Buscar Poemas con Prisionero


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Se han encontrado 23 poemas con la palabra prisionero

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Líber Falco

Sobre los muros

-- de Líber Falco --

Hoy subo veinte cometas.
¡Sobre los muros
veinte cometas!

............................

Debajo de un muro triste
estaba mi corazón.
Como un avaro oculto contando su dinero,
estaba mi corazón.
¿Como un avaro o como un prisionero?
Ah...

¡Júbilo marinero!
no más muro carcelero
ni corazón prisionero.
Ya sobre los viejos muros,
está mi corazón.
Y sobre el muro que el hombre
puso al hombre
está mi corazón.

Sube mi corazón, cometa mía.
Roja lágrima mía, encendida en el día
y en el día latiendo amaneceres.
¡Sube! Mi corazón...!

Poema Sobre los muros de Líber Falco con fondo de libro

Leandro Fernández de Moratín

soneto. el rey d. sebastián

-- de Leandro Fernández de Moratín --

el rey d. Sebastián
cede al temor el luso fugitivo,
y el rey cercado de enemiga gente,
desnuda ya la coronada frente,
resiste y lidia con esfuerzo altivo.
Los que le quieren prisionero y vivo
(aunque solo morir matando intente)
discordes en su cólera insolente,
sangre derraman por el gran cautivo.
Amor, que visto el mal partió derecho
con treinta lanzas de gomeles bravos,
para estorbar el bélicoso trance:
«qué importa», dijo (y le atraviesa el pecho)
«un hombre más al número de esclavos?
muera... Toca añadir: siga el alcance».

Poema soneto. el rey d. sebastián de Leandro Fernández de Moratín con fondo de libro

Luis Cernuda

adolescente fui en días idénticos a nubes,

-- de Luis Cernuda --

Cosa grácil, visible por penumbra y reflejo,
y extraño es, si ese recuerdo busco,
que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy.
Perder placer es triste
como la dulce lámpara sobre el lento nocturno;
aquél fui, aquél fui, aquél he sido;
era la ignorancia mi sombra.
Ni gozo ni pena; fui niño
prisionero entre muros cambiantes;
historias como cuerpos, cristales como cielos,
sueño luego, un sueño más alto que la vida.
Cuando la muerte quiera
una verdad quitar de entre mis manos,
las hallará vacías, como en la adolescencia
ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.

Poema adolescente fui en días idénticos a nubes, de Luis Cernuda con fondo de libro

Líber Falco

La noche, afuera, era un vuelo oscuro

-- de Líber Falco --

La noche, afuera, era un vuelo oscuro.
Un viento oscuro, arrebatando el mundo.
Un ferrocarril, como un inquieta lombriz
remontaba los aires.
Tristes gallos quejándose con su sola nota.
Tristes aullaban los ferrocarriles, y por el aire
con su sola nota quejábanse los gallos.
Los perros gemían trasqueando rabiosamente
la enorme masa oscura que pasa y que los lleva.

La noche era un viento.
Un vuelo oscuro.
Y tú un prisionero a solas
con un solo pensamiento.



Jorge Luis Borges

jonathan edwards (1703 1785)

-- de Jorge Luis Borges --

(1703-1785)
lejos de la ciudad, lejos del foro
clamoroso y del tiempo, que es mudanza,
edwards, eterno ya, sueña y avanza
a la sombra de árboles de oro.
Hoy es mañana y es ayer. No hay una
cosa de dios en el sereno ambiente
que no le exalte misteriosamente,
el oro de la tarde o de la luna.
Piensa feliz que el mundo es un eterno
instrumento de ira y que el ansiado
cielo para unos pocos fue creado
y casi para todos el infierno.
En el centro puntual de la maraña
hay otro prisionero, dios, la araña.



Jorge Luis Borges

ajedrez

-- de Jorge Luis Borges --

i
en su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.
Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.
En el oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.
Ii
tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?



