Buscar Poemas con Pradera


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Se han encontrado 43 poemas con la palabra pradera

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José Lezama Lima

una oscura pradera me convida

-- de José Lezama Lima --

Una oscura pradera me convida,
sus manteles estables y ceñidos,
giran en mí, en mi balcón se aduermen.
Dominan su extensión, su indefinida
cúpula de alabastro se recrea.
Sobre las aguas del espejo,
breve la voz en mitad de cien caminos,
mi memoria prepara su sorpresa:
gamo en el cielo, rocío, llamarada.
Sin sentir que me llaman
penetro en la pradera despacioso,
ufano en nuevo laberinto derretido.

Allí se ven, ilustres restos,
cien cabezas, cornetas, mil funciones
abren su cielo, su girasol callando.
Extraña la sorpresa en este cielo,
donde sin querer vuelven pisadas
y suenan las voces en su centro henchido.
Una oscura pradera va pasando.
Entre los dos, viento o fino papel,
el viento, herido viento de esta muerte
mágica, una y despedida.
Un pájaro y otro ya no tiemblan.

Poema una oscura pradera me convida de José Lezama Lima con fondo de libro

Amado Nervo

el granizo

-- de Amado Nervo --

¡tin, tin, tin, tin! yo caigo del cielo, en insensato
redoble, al campo y todos los céspedes maltrato.
¡Tin, tin! ¡muy buenas tardes, mi hermana la pradera!
poeta, buenas tardes, ¡ábreme tu vidriera!
soy diáfano y geométrico, tengo esmalte y blancura
tan finos y suaves como una dentadura,
y en un derroche de ópalos blancos me multiplico.
¡La linfa canta, el copo cruje, yo... Yo repico!
tin, tin, tin, tin, mi torre es la nube ideal:
¡oye mis campanitas de límpido cristal!
la nieve es triste, el agua turbulenta; yo sin
ventura, soy un loco de atar, ¡tin, tin, tin, tin!
...¿Cenduras? no por cierto, no merezco censuras;
las tardes calurosas por mí tienen frescuras,
yo lucho con el hálito del verano
yo soy bello...
¡Loemos a dios, granizo hermano!

Poema el granizo de Amado Nervo con fondo de libro

Luis Lloréns Torres

la negra(a félix matos bernier)

-- de Luis Lloréns Torres --

Bajo el manto de sombras de la primera noche,
la mano de elohím, ahíta en el derroche
de la bíblica luz del fiat omnifulgente,
te amasó con la piel hosca de la serpiente.

Puso en tu tez la tinta del cuero del moroco
y en tus dientes la espuma de la leche del coco.
Dio a tu seno prestigios de montañesa fuente
y a tus muslos textura de caoba incrujiente.

Virgen, cuando la carne te tiembla en la cadera,
remedas la potranca que piafa en la pradera.
Madre, el divino chorro que tu pecho desgarra,

rueda como un guarismo de luz en la pizarra.
Oh, tú, digna de aquel ebrio de inspiración
cántico de los cánticos del rey salomón.

Poema la negra(a félix matos bernier) de Luis Lloréns Torres con fondo de libro

Luis Palés Matos

fantasía (para la amada del haschich)

-- de Luis Palés Matos --

Bajo la pedrería de la noche estrellada,
borracho en el zafiro de un desmayo amoroso,
sueño en las pupilas morunas de mi amada
que habita en un castillo lejano y misterioso.

Nos amamos de lejos, pues un dragón rabioso
cuida los movimientos de mi novia encantada,
y ella, sin abatirse por su destino odioso,
hila místicamente tranquila y resignada.

¿La fuga? será noche, cuando la primavera
vierta su cornucopia de luz en la pradera
y suene del convento la romántica esquila,

cuando mi amada anónima, que ni una queja exhala,
concluya, con sus dedos delicados, la escala
que hace tiempo en la rueca de su silencio hila.



Luis Palés Matos

sabado de gloria

-- de Luis Palés Matos --

Esta mañana loca de campana,
y una como alegría retozona,
rebosa rica limpidez cristiana
en su franca pureza de madona.

¡Cristo, cristo! resuena en la pradera
la elocuencia de abril. Toma estas flores;
colna me las brindó en la primavera
y ellas pueblan de triunfo mis ardores...

