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Se han encontrado 39 poemas con la palabra perfil

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Gabino Alejandro Carriedo

soneto de la mujer gorda

-- de Gabino Alejandro Carriedo --

Perfil de cama tienes, mujer hueca.
¡Qué lástima tener perfil de vaca!
estás más gorda cuanto más destaca
tu empecatada mole de ama seca.
No saques el perfil de hilo de rueca,
más bien tu enorme culo de oca saca;
saca ese saco de tu cuerpo, paca,
trueca la oscura roca de tu peca.
No peca quien se obceca un poco y toca
boca con mueca donde cuelga el moco
que abre la saca loca del tabaco.
¡Tu empecatada mole de acre foca!
¡qué lástima tener perfil de coco,
mujer de cama hueca o hueco saco!

Poema soneto de la mujer gorda de Gabino Alejandro Carriedo con fondo de libro

Vicente Aleixandre

emilio prados (retrato en redondo)

-- de Vicente Aleixandre --

Emilio prados
(retrato en redondo)
1
una sombra. Sólo una
sombra justa. Sin penumbra.
2
Un perfil. Tan sólo un crudo
perfil sobre el cielo puro.
3
Un torso. Un torso de pluma
quieto, peinado de espumas.
4
(No hay que tocarlo. Una herida,
sin saberse, quedaría.)
5
Una mano. ¿Blanca? ¿negra?
sus dos manos verdaderas.
6
Una frente. ¿Y los luceros?
una frente hasta vencerlos.
7
(La noche, en comba, cerrada
sobre su negra mirada.)
8
El aire en su brazo. ¿El aire?
(una sierpe se contrae.)
9
Gime la luz. De su boca
surte, dolida, la aurora.
10
Inagotable la vierte,
cierra los ojos, y siente.
11
Se ha hecho ya el día. Completo
se le lanza contra el pecho.
12
Pero en el suelo, tendido,
su pie lo pisa, infinito.

Poema emilio prados (retrato en redondo) de Vicente Aleixandre con fondo de libro

Ramón López Velarde

La ascensión y la asunción

-- de Ramón López Velarde --

Vive conmigo no sé qué mujer
invisible y perfecta, que me encumbra
en cada anochecer y amanecer.

Sobre caricaturas y parodias,
enlazado mi cuerpo con el suyo,
suben al cielo como dos custodias...

Dogma recíproco del corazón:
y ser por virtud ajena y virtud propia,
a un tiempo la Ascención y la Asunción!

Su corazón de niebla y teología,
abrochado a mi rojo corazón,
traslada, en una música estelar,
el Sacramento de la Eucaristía.

Vuela de incógnito el fantasma de yeso,
y cuando salimos del fin de la atmósfera
me da medio perfil para su diálogo
y un cuarto de perfil para su beso...

Dios, que me ve que sin mujer no atino
en lo pequeño ni en lo grande, dióme
de ángel guardián un ángel femenino.

¡Gracias, Señor, por el inmenso don
que transfigura en vuelo la caída,
juntando, en la miseria de la vida,
a un tiempo la Ascensión y la Asunción!

Poema La ascensión y la asunción de Ramón López Velarde con fondo de libro

Abraham Valdelomar

La viajera desconocida

-- de Abraham Valdelomar --

En el rostro anguloso de fiero perfil duro
se enseñorea el aire de su adusta mirada;
parece que viniera de una tierra ignorada,
habla un idioma extraño, sordo, lento y oscuro.

La cabeza inclinada en la cóncava mano,
el cuerpo agazapado en un gesto felino,
sus ojos son los ojos siniestros del Destino
y su boca la puerta de un insondable arcano.

Cuando el mar en las tardes su furor agiganta,
la ignota en un impulso violento se levanta
y las rojas quimeras del crepúsculo mira.

