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Se han encontrado 10 poemas con la palabra querrás

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César Vallejo

Trilce: LII

-- de César Vallejo --

Y nos levantaremos cuando se nos dé
la gana, aunque mamá toda claror
nos despierte con cantora
y linda cólera materna.
Nosotros reiremos a hurtadillas de esto,
mordiendo el canto de las tibias colchas
de vicuña ¡y no me vayas a hacer cosas!

Los humos de los bohíos ¡ah golfillos
en rama! madrugarían a jugar
a las cometas azulinas, azulantes,
y, apañuscando alfarjes y piedras, nos darían
su estímulo fragante de boñiga,
para sacarnos
al aire nene que no conoce aún las letras,
a pelearles los hilos.

Otro día querrás pastorear
entre tus huecos onfalóideos
ávidas cavernas,
meses nonos,
mis telones.
O querrás acompañar a la ancianía
a destapar la toma de un crepúsculo,
para que de día surja
toda el agua que pasa de noche.

Y llegas muriéndote de risa,
y en el almuerzo musical,
cancha reventada, harina con manteca,
con manteca,
le tomas el pelo al peón decúbito
que hoy otra vez olvida dar los buenos días,
esos sus días, buenos con b de baldío,
que insisten en salirle al pobre
por la culata de la v
dentilabial que la vela en él.

Poema Trilce: LII de César Vallejo con fondo de libro

Alberto Lista

A Delia

-- de Alberto Lista --

Si vi tus ojos, Delia, y no abrasaron
mi corazón en amorosa llama;
si en tus labios, que el abril inflama
de ardiente rosa, y no me enajenaron;

si vi el seno gentil, do se anidaron
las gracias; do el carmín, que Venus ama,
sobre luciente nieve se derrama,
e inocentes mis ojos lo miraron;

no es culpa, no, de tu beldad divina,
culpa es del infortunio que ha robado
la ilusión deliciosa al pecho mío.

Mas si en el tuyo la bondad domina,
más querrás la amistad que un desgraciado
que de un dichoso el tierno desvarío.

Poema A Delia de Alberto Lista con fondo de libro

Rafael de León

lluvia a conchita herrera

-- de Rafael de León --

¡te quiero!, me dijiste,
y la flor de tu mano
puso un arpegio triste
sobre el viejo piano.

(En la ventana oscura
la lluvia sonreía...
Tamboril de dulzura.
Gong de monotonía).

-¿Me querrás tú lo mismo?
y en tu voz apagada
hubo un dulce lirismo
de magnolia tronchada.

(La lluvia proseguía
llorando en los cristales...
Cortina de agonía.
Guadaña de rosales).

-¡Para toda la vida!,
te dije sonriente.
Y una estrella encendida
te iluminó la frente.

(La lluvia proseguía
llamando en la ventana
con una melodía
antigua de pavana).

Después, casi llorando,
yo te dije: ¡te quiero!
y me quedé mirando
tus pupilas de acero.

-¡Para toda la vida!
dijiste sonriente,
y una duda escondida
me atravesó la frente.

(En la ventana oscura
la lluvia proseguía
rimando su amargura
con la amargura mía).

Poema lluvia a conchita herrera de Rafael de León con fondo de libro

José María Gabriel y Galán

A un rico

-- de José María Gabriel y Galán --

¿Quién te ha dado tu hacienda o tu dinero?
O son fruto del trabajo honrado,
o el haber que tu padre te ha legado,
o el botín de un ladrón o un usurero.

Si el dinero que das al pordiosero
te lo dio tu sudor, te has sublimado;
si es herencia, ¡cuán bien lo has empleado!;
si es un robo, ¿qué das, mal caballero?

Yo he visto a un lobo que, de carne ahíto,
dejó comer los restos de un cabrito
a un perro ruin que presenció su robo.

Deja, ¡oh rico!, comer lo que te sobre,
porque algo más que un perro será un pobre,
y tú no querrás ser menos que un lobo.



Gutierre de Cetina

en un bastón de acebo que traía

-- de Gutierre de Cetina --

Por sostener el cuerpo trabajado,
vandalio de su mano había entallado
la imagen que en el alma poseía.
Y como que presente la tenía,
mirando della el natural traslado,
envuelto en un suspiro apasionado,
con lágrimas llorando le decía:
«dórida, si mirando esta figura
siento el alma encender, siento abrasarme,
piensa qué será ver tu hermosura.
»Si así puedes ver tu hermosura,
di cuándo acabará mi desventura.
Mas no querrás hablar por no hablarme».



