Buscar Poemas con Radiante


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Se han encontrado 37 poemas con la palabra radiante

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Abraham Valdelomar

El conjuro (Valdelomar)

-- de Abraham Valdelomar --

El barco va a manera, sobre el mar inestable,
de un cansado titán que buscara su lecho
y el viento entre las jarcias silba agudo, a despecho
de la hélice que gira veloz e inexorable.

Como un gran corazón, crepita; mas advierte
la mirada radiante del fanal, que, avizora,
le indica la acechanza marina, y con la prora
en blanca espuma frágil, al cruzarla, convierte.

Va sin temor, confiado, seguro en su destino;
la hélice da el impulso, el timón, el camino
y atraviesa la negra sombra inerte, ligero.

Y el conjuro del mar ruge a su paso. ¡Pero
hay rocas y hay tormentas, y ha de llegar un día!...
Y toda tu armadura ¡oh vano! será mía...

Poema El conjuro (Valdelomar) de Abraham Valdelomar con fondo de libro

Amado Nervo

Mi verso

-- de Amado Nervo --

Querría que mi verso, de guijarro,
en gema se trocase y en joyero;
que fuera entre mis manos como el barro
en la mano genial del alfarero.

Que lo mismo que el barro, que a los fines
del artífice pliega sus arcillas,
fuese cáliz de amor en los festines
y lámpara de aceite en las capillas;

que, dócil a mi afán, tomase todas
las formas que mi numen ha soñado,
siendo alianza en el rito de las bodas,
pastoral en el índex del prelado;

lima noble que un grillo desmorona
o eslabón que remata una cadena,
crucifijo papal que nos perdona
o gran timbre de rey que nos condena;

que fingiese a mi antojo, con sus claras
facetas en que tiemblan los destellos,
florones para todas las tiaras
y broches para todos los cabellos;

emblemas para todos los amores,
espejos para todos los encantos
y coronas de astrales resplandores
para todos los genios y los santos.

Yo trabajo, mi fe no se mitiga,
y, troquelando estrofas con mi sello,
un verso acuñaré del que se diga:
Tu verso es como el oro sin la liga:
radiante, dúctil, poliforme y bello.

Poema Mi verso de Amado Nervo con fondo de libro

Jacinto Verdaguer

A orillas del mar

-- de Jacinto Verdaguer --

Snbir me place al alto promontorio
Que el piélago domina,
A meditar mientras el sol radiante
Desde el zenit declina.

A la luz de esa antorcha miro el cielo,
Y cubierto de espuma
El dilatado mar; grandeza tanta
Mi pequeñez abruma.

Hablo, y escucho á las galanas ondas,
Y en mágico espejismo
Gozóme en festejar muertos ensueños
Que evoco del abismo.

¡Cuántos castillos levanté en la playa!
Derribólos el viento
Con sus torres y cúpulas altivas
De oro, y cristal, y argento.

Poema A orillas del mar de Jacinto Verdaguer con fondo de libro

Javier del Granado

el valle

-- de Javier del Granado --

Embozado en su poncho de alborada,
la lluvia de oro el sembrador apura,
y el cielo escarcha la pupila oscura
del buey que yergue su cerviz lunada.

Bajo el radiante luminar caldeada,
de agua clara, la tierra se satura,
y la mano del viento en la llanura,
riza de sol la glauca marejada.

Cuaja el otoño las espigas de oro,
y las mocitas en alada ronda
vuelcan su risa en manantial sonoro.

Se curva el indio y en su mano acuna
de un haz de mieses la cabeza blonda,
que siega la guadaña de la luna.



Josefina Pla

amanecer

-- de Josefina Pla --

A gastón figueira

la mañana irisada, como fino cristal
se curvó sobre el ancho campo reverdeciente.
A la abismal succión del azul transparente,
agriétase la carne de un ansia germinal.

Y a la blondez purísima de su desnudez tierna,
la mísera corteza se nos cuartea en congoja,
y un sollozo nos sube desde la honda cisterna
en sombra donde el párpado su penitencia moja.