Pasa sobre la nave graznando una gaviota,
epilépticamente la dura hélice gira
y en la estela agitada la blanca espuma flota



Amado Nervo

poetas místicos

-- de Amado Nervo --

Para jesús e. Valenzuela.
Bardos de frente sombría
y de perfil desprendido
de alguna vieja medalla;
los de la gran señoría,
los de mirar distraído,
los de la voz que avasalla.
Teólogos graves e intensos,
vasos de amor desprovistos,
vasos henchidos de penas;
los de los ojos inmensos,
los de las caras de cristos,
los de las grandes melenas:
mi musa, la virgen fría
que vuela en pos del olvido,
tan sólo embelesos halla
en vuestra gran señoría,
vuestro mirar distraído
y vuestra voz que avasalla.
Mi alma que os busca entrevistos
tras de los leves inciensos,
bajo las naves serenas,
ama esas caras de cristos,
ama esos ojos inmensos
ama esas grandes melenas.



Emilio Bobadilla

Moscovia

-- de Emilio Bobadilla --

Borrachos de aguardiente, revueltos y convulsos,
el mujik, el gran duque, el pope y el cosaco
—del crimen epiléptico los mórbidos impulsos—
entran en el palacio de los zares a saco.

Huye despavorido el autócrata pálido,
la ensangrentada mano temblando de ira y miedo,
los ojos muy abiertos sobre el semblante escuálido
y en la boca la angustia de un tartamudo credo.

Derrúmbase el imperio: un fraile epileptoide
envenenado, rueda en macabro banquete
—de libertinos locos la híbrida escorpioide—:

un perfil circasiano, unas manos muy blancas,
unos ojos muy negros, en el rostro blanquete,
unas piernas muy largas y unas redondas ancas...



Manuel José Othón

paisajes

-- de Manuel José Othón --

Meridies

rojo, desde el cenit, el sol caldea.
La torcaz cuenta al río sus congojas,
medio escondida entre las mustias hojas
que el viento apenas susurrando orea.

La milpa, ya en sazón, amarillea,
de espigas rebosante y de panojas,
y reveberan las techumbres rojas
en las vecinas casas de la aldea.

No se oye estremecerse el cocotero
ni en la ribera sollozar los sauces;
solos están la vega y el otero,

desierto el robledal, secos los cauces
y, tendido a la orilla de un estero,
abre el lagarto sus enormes fauces.

Ii
noctifer

todo es cantos, suspieros y rumores
agítanse los vientos tropicales
zumbando entre los verdes carrizales,
gárrulos y traviesos en las flores.

Bala el ganado, silban los pastores,
las vacas mugiendo a los corrales,
canta la codorniz en los maízales
y grita el guacamayo en los alcores.

El día va a morir; la tarde avanza.
Súbito llama a la oración la esquila
de la ruinosa erminta, en lontananza.

Y venus, melancólica y tranquila,
desde el perfil del horizonte lanza
la luz primera de su azul pupila.



Pablo Neruda

soneto xxvi cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Soneto xxvi
ni el color de las dunas terribles en iquique,
ni el estuario del río dulce de guatemala,
cambiaron tu perfil conquistado en el trigo,
tu estilo de uva grande, tu boca de guitarra.
Oh corazón, oh mía desde todo el silencio,
desde las cumbres donde reinó la enredadera
hasta las desoladas planicies del platino,
en toda patria pura te repitió la tierra.
Pero ni huraña mano de montes minerales,
ni nieve tibetana, ni piedra de polonia,
nada alteró tu forma de cereal viajero,
como si greda o trigo, guitarras o racimos
de chillán defendieran en ti su territorio
imponiendo el mandato de la luna silvestre.



Rafael de León

duda

-- de Rafael de León --

¿por qué tienes ojeras esta tarde?
¿dónde estabas, amor, de madrugada,
cuando busqué tu palidez cobarde
en la nieve sin sol de la almohada?

tienes la línea de los labios fría,
fría por algún beso mal pagado;
beso que yo no sé quién te daría,
pero que estoy seguro que te han dado.

¿Qué terciopelo negro te amorena
el perfil de tus ojos de buen trigo?
¿qué azul de vena o mapa te condena

al látigo de miel de mi castigo?
¿y por qué me causaste este pena
si sabes, ¡ay, amor!, que soy tu amigo?



José María Eguren

la niña de la lámpara azul

-- de José María Eguren --

En el pasadizo nebuloso
calcula mágico sueño de estambul,
su perfil presenta destelloso
la niña de la lámpara azul.

Ágil y risueña se insinúa,
y su llama seductora brilla,
tiembla en su cabello la garúa
de la playa de la maravilla.

