Buscar Poemas con Presurosa


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Se han encontrado 16 poemas con la palabra presurosa

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Lloras, oh solitario, y solamente

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Lloras, oh solitario, y solamente
tu llanto te acompaña, que, lloroso,
el eco usurpa deste valle umbroso
y triste oficio desta dulce fuente.

¡Ay cómo en escucharte alivio siente
mi pecho, en sus diluvios caudaloso!
A no ser natural tu son quejoso,
mereciera una ausencia tu corriente.

Lloremos juntos, pues, y dure tanto
que al brío desta fuente presurosa
le dilate sus términos el llanto.

Mas vencerá mi ausencia querellosa,
pues de una ausente ingrata el dulce encanto
es causa a más efectos poderosa.

Poema Lloras, oh solitario, y solamente de Luis Carrillo y Sotomayor con fondo de libro

Góngora

Menos solicitó veloz saeta

-- de Góngora --

Menos solicitó veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda;
agonal carro en la arena muda
no coronó con más silencio meta

que presurosa corre, que secreta
a su fin nuestra edad. A quien lo duda
(fiera que sea de razón desnuda)
cada sol repetido es un cometa.

Confiésalo Cartago, ¿y tú lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
en seguir sombras y abrazar engaños.

Mal te perdonarán a ti las horas,
las horas que limando están los días,
los días que royendo están los años.

Poema Menos solicitó veloz saeta de Góngora con fondo de libro

Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 10

-- de Jorge Manrique --

Los estados y riqueza
que nos dejan a deshora,
¿quién lo duda?
no les pidamos firmeza,
pues son de una señora
que se muda.
Que bienes son de fortuna
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una
ni estar estable ni queda
en una cosa.
↑ A deshora: fuera de tiempo
↑ veloz

Poema coplas por la muerte de su padre 10 de Jorge Manrique con fondo de libro

Fray Luis de León

oda xviii en la ascensión

-- de Fray Luis de León --

¿y dejas, pastor santo,
tu grey en este valle hondo, escuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, ¿te vas al inmortal seguro?

los antes bienhadados,
y los agora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?

¿qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?

aqueste mar turbado,
¿quién le pondrá ya freno? ¿quién concierto
al viento fiero, airado?
estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?

¡ay!, nube, envidiosa
aun deste breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿dó vuelas presurosa?
¡cuán rica tú te alejas!
¡cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!



Gutierre de Cetina

a un lacayo muerto debajo de un carro en el cual iba lucía hariela

-- de Gutierre de Cetina --

Si puede honrar una famosa muerte
la más infame y deshonrada vida,
si la muerte con honra recibida
en gloria del que muere se convierte,
venturoso lacayo, a quien la suerte
concedió tanto bien, tal homicida,
duélate que haya sido en su venida,
presurosa al pasar, pero no fuerte.
¡Morir debajo un peso tan hermoso,
que hace feo al que sostuvo atlante!
¿cuál vida debe ser tan estimada?
¡ójala fuera yo tan venturoso!
tan dulce muerte en un mísero amante
fuera con más razón bien empleada.



Mario Benedetti

hagamos un trato

-- de Mario Benedetti --

Compañera usted sabe
puede contar conmigo
no hasta dos o hasta diez
sino contar conmigo
si alguna vez advierte
que a los ojos la miro
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense que deliro
a pesar de esa veta
de amor desprevenido
usted sabe que puede
contar conmigo
pero hagamos un trato
nada definitivo
yo quisiera contar
con usted es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
quiero decir contar
hasta dos hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
y así quedar tranquilo
que usted sabe que puede
contar conmigo



Miguel Ángel Corral

La mañana (Corral)

-- de Miguel Ángel Corral --

El tenue resplandor del sol naciente
poco a poco los cielos ilumina,
y al fresco soplo de vital ambiente
va huyendo presurosa la neblina.

En los árboles húmedos resbalan
trémulos visos de carmín y de oro,
y aleteando los pájaros exhalan
en trino alegre su cantar sonoro.