Diego de Torres Villarroel

cuenta los pasos de la vida

-- de Diego de Torres Villarroel --

De asquerosa materia fui formado,
en grillos de una culpa concebido,
condenado a morir sin ser nacido,
pues estoy no nacido y ya enterrado.
De la estrechez obscura libertado,
salgo informe terrón no conocido,
pues sólo de que aliento es un gemido
melancólico informe de mi estado.
Los ojos abro, y miro lo primero
que es la esfera también cárcel obscura;
sé que se ha de llegar el fin postrero.
Pues ¿adónde me guía mi locura,
si del ser al morir soy prisionero,
en el vientre, en el mundo y sepultura?



Emilio Bobadilla

El valor de la vida

-- de Emilio Bobadilla --

Del frío y de la nieve con temor te resguardas
y al amago tan sólo de una fiebre benigna,
llamas de prisa al médico, cual si fuese maligna,
y arropado hasta el cuello, cama afligido guardas.

Si te roban o atentan a tu vida, castigan
a presidio o al palo al audaz delincuente,
y si cualquiera en público te grita o te desmiente
le mandas los padrinos y a batirse le obligan.

Aun en defensa propia matar a alguien te aterra.
En la guerra, al contrario, matar es un deporte:
no es lo mismo la vida en la paz que en la guerra.

Qué más da que te maten, que caigas prisionero,
o que un médico ignaro una pierna te corte...
En la paz eres alguien; en la guerra eres cero...



Salvador Rueda

sonetos V

-- de Salvador Rueda --

Tíñese el mar de azul y de escarlata;
el sol alumbra su cristal sereno,
y circulan los peces por su seno
como ligeras góndolas de plata.

La multitud que alegre se desata
corre a la playa de las ondas freno,
y el musculoso pescador moreno
la malla coge que cautiva y mata.

En torno de él la muchedumbre grita,
que alborozada sin cesar se agita
doquier fijando la insegura huella.

Y son portento de belleza suma:
la red, que sale de la blanca espuma:
y el pez, que tiembla prisionero en ella.

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A un amigo (Castro)

-- de Vicenta Castro Cambón --

¿Por qué exigir que pulse mi lira enmudecida
si ayes sólo saben su cuerda exhalar?
Mi arpa vibró sólo por el dolor herida
en las amargas horas de mi azarosa vida,
y dió a mi llanto forma de fúnebre cantar.

Si apenas nace el día y encantos y primores,
la vida y la esperanza despiertan por doquier,
en tanto que celebran el día aves y flores,
quisiera que la noche sin astros ni fulgores
tornase ya de nuevo sus alas a extender.

Comprendo ese egoísmo, cantar así mis penas,
que a cada uno basta su propio padecer;
mas, como el prisionero que llora en sus cadenas,
gemir sólo supieron en horas aun serenas,
mi corazón de niña, mis labios de mujer.

No temo, no, que el eco de esta canción doliente,
en algún modo pueda turbar la ajena paz;
porque donde el bullicio de aves mil, se siente,
realzan su alegría gimiendo tristemente
la dulce tortolita, la tímida torcaz.



Anónimo

Romance del prisionero

-- de Anónimo --

Que por mayo era, por mayo,
cuando los grandes calores,
cuando los enamorados
van servir á sus amores,
sino yo, triste mezquino,
que yago en estas prisiones,
que ni sé cuándo es de dia,
ni ménos cuándo es de noche
sino por una avecilla
que me cantaba al albor:
matómela un ballestero;
¡déle Dios mal galardon!



Miguel Unamuno

La unión con Dios

-- de Miguel Unamuno --

Querría, Dios, querer lo que no quiero;
fundirme en Tí, perdiendo mi perstma,
este terrible yo por el que muero
y que mi mundo on derredor encona.

Si tu mano derecha me abandona
qué será de mi suerte? prisionero
quedaré de mí mismo; no perdona
la nada al hombre, su hijo, y nada espero.



Nicolás Fernández de Moratín

El león y el ratón (Moratín)

-- de Nicolás Fernández de Moratín --

Estaba un ratoncillo aprisionado
en las garras de un león; el desdichado
en la tal ratonera no fue preso
por ladrón de tocino ni de queso,
sino porque con otros molestaba
al león, que en su retiro descansaba.