El dolor de las alas imposibles
nos curva más bajo el cansancio irredimible
que se adhiere a la carne dolorosa:
y en la punta de una hoja, radiante y temblorosa,
la
gota de rocío
nos finge aquella lágrima inefable
en que, por fin, pudiera el alma miserable
volcar la última gota amarga del hastío.



Julián del Casal

salomé

-- de Julián del Casal --

En el palacio hebreo, donde el suave
humo fragante por el sol deshecho,
sube a perderse en el calado techo
o se dilata en la anchurosa nave,
está el tetrarca de mirada grave,
barba canosa y extenuado pecho,
sobre el trono, hierático y derecho,
como dormido por canciones de ave.
Delante de él, con veste de brocado
estrellada de ardiente pedrería,
al dulce son del bandolín sonoro,
salomé baila y, en la diestra alzado,
muestra siempre, radiante de alegría,
un loto blanco de pistilos de oro.



Pablo Neruda

soneto ix cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Al golpe de la ola contra la piedra indócil
la claridad estalla y establece su rosa
y el círculo del mar se reduce a un racimo,
a una sola gota de sal azul que cae.
Oh radiante magnolia desatada en la espuma,
magnética viajera cuya muerte florece
y eternamente vuelve a ser y a no ser nada:
sal rota, deslumbrante movimiento marino.
Juntos tú y yo, amor mío, sellamos el silencio,
mientras destruye el mar sus constantes estatuas
y derrumba sus torres de arrebato y blancura,
porque en la trama de estos tejidos invisibles
del agua desbocada, de la incesante arena,
sostenemos la única y acosada ternura.



Pablo Neruda

soneto lxxxvi cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Oh cruz del sur, oh trébol de fósforo fragante,
con cuatro besos hoy penetró tu hermosura
y atravesó la sombra y mi sombrero:
la luna iba redonda por el frío.
Entonces con mi amor, con mi amada, oh diamantes
de escarcha azul, serenidad del cielo,
espejo, apareciste y se llenó la noche
con tus cuatro bodegas temblorosas de vino.
Oh palpitante plata de pez pulido y puro,
cruz verde, perejil de la sombra radiante,
luciérnaga a la unidad del cielo condenada,
descansa en mí, cerremos tus ojos y los míos.
Por un minuto duerme con la noche del hombre.
Enciende en mí tus cuatro números constelados.



Rafael María Baralt

A Simón Bolívar (1)

-- de Rafael María Baralt --

Él fue quien fulminando el hierro insano
recorrió de Colón el ancho mundo,
dejando en pos de sí surco profundo,
de gloria y triunfos su potente mano.

Truena su voz del uno al otro océano
y libertad en manantial fecundo
brotó la tierra que secó iracundo
el hado injusto del valiente hispano.

Cinco naciones, que formó su espada,
sacra aureola de perpetua lumbre
a la radiante frente le ciñeron.

Y al ver la antigua afrenta ya vengada
de los soberbios Andes en la cumbre
las sombras de los incas sonrieron.



José Tomás de Cuellar

Al poeta mexicano D. Juan Ruiz de Alarcón

-- de José Tomás de Cuellar --

BROTÓ en el primer día
De la mirada del Señor radiante,
Cual torrente fecundo,
La luz que inunda el anchuroso mundo;
A sus reflejos mil, aparecieron
Nubes de vistosísimos colores
Que en el diáfano espacio se extendieron
A los primeros fúlgidos albores.



José Tomás de Cuellar

En el baile (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

LIGERA entre la nube de gasa transparente
Que en torno de sus formas se mira derramar,
Cual silfide voluble sus giros muellemente
A sujetar acierta el rígido compás.

Flexible el talle erguido, rosada la mejilla,
Turgente el blanco pecho, los labios de rubí,
De sus divinos ojos en la pupila brilla
Eléctrico un destello de nuestro amor felíz.

Su seno vírgen, puro, contemplo que se agita
Como del lago manso la superficie azul.
El corazón inquieto de súbito palpita,
De la esperanza loca á la radiante luz.



José Tomás de Cuellar

La estrella confidente

-- de José Tomás de Cuellar --

TE acuerdas de la estrella cintilante
Que te mostraba un día?
Brillaba cual ninguna en el oriente
Errante faro en la extensión vacía.