Cristo mira las almas sonriendo;
en sus sonrisas inquietantes, mudas,
un calor de entusiasmo se deslíe;

mientras todo ridículo, corriendo
sobre un pellejo hecho pollino, judas
al verse tan estúpido, se ríe.



Manuel Acuña

la brisa

-- de Manuel Acuña --

A mi querido amigo j.C. Fernandez.
Aliento de la mañana
que vas robando en tu vuelo
la esencia pura y temprana
que la violeta lozana
despide en vapor al cielo:
dime, soplo de la aurora,
brisa inconstante y ligera,
¿vas por ventura a esta hora
al valle que te enamora
y que gimiendo te espera?
¿o vas acaso a los nidos
de los jilgueros cantores
que en la espesura escondidos
te aguardan medio adormidos
sobre sus lechos de flores?
¿o vas anunciando acaso,
sopla del alba naciente,
al murmurar de tu paso,
que el muerto sol del ocaso
se alza un niño en oriente?
recoge tus leves alas,
brisa pura del estío,
que los perfumes que exhalas
vas robando entre las galas
de las violetas del río.
Detén tu fugaz carrera
sobre las risueñas flores
de la loma y la pradera,
y ve a despertar ligera
al ángel de mis amores.
Y dile, brisa aromada,
con tu murmullo sonoro,
que ella es mi ilusión dorada,
y que en mi pecho grabada
como a mi vida la adoro.



Manuel Acuña

La brisa (Manuel Acuña)

-- de Manuel Acuña --

Aliento de la mañana
que vas robando en tu vuelo
la esencia pura y temprana
que la violeta lozana
despide en vapor al cielo:

Dime, soplo de la aurora,
brisa inconstante y ligera,
¿vas por ventura a esta hora
al valle que te enamora
y que gimiendo te espera?

¿O vas acaso a los nidos
de los jilgueros cantores
que en la espesura escondidos
te aguardan medio adormidos
sobre sus lechos de flores?

¿O vas anunciando acaso,
sopla del alba naciente,
al murmurar de tu paso,
que el muerto sol del ocaso
se alza un niño en oriente?

Recoge tus leves alas,
brisa pura del estío,
que los perfumes que exhalas
vas robando entre las galas
de las violetas del río.

Detén tu fugaz carrera
sobre las risueñas flores
de la loma y la pradera,
y ve a despertar ligera
al ángel de mis amores.

Y dile, brisa aromada,
con tu murmullo sonoro,
que ella es mi ilusión dorada,
y que en mi pecho grabada
como a mi vida la adoro.



Manuel Acuña

Un sueño (Manuel Acuña)

-- de Manuel Acuña --

A Ch....

¿Quieres oir un sueño?...
Pues anoche
ví la brisa fugaz de la espesura
que al rozar con el broche
de un lirio que se alzaba en la pradera
grabó sobre él un "beso",
perdiéndose después rauda y ligera
de la enramada entre el follaje espeso.
Este es mi sueño todo,
y si entenderlo quieres, niña bella,
une tus labios en los labios míos
y sabrás quién es "él" y quien es "ella".



Manuel del Palacio

La flor de mi esperanza

-- de Manuel del Palacio --

Yo vi en una mañana
Serena y deliciosa,
Brillar en la pradera fresca rosa
Espléndida y galana.
Sus hojas de colores
Al albo Sol hería,
Era la reina de las otras flores,
Era la flor de la esperanza mía.

Las amorosas brisas la mecieron
Llenando de perfume su capullo,
Vida y color la dieron,
Yo lozana la ví del prado orgullo;
Mis ayes de quebranto
Sólo ella cariñosa comprendía,
¡Cuántas veces mi llanto
Regó la flor de la esperanza mia!

Yo la conté mis sueños,
La historia le expliqué de mis amores,
Ella feliz rió de mis ensueños,
Y lloró desgraciada mis dolores.



Ignacio María de Acosta

Mustia la rosa

-- de Ignacio María de Acosta --

Mustia la rosa, lánguida y marchita
al soplo de la brisa de deshoja;
publicando del bosque la congoja,
la rama seca que al pasar visita:

Apenada la dulce tortolita
de su seno el dolor cantando arroja,
a par que el alba la pradera moja
de tierno llanto que al pesar imita.

