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Se han encontrado 62 poemas con la palabra pobres

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Alfredo Espino

Un rancho y un lucero

-- de Alfredo Espino --

Un dia, ¡primero Dios!
Has de quererme un poquito
yo levantaré el ranchito
en que vivamos los dos.

¿Qué mas pedir? Con tu amor,
mi rancho, un árbol, un perro,
y enfrente el cielo y el cerro
y el cafetalito en flor.

Y entre aroma de saúcos,
un zezontle que cantara
y una poza que copiara
parajitos y bejucos.

Lo que los pobres queremos,
lo que los pobres amamos,
eso que tanto adoramos
porque es lo que no tenemos...

Con sólo eso, vida mía;
con sólo eso:
con mi verso, con tu beso,
lo demás nos sobraría...

Porque no hay nada mejor
que un monte, un rancho, un lucero,
cuando se tiene un "Te quiero"
y huele a sendas en flor...

Poema Un rancho y un lucero de Alfredo Espino con fondo de libro

César Vallejo

Capitulación

-- de César Vallejo --

Anoche, unos abriles granas capitularon
ante mis mayos desarmados de juventud;
los marfiles histéricos de su beso me hallaron
muerto; y en un suspiro de amor los enjaulé.

Espiga extraña, dócil. Sus ojos me asediaron
una tarde amaranto que dije un canto a sus
cantos; y anoche, en medio de los brindis, me hablaron
las dos lenguas de sus senos abrasadas de sed.

Pobre trigueña aquella; pobres sus armas; pobres
sus velas cremas que iban al tope en las salobres
espumas de un marmuerto. Vencedora y vencida,

se quedó pensativa y ojerosa y granate.
Yo me partí de aurora. Y desde aquel combate,
de noche entran dos sierpes esclavas a mi vida.

Poema Capitulación de César Vallejo con fondo de libro

Pablo Neruda

por qué no recuerdan los viejos

-- de Pablo Neruda --

Por qué no recuerdan los viejos
las deudas ni las quemaduras?
era verdad aquel aroma
de la doncella sorprendida?
por qué los pobres no comprenden
apenas dejan de ser pobres?
dónde encontrar una campana
que suene adentro de tus sueños?

Poema por qué no recuerdan los viejos de Pablo Neruda con fondo de libro

Mario Benedetti

hombre que mira la luna

-- de Mario Benedetti --

Es decir la miraba porque ella
se ocultó tras el biombo de nubes
y todo porque muchos amantes de este mundo
le dieron sutilmente el olivo
con su brillo reticente la luna
durante siglos consiguió transformar
el vientre amor en garufa cursilínea
la injusticia terrestre en dolor lapizlázuli
cuando los amantes ricos la miraban
desde sus tedios y sus pabellones
satelizaba de lo lindo y oía
que la luna era un fenómeno cultural
pero si los amantes pobres la contemplaban
desde su ansiedad o desde sus hambrunas
entonces la menguante entornaba los ojos
porque tanta miseria no era para ella
hasta que una noche casualmente de luna
con murciélagos suaves con fantasmas y todo
esos amantes pobres se miraron a dúo
dijeron no va más al carajo selene
se fueron a su cama de sábanas gastadas
con acre olor a sexo deslunado
su camanido de crujiente vaivén
y libres para siempre de la luna lunática
fornicaron al fin como dios manda
o mejor dicho como dios sugiere.



Mario Benedetti

la cercanía de la nada

-- de Mario Benedetti --

Ahora
sé que mi único destino
es la certidumbre de la vejez
la cercanía de la nada
y su belleza aterradora
fayad jamis
cuando se acercan a la nada
y más aún cuando se enfrentan
al pavoroso linde de tinieblas
los poderosos no consiguen
pasar de contrabando su poder
ni la mochila azul de sus lingotes
ni el chaleco antimuerte
ni el triste semillero de sus fobias
pero cuando los pobres de la tierra
se acercan a la nada
los aduaneros nada les confiscan
salvo el hambre
o la sed
o el cuerpo en ruinas
los pobres de la tierra
pasan como si nada
pero tampoco se hagan ilusiones
ya que la nada es nada más que eso
y esa belleza sobrecogedora
que aterra a poderosos e indigentes
a todos los ignora por igual



Julio Herrera Reissig

decoración heráldica

-- de Julio Herrera Reissig --

Señora de mis pobres homenajes,
débote amar aunque me ultrajes.
Góngora

soñé que te encontrabas junto al muro
glacial donde termina la existencia,
paseando tu magnífica opulencia
de doloroso terciopelo oscuro.

Tu pie, decoro del marfil más puro,
hería, con satánica inclemencia,
las pobres almas, llenas de paciencia,
que aún se brindaban a tu amor perjuro.

Mi dulce amor que sigue sin sosiego,
igual que un triste corderito ciego,
la huella perfumada de tu sombra,

buscó el suplicio de tu regio yugo,
y bajo el raso de tu pie verdugo
puse mi esclavo corazón de alfombra.



Roque Dalton García

los locos

-- de Roque Dalton García --

Los locos
a los locos no nos quedan bien los nombres.
Los demás seres
llevan sus nombres como vestidos nuevos,
los balbucean al fundar amigos,
los hacen imprimir en tarjetitas blancas
que luego van de mano en mano
con la alegría de las cosas simples.
Y qué alegría muestran los alfredos,los antonios,
los pobres juanes y los taciturnos sergios,
los alejandros con olor a mar!
todos extienden, desde la misma garganta con quecantan
sus nombres envidiables como banderas bélicas,
tus nombres que se quedan en la tierra sonando
aunque ellos con sus huesos se vayan a la sombra.
Pero los locos, ay señor, los locos
que de tanto olvidar nos asfixiamos,
los pobres locos que hasta la risa confundimos
y a quienes la alegría se nos llena de lágrimas,
cómo vamos a andar con los nombres a rastras,
cuidándolos,
puliéndolos como mínimos animales de plata,
viendo con estos ojos que ni el sueño somete
que no se pierdan entre el polvo que nos halaga y odia?
los locos no podemos anhelar que nos nombren
pero también lo olvidaremos



Amado Nervo

sólo tú

-- de Amado Nervo --

Cuando lloro con todos los que lloran,
cuando ayudo a los tristes con su cruz,
cuando parto mi pan con los que imploran,
eres tú quien me inspira, sólo tú,
cuando marcho sin brújula ni tino,
perdiendo de mis alas el albor
en tantos barrizales del camino,
soy yo el culpable, solamente yo.
Cuando miro al que sufre como hermano;
cuando elevo mi espíritu al azul;
cuando me acuerdo de que soy cristiano,
ers tú quien me inspira, sólo tú.
Pobres a quienes haya socorrido,
almas obscuras a las que di luz:
¡no me lo agradezcáis, que yo no he sido!
fuiste tú, muerta mía, fuiste tú...



