Buscar Poemas con Rama


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 89 poemas con la palabra rama

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Vicente Huidobro

la vida es sueño

-- de Vicente Huidobro --

Los ojos andan de día en día
las princesas posan de rama en rama
como la sangre de los enanos
que cae igual que todas sobre las hojas
cuando llega su hora de noche en noche.

Las hojas muertas quieren hablar
son gemelas de voz dolorida
son la sangre de las princesas
y los ojos de rama en rama
que caen igual que los astros viejos
con las alas rotas como corbatas

la sangre cae de rama en rama
de ojo en ojo y de voz en voz
la sangre cae como corbatas
no puede huir saltando como los enanos
cuando las princesas pasan
hacia sus astros doloridos.

Como las alas de las hojas
como los ojos de las olas
como las hojas de los ojos
como las olas de las alas.

Las horas caen de minuto en minuto
como la sangre
que quiere hablar.

Poema la vida es sueño de Vicente Huidobro con fondo de libro

Vicente Huidobro

La vida es sueño (Huidobro)

-- de Vicente Huidobro --

Los ojos andan de día en día
Las princesas posan de rama en rama
Como la sangre de los enanos
Que cae igual que todas sobre las hojas
Cuando llega su hora de noche en noche.

Las hojas muertas quieren hablar
Son gemelas de voz dolorida
Son la sangre de las princesas
Y los ojos de rama en rama
Que caen igual que los astros viejos
Con las alas rotas como corbatas

La sangre cae de rama en rama
De ojo en ojo y de voz en voz
La sangre cae como corbatas
No puede huir saltando como los enanos
Cuando las princesas pasan
Hacia sus astros doloridos.

Como las alas de las hojas
Como los ojos de las olas
Como las hojas de los ojos
Como las olas de las alas.

Las horas caen de minuto en minuto
Como la sangre
Que quiere hablar.

Poema La vida es sueño (Huidobro) de Vicente Huidobro con fondo de libro

Octavio Paz

la rama

-- de Octavio Paz --

Canta en la punta del pino
un pájaro detenido,
trémulo, sobre su trino.
Se yergue, flecha, en la rama,
se desvanece entre alas
y en música se derrama.
El pájaro es una astilla
que canta y se quema viva
en una nota amarilla.
Alzo los ojos: no hay nada.
Silencio sobre la rama,
sobre la rama quebrada.

Poema la rama de Octavio Paz con fondo de libro

Luis Palés Matos

canciones de la vida media

-- de Luis Palés Matos --

Ahora vamos de nuevo a cantar alma mía;
a cantar sin palabras.
Desnúdate de imágenes y poda extensamente
tus viñas de hojarasca.

No adulteres el mosto que hierve en tus lagares
con esencias extrañas,
y así, te dará un vino sencillo pero puro,
porque es vino de casa.

Anda el viejo camino para que se te vea
la intención noble y clara,
y huye de las retóricas travesuras ingenuas
que inquietaron tu infancia.

Ya eres vieja, alma mía. Árbol que entra en la zona
de la vida mediada.
Como fruta madura te cuelga el sentimiento
de la rama más alta.

Rama de bella fronda que perfumó al canto,
ahora se ve pelada...
Para cuajar el fruto tuvieron que caerse
las hojas de la rama.

Así estás, alma mía, en tu grave hora nueva,
toda desnuda y blanca,
erguida hacia el silencio milenario y profundo
de la estrella lejana.



Ernesto Cardenal

epigrama XXVII

-- de Ernesto Cardenal --

Como canta de noche
la esquirina
al esquirín
que está sobre otra
rama
esquirín,
si querés que vaya, iré
si querés que vaya, iré;
y a su rama la llama
el esquirín:
esquirina,
si querés venir,
vení
si querés venir,
vení,
y cuando ella
se va donde él está
el esquirín se va
para otra rama:
así te llamo
yo a ti,
y tú te vas
así te llamo a ti,
y tú te vas.



Pablo Neruda

la rama robada

-- de Pablo Neruda --

La rama robada
en la noche entraremos
a robar
una rama florida.
Pasaremos el muro,
en las tinieblas del jardín ajeno,
dos sombras en la sombra.
Aún no se fue el invierno,
y el manzano aparece
convertido de pronto
en cascada de estrellas olorosas.
En la noche entraremos
hasta su tembloroso firmamento,
y tus pequeñas manos y las mías
robarán las estrellas.
Y sigilosamente,
a nuestra casa,
en la noche y la sombra,
entrará con tus pasos
el silencioso paso del perfume
y con pies estrellados
el cuerpo claro de la primavera.



José Ángel Buesa

la rama rota

-- de José Ángel Buesa --

Vengo de tu jardín de altos aromas,
con esta flor que embriaga como un vino.
Quizás por eso fue que en el camino
me siguió una bandada de palomas.
Y ahora, en mi huerto, en esta entristecida
paz del que nada odia y nada ama,
me tropiezan los pies con una rama
seca y rota, lo mismo que mi vida.
Y, como quien regresa del olvido
y se hermana al dolor de otra derrota,
pongo la flor sobre la rama rota
para hacerle creer que ha florecido.



Leopoldo Lugones

El amor eterno

-- de Leopoldo Lugones --

Deja caer las rosas y los días
una vez más, segura de mi huerto.
Aún hay rosas en él, y ellas, por cierto,
mejor perfuman cuando son tardías.

Al deshojarse en tus melancolías,
cuando parezca más desnudo y yerto,
ha de guardarse bajo su oro muerto
las violetas más nobles y sombrías.

No temas al otoño, si ha venido.
Aunque caiga la flor, queda la rama.
La rama queda para hacer el nido.

Y como ahora al florecer se inflama,
leño seco, a tus plantas encendido,
ardientes rosas te echará en la llama.



Lope de Vega

Verdad debe ser que de la rama

-- de Lope de Vega --

Verdad debe de ser que de la rama
de aquel laurel, cuya dureza admira,
Apolo fabricó la dulce lira,
que fue de su dolor perpetua fama,

pues ya desde el Parnaso, Laura, os llama
y desde el cielo, enamorado, os mira,
para que le cantéis mientras suspira,
como instrumento y parte de su dama.

Dafnes fue hermosa, pero hermosa y loca,
vos tan discreta para vuestro Apolo,
que al del cielo matáis de envidia y celos.

Y así, de hoy más ser su laurel os toca,
que pues en todo sois sola, éste sólo
darán por premio al vencedor los cielos.



Luis Rosales

la última luz

-- de Luis Rosales --

La última luz
eres de cielo hacia la tarde, tienes
ya dorada la luz en las pupilas,
como un poco de nieve atardeciendo
que sabe que atardece.
Y yo querría
cegar del corazón, cegar de verte
cayendo hacia ti misma
como la tarde cae, como la noche
ciega la luz del bosque en que camina
de copa en copa cada vez más alta,
hasta la rama isleña, sonreída
por el último sol,
¡y sé que avanzas
porque avanza la noche! y que iluminas
tres hojas solas en el bosque,
y pienso
que la sombra te hará clara y distinta,
que todo el sol del mundo en ti descansa,
en ti, la retrasada, la encendida
rama del corazón en la que aún tiembla
la luz sin sol donde se cumple el día.



Manuel de Zequeira

Los pesares de la ausencia

-- de Manuel de Zequeira --

De dos tiernas amantes tortolillas,
cautivé con mis brazos una de ellas,
y la otra repitiendo sus querellas,
batió en mi seguimiento sus alillas;

cansada se volvió a las florecillas
donde antes disfrutaron horas bellas,
y acusando en su canto a las estrellas
no picaba la flor, ni las semillas.

