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Se han encontrado 59 poemas con la palabra real

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Gabriela Mistral

el pavo real

-- de Gabriela Mistral --

Que sopló el viento y se llevó las nubes
y que en las nubes iba un pavo real,
que el pavo real era para mi mano
y que la mano se me va a secar,
y que la mano le di esta mañana
al rey que vino para desposar.
¡Ay que el cielo, ay que el viento, y la nube
que se van con el pavo real!

Poema el pavo real de Gabriela Mistral con fondo de libro

Octavio Paz

decir: hacer

-- de Octavio Paz --

A roman jakobson
1
entre lo que veo y digo,
entre lo que digo y callo,
entre lo que callo y sueño,
entre lo que sueño y olvido,
la poesía.
Se desliza
entre el sí y el no:
dice
lo que callo,
calla
lo que digo,
sueña
lo que olvido.
No es un decir:
es un hacer.
Es un hacer
que es un decir.
La poesía
se dice y se oye:
es real.
Y apenas digo
es real,
se disipa.
¿Así es más real?

Poema decir: hacer de Octavio Paz con fondo de libro

Lope de Vega

Alta sangre real, claro Felipe

-- de Lope de Vega --

Alta sangre real, claro Felipe,
a cuyo heroico y generoso pecho
el límite africano vino estrecho,
aunque en grandeza a Europa se anticipe,

porque el cielo ordenó que participe
de otro imperio mayor vuestro derecho
y que se ocupen en tan alto hecho
los cisnes de las fuentes de Aganipe;

tanto os estima a vos, Príncipe, solo,
que un día aventuró para ganaros
con cuatro reyes veinte mil personas,

trocando el bajo por el alto polo,
a Fez en Fe, y a vuestros montes claros
por claros cielos y por mil coronas.

Poema Alta sangre real, claro Felipe de Lope de Vega con fondo de libro

Amado Nervo

mater alma

-- de Amado Nervo --

Que tus ojos radien sobre mi destino,
que tu veste nívea, que la luz orló,
ampare mis culpas del torvo dios trino:
¡señora, te amo! ¡ni el grande agustino
ni el tierno bernardo te amaron cual yo!
que la luna, octante de bruñida plata,
escabel de plata de tu piel real,
por mi noche bogue, por mi noche ingrata,
y en su sombra sea místico fanal.
Que los albos lises de tu vestidura
el erial perfumen de mi senda dura,
y por ti mi vida brillará tan pura
cual los lises albos de tu vestidura.
Te daré mis versos: floración tardía;
mi piedad de niño: floración de abril;
e irán a tu solio, dulce madre mía,
mis castos amores en blanca theoría,
con cirio en las manos y toca monjil.



Lope de Vega

quien dice que en mujeres no hay firmeza

-- de Lope de Vega --

Quien dice que en mujeres no hay firmeza,
no os puede haber, señora, conocido,
ni menos el que dice que han nacido
de un parto la crueldad y la belleza.
Un alma noble, una real pureza
de un cuerpo de cristal hicieron nido;
el mismo ser está con vos corrido,
y admirada de sí naturaleza.
Firme sois, y mujer, si son contrarios,
hoy vuestro pecho con victoria quede,
de que es sujeto que los ha deshecho.
Bronce, jaspe, metal, mármoles parios,
consume el tiempo; vuestro amor no puede:
que es alma de diamante en vuestro pecho.



Lope de Vega

Digna siempre será tu docta frente

-- de Lope de Vega --

Digna siempre será tu docta frente,
Alcïato español, del verde engaste;
venciste para mí, don Juan, triunfaste,
y mi fortuna lo contrario intente.

¡Qué claro, qué erudito, qué elocuente
al senado católico informaste!,.
En cuya heroica majestad mostraste
tus letras y elocuencia ilustremente.

Premio tendrás, que hables o que escribas,
del senado real, cuando a sus puertas
el parabién de vencedor recibas.

Las leyes vivas siempre fueron ciertas;
mas ¿qué importan, don Juan, las leyes vivas
en pleito donde están las dichas muertas?



Lope de Vega

Oh, qué secreto, damas; oh galanes

-- de Lope de Vega --

¡Oh, qué secreto, damas; oh galanes,
qué secreto de amor; oh, qué secreto,
qué ilustre idea, qué sutil conceto!
¡Por Dios que es hoja de me fecit Ioanes!

Hoy cesan los melindres y ademanes,
todo interés, todo celoso efeto;
de hoy más Amor será firme y perfeto,
sin ver jardines, ni escalar desvanes.

No es esto filosófica fatiga,
trasmutación sutil o alquimia vana,
sino esencia real, que al tacto obliga.

Va de secreto, pero cosa es llana,
que quiere el buen letor que se le diga:
pues váyase con Dios hasta mañana.



Luis Cañizal de la Fuente

padre de todas las crismas

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Padre de todas las crismas
(paisaje pasoliniano)
se colmulga también en templos de la sordidez:
has de reconocerlos
por los ojos de arcadas aturdidos
que tienen en las plazas los patios de caballos
y, en sus puertas, montantes
con el cristal de medio real saltado
al modo guerra de la independencia
por turbas que convierten estaciones de tren abandonadas
en catedral del vómito en ayunas.
Entrado el sol en esos deambulatorios
todo lo hace el fervor,
la mano como garra piadosa sobre el pecho,
el rosario sonoro de las gotas pendientes,
la mirada ascendente,
la actitud recogida del cobarde,
la salida gloriosa del que huye por la puerta grande
a las afueras en que crece la hierba de la desconfianza,
anhelando a barrunto los trazados termómetro
y su camino alegre; y encontrarlo
cicatrizado por la violencia
en túmulos canela.
Desolación. Desnorte. Mirada circular,
y es sólo entonces cuando se despierta
el hedor del baldío de la tierra.