Mirándola los dos, te dije amante
— Lo recuerdas ahora? —
Si alguna vez la suerte nos separa
Y tu alma triste mis ausencias llora,

Corre á buscar esa radiante estrella
Y cuéntale, alma mía,
El ansia de tu pecho enamorado,
La amarga pena de tu suerte impía.

Que yo doquiera que mi sér aliente.
Felíz ó desgraciado,



José Tomás de Cuellar

Soledad del alma

-- de José Tomás de Cuellar --

ES un desierto erial la vida mía:
No brotan á mis piés pintadas flores,
Y mi laúd envía
No del amor la tierna melodía,
Sinó el son de mis íntimos dolores.

Lució la aurora límpida y radiante
Después de larga noche de aislamiento:
Dentro del pecho amante,



José Ángel Buesa

elegía

-- de José Ángel Buesa --

Golondrina del alba sombría,
mariposa del alba radiante:
cuánto puede durar un instante,
un instante de noche en el día.
Yo, que supe ignorar tantas cosas,
ahora sé que jamás nos veremos,
pues te fuiste, empuñando los remos,
en tu barca cubierta de rosas.
Ahora sé la verdad de la tierra,
que florece aunque nadie la labre,
y la puerta de luz que se abre
si una puerta de sombra se cierra.
Ahora sé que la noche no miente
cuando deja de caer su rocío:
fue un rosal a la orilla de un río,
y quizás lo arrastró la corriente...
Y te fuiste, luciérnaga loca,
golondrina del alba sombría,
con el tibio sabor de tu boca
¡de tu boca que nunca fue mía!



Antonio-Plaza-Llamas

¡siempre solo!

-- de Antonio-Plaza-Llamas --

¡siempre solo!
si de la aurora diamantina
se dibujan los célicos albores
los pájaros del viento moradores
al éter mandan su canción divina.
Y si el sol orgulloso se reclina
sobre un lecho radiante de colores,
llenas de amor las carminadas flores
entreabren su corola purpurina.
Todos tienen un ser que los comprenda,
yo al vicio y la virtud indiferente
aislado cruzo la maldita senda,
cual se arrastra en las rocas la serpiente;
mas tengo un alma de vivir cansada
que ni al cielo ni al mundo pide nada.
Antonio plaza llamas



Manuel Reina

La gota de sangre

-- de Manuel Reina --

Sentados en la gótica ventana
estábamos tú y yo, mi antigua amante;
tú, de hermosura y de placer, radiante;
yo, absorto en tu belleza soberana.

Al ver tu fresca juventud lozana,
una abeja lasciva y susurrante
clavó su oculto dardo penetrante
en tu seno gentil de nieve y grana.

Viva gota de sangre transparente
sobre tu piel rosada y hechicera
brilló como un rubí resplandeciente.

Mi ansioso labio en la pequeña herida
estampé con afán... ¡Nunca lo hiciera,
que aquella gota envenenó mi vida!



Manuel Reina

Byron en Venecia

-- de Manuel Reina --

Sobre la frágil onda iluminada
por el radiante sol, surca ligera
del bardo inglés la góndola dorada
desplegando a los aires su bandera.

De pie en la popa; la apolina frente,
bañada en rayos, la mirada inquieta
tendida por el mar resplandeciente,
boga triunfante el inmortal poeta.

Desde los cincelados miradores
las venecianas vírgenes hermosas
fijan en él sus ojos seductores,
y le mandan sonrisas amorosas.

Y sueñan por la noche, enamoradas,
con la canción del bandolín sonoro,
el recio combatir de dos espadas
y el choque alegre de las copas de oro.



Mario Benedetti

viceversa

-- de Mario Benedetti --

Martín santomé
tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte
tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte
tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte
o sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.



Medardo Ángel Silva

Las florestas de oro

-- de Medardo Ángel Silva --

Contemplaron los silfos su escultura
tras el sedoso vuelo del ramaje,
en la quietud solemne del paisaje
de rara, mitológica hermosura.

En su concha de plata, en la espesura
escanció el dulce néctar del salvaje
manantial, y dormida en el boscaje
Selene la encontró radiante y pura...

A las luces miríficas del astro
un erótico ensueño parecía
en su blancura tersa de alabastro;

y ceñida la frente con los lauros
de Diana, huyó por la floresta umbría
en la grupa de helénicos centauros!