Con voz infantil y melodiosa
el fresco aroma de abedul,
habla de una vida milagrosa
la niña de la lámpara azul.

Con cálidos ojos de dulzura
y besos de amor matutino,
me ofrece la bella criatura
un mágico y celeste camino.

De encantación en un derroche,
hiende leda, vaporoso tul;
y me guía a través de la noche
la niña de la lámpara azul.



José Ángel Buesa

órbita

-- de José Ángel Buesa --

Allí estaba el silencio, de rodillas
en un rincón de la luz. ¿Oraba? un gesto
le floreció las manos transparentes.
En sus ojos dos circulos de ausencia,
se irisaba un perfume. Y en sus labios
inmóviles dos pétalos de sombra,
se ensortijaba un eco de rocío...
Allí estaba el silencio. Sus cabellos
luz crespa, sol de fibras, fronda de oro,
le iluminaba el perfil exangüe.
Allí estaba el silencio. Allí, sin sombra
en la luz. Fue un instante.
Y ascendía
su mirada una ráfaga de aroma.
Allí estaba el silencio. Fue un instante...



Gerardo Diego

las tres hermanas

-- de Gerardo Diego --

Las tres hermanas
estabais las tres hermanas,
las tres de todos los cuentos,
las tres en el mirador
tejiendo encajes y sueños.
Y yo pasé por la calle
y miré... Mis pasos secos
resonaron olvidados
en el vesperal silencio.
La mayor miró curiosa,
y la mediana riendo
me miró y te dijo algo...
Tú bordabas en silencio,
como si no te importase,
como si te diese miedo.
Y después te levantaste
y me dijiste un secreto
en una larga mirada,
larga, larga... Los reflejos
en las vidrieras borrosas
desdibujaban tu esbelto
perfil. Era tu figura
la flor de un nimbo de ensueño.
... Tres erais, tres, las hermanas
como en los libros de cuento.



Hérib Campos Cervera

soledad sin recuerdo

-- de Hérib Campos Cervera --

Fuga ¡oh, voz de nube!¡oh, terciopelo!¿cómo nombrar tu
música de musgosin disipar las brumas que te velan? viene la
voz entre un aroma urgentede jazmines de luna y se derramasobre el
camino ciego de la noche. Baja por escaleras de tristeza,para
perderse entre remotos pinosy aliviarse de penas en los durosespejos de
la nieve desolada. Deja en el aire en llamas su cariciay al
recorrer los círculos del viento,un caracol incierto la recogey la
devuelve, al fin, yacente y pálida,muerta sobre un paisaje de
silencio. ¡Y no saber cómo nombrarte,para que vuelvas a llorar,
subiendolos senderos de luna y de jazmines!¡oh, voz de nube!¡oh,
inasible perfil de ausencia y lágrimas:verte moriry no saber cómo
nombrarte!¡oh, terciopelo!



Vicente Gallego

el olivo

-- de Vicente Gallego --

En su hábito oscuro, con los brazos abiertos,
como un monje que al cielo le dirige
su plegaria obstinada por la vida del alma,
el olivo difunto permanece de pie
mientras la tarde dobla sus rodillas.
Enhebrado en la luz que se adelgaza,
su severo perfil
cose el cielo a la tierra,
vertebra el espinazo de la tarde.
Y un saber de lo nuestro
en su reserva humilde sospechamos.
Encallecida mano codiciosa
cuyos dedos se tuercen arrancándole al aire
un pellizco de vuelo,
algo extraño nos hurta el viejo olivo:
un secreto inminente, temperatura extrema
de un decirse que clama en su lenguaje mudo.
Y el hombre le dirige su pregunta.
Con su carga de hormigas y de soles,
con el misterio a cuestas
que buscamos cifrar en su oficio sencillo,
este tronco orgulloso es sólo eso:
sugestión arraigada de las cosas
que quedarán aquí cuando partamos,
contundente respuesta
que a la luz de la luna nos aturde el oído
con su seco zarpazo de silencio.