Góngora

Raya, dorado Sol, orna y colora

-- de Góngora --

Raya, dorado Sol, orna y colora
del alto monte la lozana cumbre,
sigue con agradable mansedumbre
el rojo paso de la blanca Aurora;

suelta las riendas a Favonio y Flora,
y usando al esparcir tu nueva lumbre
tu generoso oficio y real costumbre,
el mar argenta, las campañas dora,

para que de esta vega el campo raso
borde, saliendo Flérida, de flores;
mas si no hubiere de salir acaso,

ni el monte rayes, ornes ni colores,
ni sigas de la Aurora el rojo paso,
ni el mar argentes ni los campos dores.



Góngora

Rey de los otros, río caudaloso

-- de Góngora --

Rey de los otros, río caudaloso,
que en fama claro, en ondas cristalino,
tosca guirnalda de robusto pino
ciñe tu frente, tu cabello undoso:

pues dejando tu nido cavernoso
de Segura en el monte más vecino
por el suelo andaluz tu real camino
tuerces soberbio, raudo y espumoso,

a mí, que de tus fértiles orillas
piso, aunque ilustremente enamorado,
tu noble arena con humilde planta,

dime si entre las rubias pastorcillas
has visto, que en tus aguas se han mirado,
beldad cual la de Clori, o gracia tanta.



Manuel del Palacio

Semblanzas: XIX

-- de Manuel del Palacio --

Cuando su arpada lengua se desata
Y brota de su labio la armonía,
Yo, que jamás contengo mi alegría,
Esto se llama, digo, hablar en plata.

Viene después la reflexión ingrata
Que de la mente el entusiasmo enfria,
Y encuentro en su brillante algarabía
Junto al águila real la garrapata.

Sensible corazón, gallardo estilo,
Arte, elegancia, erudición, dulzura,
De todo tiene cuando suelta el hilo.

Oyéndole se goza la ventura,
Y dice mi compadre don Camilo
Que no le falta nada... Para cura.



Manuel del Palacio

Semblanzas: XVIII

-- de Manuel del Palacio --

Aunque no lo parece fué civil,
Dejó de serlo por favor real,
Y educado en la escuela liberal,
Como estudió al revés se hizo servil.

Maneja al par la pluma y el fusil,
Habla á menudo y con frecuencia mal,
Y brilla en el Congreso nacional
Como brilla en un sótano un candil.

Dice una desvergüenza al mismo Sol,
Tiene el orgullo necio de Luzbel,
Y en arrastrarse imita al caracol:

Sus mismos partidarios huyen de él,
Y aunque por lo elegante es un farol,
Siempre me huele á rancho y á cuartel.



Jaime Torres Bodet

voluntad

-- de Jaime Torres Bodet --

Si yo pudiera acariciarte, oh fina
suavidad de esta música del viento,
en las ramas mecidas de la encina...
¡Oh, si tuviera tacto el pensamiento
para palpar la redondez del mundo,
el rumor de los cielos transparentes,
el pensar agobiado de las frentes
y el viaje del suspiro vagabundo!...
¡Si al corazón llegara
en su forma real, el infinito;
lo que fue llanto en la pupila clara
e insaciedad en la eclosión del grito;
si la verdad me hiriera
con su arista cruel, en tajo rudo,
si todo lo que viera
estuviera desnudo!
¿qué palabra soberbia y rebosante
daría esa expresión apetecida?
¡pensar que bastaría, así, un instante
para borrar las formas de la vida!



Javier del Granado

la casa solariega

-- de Javier del Granado --

Mordiendo la granítica quebrada
se yergue la casona solariega,
alba de sol, con la pupila ciega,
y su techumbre de ala ensangrentada.

Con rumores de espuma la cascada
sus vetustas murallas enjalbega,
y en luminoso tornasol despliega
su cola el pavo real de la cañada.

Su arquitectura colonial evoca
la altiva estampa de un hidalgo huraño,
que vivió preso en su cabeza loca.

Un gran danés en el portal bravea,
y se desborda el mugidor rebaño,
atropellando la silente aldea.



Jorge Cuesta

este amor no te mira para hacerte durable

-- de Jorge Cuesta --

Este amor no te mira para hacerte durable
y desencadenarte de tu vida, que pasa.
Los ojos que a tu imagen apartan de tu muerte
no la impiden, sólo hacen más presente tu ruina.
No hay sitio en mi memoria
donde encuentre tu vida
más que tus ya distantes huellas deshabitadas.
Pues en mi sueño en vano tu rostro se refugia
y huye tu voz del aire real que la devora.
Dentro de mí te quema la sangre con más fuego,
los instantes que te absorben con más ansia, y tus voces,
mientras más duran,
se hunden más hondo en el abismo
de las horas futuras que nunca te han mirado.



Diego Hurtado de Mendoza

Domado ya el Oriente, Saladino

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Domado ya el Oriente, Saladino,
Desplegando las bárbaras banderas
Por la orilla del Nilo, le convino
Asentar su real en las riberas.

Lenguas le rodeaban lisonjeras,
Compaña que á los reyes de contino
Sola sigue en las burlas y en las veras,
Loándoles el bueno y mal camino.

Contaban el Egipto sojuzgado,
Francia rota y el mar Rojo en cadena
Mostrábanle su ejército y poder.

Respondióles: «Aquí se puede ver
Dónde acabó su gloria, en esta arena,
El gran Pompeo, muerto y no enterrado.»