Apiadado de verla en tal tristura
llevando su dolor de rama en rama,
a la otra desaté la ligadura:

Con que si de esta suerte, Nise, exclama
la tortolilla a quien ausencia apura,
¿qué hará sin verte el racional que te ama?



César Vallejo

Trilce: LXVI

-- de César Vallejo --

Dobla el dos de Noviembre.

Estas sillas son buenas acojidas.
La rama del presentimiento
va, viene, sube, ondea sudorosa,
fatigada en esta sala.
Dobla triste el dos de Noviembre.

Difuntos, qué bajo cortan vuestros dientes
abolidos, repasando ciegos nervios,
sin recordar la dura fibra
que cantores obreros redondos remiendan
con cáñamo inacabable, de innumerables nudos
latientes de encrucijada.

Vosotros, difuntos, de las nítidas rodillas
puras a fuerza de entregaros,
cómo aserráis el otro corazón
con vuestras blancas coronas, ralas
de cordialidad. Sí. Vosotros, difuntos.

Dobla triste el dos de Noviembre.
Y la rama del presentimiento
se la muerde un carro que simplemente
rueda por la calle.



César Vallejo

dobla el dos de noviembre

-- de César Vallejo --

lxvi
dobla el dos de noviembre.
Estas sillas son buenas acojidas.
La rama del presentimiento
va, viene, sube, ondea sudorosa,
fatigada en esta sala.
Dobla triste el dos de noviembre.
Difuntos, qué bajo cortan vuestros dientes
abolidos, repasando ciegos nervios,
sin recordar la dura fibra
que cantores obreros redondos remiendan
con cáñamo inacabable, de innumerables nudos
latientes de encrucijada.
Vosotros, difuntos, de las nítidas rodillas
puras a fuerza de entregaros,
cómo aserráis el otro corazón
con vuestras blancas coronas, ralas
de cordialidad. Sí. Vosotros, difuntos.
Dobla triste el dos de noviembre.
Y la rama del presentimiento
se la muerde un carro que simplemente
rueda por la calle.



Pablo Neruda

soneto xlvii cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Detrás de mí en la rama quiero verte.
Poco a poco te convertiste en fruto.
No te costó subir de las raíces
cantando con tu sílaba de savia.
Y aquí estarás primero en flor fragante,
en la estatua de un beso convertida,
hasta que sol y tierra, sangre y cielo,
te otorguen la delicia y la dulzura.
En la rama veré tu cabellera,
tu signo madurando en el follaje,
acercando las hojas a mi sed,
y llenará mi boca tu sustancia,
el beso que subió desde la tierra
con tu sangre de fruta enamorada.



Pablo Neruda

soneto vi cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

En los bosques, perdido, corté una rama oscura
y a los labios, sediento, levanté su susurro:
era tal vez la voz de la lluvia llorando,
una campana rota o un corazón cortado.
Algo que desde tan lejos me parecía
oculto gravemente, cubierto por la tierra,
un grito ensordecido por inmensos otoños,
por la entreabierta y húmeda tiniebla de las hojas.
Pero allí, despertando de los sueños del bosque,
la rama de avellano cantó bajo mi boca
y su errabundo olor trepó por mi criterio
como si me buscaran de pronto las raíces
que abandoné, la tierra perdida con mi infancia,
y me detuve herido por el aroma errante.



Julio Herrera Reissig

la flauta

-- de Julio Herrera Reissig --

Tirita entre algodones húmedos la arboleda...
La cumbre está en un blanco éxtasis idealista;
y en brutos sobresaltos, como ante una imprevista
emboscada, el torrente relinchando rueda.

Todo es grave... En las cañas sopla el viento flautista.
Mas súbito, rompiendo la invernal humareda,
el sol, tras de los montes, abre un telón de seda,
y ríe la mañana de mirada amatista.

Cien iluminaciones, en fluidos estambres,
perlan de rama en rama, lloran de los alambres...
Descuidando el rebaño, junto al cauce parlero,

upilio se confía dulcemente a su flauta,
sin saber que de amores, tras un álamo, incauta,
contemplándole filida muere como un cordero.



Esteban Manuel de Villegas

Cantilena de un pajarillo

-- de Esteban Manuel de Villegas --

Yo vi sobre un tomillo
Quejarse un pajarillo,
Viendo su nido amado,
De quien era caudillo,
De un labrador robado.
Vile tan congojado
Por tal atrevimiento
Dar mil quejas al viento,
Para que al cielo santo
Lleve su tierno llanto,
Lleve su triste acento.
Ya con triste armonía,
Esforzando el intento,
Mil quejas repetía;
Ya cansado callaba,
Y al nuevo sentimiento
Ya sonoro volvía.
Ya circular volaba,
Ya rastrero corría,
Ya pues de rama en rama
Al rústico seguía;
Y saltando en la grama,
Parece que decía:
«Dame, rústico fiero,
Mi dulce compañía»;
Y que le respondía
El rústico: «No quiero.»



Carolina Coronado

el pájaro perdido

-- de Carolina Coronado --

¡huyó con vuelo incierto,
y de mis ojos ha desparecido!
¡mirad si a vuestro huerto
mi pájaro querido,
niñas hermosas, por acaso ha huido!
sus ojos relucientes
son como los del águila orgullosa;
plumas resplandecientes
en la cabeza airosa
lleva, y su voz es tierna y armoniosa.
Mirad si cuidadoso
junto a las flores se escondió en la grama:
ese laurel frondoso
mirad rama por rama,
que él los laureles y las flores ama.
Si le halláis por ventura,
no os enamore su amoroso acento;
no os prende su hermosura:
volvédmele al momento,
o dejadle, si no, libre en el viento.
Porque su pico de oro
sólo en mi mano toma la semilla,
y no enjugaré el lloro
que veis en mi mejilla
hasta encontrar mi prófuga avecilla.
Mi vista se oscurece
si sus ojos no ve, que son mi día;
mi ánima desfallece
con la melancolía
de no escucharle ya su melodía.



Alberti

LA PALOMA

-- de Alberti --

Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
Por ir al norte fue al sur,
creyó que el trigo era el agua.
Creyó que el mar era el cielo
que la noche la mañana.
Que las estrellas rocío,
que la calor la nevada.
Que tu falda era tu blusa,
que tu corazón su casa.
(Ella se durmió en la orilla,
tú en la cumbre de una rama.)



Alberto Lista

A la amistad

-- de Alberto Lista --

La ilusión dulce de mi edad primera,
del crudo desengaño la amargura,
la sagrada amistad, la virtud pura
canté con voz ya blanda, ya severa.

No de Helicón la rama lisonjera
mi humilde genio conquistar procura;
memorias de mi mal y mi ventura,
robar al triste olvido sólo espera.

A nadie, sino a ti, querido Albino,
debe mi tierno pecho y amoroso
de sus afectos consagrar la historia.

Tú a sentir me enseñaste, tú el divino
canto y el pensamiento generoso:
Tuyos mis versos son y esa es mi gloria.



Alfonsina Storni

El hijo

-- de Alfonsina Storni --

Se inicia y abre en tí, pero estás ciega
para ampararlo y si camina ignoras
por flores de mujer o espada de hombre,
ni qué alma prende en él, ni cómo mira.

Lo acunas balanceando, rama de aire,
y se deshace en pétalos tu boca
porque tu carne ya no es carne, es tibio
plumón de llanto que sonríe y alza.

Sombra en tu vientre apenas te estremece
y sientes ya que morirás un día
por aquél sin piedad que te deforma.

Una frase brutal te corta el paso
y aún rezas y no sabes si el que empuja
te arrolla sierpe o ángel se despliega.



Alfonsina Storni

A Madona

-- de Alfonsina Storni --

Aquí a tus pies lanzada, pecadora,
contra tu tierra azul, mi cara oscura,
tú, virgen entre ejércitos de palmas
que no encanecen como los humanos.