Pide perdón, llorando su insolencia;
al oír implorar la real clemencia,
responde el Rey en majestuoso tono
(no dijera más Tito): «Te perdono.»

Poco después, cazando, el león tropieza
en una red oculta en la maleza;
quiere salir, mas queda prisionero;
atronando la selva ruge fiero.
El libre ratoncillo, que lo siente,
corriendo llega; roe diligente
los nudos de la red de tal manera
que al fin rompió los grillos de la fiera.

Conviene al poderoso
para los infelices ser piadoso;
tal vez se puede ver necesitado
del auxilio de aquel más desdichado.



Juan Meléndez Valdés

Las armas del amor

-- de Juan Meléndez Valdés --

De tus doradas hebras, mi señora,
Amor formó los lazos para asirme;
de tus lindos ojuelos, para herirme,
las flechas y la llama abrasadora.

Tu dulce boca, que el carmín colora,
su púrpura le dio para rendirme;
tus manos, si al encanto quise huirme,
nieve que en fuego se me vuelve ahora.

Tu voz suave, tu desdén fingido
y el albo seno, do el placer se anida,
pábulo añaden al ardor primero.

Amor con tales armas me ha rendido;
¡ay armas celestiales!, ¡ay mi vida!,
yo soy, yo quiero ser tu prisionero.



Juan Meléndez Valdés

Quédese de tu templo ya colgados

-- de Juan Meléndez Valdés --

Quédese de tu templo ya colgados
vistiendo sus paredes mis despojos
ya basta Amor de engaños y de enojos
no quiero más tu guerra y tus cuidados.

Dos años te he seguido mal gastados
que inútilmente lloran hoy mis ojos;
flores pensé coger y halleme abrojos
vuelvo atrás de mis pasos mal andados.

Tuya es, oh Amor, la culpa (y yo la pena
llevo de te servir arrepentido)
que halagas blando y te descubres fiero.

Mas, ay, romper no puedo la cadena;
¡Oh tirano cruel que al que has rendido
guardas toda la vida prisionero!



Juan Meléndez Valdés

Señora mía, si porque yo os quiero

-- de Juan Meléndez Valdés --

Señora mía, si porque yo os quiero
con una fe tan verdadera y pura
cada vez en mi daño más segura
vos gustáis de acabarme y yo ya muero,

¿qué os queda más que hacer con aquel fiero
que intente desdeñar vuestra hermosura
y el duro pecho, más que piedra dura,
negar os quiera ya por prisionero?

Si el amor me pagáis con mil rigores
y mi honesta afición es desdeñada,
¿con qué castigaréis a quien no os quiera?

Volved, que amor solo merece amores
y una tal voluntad ser bien pagada
y quien fiero no os ame solo muera.



Federico García Lorca

El diamante

-- de Federico García Lorca --

El diamante de una estrella
Ha rayado el hondo cielo,
Pájaro de luz que quiere
Escapar del universo
Y huye del enorme nido
Donde estaba prisionero
Sin saber que lleva atada
Una cadena en el cuello.

Cazadores extrahumanos
Están cazando luceros,
Cisnes de plata maciza
En el agua del silencio.

Los chopos niños recitan
La cartilla. Es el maestro
Un chopo antiguo que mueve
Tranquilo sus brazos viejos.

Ahora en el monte lejano
jugarán todos los muertos
a la baraja. ¡Es tan triste
la vida en el cementerio!

¡Rana, empieza tu cantar!
¡Grillo, sal de tu agujero!
Haced un bosque sonoro
Con vuestras flautas. Yo vuelo
Hacia mi casa intranquilo.

Se agitan en mi recuerdo
Dos palomas campesinas
Y en el horizonte, lejos,
Se hunde el arcaduz del día.
¡Terrible noria del tiempo!