Porqué tanta aflicción, tal desconsuelo
el valle todo lúgubre deplora
con muestras tales de tan triste duelo...?

El campo y flor, la tóttola y la aurora,
si levantan sus quejas hasta el cielo,
es porque Iselia en su retiro llora.



Ignacio María de Acosta

La sonrisa

-- de Ignacio María de Acosta --

Esa sonrisa hermosa
que entre tus labios juega
como el ligero soplo
del aura en la flor bella,
aquí, en el alma causa
una impresión secreta,
que a comprender no alcanza
mi pobre inteligencia.
Me burlan mis amigos,
y Clori la discreta
con sus malignos ojos
también me burla, Iselia,
si mústio, pensativo,
absorto en mis quimeras,
sorprñendenme en la choza
o bien en la pradera.
Ignoran mi secreto
y a mi aflicción extrema
ni aun el consuelo triste
de compasión le queda.
Pregúntanme la causa:
mas ¡cielos! quién creyera
que es tu sonrisa hermosa,
Encantadora Iselia...?



Jorge Luis Borges

el desterrado (1977)

-- de Jorge Luis Borges --

(1977)
alguien recorre los senderos de ítaca
y no se acuerda de su rey, que fue a troya
hace ya tantos años;
alguien piensa en las tierras heredadas
y en el arado nuevo y el hijo
y es acaso feliz.
En el confín del orbe yo, ulises,
descendí a la casa de hades
y vi la sombra del tebano tiresias
que desligó el amor de las serpientes,
y la sombra de heracles
que mata sombras de leones en la pradera
y así mismo está en el olimpo.
Alguien hoy anda por bolívar y chile
y puede ser feliz o no serlo.
Quién me diera ser él.



Dolores Veintimilla

A Carmen (Veintimilla)

-- de Dolores Veintimilla --

Menos bella que tu, Carmela mía,
Vaya esa flor a ornar tu cabellera;
Yo misma la he cogido en la pradera
Y cariñosa mi alma te la envía.
Cuando seca y marchita caiga un día
No la arrojes, por Dios, a la ribera:
Guárdala cual memoria lisonjera
De la dulce amistad que nos unía.



Emilio Bobadilla

Lección de Filosofía

-- de Emilio Bobadilla --

Los cañones demuelen catedrales y casas,
y embermejan el río las huestes convulsivas
que vencedoras entran en hormigueras masas,
bayoneta calada, entre mueras y vivas.

En éxodo aflictivo huyen las multitudes
cual de un mar que de pronto terrible se desborda.
¿Qué son de las montañas los épicos aludes
y qué el gritar confuso de atolondrada horda?

En la margen opuesta del río, en la pradera,
—todo paz y verdura, bucólico embeleso
de una tarde beatífica de dulce primavera—,

mientras el hombre esgrime fusil, espada y gumia,
—sus armas predilectas de cultura y progreso-
una vaca el sosiego del crepúsculo rumia.



Arturo Borja

(Lola, para que cante yo todos tus tesoros...)

-- de Arturo Borja --

Lola, para que cante yo todos tus tesoros
necesito el aperitivo que regenera,
las lejanías glaucas de una feraz pradera
y el geométrico ritmo de los antiguos coros...

La pedrería exótica, los esmaltes, los oros
que prestigian la gracia de tu helénica pose
serán en mis versos desusados, y no se
sentirán palpitantes desechando decoros.

Y así, pido una venia para este pordiosero
de belleza, siguiendo los cortesanos ritos:
Yo, que vivo soñando, no siento que me muero...

Quiero decir un verso pulido y diamantino
todo el prestigio helénico

references



Manuel José Othón

una estepa de nazas

-- de Manuel José Othón --

¡ni un verdecido alcor, ni una pradera!
tan sólo miro, de mi vista enfrente,
la llanura sin fin, seca y ardiente
donde jamás reinó la primavera.

Rueda el río monótono en la austera
cuenca, sin un cantil ni una rompiente
y, al ras del horizonte, el sol poniente,
cual la boca de un horno, reverbera.

