Buscar Poemas con Querella


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Se han encontrado 27 poemas con la palabra querella

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Adelardo López de Ayala

Improvisación a una prima mía

-- de Adelardo López de Ayala --

Tomar pretendo la expresión guerrera:
miro la luz de tus brillantes ojos,
y al punto se convierten mis enojos
en endecha meliflua y lisonjera.

Me animo, y pienso, cual la vez primera,
en batallas, soldados y despojos...:
Te contemplo otra vez, y mis arrojos
otra vez se derriten cual la cera.

Guerras ya de mi numen no demando:
mas tú no formes contra mí querella,
si voy tus peticiones dilatando:

culpa no más a la piadosa estrella
que a mí me diera corazón tan blando,
o a ti, primita, te formó tan bella.

Poema Improvisación a una prima mía de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Góngora

Ni en este monte, este aire, ni este río

-- de Góngora --

Ni en este monte, este aire, ni este río
corre fiera, vuela ave, pece nada,
de quien con atención no sea escuchada
la triste voz del triste llanto mío;

y aunque en la fuerza sea, del estío,
al viento mi querella encomendada,
cuando a cada cual dellos más le agrada
fresca cueva, árbol verde, arroyo frío,

a compasión movidos de mi llanto,
dejan la sombra, el ramo, y la hondura,
cual ya por escuchar el dulce canto

de aquel que, de Estrimón en la espesura,
los suspendía cien mil veces. ¡Tanto
puede mi mal, y pudo su dulzura!

Poema Ni en este monte, este aire, ni este río de Góngora con fondo de libro

Manuel Acuña

A ch...

-- de Manuel Acuña --

Si supieras, niña ingrata,
lo que mi pecho te adora;
si supieras que me mata
la pasión que por ti abrigo;
tal vez, niña encantadora,
no fueras tan cruel conmigo.

Si supieras que del alma
con tu desdén ha volado
fugaz y triste la calma,
y que te amo más mil veces,
que las violetas al prado
y que a los mares los peces;

tal vez entonces, hermosa,
oyeras el triste acento
de mi querella amorosa;
y atendiendo a mi reclamo,
mitigaras mi tormento
con un beso y un "yo te amo".

Si supieras, dulce dueño,
que tú eres del alma mía
el sólo y único sueño;
y que al mirar tus enojos,
la ruda melancolía
baña en lágrimas mis ojos;

tal vez entonces me amaras,
y con tus labios de niño
mis labios secos besaras;
y cariñosa y sonriente
a mi constante cariño
no fueras indiferente.

Ámame, pues, niña pura
ya que has oído el acento
del que idolatrarte jura;
y atendiendo a mi reclamo,
ven y calma mi tormento
con un beso y un "yo te amo".

Poema A ch... de Manuel Acuña con fondo de libro

Jaime Torres Bodet

nocturno

-- de Jaime Torres Bodet --

I
cierra, punto final, única estrella
del firmamento claro todavía,
la estrofa de silencio de este día
en que tu voz, por tácita, descuella.
Desde el alba lo azul te prometía,
última gota en ignición tan bella
que sólo ardiendo como el lacre sella
y sólo sella al tiempo que se enfría.
Ser el adiós ue un cielo sin querella
igual que tú mi espíritu quería
y que, como tu luz, la poesía
cristalizara en mí diáfana estrella,
más transparente cuanto más sombría
fuese la oscuridad en torno de ella.



César Vallejo

marcha nupcial

-- de César Vallejo --

A la cabeza de mis propios actos,
corona en mano, batallón de dioses,
el signo negativo al cuello, atroces
el fósforo y la prisa, estupefactos
el alma y el valor, con dos impactos
al pie de la mirada; dando voces;
los límites, dinámicos, feroces;
tragándome los lloros inexactos,
me encenderé, se encenderá mi hormiga,
se encenderán mi llave, la querella
en que perdí la causa de mi huella.
Luego, haciendo del átomo una espiga,
encenderé mis hoces al pie de ella
y la espiga será por fin espiga.



Pobre importuno

-- de Dionisio de Solís --

¿Por qué aspira sin fruto, Arnardi bella,
a lo que darme tu piedad resiste?
¿por qué mi amor en alcanzar insiste
lo que me impide merecer mi estrella?