Amado Nervo

lejanía

-- de Amado Nervo --

¡parece mentira que hayas existido!
te veo tan lejos...
Tu mirada, tu voz, tu sonrisa,
me llegan al fondo de un pasado inmenso...
Eras más sutil
que mi propio ensueño;
eres el fantasma de un fantasma,
eres el espectro de un espectro...
Para reconstruír tu imagen remota
he menester ya de un enorme esfuerzo.
¿De veras me quisiste? ¿de veras me besabas?
¿de veras recorrías la casa, hoy en silencio?
¿de veras, en diez años, tu cabecita rubia
reposó por las noches, confiada en mi pecho?
¡ay qué perspectivas esas de la muerte!
¡qué horizontes tan bellos!
¡cuál os divinizan, oh difuntas jóvenes,
con sus lejanías llenas de misterio!
¡qué consagraciones tan definitivas
las que da el silencio!...
¡Cuál os vuelve míticas, casi fabulosas!
¡qué tristes mujeres de carne y de hueso,
con sus pobres encantos efímeros,
podrían venceros?
tenéis un augusto prestigio de estatua,
y por un fenómeno de rareza lleno,
mientras más distantes, más imperïosas
vais agigantandoos en el pensamiento.



Ana Francisca Abarca de Bolea

Romance a una fuente

-- de Ana Francisca Abarca de Bolea --

Fuente que en círculo breve
presumes de gran caudal,
si tus principios observas
no te precipitarás.

Considera que,mendiga
en diverso mineral,con anhelos de grandiosa
te nos quieres ostentar.

Rica de bienes ajenos
todos nos dicen que estás,
que usurpas cual poderoso
a los pobres el caudal.

De ambiciosa te calumnian,
mas tú te puedes quejar,
pues a veces no te agradecemos
el gran gusto que nos das

Recién nacida se ofrece
a clausura tu humildad;
no son acciones de niña,
aunque sean en agraz.

Parecímonos los dos;
mas en proseguir está
la fineza,fuente amiga;
no des pasos hacia atrás.

Dicen que envidias te quieren
de esta huerta desterrar,
que hasta en raudales ofende
lo claro de la verdad.



Jaime Sabines

los he visto en el cine

-- de Jaime Sabines --

Frente a los teatros,
en los tranvías y en los parques,
los dedos y los ojos apretados.
Las muchachas ofrecen en las salas oscuras
sus senos a las manos
y abren la boca a la caricia húmeda
y separan los muslos para invisibles sátiros.
Los he visto quererse anticipadamente, adivinando
el goce que los vestidos cubren, el engaño
de la palabra tierna que desea,
el uno al otro extraño.
Es la flor que florece
en el día más largo,
el corazón que espera,
el que tiembla lo mismo que un ciego en un presagio.
Esa niña que hoy vi tenía catorce años,
a su lado sus padres le miraban la risa
igual que si ella se la hubiera robado.
Los he visto a menudo
a ellos, a los enamorados
en las aceras, sobre la yerba, bajo un árbol,
encontrarse en la carne,
sellarse con los labios.
Y he visto el cielo negro
en el que no hay ni pájaros,
y estructuras de acero
y casa pobres, patios,
lugares olvidados.
Y ellos, constantes, tiemblan
se ponen en sus manos,
y el amor se sonríe, los mueve, les enseña,
igual que un viejo abuelo desengañado.



Jorge Isaacs

Las flores de la hija de caro en el bazar de los pobres

-- de Jorge Isaacs --

Eran como las que haces, esas flores
Que en ignoradas vegas recogía,
Para ufana ceñir la frente mía,
La púdica deidad de mis amores.

Esas que de sus bucles temporales
Caer dejaba, cuando huir fingía
De mis halagos en la selva umbría,
Tuvieron de las tuyas los colores.

Aun en mis sueños el aroma aspiro
De las que ajó mi labio enamorado...
¿Por qué las tuyas reverente miro?

Desprecia el indigente las del prado,
Desdeña aquellas que en tu huerto admiro:
¡Por eso flores para el pobre has criado!



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 14

-- de Jorge Manrique --

Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
por casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.



César Vallejo

El pan nuestro

-- de César Vallejo --

Se bebe el desayuno... Húmeda tierra
de cementerio huele a sangre amada.
Ciudad de invierno... La mordaz cruzada
de una carreta que arrastrar parece
una emoción de ayuno encadenada!

Se quisiera tocar todas las puertas,
y preguntar por no sé quién; y luego
ver a los pobres, y, llorando quedos,
dar pedacitos de pan fresco a todos.
Y saquear a los ricos sus viñedos
con las dos manos santas
que a un golpe de luz
volaron desclavadas de la Cruz!

Pestaña matinal, no os levantéis!
¡El pan nuestro de cada día dánoslo,
Señor...!

Todos mis huesos son ajenos;
yo talvez los robé!
Yo vine a darme lo que acaso estuvo
asignado para otro;
y pienso que, si no hubiera nacido,
otro pobre tomara este café!
Yo soy un mal ladrón... A dónde iré!

Y en esta hora fría, en que la tierra
trasciende a polvo humano y es tan triste,
quisiera yo tocar todas las puertas,
y suplicar a no sé quién, perdón,
y hacerle pedacitos de pan fresco
aquí, en el horno de mi corazón...!



Emilio Bobadilla

París en la guerra

-- de Emilio Bobadilla --

Emporio voluptuoso de fiestas y placeres,
de artísticos torneos, de decadentes vicios;
para la carne, ardores de exquisitas mujeres,
y para el pensamiento complejos artificios.

La germánica ira tu esplendor amenaza
y en tu cara de pronto la risa se congela;
en el aire sereno siniestros giros traza
el avión traicionero que en torno tuyo vuela.