Angel González

son las gaviotas, amor

-- de Angel González --

Las lentas, altas gaviotas.
Mar de invierno. El agua gris
mancha de frío las rocas.
Tus piernas, tus dulces piernas,
enternecen a las olas.
Un cielo sucio se vuelca
sobre el mar. El viento borra
el perfil de las colinas
de arena. Las tediosas
charcas de sal y de frío
copian tu luz y tu sombra.
Algo gritan, en lo alto,
que tú no escuchas, absorta.
Son las gaviotas, amor.
Las lentas, altas gaviotas.



Antonio Machado

El poeta recuerda las tierras de Soria

-- de Antonio Machado --

¡Ya su perfil zancudo en el regato,
en el azul el vuelo de ballesta,
o, sobre el ancho nido de ginesta,
en torre, torre y torre, el garabato
de la cigüeña!... En la memoria mía
tu recuerdo a traición ha florecido;
y hoy comienza tu campo empedernido
el sueño verde de la tierra fría,
Soria pura, entre montes de violeta.
Di tú, avión marcial, si el alto Duero
a donde vas recuerda a su poeta,
al revivir su rojo Romancero;
¿o es, otra vez, Caín, sobre el planeta,
bajo tus alas, moscardón guerrero?



Antonio Machado

Sonetos escritos en una noche de bombardeo en Rocafort: II

-- de Antonio Machado --

Y a su perfil zancudo en el regato,
en el azul el vuelo de ballesta,
sobre el aneho nido de ginesta,
En torre, torre y torre, el garabato
de la cigüeña... En la memoria mia,
Tu recuerdo a traición ha florecido;
y hoy comienza tu campo empedernido
El sueño verde de la tierra fria,
Soria pura, entre montes de violeta.
Di tu, avión marcial, si el alto Duero
A donde vas recuerda a su poeta,
al revivir su rojo Romancero ;
¿ es, otra vez, Cain, sobre el planeta,
bajo tus alas, moscardón guerrero?.



Marilina Rébora

la antorcha

-- de Marilina Rébora --

La antorcha
juntas, bajo el cristal, amoroso capricho,
la virgen de la linda vidriera de colores,
atavío en azul sobre encarnado nicho,
como ascuas centelleantes los vivos resplandores;
nefertiti, la reina, que muestra de perfil
tan alargado cuello por fino, más esbelto,
y que el rostro parece esculpido en marfil,
el cabello invisible en ceñidor envuelto.
Y a más, la sirenita, esperando en la roca
los barcos que se acercan hasta el puerto danés.
Así la azul imagen, nefertiti y su toca,
y el ser de sortilegio que aguarda en copenhague,
alimentan la antorcha, para que no se apague,
ésa que en el espíritu arde con ellas tres.



Medardo Ángel Silva

Junto al mar

-- de Medardo Ángel Silva --

Una anemia de lirios otoñales
se deshojaba en la amplitud marina
y la vibrátil onda cantarina
recitaba exquisitos madrigales.

Y era que en un arpegio de cristales
elogiaba tus gracias de Infantina
y tu perfil de emperatriz latina
nimbado de fulgores ideales.

De pronto se borraron los confines;
un eco de lejanos burcelines
rasgó los terciopelos de la bruma.

Y soñando en tus manos irreales
en las arenas deshojó la espuma
una anemia de lirios otoñales.



Miguel Unamuno

Templo de carne

-- de Miguel Unamuno --

Tu pecho, de esplendor dórico-jónico,
tiene en el corazón el relicario
en que guardas las hojas del breviario
del rezo lento del amor canónico.

Lleva tu cara de perfil armónico
cual lámparas tus ojos del sagrario
y tu boca, de corte lapidario,
una sonrisa de vigor irónico.



Juan Gelman

foto

-- de Juan Gelman --

En la fotografía que tus ojos vuelven dulce
hay tu rostro de perfil, tu boca, tus cabellos,
pero cuando vibrábamos de amor
bajo el oleaje de la noche y el clamor de la ciudad
tu rostro es una tierra siempre desconocida
y esta fotografía el olvido, otra cosa.



Julio Herrera Reissig

la novicia

-- de Julio Herrera Reissig --

Surgiste, emperatriz de los altares,
esposa de tu dulce nazareno,
con tu atavío vaporoso, lleno
de piedras, brazaletes y collares.

Celoso de tus júbilos albares,
el ataúd te recogió en su seno,
y hubo en tu místico perfil un pleno
desmayo de crepúsculos lunares.

