Buscar Poemas con Piedra


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Se han encontrado 81 poemas con la palabra piedra

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Alfonsina Storni

Piedra miserable

-- de Alfonsina Storni --

Oh, piedra dura, miserable piedra,
Yo te golpeo, te golpeo en vano,
Y es inútil la fuerza de mi mano,
Oh piedra dura, miserable piedra.

Pero haces bien, oh miserable piedra,
Deja que tiente un golpe sobrehumano,
Deja golpear, deja golpear mi mano,
Oh piedra dura, miserable piedra.

No me des nada, miserable piedra,
Guarda un silencio altivo y soberano,
No te ablandes jamás entre mi mano;
Oh piedra dura, miserable piedra.

Con tu impiedad, oh miserable piedra,
Recobro alientos y el deseo gano,
No te dejes caer sobre mi mano,
Mezquina, estulta, miserable piedra.

Si un día torpe, miserable piedra,
Te venciera la fuerza del verano
Y cayeras a gotas en mi mano
Yo te odiaría, miserable piedra...

Poema Piedra miserable de Alfonsina Storni con fondo de libro

León Felipe

como tú...

-- de León Felipe --

Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia;
como tú,
piedra aventurera;
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda,
piedra pequeña
y
ligera...

Poema como tú... de León Felipe con fondo de libro

Lope de Vega

Aunque es de piedra, y su cabeza es piedra

-- de Lope de Vega --

Aunque es de piedra, y su cabeza es piedra,
y sobre piedra fuerte está fundada,
y con sangre por ella derramada
de tantos huesos su cimiento en piedra;
aunque con tantos Sacramentos medra,
en gracia y fe con Cristo desposada,
y tantas ramas de su Cruz sagrada
tienen sus muros firmes como yedra;
mientras que la persiguen militante,
a defenderla con sus rayos viene
la luz que al mismo fuego tuvo impreso.
Que aunque partido Cristo por Atlante
quedó la piedra que la tuvo y tiene,
carga en los hombros de Domingo el peso.

Poema Aunque es de piedra, y su cabeza es piedra de Lope de Vega con fondo de libro

Pablo Neruda

casa

-- de Pablo Neruda --

Tal vez ésta es la casa en que viví
cuando yo no existí ni había tierra,
cuando todo era luna o piedra o sombra,
cuando la luz inmóvil no nacía.
Tal vez entonces esta piedra era
mi casa, mis ventanas o mis ojos.
Me recuerda esta rosa de granito
algo que me habitaba o que habité,
cueva o cabeza cósmica de sueños,
copa o castillo o nave o nacimiento.
Toco el tenaz esfuerzo de la roca,
su baluarte golpeado en la salmuera,
y sé que aquí quedaron grietas mías,
arrugadas sustancias que subieron
desde profundidades hasta mi alma,
y piedra fui, piedra seré, por eso
toco esta piedra y para mí no ha muerto:
es lo que fui, lo que seré reposo
de tu combate tan largo como el tiempo.



Luis Palés Matos

la piedra

-- de Luis Palés Matos --

En su duro letargo concentrada,
redonda, como el cráneo de un gigante,
la piedra en la vereda perfumada
es verruga enigmática y punzante.

Quieta, sintió la alegre carcajada,
y el temblor de la carne rozagante,
de la muchacha frágil y cansada
que llegó con el cántaro jadeante.

La piedra suda un ansia negra y blonda.
En lo profundo de su entraña honda
un sueño se arrebuja perezoso.

¡Moisés, moisés, la turba está sedienta;
tócame con tu vara, que revienta
el manantial de liquido precioso!



Octavio Paz

en uxmal

-- de Octavio Paz --

1
la piedra de los días
el sol es tiempo;
el tiempo, sol de piedra;
la piedra, sangre.
2
Mediodía
la luz no parpadea,
el tiempo se vacía de minutos,
se ha detenido un pájaro en el aire.
3
Más tarde
se despeña la luz,
despiertan las columnas
y, sin moverse, bailan.
4
Pleno sol
la hora es transparente:
vemos, si es invisible el pájaro,
el color de su canto.
5
Relieves
la lluvia, pie danzante y largo pelo,
el tobillo mordido por el rayo,
desciende acompañada de tambores:
abre los ojos el maíz, y crece.
6
Serpiente labrada sobre un muro
el muro al sol respira, vibra, ondula,
trozo de cielo vivo y tatuado:
el hombre bebe sol, es agua, es tierra.
Y sobre tanta vida la serpiente
que lleva una cabeza entre las fauces:
los dioses beben sangre, comen hombres.



Pedro Salinas

no rechaces los sueños por ser sueños.

-- de Pedro Salinas --

Todos los sueños pueden
ser realidad, si el sueño no se acaba.
La realidad es un sueño. Si soñamos
que la piedra es la piedra, eso es la piedra.
Lo que corre en los ríos no es un agua,
es un soñar, el agua, cristalino.
La realidad disfraza
su propio sueño, y dice:
«yo soy el sol, los cielos, el amor».
Pero nunca se va, nunca se pasa,
si fingimos creer que es más que un sueño.
Y vivimos soñándola. Soñar
es el modo que el alma
tiene para que nunca se le escape
lo que se escaparía si dejamos
de soñar que es verdad lo que no existe.
Sólo muere
un amor que ha dejado de soñarse
hecho materia y que se busca en tierra.



José Pedroni

confidencia

-- de José Pedroni --

En fragante mudanza el limonero
destaca tu rubor.
Tú no sabes, amiga, pero hueles
a limonero en flor.
En un tronco caído una avecilla
le hizo casa al amor.
Tú no sabes, amiga, pero anidas
lo mismo en mi dolor.
Del arroyo una fría pedrezuela
me trajo el pescador.
Guardé la piedra en mi cerrada mano,
y sentí su frescor.
La harina del molino me empolva el alma
la harina de tu amor.
En el monte encontramos uva crespa
y una flor y otra flor;
cada flor con tu aroma y cada uva
con tu mismo sabor.
Con su fresco algodón venda la piedra
el musgo trepador.
También es como el musgo tu ternura
en mi piedra interior.
Por el camino baja suavemente
un lugareño son.
Así también, amiga, tu palabra
baja a mi corazón.



Vicente Gerbasi

escritos en la piedra

-- de Vicente Gerbasi --

En el valle que rodean montañas de la infancia
encontramos escritos en la piedra,
serpientes cinceladas, astros,
en un verano de negras termiteras.
En el silencio del tiempo vuelan los gavilanes,
cantan cigarras de tristeza
como en una apartada tarde de domingo.
Con el verano se desnudan los árboles,
se seca la tierra con sus calabazas.
Pero volverán las lluvias
y de nuevo nacerán las hojas
y los pequeños grillos de las praderas
bajo el soplo de una misteriosa nostalgia del mundo.
Y así para siempre
en torno a estos escritos en la piedra,
que recuerdan una raza antigua
y tal vez hablan de dios.



Blanca Andreu

los labios impacientes de la noche te sanan mientras abren

-- de Blanca Andreu --

Los labios impacientes de la noche te sanan mientras abren el olor de la piedra
te conducen si acosan el alma de la piedra
si el tierno corazón mineral beben
es tu hora es la noche
así, dirás que te han robado como un vino novicio
y te harás piedra aguda como un líquido agudo
limpia como opio de oro
y serás tregua tuya
y alianza
así, dirás que la que es contigo y lleva un aire desigual a balanza entre estrellas
la idéntica más favorable
tu obra nocturna rara
es la que muestra sonrisa y griterío
palabras como estrellas
y escucha un piano terso como una estrella, estrellas.



Ramón María del Valle Inclán

karma

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Quiero una casa edificar
como el sentido de mi vida,
quiero en piedra mi alma dejar
erigida.

Quiero labrar mi eremitorio
en medio de un huerto latino,
latín horaciano y grimorio
bizantino.