Enrique Lihn

elegía a carlos de rokha

-- de Enrique Lihn --

No hubo dolor en el momento justo
de oír sobre tu muerte. Fue como si tú mismo la hubierasanunciado en uno de esos absurdos llamados telefónicos quesolías hacer a tus amigos:
una broma sangrienta.
Y la inocencia que, a esas horas, se volvía irritante, lacigarra de una voz chirriando
en la paja seca del día. No hubo dolor
pero sí, carlos, la inmediata certeza
de que contigo se eclipsaba la noche
sobre el desierto de un día estable y es como si cayera
un poco de ceniza del cielo sobre tierras eriáceas.
Me he llamado a lo real. Pero qué peso insoportable
tendría ahora un guijarro sobre la palma de la mano. Todas,todas estas pobres historias
diurnas no son sino desgarradoras. Aquí, también, estavisión confusa y demasiado nítida de caras conocidas.
Si la vida no es más que una locura
lo que importan son los sueños y aún el delirio, lamentira piadosa
de las palabras en libertad arrojadas
al millar de los vientos nocturnos,
como en tu poesía: la oscuridad vidente:
palabras como brasas, balbuceos del fuego.



Ernesto Cardenal

epigrama VIII

-- de Ernesto Cardenal --

Ayer te vi
en la calle,
myriam y
te vi tan bella,
myriam, que
(¡cómo te explico
que bella te vi!)
ni tú myriam,
te puedes ver
tan bella
ni imaginar
que puedes ser
tan bella para mi
y tan bella te vi
que parece que
ninguna mujer
es más bella que tú
ningún enamorado
ve ninguna mujer
tan bella,
myriam,
como yo te veo a ti
y ni tú misma
myriam,
eres quizás
tan bella
¡por qué
no puede ser
real tanta belleza!
como yo te vi
de bella ayer en la calle
o como hoy me parece,
myriam



Julián del Casal

mi ensueño

-- de Julián del Casal --

Cuando la ardiente luz de la mañana
tiñó de rojo el nebuloso cielo,
quiso una alondra detener el vuelo
de mi alcoba sombría en la ventana.
Pero hallando cerrada la persiana
fracasó en el cristal su ardiente anhelo
y, herida por el golpe, cayó al suelo,
adiós diciendo a su quimera vana.
Así mi ensueño, pájaro canoro
de níveas plumas y rosado pico,
al querer en el mundo hallar cabida,
encontró de lo real los muros de oro
y deshecho, cual frágil abanico,
cayó entre el fango inmundo de la vida.



Octavio Paz

antes del comienzo

-- de Octavio Paz --

Ruidos confusos, claridad incierta
otro día comienza.
Es un cuarto en penumbra
y dos cuerpos tendidos.
En mi frente me pierdo
por un llano sin nadie.
Ya las horas afilan sus navajas.
Pero a mi lado tú respiras;
entrañable y remota
fluyes y no te mueves.
Inaccesible si te pienso,
con los ojos te palpo,
te miro con las manos.
Los sueños nos separan
y la sangre nos junta:
somos un río de latidos.
Bajo tus párpados madura
la semilla del sol.
El mundo
no es real todavía,
el tiempo duda:
sólo es cierto
el calor de tu piel.
En tu respiración escucho
la marea del ser,
la sílaba olvidada del comienzo.



Octavio Paz

aquí

-- de Octavio Paz --

Mis pasos en esta calle
resuenan
en otra calle
donde
oigomis pasos
pasar en esta calle
donde
sólo es real la niebla.



Oliverio Girondo

habría

-- de Oliverio Girondo --

Habría
con cresta
o candor niño
o envión varón habría que osar izar un yo flamanteen gozo
o autoengendrar hundido en el propio ego pozo
un nimio virgo vicio
un semi tic o trauma o trac o toc novicios
un novococo inédito por poco
un mero medio huevo al menos de algo nuevo
e inmerso en el subyo intimísimo
volver a ver reverdecer la fe de ser
y creer en crear
y croar y croar
ante todo ende o duende visiblemente real o inexistente
o hacer hacer
dentro de un nido umbrío y tibio
un hijo mito
mixto de silbo ido y de hipo divo de ídolo
o en rancia última instancia del cotidiano entreasco
a escoplo y soplo mago
remodelar habría los orificios psíquicos y físicoscorrientes
de tanto espectro diario que desnutre la mecha
o un lazariento anhelo que todavía se yerga
como si pudiera
y darle con la proa de la lengua
y darle con las olas de la lengua
y furias y reflujos y mareas
al todo cráter cosmos
sin cráter
de la nada



Rafael de León

triniá

-- de Rafael de León --

I
al museo de sevilla
iba a diario juan miguel
a copiar la maravillas
de murillo y rafael.
Y por las tardes, como una rosa
de los jardines que hay en la entrá,
pintaba a trini, pura y hermosa,
como si fuera la inmaculá.
Y decía el chavalillo:
pa que voy a entrar ahí,
si es la virgen de murillo
la que tengo frente a mí .

Estribillo

triniá, mi triniá,
la de la puerta real,
carita de nazarena,
con la virgen macarena
yo te tengo compará;
algo tu vida envenena,
qué tienes en la mirá
que no me pareces buena,
triniá, mi trini, ay... Mi triniá.

Ii

el museo sevillano
un mal día visitó
un banquero americano
que de trini se prendó.
Y con el brillo de los diamantes
la sevillana quedó cegá
y entre los brazos de aquel amante
huyó de españa la triniá.
Y ante el cuadro no acabao
así decía el pintor:
tú me has hecho desgraciao,
sin ti qué voy a hacer yo .

(Al estribillo)



Rafael María Baralt

A la batalla de Ayacucho

-- de Rafael María Baralt --

¡Mudo EL cañón, del campo fratricida
el suelo en sangre tinto; la bandera
que triunfadora el orbe recorriera,
por española menos abatida!

¡Oh Pizarro! ¡Oh dolor! Si aquí blandida
tu centelleante espada reluciera,
del mundo de Colón señora fuera,
no de mis propios hijos, ¡ay!, vencida.