No me atrevo a mirar tus ojos puros
ni a tocarte la mano milagrosa;
miro hacia atrás y un río de lujurias
me ladra contra tí, sin Culpa Alzada.

Una pequeña rama verdecida
en tu orla pongo con humilde intento
de pecar menos, por tu fina gracia,

ya que vivir cortada de tu sombra
posible no me fue, que me cegaste
cuando nacida con tus hierros bravos.



Alfonsina Storni

Canción de la mujer astuta

-- de Alfonsina Storni --

Cada rítmica luna que pasa soy llamada,
por los números graves de Dios, a dar mi vida
en otra vida: mezcla de tinta azul teñida;
la misma extraña mezcla con que ha sido amasada.

Y a través de mi carne, miserable y cansada,
filtra un cálido viento de tierra prometida,
y bebe, dulce aroma, mi nariz dilatada
a la selva exultante y a la rama nutrida.

Un engañoso canto de sirena me cantas,
¡naturaleza astuta! Me atraes y me encantas
para cargarme luego de alguna humana fruta.

Engaño por engaño: mi belleza se esquiva
al llamado solemne; de esta fiebre viva,
algún amor estéril y de paso, disfruta.



Alfonsina Storni

El hijo (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Se inicia y abre en tí, pero estás ciega
para ampararlo y si camina ignoras
por flores de mujer o espada de hombre,
ni qué alma prende en él, ni cómo mira.

Lo acunas balanceando, rama de aire,
y se deshace en pétalos tu boca
porque tu carne ya no es carne, es tibio
plumón de llanto que sonríe y alza.

Sombra en tu vientre apenas te estremece
y sientes ya que morirás un día
por aquél sin piedad que te deforma.

Una frase brutal te corta el paso
y aún rezas y no sabes si el que empuja
te arrolla sierpe o ángel se despliega.



Alfonsina Storni

El divino amor

-- de Alfonsina Storni --

Te ando buscando, amor que nunca llegas,
Te ando buscando, amor que te mezquinas,
Me aguzo por saber si me adivinas,
Me doblo por saber si te me entregas.

Las tempestades mías, andariegas,
Se han aquietado sobre un haz de espinas;
Sangran mis carnes gotas purpurinas
Porque a salvarte, oh niño, te me niegas.

Mira que estoy de pie sobre los leños,
Que a veces bastan unos pocos sueños
Para encender la llama que me pierde.

Sálvame, amor, y con tus manos puras
Trueca este fuego en límpidas dulzuras
y haz de mis leños una rama verde.



Alfonso Reyes

quédate callado...

-- de Alfonso Reyes --

Quédate callado y solo:
casi todo sobra y huelga.
De la rama el fruto cuelga
y la rosa del peciolo,
no a efectos del querer sólo,
sino a la inerte ceguera
que la visión exagera
en alcance y en sentido;
y lo que cantas dormido
es tu canción verdadera.
Quédate solo y callado:
casi todo huelga y sobra.
Ningún gasto se recobra,
ni vale el oro cambiado
la moneda que has pagado
por montones de vellón.
Que a hurtos da el corazón
los latidos que aprovechas,
y aunque imaginas que pechas,
lo debes al panteón.



Alfredo Espino

Vesperal

-- de Alfredo Espino --

En los quietos charcos he encontrado cielo,
la florida rama se inclina hasta el suelo.
Ha poca llovía. Siento un gran frescor,
como si estuviera dentro de una flor...

De los yerbazales, entre la espesura,
el trémulo vidrio del agua se esconde.
Llora un ternerito: la vaca responde
con una ternura...

Va volando un trino dentro del barranco.
Los blancos pollitos duermen junto al perro
fingiendo un lejano pueblecito blanco
visto desde un cerro...



Amós de Escalante

En Monte Carceña

-- de Amós de Escalante --

En tus quebrados senos, oh Carceña,
retoña el roble que robusta quilla
dio a las cántabras naves, y en Sevilla
plantó, hace siglos, la cristiana enseña.

¡Oh, si de nuevo en tu cerrada breña
hallaren presa el hacha y la cuchilla,
aún lograran los mares de Castilla
lucir hazañas que la mente sueña!

Sóbrale jugo a la silvestre rama;
fáltales sangre a los mortales pechos
que a esfuerzos nuevos y a grandezas guíe;

sangre que el hielo trueque en viva llama,
ociosas quejas en fecundos hechos,
y a la loca fortuna desafíe.



Leopoldo Lugones

El nido ausente

-- de Leopoldo Lugones --

Sólo ha quedado en la rama
un poco de paja mustia
y, en la arboleda, la angustia
de un pájaro fiel que llama.
Cielo arriba y senda abajo,
no halla tregua a su dolor,
y se para en cada gajo
preguntando por su amor.
Ya remonta con su queja,
ya pía por el camino
donde deja en el espino
su blanda lana la oveja.
Pobre pájaro afligido
que sólo sabe cantar
y, cantando, llora el nido
que ya nunca ha de encontrar.



Leopoldo Lugones

Las horas doradas

-- de Leopoldo Lugones --

Cuatro bellezas tiene el año,
Cuatro bellezas como tú,
Que me enumera el bonzo extraño
Con su puntero de bambú.

Es la primera, al desperezo
De un amor todavía leve,
La temprana flor del cerezo
Que se mezcla a la última nieve.

La segunda es el sol del estío,
Que en el kaki de fuego y miel,
Pinta al amante desvarío
La mordedura dulce y cruel.

Cuando el amor se acendra en lloro
Y el otoño agobia la rama,
La tercera es la luna de oro
Sobre el lejano Fuziyama.

Y la belleza del invierno
Es el frío, el frío sutil
Que refugia en mi pecho tierno
Tus lentas manos de marfil.

Mas se equivoca el bonzo extraño
Con su doctrina y su bambú.
Cuatro bellezas tiene el año,
Pero ninguna como tú.



Lope de Vega

Entre las soledades, don Francisco

-- de Lope de Vega --

Entre las soledades, don Francisco,
donde el último Nilo se derrama,
ni vive fiera en campo, ni ave en rama,
ni gitano pastor conduce aprisco.

Apenas nace al sol verde lentisco
cuando es ceniza de su ardiente llarna
aquí llorando me llamó una dama
desde la punta de un excelso risco.

Enternecido yo (piedad humana),
mas si queréis que os cuente alguna cosa
sabed que lo soñaba esta mañana,

cuando el rocío del aurora hermosa
en copa de cristal teñida en grana
con brindis al jazmín, bebió la rosa.



Lope de Vega

¡Oh engaño de los hombres, vida breve

-- de Lope de Vega --

¡Oh engaño de los hombres, vida breve,
loca ambición al aire vago asida!,
pues el que más se acerca a la partida,
más confiado de quedar se atreve.
¡Oh, flor al hielo, oh rama al viento leve,
lejos del tronco!, si en llamarte vida
tú misma estás diciendo, que eres ida,
¿qué vanidad tu pensamiento mueve?
Dos partes tu mortal sujeto encierra:
una, que te derriba al bajo suelo,
y otra, que de la tierra te destierra.
Tú juzga de las dos el mejor celo:
si el cuerpo quiere ser tierra en la tierra,
el alma quiere ser cielo en el cielo.



Lope de Vega

Retrato mío, mientras vivo ausente

-- de Lope de Vega --

Retrato mío, mientras vivo ausente,
guardad la puerta, asido de la llave,
que haré a Guzmán que este bosquejo acabe,
con lo que me pusieron en la frente.

Laurel decía la engañada gente,
no le afrentéis con otra rama grave,
porque si Midas el remedio sabe,
la tierra no lo sufre ni consiente.