Quiero mi honesta varonía
transmitir al hijo y al nieto,
renovar en la vara mía
el respeto.

Mi casa como una pirámide
ha de ser templo funerario,
el tumor que mueve mi clámide
es de terciario.

Quiero hacer mi casa aldeana
con una solana al oriente,
y meditar en la solana
devotamente.

Quiero hacer una casa estoica
murada en piedra de barbanza,
la casa de séneca, heroica
de templanza.

Y sea labrada de piedra
mi casa, karma de mi clan,
y un día decore la hiedra
sobre el dolmen de valle-inclán.



Lope de Vega

Aquí de Amor, que mata la dureza

-- de Lope de Vega --

Aquí de Amor, que mata la dureza
de Juana, sin respeto de su grado,
el más impertinente licenciado
que en sus leyes formó naturaleza.

Lo de menos valor es la corteza
en cuantas cosas vemos que ha criado,
y a ti, al contrario, el corazón te ha dado
de dura piedra en exterior belleza.

Pues no pueden mis quejas ablandarte,
bien merecieras, Juana rigurosa,
suceder en el mármol de Anaxarte.

Pero ¿en qué piedra, para ser mi losa,
pudiera el dulce Ovidio transformarte,
si ya eres jaspe de azucena y rosa?



Lope de Vega

Circe, que de hombre en piedra me transforma

-- de Lope de Vega --

Circe, que de hombre en piedra me transforma,
quiere, o lo quieren los contrarios cielos,
que viva ausente, sin matarme celos,
cosa imposible si de amor se informa.

Tanto el temor con el amor conforma
que era pedir centellas a los hielos
estar ausente y no tener recelos
aun a la sombra que el pensarlos forma.

Al contrario presente aunque atrevido,
bien puede hacer un hombre resistencia,
mas no cuando a traición otro le enviste.

Los celos por los ojos me han venido,
pero por las espaldas el ausencia,
y lo que no se ve no se resiste.



Lope de Vega

Estas postreras lágrimas te ofrezco

-- de Lope de Vega --

Estas postreras lágrimas te ofrezco,
ídolo de metal, imagen dura,
por diezmo de mis penas y locura,
si recibirlas tu piedad merezco.

Con este don tus aras enriquezco
de la cosecha de mi desventura,
que en sacrificio de mi sangre pura,
como en el falso dios, indio parezco.

Responde como Oráculo, enemiga,
pues eres piedra, y diosa, y adorada,
¿dime si es bien que esta jornada siga?

Mas, ¿que responderás estando airada,
si fuiste cuando más, mi dulce amiga,
alma de fuego en una piedra helada?



César Vallejo

prístina y última piedra de infundada

-- de César Vallejo --

x
prístina y última piedra de infundada
ventura, acaba de morir
con alma y todo, octubre habitación y encinta.
De tres meses de ausente y diez de dulce.
Cómo el destino,
mitrado monodáctilo, ríe.
Cómo detrás desahucian juntas
de contrarios. Cómo siempre asoma el guarismo
bajo la línea de todo avatar.
Cómo escotan las ballenas a palomas.
Cómo a su vez éstas dejan el pico
cubicado en tercera ala.
Cómo arzonamos, cara a monótonas ancas.
Se remolca diez meses hacia la decena,
hacia otro más allá.
Dos quedan por lo menos todavía en pañales.
Y los tres meses de ausencia.
Y los nueve de gestación.
No hay ni una violencia.
El paciente incorpórase,
y sentado empavona tranquilas misturas.



César Vallejo

hasta el día en que vuelva, de esta piedra

-- de César Vallejo --

Hasta el día en que vuelva, de esta piedra
nacerá mi talón definitivo,
con su juego de crímenes, su yedra,
su obstinación dramática, su olivo.
Hasta el día en que vuelva, prosiguiendo,
con franca rectitud de cojo amargo,
de pozo en pozo, mi periplo, entiendo
que el hombre ha de ser bueno, sin embargo.
Hasta el día en que vuelva y hasta que ande
el animal que soy, entre sus jueces,
nuestro bravo meñique será grande,
digno, infinito dedo entre los dedos.



Enrique González Martínez

porque ya mis tristezas...

-- de Enrique González Martínez --

Porque ya mis tristezas son como los matices
sombríos de los cuadros en que la luz fulgura;
porque ya paladeo la gota de la amargura
en el dorado néctar de las horas felices;

porque sé abandonarme, con la santa inconsciencia
de una tabla que flota, sobre el mar de la vida,
y aparté de mis labios la manzana prohibida
con que tentarme quiso el árbol de la ciencia;

porque supe vestirme con el albo ropaje
de mi niñez ingenua, aspirar el salvaje
aroma de los campos, embriagarme de sol,
y mirar como enantes el pájaro y la estrella
(el pájaro que un día me contó su querella;
la estrella que una noche conmigo sonrió),

y porque ya me diste la calma indeficiente,
vida, y el don supremo de la sonrisa franca,
sobre la piedra blanca voy a posar mi frente
y marcaré este día con otra piedra blanca. . .



Octavio Paz

acabar con todo

-- de Octavio Paz --

v
dame, llama invisible, espada fría,
tu persistente cólera,
para acabar con todo,
oh mundo seco,
oh mundo desangrado,
para acabar con todo.
Arde, sombrío, arde sin llamas,
apagado y ardiente,
ceniza y piedra viva,
desierto sin orillas.
Arde en el vasto cielo, laja y nube,
bajo la ciega luz que se desploma
entre estériles peñas.
Arde en la soledad que nos deshace,
tierra de piedra ardiente,
de raíces heladas y sedientas.
Arde, furor oculto,
ceniza que enloquece,
arde invisible, arde
como el mar impotente engendra nubes,
olas como el rencor y espumas pétreas.
Entre mis huesos delirantes, arde;
arde dentro del aire hueco,
horno invisible y puro;
arde como arde el tiempo,
como camina el tiempo entre la muerte,
con sus mismas pisadas y su aliento;
arde como la soledad que te devora,
arde en ti mismo, ardor sin llama,
soledad sin imagen, sed sin labios.
Para acabar con todo,
oh mundo seco,
para acabar con todo.



Octavio Paz

crepúsculos de la ciudad ii

-- de Octavio Paz --

Mudo, tal un peñasco silencioso
desprendido del cielo, cae, espeso,
el cielo desprendido de su peso,
hundiéndose en sí mismo, piedra y pozo.
Arde el anochecer en su destrozo;
cruzo entre la ceniza y el bostezo
calles en donde lívido, de yeso,
late un sordo vivir vertiginoso;
lepra de livideces en la piedra
trémula llaga torna a cada muro;
frente a ataúdes donde en rasos medra
la doméstica muerte cotidiana,
surgen, petrificadas en lo oscuro,
putas: pilares de la noche vana.



Octavio Paz

piedra de toque

-- de Octavio Paz --

Aparece
ayúdame aexistir
ayúdate a existir
oh inexistente por la que existo
oh presentida que me presiente
soñada que me sueña
aparecida desvanecida
ven vuela adviene despierta
rompe diques avanza
maleza de blancuras
marea de armas blancas
mar sin brida galopando en la noche
estrella en pie
esplendor que te clavas en el pecho
(canta herida ciérrate boca)
aparece
hoja en blancotatuada de otoño
bello astro de pausados movimientos de tigre
perezoso relámpago
águila fija parpadeante
cae pluma flecha engalanada cae
da al fin la hora del encuentro
reloj de sangre
piedra de toque de esta vida



Pablo Neruda

la tierra

-- de Pablo Neruda --

La tierra
la tierra verde se ha entregado
a todo lo amarillo, oro, cosechas,
terrones, hojas, grano,
pero cuando el otoño se levanta
con su estandarte extenso
eres tú la que veo,
es para mí tu cabellera
la que reparte las espigas.
Veo los monumentos
de antigua piedra rota,
pero si toco
la cicatriz de piedra
tu cuerpo me responde,
mis dedos reconocen
de pronto, estremecidos,
tu caliente dulzura.
Entre los héroes paso
recién condecorados
por la tierra y la pólvora
y detrás de ellos, muda,
con tus pequeños pasos,
eres o no eres?
ayer, cuando sacaron
de raíz, para verlo,
el viejo árbol enano,
te vi salir mirándome
desde las torturadas
y sedientas raíces.
Y cuando viene el sueño
a extenderme y llevarme
a mi propio silencio
hay un gran viento blanco
que derriba mi sueño
y caen de él las hojas,
caen como cuchillos
sobre mí desangrándome.
Y cada herida tiene
la forma de tu boca.