Así, sobre los Andes, real matrona,
el manto desprendido, adusto el ceño,
con llanto de furor su mal pregona.

Y al ver un mundo en manos de otro dueño,
a la vencida tropa, por desdoro,
lanza en pedazos mil el centro de oro.



José Ángel Buesa

las dos muñecas

-- de José Ángel Buesa --

i
la nieta del mendigo suspira amargamente,
mojando con sus lágrimas la muñeca de trapo:
sobre la falda humilde, como una cosa ausente,
la muñeca es ahora solamente un guiñapo.
Porque aquella mañana cruzo frente a su choza
un brillante cortejo, rumbo al palacio real,
y vio a una niña triste, que, en una áurea carroza,
llevaba una muñeca de marfil y cristal.
Ii
y, en tanto, en el palacio del benévolo abuelo,
donde su ruego es orden y su capricho es ley,
con los húmedos ojos llenos de desconsuelo,
también llora la rubia nietecita del rey.
Y también su muñeca sin par es un harapo,
ya sin traje de oro ni cabellos de trigo,
pues la princesa ansía la muñeca de trapo
que tenía en su falda la nieta del mendigo.



Juan Abel Echeverría

El avión

-- de Juan Abel Echeverría --

Águila real que en el cenit admiro,
pasmo del genio creador, invento
que en ti llevas, como alma, el pensamiento,
que al éter te lanzó con raudo giro;

lumbre de ciencias en tus alas miro,
que te hacen navegar señor del viento,
y eres bajo el cerúleo firmamento,
cruz de nácar en fondo de zafiro.

Se encumbra, al par de ti, la inteligencia,
y al corazón agita tu presencia,
con temblor de ansias y bullir de anhelos,

y en éxtasis el alma, a lo infinito
vuela de adoración su ardiente grito:
¡Gloria a Dios en la altura de los cielos!



Juan Bautista Arriaza

La crueldad de la muerte

-- de Juan Bautista Arriaza --

Envuelta en sombras, alta la guadaña,
trazando golpes de dolor profundo,
iba la muerte recorriendo el mundo
desde el alcázar regio a la cabaña.

Cuando en aquel que Manzanares baña
fijando el ceño torvo y furibundo,
miró a la Esposa Real, de su fecundo
seno mil glorias prometiendo a España.

¡Dos víctimas! Gritó el espectro fiero:
¡Llanto de Reyes! ¡Pueblos afligidos!
¡Oh qué deleite! Y descargó el acero;

y dejando en un féretro tendidos
ambos despojos, se encumbró altanero,
triunfando entre lamentos y gemidos.



Gabriela Mistral

ronda de los colores

-- de Gabriela Mistral --

Del lino en rama y en flor.
Mareando de oleadas
baila el lindo azuleador.
Cuando el azul se deshoja,
sigue el verde danzador:
verde-trébol, verde-oliva
y el gayo verde-limón.
¡Vaya hermosura!
¡vaya el color!
rojo manso y rojo bravo
rosa y clavel reventón.
Cuando los verdes se rinden,
él salta como un campeón.
Bailan uno tras el otro,
no se sabe cuál mejor,
y los rojos bailan tanto
que se queman en su ardor.
¡Vaya locura!
¡vaya el color!
el amarillo se viene
grande y lleno de fervor
y le abren paso todos
como viendo a agamenón.
A lo humano y lo divino
baila el santo resplandor:
aromas gajos dorados
y el azafrán volador.
¡Vaya delirio!
¡vaya el color!
y por fin se van siguiendo
al pavo-real del sol,
que los recoge y los lleva
como un padre o un ladrón.
Mano a mano con nosotros
todos eran, ya no son:
¡el cuento del mundo muere
al morir el contador!



Gutierre de Cetina

como garza real alta en el cielo

-- de Gutierre de Cetina --

Entre halcones puesta y rodeada,
que siendo de los unos remontada,
de los otros seguirse deja a vuelo,
viendo su muerte acá bajo en el suelo,
por oculta virtud manifestada,
no tan presto será del aquejada
que a voces mostrará su desconsuelo.
Las pasadas locuras, los ardores
que por otras sentí, fueron, señora,
para me levantar, remontadores;
pero viéndoos a vos, mi matadora,
el alma dio señal en sus temores
de la muerte que paso cada hora.



Salvador Rueda

sonetos VII

-- de Salvador Rueda --

Ved el ave inmortal, es su figura;
la antigüedad un silfo la creía,
y la vio su extasiada fantasía
cual hada, genio, flor o llama pura.

Su plumaje es la luz hecha locura,
un brillante hervidero de alegría
donde tiembla 1a ardiente sinfonía
de cuantos tonos casa la hermosura.

Su cola real, colgando en catarata;
y dirigida al sol, haz que desata
vivo penacho de arcos cimbradores.

Curvas suelta la cola sorprende,
y al aire lanza cual tazón de fuente
un surtidor de palmas de colores.

4



Salvador Rueda

sonetos VIII

-- de Salvador Rueda --

Silencio; es la cigarra, la doctora,
la que enseñó a virgilio la poesía
y dio a las viñas griegas su armonía
cual bordón inmortal de luz cantora.

Aun pasa con su lira triunfadora
ardiendo en entusiasmo y energía;
encerrado en sus élitros va el día,
escuchad su canción abrasadora.

Ser en la roja siesta enardecido,
es un ascua del sol hecha alarido
que a su propio calor fundirse quiere.

Quema al cantar su real naturaleza,
canta por el amor a la belleza,
canta a las almas, y cantando muere.