Miguel Unamuno

Música

-- de Miguel Unamuno --

¿MÚSICA? ¡no! No así en el mar de bálsamo
Me adormezcas el alma;
No, no la quiero;
No cierres mis heridas — mis sentidos—
Al infinito abiertas,
Sangrando anhelo.

Quiero la cruda luz, la que sacude
Los hijos del crepúsculo
Mortales sueños;
Dame los fuertes; a la luz radiante
Del lleno medio día
Soñar despierto.

¿Música? ¡no! no quiero los fantasmas
Flotantes e indecisos,
Sin esqueleto;
Los que proyectan sombra y que mi mano
Sus huesos crujir haga,
Fuera del tiempo;
Toda finalidad se ahoga en ella.
La voluntad se duerme
Falta de peso.



Juan Ramón Jiménez

la hora

-- de Juan Ramón Jiménez --

Cada minuto de este oro
¿no es toda la eternidad?
el aire puro lo mece
sin prisa, como si ya
fuera todo el oro que
tuviera que acompasar.
(¡Ramas últimas, divinas,
inmateriales, en paz;
ondas del mar infinito
de una tarde sin pasar!)
cada minuto de este oro
¿no es un latido inmortal
de mi corazón radiante
por toda la eternidad?



Juan Ramón Jiménez

cénit

-- de Juan Ramón Jiménez --

Yo no seré yo, muerte,
hasta que tú te unas con mi vida
y me completes así todo;
hasta que mi mitad de luz se cierre
con mi mitad de sombra
y sea yo equilibrio eterno
en la mente del mundo:
unas veces, mi medio yo, radiante;
otras, mi otro medio yo, en olvido.
Yo no seré yo, muerte,
hasta que tú, en tu turno, vistas
de huesos pálidos mi alma.



Julio Flórez

introducción

-- de Julio Flórez --

El verso debe ser claro y sonoro
como el agua del mar y como el oro.
El verso debe ser firme y radiante,
lo mismo que el acero y el diamante.
Debe ceñir inmarcesibles galas,
subyugar o abatir... Y tener alas.
Trabajo es gloria: ¡trabajad, poeta,
mellad vuestro buril en la faceta!
si queréis oficiar en el santuario
de la fama, triunfar en la tarea,
cread... Y sed orfebre y lapidario:
haced un luminar de cada idea
y haced de cada verso un solitario.
Julio flórez



Evaristo Carriego

Las últimas etapas

-- de Evaristo Carriego --

Ya puestos en camino,
la fuerza propulsora de la marcha
nos impele a seguir, con la serena
actitud, sin desmayos, de la causa
sustentora de un ideal glorioso,
que luce sus ensueños de esperanza
como flámulas rojas que flotasen
en girones de carnes torturadas.
Nos impele a seguir. Siempre la brega
deja un poco de fiebre sobre el alma,
en la frente un fulgor, y en la pupila
la radiante visión de las etapas;
etapas de dolor, hechas teorías
de credos inefables, de parábolas
de lengua incomprendida que pasasen
en la locomoción de las audacias,
¡como una blanca tropa de lirismos
por inmortales rutas incendiadas!



Francisco Sosa Escalante

13 de agosto de 1521

-- de Francisco Sosa Escalante --

Del bello Anáhuac la gentil señora,
La gran Tenoxtitlan que en oro y flores
La frente reclinaba á los fulgores
Del sol radiante que sus cumbres dora,

Ya es presa de Cortés; ya la invasora
Hueste que siembra por doquier horrores,
Los templos profanó, y en sus furores
Nada respeta, ni a mujer que llora.

Cayó el imperio que Tenoch un dia
Fundó á la orilla del sereno lago,
Y Cuauthemoc heroico defendía.

Callad! no importa! pues el aire vago
Difunde la tremenda profecía:
.



Francisco Sosa Escalante

A ....

-- de Francisco Sosa Escalante --

Ayer al borde del sepulcro frío
Te detuvo mi mano cariñosa,
Y allí, junto á tu lecho, pesarosa
Miraba mi alma tu dolor impío.