Mi bien es de las Indias combatido;
decid si el alma consintió en mi daño;
que el alma no la compra mortal precio.

Y pues Guzmán no os acabó el vestido,
yo os le daré por este desengaño;
aunque cualquiera desengaño es necio.



Luis Cernuda

no decía palabras

-- de Luis Cernuda --

No decía palabras,
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.
La angustia se abre paso entre los huesos,
remonta por las venas
hasta abrirse en la piel,
surtidores de sueño
hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.
Un roce al paso,
una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Auque sólo sea una esperanza
porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie sabe.



Góngora

A Juan Rufo, jurado de Córdoba

-- de Góngora --

Culto jurado, si mi bella dama,
en cuyo generoso mortal manto
arde, como en cristal de templo santo,
de un limpio amor la más ilustre llama,

tu musa inspira, vivirá tu fama
sin invidiar tu noble patria a Manto,
y ornarte ha, en premio de tu dulce canto,
no de verde laurel caduca rama,

sino de estrellas inmortal corona.
Haga, pues, tu dulcísimo instrumento
bellos efectos, pues la causa es bella,

que no habrá piedra, planta, ni persona,
que suspensa no siga el tierno acento,
siendo tuya la voz, y el canto della.



Luis Gonzaga Urbina

¡ave césat!

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Herido voy, herido; no me alienta
la muchedumbre que en el circo clama,
y entona canto a la verde rama
que allí en la sien del vencedor se ostenta.

La misma multitud es la que afrenta
al que en la lucha desigual, se inflama,
y al fin sucumbe, sin honor ni fama,
la espada rota y la cerviz sangrienta.

Yo entré a la lid intrépido y gozoso.
Los muertos te saludan, dije al mundo.
Miré a las fieras; me sentí coloso:

luché; me hirió la duda en lo profundo,
y entre el polvo del carro victorioso,
ya ruedo por la arena, moribundo.



Luis Rosales

la feria de los pájaros

-- de Luis Rosales --

Sentí que se desgajaba
tu corazón lentamente
como la rama que al peso
de la nevada se vence,
y vi un instante en tus ojos
aquella locura alegre
de los pájaros que viven
su feria sobre la nieve.



Ignacio María de Acosta

Mustia la rosa

-- de Ignacio María de Acosta --

Mustia la rosa, lánguida y marchita
al soplo de la brisa de deshoja;
publicando del bosque la congoja,
la rama seca que al pasar visita:

Apenada la dulce tortolita
de su seno el dolor cantando arroja,
a par que el alba la pradera moja
de tierno llanto que al pesar imita.

Porqué tanta aflicción, tal desconsuelo
el valle todo lúgubre deplora
con muestras tales de tan triste duelo...?

El campo y flor, la tóttola y la aurora,
si levantan sus quejas hasta el cielo,
es porque Iselia en su retiro llora.



Jaime Sabines

allí había una niña

-- de Jaime Sabines --

Allí había una niña.
En las hojas del plátano un pequeño
hombrecito dormía un sueño.
En un estanque, luz en agua.
Yo contaba un cuento.

Mi madre pasaba interminablemente
alrededor nuestro.
En el patio jugaba
con una rama un perro.
El sol -qué sol, qué lento-
se tendía, se estaba quieto.

Nadie sabía qué hacíamos,
nadie, qué hacemos.
Estábamos hablando, moviéndonos,
yendo de un lado a otro,
las arrieras, la araña, nosotros, el perro.
Todos estábamos en la casa
pero no sé por qué. Estábamos. Luego el silencio.

Ya dije quién contaba un cuento.
Eso fue alguna vez porque recuerdo
que fue cierto.



Jaime Torres Bodet

regreso

-- de Jaime Torres Bodet --

I
vuelvo sin mí; pero al partir llevaba
en mí no sólo cuanto entonces era
sino también, recóndita y ligera,
esa patria interior que en nadie acaba.
Oigo gemir la aurora que te alaba,
músico litoral, viento en palmera,
y me asedia la enjuta primavera
que la razón, no el tiempo, presagiaba.
Entre el capullo que dejé y la impura
corola que hoy en cada rama advierto
pasaron lustros sin que abrieran rosas.
Viví sin ser... Y sólo me asegura,
entre tanta abstención, de que no he muerto
la fatiga de mí que hallo en las cosas.



Jaime Torres Bodet

retrato

-- de Jaime Torres Bodet --

Tu amor es todo de ausencia.
Llegan a mi alma
como el aroma de un jardín oculto
tus palabras, vagas.
No sabes durar. Tu esencia
como el agua pasa.
Como el agua el alma del cielo que miras
es, sólo, tu alma.
Para otros fuera como arcilla dócil,
como yedra blanda.
Yo no logré verte quieta un solo instante
en la misma rama...



Josefina Pla

el soneto de tu voz

-- de Josefina Pla --

Blanda en mi entraña, como tibia lluvia,
beso aplastado corazón a vena;
tiembla en mis ojos, como sol en río
tañe en mis pulsos dolorida plata.

Pincel que te dibuja estremecida
rama en el agua azul de mis anhelos
pasa por mí, y se lleva mi dulzura
como un rayo de luz que fuese abeja.

Ave a quien le nací con viento y nido,
su ala sabe el curso de mi arroyo,
y en el ángulo agudo de su vuelo

-punta de corazón hiriendo en flecha-
una gota de sangre nueva siempre
recarmina las rosas del deseo.

1939



Josefina Pla

todo comenzó en el espejo

-- de Josefina Pla --

Espejo

todo comenzó en el espejo.
En la palma indiferente del agua
la nube fingió islas, cimientos el arco iris.
Todo comenzó en el espejo.
En el cielo engañifa de la charca
la rama empolló el huevo de la luna;
cosió el pájaro un velo con costura perdida.

Todo comenzó en el espejo.
La estrella guiñó mintiendo al pez incauto;
la luna escribió música que no despertó a nadie.

Y en el espejo una mañana
reconoció el viajero su secreto fantasma,
se vio pómulo y sien,
pupilas de agua para siempre cautiva,
frente como una lápida de sí mismo.
Se vio por fuera, se olvidó por dentro.
Y comenzó a clasificarse
según color y pelo.

Y los amantes murieron por él dos y tres veces,
y los viejos gustaron anticipada la agonía,
y el hombre del color perdió patria y amigos,
y la belleza vendió a su esposo el sueño.

-Todo comenzó en el espejo-.



César Vallejo

Trilce: LII

-- de César Vallejo --

Y nos levantaremos cuando se nos dé
la gana, aunque mamá toda claror
nos despierte con cantora
y linda cólera materna.
Nosotros reiremos a hurtadillas de esto,
mordiendo el canto de las tibias colchas
de vicuña ¡y no me vayas a hacer cosas!

Los humos de los bohíos ¡ah golfillos
en rama! madrugarían a jugar
a las cometas azulinas, azulantes,
y, apañuscando alfarjes y piedras, nos darían
su estímulo fragante de boñiga,
para sacarnos
al aire nene que no conoce aún las letras,
a pelearles los hilos.

Otro día querrás pastorear
entre tus huecos onfalóideos
ávidas cavernas,
meses nonos,
mis telones.
O querrás acompañar a la ancianía
a destapar la toma de un crepúsculo,
para que de día surja
toda el agua que pasa de noche.

Y llegas muriéndote de risa,
y en el almuerzo musical,
cancha reventada, harina con manteca,
con manteca,
le tomas el pelo al peón decúbito
que hoy otra vez olvida dar los buenos días,
esos sus días, buenos con b de baldío,
que insisten en salirle al pobre
por la culata de la v
dentilabial que la vela en él.