La flor, que el aura revolando toca,
entreabre su pétalo fragante,
como una virgen su olorosa boca
al casto beso de su tierno amante.

Y mil murmullos pueblan armoniosos
de músicas errantes el espacio,
mientras el sol en rayos luminosos
ostenta ya su disco de topacio.

Y en medio de tan plácido concierto,
lleno de pena, y de ilusión desnudo,
en mi pecho infeliz ¡ay! casi muerto
sólo mi corazón palpita mudo.

Y ya el sol despejado se levante
por entre un cielo de purpúreo raso,
o luzca su diadema vacilante,
suspenso en los abismos del ocaso,

¡nada me importa a mí! Su rayo ardiente
que el sauce tiñe y dora la arirumba,
viene a quebrarse, pálido, en mi frente
como en la triste piedra de una tumba.



Juan Nicasio Gallego

A Corina ausente

-- de Juan Nicasio Gallego --

Mi solo y dulce amor, Corina hermosa,
anhelada mitad del alma mía,
de cuyos bellos ojos nace el día
puro como en abril purpúrea rosa:

El alma que sin ti jamás reposa,
sin ti, su única gloria y su alegría,
en un gemido el para bien te envía,
pues Febo dio su vuelta presurosa.

Vuelan los años ¡ay! y sin estruendo
fugaz los sigue juventud florida,
su mágica ilusión con ella huyendo.

¡Feliz quien goza el sol de su querida!
¡Y triste aquel, que en soledad gimiendo,
ausente pasa el mayo de la vida!



Fernando de Herrera

Vuela y cerca la lumbre y no reposa

-- de Fernando de Herrera --

Vuela y cerca la lumbre y no reposa,
y huye y vuelve, a su beldad rendida,
figura simple suya, y encendida
siente que fue a su muerte presurosa;

mas yo, alegre en mi luz maravillosa,
a consagrar osando voy mi vida,
que espera, de su bello ardor vencida,
o perderse o cobrarse venturosa.

Amor, que en mí engrandece su memoria,
entibia mi esperanza en lento engaño
y en llama ingrata ufano me consumo.

Cuidé (¡tal fue mi mal!) ganar la gloria
del bien que vi, y al fin hallo en mi daño
que sólo de mi incendio resta el humo.



Francisco de Aldana

Mil veces digo, entre los brazos

-- de Francisco de Aldana --

Mil veces digo, entre los brazos puesto
de Galatea, que es más que el sol hermosa;
luego ella, en dulce vista desdeñosa,
me dice: "Tirsis mío, no digas eso".

Yo lo quiero jurar, y ella de presto,
toda encendida de un color de rosa,
con un beso me impide y, presurosa,
busca tapar mi boca con un gesto.

Hágole blanda fuerza por soltarme,
y ella me aprieta más y dice luego:
"No lo jures, mi bien, que yo te creo".

Con esto, de tal fuerza a encadenarme
viene que Amor, presente al dulce juego,
hace suplir con obras mi deseo.



Francisco Sosa Escalante

A una madre

-- de Francisco Sosa Escalante --

La luz de aquel tu hogar donde sus flores
El tierno amor y la virtud sencilla
Derraman, oh señora! ya no brilla;
Es la noche fatal de los dolores.

Cual huye del invierno á los rigores
Presurosa la tímida avecilla,
La niña huyó tambien y sin mancilla
Al cielo se elevó; mas no la llores.

¿Por qué llorarla? sinsabor y pena
En herencia fatal cupo al mundano
En esta vida de tormentos llena.

Y pues fué ese el designio soberano
Del que al mar y á los astros encadena,
Acata humilde su divino arcano.



Francisco Sosa Escalante

Después de la batalla (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

El hórrido fragor de la pelea
Por fin cesó; ya no los atambores
Y el agudo clarín nuevos horrores
Anuncian en la lucha gigantea.

El cañon se apagó; tan solo humea
La roja sangre, y se oyen los clamores
Del herido infeliz que en sus dolores
La atónita mirada allí pasea.

