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Se han encontrado 23 poemas con la palabra raudal

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Jorge Isaacs

A orillas del torrente

-- de Jorge Isaacs --

Del raudal rumoroso en las riberas
Mirábamos del sol la última luz
En las copas jugar de las palmeras,
Y abajo, en lejanía,
Con los oleajes de la mar bravía
En el confín del horizonte azul.

Pálida cual los nardos que en su frente
Ajaba el frenesí de mi pasión,
Arrojando el más bello a la corriente,
"Mira, dijo, ya en vano
Resistir quiero a tu poder ufano...
El raudal eres tú, yo soy la flor".

Trébol silvestre su sepulcro alfombra
Do en mis brazos durmió junto al raudal,
Y las palmeras que voluble sombra
Nos dieron en los días
De juventud y locas alegrías,
Sombra al sepulcro solitario dan!

Poema A orillas del torrente de Jorge Isaacs con fondo de libro

Leandro Fernández de Moratín

soneto. rodrigo

-- de Leandro Fernández de Moratín --

rodrigo
cesa en la octava noche el ronco estruendo
de la sangrienta, militar porfía:
el campo godo destrozado ardía
con llama, que descubre estrago horrendo.
Rodrigo en tanto, su peligro viendo,
por ignorada senda se desvía,
y muerto orelia, entre la sombra fría,
herido y débil se acelera huyendo.
En vano el lete con raudal undoso
el paso estorba al príncipe, a quien ciega
de cadena o suplicio el justo espanto.
Surca las aguas. Cede al poderoso
ímpetu, espira el infeliz; y entrega
el cuerpo al fondo, a la corriente el manto.

Poema soneto. rodrigo de Leandro Fernández de Moratín con fondo de libro

Leandro Fernández de Moratín

Rodrigo

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Cesa en la octava noche el ronco estruendo
de la sangrienta militar porfía;
el campo godo destrozado ardía
con llama que descubre estrago horrendo.

Rodrigo en tanto, su peligro viendo,
por ignorada senda se desvía
y, muerto Orelio, entre la sombra fría
herido y débil se acelera huyendo.

En vano el Lete con raudal undoso
el paso estorba al príncipe, a quien ciega
de cadena o suplicio el justo espanto.

Surca las aguas, cede al poderoso
ímpetu, expira el infeliz y entrega
el cuerpo al fondo, a la corriente el manto.

Poema Rodrigo de Leandro Fernández de Moratín con fondo de libro

Manuel del Palacio

A un artista

-- de Manuel del Palacio --

¡Partes, adiós! del Sena turbulento
Ó del Arno feliz por la ribera,
Dejas la patria que en tu edad primera
Madre amorosa te enseñó su acento.

Flotando quedan en el vago viento
Los ecos de tu voz dulce ó severa,
Y el alma que tu canto conmoviera
Lágrimas dá otra vez al sentimiento.

Tal es del genio la misión sublime;
De dichas y placer raudal fecundo,
Las glorias canta, y las miserias gime:

Lo quiere Dios en su saber profundo;
El mundo por el arte se redime,
Y el arte tiene como patria el mundo!



Manuel del Palacio

A un artista al abandonar su país

-- de Manuel del Palacio --

¿Partes? ¡adiós! Del Sena turbulento
O del Arno feliz por la ribera,
Dejas la patria que en tu edad primera
Madre amorosa te enseñó su acento.

Flotando quedan en el vago viento
Los ecos de tu voz dulce ó severa,
Y el alma que tu canto conmoviera
Lágrimas da otra vez al sentimiento.

Tal es del genio la misión sublime;
De dichas y placer raudal fecundo,
Las glorias canta, y las miserias gime:

Lo quiere Dios en su saber profundo;
El mundo por el arte se redime,
Y el arte tiene como patria el mundo!



Ernesto Noboa y Caamaño

Vox Clamans

-- de Ernesto Noboa y Caamaño --

Oigo en la sombra, a veces, una voz que me advierte:
Poeta, entre tus ruinas, yérguete vencedor:
deja la flauta débil de tu canción inerte,
y alza el himno a la vida, al orgullo, al vigor.

Acalla tu secreto, sé fuerte con la muerte,
Y oigo otra voz que clama: fuerte como el amor.
(En mi conciencia íntima no sé cuál es más fuerte,
si el gesto de la vida o el gesto destructor).