Al contemplar tu cabellera muerta,
avivóse en tu espíritu una incierta
huella de amor. Y mientras que los bronces

se alegraban, brotaron tus pupilas
lágrimas que ignoraran hasta entonces
la senda en flor de tus ojeras lilas.



Federico García Lorca

¡ay voz secreta del amor oscuro!

-- de Federico García Lorca --

¡ay voz secreta del amor oscuro!
¡ay balido sin lanas! ¡ay herida!
¡ay aguja de hiel, camelia hundida!
¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!
¡ay noche inmensa de perfil seguro,
montaña celestial de angustia erguida!
¡ay perro en corazón, voz perseguida,
silencio sin confín, lirio maduro!
huye de mí, caliente voz de hielo,
no me quieras perder en la maleza
donde sin fruto gimen carne y cielo.
¡Dejo el duro marfil de mi cabeza,
apiádate de mí, rompe mi duelo!
¡que soy amor, que soy naturaleza!
regresar a sonetos del amor oscuro



Federico García Lorca

Alma ausente

-- de Federico García Lorca --

No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce el niño ni la tarde
porque te has muerto para siempre.

No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.

El otoño vendrá con caracolas,
uva de niebla y montes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre.

Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.

No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.
La tristeza que tuvo tu valiente alegría.

Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.



Francisco Villaespesa

por tierras de sol y sangre iv. láujar

-- de Francisco Villaespesa --

iv. Láujar
mientras la fuente su canción moruna
desgarra, y el azul su luz destella
sobre el jardín un rayo de la luna
la sombra dibujó de aben-humeya.
Entre el astral fulgor de la armadura
flotaban sobre su perfil estoico
harapos de la regia vestidura
como jirones de su sueño heroico.
¡Héroe!le dije. ¡Nuestro afán fue vano!
¡vino la muerte cuando ya tendida
a coger el laurel iba la mano!...
Igual estrella nos brindó la suerte,
pues si un amor te arrebató la vida,
¡también a mí otro amor me da la muerte!



Francisco Villaespesa

a rogelio buendía manzano. poeta joven III

-- de Francisco Villaespesa --

Si yo fuese un orfebre florentino,
sobre el cristal de una esmeralda clara
con unción religiosa, cincelara
la línea audaz de tu perfil latino.
Y en el más puro oro, en el más fino,
después, como una lágrima engarzara
la verde gema, para que brillara
en medio de tu seno alabastrino.
Y si fuera pintor, ¡con qué cuidado,
con mi pincel, por el amor guiado,
diluiría en la cándida vitela
de un abanico tu sutil figura,
entre el rosa fragante y la frescura
de un florido paisaje de acuarela!



Francisco Villaespesa

canción del recuerdo II

-- de Francisco Villaespesa --

El alba iluminó la vidriera,
y a su luz angustiosa y azulada,
yerto, sobre el blancor de la almohada,
se destacaba su perfil de cera.
Abrió los ojos, y la vida entera
palpitó en la inquietud de su mirada,
y en mis manos su frágil mano helada
temblaba como un ave prisionera...
Balbució su voz: ¡te adoro tanto!
¡pídele al cielo que mañana viva!
y mis venas heláronse de espanto
al contemplar sobre su faz inerte,
como el vuelo de un ave fugitiva,
aletear las sombras de la muerte.



Francisco Villaespesa

los jardines de afrodita IX

-- de Francisco Villaespesa --

Con el fervor de un lapidario antiguo,
quiero miniar a solas y en secreto,
la tentación de tu perfil ambiguo
en las catorce gemas de un soneto.
Para nimbar tu tez blanca y severa,
a modo griego, cual real tesoro,
recogerá tu negra cabellera
sobre la nuca un alfiler de oro.
En líneas escultóricas plegada
la túnica e inmóvil la mirada
con la clásica unción de las flautistas...
La siringa en el labio, y temblorosos
sobre el registro, en gestos armoniosos,
tus dedos enjoyados de amatistas.



José Asunción Silva

Taller moderno

-- de José Asunción Silva --

Por el aire del cuarto, saturado
de un olor de vejeces peregrino,
del crepúsculo el rayo vespertino,
va a desteñir los muebles de brocado.