Pablo Neruda

piedras antárticas

-- de Pablo Neruda --

Allí termina todo
y no termina:
allí comienza todo:
se despiden los ríos en el hielo,
el aire se ha casado con la nieve,
no hay calles ni caballos
y el único edificio
lo construyó la piedra.
Nadie habita el castillo
ni las almas perdidas
que frío y viento frío
amedrentaron:
es sola allí la soledad del mundo,
y por eso la piedra
se hizo música,
elevó sus delgadas estaturas,
se levantó para gritar o cantar,
pero se quedó muda.
Sólo el viento,
el látigo
del polo sur que silba,
sólo el vacío blanco
y un sonido de pájaros de lluvia
sobre el castillo de la soledad.



Gerardo Diego

ante las torres de compostela

-- de Gerardo Diego --

Ante las torres de compostela
también la piedra, si hay estrellas, vuela.
Sobre la noche biselada y fría
creced, mellizos lirios de osadía;
creced, pujad, torres de compostela.
Campo de estrellas vuestra frente anhela,
silenciosas maestras de porfía.
En mi pecho ay, amor mi fantasía
torres más altas labra. El alma vela.
Y ella tú aquí, conmigo, aunque no alcanzas
con tus dedos mis torres de esperanzas
como yo estas de piedra con los míos,
contempla entre mis torres las estrellas,
no estas de otoño, bórralas; aquellas
de nuestro agosto ardiendo en sueños fríos.



Teófilo V. Méndez Ramos

El ulular de las galgas

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

Nadie es autor de este poema mío, Wladimiro Mayakovski

El sol ha aterrizado más allá de los trigales dorados,
enviando a las montañas atestadas de altos vellones
una mirada sensual que se resuelve en el rubor del crepúsculo.
Abandonando la ciudad amorfa, hacia la choza cordial
Marchan los campesinos, entonando canciones sencillas.
Mujeres de rostro bronceado acarician a los hombres de piedra,
luego las caricias se tornan en floración de risas ingenuas.
Empieza la ascensión de la montaña. La marcha es lenta.
La hierba sagrada anestesia al cansancio
de diez horas de rudo trabajo con la espalda encorvada.
La gavilla de risas ingenuas se ha convertido en silencio,
las mujeres de rostro bronceado no acarician a los hombres de piedra;
así ganan la cima.
Hacen alto. Un extraño rumor les tamborilea en el oído,
trémulos de emoción auscultan tan extraño rumor;
y, admirados, descubren el ulular de las Galgas,
que, exaltadas vociferan en el soñoliento paisaje:
¡Tómanos en tus brazos y en ímpetu salvaje arrójanos a la ciudad!
Beethoven
La noche es una sinfonía de estrellas.



Vicente Aleixandre

mendiga en el atrio románico (compostela)

-- de Vicente Aleixandre --

Una vieja
llama y pide:
ruega.
Nadie escucha.
Sólo el agua
suena.
Agua impura
que se escurre
ciega.
Agua muda
o agua ronca.
Besa
lo que duerme
o lo que sigue:
tierra.
Una sombra,
una pisada.
Piedra.
Piedra o siglos,
siglos lentos.
¡Ea!



Antonio Machado

Crece en la plaza en sombra

-- de Antonio Machado --

Crece en la plaza en sombra
el musgo, y en la piedra vieja y santa
de la iglesia. En el atrio hay un mendigo...
Más vieja que la iglesia tiene el alma.
Sube muy lento, en las mañanas frías,
por la marmórea grada,
hasta un rincón de piedra... Allí aparece
su mano seca entre la rota capa.
Con las órbitas huecas de sus ojos
ha visto cómo pasan
las blancas sombras en los claros días,
las blancas sombras de las horas santas.



Antonio Machado

En medio de la plaza y sobre tosca piedra

-- de Antonio Machado --

En medio de la plaza y sobre tosca piedra,
el agua brota y brota. En el cercano huerto
eleva, tras el muro ceñido por la hiedra,
alto ciprés, la mancha de su ramaje yerto.
La tarde está cayendo frente a los caserones
de la ancha plaza en sueños. Relucen las vidrieras
con ecos mortecinos de sol. En los balcones
hay formas que parecen confusas calaveras.
La calma es infinita en la desierta plaza,
donde pasea el alma su traza de alma en pena.
El agua brota y brota en la marmórea taza.
En todo el aire en sombra no más que el agua suena.



Antonio Machado

Yo escucho los cantos

-- de Antonio Machado --

Yo escucho los cantos
de viejas cadencias,
que los niños cantan
cuando en coro juegan,
y vierten en coro
sus almas que sueñan,
cual vierten sus aguas
las fuentes de piedra:
con monotonías
de risas eternas,
que no son alegres,
con lágrimas viejas,
que no son amargas
y dicen tristezas,
tristezas de amores
de antiguas leyendas.
En los labios niños,
las canciones llevan
confusa la historia
y clara la pena;
como clara el agua
lleva su conseja
de viejos amores,
que nunca se cuentan.
Jugando, a la sombra
de una plaza vieja,
los niños cantaban...
La fuente de piedra
vertía su eterno
cristal de leyenda.
Cantaban los niños
canciones ingenuas,
de un algo que pasa
y que nunca llega:
la historia confusa
y clara la pena.
Seguía su cuento
la fuente serena;
borrada la historia,
contaba la pena.



Miguel Hernández

25

-- de Miguel Hernández --

25
al derramar tu voz su mansedumbre
de miel bocal, y al puro bamboleo,
en mis terrestres manos el deseo
sus rosas pone al fuego de costumbre.
Exasperado llego hasta la cumbre
de tu pecho de isla, y lo rodeo
de un ambicioso mar y un pataleo
de exasperados pétalos de lumbre.
Pero tú te defiendes con murallas
de mis alteraciones codiciosas
de sumergirse en tierras y océanos.
Por piedra pura, indiferente, callas:
callar de piedra, que otras y otras rosas
me pones y me pones en las manos.



