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-- de Juan Cruz Varela --
¡Providencia adorable! ¿por qué dejas
en manos de la Parca fementida
a la más despreciable, hermosa vida
del pastor más amante a sus ovejas?
Insensible a su llanto ¿por qué alejas
al dulce padre, que a sus hijos cuida,
a una región en donde nunca oída
será la voz de sus sentidas quejas?
¡Oh providencia, árbitra infalible
del destino del hombre! tú lo hiciste.
Conformes recibimos el terrible
desapiadado golpe con que heriste
al pastor y al rebaño. Premio eterno
al pastor vigilante, al padre tierno.
II
Rebaño humilde, llora inconsolable
de tu amante pastor la eterna ausencia.
Su caridad, su celo, su paciencia
harán su pérdida siempre irreparable.
Su carácter suave, dulce, amable,
su apacible genial condescendencia,
su candidez con visos de inocencia,
le hicieron ejemplar inimitable.
¿Oh tú que viste dilatados días
su ejemplo, su virtud siempre en aumento,
empapa en llanto sus cenizas frías.
Víctima del dolor y el sentimiento,
clama al Eterno: Dios de bondad lleno
salva el rebaño, salva al pastor bueno.
Poema "A la muerte del Dr. D. Juan N. Sola" de Juan Cruz Varela
-- de Medardo Ángel Silva --
¡Carne del asesino, maldita podredumbre
que pende de las horcas en fúnebres racimos
y muestra a las pupilas de ávida muchedumbre
la malévola herencia que todos recibimos...!
¡Oh, carne de los mártires, Gloria in excelsis Deo,
que de nuestro Rey Cristo son divinas cosechas!
¡Oh, labios siempre abiertos al consuelo de un Creo!
¡Divina vestidura traspasada de flechas..!
¡Oh, carne de las vírgenes que la inocencia armiña,
nieve, azucena, estrella, lirio, polar campiña
donde no puso Amor a la llama de su planta!
¡Hostia, carne de Dios para la cena mística,
y que, por el milagro de la gracia eucarística,
a nuestra carne inmunda une su carne santa!
Poema "Poema de la carne" de Medardo Ángel Silva
-- de Blas de Otero --
... tántalo en fugitiva fuente de oro.
F. De quevedo
cuerpo de la mujer, río de oro
donde, hundidos los brazos, recibimos
un relámpago azul, unos racimos
de luz rasgada en un frondor de oro.
Cuerpo de la mujer o mar de oro
donde, amando las manos, no sabemos,
si los senos son olas, si son remos
los brazos, si son alas solas de oro...
Cuerpo de la mujer, fuente de llanto
donde, después de tanta luz, de tanto
tacto sutil, de tántalo es la pena.
Suena la soledad de dios. Sentimos
la soledad de dos. Y una cadena
que no suena, ancla en dios almas y limos.
Poema "[cuerpo de mujer; río de oro]. ángel fieramente humano (1950)" de Blas de Otero