De súbito, en tumulto, cual luminosas teas,
en el cerebro atónito se encienden las ideas,
mas, cuando de su foco, como de ardiente pira,

va a levantar las notas del vigoroso canto,
como una flauta débil el corazón suspira;
y la canción se trueca por un raudal de llanto.



Julián del Casal

flor de cieno

-- de Julián del Casal --

Yo soy como una choza solitaria
que el viento huracanado desmorona
y en cuyas piedras húmedas entona
hosco búho su endecha funeraria.
Por fuera sólo es urna cineraria
sin inscripción, ni fecha, ni corona;
mas dentro, donde el cieno se amontona,
abre sus hojas fresca pasionaria.
Huyen los hombres al oír el canto
del búho que en la atmósfera se pierde,
y, sin que sepan reprimir su espanto,
no ven que, como planta siempre verde,
entre el negro raudal de mi amargura
guarda mi corazón su esencia pura.



Gabriela Mistral

el amor que calla

-- de Gabriela Mistral --

Si yo te odiara, mi odio te daría
en las palabras, rotundo y seguro;
pero te amo y mi amor no se confía
a este hablar de los hombres, tan oscuro.
Tú lo quisieras vuelto en alarido,
y viene de tan hondo que ha deshecho
su quemante raudal, desfallecido,
antes de la garganta, antes del pecho.
Estoy lo mismo que estanque colmado
y te parezco un surtidor inerte.
¡Todo por mi callar atribulado
que es más atroz que el entrar en la muerte!



Antonia Díaz Fernández de Lamarque

A Doña María del Pilar Sinués de Marco

-- de Antonia Díaz Fernández de Lamarque --

Con motivo de estar escribiendo una obra
para el príncipe de Asturias, titulada
EL CETRO DE FLORES.

Hoy que brillantes páginas de oro
Anhelante preparas, oh María,
Para el vástago tierno que algun dia
Será sosten del español decoro;

Suene tu voz como raudal sonoro
Y enaltezca con plácida armonía,
Al par que la inmortal sabiduría
De la virtud el celestial tesoro.

¡Oh! reina entre las musas españolas,
Y aparezcan cual astros rutilantes
Los bellos cuadros que tu mente crea:

Ciñan tu sien fulgentes aureolas,
Y la fecunda pluma de Cervantes
Cetro de flores en tu mano sea.



Manuel Reina

En Mayo

-- de Manuel Reina --

¡Ven al prado de lirios y claveles,
mi bello y dulce bien! El campo llena
de perfumes la atmósfera serena
y el mes de mayo irradia en los vergeles.

¡Ven! Entre los rosales y laureles
flauta invisible melodiosa suena.
¡Ven! Que en la orilla del Genil amena
el amor es panal de ricas mieles.

¡Ven, mi alma! Las auras su frescura
nos ofrecen; las aves su armonía
y recóndito nido la espesura.

¡Mas no, no vengas, adorada mía;
que el inmenso raudal de mi amargura
tu corazón feliz destrozaría.



Marcelino Menéndez y Pelayo

Soneto-dedicatoria

-- de Marcelino Menéndez y Pelayo --

A ti, de ingenio y luz raudal hirviente,
De las helenas Gracias compañera,
De mis cantos daré la flor primera:
Gane hermosura al adornar tu frente.

No de otro modo en bosque floreciente
Rudo y sin desbastar el leño espera,
O el mármol encerrado en la cantera,
El sabio impulso de escultor valiente.

Llega el artista, y la materia rinde;
Levántase a forma vencedora
Del mármol que el cincel taja y escinde.

Corra, en la piedra, de la vida el río;
Tú serás el cincel, noble Señora,
Que labre el mármol del ingenio mío.



Juan Nicasio Gallego

En la traslación de los restos de D. Pedro Calderón

-- de Juan Nicasio Gallego --

Gloria y delicia de los patrios lares,
¡buen Calderón!, de tu fecunda vena
el copioso raudal el orbe llena
venciendo espacios y cruzando mares.

Difunden hoy tus dramas a millares
las prensas de Leipsick, los oye Viena,
y hasta en las playas bálticas resuena
el cisne del modesto Manzanares.

¡Oh hispana juventud! Si al arduo empeño
de hollar del Pindo la sublime altura
no te alentare porvenir risueño,

esa pompa. Ese mármol te asegura
con muda voz que, si la vida es sueño,
siglos de siglos el renombre dura.