Nicolás Guillén

piedra de horno

-- de Nicolás Guillén --

La tarde abandonada gime deshecha en lluvia.
Del cielo caen recuerdos y entran por la ventana.
Duros suspiros rotos, quimeras calcinadas.
Lentamente va viniendo tu cuerpo.
Llegan tus manos en su órbita
de aguardiente de caña;
tus pies de lento azúcar quemados por la danza,
y tus muslos, tenazas del espasmo,
y tu boca, sustancia
comestible, y tu cintura
de abierto caramelo.
Llegan tus brazos de oro, tus dientes sanguinarios;
de pronto entran tus ojos traicionados;
tu piel tendida, preparada
para la siesta:
tu olor a selva repentina; tu garganta
gritando no sé, me lo imagino, gimiendo
no sé, me lo figuro, quejándose no sé, supongo,creo
tu garganta profunda
retorciendo palabras prohibidas.
Un río de promesas
baja de tus cabellos,
se demora en tus senos,
cuaja al fin en un charco de melaza en tu vientre,
viola tu carne firme de nocturno secreto.
Carbón ardiente y piedra de horno
en esta tarde fría de lluvia y de silencio.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 69

-- de Francisco de Quevedo --

Si dávidas quebrantan peñas duras,
la de tu sangre nos quebranta y mueve,
que en larga copia de tus venas llueve
fecundo amor en tus entrañas puras.
Aunque sin alma somos criaturas
a quien por alma tu dolor se debe,
viendo que el día pasa oscuro y breve
y que el sol mira en él horas oscuras.
Sobre piedra tu iglesia fabricaste;
tanto el linaje nuestro ennobleciste,
que, dios y hombre, piedra te llamaste.
Pretensión de ser pan nos diferiste;
y si a la tentación se lo negaste,
al sacramento en ti lo concediste.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 30

-- de Francisco de Quevedo --

Hay en sicilia una famosa fuente
que en piedra torna cuanto moja y baña,
de donde huye la ligera caña
el vil rigor del natural corriente.
Y desde el pie gallardo hasta la frente,
anaxar(e)te, de dureza extraña,
convertida fue en piedra, y en españa
pudiera dar ejemplo más patente.
Mas donde vos estáis es excusado
buscar ejemplo en todas las criaturas,
pues mis quejas jamás os ablandaron.
Y al fin estoy a creer determinado
que algún monte os parió de entrañas duras,
o que en aquesta fuente os bautizaron.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 68

-- de Francisco de Quevedo --

Pues hoy derrama noche el sentimiento
por todo el cerco de la lumbre pura,
y amortecido el sol en sombra oscura
da lágrimas al fuego y voz al viento;
pues de la muerte el negro encerramiento
descubre con temblor la sepultura,
y el monte, que embaraza la llanura
del mar cercano, se divide atento,
de piedra es, hombre duro, de diamante
tu corazón, pues muerte tan severa
no anega con tus ojos tu semblante.
Mas no es de piedra, no; que si lo fuera,
de lástima de ver a dios amante,
entre las otras piedras se rompiera.



José Hierro

cumbre tierra sin nosotros (1947)

-- de José Hierro --

Firme, bajo mi pie, cierta y segura,
de piedra y música te tengo;
no como entonces, cuando a cada instante
te levantabas de mi sueño.
Ahora puedo tocar tus lomas tiernas,
el verde fresco de tus aguas.
Ahora estamos, de nuevo, frente a frente
como dos viejos camaradas.
Nueva canción con nuevos instrumentos.
Cantas, me duermes y me acunas.
Haces eternidad de mi pasado.
Y luego el tiempo se desnuda.
¡Cantarte, abrir la cárcel donde espera
tanta pasión acumulada!
y ver perderse nuestra antigua imagen
arrebatada por el agua.
Firme, bajo mi pie, cierta y segura,
de piedra y música te tengo.
Señor, señor, señor: todo lo mismo.
Pero, ¿qué has hecho de mi tiempo?



José Martí

pórtico

-- de José Martí --

Pórtico
frente a las casas ruines, en los mismos
sacros lugares donde franklin bueno
citó al rayo y lo ató,por entre truncos
muros, cerros de piedra, boqueantes
fosos, y los cimientos asomados
como dientes que nacen a una encía,
un pórtico gigante se elevaba.
Rondaba cerca de él la muchedumbre
que siempre en torno
de las fábricas nuevas se congrega.
Cuál, que ésta es siempre distinción de necios,
absorto ante el tamaño; piedra el otro
que no penetra el sol, y cuál en ira
de que fuera mayor que su estatura.
Entre el tosco andamiaje, y las nacientes
paredes, el pórtico,
en un cráneo sin tope parecía
un labio enorme, lívido e hinchado.
Ruedas y hombres el aire sometieron;
trepaban en la sombra; más arriba
fueron que las iglesias; de las nubes
la fábrica magnífica colgaron:
y en medio entonces de los altos muros
se vio el pórtico en toda su hermosura.



Clemente Althaus

La estatua de Niobe

-- de Clemente Althaus --

De un dios el rigor tremendo
cambió en piedra a una mujer;
pero del arte el poder,
carne la piedra volviendo,
la restituye a su ser.



Adelardo López de Ayala

Ausencia (López de Ayala)

-- de Adelardo López de Ayala --

La piedra imán recibe de una estrella
el influjo en que busca su gobierno
la nave audaz, y, en éxtasis eterno,
contempla enamorada su luz bella.

Siente en su espalda el mar la blanda huella
de la luna gentil, y, amante tierno,
suspira y gime, o, con furor interno,
en cien montañas a la par se estrella.

¡Ama una flor al luminar del día;
dispersas y apartadas, sus amores
se comunican las flexibles palmas...

¿Por qué, ausente, no escuchas la voz mía?
¿Por qué sienten mejor el mar, las flores,
y hasta las mismas piedras que las almas?



Alejandra Pizarnik

salvación

-- de Alejandra Pizarnik --

Se fuga la isla
y la muchacha vuelve a escalar el viento
y a descubrir la muerte del pájaro profeta
ahora
es el fuego sometido
ahora
es la carne
la hoja
la piedra
perdidos en la fuente del tormento
como el navegante en el horror de la civilación
que purifica la caída de la noche
ahora
la muchacha halla la máscara del infinito
y rompe el muro de la poesía.



Alejandra Pizarnik

noche

-- de Alejandra Pizarnik --

Correr no sé donde
aquí o allá
singulares recodos desnudos
basta correr!
trenzas sujetan mi anochecer
de caspa y agua colonia
rosa quemada fósforo de cera
creación sincera en surco capilar
la noche desanuda su bagaje
de blancos y negros
tirar detener su devenir

salvación

se fuga la isla.
Y la muchacha vuelve a escalar el viento
y a descubrir la muerte del pájaro profeta.
Ahora
es la carne
la hoja
la piedra
perdidas en la fuente del tormento
como el navegante en el horror de la civilización
que purifica la caída de la noche.
Ahora
la muchacha halla la máscara del infinito
y rompe el muro de la poesiacutea.



Alfonsina Storni

Olvido

-- de Alfonsina Storni --

Lidia Rosa: hoy es martes y hace frío. En tu casa,
De piedra gris, tú duermes tu sueño en un costado
De la ciudad. ¿Aún guardas tu pecho enamorado,
Ya que de amor moriste? Te diré lo que pasa:

El hombre que adorabas, de grises ojos crueles,
En la tarde de otoño fuma su cigarrillo.
Detrás de los cristales mira el cielo amarillo
Y la calle en que vuelan desteñidos papeles.

Toma un libro, se acerca a la apagada estufa,
En el tomacorriente al sentarse la enchufa
Y sólo se oye un ruido de papel desgarrado.

Las cinco. Tú caías a esta hora en su pecho,
Y acaso te recuerda... Pero su blando lecho
Ya tiene el hueco tibio de otro cuerpo rosado.



Alfonsina Storni

Y tú

-- de Alfonsina Storni --

Sí, yo me muevo, vivo, me equivoco;
Agua que corre y se entremezcla, siento
El vértigo feroz del movimiento:
Huelo las selvas, tierra nueva toco.

Sí, yo me muevo, voy buscando acaso
Soles, auroras, tempestad y olvido.
¿Qué haces allí misérrimo y pulido?
Eres la piedra a cuyo lado paso.



Amado Nervo

Deidad

-- de Amado Nervo --

Como duerme la chispa en el guijarro
y la estatua en el barro,
en ti duerme la divinidad.
Tan sólo en un dolor constante y fuerte
al choque, brota de la piedra inerte
el relámpago de la deidad.
No te quejes, por tanto, del destino,
pues lo que en tu interior hay de divino
sólo surge merced a él.
Soporta, si es posible, sonriendo,
la vida que el artista va esculpiendo,
el duro choque del cincel.

Qué importan para ti las horas malas,
si cada hora en tus nacientes alas
pone una pluma bella más?
Ya verás al cóndor en plena altura,
ya verás concluida la escultura,
ya verás, alma, ya verás...



