Buscar Poemas con Poderío


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Se han encontrado 13 poemas con la palabra poderío

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Amós de Escalante

Medir mi pobre espíritu no sabe

-- de Amós de Escalante --

Medir mi pobre espíritu no sabe
la vasta inmensidad del cristal frío,
ni en el menguado pensamiento mío
¡oh mar! la suma de tus leyes cabe.

Ciencia no alcanzo que en mi mente grabe
de pueblos, nautas en tu azul bravío,
el nombre, historia, lengua y poderío,
su henchida vela y carenada trabe.

Ansia de contemplarte no vencida,
en lid sañuda o reposo inerte,
tráeme a tu ribera entristecida;

y halagan mi ilusión sin comprenderte
tus hondas voces, aye de la vida,
tu augusta paz, silencio de la muerte.

Poema Medir mi pobre espíritu no sabe de Amós de Escalante con fondo de libro

Jacinto de Salas y Quiroga

La indiferente (Salas y Quiroga)

-- de Jacinto de Salas y Quiroga --

La indiferente y bella Flora
del amor ciego se burlaba,
sin experiencia a toda hora
la pobrecilla así cantaba:
«No temo, amor, tu poderío,
a pesar de toda tu saña,
libre seré de tu albedrío;
tu buena cara no me engaña».

«Me lo han dicho mis compañeras,
los hombres son muy inconstantes;
si con ellos somos severas
suelen mostrarse muy amantes;
si nos rendimos, los bribones
nos abandonan cruelmente;
¡ay! Quien se fía de tal gente
merece males a millones».
Pero el amor lo vence todo,
y a su poder se rindió Flora;
pronto, humilde, y de mejor modo
así cantaba a toda hora:
Amor, me rindo... ¡Qué dulzura
sobre mi pecho has esparcido!
¡Por qué tan tarde he conocido
tu dulce imperio y mi locura!

Poema La indiferente (Salas y Quiroga) de Jacinto de Salas y Quiroga con fondo de libro

Pablo Neruda

soneto xcv cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Quiénes se amaron como nosotros? busquemos
las antiguas cenizas del corazón quemado
y allí que caigan uno por uno nuestros besos
hasta que resucite la flor deshabitada.
Amemos el amor que consumió su fruto
y descendió a la tierra con rostro y poderío:
tú y yo somos la luz que continúa,
su inquebrantable espiga delicada.
Al amor sepultado por tanto tiempo frío,
por nieve y primavera, por olvido y otoño,
acerquemos la luz de una nueva manzana,
de la frescura abierta por una nueva herida,
como el amor antiguo que camina en silencio
por una eternidad de bocas enterradas.

Poema soneto xcv   cien sonetos de amor (1959) noche de Pablo Neruda con fondo de libro

Santa Teresa de Jesús

A la cruz

-- de Santa Teresa de Jesús --

RUZ , descanso de mi vida,
Vos seáis la bienvenida.

Glosa

¡Oh, bandera, en cuyo amparo
El más flaco será fuerte!
¡Oh vida de nuestra muerte
Qué bien la has resucitado!
Al león has amansado.
Pues por ti perdió la vida,
Vos seáis la bienvenida.

Quien no os ama está cautivo
Y ajeno de libertad;
Quien a vos quiere llegar
No tendrá en nada desvío.
¡Oh dichoso poderío,
Donde el mal no halla cabida!
Vos seáis la bienvenida.

Vos fuisteis la libertad
De nuestro gran cautiverio:
Por vos se reparó el mal
Con tan costoso remedio;
Para con Dios fuisteis medio
De alegría sin medida:
Vos seáis la bienvenida.

Santa Teresa de Jesús.



Meira Delmar

la hoguera

-- de Meira Delmar --

Esta es, amor, la rosa que me diste
el día en que los dioses nos hablaron.
Las palabras ardieron y callaron.
La rosa a la ceniza se resiste.
Todavía las horas me reviste
de su fiel esplendor. Que no tocaron
su cuerpo las tormentas que asolaron
mi mundo y todo cuanto en él existe.
Si cruzas otra vez junto a mi vida
hallará tu mirada sorprendida
una hoguera de extraño poderío.
Será la rosa que morir no sabe,
y que al paso del tiempo ya no cabe
con su fulgor dentro del pecho mío.
!--Img



Juan Nicasio Gallego

Inestabilidad de las cosas humanas

-- de Juan Nicasio Gallego --

A la voz de los tiempos rigurosos
se desploman las torres elevadas:
los montes y las rocas encumbradas
se ocultan entre juncos cenagosos.

¿Do estáis, anfiteatros y colosos,
arcos soberbios, moles ponderadas?
¿Dónde están vuestras bóvedas sagradas,
templos de Olimpia y de Balbec famosos?

¡Todos yacéis! Del poderío griego,
del sirio y persa, del romano, y godo,
¿qué dejó su segur al hierro y fuego?

¿Y deberá extrañar, cayendo todo,
que una botella de licor manchego
consiga derribarme por el lodo?



Juan Pablo Forner

Ves, Lauso, desalado un vulgo impío

-- de Juan Pablo Forner --

¡Ves, Lauso, desalado un vulgo impío
correr furioso a la batalla horrenda,
desnudo, hambriento, y sin que el alma venda
a esperazas del propio poderío?