Francisco de Quevedo

parnaso español 26

-- de Francisco de Quevedo --

Quitar codicia, no añadir dinero,
hace ricos los hombres, casimiro:
puedes arder en púrpura de tiro
y no alcanzar descanso verdadero.
Señor te llamas; yo te considero,
cuando el hombre interior que vives miro,
esclavo de las ansias y el suspiro,
y de tus propias culpas prisionero.
Al asiento del alma suba el oro;
no al sepulcro del oro l'alme baje,
ni le compita a dios su precio al lodo.
Descifra las mentiras del tesoro;
pues falta (y es del cielo este lenguaje)
al pobre, mucho; y al avaro, todo.



Francisco Sosa Escalante

Coanacoch

-- de Francisco Sosa Escalante --

¡Oh rey alcohuacano sin ventura,
Del infame Ixtlixochitl prisionero!
¿Por qué en las horas del combate fiero
Así te respetó la muerte dura?

Tu noble cuerpo, de infernal tortura
Libre quedara entónce hasta el postrero
Instante del vivir, y altivo, entero,
Defendieras la patria con bravura.

Heróicos hechos de eternal memoria
Hubieran señalado tu camino,
El libro enriqueciendo de tu historia!

No así lo quiso tu fatal destino;
Mas nada amengua tu brillante gloria
Y eterno luce tu blasón divino.



Claudio Rodríguez

ajeno

-- de Claudio Rodríguez --

Largo se le hace el día a quien no ama
y él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto y duro del cuerpo, su cascada
canción, siempre sonando a lejanía.
Cierra su puerta y queda bien cerrada;
sale y, por un momento, sus rodillas
se le van hacia el suelo. Pero el alba,
con peligrosa generosidad,
le refresca y le yergue. Está muy clara
su calle, y la pasea con pie oscuro,
y cojea en seguida porque anda
sólo con su fatiga. Y dice aire:
palabras muertas con su boca viva.
Prisionero por no querer, abraza
su propia soledad. Y está seguro,
más seguro que nadie porque nada
poseerá; y él bien sabe que nunca
vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,
¿cómo podemos conocer o cómo
perdonar? día largo y aún más larga
la noche. Mentirá al sacar la llave.
Entrará. Y nunca habitará su casa.



Clemente Althaus

A un cóndor enjaulado

-- de Clemente Althaus --

Un tiempo, allá en el suelo americano,
rey te aclamó la voladora plebe,
y de los Andes la más alta nieve
atrás dejabas en tu vuelo ufano:

el espacio sin fin del aire vano
era tu imperio; mas en cárcel breve
hoy en vano tus alas alza y mueve
tu no perdido instinto soberano.

¡Cuánto, al mirarte, oh cóndor, me apïadas
preso, y en suelo, como yo, extranjero!
Mas yo pronto a las playas adoradas

de mi dulce Perú tornar espero,
y tú, blanco curioso a las miradas,
ausente morirás y prisionero.



Clemente Althaus

Ansia del cielo

-- de Clemente Althaus --

Tal vez el cielo, que por noble patria
confiesa el alma, y sin cesar la llora,
doloroso contemplo y pensativo,
desde este triste valle de miseria
do prisionero vivo;
cual desde orilla mora,
en encendidas lágrimas deshecho,
mirar solía el Español cautivo
os verdes campos de su dulce Iberia,
al otro lado del hercúleo estrecho;
y, cual sus lazos destrozar ansiaba
para volver nadando a sus hogares,
las cadenas romper de la materia
así entonces anhela el alma esclava,
desnudándose fuerte
del natural espanto de la muerte.



Clemente Althaus

Liras

-- de Clemente Althaus --

La dulce final hora
de mi vivir anhelo, cual anhela
el rayo de la aurora
cansado centinela
que en larga noche solitario vela.
O cual la patria ansía
el desterrado, el puerto el marinero,
el fin del lento día
rendido jornalero,
la cara libertad el prisionero.
Fiero insomnio es mi vida,
largo viaje, durísima faena,
prisión aborrecida
en cruda tierra ajena,
mar borrascosa de peligros llena.
Mi llanto doloroso
la noche implora, el sueño, la llegada:
dadme, dadme el reposo,
dadme la patria amada,
la dulce libertad tan suspirada.



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