Lope de Vega

Ay dulce puerta, en cuyo mármol cargas

-- de Lope de Vega --

¡Ay dulce puerta en cuyo mármol cargas,
dueño cruel, las armas homicidas,
empresa y sepultura de las vidas,
que para fin tan miserable alargas!

¡Ay piedras que a mis lágrimas amargas,
con ser piedras, estáis enternecidas,
en quien son y serán entretenidas
de mi corto vivir las horas largas!

Yo os adoro y respeto por aquélla,
cuy retrato sois, porque sin duda
alguna alma de piedra vive en ella,

tan dura, helada y de calor desnuda,
para dar a mi llanto una centella
que sólo os diferencia en que se muda.



Lope de Vega

Desde esta playa inútil, y desierto

-- de Lope de Vega --

Desde esta playa inútil, y desierto,
a donde me han traído mis antojos,
mirando estoy el mar de mis enojos,
la cierta muerte y el camino incierto.

La tierra opuesta del amigo puerto,
sobre las rotas barcas y despojos,
me muestra el cuerpo y los difuntos ojos
del joven Ifis, por sus manos muerto.

Veo mi muerte dura y rigurosa,
de quien ningún humano se resiste,
y veo el lazo que mi cuello medra,

y a vos, dura Anaxarte, victoriosa,
de quien me vengue el cielo. Mas, ¡ay triste!,
¿qué castigo os dará, si ya sois piedra?



Lope de Vega

Fue célebre Jahel, porque la frente

-- de Lope de Vega --

Fue célebre Jahel, porque la frente
a Sisara pasó con atrevida
mano, y el clavo de la frente herida
segunda piedra del pastor valiente,
y Engracia santa, porque heroicamente
la tierna suya, de laurel ceñida,
al clavo de un tirano dio rendida,
será también famosa eternamente.
Quiso imitar a su querido esposo,
y aunque él murió con tres, y ella tenía
uno sólo en el tránsito dichoso,
los dos, que le faltaron aquel día
tuvo en el corazón, tan amoroso,
que blanco de sus clavos parecía.



Lope de Vega

Quien dice que fue Adonis convertido

-- de Lope de Vega --

Quien dice que fue Adonis convertido
en flor de lirio y venus en estrella,
no vio, señor don Juan, la imagen bella
que a España habéis de Génova traído.

Transformación, que no escultura, ha sido,
y porque no quedó beldad sin ella
ni amor sin él, a las espaldas de ella
también en piedra se mudó Cupido.

Los mismos son, que no pudiera el arte
vencer al cielo en perfección tan rara;
testigo son las piedras de Anaxarte.

Y si todas a sí las transformara,
yo os diera un mármol tan divino en parte
que el olvidado amor resucitara.



Lope de Vega

Mi bien nacido de mis propios males

-- de Lope de Vega --

Mi bien nacido de mis propios males,
retrato celestial de mi Belisa,
que en mudas voces y con dulce risa,
mi destierro y consuelo hiciste iguales;
segunda vez de mis entrañas sales,
mas pues tu blanco pie los cielos pisa,
¿por qué el de un hombre en tierra tan aprisa
quebranta tus estrellas celestiales?
Ciego, llorando, niña de mis ojos,
sobre esta piedra cantaré, que es mina
donde el que pasa al indio en propio suelo,
hallé más presto el oro en tus despojos,
las perlas, el coral, la plata fina.
Mas, ¡ay!, que es ángel y llevólo al cielo.



Lope de Vega

Vierte racimos la gloriosa palma

-- de Lope de Vega --

Vierte racimos la gloriosa palma
y sin amor se pone estéril luto;
Dafne se queja en su laurel sin fruto,
Narciso en blancas hojas se desalma.

Está la tierra sin lluvia en calma,
viles hierbas produce el campo enjuto;
porque nunca pagó al amor tributo,
gime en su piedra de Anaxarte el alma.

Oro engendra el amor de agua y de arenas;
porque las conchas aman el rocío,
quedan de perlas orientales llenas.

No desprecies, Lucinda hermosa, el mío,
que al trasponer del sol, las azucenas
pierden el lustre y nuestra edad el brío.



Luis Cañizal de la Fuente

en el trasmundo tiembla una bombilla

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

I
¡valtellina aprendida de memoria
hace diez años, sobre los papeles,
en figura cambiante de lo que nunca fuiste!:
ni pergamino casi transparente,
ni ternilla de un blanco repulsivo
ni trémula cuajada para fauces.
Ii
valtellina bufanda sin sombrero,
malhumor ascendente desde el amanecer,
humor agrio de sol entre las barbas,
minuto centelleante carretera abajo.
Iii
y cuando nada importas a tirios ni a troyanos,
y trescientos deshielos han comido
la melena de piedra del león de tu historia,
y cuando ya tus hombres
no queman, ya no bregan
ni obedecen a dios ni se sublevan
a lo sumo, sestean
ante un vaso de blanco
y dicen en dialecto que regalan un gato
al español que pasa y curiosea,
entonces encontrar el pecho de san pablo
en tu valle zurrado de peleas,
ya sólo cicatrices recubiertas de hierba.
Iv
descubrirlo esta tarde, cuando nadie hace caso;
descubrirlo pulido
por la lluvia, entre el barro resbalado.
Y entonces abrazarse
contra el pecho de tabla de san pablo
en figura de pueblo y desconcierto de animales mojados
entre establos cerrados
y bombilla penosa y apenada



Luis Cernuda

donde habite el olvido

-- de Luis Cernuda --

Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
no esconda como acero
en mi pecho su ala,
sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueñoa imagen suya,
sometiendo a otra vida su vida,
sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla, ausencia,
ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
donde habite el olvido.



Góngora

A Júpiter

-- de Góngora --

Tonante monseñor, ¿de cuándo acá
fulminas jovenetos? Yo no sé
cuánta pluma ensillaste para el que
sirviéndote la copa aún hoy está.

El garzón frigio, a quien de bello da
tanto la antigüedad, besara el pie
al que mucho de España esplendor fue,
y poca, mas fatal, ceniza es ya.

Ministro, no grifaño, duro sí,
que en Líparis Estérope forjó
(Piedra digo bezahar de otro Pirú)

las hojas infamó de un alhelí,
y los Acroceraunios montes no.
¡Oh Júpiter, oh, tú, mil veces tú!



Góngora

Con diferencia tal, con gracia tanta

-- de Góngora --

Con diferencia tal, con gracia tanta
aquel ruiseñor llora, que sospecho
que tiene otros cien mil dentro del pecho
que alternan su dolor por su garganta;

y aun creo que el espíritu levanta
—como en información de su derecho—
a escribir del cuñado el atroz hecho
en las hojas de aquella verde planta.

Ponga, pues, fin a las querellas que usa
pues ni quejarse ni mudar estanza
por pico ni por pluma se le veda,

y llore solo aquel que su Medusa
en piedra convirtió, por que no pueda
ni publicar su mal ni hacer mudanza.



Góngora

A Juan Rufo, jurado de Córdoba

-- de Góngora --

Culto jurado, si mi bella dama,
en cuyo generoso mortal manto
arde, como en cristal de templo santo,
de un limpio amor la más ilustre llama,

tu musa inspira, vivirá tu fama
sin invidiar tu noble patria a Manto,
y ornarte ha, en premio de tu dulce canto,
no de verde laurel caduca rama,

sino de estrellas inmortal corona.
Haga, pues, tu dulcísimo instrumento
bellos efectos, pues la causa es bella,

que no habrá piedra, planta, ni persona,
que suspensa no siga el tierno acento,
siendo tuya la voz, y el canto della.



Góngora

Infiere, de los achaques de la vejez, cercano el fin a que, católico, se alienta

-- de Góngora --

En este occidental, en este, ¡oh Licio!,
climatérico lustro de tu vida,
todo mal afirmado pie es caída,
toda fácil caída es precipicio.