La orgía —ola de lujo, de músicas y besos—,
el pavor paraliza en medio de la noche.
¡Adiós, horas febriles de lúbricos excesos!

Huyen de ti, empujados por militares leyes,
millonarios y pobres, en tren, a pie o en coche,
y hoy pacen en tu bosque de Bolonia los bueyes...



Enrique Lihn

elegía a carlos de rokha

-- de Enrique Lihn --

No hubo dolor en el momento justo
de oír sobre tu muerte. Fue como si tú mismo la hubierasanunciado en uno de esos absurdos llamados telefónicos quesolías hacer a tus amigos:
una broma sangrienta.
Y la inocencia que, a esas horas, se volvía irritante, lacigarra de una voz chirriando
en la paja seca del día. No hubo dolor
pero sí, carlos, la inmediata certeza
de que contigo se eclipsaba la noche
sobre el desierto de un día estable y es como si cayera
un poco de ceniza del cielo sobre tierras eriáceas.
Me he llamado a lo real. Pero qué peso insoportable
tendría ahora un guijarro sobre la palma de la mano. Todas,todas estas pobres historias
diurnas no son sino desgarradoras. Aquí, también, estavisión confusa y demasiado nítida de caras conocidas.
Si la vida no es más que una locura
lo que importan son los sueños y aún el delirio, lamentira piadosa
de las palabras en libertad arrojadas
al millar de los vientos nocturnos,
como en tu poesía: la oscuridad vidente:
palabras como brasas, balbuceos del fuego.



Enrique Lihn

revolución

-- de Enrique Lihn --

No toco la trompeta ni subo a la tribuna
de la revolución prefiero la necesidad de conversar entre amigos
aunque sea por las razones más débiles
hasta diletando; y soy, como se ve, un pequeño burgués novergonzante
que ya en loss años treinta y pico sospechaba que detrásdel amor a los pobres de los sagrados corazones
se escondía una monstruosa duplicidad
y que en el cielo habría una puerta de servicio
para hacer el reparto de las sobras entre los mismos mendigos que serestregaban aquí abajo contra los flancos de la iglesia
en ese barrio uncioso pero de cuello y corbata
frío de corazón ornamental
la revolución
es el nacimiento del espíritu critico y las perplejidades que leduelen al imago en los lugares en que se ha completado para una tareapor ahora incomprensible
y en nombre de la razón la cabeza vacila
y otras cabezas caen en un cesto
y uno se siente solitario y cruel
víctima de las incalculables injusticias que efectivamente no sehacen esperar y empiezan a sumarse en el horizonte de lo que era derigor llamar entonces la vida
y su famosa sonrisa.



Arturo Borja

Voy a entrar al olvido

-- de Arturo Borja --

Voici le masque pour la fête du mensonge.

HENRY DE REGNIER

A Francisco Guarderas

Hermano, si me río de la vida y sus cosas
notarás en mi risa cierto rezo de angustias,
sentirás las espinas que hay en todas las rosas,
comprenderás que casi mis flores están mustias.

Yo pongo a los cipreses de mi sendero, ahora,
una doliente gracia contradictoria y llena
de la azul ironía que aprendí de la Aurora
que es hija de los rojos Crepúsculos de pena.

Se apagaron aquellos ojos que me sonrieron
diabólicos y brujos detrás de una ventana,
y esta tarde yo he visto que en mi jardín murieron
pobres rosadas rosas que enterraré mañana.

Indiferentemente tiene mi herida abierta
el dorado veneno que me dio esa mujer:
Voy a entrar al olvido por la mágica puerta
que me abrirá ese loco divino: ¡BAUDELAIRE!



Pablo Neruda

cuando escribió su libro azul

-- de Pablo Neruda --

Cuando escribió su libro azul
rubén darío no era verde?
no era escarlata rimbaud,
góngora de color violeta?
y victor hugo tricolor?
y yo a listones amarillos?
se juntan todos los recuerdos
de los pobres de las aldeas?
y en una caja mineral
guardaron sus sueños los ricos?



Pablo Neruda

soneto lix cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lix
(g.M.)
Pobres poetas a quienes la vida y la muerte
persiguieron con la misma tenacidad sombría
y luego son cubiertos por impasible pompa
entregados al rito y al diente funerario.
Ellos oscuros como piedrecitas ahora
detrás de los caballos arrogantes, tendidos
van, gobernados al fin por los intrusos,
entre los edecanes, a dormir sin silencio.
Antes y ya seguros de que está muerto el muerto
hacen de las exequias un festín miserable
con pavos, puercos y otros oradores.
Acecharon su muerte y entonces la ofendieron:
sólo porque su boca está cerrada
y ya no puede contestar su canto.



Pablo Neruda

lamento lento

-- de Pablo Neruda --

En la noche del corazón
la gota de tu nombre lento
en silencio circula y cae
y rompe y desarrolla su agua.
Algo quiere su leve daño
y su estima infinita y corta,
como el paso de un ser perdido
de pronto oído.
De pronto, de pronto escuchado
y repartido en el corazón
con triste insistencia y aumento
como un sueño frío de otoño.
La espesa rueda de la tierra
su llanta húmeda de olvido
hace rodar, cortando el tiempo
en mitades inaccesibles.
Sus copas duras cubren tu alma
derramada en la tierra fría
con sus pobres chispas azules
volando en la voz de la lluvia.



Pablo Neruda

soneto lxxii cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxxii
amor mío, el invierno regresa a sus cuarteles,
establece la tierra sus dones amarillos
y pasamos la mano sobre un país remoto,
sobre la cabellera de la geografía.
Irnos! hoy! adelante, ruedas, naves, campanas,
aviones acerados por el diurno infinito
hacia el olor nupcial del archipiélago,
por longitudinales harinas de usufructo!
vamos, levántate, y endiadémate y sube
y baja y corre y trina con el aire y conmigo
vámonos a los trenes de arabia o tocopilla,
sin más que trasmigrar hacia el polen lejano,
a pueblos lancinantes de harapos y gardenias
gobernados por pobres monarcas sin zapatos.