¿Ves tolerar del fatigado estío
la ardiente lumbre al recoger la ofrenda
de las espigas con audaz contienda
tostada plebe en mísero atavío?

¿Ves arados los mares al arrojo
de duras almas, que salvar presumen
vida y tesoro en frágiles maderos?

Pues si no lo has, mi Lauso, por enojo,
tanto afán, tantas vidas se consumen
para que engorden fatuos altaneros.



Evaristo Ribera Chevremont

la forma

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

Alcánzase el estado de ventura
cuando se cumple la elevada forma,
la cual ha de lucir, en su factura,
tal como el pensamiento que la informa.

Por ímpetus y llamas interiores,
se vuelve cuajo milagroso el brío
de los extracomunes cuidadores
del verbo, de inmancable poderío.

Y es por el pulcro y esencial secreto,
de la creación suprema que el vocablo
es, en silva, en romance o en soneto,
como el niño divino en el establo.

En los blancos pañales de la rima
se envuelve el nuevo y virginal poema;
y la expresión que en ritmos se arracima,
es flor y astro, manantial y gema.



Francisco Sosa Escalante

Juárez

-- de Francisco Sosa Escalante --

Hijo del pueblo que en humilde cuna
Ve de la luz primer los resplandores,
De la dulce niñez en los albores
Le niega sus tesoros la fortuna

Mas como el hombre, si en su ser aduna
El génio á la virtud, á superiores
Esferas se levanta, las mayores
Grandezas alcanzó sin mancha alguna.

En los combates de la vida fiera
Su firme voluntad y heróico brío
Constante brilla y su moral austera;

De la invasión ante el estrago impío
Alza la libre tricolor bandera,
Y aumenta de la patria el poderío.



José Joaquín de Olmedo

En la muerte de mi hermana

-- de José Joaquín de Olmedo --

¿Y eres tú Dios? ¿A quién podré quejarme?
inebriado en tu gloria y poderío.
¡Ver el dolor que me devora impío
y la mirada de piedad negarme!

Manda alzar otra vez por consolarme
la grave losa del sepulcro frío,
y restituye, oh Dios, al seno mío
la hermana que has querido arrebatarme.

Yo no te la pedí. ¡Qué! ¿es por ventura
crear para destruir, placer divino,
o es de tanta virtud indigno el suelo?

¿o ya del todo absorto en tu luz pura
te es menos grato el incesante trino?
Dime, ¿faltaba este ángel a tu cielo?



Carlos Pellicer

poesía

-- de Carlos Pellicer --

Poesía, verdad, poema mío,
fuerza de amor que halló tus manos, lejos,
en un vuelo de junios pulió espejos
y halló en la luz la palidez, el frío.
Yo rebosé los cántaros del río,
paré la luz en los remansos viejos,
di órdenes a todos los reflejos;
junio perfecto dio su poderío.
Poesía, verdad de todo sueño,
nunca he sido de ti más corto dueño
que en este amor en cuyas nubes muero.
Huye de mí, conviérteme en tu olvido,
en el tiempo imposible, en el primero
de todos los recuerdos del olvido.



Clemente Althaus

A Londres

-- de Clemente Althaus --

En vano, altiva Londres, a porfía
te enriqueces, te ensanchas y te pueblas,
si en una nueva atmósfera sombría
te envuelve el humo y tus eternas nieblas;
si no difiere lo que llamas día
de las nocturnas lóbregas tinieblas,
o, como triste pasajera tarde,
entre dos noches dilatadas arde.
¿Qué vale tu grandeza y poderío
y la corona azul del océano,
Si tiembla en ti junto al hogar el Frío
tendiendo al fuego la aterida mano,
si en tus vastos palacios el Hastío,
roído el pecho de tenaz gusano,
gime y suspira y sin cesar bosteza,
sin que el sueño le rinda la cabeza.
Tú no conoces esa indefinida
dulce tristeza, soñadora y vaga,
encanto y poesía de la vida
que en otro clima el corazón halaga;
sólo conoces el Esplín suicida
que todo bien con su veneno estraga
y que o corta la vida o la convierte
en una lenta prolongada muerte.



Ramón López Velarde

Ofrenda romántica

-- de Ramón López Velarde --

Fuensanta: las finezas del Amado
las finezas más finas,
han de ser par ti menguada cosa,
porque el honor a ti, resulta honrado.

La corona de espinas,
llevándola por ti, es suave rosa
que perfuma la frente del Amado.

El madero pesado
en que me crucifico por tu amor,
no pesa más, Fuensanta,
que el arbusto en que canta
tu amigo el ruiseñor
y que con una mano
arranca fácilmente el leñador.

Por ti el estar enfermo es estar sano;
nada son para ti todos los cuentos
que en la remota infancia
divierten al mortal;
porque hueles mejor que la fragancia
de encantados jardines soñolientos,
y porque eres más diáfana, bien mío
que el diáfano palacio de cristal.

Pero con ser así tu poderío,
permite que te ofrezca el pobre don
del viejo parque de mi corazón.
Está en diciembre, pero con tu cántico
tendrá las rosas de un abril romántico.

Bella Fuensanta,
tú ya bien sabes el secreto: ¡canta!



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