Hoy tornas á vivir, y el pecho mío
Palpita al verte tan feliz y hermosa
Como se yergue la pintada rosa
Después que pasa el huracán bravío.

Mañana, dichas y placer y gloria
Encontrarás, radiante de alegría,
Y al olvidarte de tan triste historia

Te olvidarás de la memoria mía,
Porque del mundo vil entre la escoria
Es la flor del recuerdo, flor de un día.



Francisco Sosa Escalante

A la felicidad (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Sombra eres que persigue delirante
El hombre, y forma su mejor anhelo,
Desde que un rayo de la luz del cielo
Su frente baña con cariño amante.

Amor, riqueza, gloria deslumbrante,
Omnímodo poder, paz y consuelo,
Todo lo llevas tú que en raudo vuelo
El orbe cruzas con fulgor radiante.

Mas ay! no escuchas el clamor sentido
Con que ferviente el corazón te invoca;
Sorda á los ruegos, sin piedad pareces.

Como Ulises, te cubres el oido
Y el éter hiendes, y voluble y loca
Prometiendo volver, te desvaneces.



Francisco Sosa Escalante

A la luz (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

¡Oh luz radiante, que al bajar del cielo
Embelleces la tierra y la iluminas!
¿Qué serian sin tí las peregrinas
Beldades que despiertan dulce anhelo?

¿Qué las flores y el mar, y el verde suelo,
Y las gotas del agua diamantinas?
¿Qué la vida sin tí? ¿qué las divinas
Obras que el génio nos dejó en su vuelo?

Del alma agradecida suba el canto,
Suba á tu fuente, ¡oh luz! entre el incienso
Del orbe que en tí funda su tesoro,

Porque revelas del Eterno y Santo
Dios de los cielos, el poder inmenso,
En los raudales de tus rayos de oro.



Francisco Sosa Escalante

A la noche (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Cubriste ya la tierra con tu velo
¡Oh noche de mi mal consoladora!
Tu calma y tu silencio el alma adora
Pues tregua ofrecen á mi triste duelo.

Radiante cruza el azulado cielo,
Seguido de su corte encantadora
El astro del amor, miéntras la aurora
Vuelve á lucir y á renovar mi anhelo.

Ah! si tus horas prolongar pudiera,
¡Cuán dichoso y feliz me sentiría!
¡Qué dulce el curso de mi vida fuera!

Odio la luz del esplendente día
Porque al brillar en la celeste esfera
El sol alumbra la tristeza mia.



Francisco Sosa Escalante

¡Bendita seas!

-- de Francisco Sosa Escalante --

En el sagrario del hogar, tranquilas
Las gratas horas de tu vida ruedan,
Sin que los propios sinsabores puedan
Nunca el llanto arrancar de tus pupilas.

Jamás el bien al practicar vacilas,
Porque tus nobles sentimientos vedan
Pensar que hay séres que el dolor remedan
Y pasan del mendigo entre las filas.

¡Cuánto es modesta la virtud, señora,
De tu benigno corazon, ajeno
A torpe vanidad embriagadora!

Bendígate el Señor cuando á su seno
Partas radiante en tu postrera hora,
De fé cristiana al resplandor sereno.



Francisco Sosa Escalante

La noche (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Cual dama hermosa que el oscuro velo
Para acercarse á su adorado, toma
Y en él se envuelve, y tras el velo asoma
La luz radiante de su dulce anhelo;

Como el arrullo del amor el vuelo
Detiene apasionada la paloma,
Y envuelta de la flor en el aroma
Se lanza al nido de su dicha cielo,

Oculta así la noche en negro manto
Que el áureo polvo de los astros llena,
Viene y derrama su divino encanto.

Piadosa alivia del mortal la pena,
Las gotas seca de su acerbo llanto
Y brinda al corazon la paz serena.



Francisco Sosa Escalante

¿Por qué? (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

La gloria, y el poder, y la grandeza,
Todo pasa veloz, y todo en suma
No es sino pompa de argentada espuma
Que pierde en un instante su belleza.

Tras los halagos del placer, tristeza;
En pos del fausto la miseria abruma
Cual tras radiante sol llega la bruma;
Lo prescribe en su ley Naturaleza.