Pablo Neruda

pobres muchachos

-- de Pablo Neruda --

Cómo cuesta en este planeta
amarnos con tranquilidad:
todo el mundo mira las sábanas,
todos molestan a tu amor.
Y se cuentan cosas terribles
de un hombre y de una mujer
que después de muchos trajines
y muchas consideraciones
hacen algo insustituible,
se acuestan en una sola cama.
Yo me pregunto si las ranas
se vigilan y se estornudan,
si se susurran en las charcas
contra las ranas ilegales,
contra el placer de los batracios.
Yo me pregunto si los pájaros
tienen pájaros enemigos
y si el toro escucha a los bueyes
antes de verse con la vaca.
Ya los caminos tienen ojos,
los parques tienen policía,
son sigilosos los hoteles,
las ventanas anotan nombres,
se embarcan tropas y cañones
decididos contra el amor,
trabajan incesantemente
las gargantas y las orejas,
y un muchacho con su muchacha
se obligaron a florecer
volando en una bicicleta.



José Tomás de Cuellar

La concha

-- de José Tomás de Cuellar --

I.

DOS pobres pescadores
Salieron mar afuera,
Con una marejada
Que daba miedo verla.
Luchando con las olas
Y con la brisa fresca,
Entre unos arrecifes
Las redes al fin echan,
Y con dos mil fatigas



José Tomás de Cuellar

Las penas secretas

-- de José Tomás de Cuellar --

DE noche en las horas tranquilas del sueño
Las víctimas tímidas lloran;
Las pobres ocultas en sombras, beleño
No apuran y tristes imploran
Del cielo piedad.

Velando ellas solas, un himno
Tristísimo y lúgubre elevan,
No lo oyen los hombres; que místico y santo
Los ángeles raudo lo llevan
A la eternidad.



José Ángel Buesa

no era amor

-- de José Ángel Buesa --

No era amor. Fue otra cosa.
Pero según murmuran en la ciudad aquella,
yo cometí el delito de inventarte una estrella,
y fue tuyo el pecado de ofrecerme una rosa.
No era amor, no era eso
que se enciende en la sangre como una llamarada:
era mirar tus ojos y no decirte nada
o acercarme a tu boca sin codiciar un beso.
Tarde para mi hastío,
tarde para tu angustia de mariposa en vano,
éramos como dos ciegos que se daban la mano,
como dos niños pobres, tu corazón y el mío.
Nada más. Ni siquiera
suspirar en la lluvia de una tarde vacía.
No era amor, fue otra cosa. No sé lo que sería.
Yo sé que es triste que nadie lo creyera.



Fray Luis de León

oda xviii en la ascensión

-- de Fray Luis de León --

¿y dejas, pastor santo,
tu grey en este valle hondo, escuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, ¿te vas al inmortal seguro?

los antes bienhadados,
y los agora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?

¿qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?

aqueste mar turbado,
¿quién le pondrá ya freno? ¿quién concierto
al viento fiero, airado?
estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?

¡ay!, nube, envidiosa
aun deste breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿dó vuelas presurosa?
¡cuán rica tú te alejas!
¡cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!



Cuéntame tu pena

-- de Vicenta Castro Cambón --

CUÉNTAME tu pena,
porque aunque lo calles
yo sé que en el alma,
hondo, donde nadie
llega con los pobres
ojos de la carne,
tienes una herida,
una herida grande.
Con fibras de mi alma
yo haré venda suave;
de tu herida déjame
restañar la sangre;
pero séme dócil
cual niño a su madre.

Cuéntame tu pena;
yo sé que abundantes
serian tus lágrimas
si las derramases.
Llora sobre mi alma;
que en mis lagrimales
las lágrimas tuyas
sus crisoles hallen;
y si amargas quejas
a Dios has de darle
deja que tus quejas
por mis labios pasen;
pero séme dócil
cual niño a su madre.

Cuéntame tu pena;
tengo sed, tengo hambre
de las amarguras
que llenan tu cáliz;
pero séme dócil
cual niño a su madre.
Deja que la copa
de tu mano arranque:
temo que tu mano
sea —no te enfades—
la que en esa copa
hiel pone y vinagre.



Vicente Gallego

¿dónde

-- de Vicente Gallego --

A franciso díaz de castro
donde ya no hay palabras,
donde sopla el silencio su cristal
y lo afina en la copa del consuelo;
donde el llanto se rinde, desoído en su fe,
a su duro esqueleto de alegría;
donde el hueso y la carne,
donde el dolor y el miedo callan sordos;
donde se vio atendida
un instante en su afán nuestra plegaria.
Sobre la misma muerte,
en su podrida turba, en su fermento oscuro,
donde arraiga, carnívora,
la fiera flor solar de estar con vida.
En el ciego entusiasmo, en la pureza:
donde tan sólo fuimos
¿dónde?
pobres almas de dios,
sólo polvo feliz
que la tormenta eleva sobre el mundo,
suplicante
relámpago
de amor,
eléctrica belleza sin custodio.



Antonio de Zayas

Plazuela

-- de Antonio de Zayas --

OR los balcones de la antigua casa
El sol al ras, y por las rotas tejas
De las bohardillas, perezoso pasa.

No hay ni una flor en las salientes rejas
Veladas por zurcidos cortinajes
De listado percal. Flotan consejas

De hidalgos pobres de harapientos trajes
Por la angosta plazuela adonde, vanos,
Hazañas a contar de sus linajes

Fueron ayer, con las siniestras manos
El arriaz amparando del acero
Salido de los hornos toledanos.

Abre sus puertas al calor de Enero
La humilde vecindad. ¡Que el sol el hambre
Próvido aplaca cuando no el puchero!

De chiquillos famélicos enjambre
Va a apoyar la cabeza en las rodillas
De mozas que les hurgan la pelambre.

¿Dó estáis, golas de olán, negras ropillas,
Pomposas faldas y agarenos mantos.
Nubes de estrellas en las dos Castillas?

Oigo repique de campanas... Cantos
Siento de monjas escapar de un coro...
Por la vida de ayer corren sus llantos...

¡Y yo también con lágrimas la añoro!



Antonio Machado

A un viejo y distinguido señor

-- de Antonio Machado --

Te he visto, por el parque ceniciento
que los poetas aman
para llorar, como una noble sombra
vagar, envuelto en tu levita larga.
El talante cortés, ha tantos años
compuesto de una fiesta en la antesala,
¡qué bien tus pobres huesos
ceremoniosos guardan!
Yo te he visto, aspirando distraído,
con el aliento que la tierra exhala
-hoy, tibia tarde en que las mustias hojas
húmedo viento arranca-
del eucalipto verde
el frescor de las hojas perfumadas.
Y te he visto llevar la seca mano
a la perla que brilla en tu corbata.