El piano está del caballete al lado
y de un busto del Dante el perfil fino,
del arabesco azul de un jarrón chino,
medio oculta el dibujo complicado.

Junto al rojizo orín de una armadura,
hay un viejo retablo, donde inquieta,
brilla la luz del marco en la moldura,

y parecen clamar por un poeta
que improvise del cuarto la pintura
las manchas de color de la paleta.



Blanca Andreu

la vigilia de elphistone

-- de Blanca Andreu --

Un viento cortejo de apariencias cree recordar el rumor
de los puertos,
la charla sin fin de las ciudades,
zancudas de metal en el perfil, grúas y catedrales
entre la niebla, músicas y descargas,
destinos y negocios.
Y sin embargo en dónde tus orillas,
la esperanza que ciega o equivoca, grande mar,
cuando sepultas la verdad y caen las vidas, los imperios,
dejando paso a la belleza.
Ante ninguna ley te excedes en tus atribuciones
cuando el celo en tus cargos establece la muerte.



Blanca Andreu

dame la noche que no intercede, la noche migratoria con

-- de Blanca Andreu --

Dame la noche que no intercede, la noche migratoria con cifras de cigüeña,
con la grulla celeste y su alamar guerrero,
palafrén de la ola oscuridad.
Dame tu parentesco con una sombra de oro, dame el mármol y su perfil leve y ciervo,
como de estrofa antigua.
Dame mis manos degolladas por la noche que no intercede,
palafrén de las más altas mareas,
mis manos degolladas entre los altos cepos y las llamas lunares,
mis manos migratorias por el cielo de agosto.
Dame mis manos degolladas por el antiguo oficio de la infancia,
mis manos que sajaron el cuello de la noche,
el destello del sueño con metáforas verdes,
el vino blasonado que se quedó dormido.



Ramón López Velarde

Boca flexible, ávida

-- de Ramón López Velarde --

Cumplo a mediodía
Con el buen precepto de oír misa entera
Los domingos, y a estas misas cenitales
Concurres tú, agudo perfil; cabellera
Tormentosa, nuca morena, ojos fijos;
Boca flexible, ávida de lo concienzudo,
Hecha para dar los besos prolijos
Y articular la sílaba lenta
De un minucioso idilio, y también
Para persuadir a un agonizante
A que diga amén.

Figura cortante y esbelta, escapada
De una asamblea de oblongos vitrales
O de la redoma de un alquimista:
Ignoras que en estas misas cenitales,
Al ver, con zozobra,
Tus ojos nublados en una secuencia
De Evangelio, estuve cerca de tu llanto
Con una solicita condescendencia;
Y tampoco sabes que eres un peligro
Armonioso para mi filosofía
Petulante... Como los dedos rosados
De un párvulo para la torre baldía
De naipes o dados.



Ramón López Velarde

El ancla

-- de Ramón López Velarde --

Antes de echar el ancla en el tesoro
del amor postrimero, yo quisiera
correr el mundo en fiebre de carrera,
con juventud, y una pepita de oro
en los rincones de me faltriquera.

Abrazar a una culebra del Nilo
que de Cleopatra se envuelva en la clámide,
y oír el soliloquio intranquilo
de la Virgen María en la Pirámide.

Para desembarcar en mi país,
hacerme niño y trazar con mi gis,
en la pizarra del colegio anciano,
un rostro de perfil guadalupano.

Besar al Indostán y a la Oceanía,
a las fieras rayadas y rodadas,
y echar el ancla a una paisana mía
de oreja breve y grandes arracadas.

Y decir al Amor: "De mis pecados,
los mas negros están enamorados;
un miserere se alza en mis cartujas
y va hacia ti con pasos de bebé.
Como el cándido islote de burbujas
navega por la taza de café.
Porque mis cinco sentidos vehementes
penetraron los cinco Continentes,
bien puedo, Amor final, poner la mano
sobre tu corazón guadalupano..."



Ramón López Velarde

Pobrecilla sonámbula

-- de Ramón López Velarde --

Con planta imponderable
Cruzas el mundo y cruzas mi conciencia,
Y es tu sufrido rostro como un éxtasis
Que se dilata en una transparencia.