Y en esta gama gris que no abrillanta
ningún color; aqui, do el aire azota
con ígneo soplo la reseca planta,

sólo, al romper su cárcel, la bellota
en el pajizo algodonal levanta
de su cándido airón la blanca nota.



Pablo Neruda

jardín de invierno

-- de Pablo Neruda --

Llega el invierno. Espléndido dictado
me dan las lentas hojas
vestidas de silencio y amarillo.
Soy un libro de nieve,
una espaciosa mano, una pradera,
un círculo que espera,
pertenezco a la tierra y a su invierno.
Creció el rumor del mundo en el follaje,
ardió después el trigo constelado
por flores rojas como quemaduras,
luego llegó el otoño a establecer
la escritura del vino:
todo pasó, fue cielo pasajero
la copa del estío,
y se apagó la nube navegante.
Yo esperé en el balcón tan enlutado,
como ayer con las yedras de mi infancia,
que la tierra extendiera
sus alas en mi amor deshabitado.
Yo supe que la rosa caería
y el hueso del durazno transitorio
volvería a dormir y a germinar:
y me embriagué con la copa del aire
hasta que todo el mar se hizo nocturno
y el arrebol se convirtió en ceniza.
La tierra vive ahora
tranquilizando su interrogatorio,
extendida la piel de su silencio.
Yo vuelvo a ser ahora
el taciturno que llegó de lejos
envuelto en lluvia fría y en campanas:
debo a la muerte pura de la tierra
la voluntad de mis germinaciones.



Pablo Neruda

soneto xcii cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Soneto xcii
amor mío, si muero y tú no mueres,
no demos al dolor más territorio:
amor mío, si mueres y no muero,
no hay extensión como la que vivimos.
Polvo en el trigo, arena en las arenas
el tiempo, el agua errante, el viento vago
nos llevó como grano navegante.
Pudimos no encontrarnos en el tiempo.
Esta pradera en que nos encontramos,
oh pequeño infinito! devolvemos.
Pero este amor, amor, no ha terminado,
y así como no tuvo nacimiento
no tiene muerte, es como un largo río,
sólo cambia de tierras y de labios.



Pablo Neruda

son los senos de las sirenas

-- de Pablo Neruda --

Son los senos de las sirenas
las redondescas caracolas?
o son olas petrificadas
o juego inmóvil de la espuma?
no se ha incendiado la pradera
con las luciérnagas salvajes?
los peluqueros del otoño
despeinaron los crisantemos?



Pedro Miguel Obligado

ausencia

-- de Pedro Miguel Obligado --

La rama de los astros se estremece en la altura,
movida por el viento de la eterna armonía,
y el silencio murmura
su vaga poesía.

Tú ya no estás conmigo para hacerme dichoso,
y te hallas tan lejana, que eres una tristeza;
pero todo, esta noche, se vuelve más hermoso,
tal como si estuviese pensando en tu belleza.

Un arroyito claro por la pradera, ondula,
el temblor de las plantas le descubre su anhelo,
y la tierra se azula
deseando ser un cielo

siento que te aproximas en esta noche tierna;
pues aunque vives lejos, el ensueño nos une,
como a dos estrellitas una misma cisterna,
donde la fantasía del agua las reúne.

La belleza es misterio, que tu amor profundiza,
tu recuerdo, en guiadora claridad se convierte;
y la ausencia idealiza
la pena de quererte.

¡Si no sólo en mis versos, si en realidad vinieras!
¿no oyes la melodía que, de cariño, llora?
se muestra el mundo bueno, como si me quisieras
¿dónde estarás ahora? ¿dónde estarás ahora?



Rafael María Baralt

A la señorita venezolana Teresa G.

-- de Rafael María Baralt --

Si del Guaire gentil en la ribera
naciste ufana entre risueñas flores,
y sus plateadas ondas los ardores
del sol templaron en tu edad primera.

Si allí constante daba primavera
a tus tersas mejillas sus colores;
si todo te reía, si de amores
en torno a ti brillaba la pradera.

¿Por qué luego, del Betis seducida,
la maternal orilla abandonaste,
prefiriendo el extraño al propio cielo?

Vuelve, Teresa, a do empezó tu vida,
o pagando el amor que me inspiraste,
dame una patria en el hispano suelo.

