaremos



Mario Benedetti

utopías

-- de Mario Benedetti --

Cómo voy a creer dijo el fulano
que el mundo se quedó sin utopías
cómo voy a creer
que la esperanza es un olvido
o que el placer una tristeza
cómo voy a creer dijo el fulano
que el universo es una ruina
aunque lo sea
o que la muerte es el silencio
aunque lo sea
cómo voy a creer
que el horizonte es la frontera
que el mar es nadie
que la noche es nada
cómo voy a creer dijo el fulano
que tu cuerpo mengana
no es algo más que lo que palpo
o que tu amor
ese remoto amor que me destinas
no es el desnudo de tus ojos
la parsimonia de tus manos
cómo voy a creer mengana austral
que sos tan sólo lo que miro
acaricio o penetro
cómo voy a creer dijo el fulano
que la utopía ya no existe
si vos mengana dulce
osada eterna
si vos sois mi utopía.



Mario Benedetti

vaya uno a saber

-- de Mario Benedetti --

Amiga
la calle de sol tempranero
se transforma de pronto
en atajo bordeado demuros vegetales
el rascacielos da la visión despiadada
de un acantilado de poder
los colectivos pasan raudos
como benignos rinocerontes
y en un remoto bastidor de cielo
las nubes son sencillamente nubes
la muchacha cargada de paquetes
es una hormigademasiado obvia
y en consecuencia la descarto
pero el lisiado de noble rostro
ése sí avanza como un cangrejo
la monjita joven de mejillas ardientes
crece como un hongo sin permiso
el hollín va siendo lentamente rocío
y el olor a petróleo se convierte en jazmín
y todo eso por qué
sencillamente porque
en la primera línea
pensé en vos
amiga



Julio Flórez

el poder del canto

-- de Julio Flórez --

Tañe orfeo su cítara y avanza
con pie seguro hacia el remoto oriente;
canta y su voz desbórdase en torrente
de fe y amor, de vida y esperanza.
Camina... Y la brumosa lontananza
despéjase ante el lírico potente,
cuyo canto retumbaba en el ambiente
rindiendo todo cuanto a herir alcanza.
Al vasto azul se asoman los querubes...
El mago mira en torno , y sus sombríos
ojos le advierten que a distancia corta,
hombres, fieras, reptiles, aves, nubes,
montes y valles, piélagos y ríos
lo van siguiendo en procesión absorta.
Julio flórez



Julio Herrera Reissig

La siesta (Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

No late más un único reloj: el campanario,
que cuenta los dichosos hastíos de la aldea,
el cual, al sol de enero, agriamente chispea,
con su aspecto remoto de viejo refractario...

A la puerta, sentado se duerme el boticario...
En la plaza yacente la gallina cloquea
y un tronco de ojaranzo arde en la chimenea,
junto a la cual el cura medita su breviario.

Todo es paz en la casa. Un cielo sin rigores,
bendice las faenas, reparte los sudores...
Madres, hermanas, tías, cantan lavando en rueda

las ropas que el domingo sufren los campesinos...
Y el asno vagabundo que ha entrado en la vereda
huye, soltando coces, de los perros vecinos.



Julio Herrera Reissig

la siesta

-- de Julio Herrera Reissig --

No late más un único reloj: el campanario,
que cuenta los dichosos hastíos de la aldea,
el cual, al sol de enero, agriamente chispea,
con su aspecto remoto de viejo refractario...

A la puerta, sentado se duerme el boticario...
En la plaza yacente la gallina cloquea
y un tronco de ojaranzo arde en la chimenea,
junto a la cual el cura medita su breviario.

Todo es paz en la casa. Un cielo sin rigores,
bendice las faenas, reparte los sudores...
Madres, hermanas, tías, cantan lavando en rueda

las ropas que el domingo sufren los campesinos...
Y el asno vagabundo que ha entrado en la vereda
huye, soltando coces, de los perros vecinos.



Julio Zaldumbide Gangotena

La tumba de Bolívar

-- de Julio Zaldumbide Gangotena --

De lauros coronadas y de olivas,
de una tumba al redor cinco matronas
cubren el frío mármol de coronas,
y en la urna vierten lágrimas votivas.

Y tú, Iris de paz, arrancas vivas
de esa tumba tus gayas siete zonas;
te encumbras, y salvando el Amazonas,
en el remoto Potosí restribas.

Sellada por cien años enmudece
la tumba; pero el aire centellea,
y con clangor de trompas se estremece.

Huele sangre el Cóndor y el suelo otea;
mas sobre el sol el Héroe resplandece
y mirando la pompa se recrea.



Evaristo Carriego

En silencio

-- de Evaristo Carriego --

Que este verso, que has pedido,
vaya hacia ti, como enviado
de algún recuerdo volcado
en una tierra de olvido...
Para insinuarte al oído
su agonía más secreta,
cuando en tus noches, inquieta
por las memorias, tal vez,
leas, siquiera una vez,
las estrofas del poeta.

¿Yo..? Vivo con la pasión
de aquel ensueño remoto,
que he guardado como un voto,
ya viejo, del corazón.
¡Y sé, en mi amarga obsesión,
que mi cabeza cansada,



Evaristo Carriego

La queja

-- de Evaristo Carriego --

Como otras veces cuando la angustia
le finge graves cosas hurañas,
la infeliz dijo, después que el rojo
vómito tibio mojó la almohada,
las mismas quejas de febriciente,
las mismas quejas entrecortadas
por el delirio, las que ella arroja
como un detritus de la garganta.
Bajo el recuerdo remoto y vivo,
jornadas rudas de su desgracia,
rápidos cruzan por la memoria
sus desconsuelos de amargurada:
desde el sombrío taller primero
que vió su carne cuando era sana,
hasta la hora de la caída
de la que nunca se levantara.
Porque era linda, joven y alegre
ascendió toda la suave escala:
supo del fino vaso elegante
que vuelca flores en la cloaca.



José Asunción Silva

A un pesimista

-- de José Asunción Silva --

Hay demasiada sombra en tus visiones,
algo tiene de plácido la vida;
no todo en la existencia es una herida
donde brote la sangre a borbotones.

La lucha tiene sombra; y las pasiones
agonizantes, la ternura huida,
todo lo amado que al pasar se olvida
es fuente de angustiosas decepciones.

Pero, ¿por qué dudar, si aún ofrecen,
en el remoto porvenir oscuro,
calmas hondas y vividos cariños

la ternura profunda, el beso puro
y manos de mujer, que amantes mecen
las cunas sonrosadas de los niños?



Roberto Juarroz

hablar desde la ausencia

-- de Roberto Juarroz --

Hablar desde la ausencia,
desde las antípodas de esta inyección de sombra.
Hablar con la palabra suspendida,
con la amenaza de la palabra,
con su pasado más remoto.
Porque aquí y ahora la palabra no existe.
Tan sólo queda su identificación
en los archivos policiales
de la historia del hombre.
Su sonido es un coágulo en el tiempo.
Su escritura es un pálido diafragma
para las tácticas funestas
del corredor de la memoria.
Hablar desde la ausencia,
corrigiendo por anticipado en la palabra
ese defecto técnico
que la borra en el tiempo.



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