César Vallejo

trilce

-- de César Vallejo --

Trilce
hay un lugar que yo me sé
en este mundo, nada menos,
adonde nunca llegaremos.
Donde, aun si nuestro pie
llegase a dar por un instante
será, en verdad, como no estarse.
Es ese sitio que se ve
a cada rato en esta vida,
andando, andando de uno en fila.
Más acá de mí mismo y de
mi par de yemas, lo he entrevisto
siempre lejos de los destinos.
Ya podéis iros a pie
o a puro sentimiento en pelo,
que a él no arriban ni los sellos.
El horizonte color té
se muere por colonizarle
para su gran cualquiera parte.
Mas el lugar que yo me sé,
en este mundo, nada menos,
hombreado va con los reversos.
Cerrad aquella puerta que
está entreabierta en las entrañas
de ese espejo. ¿Está? no; su hermana.
No se puede cerrar. No se
puede llegar nunca a aquel sitio
do van en rama los pestillos.
Tal es el lugar que yo me sé.



Canta blanco palomo

-- de Dionisio de Solís --

Canta blanco palomo, y de la aurora
el róseo carro con ti acento llama;
que atenta escucha en la mullida cama
la esposa a quien tu cántico enamora.

Canta y anuncia la estación de Flora
y el delicioso incendio que te inflama,
mientras sentado en la frontera rama
otro palomo solitario llora.

¡Felice tú que puedes con tu canto
al alma penetrar por el oído
del ave amante en que tu bien se funda!

Y ¡mísero de mí, que la triste llanto
en que a solas me miras consumido,
sin fruto el rostro y sin cesar me inunda!



Emilio Bobadilla

Dos ¿qué?

-- de Emilio Bobadilla --

Ladra el cañón —un perro a quien del rabo tiran-;
los gases corrosivos, como algodón en rama,
en gruesos nubarrones por el espacio giran,
y aquí y allá, entre el humo, la lengua de una llama.

Edificios y árboles desmoronados, saltan;
arden, cual mar de fuego, las enhiestas espigas;
la bayoneta en ristre las trincheras asaltan
y, cuerpo a cuerpo, muérdense las huestes enemigas.

De la refriega queda, cual temporal que un tronco
de un bosque sólo deja, dos pálidos guerreros,
entre el hervor de sangre y el estampido bronco.

Resumen filosófico del sublime episodio:
dos odios frente a frente —o quizá dos carneros,
a quien el jefe manda que se maten con odio...!



Julián del Casal

al mismo (enviándole mi retrato)

-- de Julián del Casal --

Al mismo
(enviándole mi retrato)
no busques tras el mármol de mi frente
del ideal la esplendorosa llama
que hacia el templo marmóreo de la fama
encaminó mi paso adolescente;
ni tras el rojo labio sonriente
la paz del corazón de quien te ama,
que entre el verdor de la florida rama
ocúltase la pérfida serpiente.
Despójate de vanas ilusiones,
clava en mi rostro tu mirada fría
como su pico el pájaro en el fruto,
y sólo encontrarás en mis facciones
la indiferencia del que nada ansía
o la fatiga corporal del bruto.



Julián del Casal

a la castidad

-- de Julián del Casal --

Yo no amo la mujer, porque en su seno
dura el amor lo que en la rama el fruto,
y mi alma vistió de eterno luto
y en mi cuerpo infiltró mortal veneno.
Ni con voz de ángel o lenguaje obsceno
logra en mí enardecer al torpe bruto,
que si le rinde varonil tributo
agoniza al instante de odio lleno.
¡Oh, blanca castidad! sé el ígneo faro
que guíe el paso de mi planta inquieta
a través del erial de las pasiones,
y otórgame, en mi horrendo desamparo,
con los dulces ensueños del poeta
la calma de los puros corazones.



Manuel José Othón

epitalamio

-- de Manuel José Othón --

Todo, al soplar las brisas tropicales,
mueve la sangre y todo a amar provoca.
Naturaleza entera es una boca
donde palpitan besos inmortales.

Requiébranse en la rama los turpiales,
lanzando su canción alegre y loca
y, en la cortante arista de la roca,
se acarician las águilas reales.

Tálamo de las tiernas golondrinas
es el aire, del tigre la espelunca,
del triscador ganado las colinas . . .

Nada tu fuerza poderosa trunca,
pues, renaciendo tú de las ruinas,
¡oh, fecundante amor, no mueres nunca!



Octavio Paz

la exclamación

-- de Octavio Paz --

Quieto
no en la rama
en el aire
no en el aire
en el instante
el colibrí



Octavio Paz

ii. bajo tu clara sombra

-- de Octavio Paz --

Ii
tengo que hablaros de ella.
Suscita fuentes en el día,
puebla de mármoles la noche.
La huella de su pie
es el centro visible de la tierra,
la frontera del mundo,
sitio sutil, encadenado y libre;
discípula de pájaros y nubes
hace girar al cielo;
su voz, alba terrestre,
nos anuncia el rescate de las aguas,
el regreso del fuego,
la vuelta de la espiga,
las primeras palabras de los árboles,
la blanca monarquía de las alas.
No vio nacer al mundo,
mas se enciende su sangre cada noche
con la sangre nocturna de las cosas
y en su latir reanuda
el son de las mareas
que alzan las orillas del planeta,
un pasado de agua y de silencio
y las primeras formas de la materia fértil.
Tengo que hablaros de ella,
de su fresca costumbre
de ser simple tormenta, rama tierna.



Pablo Neruda

soneto xlvi cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

De las estrellas que admiré, mojadas
por ríos y rocíos diferentes,
yo no escogí sino la que yo amaba
y desde entonces duermo con la noche.
De la ola, una ola y otra ola,
verde mar, verde frío, rama verde,
yo no escogí sino una sola ola:
la ola indivisible de tu cuerpo.
Todas las gotas, todas las raíces,
todos los hilos de la luz vinieron,
me vinieron a ver tarde o temprano.
Yo quise para mí tu cabellera.
Y de todos los dones de mi patria
sólo escogí tu corazón salvaje.



Pedro Antonio de Alarcón

La palma

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

La palma audaz que en el desierto crece
hospitalaria acoge al caminante:
grata sombra le presta, y abundante,
sabroso fruto pródiga le ofrece.

Al son del huracán fiera se mece,
y cuanto recia más, más arrogante
resiste, y más hermosa y elegante
en los azares de la lid parece.

Premio de la virtud es cada rama
del árbol inmortal, don a que aspira
el que trueca su paz por la victoria.

Y ese don eres tú, perfecta dama,
para el esposo que en tu amor se inspira,
viendo en ti misma a tu rival la Gloria.



Pedro Miguel Obligado

ausencia

-- de Pedro Miguel Obligado --

La rama de los astros se estremece en la altura,
movida por el viento de la eterna armonía,
y el silencio murmura
su vaga poesía.

Tú ya no estás conmigo para hacerme dichoso,
y te hallas tan lejana, que eres una tristeza;
pero todo, esta noche, se vuelve más hermoso,
tal como si estuviese pensando en tu belleza.

Un arroyito claro por la pradera, ondula,
el temblor de las plantas le descubre su anhelo,
y la tierra se azula
deseando ser un cielo

siento que te aproximas en esta noche tierna;
pues aunque vives lejos, el ensueño nos une,
como a dos estrellitas una misma cisterna,
donde la fantasía del agua las reúne.

La belleza es misterio, que tu amor profundiza,
tu recuerdo, en guiadora claridad se convierte;
y la ausencia idealiza
la pena de quererte.

¡Si no sólo en mis versos, si en realidad vinieras!
¿no oyes la melodía que, de cariño, llora?
se muestra el mundo bueno, como si me quisieras
¿dónde estarás ahora? ¿dónde estarás ahora?