POETA:

El ardor que me inflama, niño avieso,
a Celia ingrata justiciero inspira,
tu dios, ella mujer, y no te aira,
verla ostentar el corazón ileso.

CUPIDO:

Lleva con gloria de tu amor el peso,
y en tan grande ocasión pulsa la lira.
¿No es sublime el dolor que a Safo inspira
el canto no mortal, en bronce impreso?

POETA:

De intentar el gran salto no respondo,
ni de vate llorón, quiero yo estado,
fugitivo andaré. ¿Dónde me escondo?

CUPIDO:

Emprende ufano entre celestes flores.
Y en tanto muero de tu luz privado;
que no verte es morir ídolo amado.



José Tomás de Cuellar

A Lola

-- de José Tomás de Cuellar --

¿DICHOSA la edad florida
De las dulces ilusiones,
Dichosos los corazones
En cuyo centro se anida
El encanto de la vida,
El sentimiento profundo
Del placer y del amor!
Mas oye, Lola, en el vergel del mundo,
Mil espinas oculta cada flor.

Si en la encantada pradera
Donde los claveles crecen,
Y blandamente se mecen
Con la brisa lisonjera,



José Tomás de Cuellar

La flor y el sol

-- de José Tomás de Cuellar --

CRECE gallarda flor en la pradera;
Y púdica, velando el albo seno,
Desdeña del amor dulce veneno.
Casta y hermosa en su virtud austera.

Se encumbra el rojo sol y reverbera
Su lumbre pura en el zenit sereno;
Y un rayo nada más de vida lleno
Abre la flor que á amar se resistiera.

Así tu corazón, cerrado un día,
Esquivaba la luz de mis amores
Y el tierno afán que mi alma enloquecía;
Pero mi amor, con vivos resplandores.
Abrió tu pecho á la ventura mía,
Como abre el sol el cáliz de las flores.



José Tomás de Cuellar

La primavera (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

YA viene la estación de los amores,
Ya las escarchas del invierno crudo,
Del sol á los ardientes resplandores,
En vaporosas formas se levantan
É invaden la región del firmamento.
Huye y reposa proceloso viento
Y repliega las alas que agitaron
Las hojas del vergel, la rosa, el lirio,
Cesa ya, cesa, genio airado,
De arrasar con tu impulso seco y rudo
Los campos donde ayer fueron las flores
Á engalanar el valle y la pradera
Sitios ¡ay! de mis férvidos amores.



Teófilo V. Méndez Ramos

Añoranzas (Méndez Ramos)

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

(Ofrenda) (Octubre 15 1920)

¿Recuerda amada mía?
Era al caer de la tarde...
Y al oído te decía
mientras la tarde moría:
;Mi corazón de amor arde;
Y en tu faz vi retratada
duda... Asombro... Alegrías...
Y una fugitiva mirada,
me hizo ver Aída, adorada,
que tú también me querías.

Mientras la fuente ritmaba
su canción en la pradera,
con cuanto amor te miraba,
con ternura te hablaba
de mi ideal, de mi quimera...

Por las montañas plateadas
surgió pálida la luna;
y en las sendas perfumadas
las manos entrelazadas
corrimos tras la fortuna.

En la quietud del ambiente
só1o la fronda cantaba
su canción triste y doliente.
Mientras tanto, dulcemente
con tu aliento me embriagaba.



Teófilo V. Méndez Ramos

Crepuscular

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

Cae la tarde quieta como un concierto
de voces misteriosas. La pradera
sobrecoge nuestra alma, cual si fuera
un corazón piadoso que ha muerto.

En tanto pensativo va el poeta
por la humilde y sedienta carretera...
Hace alto... Se estremece; se dijera
que alguna idea lúgubre le inquieta.

Otea delirante la negrura
que se alza hasta sus pies en el abismo,
el río monologa su locura.
Un segundo... Levanta la cabeza
al infinito azul... ¡Ya no es el mismo!...
Y vuelve a la ciudad con su tristeza



Vital Aza

Iba la Belleza un día

-- de Vital Aza --

IBA LA BELLEZA UN DÍA...

EN UN ÁLBUM

Iba la Belleza un día
con sonrisa placentera
corriendo por la pradera
que el verde césped cubría,

cuando a la sombra tendido
de un árbol muy corpulento,
se encontró con el Talento,
joven gallardo y fornido.