¿Caduca el paso? Ilústrese el juïcio.
Desatándose va la tierra unida.
¿Qué prudencia, del polvo prevenida,
la ruina aguardó del edificio?

La piel no sólo sierpe venenosa,
mas con la piel los años se desnuda,
y el hombre, no, ¡ciego discurso humano!

¡Oh aquel dichoso, que, la ponderosa
porción depuesta en una piedra muda,
la leve da al zafiro soberano!



Luis Lloréns Torres

pancho íbero (a antonio pérez pierret)

-- de Luis Lloréns Torres --

¡pancho ibero! tronco de honda raíz ibérica
y encarnación de la américa española.
Una ola te trajo a las playas de américa.
¡Pancho ibero! ¡bendita sea la ola!

tramas la dictadura, pero armas la revolución;
que eres a un tiempo pulpero y soñador.
Y sabes llevar con arte el clac...
Pero prefieres tu sombrero de panamá.

Y mientras el tío sam en su águila cabalga
acaricias de tu cóndor las alas
y afilas en la piedra el cuchillo y la azada;

porque una noche sueñas en la vía láctea
y otra noche en la res que en la pampa destazas...
Que no en vano nos vienes de quijote y de panza.



Jaime Sabines

en la sombra estaban sus ojos

-- de Jaime Sabines --

Y sus ojos estaban vacíos
y asustados y dulces y buenos
y fríos.
Allí estaban sus ojos y estaban
en su rostro callado y sencillo
y su rostro tenía sus ojos
tranquilos.
No miraban, miraban, qué solos
y qué tiernos de espanto, qué míos,
me dejaban su boca en los labios
y lloraban un aire perdido
y sin llanto y abiertos y ausentes
y distantes distantes y heridos
en la sombra en que estaban, estaban
callados, vacíos.
Y una niña en sus ojos sin nadie
se asomaba sin nada a los míos
y callaba y miraba y callaba
y sus ojos abiertos y limpios,
piedra de agua, me estaban mirando
más allá de mis ojos sin niños
y qué solos estaban, qué tristes,
qué limpios.
Y en la sombra en que estaban sus ojos
y en el aire sin nadie, afligido,
allí estaban sus ojos y estaban
vacíos.



Jaime Sabines

igual que los cangrejos...

-- de Jaime Sabines --

Igual que los cangrejos heridos
que dejan sus propias tenazas sobre la arena,
así me desprendo de mis deseos,
muerdo y corto mis brazos,
podo mis días,
derribo mi esperanza,
me arruino.
Estoy a punto de llorar.

¿En dónde me perdí, en qué momento
vine a habitar mi casa,
tan parecido a mí que hasta mis hijos me toman por su
padre
y mi mujer me dice las palabras acostumbradas?

me recojo a pedazos,
a trechos en el basurero de la memoria,
y trato de reconstruirme,
de hacerme como mi imagen.
¡Ay, nada queda!
se me caen de la mano los platos rotos,
las patas de las sillas, los calzones usados,
los huesos que desenterré
y los retratos en que se ven amores y fantasmas.

¡Apiádate de mí!
quiero pedir piedad a alguien.
Voy a pedir perdón al primero que encuentre.
Soy una piedra que rueda
porque la noche está inclinada y o se le ve el fin.

Me duele el estómago y el alma
y todo mi cuerpo está esperando con miedo
que una mano bondadosa me eche una sábana encima.



Jorge Luis Borges

el perú

-- de Jorge Luis Borges --

De la suma de cosas del orbe ilimitado
vislumbramos apenas una que otra. El olvido
y el azar nos despojan. Para el niño que he sido,
el perú fue la historia que prescott ha salvado.
Fue también esa clara palangana de plata
que pendió del arzón de una silla y el mate
de plata con serpientes arqueadas y el embate
de las lanzas que tejen la batalla escarlata.
Fue después una playa que el crepúsculo empaña
y un sigilo de patio, de enrejado y de fuente,
y unas líneas de eguren que pasan levemente
y una vasta reliquia de piedra en la montaña.
Vivo, soy una sombra que la sombra amenaza;
moriré y no habré visto mi interminable casa.



Jorge Luis Borges

un lobo

-- de Jorge Luis Borges --

Furtivo y gris en la penumbra última,
va dejando sus rastros en la margen
de este río sin nombre que ha saciado
la sed de su garganta y cuyas aguas
no repiten estrellas. Esta noche,
el lobo es una sombra que está sola
y que busca a la hembra y siente frío.
Es el último lobo de inglaterra.
Odín y thor lo saben. En su alta
casa de piedra un rey ha decidido
acabar con los lobos. Ya forjado
ha sido el fuerte hierro de tu muerte.
Lobo sajón, has engendrado en vano.
No basta ser cruel. Eres el último.
Mil años pasarán y un hombre viejo
te soñará en américa. De nada
puede servirte ese futuro sueño.
Hoy te cercan los hombres que siguieron
por la selva los rastros que dejaste,
furtivo y gris en la penumbra última.



Josefina Pla

soy

-- de Josefina Pla --

Carne transida, opaco ventanal de tristeza,
agua que huye del cielo en perpetuo temblor;
vaso que no ha sabido colmarse de pureza
ni abrirse ancho a los negros raudales del horror.

¡Ojos que no sirvieron para mirar la muerte,
boca que no ha rendido su gran beso de amor!
manos como dos alas heridas: ¡diestra inerte
que no consigue alzarse a zona de fulgor!

planta errátil e incierta, cobarde ante el abrojo,
reacia al duro viaje, esquiva al culto fiel;
¡rodillas que el placer no hincó ante su altar rojo,
mas que el remordimiento no ha logrado vencer!

garganta temerosa del entrañable grito
que desnuda la carne del último dolor:
¡lengua que es como piedra al dulzor infinito
de la verdad postrera dormida en la pasión!

haz de inútiles rosas, agostándose en sombra,
pozo oculto que nunca abrevó una gran sed;
prado que no ha podido amansarse en alfombra,
¡pedazo de la muerte, que no se sabe ver!



Josefina Pla

cómo

-- de Josefina Pla --

Ay, cómo abrirte este dolor de llaves,
en soledad de pulso amurallado.
Lo que ya se llevaron, cómo darte,
sueño, renunciación, ausencia, olvido.

Cómo franquear a tu claror las puertas
tras las cuales murió crucificado
cada latido virgen de tu nombre,
desposado no obstante de tu imagen.

Cómo agotar la senda de la ausencia,
el rumbo del viaje jamás hecho,
las jornadas cautivas del suspiro.

Ay, cómo en ascua recobrar ceniza,
y de la piedra absorta hacer el nardo
que se encienda a la orilla de tu sangre...

1953



César Vallejo

La araña (Cesar Vallejo)

-- de César Vallejo --

Es una araña enorme que ya no anda;
una araña incolora, cuyo cuerpo,
una cabeza y un abdomen, sangra.

Hoy la he visto de cerca. Y con qué esfuerzo
hacia todos los flancos
sus pies innumerables alargaba.
Y he pensado en sus ojos invisibles,
los pilotos fatales de la araña.

Es una araña que temblaba fija
en un filo de piedra;
el abdomen a un lado,
y al otro la cabeza.

Con tantos pies la pobre, y aún no puede
resolverse. Y, al verla
atónita en tal trance,
hoy me ha dado qué pena esa viajera.

Es una araña enorme, a quien impide
el abdomen seguir a la cabeza.
Y he pensado en sus ojos
y en sus pies numerosos...
¡Y me ha dado qué pena esa viajera!



César Vallejo

Trilce: X

-- de César Vallejo --

Prístina y última piedra de infundada
ventura, acaba de morir
con alma y todo, octubre habitación y encinta.
De tres meses de ausente y diez de dulce.
Cómo el destino,
mitrado monodáctilo, ríe.