5



Vicente Gallego

septiembre, 30

-- de Vicente Gallego --

No ha sido fácil comprender el mar,
las rocas, su volumen,
la concreción del tiempo en la materia
más real, la verdad del mundo en el vaivén
del viento y la marea, en la quietud
que el arrecife opone al oleaje,
en el fragor eterno del silencio,
que es una voz antigua e innumerable.
El mar que se resiste al adjetivo,
que en su enigma desprecia
definición o imagen más allá
de ese asombro que afirma en cualquier muerte
la vida que no acaba, esa vida del agua
que ha sido tantas vidas y que ahora
es también esta nuestra.
El mar,
y una noche sin luna ni tormenta,
el mar únicamente y yo, aquí,
este íntimo acuerdo con mis pasos:
tan sólo quien se busca en el camino
y al encontrarse al fin está desnudo.



Anónimo

Romance de los infantes de Aragón

-- de Anónimo --

Alburquerque, Alburquerque,
bien mereces ser honrado
en ti están los tres infantes
hijos del rey don Fernando.
Desterrélos de mis reinos,
desterrélos por un año;
Alburquerque era muy fuerte,
con él se me habían alzado.
¡Oh don Álvaro de Luna,
cuán mal que me habías burlado!
dijísteme que Alburquerque
estaba puesto en un llano,
véole yo cavas hondas
y de torres bien cercado;
dentro mucha artillería,
gente de pie y de caballo,
y en aquella torre mocha
tres pendones han alzado:
el uno por don Enrique,
otro por don Juan, su hermano,
el otro era por don Pedro,
infante desheredado.
Álcese luego el real
que excusado era tomarlo.



Anónimo

Romance del cerco de Baza

-- de Anónimo --

Sobre Baza estaba el rey,
lunes, después de yantar;
Miraba las ricas tiendas
que estaban en su real;
miraba las huertas grandes
y miraba el arrabal;
miraba el adarve fuerte
que tenía la ciudad;
miraba las torres espesas,
que no las puede contar.
Un moro tras una almena
comenzóle de hablar:
-Vete, el rey don Fernando,
non querrás aquí envernar,
que los fríos de esta tierra
no los podrás comportar.
Pan tenemos por diez años,
mil vacas para salar;
veinte mil moros hay dentro,
todos de armas tomar,
ochocientos de caballo
para el escaramuzar;
siete caudillos tenemos,
tan buenos como Roldán,
y juramento tienen hecho
antes morir que se dar.



Anónimo

Romance del duque de Arjona

-- de Anónimo --

En Arjona estaba el duque
y el buen rey en Gibraltar,
envióle un mensajero
que le viniese a hablar.
Malaventurado el duque
vino luego sin tardar;
jornada de quince días
en ocho la fuera a andar.
Hallaba las mesas puestas
y aparejado el yantar,
y desque hubieron comido,
vanse a un jardín a holgar.
Andándose paseando,
el rey comenzó a hablar:
-De vos, el duque de Arjona,
grandes querellas me dan:
que forzades las mujeres
casadas y por casar,
que les bebíaides el vino
y les comíades el pan,
que les tomáis la cebada,
sin se la querer pagar.
-Quien os lo dijo, buen rey,
no os dijera la verdad.
-Llamaisme a mi camarero
de mi cámara real,
que me trajese unas cartas
que en mi barjuleta están.
Védeslas aquí, el duque,
no me lo podéis negar.
Preso, preso, caballeros,
preso de aquí lo llevad:
entregadlo al de Mendoza,
ese mi alcalde el leal.



Anónimo

Romance del reto a los zamoranos

-- de Anónimo --

Ya cabalga Diego Ordóñez,
del real se había salido
de dobles piezas armado
y un caballo morcillo;
va a reptar los zamoranos
por la muerte de su primo,
que mató Bellido Dolfos,
hijo de Dolfos Bellido.
-Yo os repto, los zamoranos,
por traidores fementidos,
repto a todos los muertos,
y con ellos a los vivos;
repto hombres y mujeres,
los por nacer y nacidos;
repto a todos los grandes,
a los grandes y a los chicos,
a las carnes y pescados,
y a las aguas de los ríos.
Allí habló Arias Gonzalo,
bien oiréis lo que hubo dicho:
-¿Qué culpa tienen los viejos?
¿qué culpa tienen los niños?
¿qué merecen las mujeres
y los que no son nacidos?
¿por qué reptas a los muertos,
los ganados y los ríos?
Bien sabéis vos, Diego Ordóñez,
muy bien lo tenéis sabido,
que aquel que repta concejo
debe de lidiar con cinco.
Ordóñez le respondió:
-Traidores heis todos sido.



Anónimo

Romance de Bovalías el pagano

-- de Anónimo --

Por las sierras de Moncayo
vi venir un renegado:
Bobalías ha por nombre,
Bobalías el pagano;
siete veces fuera moro
y otras tantas mal cristiano
y al cabo de las ocho
engañólo su pecado,
que dejó la fe de Cristo,
la de Mahoma ha tomado.
Este fuera el mejor moro
que de allende había pasado.
Cartas le fueron venidas
que Sevilla está en un llano;
arma naos y galeras,
gente de a pie y de a caballo,
por Guadalquivir arriba
su pendón llevan alzado.
En el campo de Tablada
su real había asentado
con trescientas de las tiendas
de seda, oro y brocado;
en medio de todas ellas
está la del renegado:
encima, en el chapitel,
estaba un rubí preciado,
tanto relumbra de noche
como el sol en día claro.



Anónimo

Romance del rey don Sancho

-- de Anónimo --

-¡Rey don Sancho, rey don Sancho!, no digas que no te aviso,

que de dentro de Zamora un alevoso ha salido;

llámase Vellido Dolfos, hijo de Dolfos Vellido,

cuatro traiciones ha hecho, y con ésta serán cinco;

si gran traidor fue el padre, mayor traidor es el hijo.