Julio Flórez

Al lector

-- de Julio Flórez --

Poem

Hay una gruta, misteriosa y negra, donde resbala bajo mustias frondas, un raudal silencioso que ni alegra ni fecunda: ¡qué amargas son sus ondas!

Con qué impudor bajo esa gruta helada mil flores abren su aterido broche ¡Nunca al beso de luz de la alborada! ¡Siempre al ósculo negro de la noche!

Esa gruta es mi alma; y esa fuente muda y letal, mi corrosivo llanto; y esas flores, los versos que en mi mente brotan al choque de fatal quebranto.

Cierto es que hay ámbar y color y almíbar en muchas de esas flores mas te advierto, que estas esconden repugnante acíbar, olor de cirio, y palidez de muerto.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 16

-- de Francisco de Quevedo --

Dichoso tú, que naces sin testigo
y de progenitores ignorados,
¡oh nilo!, y nube y río, al campo y prados,
ya fertilizas troncos y ya trigo.
El humor que, sediento y enemigo,
bebe el rabioso can a lo sagrados
ríos, le añade pródigo a tus vados,
siendo aquario el león para contigo.
No de otra suerte, lisis, acontece
a las undosas urnas de mis ojos,
cuyo ignorado origen se enmudece.
Pues cuando el sirio de tus lazos rojos
arde en bochornos de oro fresco, crece
más su raudal, tu hielo y mis enojos.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 72

-- de Francisco de Quevedo --

El ver correr de dios la sangre clara
en abundante vena por el suelo
(que borró el sentimiento todo el cielo
y al sol desaliñó cabello y cara);
ver la generación dura y avara
hartarse de venganza en su consuelo,
oír la grande voz que rompió el velo;
amaneciendo sombras que declara,
no fue bastante, con afán tan fuerte,
a desatar un alma combatida
que por los ojos en raudal se vierte.
Pues aunque fue mortal la despedida,
aun no pudo, de lástima, dar muerte,
muerte que sólo fue para dar vida.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 36

-- de Francisco de Quevedo --

Amor me ocupa el seso y los sentidos;
absorto estoy en éxtasi amoroso;
no me concede tregua ni reposo
esta guerra civil de los nacidos.
Explayose el raudal de mis gemidos
por el grande distrito y doloroso
del corazón, en su penar dichoso,
y mis memorias anegó en olvidos.
Todo soy ruinas, todo soy destrozos,
escándalo funesto a los amantes,
que fabrican de lástimas sus gozos.
Los que han de ser, y los que fueron antes,
estudien su salud en mis sollozos,
y envidien mi dolor, si son constantes.



Francisco Villaespesa

canción del recuerdo VII

-- de Francisco Villaespesa --

Al cortar sus cabellos, agitados
por el rudo estertor de la agonía,
por el amor mis ojos engañados,
aún creyeron notar que sonreía.
Sorbre su corazón puse el oído,
y juro que sentí cual si quisiera,
de mi inmenso corazón compadecido,
palpitar otra vez, y no pudiera.
Cuando pasó aquel vértigo de espanto,
en el lecho me hallé... Surcaba el llanto
en copioso raudal mi rostro inerte...
Contra el pecho apretaba sus cabellos,
temiendo que la mano de la muerte
también quisiera apoderarse de ellos.



Francisco Villaespesa

canción del recuerdo VI

-- de Francisco Villaespesa --

¿eres tú el justo que a los justos premia?
clamó mi labio, y de dolor maldijo,
y ante la sorda voz de mi blasfemia
palideció la faz del crucifijo.
Cegó mis ojos un raudal de llanto...
Quise luchar aún contra la suerte,
¡y sentí entre mis brazos, con espanto,
crujir el esqueleto de la muerte!
¡nadie la toque!dije. Y abrazado
como loco a su cuerpo inanimado,
intenté con mis besos darle vida.
¡Despiertale grité, mi amor despierta!
¡y era mi voz tan honda y dolorida,
que vi llorar los ojos de la muerta!



José Joaquín de Mora

Álzase Marco Tulio de su asiento

-- de José Joaquín de Mora --

Álzase Marco Tulio de su asiento
con grave pompa y majestad divina;
tiembla de espanto y rabia Catilina,
inmóvil el Senado escucha atento.