Cómo detrás desahucian juntas
de contrarios. Cómo siempre asoma el guarismo
bajo la línea de todo avatar.

Cómo escotan las ballenas a palomas.
Cómo a su vez éstas dejan el pico
cubicado en tercera ala.
Cómo arzonamos, cara a monótonas ancas.

Se remolca diez meses hacia la decena,
hacia otro más allá.
Dos quedan por lo menos todavía en pañales.
Y los tres meses de ausencia.
Y los nueve de gestación.

No hay ni una violencia.
El paciente incorpórase,
y sentado empavona tranquilas misturas.



César Vallejo

Trilce: XVII

-- de César Vallejo --

Destílase este 2 en una sola tanda,
y entrambos lo apuramos.
Nadie me hubo oído. Estría urente
abracadabra civil.

La mañana no palpa cual la primera,
cual la última piedra ovulandas
a fuerza de secreto. La mañana descalza.
El barro a medias
entre sustancias gris, más y menos.
Caras no saben de la cara, ni de la
marcha a los encuentros.
Y sin hacia cabecee el exergo.
Yerra la punta del afán.

Junio, eres nuestro. Junio, y en tus hombros
me paro a carcajear, secando
mi metro y mis bolsillos
en tus 21 uñas de estación.

Buena! Buena!



César Vallejo

Trilce: XIX

-- de César Vallejo --

A trastear, Hélpide dulce, escampas,
cómo quedamos de tan quedarnos.

Hoy vienes apenas me he levantado.
El establo está divinamente meado
y excrementido por la vaca inocente
y el inocente asno y el gallo inocente.

Penetra en la maría ecuménica.
Oh sangabriel, haz que conciba el alma,
el sin luz amor, el sin cielo,
lo más piedra, lo más nada,
hasta la ilusión monarca.

Quemaremos todas las naves!
Quemaremos la última esencia!

Mas si se ha de sufrir de mito a mito,
y a hablarme llegas masticando hielo,
mastiquemos brasas,
ya no hay dónde bajar,
ya no hay dónde subir.

Se ha puesto el gallo incierto, hombre.



César Vallejo

Trilce: XX

-- de César Vallejo --

Al ras de batiente nata blindada
de piedra ideal. Pues apenas
acerco el 1 al 1 para no caer.

Ese hombre mostachoso. Sol,
herrada su única rueda, quinta y perfecta,
y desde ella para arriba.
Bulla de botones de bragueta,
libres,
bulla que reprende A vertical subordinada.
El desagüe jurídico. La chirota grata.

Mas sufro. Allende sufro. Aquende sufro.

Y he aquí se me cae la baba, soy
una bella persona, cuando
el hombre guillermosecundario
puja y suda felicidad
a chorros, al dar lustre al calzado
de su pequeña de tres años.

Engállase el barbado y frota un lado.
La niña en tanto pónese el índice
en la lengua que empieza a deletrear
los enredos de enredos de los enredos,
y unta el otro zapato, a escondidas,
con un poquito de saliva y tierra,
pero con un poquito
no má-
.S.



César Vallejo

Trilce: XXXI

-- de César Vallejo --

Esperanza plañe entre algodones.

Aristas roncas uniformadas
de amenazas tejidas de esporas magníficas
con porteros botones innatos.
¿Se luden seis de sol?
Natividad. Cállate, miedo.

Cristiano espero, espero siempre
de hinojos en la piedra circular que está
en las cien esquinas de esta suerte
tan vaga a donde asomo.

Y Dios sobresaltado nos oprime
el pulso, grave, mudo,
y como padre a su pequeña,
apenas,
pero apenas, entreabre los sangrientos algodones
y entre sus dedos toma a la esperanza.

Señor, lo quiero yo...
Y basta!



César Vallejo

Trilce: LXX

-- de César Vallejo --

Todos sonríen del desgaire con que voyme a fondo, celular de comer
bien y bien beber.

Los soles andan sin yantar? O hay quien
les da granos como a pajarillos? Francamente,
yo no sé de esto casi nada.

Oh piedra, almohada bienfaciente al fin. Amémonos os vivos a los
vivos, que a las buenas cosas muertas será después. Cuánto tenemos que
quererlas
y estrecharlas, cuánto. Amemos las actualidades, que siempre no
estaremos como estamos.
Que interinos Barrancos no hay en los esenciales cementerios.

El porteo va en el alfar, a pico. La jornada nos da en el cogollo, con su
docena de escaleras, escala das, en horizontizante frustración de pies,
por pávidas sandalias vacantes.

Y temblamos avanzar el paso, que no sabemos si damos con el
péndulo, o ya lo hemos cruzado.



César Vallejo

esperanza plañe entre algodones

-- de César Vallejo --

xxxi
esperanza plañe entre algodones.
Aristas roncas uniformadas
de amenazas tejidas de esporas magníficas
y con porteros botones innatos.
¿Se luden seis de sol?
natividad. Cállate, miedo.
Cristiano espero, espero siempre
de hinojos en la piedra circular que está
en las cien esquinas de esta suerte
tan vaga a donde asomo.
Y dios sobresaltado nos oprime
el pulso, grave, mudo,
y como padre a su pequeña,
apenas,
pero apenas, entreabre los sangrientos algodones
y entre sus dedos toma a la esperanza.
Señor, lo quiero yo...
Y basta!



César Vallejo

fue domingo en las claras orejas de mi burro...

-- de César Vallejo --

Fue domingo en las claras orejas de mi burro,
de mi burro peruano en el perú (perdonen la tristeza)
mas hoy ya son las once en mi experiencia personal,
experiencia de un solo ojo, clavado en pleno pecho,
de una sola burrada, clavada en pleno pecho,
de una sola hecatombe, clavada en pleno pecho.
Tal de mi tierra veo los cerros retrasados,
ricos en burros, hijos de burros, padres hoy de vista,
que tornan ya pintados de creencias,
cerros horizontales de mis penas.
En su estatua, de espada,
voltaire cruza su capa y mira el zócalo,
pero el sol me penetra y espanta de mis dientes incisivos
un número crecido de cuerpos inorgánicos.
Y entonces sueño en una piedra
verduzca, diecisiete,
peñasco numeral que he olvidado,
sonido de años en el rumor de aguja de mi brazo,
lluvia y sol en europa, y ¡cómo toso! ¡cómovivo!
¡cómo me duele el pelo al columbrar los siglos semanales!
y cómo, por recodo, mi ciclo microbiano,
quiero decir mi trémulo, patriótico peinado.



César Vallejo

la araña

-- de César Vallejo --

La araña
es una araña enorme que ya no anda;
una araña incolora, cuyo cuerpo,
una cabeza y un abdomen, sangra.
Hoy la he visto de cerca. Y con qué esfuerzo
hacia todos los flancos
sus pies innumerables alargaba.
Y he pensado en sus ojos invisibles,
los pilotos fatales de la araña.
Es una araña que temblaba fija
en un filo de piedra;
el abdomen a un lado,
y al otro la cabeza.
Con tantos pies la pobre, y aún no puede
resolverse. Y, al verla
atónita en tal trance,
hoy me ha dado qué pena esa viajera.
Es una araña enorme, a quien impide
el abdomen seguir a la cabeza.
Y he pensado en sus ojos
y en sus pies numerosos...
¡Y me ha dado qué pena esa viajera!



