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Se han encontrado 9 poemas con la palabra privado

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Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 21

-- de Jorge Manrique --

Pues aquel gran condestable,
maestre que conocimos
tan privado,
no cumple que de él se hable,
sino sólo que lo vimos
degollado.
Sus infinitos tesoros,
sus villas y sus lugares,
su mandar,
¿qué le fueron sino lloros?
¿qué fueron sino pesares
al dejar?

Poema coplas por la muerte de su padre 21 de Jorge Manrique con fondo de libro

Emilio Bobadilla

Derroche nocivo

-- de Emilio Bobadilla --

Millones y millones derrochas en cañones
—¡con qué placer te aprestas a matar al vecino!—
y en tus vicios derrochas millones y millones
porque naciste loco, criminal, libertino.

Haces el bien a gritos porque lo sepan todos;
en lo privado, injusto; en público, altruísta;
para lograr tus fines ¡qué variedad de modos!
y siéndolo, no quieres pasar por egoísta.

Las fachadas ¡qué limpias y lo interno qué sucio!
¿Por qué en engañarte y engañarnos te aferras,
tú, que invocas lo bueno de un Cristo o de un Confucio?

¡Cuánto de paradójico tu pensamiento tiene:
siempre tienes dinero para vicios y guerras;
nunca tienes dinero para escuelas e higiene!

Poema Derroche nocivo de Emilio Bobadilla con fondo de libro

Rafael María Baralt

A la señorita venezolana Teresa G.

-- de Rafael María Baralt --

Si del Guaire gentil en la ribera
naciste ufana entre risueñas flores,
y sus plateadas ondas los ardores
del sol templaron en tu edad primera.

Si allí constante daba primavera
a tus tersas mejillas sus colores;
si todo te reía, si de amores
en torno a ti brillaba la pradera.

¿Por qué luego, del Betis seducida,
la maternal orilla abandonaste,
prefiriendo el extraño al propio cielo?

Vuelve, Teresa, a do empezó tu vida,
o pagando el amor que me inspiraste,
dame una patria en el hispano suelo.

POETA:

El ardor que me inflama, niño avieso,
a Celia ingrata justiciero inspira,
tu dios, ella mujer, y no te aira,
verla ostentar el corazón ileso.

CUPIDO:

Lleva con gloria de tu amor el peso,
y en tan grande ocasión pulsa la lira.
¿No es sublime el dolor que a Safo inspira
el canto no mortal, en bronce impreso?

POETA:

De intentar el gran salto no respondo,
ni de vate llorón, quiero yo estado,
fugitivo andaré. ¿Dónde me escondo?

CUPIDO:

Emprende ufano entre celestes flores.
Y en tanto muero de tu luz privado;
que no verte es morir ídolo amado.

Poema A la señorita venezolana Teresa G. de Rafael María Baralt con fondo de libro

Gutierre de Cetina

cercado de terror, lleno de espanto

-- de Gutierre de Cetina --

En la barca del triste pensamiento,
los remos en las manos del tormento,
por las ondas del mar del propio llanto,
navegaba vandalio; y si algún tanto
la esperanza le da propicio el viento,
la imposibilidad en un momento
le cubre el corazón de obscuro manto.
«Vandalio, ¿qué harás hora? decía.
Fortuna te ha privado de la estrella
que era en el golfo de la mar tu guía».
Y andándola a buscar, ciego sin ella,
cuando por más perdido se tenía,
la vio ante los nublados ir más bella.



Gutierre de Cetina

de sola religión vana movido

-- de Gutierre de Cetina --

Bárbaro, que en su fe piensa salvarse,
de la patria, tal vez, suele alejarse
y en la extraña pasar desconocido.
Pobre, cansado, solo y afligido,
adorado el lugar do fue a votarse,
por más no ver, quiere del ver privarse,
no creyendo ya ver más bien que vido.
Si el ver otra beldad no he procurado,
de aquí viene, señora, y de aquel fuego
que en mi alma se enciende de miraros.
De ver otras yo mismo me he privado;
y en medio de mi mal quedé, aunque ciego,
contento con el bien de contemplaros.