Pedro Soto de Rojas

Quejas disculpadas

-- de Pedro Soto de Rojas --

Del áspero segur la seca rama
se querella, si al fuego la condena;
la blanca vela, de la parda entena,
si su tesoro el Aquilón derrama;

si al coral falta su cerúlea cama,
se altera endurecido en tierra ajena;
el mal seguro leño en mar serena,
gimiendo, al monstruo que le rige infama.

Éstos se quejan sin tener sentido,
sin tener vida: pues que vivo, y siento
fuego en mi pecho, mares en mis ojos,

la boca en aire y a la tierra asido,
portentoso de amor soy vencimiento.
Deja, Fénix, que sienta mis enojos.



Rafael María Baralt

El viajero (Baralt)

-- de Rafael María Baralt --

Ave de paso que vagando gira
de nación en nación, de gente en gente
y de su amor y de su nido ausente
hoy llora aquí, mañana allí suspira.

Rama infeliz que el ábrego en su ira
del almo tronco desgajó inclemente;
pobre arroyuelo que de ignota fuente
fluye gimiendo y en la mar espira.

Ausente así del caro patrio suelo,
afanosa busco mi edad florida
para el alma un amor y mis amores.

Tormentas fueron y furor del cielo.
Gocen otros el bien: que yo en la vida,
abeja de dolor, libo dolores.



Rafael María Baralt

Imprecación al sol

-- de Rafael María Baralt --

¡Rey de los astros, eternal lumbrera,
del vasto mundo, fecundante llama
que al hombre, al bruto, al vegetal inflama,
y luz, vida, y amor vierte do quiera!

Por ti se rige la anchurosa esfera;
el jilguero feliz trina en su rama;
brilla el rocío, y su caudal derrama,
de flores coronada, primavera.

¿Por qué, cual barro vil, inerte y ciego,
al malvado y al justo igual concedes
tus rayos de oro, tu esplendor, tu fuego?

¡Oh! La luz celestial, al bien propicia,
si severa castiga, da mercedes;
pues Dios no es la Igualdad: es la Justicia.



José Tomás de Cuellar

En la muerte de la niña D***

-- de José Tomás de Cuellar --

.............................
Porque al abrirse las puertas
Del misterioso ataúd
Hallan paz, vida y contento
Los que mueren como tú.

Zorrilla.

TIERNO botón que en el pensil florido
Tus matices apenas ostentabas,
Y en la rama flexible,
A impulso de las brisas odorantes,
Con muelle oscilación te columpiabas.

Virginea flor, purísima azucena
De los jardines del edén caída



José Ángel Buesa

inesperadamente

-- de José Ángel Buesa --

Inesperadamente tu amor llega a mi vida,
mujer de besos hondos y plenitud creciente,
como brota un retoño de una rama caída,
como en un río seco renace la corriente.
Llegas como las nubes, inesperadamente;
inesperadamente llegas como el verano,
para dejarme el peso de una sombra en la frente
y un dolor de raíces profundas en las manos.
Y es que tu boca alegre me inspira un beso triste,
y en tus ojos cercanos veo un mirar ausente,
porque sé que algún día, lo mismo que viniste,
te me irás de los brazos, inesperadamente...



José Ángel Buesa

soneto del caminante

-- de José Ángel Buesa --

No, no despiertes jamás para vivir tu sueño
porque el sueño es un viaje más allá del olvido.
Tu pie siempre es más firme después de haber caído.
Sólo es grande en la vida quien sabe ser pequeño.
El amor llega y pasa como un dolor risueño,
como una rama seca donde retoña un nido.
Sólo tiene algo suyo quien todo lo ha perdido.
Nadie es dueño de nada sin ser su propio dueño.
La vida será tuya si sabes que es ajena,
que es igual ser montaña que ser grano de arena,
y que a veces lo menos vale más que lo más;
y sabrás, finalmente, cansado caminante,
que el tiempo es un camino que crece hacia delante
mientras se va borrando, poco a poco, hacia atrás.



José Ángel Buesa

a una lágrima

-- de José Ángel Buesa --

Gota del mar donde en naufragio lento
se hunde el navío negro de una pena;
gota que, rebosando, nubla y llena
los ojos olvidados del contento.
Grito hecho perla por el desaliento
de saber que si llega a un alma ajena,
ésta, sin escucharlo, le condena
por vergonzoso heraldo del tormento.
Piedad para esa gota, que es cual llama
de la que el corazón se desahoga
cual desahoga espinas una rama.
Piedad para la lágrima que azoga
el dolor, pues si así no se derrama,
el alma, en esa lágrima se ahoga...



José Ángel Buesa

soneto del ahoracadp

-- de José Ángel Buesa --

El beodo narraba dificultosamente,
con hipos de agonía y vahos de aguardiente:
él, residuo de hombre, sin vigor ni decoro,
era el único dueño de un singular tesoro.
Y vi en su mano torpe, tal como una serpiente
de escamas de oro puro, la trenza reluciente:
su tesoro romántico, su reliquia -aunque ignoro
de quién era la trenza de cabellos de oro-.
Y una noche de lluvia se colgó de una rama,
y un rechinar de dientes epilogó su drama
de recorrer a tientas las brumas del alcohol.
Y allí lo vimos todos, al inflamarse el día,
y en su cárdeno cuello la trenza relucía
cual si se hubiese ahorcado con un rayo de sol.



José Ángel Buesa

el falso amor

-- de José Ángel Buesa --

Un amor que pregunta, si es virtud o es pecado,
la fuerza que lo agita, eso es el amor soñado.
Un amor que se esconde, porque teme al futuro,
puede ser un amor, pero no es el más puro.
Un amor que se escapa de su propio sentido,
es la rama del árbol sin la gloria del nido.
Un amor que razona, que contrata su ensueño,
inevitablemente será un amor pequeño.
Un amor que me exige preceptos y rituales,
con dudas aritméticas y páginas legales...
Ese no es el amor que soñaba ofrecerte
para toda la vida, sobre toda la muerte.
Si tu amor es tan pobre, recuérdame perdido:
cuando es poco el amor, ¡vale más el olvido!



José Ángel Buesa

poema del árbol

-- de José Ángel Buesa --

La gracia de tu rama verdecida
antonio machado
árbol, buen árbol, que tras la borrasca
te erguiste en desnudez y desaliento,
sobre una gran alfombra de hojarasca
que removía indiferente el viento...
Hoy he visto en tus ramas la primera
hoja verde, mojada de rocío,
como un regalo de la primavera,
buen árbol del estío.
Y en esa verde punta
que está brotando en ti de no sé dónde,
hay algo que en silencio me pregunta
o silenciosamente me responde.
Sí, buen árbol; ya he visto como truecas
el fango en flor, y sé lo que me dices;
ya sé que con tus propias hojas secas
se han nutrido de nuevo tus raíces.
Y así también un día,
este amor que murió calladamente,
renacerá de mi melancolía
en otro amor, igual y diferente.
No; tu augurio risueño,
tu instinto vegetal no se equivoca:
soñaré en otra almohada el mismo sueño,
y daré el mismo beso en otra boca.
Y, en cordial semejanza,
buen árbol, quizá pronto te recuerde,
cuando brote en mi vida una esperanza
que se parezca un poco a tu hoja verde...



José Ángel Buesa

soneto para un reproche

-- de José Ángel Buesa --

Yo no sé si tú esperas todavía
el gran amor con que soñaste en vano,
que era un pozo en la tarde de verano
y era la sed que el pozo calmaría.
Yo sólo sé que estuvo cerca un día,
cuando tú lo creíste más lejano;
y fue una llama que se heló en tu mano
al separar tu mano de la mía.
Así fue: poca cosa en el olvido,
como el viento que llega y ya se ha ido
o la rama partida sin dar flor;
pero no es culpa mía si tú hiciste
una cosa vulgar, pequeña y triste,
de lo que pudo ser un gran amor.