Está pensando en el hogar tranquilo
En que dejara á la hechicera esposa
Junto á la cuna del dormido infante;

Y al ver que llega á destrozar el hilo
De su vida, la parca presurosa,
¡Perdón! perdón! prorumpe delirante.



José de Espronceda

Fresca, lozana, pura y olorosa

-- de José de Espronceda --

Fresca, lozana, pura y olorosa,
gala y adorno del pensil florido,
gallarda puesta sobre el ramo erguido,
fragancia esparce la naciente rosa.

Mas si el ardiente sol lumbre enojosa
vibra del can en llamas encendido,
el dulce aroma y el color perdido,
sus hojas lleva el aura presurosa.

Así brilló un momento mi ventura
en alas del amor, y hermosa nube
fingí tal vez de gloria y de alegría.

Mas ¡ay! que el bien trocóse en amargura,
y deshojada por los aires sube
la dulce flor de la esperanza mía.



José Joaquín de Olmedo

Canción I

-- de José Joaquín de Olmedo --

Aquel velo misterioso
que al pudor la noche da,
es más bello y más hermoso
que el sol en su claridad.
Ven, pues, noche, no te tardes,
ven mis dichas a colmar.

Allá lejos tras los montes
escondiéndose el sol va;
ésta es la hora venturosa
del placer y de la paz.
Llega, noche, no te tardes,
ven mis dichas a colmar.

Ven, amiga, presurosa,
que mi amor te espera ya,
y cada sombra me engaña
pensando que tú serás.
Llega, noche, no te tardes,
ven mis dichas a colmar.

Las palomas se acarician
y se quejan a la par:
con sus quejas y caricias
dulce ejemplo nos darán.
Llega, noche, no te tardes,
ven mis dichas a colmar.



Carolina Coronado

a la mariposa

-- de Carolina Coronado --

Bien hayan, mariposa,
las bellas alas como el aire leves,
que inquieta y vagarosa
entre las flores mueves,
ostentando tu púrpura preciosa.
De blanda primavera
bien haya la callada y fiel vecina,
la dulce compañera
del alba cristalina,
perdida entre la flor de la pradera.
Ligera y afanosa
el prado mide tu inseguro vuelo,
ya huyendo temblorosa,
ya con ansioso anhelo
en las flores vagando codiciosa.
Bien haya el purpurino,
el vaporoso polvo de tus alas,
que al aire de contino
puro y luciente exhalas
al abrirte en sus ámbitos camino.
¡Ay! goza, mariposa,
la pasajera vida de dulzura,
que vuela presurosa:
goza allá tu ventura,
revolando en la siesta silenciosa.
Apura de las flores
el empapado cáliz que te ofrecen,
y apura tus amores;
que ya en la noche acrecen
del otoño los vientos destructores.
Y eres frágil y bella,
y tu belleza el cierzo descolora.
Si sañudo atropella
tu gala seductora,
ni aun de tu forma quedará la huella.



Clemente Althaus

Castigo (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

«¿No oyes? la aguda cántiga temprana
del ave conocida en la ventana,
oh amado, nos avisa
que torna la mañana
con importuna desusada prisa.
»¡Ay! ya de tu partir llegó la hora:
¡Cuán presurosa fue de la traidora
breve noche la fuga!
La diligente aurora
Hoy ¡qué temprano en nuestro mal madruga!
»Mas deja el lecho, y tus disfraces viste;
y, aunque me miras congojada y triste,
parte ya, dulce amigo,
secreto cual viniste:
nadie de tu salir sea testigo.
»Mas ni hablas, ni respiras» ¡ay! que nada,
nada responde el joven; espantada,
ella le toca y mueve,
e inmoble inanimada
masa siente, más fría que la nieve.
¡Ay! ¡qué gritos arroja de hondo espanto!
¡Qué alaridos! ¡qué voces! ¡y qué llanto!
La familia despierta
y acude a rumor tanto,
y es de todos su infamia descubierta.
Y la culpada que a sus padres mira
llenos de asombro y de vergüenza y de ira,
y al que amaba difunto,
solo a morir aspira,
que honra, dicha y amor perdió en un punto.



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