Anónimo

Romance del cerco de Baza

-- de Anónimo --

Sobre Baza estaba el rey,
lunes, después de yantar;
Miraba las ricas tiendas
que estaban en su real;
miraba las huertas grandes
y miraba el arrabal;
miraba el adarve fuerte
que tenía la ciudad;
miraba las torres espesas,
que no las puede contar.
Un moro tras una almena
comenzóle de hablar:
-Vete, el rey don Fernando,
non querrás aquí envernar,
que los fríos de esta tierra
no los podrás comportar.
Pan tenemos por diez años,
mil vacas para salar;
veinte mil moros hay dentro,
todos de armas tomar,
ochocientos de caballo
para el escaramuzar;
siete caudillos tenemos,
tan buenos como Roldán,
y juramento tienen hecho
antes morir que se dar.



Anónimo

Romance de la gentil dama y el rústico pastor

-- de Anónimo --

Estáse la gentil dama
paseando en su vergel,
los pies tenía descalzos,
que era maravilla ver;
desde lejos me llamara,
no le quise responder.
Respondile con gran saña:
-¿Qué mandáis, gentil mujer?
Con una voz amorosa
comenzó de responder:
-Ven acá, el pastorcico,
si quieres tomar placer;
siesta es del mediodía,
que ya es hora de comer,
si querrás tomar posada
todo es a tu placer.
-Que no era tiempo, señora,
que me haya de detener,
que tengo mujer e hijos,
y casa de mantener,
y mi ganado en la sierra,
que se me iba a perder,
y aquellos que me lo guardan
no tenían qué comer.
-Vete con Dios, pastorcillo,
no te sabes entender,
hermosuras de mi cuerpo
yo te las hiciera ver:
delgadica en la cintura,
blanca soy como el papel,
la color tengo mezclada
como rosa en el rosel,
el cuello tengo de garza,
los ojos de un esparver,
las teticas agudicas,
que el brial quieren romper,
pues lo que tengo encubierto
maravilla es de lo ver.
-Ni aunque más tengáis, señora,
no me puedo detener.



Meira Delmar

canción lejana

-- de Meira Delmar --

Y yo también como la tarde
toda me tornaré dichosa
para quererte y esperarte.
Iluminada de tus ojos
vendrá la luna,
vendrá la luna por el aire.
Tú me querrás inmensamente.
Mi corazón será infinito
para la angustia de tu frente.
Yo te daré los sueños míos:
amor, dolor sencillamente.
*
Después será la enamorada
sonrisa, el beso, la memoria
llena de ti, maravillada.
Y el gozo azul de estar contigo
fuera del tiempo, sin palabras.
De golondrina en golondrina
nos llegará la primavera
de la mirada pensativa.
Y un mismo cauce de dulzura
tendrán las rosas y los días.
!--Img



Francisco de Quevedo

Salmo VI Quevedo

-- de Francisco de Quevedo --

¡Que llegue a tanto ya la maldad mía!
Aun Tú te espantarás, que tanto sabes,
eterno Autor del día,
en cuya voluntad están las llaves
del cielo y de la tierra.
Como que, porque sé por experiencia
de la mucha clemencia
que en tu pecho se encierra,
que ayudas a cualquier necesitado,
tan ciego estoy a mi mortal enredo,
que no te oso llamar, Señor, de miedo
de que querrás sacarme de pecado.
¡Oh baja servidumbre:
que quiero que me queme y no me alumbre
la Luz que la da a todos!
¡Gran cautiverio es éste en que me veo!
¡Peligrosa batalla
mi voluntad me ofrece de mil modos!
No espero libertad, ni la deseo,
de miedo de alcanzalla.
¿Cuál infierno, Señor, mi Alma espera
mayor que aquesta sujeción tan fiera?



Bartolomé de Argensola

Si amada quieres ser, Lícoris, ama

-- de Bartolomé de Argensola --

Si amada quieres ser, Licoris, ama;
que quien desobligando lo pretende,
o las leyes de amor jamás comprende,
o la naturaleza misma infama.

Afectuoso el olmo a la vid llama,
con ansias de que el néctar le encomiende,
y ella lo abraza y sus racimos tiende
en la favorecida ajena rama.

¿Querrás tú que a los senos naturales
se retiren avaros los favores,
que (imitando a su autor) son liberales?

No en sí detengan su virtud las flores,
no a tu benignidad los manantiales,
ni su influjo las luces superiores.



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