Antonio Machado

Un loco

-- de Antonio Machado --

Es una tarde mustia y desabrida
de un otoño sin frutos, en la tierra
estéril y raída
donde la sombra de un centauro yerra.
Por un camino en la árida llanura,
entre álamos marchitos,
a solas con su sombra y su locura,
va el loco hablando a gritos.
Lejos se ven sombríos estepares,
colinas con malezas y cambrones,
y ruinas de viejos encinares
coronando los agrios serrijones.
El loco vocifera
a solas con su sombra y su quimera.
Es horrible y grotesca su figura;
flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,
ojos de calentura
iluminan su rostro demacrado.
Huye de la ciudad... Pobres maldades,
misérrimas virtudes y quehaceres
de chulos aburridos, y ruindades
de ociosos mercaderes.
Por los campos de Dios el loco avanza.
Tras la tierra esquelética y sequiza
—rojo de herrumbre y pardo de ceniza—
hay un sueño de lirio en lontananza.
Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano!
—¡carne triste y espíritu villano!—.
No fue por una trágica amargura
esta alma errante desgajada y rota;
purga un pecado ajeno: la cordura,
la terrible cordura del idiota.



Marilina Rébora

dice el señor

-- de Marilina Rébora --

Dice el señor
id por camino estrecho que lleva a puerta angosta
ésa que sólo niños atravesar consiguen,
perfumada de nardos donde un ángel se aposta
y no al portal mayor que los grandes persiguen.
En haciéndoos pequeños ya seréis inocentes,
que para tales es el reino de los cielos;
así oiréis la palabra que a sabios y prudentes
dios oculta y revela sólo a los pequeñuelos.
Porque el reino celeste es de las almas puras:
los humildes y pobres, simples de corazón.
Sed como ellos y así con candor de criaturas
traspasaréis seguros la reducida puerta
que a los mansos espíritus estará siempre abierta,
camino de la vida, suprema bendición.
Mateo 7, 13,14; 19, 14,15.



Mario Benedetti

igualdad

-- de Mario Benedetti --

En el viejo camposanto
hay sepulcros fanfarrones
criptas nichos panteones
todo en mármol sacrosanto
de harto lujo pero en cuanto
a desniveles sociales
en residencias finales
como éstas no hay secretos
y los pobres esqueletos
parecen todos iguales



Mario Benedetti

viceversa

-- de Mario Benedetti --

Martín santomé
tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte
tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte
tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte
o sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.



Mario Benedetti

chau número tres

-- de Mario Benedetti --

Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres
sembrando tu confianza
te dejo junto al mundo
derrotando imposibles
segura sin seguro
te dejo frente al mar
descifrándote sola
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota
te dejo sin mis dudas
pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía
pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas nunca creas
este falso abandono
estaré donde menos
lo esperes
por ejemplo
en un árbol añoso
de oscuros cabeceos
estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra
estaré repartido
en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen
y ojalá pueda estar
de tu sueño en la red
esperando tus ojos
y mirándote.



Rosalía de Castro

En su cárcel de espinos y rosas

-- de Rosalía de Castro --

En su cárcel de espinos y rosas
Cantan y juegan mis pobres niños,
Hermosos seres, desde la cuna
Por la desgracia ya perseguidos.

En su cárcel se duermen soñando
Cuan bello es el mundo cruel que no vieron,
Cuan ancha la tierra, cuan hondos los mares,
Cuan grande el espacio, qué breve su huerto.

Y le envidian las alas al pájaro
Que traspone las cumbres y valles,
Y le dicen: — ¿Qué has visto allá lejos,
Golondrina que cruzas los aires?—

Y despiertan soñando, y dormidos
Soñando se quedan,
Que ya son la nube flotante que pasa,
O ya son el ave ligera que vuela,
Tan lejos, tan lejos del nido, cual ellos
De su cárcel ir lejos quisieran.



Rosalía de Castro

Sedientas las arenas, en la playa

-- de Rosalía de Castro --

Sedientas las arenas, en la playa
Sienten del sol los besos abrasados,
Y no lejos, las ondas siempre frescas,
Ruedan pausadamente murmurando.
Pobres arenas, de mi suerte imagen;
No sé lo que me pasa al contemplaros,
Pues como yo sufrís, secas y mudas,
El suplicio sin término de Tántalo.

Pero ¿quién sabe?... Acaso luzca un día
En que, salvando misteriosos límites,
Avance el mar y hasta vosotras llegue
Á apagar vuestra sed inextinguible.
¡Y quién sabe también si tras de tantos
Siglos de ansias y anhelos imposibles
Saciará al fin su sed el alma ardiente
Donde beben su amor los serafines!



Medardo Ángel Silva

De Profundis Clamavi

-- de Medardo Ángel Silva --

Señor, ved nuestras almas, en sus duros encierros
donde no hacen la luz vagas filosofías,
vírgenes arrojadas desnudas a los perros
cuando apenas se encienden las rosas de sus días.

En vano no hemos buscado, por diversos caminos,
la ruta azul que lleva a la ideal Bizancio...
Y hoy vamos hacia el puerto de tus brazos divinos,
pobres de voluntad y exangües de cansancio...

A idolatrías locas nuestro amor ofrendamos,
cuando Placer y Vida creímos infinitos...
Y hoy, a tus pies, aquellos despojos arrojamos,
atados con la cinta de los sueños marchitos.



Miguel Hernández

10

-- de Miguel Hernández --

10
tengo estos huesos hechos a las penas
y a las cavilaciones estas sienes:
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas.
Como el mar de la playa a las arenas,
voy en este naufragio de vaivenes,
por una noche oscura de sartenes
redondas, pobres, tristes y morenas.
Nadie me salvará de este naufragio
si no es tu amor, la tabla que procuro,
si no es tu voz, el norte que pretendo.
Eludiendo por eso el mal presagio
de que ni en ti siquiera habré seguro,
voy entre pena y pena sonriendo.