¿No fuera bien buscar a mi querella,
en el asilo de mi tumba triste,
el anhelado fin, pues que consiste
mi única dicha y mi consuelo en ella?

¡Necio, que pronto de esperar cansado,
se abate tu pasión, antes osada,
y con el miedo la fortuna mide!

¿Qué amador fue constante y no fue amado?
¿O qué mujer, del hombre importunada,
no la concede al fin lo que le pide?



Dulce María Loynaz

el madrigal de la muchacha coja

-- de Dulce María Loynaz --

Era coja la niña.

Y aquella
su cojera
era
como un ondulamiento
de viento
en un trigal...

Era coja la doncella,
trazaba eses de plata sobre el viento,
hecha a no sé qué curva sideral...

Cristal quebrado era la niña... Mella
de rosas, por el pie quebrada
(¡y sin cristal que la tuviera alzada!...):
Una rosa cortada
que cae al suelo y que el que pasa huella.

La niña cojeaba
y su cojera en una sonrisa recataba
sin acritud de llanto ni querella:

como la noche sella
su honda herida de luz-alba o centella-,
así sellaba
ella
la herida que en su pie se adivinaba...

Nadie la hallara bella;
pero había en ella
como una huella
celeste... Era coja la niña:

se hincó el pie con la punta de una estrella.



Enrique González Martínez

porque ya mis tristezas...

-- de Enrique González Martínez --

Porque ya mis tristezas son como los matices
sombríos de los cuadros en que la luz fulgura;
porque ya paladeo la gota de la amargura
en el dorado néctar de las horas felices;

porque sé abandonarme, con la santa inconsciencia
de una tabla que flota, sobre el mar de la vida,
y aparté de mis labios la manzana prohibida
con que tentarme quiso el árbol de la ciencia;

porque supe vestirme con el albo ropaje
de mi niñez ingenua, aspirar el salvaje
aroma de los campos, embriagarme de sol,
y mirar como enantes el pájaro y la estrella
(el pájaro que un día me contó su querella;
la estrella que una noche conmigo sonrió),

y porque ya me diste la calma indeficiente,
vida, y el don supremo de la sonrisa franca,
sobre la piedra blanca voy a posar mi frente
y marcaré este día con otra piedra blanca. . .



Pedro Soto de Rojas

Quejas disculpadas

-- de Pedro Soto de Rojas --

Del áspero segur la seca rama
se querella, si al fuego la condena;
la blanca vela, de la parda entena,
si su tesoro el Aquilón derrama;

si al coral falta su cerúlea cama,
se altera endurecido en tierra ajena;
el mal seguro leño en mar serena,
gimiendo, al monstruo que le rige infama.

Éstos se quejan sin tener sentido,
sin tener vida: pues que vivo, y siento
fuego en mi pecho, mares en mis ojos,

la boca en aire y a la tierra asido,
portentoso de amor soy vencimiento.
Deja, Fénix, que sienta mis enojos.



Juan de Arguijo

Narciso

-- de Juan de Arguijo --

Crece el insano amor, crece el engaño
Del que en las aguas vió su imágen bella;
Y él, sola causa en su mortal querella,
Busca el remedio y acrecienta el daño.

Vuelve á ver en la fuente ¡caso extraño!
Que della sale el fuego; mas en ella
Templario piensa, y la enemiga estrella
Sus ojos cierra al fácil desengaño.

Fallecieron las fuerzas y el sentido
Al ciego amante amado; que á su suerte
La belleza fatal cayó rendida;

Y ahora, en flor purpúrea convertido,
La agua, que fué principio de su muerte,
Hace que crezca, y prueba á darle vida.



Juan de Tassis y Peralta

amor no es voluntad, sino destino

-- de Juan de Tassis y Peralta --

De violenta pasión y fe con ella;
elección nos parece y es estrella
que sólo alumbra el propio desatino.
Milagro humano es símbolo divino,
ley que sus mismas leyes atropella,
ciega deidad, idólatra querella,
que da fin y no medio a su camino.
Sin esperanza, y casi sin deseo,
recatado del propio pensamiento,
en ansias vivas acabar me veo.
Persuasión eficaz de mi tormento,
que parezca locura y devaneo
lo que es amor, lo que es conocimiento.