Vicente García de la Huerta

Agradecimiento a la memoria del amor

-- de Vicente García de la Huerta --

Acostumbrado, Filis, a tu halago
y privado ya de él por tiranía
de mi suerte, las glorias de algún día
con doblados tormentos satisfago.

¿Quién tan mortal y tan acerbo trago
de tan grade dulzura esperaría,
que ni tan corto tiempo trocaría
tanto placer en tan terrible estrago?

Pero, ¿cómo es posible que yo sienta
pesar alguno tras de gusto tanto,
por más que amor me niegue ya su gloria?

Pues para disipar cualquier tormenta,
en el mar proceloso del quebranto,
tengo un iris seguro en mi memoria.



Vicente García de la Huerta

Preferencia dada a todas las desdichas sobre los celos

-- de Vicente García de la Huerta --

De tu dueño tirano los recelos,
castigo de una vil desconfianza,
con dilatar el fin a mi esperanza
defraudan de su logro a mis anhelos.

Él pena, Filis, con sus duros celos,
y como tanto mal a mí me alcanza,
dudo a donde se inclina la balanza,
Filis, si a su pesar o mis desvelos.

Él goza, aunque celoso, tu hermosura,
si bien aborrecido; yo, privado
de tanta gloria, aunque adorado, muero.

Pero, ¿dónde me lleva mi locura?
Muera mil veces yo desesperado,
que antes morir que estar celoso quiero.



Juan Ruiz Arcipreste de Hita

libro de buen amor 12

-- de Juan Ruiz Arcipreste de Hita --

Mis ojos no verán lus
pues perdido he a crus.
Crus crusada, panadera,
tomé por entendedera,
tomé senda por carrera
como andalús.
Coydando que la avría,
díxelo a fernand garçía
que troxiese la pletesía
et fuese pleytés e dus.
Díxome que l' plasía de grado
e físose de la crus privado,
a mí dio rumiar salvado
él comió el pan más dus.
Prometiol' por mi consejo
trigo que tenía añejo,
et presentol' un conejo
el traidor falso marfús.
Dios confonda mensajero
tan presto e tan ligero:
non medre dios tal conejero,
que la caça ansí adús.
Quando la crus veía, yo siempre me omillava,
santiguábame a ella do quier que la fallava,
el compaño de çerca en la crus adorava,
del mal de la crusada yo non me reguardava.
Del escolar goloso compañero de cucaña
fise esta otra trova, non vos sea estraña,
ca de ante nin después non fallé en españa
quien ansí me fesiese de escarnio magadaña.
Lt;lt;lt;
índice de la obra
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Clemente Althaus

Imitaciones

-- de Clemente Althaus --

I

Breve carta, oh bella infiel,
mi inmensa pasión mal pinta:
y si la mar fuera tinta
y el cielo fuera papel,
antes que poder pintar
mi amor y constante duelo,
se llenara todo el cielo
y se secara la mar.

II

¿No te parece, di, mortal pecado
robarme y no volverme el corazón?
¿Qué sacerdote, di, te ha confesado,
que te ha podido dar la absolución?

III

A Roma la celebrada
para ver San Pedro fui,
y estuve casi en la entrada:
pero me acordé de ti
y me volví sin ver nada.

IV

A mirar el cielo ven:
¡Qué de estrellas! pues son más
los pesares que me das
con tu continuo desdén.

V

Dicen que a casarte vas:
¡Ah! no te cases: espera;
deja que ésta triste muera
Y después te casarás.

VI

Perdí mi corazón, y todos dicen
que tú lo has encontrado:
devuélvemelo pues, niña del alma,
o dame el tuyo en cambio.

VII

A ti pie siento llevar,
privado de mi albedrío,
como el arroyuelo al río
o como el río a la mar.



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