Gritos dan en el real: -¡A don Sancho han mal herido,

muerto le ha Vellido Dolfos, gran traición ha cometido!

Desque le tuviera muerto, metiose por un postigo;

por las calle de Zamora va dando voces y gritos:

-Tiempo era, doña Urraca, de cumplir lo prometido.



Manuel María de Arjona

El autor a sí mismo

-- de Manuel María de Arjona --

Cansada nunca de tu vano intento,
corres, barquilla, el piélago espumoso,
y tu piloto sufre, temeroso,
del Aquilón el ímpetu violento.

Neptuno te presenta, fraudulento,
mansas las iras de su reino undoso,
¡cuitada! porque dejes tu reposo,
y luego llores del instable viento.

Al mar no vuelvas, mísera barquilla;
acógete, por fin, escarmentada,
al ocio dulce de la quieta orilla.

Que si a nave real, de horror cargada,
Neptuno la orgullosa frente humilla,
¡ay!, tú serás por burla destrozada.



Marilina Rébora

espejos

-- de Marilina Rébora --

Espejos
mírate en el espejo que tu imagen proyecta,
esperando un instante a que se muestre clara;
verás, a pesar tuyo, la figura imperfecta
y las desarmonías patentes de la cara.
Sin contemplarte pues como estampa dilecta,
en tus propios defectos, exhaustiva, repara,
para reconocer por fin lo que te afecta
como quien llanamente una verdad declara.
A lo real concorde y en idéntico modo
habrás de examinar prolija tu conciencia:
sentimientos, virtudes, pasiones sobre todo;
comprobarás errores y lagunas de olvidos,
mas para tu consuelo que es también una ciencia
piensa que dios se vale de los arrepentidos.



Nicolás Fernández de Moratín

El león y el ratón (Moratín)

-- de Nicolás Fernández de Moratín --

Estaba un ratoncillo aprisionado
en las garras de un león; el desdichado
en la tal ratonera no fue preso
por ladrón de tocino ni de queso,
sino porque con otros molestaba
al león, que en su retiro descansaba.

Pide perdón, llorando su insolencia;
al oír implorar la real clemencia,
responde el Rey en majestuoso tono
(no dijera más Tito): «Te perdono.»

Poco después, cazando, el león tropieza
en una red oculta en la maleza;
quiere salir, mas queda prisionero;
atronando la selva ruge fiero.
El libre ratoncillo, que lo siente,
corriendo llega; roe diligente
los nudos de la red de tal manera
que al fin rompió los grillos de la fiera.

Conviene al poderoso
para los infelices ser piadoso;
tal vez se puede ver necesitado
del auxilio de aquel más desdichado.



Juan Ramón Jiménez

Domingo de Primavera

-- de Juan Ramón Jiménez --

N pájaro, en la lírica calma del mediodía
Canta bajo los mármoles del palacio sonoro;
Sueña el sol vivos fuegos en la cristalería,
En la fuente abre el agua su cantinela de oro.

Es una fiesta clara con eco cristalino:
En el mármol el pájaro; las rosas en la fuente;
¡Garganta fresca y dura! ¡azul, dulce, argentino
Llorar, sobre la flor satinada y reciente!

Es un ensueño real, voy, colmado de gracia,
Soñando, sonriendo, por las radiantes losas.
Henchida el alma de la pura aristocracia
De la fuente, del pájaro, del olor de las rosas.



Julio Herrera Reissig

el domingo

-- de Julio Herrera Reissig --

Te anuncia un ecuménico amasijo de hogaza,
que el instinto del gato incuba antes que el horno.
La grey que se empavesa de sacrílego adorno
te sustancia en un módico pavo real de zaraza...

Un rezongo de abejas beatifica y solaza
tu sopor, que no turban ni la rueca ni el torno...
Tú irritas a los sapos líricos del contorno;
y plebeyo te insulta doble sol en la plaza...

¡Oh domingo! la infancia de espíritu te sueña,
y el pobre mendicante que es el que más te ordeña...
Tu genio bueno a todos cura de los ayunos,

la misa te prestigia con insignes vocablos,
¡ y te bendice el beato rumiar de los vacunos
que sueñan en el tímido bethlem de los establos!...



Este Real de amor desbaratado

-- de Francisco de la Torre --

Este Real de amor desbaratado,
de rotas armas y despojos lleno,
aguda roca y mal seguro seno
de mi doliente espíritu cansado,

al enemigo vencedor amado
rendido francamente como bueno,
de mí le siento eternamente ajeno,
por verse de contrarios ocupado.

Y el tirano cruel de mi contento,
burladas mis antiguas confianzas,
los vencedores escuadrones sigue.

¿Quién podrá remediar mi perdimiento,
si faltan del amor las esperanzas,
y si quien amó tanto me persigue?



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 4

-- de Francisco de Quevedo --

¡aquí del rey jesús! ¿y qué es aquesto?
no le vale la iglesia al desdichado,
que entró a matarle dentro de sagrado,
sin temer casa real, ni santo puesto.
Favor a la justicia, alumbren presto,
corran tras de él, prendan al culpado;
no quiere resistirse, que embozado
de esperar a la ronda está dispuesto.
Llegaron a prenderle por codicia,
no de la espada ser mayor de marca;
mas visto que la trae de sangre llena,
preguntole quién era la justicia,
desembozose y dijo: soy la parca.
¿La parca sois? andad de enhorabuena.