Miguel Unamuno

La oración del ateo

-- de Miguel Unamuno --

Oye mi ruego tú, Dios que no existes,
y en tu nada recoje estas mis quejas,
tú que á los pobres hombres nunca dejas
sin consuelo de engaño. No resistes

á nuestro ruego y nuestro anhelo vistes.
Cuanto tú de mi mente más te alejas
más recuerdo las plácidas consejas
con que mi ama endulzóme noches tristes.



Miguel Unamuno

O cruz u oro!

-- de Miguel Unamuno --

Sobre el pecho, colgada de tu cuello,
una cruz de oro refulgente llevas
dando así al mundo acrisoladas pruebas
de cristiana. En tu rostro un día bello

los afeites é insomnios triste sello
de amor venal dejaron. ¡Pobres Evas
que del pecado en las hediondas cuevas
de la imagen de Dios el fiel destello



Miguel Unamuno

Sol de invierno (RSL)

-- de Miguel Unamuno --

Oh sol de invierno que por el ramaje
desnudo de verdores el tesoro
nos ciernes, pío, de la sangre de oro
con que tras de las siestas el celaje

enciendes engañándonos; ropaje
eres común con que se abriga el coro
de los pobres, y cumples el aforo
de la vida al que rinde vasallaje



Juan Nicasio Gallego

A la Sra. Duquesa de Frías en sus días

-- de Juan Nicasio Gallego --

Cuando improvisa mi prisión oscura
tornó en vergel tu planta bienhechora,
y vio asombrada la naciente aurora
en tus ojos su luz brillar más pura;

no bastando mi pecho a tal ventura,
las gracias viendo do el espanto mora,
así al perderte prorrumpí, señora,
bañado el rostro en llanto de ternura.

«¡Ángel celeste, hechizo y ornamento
del mundo, vete en paz, y el cielo pío
sin fin te colme del placer que siento!»

Este fue, dulce amiga, el voto mío:
hoy le renueva el alma y el acento,
y en pobres versos a tus pies le envío.



Juan Ramón Molina

Pesca de Sirenas

-- de Juan Ramón Molina --

Péscame una sirena, pescador sin fortuna
Que yaces pensativo del mar junto a la orilla
Propicio es el momento porque la vieja luna
Como un mágico espejo entre las olas brilla

Han de venir hasta esta rivera una tras una
Mostrando a flor de agua su seno sin mancilla
Y cantarán en coro, no lejos de la duna
Su canto que a los pobres marinos maravilla

Penetra al mar entonces y escoge la más bella
Con tu red envolviéndola, no escuches su querella
Que es como el canto aleve de la mujer. El sol,

La mirará mañana entre mis brazos loca
Morir bajo el martirio divino de mi boca
Moviendo entre mis piernas su cola tornasol.



Julio Herrera Reissig

La dicha (Herrera y Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

Todas -blancas ovejas fieles a su pastora-
recogidas en torno del modesto santuario,
agrúpanse las pobres casas del vecindario,
en medio de una dulce paz embelesadora.

La buena grey asiste a la misa de aurora...
Entran gentes oscuras, en la mano el rosario;
bendiciendo a los niños, pasa el pulcro vicario
y detrás la llavera, siempre murmuradora...

Se come el santuario musgoso la borrica
del doctor, que indignado un sochantre aporrea.
Transparente, en la calle principal, la botica

sugestiona a las moscas la última panacea.
Y a «ras» de su cuchillo cirujano, platica
el barbero intrigante: folletín de la aldea.



Julio Herrera Reissig

la dicha

-- de Julio Herrera Reissig --

Todas -blancas ovejas fieles a su pastora-
recogidas en torno del modesto santuario,
agrúpanse las pobres casas del vecindario,
en medio de una dulce paz embelesadora.

La buena grey asiste a la misa de aurora...
Entran gentes oscuras, en la mano el rosario;
bendiciendo a los niños, pasa el pulcro vicario
y detrás la llavera, siempre murmuradora...

Se come el santuario musgoso la borrica
del doctor, que indignado un sochantre aporrea.
Transparente, en la calle principal, la botica

sugestiona a las moscas la última panacea.
Y a «ras» de su cuchillo cirujano, platica
el barbero intrigante: folletín de la aldea.



Evaristo Carriego

Caperucita Roja que se nos fue

-- de Evaristo Carriego --

¡Ah, si volvieras...! ¡Cómo te extrañan mis hermanos!
La casa es un desquicio: ya no está la hacendosa
muchacha de otros tiempos. ¡Eras la habilidosa
que todo lo sabías hacer con esas manos...!

El menor de los chicos, ¡pobrecito! te llama
recordándote siempre lo que le prometieras,
para que le dés algo... Y a veces — ¡si lo oyeras! —
para que como entonces le prepares la cama.

¡Cómo entonces! ¿Entiendes? ¡Ah, desde que te fuiste,
en la casita nuestra todo el mundo anda triste,
y temo que los viejos se enfermen, ¡pobres viejos!

Mi madre disimula, pero a escondidas llora,
con el supersticioso temor de verte lejos...
Caperucita roja, ¿dónde estarás ahora?



Evaristo Carriego

Los viejos se van

-- de Evaristo Carriego --

¿No te da tristeza? Bueno,
a mí no sé qué me da...
¡Se van los viejos! Los pobres
poquito a poco se van.
Y se van tan despacito
que ni lo sienten, ¿será
el consuelo de saber
que se habrán de ir en paz?
¡Ah, todo es inútil: nada
los detendrá. ¿Pasarán
este otoño, o el invierno
otra vez los hallará
contándonos por las noches
cosas de la mocedad?
Y cuando no estén, ¿durante
cuánto tiempo aún se oirá



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 74

-- de Francisco de Quevedo --

Tus decretos, señor, altos y eternos,
supieron fabricar, enamorados,
de nada tantos cielos, y, enojados,
hicieron de los ángeles infiernos.
El polvo de que tú quisiste hacernos,
advertidos nos tiene y castigados,
y tus años vivisteis despreciados,
más solos y más pobres los más tiernos.
Cuando naciste humilde, te llevaron
mirra los reyes; mueres rey, y luego
el tributo te vuelven en bebida.
Para morir, señor, te coronaron:
hallas muerte en palacio, guerra y fuego,
y en el pesebre, reyes, paz y vida.