Brota el raudal sonoro y al momento
sálvase Roma de fatal ruina,
el pueblo al Cónsul la cerviz inclina,
y padre clama en jubiloso acento.

Ahora si me preguntas en qué autores
adquirió Cicerón el privilegio
de arrancar tan magníficos honores,

yo ye responderé, que ese hombre egregio,
modelo de abogados y oradores,
ni estudió a Vinio, ni pisó el colegio.



José Martí

es rubia: el cabello suelto

-- de José Martí --

xvii
es rubia: el cabello suelto
da más luz al ojo moro:
voy, desde entonces, envuelto
en un torbellino de oro.
La abeja estival que zumba
más ágil por la flor nueva,
no dice, como antes, «tumba»:
«eva» dice: todo es «eva».
Bajo, en lo oscuro, al temido
raudal de la catarata:
¡y brilla el iris, tendido
sobre las hojas de plata!
miro, ceñudo, la agreste
pompa del monte irritado:
¡y en el alma azul celeste
brota un jacinto rosado!
voy, por el bosque, a paseo
a la laguna vecina:
y entre las ramas la veo,
y por el agua camina.
La serpiente del jardín
silba, escupe, y se resbala
por su agujero: el clarín
me tiende, trinando, el ala.
¡Arpa soy, salterio soy
donde vibra el universo:
vengo del sol, y al sol voy:
soy el amor: soy el verso!



José Martí

copa ciclópea

-- de José Martí --

Copa ciclópea
el sol alumbra: ya en los aires miro
la copa amarga: ya mis labios tiemblan,
no de temor, que prostituye,¡de ira!...
El universo, en las mañanas alza
medio dormido aún de un dulce sueño
en las manos la tierra perezosa,
copa inmortal, en donde
hierven al sol las fuerzas de la vida!
al niño triscador, al venturoso
de alma tibia y mediocre, a la fragante
mujer que con los ojos desmayados
abrirse ve en el aire extrañas rosas,
iris la tierra es, roto en colores,
raudal que juvenece y rueda limpio
por perfumado llano, y al retozo
y al desmayo después plácido brinda!
y para mí, porque a los hombres amo
y mi gusto y mi bien terco descuido,
la tierra melancólica aparece
sobre mi frente que la vida bate,
de lúgubre color inmenso yugo!
la frente encorvo, el cuello manso inclino
y, con los labios apretados,muero.



Carolina Coronado

A una gota de rocío

-- de Carolina Coronado --

Lágrima viva de la fresca aurora,
a quien la mustia flor la vida debe,
y el prado ansioso entre el follaje embebe;
gota que el sol con sus reflejos dora;

Que en la tez de las flores seductora
mecida por el céfiro más leve,
mezclas de grana tu color de nieve
y de nieve su grana encantadora:

Ven a mezclarte con mi triste lloro,
y a consumirte en mi mejilla ardiente;
que acaso correrán más dulcemente

las lágrimas amargas que devoro...
Mas ¡qué fuera una gota de rocío
perdida entre el raudal del llanto mío...!



Clemente Althaus

Al Rímac

-- de Clemente Althaus --

I

En muda calma la ciudad reposa:
y yo, de codos en tu vasto puente,
miro brillar tu rápida corriente,
que al mar se precipita bulliciosa,
hoy del placer la taza deleitosa
bebió de Lima la festiva gente,
y yo la del dolor, que eternamente
de hiel amarga para mí rebosa.
Y ahora, Rímac, tu raudal sonoro
su sueño arrulla bajo puro cielo,
azul dosel con lentejuelas de oro:
¡y yo tan solo, con perenne duelo,
de la ciudad en la alegría lloro,
de la ciudad en el reposo velo!

II
¡Cuánto crecieron con el llanto mío
Arno y Betis y Támesis y Sena,
testigos todos de mi larga pena
y de mi insano amor y desvarío!
Y hoy también a tus ondas, patrio río,
mezclan mis ojos su encendida vena;
que en la tierra natal como en la ajena,
tenaz me sigue mi recuerdo impío.
Y en vano busco junto a ti reposo,
y el alivio del mal que me atormenta
al refrigerio de tus ondas pido:
¡Ah! sólo del Leteo silencioso
beber puedo en el agua soñolienta
la paz profunda der eterno olvido.



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