Buscar Poemas con Peñasco


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Se han encontrado 13 poemas con la palabra peñasco

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Fernando de Herrera

Duro es este peñasco levantado

-- de Fernando de Herrera --

Duro es este peñasco levantado,
que no teme el favor del bravo viento,
fría esta nieve, que el soberbio aliento
del Aquilón arroja apresurado;

más duro es vuestro pecho y más helado,
en quien la piedad no ha hecho asiento,
ni el fuego de amoroso sentimiento
en él jamás, por culpa vuestra, ha entrado.

Sordas las ondas son de aqueste río,
pero más sorda vos a mis clamores,
que aún poco os pareció ser dura y fría.

Mas todo este dolor del pecho mío
no causa tantas penas y dolores
cuanto la soledad del alma mía.

Poema Duro es este peñasco levantado de Fernando de Herrera con fondo de libro

José Martí

rosilla nueva

-- de José Martí --

¡traidor! con qué arma de oro
me has cautivado?
pues yo tengo coraza
de hierro áspero.
Hiela el dolor: el pecho
trueca en peñasco.
Y así como la nieve,
del sol al blando
rayo, suelta el magnífico
manto plateado,
y salta el hilo alegre
al valle pálido,
y las rosillas nuevas
riega magnánimo;
así, guerrero fúlgido,
roto a tu paso,
humildoso y alegre
rueda el peñasco;
y cual lebrel sumiso
busca saltando
a la rosilla nueva
del valle pálido.

Poema rosilla nueva de José Martí con fondo de libro

Luis Muñoz Rivera

minha terra

-- de Luis Muñoz Rivera --

Borinquen, pobre cautiva
del mar que sus costas bate;
garza dormida entre brumas
como en lecho de azahares,
no vio nunca en sus collados
el humo de los combates,
ni el somatén en sus villas,
ni el tumulto en sus ciudades.

Borinquen, la pobre tierra
de las angustias tenaces,
de las danzas gemidores,
y de los tristes cantares,
no vengó, loca de furia
como una virgen salvaje
las equimosis del látigo,
las cicatrices del sable.

Borinquen tiene en su escudo
un peñasco entre dos mares
y un cordero solitario
con un pálido estandarte.

Símbolo fiel de su historia
que, a través de las edades,
no escribió jamás en rojas
tintas el nombre de un mártir.

Borinquen, la cenicienta,
no puede romper su cárcel,
porque faltan, ¡vive cristo!,
mucho nervio en su carácter,
mucho plomo en sus colinas
y mucho acero en sus valles,
porque en sus campos no hay pueblo;
porque en sus venas no hay sangre.

Poema minha terra de Luis Muñoz Rivera con fondo de libro

César Vallejo

fue domingo en las claras orejas de mi burro...

-- de César Vallejo --

Fue domingo en las claras orejas de mi burro,
de mi burro peruano en el perú (perdonen la tristeza)
mas hoy ya son las once en mi experiencia personal,
experiencia de un solo ojo, clavado en pleno pecho,
de una sola burrada, clavada en pleno pecho,
de una sola hecatombe, clavada en pleno pecho.
Tal de mi tierra veo los cerros retrasados,
ricos en burros, hijos de burros, padres hoy de vista,
que tornan ya pintados de creencias,
cerros horizontales de mis penas.
En su estatua, de espada,
voltaire cruza su capa y mira el zócalo,
pero el sol me penetra y espanta de mis dientes incisivos
un número crecido de cuerpos inorgánicos.
Y entonces sueño en una piedra
verduzca, diecisiete,
peñasco numeral que he olvidado,
sonido de años en el rumor de aguja de mi brazo,
lluvia y sol en europa, y ¡cómo toso! ¡cómovivo!
¡cómo me duele el pelo al columbrar los siglos semanales!
y cómo, por recodo, mi ciclo microbiano,
quiero decir mi trémulo, patriótico peinado.



Julián del Casal

hércules y las estinfálides

-- de Julián del Casal --

Rosada claridad de luz febea
baña el cielo de arcadia. Entre gigantes
rocas negras de picos fulgurantes,
el dormido estinfalo centellea.
Desde abrupto peñasco que azulea,
hércules, con miradas fulminantes,
el níveo casco de álamos humeantes
y la piel del león de la nemea,
apoya el arco en el robusto pecho,
y las candentes flechas desprendidas
rápidas vuelan a las verdes frondas,
hasta que mira en su viril despecho
caer las estinfálides heridas,
goteando sangre en las plateadas ondas.



Julián del Casal

prometeo

-- de Julián del Casal --

Bajo el dosel de gigantesca roca
yace el titán, cual cristo en el calvario,
marmóreo, indiferente y solitario,
sin que brote el gemido de su boca.
Su pie desnudo en el peñasco toca
donde agoniza un buitre sanguinario
que ni atrae su ojo visionario
ni compasión en su ánimo provoca.
Escuchando el hervor de las espumas
que se deshacen en las altas peñas,
ve de su redención luces extrañas,
junto a otro buitre de nevadas plumas,
negras pupilas y uñas marfileñas
que ha extinguido la sed en sus entrañas.