Si nadie vence al implacable olvido
Cuando desata su tormenta insana
Y al hombre envuelve en su tiniebla fria,

¿Por qué de orgullo y vanidad henchido
En ostentar el hombre así se afana
Poder y gloria y esplendor de un dia?



José Asunción Silva

Edenia

-- de José Asunción Silva --

Melancólica y dulce cual la huella
que un sol poniente deja en el azul
cuando baña a lo lejos los espacios
con los últimos rayos de su luz
mientras tiende la noche por los cielos
de la penumbra el misterioso tul.

Süave como el canto que el poeta
en un suspiro involuntario da,
pura como las flores entreabiertas
de la selva en la agreste oscuridad
do detenido en las musgosas ramas
no filtra un rayo de la luz solar.

Mujer, toda mujer ardiente, casta
alumbrada con luz de lo ideal...
Radiante de virtud y de belleza
como mi alma la llegó a soñar,
¿en sus sueños de cándida ternura
así la encontrará?



José Martí

siempre que hundo la mente...

-- de José Martí --

Siempre que hundo la mente en libros graves
la saco con un haz de luz de aurora:
yo percibo los hilos, la juntura,
la flor del universo: yo pronuncio
pronta a nacer una inmortal poesía.
No de dioses de altar ni libros viejos
no de flores de grecia, repintadas
con menjurjes de moda, no con rastros
de rastros, no con lívidos despojos
se amansará de las edades muertas:
sino de las entrañas exploradas
del universo, surgirá radiante
con la luz y las gracias de la vida.
Para vencer, combatirá primero:
e inundará de luz, como la aurora.



Claudio Rodríguez

don de la ebriedad iv

-- de Claudio Rodríguez --

iv
así el deseo. Como el alba, clara
desde la cima y cuando se detiene
tocando con sus luces lo concreto
recién oscura, aunque instantáneamente.
Después abre ruidosos palomares
y ya es un día más. ¡Oh, las rehenes
palomas de la noche conteniendo
sus impulsos altísimos! y siempre
como el deseo, como mi deseo.
Vedle surgir entre las nubes, vedle
sin ocupar espacio deslumbrarme.
No est en mí, está en el mundo, estáahí enfrente.
Necesita vivir entre las cosas.
Ser añil en los cerros y de un verde
prematuro en los valles. Ante todo,
como en la vaina el grano, permanece
calentando su labor enardecido
para después manifestarlo en breve
más hermoso y radiante. Mientras, queda
limpio sin una brisa que lo aviente,
limpio deseo cada vez más mío,
cada vez menos vuestro, hasta que llegue
por fin a ser mi sangre y mi tarea,
corpóreo como el sol cuando amanece.



Rubén Darío

rima xiii

-- de Rubén Darío --

-allá está la cumbre.
-¿Qué miras? -un astro.
-¿Me amas? -¡te adoro!
-¿subimos? -¡subamos!
-¿qué ves? -una aurora
fugitiva y pálida.
-¿Qué sientes? -anhelo.
-Ésa es la esperanza.
-¡Qué alientos de vida!
¡qué fuegos de sol!
¡qué luz tan radiante!
-¡ése es el amor!
-¿qué ves a tus plantas?
-un profundo abismo.
-¿Tiemblas? -tengo miedo...
-¡Ése es el olvido!
pero no tiembles ni temas:
bajo el sacro cielo azul,
para el que ama, no hay abismos,
porque tiene alas de luz



Rubén Darío

Rima XIII (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

-Allá está la cumbre.
-¿Qué miras? -Un astro.
-¿Me amas? -¡Te adoro!
-¿Subimos? -¡Subamos!
-¿Qué ves? -Una aurora
fugitiva y pálida.
-¿Qué sientes? -Anhelo.
-Ésa es la esperanza.
-¡Qué alientos de vida!
¡Qué fuegos de sol!
¡Qué luz tan radiante!
-¡Ése es el amor!
-¿Qué ves a tus plantas?
-Un profundo abismo.
-¿Tiemblas? -Tengo miedo...
-¡Ése es el olvido!
Pero no tiembles ni temas:
bajo el sacro cielo azul,
para el que ama, no hay abismos,
porque tiene alas de luz



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