Gutierre de Cetina

en la muerte de la princesa doña maría

-- de Gutierre de Cetina --

La gran dea de los partos invidiosa
de ver que haya en el cielo alguna estrella
de mayor resplandor y beldad que ella,
del marido y hermano está quejosa.
Júpiter que agradar desea a la esposa,
si bien conoce injusta su querella,
«traigamos acá dijo otra más bella
y así venus será menos hermosa».
Por el mundo la va juno buscando,
y en pincia, por común desaventura,
de una princesa al parto se destina.
Mas no tan presto la ha mirado, cuando
al cielo se llevó su hermosura.
¡Ay, invidia crüel, fiera lucina!



Gutierre de Cetina

ni por mostrarse blanda ni piadosa

-- de Gutierre de Cetina --

La imagen que en el alma amor me sella,
ni porque ceda a su color más bella
el blanco lirio y la bermeja rosa,
ni por mostrarse fiera y desdeñosa,
ni por fingir de mi falsa querella,
ni por estar presente o nunca vella,
ni por estar contenta ni quejosa,
mi alma se verá que de otro fuego
arda jamás, ni que se borre un punto
la imagen que ya en ella está esculpida.
Tan dulce hizo amor el nudo ciego
que no puede amargar, si todo junto
fuese de ajenjo el resto de mi vida.



Salvador Díaz Mirón

En el álbum de la señorita Ana Markoe

-- de Salvador Díaz Mirón --

Espléndida rosa de mágico prado
que entreabre sus hojas al sol del amor,
eso eres, Anita. Yo soy, a tu lado,
la espina en la rosa, la nube en el sol.

Dejé mis riberas, mi nido de palma,
colgado de un árbol dejé mi rabel;
tendí en el espacio las alas de mi alma
y llego y murmuro mi nombre a tus pies.

Es flor de los cielos la pálida estrella,
es flor de las ondas la espuma del mar,
es flor del recuerdo mi dulce querella,
es flor que se muere si en tu alma no está.



Mario Benedetti

compañero de olvido

-- de Mario Benedetti --

A juan gelman
un jour passera la camaraderie inerte de l'oubli
rené char
compañero remoto en tu fe de madera
alerta en la querella que no se desvanece
transcurres por los sueños y el incierto futuro
sin parpadear ni vernos custodio de la noche
hacedores de inviernos y socorros mendigos
legatarios de brumas y expiaciones
se borran y te borran del próximo presagio
dictándote el olvido y olvidándote
de poco y nada sirven los residuos
de las dulzuras o de las borrascas
pero aun si proteges tu dolor bajo llave
igual han de llegarte mi alarma y mi consuelo
compañero de olvido en el olvido
estamos recordándonos sabiéndonos
solidarios sin nombre solitarios
de a uno o en montón pero insepultos
compañero de olvido no te olvido
tus tormentos asoman en mis sienes blancuzcas
el mundo cambia pero no mi mano
ni aunque dios nos olvide olvidaremos



Mario Benedetti

sonata para adiós y flauta

-- de Mario Benedetti --

Te vas tan sola como siempre
te echaremos de menos
yo y los abrazos de la tarde
yo y mi alma y mi cuerpo
tu larga sombra se resiste
a abandonarnos pero
has decidido que se fuera
contigo a todo riesgo
de todos modos no querría
que enterraras tu sueño
aquel en que tu amor de nadie
era como un estreno
te vas de nuevo no sé a dónde
y tu adiós es un eco
que se prolonga y nos alude
como un último gesto
nunca guardaste la ternura
como pan para luego
estoy seguro de encontrarla
liviana entre tus pechos
te vas con paso de derrota
pero no me lo creo
siempre has vencido en tu querella
contra el odio y el miedo
quién sabe allá lo que te aguarda
ese allá tan desierto
que se quedó sin golondrinas
todo erial todo invierno
mas si una tarde te extraviaras
entre el mar y el espejo
recuerda siempre que aquí estamos
yo y mi alma y mi cuerpo



Miguel de Cervantes

A un valentón

-- de Miguel de Cervantes --

Un valentón de espátula y gregüesco
que a la muerte mil vidas sacrifica,
cansado del oficio de la pica,
mas no del ejercicio picaresco,
retorciendo el mostacho soldadesco
por ver que ya su bolsa le repica,
a un corrillo llegó de gente rica
y en el nombre de Dios, pidió refresco.
“Den voacedes, por Dios, a mi pobreza
--les dice--, donde no, por ocho santos
que haré lo que suelo sin tardanza.”
Mas uno que a sacar la espada empieza
“¿Con quién habla—le dijo—el tragacantos?
Si limosna no alcanza,
¿qué es lo que suele hacer en tal querella?”
Respondió el bravonel: “Irme sin ella”

Esta obra se encuentra en dominio público. Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio público.