Sintiendo amante rubor,
un instante se miraron,
y en sus ojos expresaron
la intensidad de su amor.

Y cuando ya los sonrojos
del primer rubor cedieron,
con los labios se dijeron
mucho más que con los ojos.

Y cifrando su fortuna
en la pasión que sentían,
ambos al cielo pedían
fundir sus almas en una.

Dios compasivo que oyó
su amoroso pensamiento,
a sus ruegos accedió,
y en ti niña, Dios juntó
la Belleza y el Talento.



Antonio Machado

Amanecer de otoño

-- de Antonio Machado --

Una larga carretera
entre grises peñascales,
y alguna humilde pradera
donde pacen negros toros. Zarzas, malezas, jarales.
Está la tierra mojada
por las gotas del rocío,
y la alameda dorada,
hacia la curva del río.
Tras los montes de violeta
quebrado el primer albor.
A la espalda la escopeta,
entre sus galgos agudos, caminando un cazador.



Antonio Machado

El rojo sol de un sueño en el Oriente asoma

-- de Antonio Machado --

El rojo sol de un sueño en el Oriente asoma.
Luz en sueños. ¿No tiemblas, andante peregrino?
Pasado el llano verde, en la florida loma,
acaso está el cercano final de tu camino.
Tú no verás del trigo la espiga sazonada
y de macizas pomas cargado el manzanar,
ni de la vid rugosa la uva aurirrosada
ha de exprimir su alegre licor en tu lagar.
Cuando el primer aroma exhalen los jazmines
y cuando más palpiten las rosas del amor,
una mañana de oro que alumbre los jardines,
¿no huirá, como una nube dispersa, el sueño en flor?
Campo recién florido y verde, ¡quién pudiera soñar aún
largo tiempo en esas pequeñitas
corolas azuladas que manchan la pradera,
y en esas diminutas primeras margaritas!



Antonio Machado

¡Y esos niños en hilera...

-- de Antonio Machado --

¡Y esos niños en hilera,
llevando el sol de la tarde
en sus velitas de cera!...
*
De amarillo calabaza,
en el azul, cómo sube
la luna, sobre la plaza!
*
Duro ceño.
Pirata, rubio africano,
barbitaheño.
Lleva un alfanje en la mano.
Estas figuras del sueño...
*
Donde las niñas cantan en corro,
en los jardines del limonar,
sobre la fuente, negro abejorro
pasa volando, zumba al volar.
Se oyó su bronco gruñir de abuelo
entre las claras voces sonar,
superflua nota de violoncelo
en los jardines del limonar.
Entre las cuatro blancas paredes,
cuando una mano cerró el balcón,
por los salones de sal-si-puedes
suena el rebato de su bordón.
Muda en el techo, quieta, ¿dormida?,
la negra nota de angustia está,
y en la pradera verdiflorida
de un sueño niño volando va...



Manuel Reina

Las estaciones (Reina)

-- de Manuel Reina --

Si al llegar la lozana primavera
contemplo en la pradera,
rosas divinas y claveles rojos,
recuerdo tus mejillas y sonrojos.

Si el verano al llegar luce el tesoro
de las espigas de oro,
y las noches brillantes y azuladas,
recuerdo tu cabello y tus miradas.

Si al llegar el otoño, oigo la brisa,
que vagando indecisa
entre las hojas pálidas, murmura,
tu voz recuerdo melodiosa y pura.

Y si el invierno viste el blanco velo
de nieves y de hielo,
y de las nieblas el capuz sombrío,
tu corazón recuerdo negro y frío.



Manuel Reina

Mayo (Reina)

-- de Manuel Reina --

De azul y plata adornada
está la rauda cascada;
azul el ancho horizonte;
verde la hermosa enramada,
y la pradera y el monte.

Luce la lozana flor
sus perfumes y sus galas;
y entona cantos de amor
ese poema con alas
que llamamos ruiseñor.

Las arboledas sombrías
se cubren con verdes velos;
y báñanse, en armonías,
esas noches que son días
y esos días que son cielos.

El aire se halla inflamado,
y la hermosa con su amado,
a los rayos de la luna,
cruza en bajel nacarado
la brilladora laguna.

