Buscar Poemas con Preste


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Se han encontrado 6 poemas con la palabra preste

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Amado Nervo

¿qué más me da

-- de Amado Nervo --

In angello cum libello
kempis
¡con ella, todo; sin ella, nada!
para qué viajes,
cielos, paisajes,
¡qué importan soles en la jornada!
qué más me da
la ciudad loca, la mar rizada,
el valle plácido, la cima helada,
¡si ya conmigo mi amor no está!
que más me da...
Venecias, romas, vienas, parises:
bellos sin duda; pero copiados
en sus celestes pupilas grises,
¡en sus divinos ojos rasgados!
venecias, romas, vienas, parises,
qué más me da
vuestra balumba febril y vana,
si de mi brazo no va mi ana,
¡si ya conmigo mi amor no está!
qué más me da...
Un rinconcito que en cualquier parte me
preste abrigo;
un apartado refugio amigo
donde pensar;
un libro austero que me conforte;
una esperanza que sea norte
de mi penar,
y un apacible morir sereno,
mientras más pronto más dulce y bueno:
¡qué mejor cosa puedo anhelar!

Poema ¿qué más me da de Amado Nervo con fondo de libro

Leandro Fernández de Moratín

soneto. a clori, declamando en fábula trágica

-- de Leandro Fernández de Moratín --

¿qué acecho de dolor el alma vino
a herir? ¿qué funeral adorno es éste?
¿qué hay en el orbe que a tus luces cueste
el llanto que las turba cristalino?
¿pudo esfuerzo mortal, pudo el destino
así ofender su espíritu celeste?...
¿O es todo engaño?, y quiere amor que preste
a su labio y su acción poder divino.
Quiere que exenta del pesar que inspira,
silencio imponga al vulgo clamoroso,
y dócil a su voz se angustie y llore.
Que el tierno amante que la atiende y mira,
entre el aplauso y el temor dudoso,
tan alta perfección absorto adore.

Poema soneto. a clori, declamando en fábula trágica de Leandro Fernández de Moratín con fondo de libro

José Tomás de Cuellar

Vivir muriendo

-- de José Tomás de Cuellar --

¡QUÉ lentas son las horas de mi tediosa vida,
Qué amargos los instantes, ausente de mi amor!
Desgárrase sin tregua mi dolorosa herida,
Y vago cual la hoja marchita compelida
Por rápido aquilón.

Ya asome esplendorosa con mágica sonrisa
Aurora en el Oriente con nubes de carmín;
Ya sople adormecida la perfumada brisa,
Ya preste melancólica la luna luz remisa
Al cielo de zafir.

Yo llevo aquí en el pecho el dardo que me oprime
El dardo, sí, que hiere mi pobre corazón;
Natura con sus galas al triste no redime
Del torcedor eterno con que abatido gime
En su íntimo dolor.

Poema Vivir muriendo de José Tomás de Cuellar con fondo de libro

Francisco Sosa Escalante

Violeta

-- de Francisco Sosa Escalante --

¡Oh mujer celestial, gloria del arte!
A cuánto alcanzan de tu voz sonora
La magia y el poder! ¿quién no te adora,
Ni quién te puede ver sin admirarte?

Dispuesto el corazón á perdonarte
Se encuentra, si apareces pecadora
En Violeta infeliz, y atronadora
Salva de aplausos rompe á saludarte.

En vano grita la razon severa
Que nadie preste abrigo bondadoso
A quien las leyes del honor vulnera:

Al escuchar tu canto melodioso
Te brinda el alma compasion sincera,
Y olvida tu pasado tormentoso.



Baltasar del Alcázar

Los ojos de Ana

-- de Baltasar del Alcázar --

Bellos ojos tienes, Ana,
mas, ¿por qué a mi parecer
se inclina el mundo a tener
por más bellos los de Juana?
Haz que te preste los tuyos,
y álzate después con ellos,
que no es bien que ojos tan bellos
se diga que no son tuyos.



Ramón López Velarde

Mi corazón amerita

-- de Ramón López Velarde --

Mi corazón leal, se amerita en la sombra.
Yo lo sacara al día, como lengua de fuego
que se saca de un ínfimo purgatorio a la luz;
y al oírlo batir su cárcel, yo me anego
y me hundo en ternura remordida de un padre
que siente, entre sus brazos, latir un hijo ciego.

Mi corazón, leal, se amerita en la sombra.
Placer, amor, dolor... Todo le es ultraje
y estimula su cruel carrera logarítmica
sus ávidas mareas y su eterno oleaje.

Mi corazón, leal, se amerita en la sombra.
Es la mitra y la válvula... Yo me lo arrancaría
para llevarlo en triunfo a conocer el día,
la estola de violetas en los hombros del alba,
el cíngulo morado de los atardeceres,
los astros, y el perímetro jovial de las mujeres.

Mi corazón, leal, se amerita en la sombra.
Desde una cumbre enhiesta yo lo he de lanzar
como sangriento disco a la hoguera solar.
Asi extirparé el cáncer de mi fatiga dura,
seré impasible por el Este y el Oeste,
asistiré con una sonrisa depravada
a las ineptitudes de la inepta cultura,
y habrá en mi corazón la llama que le preste
el incendio sinfónico de la esfera celeste.



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