Juan Ramón Molina

Pesca de Sirenas

-- de Juan Ramón Molina --

Péscame una sirena, pescador sin fortuna
Que yaces pensativo del mar junto a la orilla
Propicio es el momento porque la vieja luna
Como un mágico espejo entre las olas brilla

Han de venir hasta esta rivera una tras una
Mostrando a flor de agua su seno sin mancilla
Y cantarán en coro, no lejos de la duna
Su canto que a los pobres marinos maravilla

Penetra al mar entonces y escoge la más bella
Con tu red envolviéndola, no escuches su querella
Que es como el canto aleve de la mujer. El sol,

La mirará mañana entre mis brazos loca
Morir bajo el martirio divino de mi boca
Moviendo entre mis piernas su cola tornasol.



Francisco de Quevedo

parnaso español 32

-- de Francisco de Quevedo --

Tú, ya, ¡oh ministro!, afirma tu cuidado
en no injuriar al mísero y al fuerte;
cuando le quites oro y plata, advierte
que le dejas el hierro acicalado.
Dejas espada y lanza al desdichado,
y poder y razón para vencerte;
no sabe pueblo ayuno temer muerte;
armas quedan al pueblo despojado.
Quien ve su perdición cierta, aborrece,
más que su perdición, la causa de ella;
y ésta, no aquélla, es más quien le enfurece.
Arma su desnudez y su querella
con desesperación, cuando le ofrece
venganza del rigor quien le atropella.



Francisco de Quevedo

Salmo X Quevedo

-- de Francisco de Quevedo --

Trabajos dulces, dulces penas mías,
pasadas alegrías
que atormentáis ahora mi memoria,
dulce en un tiempo, sí, mas breve gloria
gozada en años y perdida en días;
tarde y sin fruto derramados llantos,
si sois castigo de los cielos santos,
con vosotros me alegro y me enriquezco,
porque sé de mí mismo que os merezco,
y me consuelo más que me lastimo;
mas, si regalos sois, más os estimo,
mirando que en el suelo,
sin merecerlo, me regala el cielo.
Perdí mi libertad, mi bien con ella:
no dejó en todo el cielo alguna Estrella
que no solicitase,
entre llantos, la voz de mi querella,
¡tanto sentí mirar que me dejase!
Mas ya, ver mi dolor, me he consolado
de haber mi bien perdido,
y en parte de perderle me he holgado,
por interés de haberle conocido.



Francisco Sosa Escalante

Último adiós

-- de Francisco Sosa Escalante --

Tal como queda solitario el huerto
De invernal estacion á los rigores,
Sin la dulce ilusión de tus amores
Está mi triste corazón desierto.

Como suspira el navegante el puerto
De negra tempestad en los horrores,
Buscaba ansioso del hogar las flores
Do tus excelsas cualidades cierto.

Ay! todo en vano fué! seguí tu huella
Ansiando, ingrata, proclamarte mía,
Y escuchar no quisiste mi querella.

Murió la luz de la esperanza mía,
De mi ventura se nubló la estrella
Y eterno adios mi corazón te envía.



José Joaquín de Olmedo

Canción II

-- de José Joaquín de Olmedo --

Divino encanto,
si acaso mi llanto
mueve tu atención,
cesa en el empeño
de herir con tu ceño
al que te hizo dueño
de su corazón.

Y si te ofendo,
ingrata, diciendo
mi dolencia atroz,
moriré fino,
pues ya me convino
el dulce destino
de morir por vos.

Nada dijera
si callar pudiera
tan grave dolor.
Mas nadie sabe
que siendo tan grave
en mí ya no cabe
todo su rigor.

¡Ay!, bella ingrata,
si tu rigor trata
de abatir mi amor,
mi pecho amante
morirá al instante
con una constante
desesperación.