Juan Bautista Arriaza

Consejo a un militar

-- de Juan Bautista Arriaza --

Si por la noble senda del dios Marte
subir quieres al templo de la Fama,
y arrebatar allí la verde rama
que la envidia jamás podrá quitarte.

Es fuerza, oh Blanco, a los estudios darte,
pues en las glorias a que el Dios te llama
no sirve ya el valor que el pecho inflama,
si no lo templa y modifica el arte.

Es bien que por modelo te presentes
de altos varones la inmortal caterva
que en letras y armas fueron excelentes.

Pues el lauro que Marte te reserva,
para darlo por premio a los valientes,
se lo da por la mano de Minerva.



Juan de Arguijo

Al Guadalquivir, en una avenida

-- de Juan de Arguijo --

Tú, á quien ofrece el apartado polo,
Hasta donde tu nombre se dilata,
Preciosos dones de luciente plata,
Que invidia el rico Tajo y el Pactolo;

Para cuya corona, como á solo
Rey de los rios, entreteje y ata
Pálas su oliva con la rama ingrata
Que contempla en tus márgenes Apolo;

Clara Guadalquivir, si impetuoso
Con crespas ondas y mayor corriente
Cubrieres nuestros campos mal seguros,

De la mejor ciudad, por quien famoso
Alzas igual al mar la altiva frente,
Respeta humilde los antiguos muros.



Gabino Alejandro Carriedo

así de sencillo

-- de Gabino Alejandro Carriedo --

Madre, si ves ese pájaro
que observa en la rama
teme, madre, por mí
si no me quita ojo
(el pájaro)
desde su observatorio
si, todavía más,
no frunce el ceño, parece
como si disecado
y si, madre, ocurriera
que el pájaro callara,
algo falla en lo oscuro
y, madre, si ese pájaro
no existe, es sólo sombra
impalpable, implacable
entonces reza por mi alma.
Se habrá abierto la tierra
y todo, madre, de luto



Gabriela Mistral

balada de mi nombre

-- de Gabriela Mistral --

El nombre mío que he perdido,
¿dónde vive, dónde prospera?
nombre de infancia, gota de leche,
rama de mirto tan ligera.
De no llevarme iba dichoso
o de llevar mi adolescencia
y con él ya no camino
por campos y por praderas.
Llanto mío no conoce
y no la quemó mi salmuera;
cabellos blancos no me ha visto,
ni mi boca con acidia,
y no me habla si me encuentra.
Pero me cuentan que camina
por las quiebras de mi montaña
tarde a la tarde silencioso
y sin mi cuerpo y vuelto mi alma.



Gabriela Mistral

ronda de los colores

-- de Gabriela Mistral --

Del lino en rama y en flor.
Mareando de oleadas
baila el lindo azuleador.
Cuando el azul se deshoja,
sigue el verde danzador:
verde-trébol, verde-oliva
y el gayo verde-limón.
¡Vaya hermosura!
¡vaya el color!
rojo manso y rojo bravo
rosa y clavel reventón.
Cuando los verdes se rinden,
él salta como un campeón.
Bailan uno tras el otro,
no se sabe cuál mejor,
y los rojos bailan tanto
que se queman en su ardor.
¡Vaya locura!
¡vaya el color!
el amarillo se viene
grande y lleno de fervor
y le abren paso todos
como viendo a agamenón.
A lo humano y lo divino
baila el santo resplandor:
aromas gajos dorados
y el azafrán volador.
¡Vaya delirio!
¡vaya el color!
y por fin se van siguiendo
al pavo-real del sol,
que los recoge y los lleva
como un padre o un ladrón.
Mano a mano con nosotros
todos eran, ya no son:
¡el cuento del mundo muere
al morir el contador!



Gerardo Diego

revelación

-- de Gerardo Diego --

Revelación
a blas taracena
era en numancia, al tiempo que declina
la tarde del agosto augusto y lento,
numancia del silencio y de la ruina,
alma de libertad, trono del viento.
La luz se hacía por momentos mina
de transparencia y desvanecimiento,
diafanidad de ausencia vespertina,
esperanza, esperanza del portento.
Súbito, ¿dónde?, un pájaro sin lira,
sin rama, sin atril, canta, delira,
flota en la cima de su fiebre aguda.
Vivo latir de dios nos goteaba,
risa y charla de dios, libre y desnuda.
Y el pájaro, sabiéndolo, cantaba.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima vii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en la rama
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¡ay! -pensé-, ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como lázaro, espera
que le diga: “levántate y anda”!



Salvador Díaz Mirón

Ejemplo

-- de Salvador Díaz Mirón --

En la rama el expuesto cadáver se pudría,
como un horrible fruto colgante junto al tallo,
rindiendo testimonio de inverosímil fallo
y con ritmo de péndola oscilando en la vía.

La desnudez impúdica, la lengua que salía
y alto mechón en forma de una cresta de gallo,
dábanle aspecto bufo; y al pie de mi caballo
un grupo de arrapiezos holgábase y reía.

Y el fúnebre despojo, con la cabeza gacha,
escandaloso y tumido en el verde patíbulo
desparramaba hedores en brisa como racha.

Mecido con solemnes compases de Turíbulo.
Y el sol iba en ascenso por un azul sin tacha,
y el campo era figura de una canción de Tíbulo.



Salvador Rueda

sonetos I

-- de Salvador Rueda --

Venus, la de los senos adorados
que nutren de vigor savias y rosas;
la que al mirar derrama mariposas
y al sonreír florecen los collados;

la que en almas y cuerpos congelados
fecunda vierte llamas generosas,
de eros a las caricias amorosas
ostenta sus ropajes cincelados.

Ella es la fuerza viva, el soplo ardiente
de cuanto sueña y goza, piensa y siente;
de cuanto canta y ríe, vibra y ama.

En el niño es candor, eco en la risa;
en el agua canción, beso en la brisa,
ascua en corazón, flor en la rama.



El despecho (Estébanez Calderón)

-- de El Solitario --

Ya que no puedo, por desdicha mía,
llamarte dulce esposa en tierno abrazo,
anudando tu talle con el lazo
que teje amor en su feliz porfía,

quieran los cielos, por oculta vía,
en árbol trasformarme a breve plazo
convirtiendo en corteza mi regazo,
y mi cabello en verde lozanía.

Y múdeme también en yedra amante
que ensortije mi tronco de contino,
confundiendo tus hojas con mi rama:

que así mi amor, por fiel y por constante,
al fin conseguirá contra el destino
templar en ti lo ardiente de su llama.



Vicente Aleixandre

el cuerpo y el alma

-- de Vicente Aleixandre --

Pero es más triste todavía, mucho más triste.
Triste como la rama que deja caer su fruto para nadie.
Más triste, más. Como ese vaho
que de la tierra exhala depués la pulpa muerta.
Como esa mano que del cuerpo tendido
se eleva y quiere solamente acariciar las luces,
la sonrisa doliente, la noche aterciopelada y muda.
Luz de la noche sobre el cuerpo tendido sin alma.
Alma fuera, alma fuera del cuerpo, planeando
tan delicadamente sobre la triste forma abandonada.
Alma de niebla dulce, suspendida
sobre su ayer amante, cuerpo inerme
que pálido se enfría con las nocturnas horas
y queda quito, solo, dulcemente vacío.
Alma de amor que vela y se separa
vacilando, y al fin se aleja tiernamente fría.