César Vallejo

al ras de batiente nata blindada

-- de César Vallejo --

Xx
al ras de batiente nata blindada
de piedra ideal. Pues apenas
acerco el 1 al 1 para no caer.
Ese hombre mostachoso. Sol,
herrada su única rueda, quinta y perfecta,
y desde ella para arriba.
Bulla de botones de bragueta,
libres,
bulla que reprende a vertical subordinada.
El desagüe jurídico. La chirota grata.
Mas sufro. Allende sufro. Aquende sufro.
Y he aquí se me cae la baba, soy
una bella persona, cuando
el hombre guillermosecundario
puja y suda felicidad
a chorros, al dar lustre al calzado
de su pequeña de tres años.
Engállase el barbado y frota un lado.
La niña en tanto pónese el índice
en la lengua que empieza a deletrear
los enredos de enredos de los enredos,
y unta el otro zapato, a escondidas,
con un poquito de saliva y tierra,
pero con un poquito
no má
.S.



César Vallejo

a trastear, hélpide dulce, escampas

-- de César Vallejo --

xix
a trastear, hélpide dulce, escampas,
cómo quedamos de tan quedarnos.
Hoy vienes apenas me he levantado.
El establo está divinamente meado
y excrementido por la vaca inocente
y el inocente asno y el gallo inocente.
Penetra en la maría ecuménica.
Oh sangabriel, haz que conciba el alma,
el sin luz amor, el sin cielo,
lo más piedra, lo más nada,
hasta la ilusiónmonarca.
Quemaremos todas las naves!
quemaremos la última esencia!
mas si se ha de sufrir de mito a mito,
y a hablarme llegas masticando hielo,
mastiquemos brasas,
ya no hay dónde bajar,
ya no hay dónde subir.
Se ha puesto el gallo incierto, hombre.



César Vallejo

todos sonríen del desgaire con que voyme a fondo

-- de César Vallejo --

lxx
todos sonríen del desgaire con que voyme a fondo,
celular de comer bien y bien beber.
Los soles andan sin yantar? o hay quien
les da granos como a pajarillos? francamente,
yo no sé de esto casi nada.
Oh piedra, almohada bienfaciente al fin. Amémonos los vivos alos vivos, que a las buenas cosas muertas será después. Cuánto tenemos que quererlas
y estrecharlas, cuánto. Amemos las actualidades, que
siempre no estaremos como estamos.
Que interinos barrancos no hay en los esenciales cementerios.
El porteo va en el alfar, a pico. La jornada nos da en el cogollo, con su docena de escaleras, escaladas, en horizontizante frustración de pies, por pávidas sandaliasvacantes.
Y temblamos avanzar el paso, que no sabemos si damos con el péndulo, o ya lo hemos cruzado.



César Vallejo

guitarra

-- de César Vallejo --

El placer de sufrir, de odiar, me tiñe
la garganta con plásticos venenos,
mas la cerda que implanta su orden mágico,
su grandeza taurina, entre la prima
y la sexta
y la octava mendaz, las sufre todas.
El placer de sufrir... ¿Quién? ¿a quién?
¿quién, las muelas? ¿a quién la sociedad,
los carburos de rabia de la encía?
¿cómo ser
y estar, sin darle cólera al vecino?
vales más que mi número, hombre solo,
y valen más que todo el diccionario,
con su prosa en verso,
con su verso en prosa,
tu función águila,
tu mecanismo tigre, blando prójimo.
El placer de sufrir,
de esperar esperanzas en la mesa,
el domingo con todos los idiomas,
el sábado con horas chinas, belgas,
la semana, con dos escupitajos.
El placer de esperar en zapatillas,
de esperar encogido tras de un verso,
de esperar con pujanza y mala poña;
el placer de sufrir: zurdazo de hembra
muerta con una piedra en la cintura
y muerta entre la cuerda y la guitarra,
llorando días y cantando meses.



César Vallejo

deshora

-- de César Vallejo --

Deshora
pureza amada, que mis ojos nunca
llegaron a gozar. Pureza absurda!
yo sé que estabas en la carne un día,
cuando yo hilaba aún mi embrión de vida.
Pureza en falda neutra de colegio;
y leche azul dentro del trigo tierno
a la tarde de lluvia, cuando el alma
ha roto su puñal en retirada,
cuando ha cuajado en no sé qué probeta
sin contenido una insolente piedra.
Cuando hay gente contenta; y cuando lloran
párpados ciegos en purpúreas bordas.
Oh, pureza que nunca ni un recado
me dejaste, al partir del triste barro
ni una migaja de tu voz; ni un nervio
de tu convite heroico de luceros.
Alejáos de mi, buenas maldades,
dulces bocas picantes...
Yo la recuerdo al veros oh, mujeres!
pues de la vida en la perenne tarde,
nació muy poco pero mucho muere!



César Vallejo

destílase este 2 en una sola tanda

-- de César Vallejo --

xvii
destílase este 2 en una sola tanda,
y entrambos lo apuramos.
Nadie me hubo oído. Estría urente
abracadabra civil.
La mañana no palpa cual la primera,
cual la última piedra ovulandas
a fuerza de secreto. La mañana descalza.
El barro a medias
entre sustancias gris, más y menos.
Caras no saben de la cara, ni de la
marcha a los encuentros.
Y sin hacia cabecee el exergo.
Yerra la punta del afán.
Junio, eres nuestro. Junio, y en tus hombros
me paro a carcajear, secando
mi metro y mis bolsillos
en tus 21 uñas de estación.
Buena! buena!



César Vallejo

Fresco

-- de César Vallejo --

Llegué a confundirme con ella,
tanto ...! Por sus recodos
espirituales, yo me iba
jugando entre tiernos fresales,
entre sus griegas manos matinales.

Ella me acomodaba después los lazos negros
y bohemios de la corbata. Y yo
volvía a ver la piedra
absorta, desairados los bancos, y el reloj
que nos iba envolviendo en su carrete,
al dar su inacabable molinete.
Buenas noches aquellas,
que hoy la dan por reír
de mi extraño morir,
de mi modo de andar meditabundo.
Alfeñiques de oro,
joyas de azúcar
que al fin se quiebran en
el mortero de losa de este mundo.

Pero para las lágrimas de amor,
los luceros son lindos pañuelitos
lilas,
naranjas,
verdes,
que empapa el corazón.
Y si hay ya mucha hiel en esas sedas,
hay un cariño que no nace nunca,
que nunca muere,
vuela otro gran pañuelo apocalíptico;
la mano azul, inédita de Dios!



César Vallejo

La araña (César Vallejo)

-- de César Vallejo --

Es una araña enorme que ya no anda;
una araña incolora, cuyo cuerpo,
una cabeza y un abdomen, sangra.

Hoy la he visto de cerca. Y con qué esfuerzo
hacia todos los flancos
sus pies innumerables alargaba.
Y he pensado en sus ojos invisibles,
los pilotos fatales de la araña.

Es una araña que temblaba fija
en un filo de piedra;
el abdomen a un lado,
y al otro la cabeza.

Con tantos pies la pobre, y aún no puede
resolverse. Y, al verla
atónita en tal trance,
hoy me ha dado qué pena esa viajera.

Es una araña enorme, a quien impide
el abdomen seguir a la cabeza.
Y he pensado en sus ojos
y en sus pies numerosos...
¡Y me ha dado qué pena esa viajera!



César Vallejo

Las piedras

-- de César Vallejo --

Esta mañana bajé
a las piedras, oh las piedras!
Y motivé y troquelé
un pugilato de piedras.

Madre nuestra, si mis pasos
en el mundo hacen dolor,
es que son los fogonazos
de un absurdo amanecer.

Las piedras no ofenden; nada
codician. Tan sólo piden
amor a todos, y piden
amor aun a la Nada.

Y si algunas. De ellas se
van cabizbajas, o van
avergonzadas, es que
algo de humano harán...

Mas, no falta quien a alguna
por puro gusto golpee.
Tal, blanca piedra es la luna
que voló de un puntapié...

Madre nuestra, esta mañana
me he corrido con las hiedras,
al ver la azul caravana
de las piedras,
de las piedras,
de las piedras...



César Vallejo

Piedra negra sobre una piedra blanca

-- de César Vallejo --

Me moriré en París con aguacero,

un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
talvez un jueves, como es hoy de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos



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