Octavio Paz

crepúsculos de la ciudad ii

-- de Octavio Paz --

Mudo, tal un peñasco silencioso
desprendido del cielo, cae, espeso,
el cielo desprendido de su peso,
hundiéndose en sí mismo, piedra y pozo.
Arde el anochecer en su destrozo;
cruzo entre la ceniza y el bostezo
calles en donde lívido, de yeso,
late un sordo vivir vertiginoso;
lepra de livideces en la piedra
trémula llaga torna a cada muro;
frente a ataúdes donde en rasos medra
la doméstica muerte cotidiana,
surgen, petrificadas en lo oscuro,
putas: pilares de la noche vana.



Pedro Soto de Rojas

Deprecación al tiempo

-- de Pedro Soto de Rojas --

Si quiebras, tiempo, los peñascos duros,
si aceros comes, si metales bebes,
si firmes montes con tus fuerzas mueves
y a brazos rindes invencibles muros,

si los anfiteatros mal seguros
están al golpe de tus filos breves,
si Troyas das al viento en polvos leves
y Cartagos al suelo en llantos puros,

muda aquel pecho que a mi llanto ha sido
duro peñasco, alcanza tú la gloria
de un triunfo a los mortales prohibido,

goza la pompa de tan gran victoria;
pues tienes tanta fuerza y tanto olvido,
muda aquel pecho o vence mi memoria.



Juan de Arguijo

Sísifo

-- de Juan de Arguijo --

Sube gimiendo con mortal fatiga
El grave peso que en sus hombros lleva
Sisifo al alto monte, y cuando prueba
Pisar la cumbre, á mayor mal se obliga.

Cae el fiero peñasco, y la enemiga
Suerte cruel su nuevo afan renueva;
Vuelve otra vez á la difícil prueba,
Sin que de su trabajo el fin consiga.

No iguala aquella á la desdicha mía,
Pues algun tiempo alivia en su tormento
Los hombres, áa tal carga desiguales.

Sufro peso mayor con tal porfía;
Que un punto no perdona al pensamiento
La importuna memoria de mis males.



José Cadalso

a la muerte de filis II

-- de José Cadalso --

En lúgubres cipreses
he visto convertidos
los pámpanos de baco
y de venus los mirtos;
cual ronca voz del cuervo
hiere mi triste oído
el siempre dulce tono
del tierno jilguerillo;
ni murmura el arroyo
con delicioso trino;
resuena cual peñasco
con olas combatido.
En vez de los corderos
de los montes vecinos
rebaños de leones
bajar con furia he visto;
del sol y de la luna
los carros fugitivos
esparcen negras sombras
mientras dura su giro;
las pastoriles flautas,
que tañen mis amigos,
resuenan como truenos
del que reina en olimpo.
Pues baco, venus, aves,
arroyos, pastorcillos,
sol, luna, todos juntos
miradme compasivos,
y a la ninfa que amaba
al infeliz narciso,
mandad que diga al orbe
la pena de dalmiro.



José Eustasio Rivera

atropellados...

-- de José Eustasio Rivera --

Atropellados, por la pampa suelta,
los raudos potros, en febril disputa,
hacen silbar sobre la sorda ruta
los huracanes en su crin revuelta.

Atrás dejando la llanura envuelta
en polvo, alargan la cerviz enjuta,
y a su carrera retumbante y bruta,
cimbran los pindos y la palma esbelta.

Ya cuando cruzan el austral peñasco,
vibra un relincho por las altas rocas;
entonces paran el triunfante casco,

resoplan, roncos, ante el sol violento,
y alzando en grupo las cabezas locas
oyen llegar el retrasado viento.



José Martí

a bordo

-- de José Martí --

Vela abajo, mozo arriba,
acá el roto, allá el peñasco,
ido el sol, recio el chubasco,
y el barco, no barco, criba:
gigante el viento derriba
los hombres de las escalas;
desatadas van las balas
rodando por la cubierta,
¡y yo, en medio a la obra muerta
vivo, mi hijo en las alas!



Ramón María del Valle Inclán

rosa de saulo

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Fue mi grito de amor brama guerrera,
fue de heracles mi furia redentora.
¡Sobre los hombros pieles de pantera!
¡sobre la frente rosas de la aurora!

amé el gladio y el salto cuando era
en el comienzo de la vida.
Ahora el délfico laurel de mi cimera
bajo la tempestad se dobla y llora.

En mi frente era luz el áureo casco
helénico. Al vencido prometeo
fui a dar la libertad sobre el peñasco,

y alzando sus cadenas por trofeo
vi a cristo en el camino de damasco.
¡Ego credebam et laudavi deo!



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