Francisco Sosa Escalante

Trasformaciones

-- de Francisco Sosa Escalante --

Del seno de la tierra desprendido
Impalpable vapor subió á la nube,
Como en las ondas de los vientos sube
De los pobres el ruego bendecido.

Flotó en el éter de esplendor vestido
Semejando las alas de un querube,
Y luego descendió, y entónces hube
De mirarlo ya en perlas convertido.

Las perlas en diamantes se trocaron
Cuando en el cáliz de la flor cayeron
Y fúlgida corona le formaron.

Brilló despues el sol; palidecieron
Sus besos al sentir; se evaporaron,
Y á formar otra nube se volvieron.



Francisco Villaespesa

por tierras de sol y sangre vii. granada

-- de Francisco Villaespesa --

vii. Granada
bajo el sopor canicular se enerva
la calle tortuosa de misterio,
donde, amarilla y fláccida, la yerba
crece como en un viejo cementerio.
El sol ciega... Las puertas entornadas
esperan algo que vendrá seguro,
ahogando en el silencio sus pisadas
y arrastrando su sombra sobre el muro.
La oscuridad de pobres interiores
acuchillan de luz los resplandores
de familiares cobres, y en el fondo
la vaga y verde claridad del huerto...
¡Reina un silencio tan pesado y hondo
como si todo se encontrase muerto!



José Alonso y Trelles

Yuyos secos

-- de José Alonso y Trelles --

Del sol que vieron mis años mozos
A gatas quedan tibios reflejos
Que en el recuerdo buscan ansiosos
Mis pobres ojos, sin luz, de viejos.

Eran los tiempos en que mi herraje
Lucía en el lomo de un potro crudo,
Y en las glorietas, entre el gauchaje,
A más de una táita dejaba mudo;

Era cuando iba campiando agravios
Con la altanera mirada dura,
Yevando el reto pronto en los labios
Y la e dos filos en la cintura;

Era cuando era mi cancha el rancho
De aquella autera chiruza mía,
Que jué más tarde p'al Viejo Pancho
Como la musa Melancolía.

Rancho entre sáuces, que a media noche
Se abría al envite de mi ternura,
Como en las tardes abren el broche
Las campaniyas de la espesura.

Inolvidable nido y fajina
Ande mis sueños se deshojaban
Entre los brazos de aqueya china
Que me oprimían y me maniaban;

De aqueya china voluntariosa,
Sedienta siempre de amores nuevos;
De aqueya china linda y mimosa
De abrasadores ojos malevos,

Que cuando al alba salía a la puerta
Brindando el beso de su boca roja,
Dende el palenque mi overo, alerta,
La saludaba con la coscoja...



José Gautier Benítez

las aves de paso

-- de José Gautier Benítez --

El cielo está en calma, la tarde serena,
y el sol declinando;
y al valle tranquilo dirigen su vuelo
las aves de paso.

Se ignoran sus nombres, que vienen de lejos,
de climas extraños,
y todos las miran, mas nadie conoce
las aves de paso,

las blancas palomas, que siempre tranquilas
el valle habitaron,
reciben alegres, con tiernos arrullos,
las aves de paso.

Que al fin ellas vienen de incógnitos valles
y es dulce su canto;
tal vez es por raras, que halagan, seducen,
las aves de paso.

Y aunque hay en el valle rendidos amantes
de cuello nevado,
prefieren las blancas palomas sencillas,
las aves de paso.

Mas ¡ay!, que saciadas al fin de caricias,
de nidos y granos,
de nuevo levantan su rápido vuelo
las aves de paso.

Y al verse burladas las pobres palomas,
exclaman cantando:
malhaya la incauta que alberga en su nido
las aves de paso.



José Joaquín de Olmedo

Parodia épica

-- de José Joaquín de Olmedo --

¿Ves cuál se precipita en ígneo sulco,
de la ominosa nube desprendido
, el rayo asolador, de ronco trueno
y luz deslumbradora precedido;
y de las enriscadas, desiguales
sierras derroca las enormes masas
de portentosa, horrible pesadumbre,
que desraigando los añosos robles,
fuertes encinas y sublimes pinos,
en derredor los valles asordando,
con fracaso espantable por las faldas
ásperas y fragosas saltan, ruedan
y allá en el hondo abismo se despeñan;
y a un tiempo los soberbios capiteles,
que entre nubes de lejos se divisan,
y valles y collados señorean,
que el tiempo respetó, con mil estragos
se desploman y en polvo se deshacen:
templos, casas, alcázares, palacios,
do en asiática pompa el lujo ríe,
la altiva frente rinden, y deshechas
el suelo besan que antes desdeñaban,
y sus vastas ruinas portentosas
grandes, pequeños, ricos, pobres, buenos,
malos, fuertes y débiles sepultan;
grito de muerte a las esferas sube,
un silencio de muerte le sucede?...
En tanto... En tanto... ¡Oh descripción amiga,
ya el aliento me falta; otro te siga!



José Martí

envilece, devora...

-- de José Martí --

Envilece, devora, enferma, embriaga
la vida de ciudad: se come el ruido,
como un corcel la yerba, la poesía.
Estréchanse en las casas la apretada
gente, como un cadáver en su nicho:
y con penoso paso por las calles
pardas, se arrastran hombres y mujeres
tal como sobre el fango los insectos,
secos, airados, pálidos, canijos.
Cuando los ojos, del astral palacio
de su interior, a la ciudad convierte
el alma heroica, no en batallas grandes
piensa, ni en templos cóncavos, ni en lides
de la palabra centelleante: piensa
en abrazar, como un haz, los pobres
y adonde el aire es puro, y el sol claro
y el corazón no es vil, volar con ellos.



Carlos Guido y Spano

Hojas al viento

-- de Carlos Guido y Spano --

¡Allá van! son hojas sueltas
De un árbol escaso en fruto;
Humildísimo tributo
Que da al mundo un corazón.

Allá van, secas, revueltas
En confuso torbellino,
Sin aroma, sin destino,
A merced del aquilón.

Esas hojas los ensueños
De la vida simbolizan,
Cuando puros divinizan,
La ventura o el afán;

Son emblemas de risueños
Devaneos que en su aurora
La ilusión virgen colora,
¡Y que nunca ¡ay! volverán!

¡Hojas mustias y sombrías!
ya las ramas que adornaron,
Tristemente se doblaron;
El pampero sopló allí.