Francisco Martínez de la Rosa

La muerte (Martínez de la Rosa)

-- de Francisco Martínez de la Rosa --

Al borde está de una tumba
La inexorable deidad,
Mal ceñido el negro manto,
Lívida la horrenda faz,
Y la planta descarnada
Sobre una corona real:
En tablas de bronce y mármol,
Carcomidas por la edad,
Apoya el brazo siniestro
Con terrible majestad,
Y la historia de cien siglos
Debajo borrada está.
Reina en torno hondo silencio,
Destrucción y soledad,
Como en el Averno lago
En que hasta el aire es letal;
Ni alrededor nace yerba,
Ni osan las aves volar.
Ante sus ojos perenne
Arde una luz funeral,
Cual si la densa tiniebla
Luchase por disipar;
Mas apenas la vislumbra
Entre sombras el mortal,
Cuando su débil reflejo
¡Se pierde en la eternidad!



Francisco Villaespesa

ensueño de opio

-- de Francisco Villaespesa --

Es otra señorita de maupin. Es viciosa
y frágil como aquella imagen del placer,
que en la elegancia rítmica de su sonora prosa
nos dibujó la pluma de theófilo gautier.
Sus rojos labios sáficos, sensitivos y ambiguos,
a la par piden besos de hombre y de mujer,
sintiendo las nostalgias de los faunos antiguos
cuyos labios sabían alargar el placer.
Ama los goces sádicos. Se inyecta de morfina;
pincha a su gata blanca. El éter la fascina,
y el opio le produce un ensueño oriental.
De súbito su cuerpo de amor vibra y se inflama
al ver, entre los juncos, temblar como una llama
la lengua roja y móvil de algún tigre real.



Francisco Villaespesa

los jardines de afrodita IX

-- de Francisco Villaespesa --

Con el fervor de un lapidario antiguo,
quiero miniar a solas y en secreto,
la tentación de tu perfil ambiguo
en las catorce gemas de un soneto.
Para nimbar tu tez blanca y severa,
a modo griego, cual real tesoro,
recogerá tu negra cabellera
sobre la nuca un alfiler de oro.
En líneas escultóricas plegada
la túnica e inmóvil la mirada
con la clásica unción de las flautistas...
La siringa en el labio, y temblorosos
sobre el registro, en gestos armoniosos,
tus dedos enjoyados de amatistas.



José Asunción Silva

egalité...

-- de José Asunción Silva --

Juan lanas, el mozo de esquina,
es absolutamente igual
al emperador de la china:
los dos son el mismo animal.
Juan lanas cubre su pelaje
con nuestra manta nacional;
el gran magnate lleva un traje
de seda verde excepcional.
Del uno cuidan cien dragones
de porcelana y de cristal;
juan lanas carga maldiciones
y gruesos fardos por un real,
pero si alguna mandarina
siguiendo el instinto sexual
al emperador se avecina
en el traje tradicional
que tenía nuestra madre eva
en aquella tarde fatal
en que se comieron la breva
del árbol del bien y del mal,
y si al mismo juan una juana
se entrega por modo brutal
y palpita la bestia humana
en un solo espasmo sexual,
juan lanas, el mozo de esquina,
es absolutamente igual
al emperador de la china:
los dos son el mismo animal.



José Asunción Silva

Egalité

-- de José Asunción Silva --

Juan Lanas, el mozo de esquina,
es absolutamente igual
al Emperador de la China:
los dos son el mismo animal.
Juan Lanas cubre su pelaje
con nuestra manta nacional;
el gran magnate lleva un traje
de seda verde excepcional.
Del uno cuidan cien dragones
de porcelana y de cristal;
Juan Lanas carga maldiciones
y gruesos fardos por un real,
pero si alguna mandarina
siguiendo el instinto sexual
al Emperador se avecina
en el traje tradicional
que tenía nuestra madre Eva
en aquella tarde fatal
en que se comieron la breva
del árbol del Bien y del Mal,
y si al mismo Juan una Juana
se entrega por modo brutal
y palpita la bestia humana
en un solo espasmo sexual,
Juan Lanas, el mozo de esquina,
es absolutamente igual
al Emperador de la China:
los dos son el mismo animal.



José de Diego

de mi vida

-- de José de Diego --

Prendido lo vi cuando estaba el carpintero
el nido trabajando con su agudo puñal
y era un ronco y constante picotear de acero
en el tronco astillante de la palma real.

Mecientes de las auras el soplo matinal
o en tierra ya las fibras del profundo agujero,
se las iba llevando en ci pico un jilguero
que en la copa tejiera su pequeño nidal.

Mi vida es como el árbol erguido y altanero;
devora sus entrañas un feroz carpintero,
alegra su ramaje un lírico jilguero.

Es el árbol del bien y es el árbol del mal;
el dolor sus reliquias ofrece al ideal
y resuena en la cumbre el cántico triunfal.



Clemente Althaus

A Flérida

-- de Clemente Althaus --

¿Qué has hecho, ingrata Flérida, que has hecho?
¡Así a tu amante dejas, y a un anciano
por un vil interés vendes tu mano
a que solo el amor tiene derecho!

¡Ay! ¡qué vida te aguarda! en mesa, en lecho,
do quier al lado de ese espectro humano,
tu dulce amante extrañarás en vano,
que no se vende con la mano el pecho.

No marmóreo palacio, áurea carroza,
claros diamantes, ni real boato
la pena aliviarán que te destroza:

mas que tal vida y el continuo trato
de tu odiado consorte, en pobre choza
con tu amante vivir te fuera grato.