¡Pobrecilla sonámbula!
Pareces, en tu ruta de novicia,
Ir diciendo al azar: "No me hagáis daño;
Temo que me maltrate una caricia."

Devuelves su matiz inmaculado
Al paisaje ilusorio en que te posas
Y restituyesen su integridad
Inocente a los hombres y a las cosas.

Así cruzas el mundo,
Con ingrávidos pies, y en una transparencia
De éxtasis se adelgaza tu perfil,
Y vas diciendo: "Marcho en la clemencia
Soy la virginidad del panorama
Y la clara embriaguez de tu conciencia."



Roberto Juarroz

la ventaja de los hombres planos

-- de Roberto Juarroz --

La ventaja de los hombres planos
es que pueden vivir en casas planas
y pensar pensamientos planos,
que caben entre las hojas de los libros.
No necesitan pasos en la noche
ni ramas en los árboles.
No necesitan muchas habitaciones,
ni templos, ni caricias, ni candados.
Los hombres planos tapan las miradas
con tapones de corcho.
Y en sus casas no puede entrar la muerte
porque no encuentra espacio.
Los hombres planos siempre nos despistan,
aunque no tengan sombra.
La luna les va tejiendo corazones
y el tiempo les va tejiendo resultados.
Si les falta un candil, siempre arde alguna vela.
Si les falta la voz, el viento los disfraza.
Y les basta un perfil para ubicarse,
mientras llega su noche sin relieves.



Roberto Juarroz

desbautizar el mundo

-- de Roberto Juarroz --

Desbautizar el mundo,
sacrificar el nombre de las cosas
para ganar su presencia.
El mundo es un llamado desnudo,
una voz y no un nombre,
una voz con su propio eco a cuestas.
Y la palabra del hombre es una parte de esa voz,
no una señal con el dedo,
ni un rótulo de archivo,
ni un perfil de diccionario,
ni una cédula de identidad sonora,
ni un banderín indicativo
de la topografía del abismo.
El oficio de la palabra,
más allá de la pequeña miseria
y la pequeña ternura de designar esto o aquello,
es un acto de amor: crear presencia.
El oficio de la palabra
es la posibilidad de que el mundo diga al mundo,
la posibilidad de que el mundo diga al hombre.
La palabra: ese cuerpo hacia todo.
La palabra: esos ojos abiertos.



Roque Dalton García

permiso para lavarme

-- de Roque Dalton García --

Nunca entendí lo que es un laberinto
hasta que cara a cara con mi mismo
perfil hurgara en el espejo matutino
con que me lavo el polvo y me preciso.
Porque así somos más de lo que fuimos
a la orilla del sol alado y fino:
de sangre reja y muro bien vestidos
de moho y vaho y rata amados hijos.



Roque Dalton García

estudio con algo de tedio

-- de Roque Dalton García --

Clov: llora
hamm: luego vive.
(Diálogo de fin de partida de beckett).
Tengo quince años y lloro por las noches.
Yo sé que ello no es en manera alguna peculiar
y que antes bien hay otras cosas en el mundo
más apropiadas para decíroslas cantando.
Sin embargo hoy he bebido vino por primera vez
y me he quedado desnudo en mis habitaciones para sorber la tarde
hecha minúsculos pedazos
por el reloj.
Pensar a solas duele. No hay nadie a quien golpear.No hay nadie
a quien dejar piadosamente perdonado.
Está uno y su cara. Uno y su cara
de santón farsante.
Surge la cicatriz que nadie ha visto nunca,
el gesto que escondemos todo el día,
el perfil insepulto que nos hará llorar y hundirnos
el día en que lo sepan todo las buenas gentes
y nos retiren el amor y el saludo hasta los pájaros.
Tengo quince años de cansarme
y lloro por las noches para fingir que vivo.
En ocasiones, cansado de las lágrimas,
hasta sueño que vivo.
Puede ser que vosotros no entendáis lo queson estas cosas.
Os habla, más que yo, mi primer vino mientras la piel que
sufro bebe sombra



Rubén Darío

El reino interior

-- de Rubén Darío --

NA selva suntuosa
En el azul celeste su rudo perfil calca.
Un camino. La tierra es de color de rosa,
Cual la que pinta fra Doménico Cavalca
En sus Vidas de santos. Se ven extrañas flores



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