Y si no dejas
que quepa en mis quejas
todo tu rigor,
ingrata bella,
con dura querella,
maldigo la estrella
que a ti me rindió.



Baltasar del Alcázar

Dios nos guarde

-- de Baltasar del Alcázar --

De la que a nadie despide
y al que la pide a las nueve
a las diez ya no le debe
nada de lo que la pide:
De la que así se comide
como si no hubiera tarde
Dios nos guarde
De la que no da esperanza,
porque no consiente medio
entre esperanza y remedio,
que el uno al otro no alcanza;
de quien desde su crianza
siempre aborreció dar tarde
Dios nos guarde
De la que en tal punto está
que de todo se adolece,
y al que no la pide ofrece
lo que al que le pide da;
de quien dice al que se va
sin pedirla, que es cobarde,
Dios nos guarde.
De la que forma querella
de quien en su tierna edad
le impidió la caridad
y los ejercicios de ella;
de la que si fue doncella
no se acuerde por ser tarde,
Dios nos guarde



Carolina Coronado

canción I

-- de Carolina Coronado --

Mis ojos, laura, vertieron
mil veces lloro a raudales,
mas nunca lágrimas fueron
a estas lágrimas iguales.
El tierno y bello cantor
que en dulcísima querella
trova las penas de amor...,
¿Canta por ti o por estrella?
¡por ella sólo, por ella!
nunca tan grande aflicción,
tan grande pena he sentido,
¡tengo, laura, el corazón
mitad por mitad partido!
aquella luz penetrante
que de sus ojos destella
y aquel hablar palpitante...
¿Eran tal vez por estrella?
¡por ella sólo, por ella!
negras sombras, laura mía,
siempre adonde miro veo,
y como estoy en el día
y ciega o loca me creo:
aquel ramillete hermoso
con la rica cinta aquella
que a entrambos dio cariñoso...
¿Era no más para estrella?
¡para ella sólo, para ella!
ay, laura, que si mis ojos
el sueño logra cerrar
se acrecientan mis enojos
con lo que acierto a soñar;
aquella música bella
que a nuestras rejas sonaba
¿no sabes por quién la daba?
¿era también por estrella?
¡por ella sólo, por ella!



Carolina Coronado

última réplica a otra contestación a la anterior

-- de Carolina Coronado --

¡extremada bizarría!
¡rendimiento cortesano!
¡bondad la del castellano
consumadísima es,
pues con una dama altiva
mueve altivo una querella,
por que logre el triunfo ella
de que se rinda a sus pies!
a quien vencido se aclama
con tan noble gallardía,
no tiene la musa mía
nada, señor, que añadir;
si no es que a vos mucho estima
el sacrificio costoso
del empeño generoso
que os obliga a desistir.
Tal hazaña en vos excede
a una cumplida victoria,
que a veces está la gloria
más que en triunfar, en ceder;
triunfo alcanzáis en rendiros
con galán comedimiento,
mayor que el merecimiento
que lograrais en vencer.
Básteos, señor, esto y dejo
que desdeñados garzones
formen grandes coaliciones
en sus odios contra mí,
pues el odio es tan amargo
para el alma que lo siente,
que odiándome injustamente
la pena llevan en sí.



Clemente Althaus

A una viuda (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

En su gruta la fiera, y en su nido
reposa el ave; yace el mar sin olas;
vierte el Sueño do quier sus amapolas
y de los males el sabroso olvido.

Pero, por más que asalte tu sentido,
cerrar no logra tus pupilas solas;
tú solamente su precepto violas,
dando al trabajo lo que suyo ha sido.

Mas de ti vanamente se querella;
con tan crecida prole, sin esposo,
es bien que veles sin cesar por ella;

y el insomnio prefieras al reposo
con que, viéndote aún joven y bella,
te convida opulento voluptuoso.



Cristóbal de Castillejo

respuesta

-- de Cristóbal de Castillejo --

No sé si huya de vos
o busque quien me defienda;
porqu'en tan estrecha senda
no ternéis en mucho a dos
si corréis suelta la rienda.

Y aunqu'el mote no fué nuevo,
nueva querella me llama
de vengarme con renuevo,
si en mí prueba vuestra dama
cuán justamente os desama.



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