Todo es luz, brisas, colores,
ambiente, dulzura, calma,
pájaros, notas y flores.
Sólo en mi pecho hay dolores
y desencanto en mi alma.



Medardo Ángel Silva

Amada

-- de Medardo Ángel Silva --

¡El duro son de hierro tornaré melodía
para cantar tus ojos! —violetas luminosas—
la noche de tu negra cabellera y el día
de tu sonrisa, pura más que las puras rosas.

Tú vienes con el alba y con la primavera
espiritual, con toda la belleza que existe,
con el olor de lirio azul de la pradera
y con la alondra alegre y con la estrella triste.

La historia de mi alma es la del peregrino
que extraviado una noche en un largo camino
pidió al cielo una luz... Y apareció la luna;

pues, estaba de un viejo dolor convaleciente,
y llegaste lo mismo que una aurora naciente,
en el momento amargo y en la hora oportuna.



Miguel Unamuno

tú me levantas, tierra de castilla,

-- de Miguel Unamuno --

Castilla
tú me levantas, tierra de castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al cielo que te enciende y te refresca,
al cielo, tu amo,
tierra nervuda, enjuta, despejada,
madre de corazones y de brazos,
toma el presente en ti viejos colores
del noble antaño.
Con la pradera cóncava del cielo
lindan en torno tus desnudos campos,
tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
y en ti santuario.
Es todo cima tu extensión redonda
y en ti me siento al cielo levantado,
aire de cumbre es el que se respira
aquí, en tuspáramos.
¡Ara gigante, tierra castellana,
a ese tu aire soltaré mis cantos,
si te son dignos bajarán al mundo
desde lo alto!



Miguel Unamuno

Castilla

-- de Miguel Unamuno --

Tú me levantas, tierra de Castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al cielo que te enciende y te refresca,
al cielo, tu amo,

Tierra nervuda, enjuta, despejada,
madre de corazones y de brazos,
toma el presente en ti viejos colores
del noble antaño.

Con la pradera cóncava del cielo
lindan en torno tus desnudos campos,
tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
y en ti santuario.

Es todo cima tu extensión redonda
y en ti me siento al cielo levantado,
aire de cumbre es el que se respira
aquí, en tus páramos.

¡Ara gigante, tierra castellana,
a ese tu aire soltaré mis cantos,
si te son dignos bajarán al mundo
desde lo alto!



Miguel Unamuno

Castilla (Unamuno)

-- de Miguel Unamuno --

Tú me levantas, tierra de Castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al cielo que te enciende y te refresca,
al cielo, tu amo.

Tierra nervuda, enjuta, despejada,
madre de corazones y de brazos,
toma el presente en ti viejos colores
del noble antaño.

Con la pradera cóncava del cielo
lindan en torno tus desnudos campos,
tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
y en ti santuario.

Es todo cima tu extensión redonda
y en ti me siento al cielo levantado,
aire de cumbre es el que se respira
aquí, en tus páramos.

¡Ara gigante, tierra castellana,
a ese tu aire soltaré mis cantos,
si te son dignos bajarán al mundo
desde lo alto!



Juan Nicasio Gallego

La primavera (Gallego)

-- de Juan Nicasio Gallego --

Sacude abril su fértil cabellera
y el ancho suelo puéblase de flores;
el alba le saluda, y mil colores
en torno brillan de la clara esfera.

Anuncia alegre el soto y la pradera
la vuelta de la risa y los amores,
y arroyos, aves, selvas y pastores
cantan la deliciosa primavera.

Ríe el zagal; alégrase el ganado;
todo el placer de su presencia siente;
el bosque, el río, el páramo, el poblado,

mas yo, que estoy de mi Pradina ausente,
suspiro solo y de tristeza helado,
cual si bramara el ábrego inclemente.



Julio Herrera Reissig

Claroscuro (II)

-- de Julio Herrera Reissig --

Son campos solariegos... Tal vez, ay! ese muro
Algún idilio trágico en su orfandad recuerde,
Y la hiedra misántropa que su mármol remuerde,
Dio sombra al gran Virgilio o a Lamartine tan puro!