Clemente Althaus

A Clorinda

-- de Clemente Althaus --

Siempre que miro, Clorinda,
tu hermosura, te cotejo
con el indio tominejo,
por lo pequeña y lo linda:
por su pequeñez graciosa,
entre las flores semeja,
aún más que pájaro, abeja
o brillante mariposa.
Es su pico fina aguja,
dos puntos sus ojos son;
mas con tanta perfección
el Creador la dibuja,
que en hermosura rival
no conoce esta avecilla,
y a su plumaje se humilla
el soberbio pavo real.
Hermosura tan extrema
adorna al pájaro mosca,
que fuera sin lustre y tosca
joya de imperial diadema,
que innumerable caudal
a su noble dueño cuesta,
comparada con aquesta
viva joya natural,
do las plumas verdes, gualdas,
azules y carmesíes,
topacios son y rubíes
y zafiros y esmeraldas.
Se esmeró Natura en ella,
y juzgar así se debe
que sólo la hizo tan breve
para formarla, más bella.
Pues, si en el ave menor
ostentó su mejor obra,
a la que en belleza sobra
lo que le falta en grandor,
no te pese no ser alta,
oh graciosa criatura,
si te sobra en hermosura
lo que en tamaño te falta.



Ramón López Velarde

a sara

-- de Ramón López Velarde --

A sara
a j. De j. Núñez y domínguez
a mi paso y al azar te desprendiste
como el fruto más profano
que pudiera concederme la benévola
actitud de este verano.
(Blonda sara, uva en sazón: mi apego franco
a tu persona, hoy me incita
a burlarme de mi ayer, por la inaudita
buena fe con que creí mi sospechosa
vocación, la de un levita).
Sara, sara: eres flexible cual la honda
de david y contundente
como el lírico guijarro del mancebo;
y das, paralelamente,
una tortura de hielo y una combustión de pira;
y si en vértigo de abismo tu pelo se desmadeja,
todavía, con brazo heroico
y en caída acelerada, sostienes a tu pareja.
Sara, sara, golosina de horas muelles;
racimo copioso y magno de promisión, que fatigas.
El dorso de dos hebreos:
siempre te sean amigas
la llamarada del sol y del clavel; si tu brava
arquitectura se rompe como un hilo inconsistente,
que bajo la tierra lóbrega
esté incólume tu frente;
y que refulja tu blonda melena, como tesoro
escondido; y que se guarden indemnes como real sello
tus brazos y la columna
de tu cuello.



Ramón López Velarde

A Sara (López Velarde)

-- de Ramón López Velarde --

A J. DE J. Núñez y Domínguez

A mi paso y al azar te desprendiste
Como el fruto más profano
Que pudiera concederme la benévola
Actitud de este verano.

(Blonda Sara, uva en sazón: mi apego franco
a tu persona, hoy me incita
a burlarme de mi ayer, por la inaudita
buena fe con que creí mi sospechosa
vocación, la de un levita.)

Sara, Sara: eres flexible cual la honda
De David y contundente
Como el lírico guijarro del mancebo;
Y das, paralelamente,
Una tortura de hielo y una combustión de pira;
Y si en vértigo de abismo tu pelo se desmadeja,
Todavía, con brazo heroico
Y en caída acelerada, sostienes a tu pareja.

Sara, Sara, golosina de horas muelles;
Racimo copioso y magno de promisión, que fatigas.
El dorso de dos hebreos:
Siempre te sean amigas
La llamarada del sol y del clavel; si tu brava
Arquitectura se rompe como un hilo inconsistente,
Que bajo la tierra lóbrega
Esté incólume tu frente;
Y que refulja tu blonda melena, como tesoro
Escondido; y que se guarden indemnes como real sello
Tus brazos y la columna
De tu cuello.



Ramón López Velarde

A una ausente seráfica

-- de Ramón López Velarde --

Estos, amada, son sitios vulgares
en que en el ruido mundanal se asusta
el alma fidelísima, que gusta
de evocar tus encantos familiares.

Añoro dulcemente los lugares
en donde imperas cual señora justa,
tu voz real y tu mirada augusta
que ungieron con su gracia mis pesares.

Y recuerdo que en época lejana,
por tus raras virtudes milagrosas
y tu amable modestia provinciana,

ebrio de amor te comparó el poeta
con la mejor de las piedras preciosas
oculta en pobres hojas de violeta.

Tuviste, en la delicia de mi sueño,
fuerza de mano que se da al caído
y la piedad de un pájaro agoreño
que en la rama caduca pone el nido.

De tu falda al seráfico pergeño
cual párvulo medroso estoy asido,
que en la infantil iglesia de mi ensueño
las imágenes rotas han caído.

Yo sé que en mis catástrofes internas
no más quedas tú en pie, señora alta,
de frente noble y de miradas tiernas.

Condúceme en las noches inclementes
porque sin ti, para marchar, me falta
el óleo de las vírgenes prudentes.



Ricardo Güiraldes

Lucero

-- de Ricardo Güiraldes --

Proa del sol.

Ojo potente.

Vanguardia del día.

Perforador de cobalto, que asciendes, voraz de espacio, a monopolizar las glorias siderales.

Prefacio de luz.

Iniciador.

Suicida cotidiano.

Orgulloso pavo real, que abochornas estrellas.

Breve es tu vida. El sol te mata, pero eres el principio.

Heraldo de luz,

ésa es tu cruz.

«La Porteña», 1915.



Rosario Castellanos

falsa elegía

-- de Rosario Castellanos --

Compartimos sólo un desastre lento
me veo morir en ti, en otro, en todo
y todavía bostezo o me distraigo
como ante el espectáculo aburrido.

Se destejen los días,
las noches se consumen antes de darnos cuenta;

así nos acabamos.

Nada es. Nada está.
Entre el alzarse y el caer del párpado.

Pero si alguno va a nacer (su anuncio,
la posibilidad de su inminencia
y su peso de sílaba en el aire),
trastorna lo existente,
puede más que lo real
y desaloja el cuerpo de los vivos.



Rubén Darío

Heraldos

-- de Rubén Darío --

ELENA!
La anuncia el blancor de un cisne.

¡Makheda!
La anuncia un pavo real.

¡Ifigenia, Eiectra, Catalina!
Anúncialas un caballero con un hacha.



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Ariiba