Las agrestes armonías
Que otro tiempo al aire dieron,
De la tarde se perdieron
En la bruma carmesí.

Allá van, sí, desprendidas
Por las ráfagas de otoño.
Sin que dejen ni un retoño
En su tránsito fugaz;

¡Pobres hojas esparcidas,
Por el viento arrebatadas,
de las vegas encantadas
A que dieron sombra y paz!



Rafael Pombo

Pastorcita

-- de Rafael Pombo --

Pastorcita perdió sus ovejas
¡y quién sabe por dónde andarán!
-No te enfades, que oyeron tus quejas
y ellas mismas bien pronto vendrán.

Y no vendrán solas, que traerán sus colas,
Y ovejas y colas gran fiesta darán.
Pastorcita se queda dormida,
Y soñando las oye balar.

Se despierta y las llama enseguida,
Y engañada se tiende a llorar.
No llores, pastora, que niña que llora
Bien pronto la oímos reír y cantar.

Levantóse contenta, esperando
Que ha de verlas bien presto quizás;
Y las vio; mas dio un grito observando
Que dejaron las colas detrás.

Ay mis ovejitas ¡pobres raboncitas!
¿dónde están mis colas? ¿no las veré más?
Pero andando con todo el rebaño
Otro grito una tarde soltó,
Cuando un gajo de un viejo castaño
Cargadito de colas halló.

Secándose al viento, dos, tres, hasta ciento,
Allí unas tras otra ¡colgadas las vio!
Dio un suspiro y un golpe en la frente,
Y ensayó cuanto pudo inventar,
Miel, costura, variado ingrediente,
Para tanto rabón remendar;
Buscó la colita de cada ovejita
Y al verlas como antes se puso a bailar



Ramón López Velarde

A una ausente seráfica

-- de Ramón López Velarde --

Estos, amada, son sitios vulgares
en que en el ruido mundanal se asusta
el alma fidelísima, que gusta
de evocar tus encantos familiares.

Añoro dulcemente los lugares
en donde imperas cual señora justa,
tu voz real y tu mirada augusta
que ungieron con su gracia mis pesares.

Y recuerdo que en época lejana,
por tus raras virtudes milagrosas
y tu amable modestia provinciana,

ebrio de amor te comparó el poeta
con la mejor de las piedras preciosas
oculta en pobres hojas de violeta.

Tuviste, en la delicia de mi sueño,
fuerza de mano que se da al caído
y la piedad de un pájaro agoreño
que en la rama caduca pone el nido.

De tu falda al seráfico pergeño
cual párvulo medroso estoy asido,
que en la infantil iglesia de mi ensueño
las imágenes rotas han caído.

Yo sé que en mis catástrofes internas
no más quedas tú en pie, señora alta,
de frente noble y de miradas tiernas.

Condúceme en las noches inclementes
porque sin ti, para marchar, me falta
el óleo de las vírgenes prudentes.



Ramón López Velarde

Elogio a Fuensanta

-- de Ramón López Velarde --

Tú no eres en mi huerto la pagana
Rosa de los ardores juveniles;
Te quise como a una dulce hermana

Y gozoso dejé mis quince abriles.
Cual un ramo de flores de pureza
Entre tus manos blancas y gentiles.

Humilde te ha rezado mi tristeza,
Como en los pobres templos parroquiales
El campesino ante la virgen reza.

Antífona es su voz, y en los corales
De tu mística boca he descubierto
El sabor de los besos maternales.

Tus ojos tristes, de mirar incierto,
Recuérdanme dos lámparas prendidas
En la penumbra de un altar desierto.

Las palmas de tus manos son ungidas
Por mi, que provocando tus asombros
Las beso en las ingratas despedidas.

Soy débil, y al marchar por entre escombros
Me dirige la fuerza de tu planta
Y reclino las sienes en tus hombros.

Nardo es tu cuerpo y tu virtud es tanta
Que en tus brazos beatíficos me duermo
Como sobre los senos de una Santa.

¡Quien me otorgara en mi retiro yermo
Tener, Fuensanta, la condescendencia
De tus bondades a mi amor enfermo
Como plenaria y última indulgencia!



Ramón López Velarde

Rumbo al olvido

-- de Ramón López Velarde --

¡Oh pobres almas nuestras
que perdieron el nido
y que van arrastradas
en la falsa corriente
del olvido!

Y pensar que extraviamos
la senda milagrosa
en que se hubiera abierto
nuestra ilusión, como perenne rosa.

Pudieron deslizarse,
sin sentir, nuestras vidas
con el compás romántico
que hay en las músicas desfallecidas

Y pensar que pudimos
enlazar nuestras manos
y apurar en un beso
la comunión de fértiles veranos.

Y pensar que pudimos,
al acercarse el fin de la jornada,
alumbrar la vejez en una dulce
conjunción de existencias,
contemplando, en la noche ilusionada,
el cintilar perenne del zodíaco
sobre la sombra de nuestras conciencias...

Mas en vano deliro y te recuerdo,
oh virgen esperanza,
oh ilusión que te quedas
en no sé que lejanas arboledas
y en no sé qué remota venturanza.

Sigamos sumergiéndonos... Mas antes
que la sorda corriente
nos precipite a lo desconocido,
hagamos un esfuerzo de agonía
para salir a flote
y ver, la última vez, nuestras cabezas
sobre las aguas turbias del olvido.



Ricardo Güiraldes

Inútil (Güiraldes)

-- de Ricardo Güiraldes --

Tengo hoy en el alma unos cuentos muy viejos -muy viejos, lejanos.

Nacieron conmigo y fueron ya antes.
Y cuentan palacios.
Espíritus buenos y espíritus malos.
Y llevan perfumes de leyendas bárbaras.
Dragones y encantos.
Encantos maléficos,
buenos milagros.

Son todo lo irreal, y todo lo sueño.
No quieren, ni pueden, nacer pues son vagos.
Son viejos los pobres, son cuentos de abuelo.
Nacidos, quién sabe, mirando en el fuego,
en noche tranquila y apta al recuerdo,
recuerdo de cosas, que nunca existieron.

Cuentos viejos y vagos
y nebulosos,
de episodios fabulosos.
Potentes magos.
Recuerdos.
Cuentos ancianos,
quedad lejanos.



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