El viejo caserío, chato, de aspecto duro,
Allá en los accidentes, sonámbulo, se pierde;
Y la pradera huraña mira, en éxtasis verde,
Al monte que en el cielo enfosca un gesto oscuro.

La siembra su chillona, rústica pompa viste
En pañuelos pictóricos, que van hasta los cerros,
Bordados de hortalizas, de lino, mies y alpiste...

Y en tanto, entre las roncas alarmas de los perros,
El tren se hunde en el túnel, como un ciclón de fierros,
El llanto de una gaita vuelve la tarde triste.



Julio Herrera Reissig

Nirvana crepuscular

-- de Julio Herrera Reissig --

Con su veste en color de serpentina,
reía la voluble Primavera...
Un billón de luciérnagas de fina
esmeralda, rayaba la pradera.

Bajo un aire fugaz de muselina,
todo se idealizaba, cual si fuera
el vago panorama, la divina
materialización de una quimera...

En consustaciación con aquel bello
nirvana gris de la Naturaleza,
te inanimaste... Una ideal pereza

mimó tu rostro de incitante vello,
y al son de mis suspiros, tu cabeza
durmióse como un pájaro en mi cuello!...



Francisco Sosa Escalante

La vuelta de la primavera (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Al beso de las pardas golondrinas
Gozosa despertó la primavera,
Y su manto de flores la pradera
Vistió al punto que huyeron las neblinas.

Del arroyo las aguas cristalinas
Murmuran con placer, y vocinglera
Entona el ave su canción primera
Al abrirse las rojas clavellinas.

De tus ojos así la luz ardiente
Mi corazón sintió cuando dormía
Tras largas horas de gemir doliente.

Devuelves á mi pecho la alegría,
La inspiración devuelves á mi mente,
Y te bendigo, primavera mía.



José Eustasio Rivera

vibradora cigarra...

-- de José Eustasio Rivera --

Vibradora cigarra: con tu lírico empeño
los veranos cantabas en la azul lejanía,
y al temblor de tus alas resonantes, fulgía
todo el sol en mis ojos y en el valle risueño.

Y callabas al verme por el linde pampeño
divagar, cuando el rayo moribundo del día,
con las blondas palmeras que la tarde mecía
tuve amores, y el llano me enseñaba el ensueño.

Hoy que lánguidas brumas se vistió la pradera,
algo espera mi alma sin saber lo que espera:
¡que el sol brille, que vuelvas y en la luz te remontes!

ni siquiera un celaje sobre el páramo eterno...
Como tú ya no cantas, ha venido el invierno
y las mudas neblinas encanecen los montes.



Carolina Coronado

a la mariposa

-- de Carolina Coronado --

Bien hayan, mariposa,
las bellas alas como el aire leves,
que inquieta y vagarosa
entre las flores mueves,
ostentando tu púrpura preciosa.
De blanda primavera
bien haya la callada y fiel vecina,
la dulce compañera
del alba cristalina,
perdida entre la flor de la pradera.
Ligera y afanosa
el prado mide tu inseguro vuelo,
ya huyendo temblorosa,
ya con ansioso anhelo
en las flores vagando codiciosa.
Bien haya el purpurino,
el vaporoso polvo de tus alas,
que al aire de contino
puro y luciente exhalas
al abrirte en sus ámbitos camino.
¡Ay! goza, mariposa,
la pasajera vida de dulzura,
que vuela presurosa:
goza allá tu ventura,
revolando en la siesta silenciosa.
Apura de las flores
el empapado cáliz que te ofrecen,
y apura tus amores;
que ya en la noche acrecen
del otoño los vientos destructores.
Y eres frágil y bella,
y tu belleza el cierzo descolora.
Si sañudo atropella
tu gala seductora,
ni aun de tu forma quedará la huella.



Rubén Darío

Del campo

-- de Rubén Darío --

¡Pradera, feliz día! Del regio Buenos Aires
Quedaron allá lejos el fuego y el hervor;
Hoy en tu verde triunfo tendrán mis sueños vida,
Respiraré tu aliento, me bañaré en tu sol.

Muy buenos días, huerto. Saludo la frescura
Que brota de las ramas de tu durazno en flor;
Formada de rosales tu calle de Florida
Mira pasar la Gloria, la Banca y el Sport.



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