Antonio Machado

A un olmo seco

-- de Antonio Machado --

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas, de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Soria 1912



Antonio Machado

Campo

-- de Antonio Machado --

La tarde está muriendo
como un hogar humilde que se apaga.
Allá, sobre los montes,
quedan algunas brasas.
Y ese árbol roto en el camino blanco
hace llorar de lástima.
¡Dos ramas en el tronco herido, y una
hoja marchita y negra en cada rama!
¿Lloras?...Entre los álamos de oro,
lejos, la sombra del amor te aguarda.



Antonio Machado

Coplas elegiacas

-- de Antonio Machado --

¡Ay del que llega sediento
a ver el agua correr
y dice: La sed que siento
no me la calma el beber!
¡Ay de quien bebe, y, saciada
la sed, desprecia la vida:
moneda al tahúr prestada,
que sea al azar rendida!
Del iluso que suspira
bajo el orden soberano,
y del que sueña la lira
pitagórica en su mano.
¡Ay del noble peregrino
que se para a meditar,
después de largo camino,
en el horror de llegar!
¡Ay de la melancolía
que llorando se consuela,
y de la melomanía
de un corazón de zarzuela!
¡Ay de nuestro ruiseñor,
si en una noche serena
se cura del mal de amor
que llora y canta su pena!
¡De los jardines secretos,
de los pensiles soñados
y de los sueños poblados
de propósitos discretos!
¡Ay del galán sin fortuna
que ronda a la luna bella,
de cuantos caen de la luna,
de cuantos se marchan a ella!
¡De quien el fruto prendido
en la rama no alcanzó,
de quien el fruto ha mordido
y el gusto amargo probó!
¡Y de nuestro amor primero
y de su fe mal pagada,
y, también, del verdadero
amante de nuestra amada!



Antonio Machado

El limonero lánguido suspende

-- de Antonio Machado --

El limonero lánguido suspende
una pálida rama polvorienta,
sobre el encanto de la fuente limpia,
y allá en el fondo sueñan
los frutos de oro...
Es una tarde clara,
casi de primavera,
tibia tarde de marzo
que el hálito de abril cercano lleva;
y estoy solo, en el patio silencioso,
buscando una ilusión cándida y vieja:
alguna sombra sobre el blanco muro,
algún recuerdo, en el pretil de piedra
de la fuente dormido, o, en el aire,
algún vagar de túnica ligera.
En el ambiente de la tarde flota
ese aroma de ausencia,
que dice al alma luminosa: nunca,
y al corazón: espera.
Ese aroma que evoca los fantasmas
de las fragancias vírgenes y muertas.
Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara,
casi de primavera
tarde sin flores, cuando me traías
el buen perfume de la hierbabuena,
y de la buena albahaca,
que tenía mi madre en sus macetas.
Que tú me viste hundir mis manos puras
en el agua serena,
para alcanzar los frutos encantados
que hoy en el fondo de la fuente sueñan...
Sí, te conozco tarde alegre y clara,
casi de primavera.



Meira Delmar

mediodía

-- de Meira Delmar --

Canta la luz aire arriba
como una alondra.
Y por la rama de su canto sube
el mediodía.
Quieren los ojos seguirlo
pero no llegan.
Como el amor, el sol,
de tanto, ciega.
!--Img



Meira Delmar

soneto insistente

-- de Meira Delmar --

Cuando presiente el corazón la gloria
de ser libre por gracia del olvido,
me llega entre la noche, como el ruido
del mar en la distancia, tu memoria.
Con ella viene la tenaz historia
de lo que pudo ser y nunca ha sido.
Arduo amor ni ganado ni perdido,
batalla sin derrota y sin victoria.
Cada vez que en mi mano reverdece
la rama del olivo y aparece
después de la tormenta la alegría,
algo tuyo regresa de la nada
y de nuevo destruye la dorada
esperanza fugaz de un claro día.
!--Img



Miguel Hernández

7

-- de Miguel Hernández --

7
después de haber cavado este barbecho
me tomaré un descanso por la grama
y beberé del agua que en la rama
su esclava nieve aumenta en mi provecho.
Todo el cuerpo me huele a recién hecho
por el jugoso fuego que lo inflama
y la creación que adoro se derrama
a mi mucha fatiga como un lecho.
Se tomará un descanso el hortelano
y entretendrá sus penas combatiendo
por el salubre sol y el tiempo manso.
Y otra vez, inclinado cuerpo y mano,
seguirá ante la tierra perseguido
por la sombra del último descanso.



Juan Gelman

corajes

-- de Juan Gelman --

Es enorme la tristeza que un hombre una mujer
pueden hacerse entre sí
como enormes son esos dos pajaritos parados en
la rama picoteándose
y enorme es el mismo árbol con lluvias bajo el sol
que se le ven en la cara
¿lloverá? ¿no lloverá?¿cantarán
los pajaritos esos mismos? ¿seguirá la enorme
tristeza mandando creciendo como un lago o mar
entre un hombre y una mujer?
¿volará la tristeza entre árbol y árbol?
¿como pasos solitarios en una habitación?
¿como madréporas por aire?
¿como tablones como puentes pero desolados desamados?
una ramita ha caído en el lago y navega
es enorme la tristeza que un hombre y una mujer
pueden hacerse entre sí
como enorme es la navegación de la ramita en el lago
mojada de su propio coraje



Juan Zorrilla de San Martín

Tu y yo (Zorrilla)

-- de Juan Zorrilla de San Martín --

Perfume de una flor que, al desprenderse,
ni una hoja de sus pétalos lastima;
tibio efluvio de luna de verano
que en el disco plateado se destila;
calor de una mirada de ternura
que atraviesa inocente unas pupilas;
roce de un alma que, buscando otra alma,
en sí misma sin ruido se desliza:

Lágrima que oscilando sobre el alma,
se evapora al color del dolor mío;
rumor de oleaje que, en desierta orilla,
rueda mugiendo entre escarpados riscos;
ave que huye y, al volar llorando,
quiebra la rama en que dejó a sus hijos;
nota que, al desprenderse de una cuerda
deja al pobre laúd, temblando, herido:



Julia de Burgos

casi alba

-- de Julia de Burgos --

Casi alba,
como decir arroyo entre la fuente,
como decir estrella,
como decir paloma en cielo de alas.

Esta noche se ha ido
casi aurora, casi ronda de luna entre montañas,
como una sensación de golondrina
al picar su ilusión en una rama.

Amanecer, sin alas para huirse,
regreso de emoción hasta su alma,
palomitas de amor entre mis manos
que al asalto de amor subieron castas.

Noche rasgada al tiempo repetido,
detenida ciudad de esencias altas,
como una claridad rompes mi espíritu,
circundas mi emoción como una jaula.

Amor callado y lejos...
Tímida vocecita de una dalia,
así te quiero, íntimo,
sin saberte las puertas al mañana,
casi sonrisa abierta entre las risas,
entre juego de luces, casi alba...



Federico García Lorca

noche del amor insomne

-- de Federico García Lorca --

Noche arriba los dos con luna llena,
yo me puse a llorar y tú reías.
Tu desdén era un dios, las quejas mías
momentos y palomas en cadena.
Noche abajo los dos. Cristal de pena,
llorabas tú por hondas lejanías.
Mi dolor era un grupo de agonías
sobre tu débil corazón de arena.
La aurora nos unió sobre la cama,
las bocas puestas sobre el chorro helado
de una sangre sin fin que se derrama.
Y el sol entró por el balcón cerrado
y el coral de la vida abrió su rama
sobre mi corazón amortajado.
Regresar a sonetos del amor oscuro



Federico García Lorca

media luna

-- de Federico García Lorca --

La luna va por el agua.
¡Cómo está el cielo tranquilo!
va segando lentamente
el temblor viejo del río
mientras que una rama joven
la toma por espejito.
◄ Parte anterior
título de esta parte
parte siguiente
remansos
media luna
cuatro baladas amarillas



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba