Buscar Poemas con Peregrino


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Se han encontrado 73 poemas con la palabra peregrino

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Lope de Vega

Lucas, tan justamente peregrino

-- de Lope de Vega --

Lucas, tan justamente peregrino
al lado del pintor del firmamento,
de la primera imagen fundamento,
que a ser altar de nuestros ojos vino;
vos, que con el azul ultramarino
de vuestro celo, y con la fe por tiento,
en la tabla del Nuevo Testamento
pintáis la humanidad del ser divino,
¿qué pluma os ha de dar debidos loores?
¿Cuál humano pincel podrá pintaros?
¿Adónde habrá retóricos colores?
Mas para dignamente retrataros,
vos, divino patrón de los pintores,
al espejo de Dios poséis miraros.

Poema Lucas, tan justamente peregrino de Lope de Vega con fondo de libro

Alejandro Tapia y Rivera

A monte Edén

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

¿Porqué al trepar la colina
que de ti fiera me aparta,
¡oh grata mansión! mis ojos
se llenan de tristes lágrimas?
¿Será que, ay de mí, no vuelva
hacia ti, mansión amada?
Quién lo sabe, que la muerte
do quier al hombre acompaña,
y acaso de este adiós tierno
un adiós eterno haga;
o tal vez quieran los cielos,
dulce mansión de mi infancia,
que allá cuando fiero el tiempo
mi cabeza vuelva cana,
venga a buscar en tu seno
una tumba solitaria.
Entonces tú, hogar querido,
con tus seibas y tus palmas
darás apacible sombra
a mi fúnebre morada-.
O quizás la dura mano
de la mísera desgracia
te haga pasar de los míos
a las manos ¡ay! extrañas,
y al volver yo peregrino
de mi fatigosa marcha,
no encuentre en ti los semblantes
que en otra edad me halagaban;
quizá el huracán impío
o el tiempo que ruinas ama,
te trueque en dolientes ruinas,
sin piedad para mi alma.
¡Ah! que entonces quiera el cielo
ya que a tu seno me traiga,
que tu nuevo posesor
o del huracán la saña,
respeten del desterrado
los recuerdos de la infancia.

(Puerto-Rico, 1849.)

Poema A monte Edén de Alejandro Tapia y Rivera con fondo de libro

Lope de Vega

El pastor que en el monte anduvo al hielo

-- de Lope de Vega --

El pastor que en el monte anduvo al hielo,
al pie del mismo, derribando un pino,
en saliendo el lucero vespertino
enciende lumbre y duerme sin recelo.
Dejan las aves con la noche el vuelo,
el campo el buey, la senda el peregrino,
la hoz el trigo, la guadaña el lino;
que al fin descansa cuando cubre el cielo.
Yo solo, aunque la noche con su manto
esparza sueño y cuanto vive aduerma,
tengo mis ojos de descanso faltos.
Argos los vuelve la ocasión y el llanto,
sin vara de Mercurio que los duerma:
que los ojos del alma están muy altos.

Poema El pastor que en el monte anduvo al hielo de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Formando Batüel castillos de oro

-- de Lope de Vega --

Formando Bathüel castillos de oro
en los camellos árabes gigantes,
y sobre los asirios elefantes
de las doncellas el honesto coro.
Parte Rebeca por mayor tesoro
que plata y oro y índicos diamantes,
ganados y pastores circunstantes
desde la blanca oveja al rubio toro.
Isaac adelantándose al camino
viole la honesta virgen, y del manto
hizo rebozo al rostro peregrino.
Ejemplo para el alma, esposo santo,
que cuando vos venís en pan divino,
se cubra de humildad a favor tanto



Lope de Vega

Mientras el Austro rompe el pardo lino

-- de Lope de Vega --

Mientras el Austro rompe el pardo lino
y Scila suele dar voces dispares,
juntando al cielo los distintos mares,
es Bóreas santo y Júpiter divino.

No llora, antes se alegra el peregrino
sobre la lumbre de los patrios lares;
no llanto, plata ofrece a los altares
el que del indio Gange a Cádiz vino.

Gracias a Dios que la paloma escucho,
pues de oliva tu frente coronada,
podrás poner en paz tus elementos.

Reales esperanzas tardan mucho,
de la virtud al premio hay gran jornada.
Mejor es no llevar merecimientos.



Lope de Vega

¿Quién es aquel Atleta esclarecido

-- de Lope de Vega --

¿Quién es aquel Atleta esclarecido,
que sale de la bélica palestra
con tres coronas en la mano diestra,
y el manto negro en púrpura teñido?
Si vence y triunfa, ¿cómo viene herido?
Si viene herido, ¿cómo el triunfo muestra?
Que es nueva imagen a la vista nuestra
laurel sangriento y vencedor vencido.
¡Oh solo peregrino de Verona!,
¿negras y blancas armas, sangre y palma
no muestran que es de Pedro la persona?
Si sangre, si laurel te tuvo en calma,
así reparten lo que Dios corona:
las heridas al cuerpo, el triunfo al alma.



Luis Cernuda

peregrino

-- de Luis Cernuda --

¿volver? vuelva el que tenga,
tras largos años, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia
de su tierra, su casa, sus amigos,
del amor que al regreso fiel le espere.
Mas, ¿tú? ¿volver? regresar no piensas,
sino seguir libre adelante,
disponible por siempre, mozo o viejo,
sin hijo que te busque, como a ulises,
sin ítaca que aguarde y sin penélope.
Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto.



Góngora

Inscripción para el sepulcro del Greco

-- de Góngora --

Esta, en forma elegante, oh peregrino,
de pórfido luciente dura llave,
el pincel niega al mundo más süave
que dio espíritu a leño, vida a lino.

Su nombre, aún de mayor aliento dino
que en los clarines de la Fama cabe,
el campo ilustra de ese mármol grave;
venérale, y prosigue tu camino.

Yace el Griego. Heredó Naturaleza
Arte, y el Arte, estudio; Iris, colores;
Febo, luces —si no sombras, Morfeo.—

Tanta urna, a pesar de su dureza,
lágrimas beba y cuantos suda olores
corteza funeral de árbol sabeo.



Góngora

A Don Cristobal de Mora

-- de Góngora --

Árbol de cuyos ramos fortunados
Las nobles moras son quinas reales,
Teñidas en la sangre de leales
Capitanes, no amantes desdichados;

En los campos del Tajo más dorados
Y que más privilegian sus cristales,
A par de las sublimes palmas sales,
Y más que los laureles levantados.

Gusano, de tus hojas me alimentes,
Pajarilla, sosténganme tus ramas,
Y ampáreme tu sombra, peregrino.

Hilaré tu memoria entre las gentes,
Cantaré enmudeciendo ajenas famas,
Y votaré a tu templo mi camino.



Góngora

De un caminante enfermo que se enamoró donde fue hospedado

-- de Góngora --

Descaminado, enfermo, peregrino,
en tenebrosa noche, con pie incierto,
la confusión pisando del desierto,
voces en vano dio, pasos sin tino.

Repetido latir, si no vecino,
distinto oyó de can siempre despierto,
y en pastoral albergue mal cubierto
piedad halló, si no halló camino.

Salió el sol, y entre armiños escondida,
soñolienta beldad con dulce saña
salteó al no bien sano pasajero:

pagará el hospedaje con la vida;
más le valiera errar en la montaña
que morir de la suerte que yo muero.



Góngora

Hurtas mi vulto y cuanto más le debe

-- de Góngora --

Hurtas mi vulto y cuanto más le debe
a tu pincel, dos veces peregrino,
de espíritu vivaz el breve lino
en los colores que sediento bebe,

vanas cenizas temo al lino breve,
que émulo del barro le imagino,
a quien (ya etéreo fuese, ya divino)
vida le fió muda esplendor leve.

Belga gentil, prosigue al hurto noble;
que a su materia perdonará el fuego,
y el tiempo ignorará su contextura.

Los siglos que en sus hojas cuenta un roble,
árbol los cuenta sordo, tronco ciego;
quien más ve, quien más oye, menos dura.



Manuel del Palacio

Desaliento

-- de Manuel del Palacio --

Placeres, gloria, juventud, poesía,
Sueños del corazón enamorado,
Á través de las brumas del pasado
Aun os evoca la memoria mía.

Cual eco de lejana melodía
Regocijais mi espíritu apenado,
Y á vuestro aliento dulce y regalado
Reviven mi ambición y mi alegría.

Pájaro soy do quiera peregrino
Que preso en tosca malla ó red de seda
Á cantar y sufrir al mundo vino:

El anhelo del bien sólo me queda,
¡Y acaso nunca fijará el destino
De mi fortuna la inconstante rueda!



Diego de Torres Villarroel

a filis

-- de Diego de Torres Villarroel --

No encubras filis mía tus facciones
tus ojos apacibles y serenos,
solo en tus perfecciones se echa menos
el no comunicar tus perfecciones
no ves en las floridas estaciones
las flores en los cuadros más amenos
derramar su hermosura y dejar llenos
los sentidos rompiendo sus botones
tú eres un cuadro que el autor divino
plantó del mundo en el jardín hermoso
dando al sentido gloria en su pintura
no escondas, no, tu rostro peregrino
que le robas al mundo un bien precioso
mira que es bien ajeno la hermosura.



Estanislao del Campo

¡adiós! (a lucila, antes de ir a un duelo)

-- de Estanislao del Campo --

De pesar una lágrima sentida
no brote, no, de tus hermosos ojos:
¿por qué llorar mi muerte si mi vida
era un erial de espinas y de abrojos?

no puede ser mi luz el dulce brillo
que derrama en efluvios tu pupila,
y es mi infierno el que irradia del anillo
que otro en tu mano colocó, lucila.

¿Qué iba a hallar este pobre peregrino
a un desierto sin término lanzado?
¡adelfas y cicuta en su camino?
¡oh, no las hay en el sepulcro helado!

en el mar proceloso de la vida
el amor es el puerto de bonanza;
¿y a dónde guiar mi nave combatida
si mi amor es amor sin esperanza?

¡venga el rayo de plomo, que hoy por suerte
sobre mi frente, amenazante oscila;
y en la mansión oscura de la muerte
la paz recobre el corazón, lucila!



Estanislao del Campo

Adiós (del Campo)

-- de Estanislao del Campo --

De pesar una lágrima sentida
No brote, no, de tus hermosos ojos:
¿Por qué llorar mi muerte si mi vida
Era un erial de espinas y de abrojos?

No puede ser mi luz el dulce brillo
Que derrama en efluvios tu pupila,
Y es mi infierno el que irradia del anillo
Que otro en tu mano colocó, Lucila.

¿Qué iba a hallar este pobre peregrino
A un desierto sin término lanzado?
¡Adelfas y cicuta en su camino?
¡Oh, no las hay en el sepulcro helado!

En el mar proceloso de la vida
El amor es el puerto de bonanza;
¿Y a dónde guiar mi nave combatida
Si mi amor es amor sin esperanza?

¡Venga el rayo de plomo, que hoy por suerte
Sobre mi frente, amenazante oscila;
Y en la mansión oscura de la muerte
La paz recobre el corazón, Lucila!



Pedro Antonio de Alarcón

Al vino «Abolengo» de las bodegas de Misa (Jerez)

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

¡Deténte Pasajero! Aquí reposa
el Adán de los vinos jerezanos,
padre de tantos ínclitos ancianos
como duermen en torno de su fosa.

¡Enterrado está el sol bajo esta losa!
Pero no se lo comen los gusanos,
sino que vida y alma los humanos
aun piden a su llama generosa.

«Abolengo» se llama aqueste vino,
y en cada gota concentrado encierra
de mil generaciones el destino...

Si las cuitas del mundo te hacen guerra,
cátalo media vez, ¡oh peregrino!
y jurarás que el cielo está en la tierra.



José Ángel Buesa

soneto

-- de José Ángel Buesa --

Te encontré en la mitad de mi camino
cuando ya desmayaban mis pesquisas,
cuando oficiaba en mis paganas misas
con ablandadas hostias y agrio vino.
¿Me aguardabas? no sé... Quizás el destino
guió a ti mis pisadas indecisas,
y abandonando mis sacerdotisas,
te consagré mi altar de peregrino.
¿Quién eres? ¿qué esperabas en mi senda?
¿por qué humear haces mi incensario de oro
y cual dueña penetras en mi tienda?
no sé... Te amo... Lo demás lo ignoro
y, pues mi corazón te di en ofrenda,
los ojos cierro y a tus plantas oro!



Juan de Arguijo

Ariadna

-- de Juan de Arguijo --

«¿A quién me quejaré del cruel engaño,
Arboles mudos, en mi triste duelo?
¡Sordo mar! ¡Tierra extraña! ¡Nuevo cielo!
¡Fingido amor! ¡Costoso desengaño!

»Huyó el pérfido autor de tanto daño,
Y quedé sola en peregrino suelo,
Do no espero á mis lágrimas consuelo;
Que no permite alivio mal tamaño.

»Dioses, si entre vosotros hizo alguno
De un desamor ingrato amarga prueba,
Vengadme, os ruego, del traidor Teseo.»

Tal se queja Ariadna en importuno
Lamento al cielo, y entre tanto lleva
El mar su llanto, el viento su deseo.



Juan de Arguijo

El triste fin, la suerte infortunada

-- de Juan de Arguijo --

El triste fin, la surete infortunada
(Ajeno premio de la fe constante)
Del uno y otro miserable amante,
A quien perdió una noche y una espada,

Oculta en sombre obscura esta labrada
Piedra. Tú, peregrino caminante,
Repara el grave caso, y con semblante
Pio suspende el curso á tu jornada;

Que darás tiernas lágrimas no dudo
A estas cenizas, donde aun dura ardiente
El fuego que causó desdicha tanta;

Debida composión al mal que pudo
Mudar color en la cercana fuente,
Y el de su fruto en la silvestre planta.



Juan de Tassis y Peralta

a un retrato

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Ofensas son, señora, las que veo,
hechas a vuestras grandes perfecciones,
porque donde acredita sus pasiones
sólo amor las escribe y yo las leo.
Vencido queda el arte del deseo,
los imposibles dando por razones,
y en esta fe tan libre de opiniones
fundo lo que de vos no alcanzo y creo.
Si en lo menos se pierde más el tino,
en lo más, ¿qué será de aquel traslado
que procura sacar el arte en vano?
sólo yo tengo aquel tan peregrino
en que el original no está agraviado,
hecho en mi corazón por vuestra mano.



Gabino Alejandro Carriedo

mirando hacia atrás sin ira

-- de Gabino Alejandro Carriedo --

El viejo corazón pulula a diario
por el barrio bajo de los recuerdos
que no se olvidan ni periclitan.
Inmarcesibles, estos recuerdos
le traen fragancias de la primavera,
otrora era la hora de las esperanzas
ilusionadas que sí terminan.
Otrora era la alegría de amanecer,
despertar al alba de cada día.
Solía entonces besar el espejo
y me adentraba en la calle del amor.
Entonces no el cansancio, el tedio;
no el hastío tampoco entonces, no.
Cada hora alumbraba a otra hora
y les nacían alas a los pájaros.
Pudo haber sido duque, marqués o peregrino
y sólo fue hermeneuta incomprensible;
¿para qué, pues, el torpe hábito
de perseguir la inútil realidad?
en el centro del astro-rey un punto
señala el vórtice de su destino.
¿Todo ha pasado ya? ¿no hay nada
predecible en las cartas del tarot?
¿no hay nada que soñar? tal vez no queda
ni la esperanza póstuma del sueño.



Gaspar Melchor de Jovellanos

a la noche

-- de Gaspar Melchor de Jovellanos --

Ven, noche amiga; ven, y con tu manto
mi amor encubre y la esperanza mía;
ven, y mi planta entre tus sombras guía
a ver de clori el peregrino encanto;
ven, y movida a mi ardoroso llanto,
envuelve y llena en tu tiniebla fría
el malicioso resplandor del día,
testigo y causador de mi quebranto.
Ven esta vez no más; que si piadosa
tiendes el velo a mi pasión propicio,
y el don que pide otorgas a mi ruego,
tan solo a ti veneraré por diosa,
y para hacerte un grato sacrificio
mi corazón dará materia al fuego.



Gutierre de Cetina

a una dama quedando viuda

-- de Gutierre de Cetina --

Como joya oriental rica y preciosa
entre vil tierra envuelta y encerrada,
descubre su valor de ella sacada
y se muestra más clara y más hermosa;
como parece el sol tras tenebrosa
nube, que su beldad tuvo ocupada;
cual va nave segura y descargada,
salida de tormenta peligrosa;
como queda mejor el peregrino
que en bosque obscuro y con peligro ha entrado,
cuando, salido del, halla el camino;
como oro de metal bajo apartado,
tal, señora, vuestro ánimo divino
queda, de sujeción baja librado.



Gutierre de Cetina

con la casta virtud vive abrazado

-- de Gutierre de Cetina --

A amor con traje honesto y peregrino;
venía el traidor al parecer benigno,
mas para hacer mal, más obstinado.
Traía el arco todavía al lado,
y con el gusto aún no ha perdido el tino;
para mi pecho enderezó el camino,
mostrándose de herir muy descuidado.
Yo sin temor de la cruel tormenta,
por verle alegre no curé ampararme,
que la virtud me aseguró del daño.
Ella después me hizo más afrenta,
y dio la flecha a amor para matarme,
y amor con ella ejecutó su engaño.



Salvador Díaz Mirón

a ella

-- de Salvador Díaz Mirón --

Semejas esculpida en el más fino
hielo de cumbre sonrojado al beso
del sol, y tienes ánimo travieso,
y eres embriagadora como el vino.

Y mientras: no imitaste al peregrino
que cruza un monte de penoso acceso,
y párase a escuchar con embeleso
un pájaro que canta en el camino.

Obrando tú como rapaz avieso,
correspondiste con la trampa del trino,
¡por ver mi pluma y torturarme preso!

no así al viandante que se vuelve a un
pino
y párase a escuchar con embeleso
un pájaro que canta en el camino.

Xalapa 27 de mayo de 1901.



Salvador Díaz Mirón

A ella (Mirón)

-- de Salvador Díaz Mirón --

Semejas esculpida en el más fino
hielo de cumbre sonrojado al beso
del sol, y tienes ánimo travieso,
y eres embriagadora como el vino.

Y mientras: no imitaste al peregrino
que cruza un monte de penoso acceso,
y párase a escuchar con embeleso
un pájaro que canta en el camino.

Obrando tú como rapaz avieso,
correspondiste con la trampa del trino,
por ver mi pluma y torturarme preso.

No así al viandante que se vuelve a un pino
y párase a escuchar con embeleso
un pájaro que canta en el camino.



Salvador Díaz Mirón

En un álbum (Salvador Díaz Mirón)

-- de Salvador Díaz Mirón --

Dicen que el nauta que frecuenta el hielo
del yermo boreal, venciendo el frío,
recibe a veces de ignorado cielo
una olorosa ráfaga de estío.

¡Qué beso el de tal hálito de paso!
¡Qué fruición! ¡Qué delicia! ¡Qué embeleso!
¡Sólo un beso de amor produce acaso
mayor placer que semejante beso!

Pues bien, yo experimento a tus miradas
lo que en el polo el peregrino siente,
cuando una de esas brisas perfumadas
va de otro clima a acariciar su frente.

En mi noche invernal, Dios ha querido
que el resplandor de tus pupilas fuera
un efluvio de rosas difundido
en un rayo de sol de primavera.



Teófilo V. Méndez Ramos

Mira tu alma

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

No te tortures; mira
el mundo insospechado que posees
dentro del alma. Peregrino, admira
lo que llevas en ti, y no desees

Los bienes transitorios. Cada instante
que pasan te hará ver todo el tesoro
encerrado en tu espíritu... E ignorante
apagas sed de dicha con el oro.

¿Crucificaron tu alma?, la sonrisa
pronta fluya a tus labios; La tortura
es fuego sacrosanto; ¿Ya? ¡Divisa,
como tu alma al dolor se transfigura!.



Teófilo V. Méndez Ramos

Risa loca

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

Tu alma desolada de algazara viste,
llena tu alma enferma de la risa loca;
liba, cual abeja, la miel de otra boca,
que hoy es año nuevo, peregrino triste.

Mira como el mundo se muere de risa
y agita los brazos en son de alegría;
como olvida presto, la melancolía
de los años idos... Vividos deprisa...

Y salía a la calle, listo a prodigarme,
a gustar la copa de la vida ufana,
y beber sin taza la dicha cercana,
pero, ¡Risa Loca pasó sin mirarme!



Tengo mil amigos

-- de Vicenta Castro Cambón --

TENGO mil amigos,
sus nombres ignoro;
yo quiero ignorarlos, nadie me los diga
que Olvido es mi dueño y Olvido es celoso.

Mil amigos tengo;
di con un camino,
di con un camino que saben los pájaros,
camino que lleva del alma a lo íntimo.

Mil amigos tengo;
jamás a mi vera
pasaron algunos y otros aun pasando
no me reconocen y libre me dejan.

Si algunos rozando
mi mano dijeron
su nombre, al instante creí haber soñado
y a mi dueño dije: “No temas, fué el viento.”

Y es dicha de veras
tener mil amigos,
ser ave en la selva y desde la selva
música silvestre dar al peregrino...

Tengo mil amigos,
sus nombres ignoro
y es dicha ignorarlos; nadie me los diga,
nadie me los diga: mi dueño es celoso...



Vicente Ruiz Llamas

A mi amigo D. Francisco Alcaraz Jaén en la muerte de su padre

-- de Vicente Ruiz Llamas --

Nació para morir y extraño fuera
que solitario y triste peregrino,
no recorriera el áspero camino
que al nacer el destino le impusiera.

¿Quién la corriente de la vida altera
y de la muerte el implacable sino?
¿Quién trastorna las leyes del destino
y detiene del tiempo la carrera?

Huérfano sufre tu dolor que en tanto
tus penas siente tu infeliz amigo
y, por si hallar pudieras en mi llanto

calma a tu pena y a tu dolor abrigo,
uniendo mi orfandad a tu quebranto,
sobre su tumba lloraré contigo.



Antonio Machado

Al maestro Rubén Darío

-- de Antonio Machado --

Este noble poeta que ha escuchado
los ecos de la tarde y los violines
del otoño en Verlaine, y que ha cortado
las rosas de Ronsard en los jardines
de Francia, hoy, peregrino
de un ultramar de Sol, nos trae el oro
de su verbo divino.
¡Salterios del loor vibran en coro!
La nave bien guarnida,
con fuerte casco y acerada prora,
de viento y luz la blanca vela henchida,
surca, pronta a arribar, la mar sonora;
y yo le grito ¡Salve! a la bandera
flamígera que tiene
esta hermosa galera,
que de una Nueva España a España viene.
1914



Antonio Machado

Coplas elegiacas

-- de Antonio Machado --

¡Ay del que llega sediento
a ver el agua correr
y dice: La sed que siento
no me la calma el beber!
¡Ay de quien bebe, y, saciada
la sed, desprecia la vida:
moneda al tahúr prestada,
que sea al azar rendida!
Del iluso que suspira
bajo el orden soberano,
y del que sueña la lira
pitagórica en su mano.
¡Ay del noble peregrino
que se para a meditar,
después de largo camino,
en el horror de llegar!
¡Ay de la melancolía
que llorando se consuela,
y de la melomanía
de un corazón de zarzuela!
¡Ay de nuestro ruiseñor,
si en una noche serena
se cura del mal de amor
que llora y canta su pena!
¡De los jardines secretos,
de los pensiles soñados
y de los sueños poblados
de propósitos discretos!
¡Ay del galán sin fortuna
que ronda a la luna bella,
de cuantos caen de la luna,
de cuantos se marchan a ella!
¡De quien el fruto prendido
en la rama no alcanzó,
de quien el fruto ha mordido
y el gusto amargo probó!
¡Y de nuestro amor primero
y de su fe mal pagada,
y, también, del verdadero
amante de nuestra amada!



Antonio Machado

El rojo sol de un sueño en el Oriente asoma

-- de Antonio Machado --

El rojo sol de un sueño en el Oriente asoma.
Luz en sueños. ¿No tiemblas, andante peregrino?
Pasado el llano verde, en la florida loma,
acaso está el cercano final de tu camino.
Tú no verás del trigo la espiga sazonada
y de macizas pomas cargado el manzanar,
ni de la vid rugosa la uva aurirrosada
ha de exprimir su alegre licor en tu lagar.
Cuando el primer aroma exhalen los jazmines
y cuando más palpiten las rosas del amor,
una mañana de oro que alumbre los jardines,
¿no huirá, como una nube dispersa, el sueño en flor?
Campo recién florido y verde, ¡quién pudiera soñar aún
largo tiempo en esas pequeñitas
corolas azuladas que manchan la pradera,
y en esas diminutas primeras margaritas!



Antonio Machado

Esta leyenda en sabio romance campesino

-- de Antonio Machado --

Esta leyenda en sabio romance campesino,
ni arcaico ni moderno, por Valle-Inclán escrita,
revela en los halagos de un viento vespertino
la santa flor de alma que nunca se marchita.
Es la leyenda campo y campo. Un peregrino
que vuelve solitario de la sagrada tierra
donde Jesús morara, camina sin camino,
entre los agrios montes de la galaica sierra.
Hilando silenciosa, la rueca a la cintura,
Adega, en cuyos ojos la llama azul fulgura
de la piedad humilde, en el romero ha visto,
al declinar la tarde, la pálida figura,
la frente gloriosa de luz y la amargura
de amor que tuvo un día el SALVADOR DOM. CRISTO.



Antonio Machado

La tarde todavía

-- de Antonio Machado --

La tarde todavía
dará incienso de oro a tu plegaria,
y quizás el cenit de un nuevo día
amenguará tu sombra solitaria.
Mas no es tu fiesta el Ultramar lejano,
sino la ermita junto al manso río;
no tu sandalia el soñoliento llano
pisará, en la arena del hastío.
Muy cerca está, romero,
la tierra verde y santa y florecida
de tus sueños; muy cerca, peregrino
que desdeñas la sombra del sendero
y el agua del mesón en tu camino.



Antonio Machado

Mis poetas

-- de Antonio Machado --

El primero es Gonzalo de Berceo llamado,
Gonzalo de Berceo, poeta y peregrino,
que yendo en romería acaeció en un prado,
y a quien los sabios pintan copiando un pergamino.
Trovó a Santo Domingo, trovó a Santa María,
y a San Millán, y a San Lorenzo y Santa Oria
y dijo: Mi dictado non es de juglaría;
escrito lo tenemos; es verdadera historia.
Su verso es dulce y grave: monótonas hileras
de chopos invernales en donde nada brilla;
renglones como surcos en pardas sementeras,
y lejos, las montañas azules de Castilla.
El nos cuenta el repaire del romero cansado;
leyendo en santorales y libros de oración,
copiando historias viejas, nos dice su dictado,
mientras le sale afuera la luz del corazón.



Antonio Ros de Olano

Eva (Antonio Ros de Olano)

-- de Antonio Ros de Olano --

Era, el Edén: la Creación, naciente,
tipos aislados del Autor divino,
y el Arte vislumbraba su destino
en la forma inicial de la serpiente.

Abrió la rosa al margen de la fuente:
mujer desnuda, en plácido camino,
llegó a mirarse el rostro peregrino
al limpio espejo de agua transparente.

Entonces fue la femenil flaqueza;
primera envidia, en donde al Arte cupo
enmendar la infantil naturaleza.

Eva la flor en su cabello supo
prender, y fueron de la ideal belleza
la mujer y la rosa el primer grupo.



Marqués de Santillana

Cuando yo veo a la gentil criatura

-- de Marqués de Santillana --

Cuando yo veo a la gentil criatura
que el cielo, acorde con naturaleza
formaron, loo mi buena ventura.
El punto y hora de tanta belleza

me demostraron, y su hermosura,
que sola de loor es la pureza;
mas luego torno con igual tristura
y plango y quéjome de su crueza.

Que no fue tanta la del mal Thereo,
ni hizo la de Achila y de Potino,
falsos ministros de ti, Ptholomeo.

Así que lloro mi servicio indigno
y la mi loca fiebre, pues que veo
y me hallo cansado y peregrino.



Medardo Ángel Silva

Amada

-- de Medardo Ángel Silva --

¡El duro son de hierro tornaré melodía
para cantar tus ojos! —violetas luminosas—
la noche de tu negra cabellera y el día
de tu sonrisa, pura más que las puras rosas.

Tú vienes con el alba y con la primavera
espiritual, con toda la belleza que existe,
con el olor de lirio azul de la pradera
y con la alondra alegre y con la estrella triste.

La historia de mi alma es la del peregrino
que extraviado una noche en un largo camino
pidió al cielo una luz... Y apareció la luna;

pues, estaba de un viejo dolor convaleciente,
y llegaste lo mismo que una aurora naciente,
en el momento amargo y en la hora oportuna.



Medardo Ángel Silva

Espera

-- de Medardo Ángel Silva --

Bajo el oro del sol, sedeña y pura
vendrás para curar mis hondos males,
trayendo en mil redomas, orientales
bálsamos de consuelo y de ventura.

Ungirás mi dolor con tu hermosura,
y con tus dedos finos y liliales;
derramarás en mí los manantiales
que guardas, de Piedad y de Dulzura

Al arrumbar feliz a mi ribera,
Tú serás en mis campos, Primavera,
y flor y aroma en mi jardín desierto.

Y en una noche tibia y perfumada
rodará por la alfombra empurpurada,
el negro monstruo de mis penas, muerto.

En vano te he esperado, cada Aurora,
mudos los labios, triste el pensamiento,
me sorprendió mirando el pulimiento
de los senderos blancos, ¡Mi Señora!...

En vano te he esperado, hora tras hora;
me falta ya el valor... Y hasta el aliento,
y cada vez más desgarrante siento
el puñal del dolor que me devora...

... Ya nunca has de venir?... Nunca en tus labios
que son de todas las caricias sabios,
apagaré mi sed de peregrino?...

¡Oh, voz nefasta que mi ensueño trunca!
sólo el eco repite, en el camino
inmensamente triste: Nunca!... Nunca!...



Miguel Unamuno

Al toque de oración

-- de Miguel Unamuno --

Campanas que al pasado que no pasa
le dais lengua de bronce, peregrino
que una vida descanso aquí, en mi casa,
os oigo me llamáis; de mi camino

vuelvo la vista al cielo donde abrasa
á las nubes el sol y allí adivino
lo que antes de ser fuí, cuando mi masa
era parte del igneo torbellino.



Miguel Unamuno

Don Juan de las ideas

-- de Miguel Unamuno --

Don Juan de las ideas que cortejas
todas las teorías, libertino
del pensamiento, eterno peregrino
del ansia de saber, sé que te quejas

de hastío de inquirir y que aconsejas
á los mozos que dejen el camino
de la ciencia y encierren su destino
de la santa ignorancia tras las rejas.



Miguel Unamuno

Ex-futuro

-- de Miguel Unamuno --

Á donde fué mi ensueño peregrino?
á donde aquel mi porvenir de antaño?
á donde fué á parar el dulce engaño
que hacía llevadero mi camino?

Hoy del recuerdo sólo me acompaño
—recuerdo de esperanza— y me imagino
que al fin vendrá la paz á mi destino
con el terrible olvido soterraño.



Al Santísimo nombre de Jesús

-- de Juan Díaz Rengifo --

Sagrado Redentor, y dulce Esposo,
peregrino, y supremo rey del cielo,
camino celestial, firme consuelo,
amado Salvador, Jesús gracioso:

Prado ameno, apacible, deleitoso,
fino rubí engastado, fuego en hielo,
divino amor, paciente y santo celo,
dechado perfectísimo y glorioso:

Muestra de amor y caridad subida
diste, Señor, al mundo haciéndoos hombre,
tierra pobre, y humilde a vos juntando,

Venistes hombre, y Dios, amparo y vida,
nuestra vida y miseria mejorando;
encierra tal grandeza tal renombre.



Juan Meléndez Valdés

renunciando a la poesía

-- de Juan Meléndez Valdés --

Quédate, adiós, pendiente de este pino
sin defensa del tiempo a los rigores,
cítara en que canté de mis amores
las gracias y el ingenio peregrino.
Guárdala, oh tronco, que honras el camino
por muestra de la fe de dos pastores,
do puedan cortesanos amadores
tomar lecciones de un amor divino.
Mientras la oyó viviendo mi señora,
con cuerdas de oro resonar solía,
y fieras crudas amansó su canto;
ya que el alma feliz los cielos mora,
y en esta tumba su ceniza fría,
cesen los versos, y principie el llanto.



Juan Meléndez Valdés

Renunciando a la poesía (Valdés)

-- de Juan Meléndez Valdés --

Quédate, adiós, pendiente de este pino
sin defensa del tiempo a los rigores,
cítara en que canté de mis amores
las gracias y el ingenio peregrino.

Guárdala, oh tronco, que honras el camino
por muestra de la fe de dos pastores,
do puedan cortesanos amadores
tomar lecciones de un amor divino.

Mientras la oyó viviendo mi señora,
con cuerdas de oro resonar solía,
y fieras crudas amansó su canto;

ya que el alma feliz los cielos mora,
y en esta tumba su ceniza fría,
cesen los versos, y principie el llanto.



Juan Nicasio Gallego

A Margarita en sus días

-- de Juan Nicasio Gallego --

Dos veces y no más Márgara mía,
veces y no más plugo al destino
que a tu lado me hallase el matutino
plácido ambiente de tu fausto día.

Gozoso entonces admirar solía
los rasgos de tu imperio peregrino,
y al eco de tu labio purpurino
colmaba el pecho insólita alegría.

Todo cambió. Por términos extraños
perdida ya de verte la esperanza,
me acosan males, tedio, desengaños.

Sólo en mi corazón no hallo mudanza;
que el poder de las penas y los años
en él tu imagen a borrar no alcanza.



Juan Nicasio Gallego

A Quintana por su oda al combate de Trafalgar

-- de Juan Nicasio Gallego --

¿Es la liar de Píndaro valiente
la que en mi oído atónito resuena,
a cuyo son sublime, que enajena,
las glorias canta de la griega gente?

No, que es del gran Quintana el plectro ardiente
que del nombre español el mundo llena:
a su voz brama el mar, el bronce truena
y el combate inmortal se ve patente.

Goza a par de los héroes que ensalzaste,
Píndaro nuevo, el lauro peregrino
con que sus sienes y la tuya ornaste;

pues al alto lugar que os da el destino,
si tú por sus hazañas le ganaste,
suben hoy por tu cántico divino.



Juan Nicasio Gallego

Al primer pintor de Camara don Vicente López

-- de Juan Nicasio Gallego --

Si plugo a Carlos con la regia mano,
que a Marte arrebató palmas sin cuento,
alzar del suelo el mágico instrumento
a que gloria inmortal debe Tiziano;

si vio Velázquez de su dicha ufano
premiar todo a Filipo su talento,
dando a su efigie en ínclito ornamento
la roja insignia del Patrón hispano:

hoy a despecho de la envidia injusta
te ofrece, López, tan feliz destino
de otro monarca la bondad augusta,

que a favor desusado y peregrino
da a tus desvelos recompensa justa
y nuevos timbres al pincel divino.



Julio Flórez

Resurrecciones (Julio Flórez)

-- de Julio Flórez --

Algo se muere en mí todos los días;
la hora que se aleja me arrebata
del tiempo en insonora catarata,
salud, amor, ensueños y alegrías.

Al evocar las ilusiones mías,
pienso: "¡Yo, no soy yo!" ¿Por qué insensata,
la misma vida con su soplo mata
mi antiguo sér, tras lentas agonías?

Soy un extraño ante mis propios ojos,
un nuevo soñador, un peregrino
que ayer pisaba flores y hoy.... Abrojos!

Y en todo instante, es tal mi desconcierto,
que ante mi muerte próxima imagino
que muchas veces en la vida... He muerto.



Evaristo Carriego

A Carlos de Soussens

-- de Evaristo Carriego --

Caballero de Friburgo, de un castillo de aventuras,
cuyas águilas audaces remontaron el Ideal,
soñadoras de los nidos de las líricas futuras,
la pupila al sol abierta, coronando las alturas
en el vuelo de armonías de una musa: la orquestal.

Visionario de un ensueño que inspiró un vino divino,
melancólicas vendimias de las uvas de tu Abril...
Tú también tendrás un Murger, y verá el barrio Latino
perpetuarse tu bohemia; milagroso peregrino,
compañero de prisiones en la Torre de marfil...

Que se cumpla, por tu gloria, la promesa de Darío,
al decirte de una estatua sobre firme pedestal;
que relinchen tus corceles los clarines de su brío;
que la Virgen del sudario no desole con su frío
el jardín de poesía de un eterno Florel.



Francisco de Aldana

Cuál nunca osó mortal tan alto el vuelo

-- de Francisco de Aldana --

¿Cuál nunca osó mortal tan alto el vuelo
subir, o quién venció más su destino,
mi clara y nueva luz, mi sol divino,
que das y aumentas nuevo rayo al cielo,

cuanto el que pudo en este bajo suelo,
(¡oh estrella amiga, oh hado peregrino!)
los ojos contemplar que de contino
engendran paz, quietud, guerra y recelo?

Bien lo sé yo, que Amor, viéndome puesto
do no sube a mirar con mucha parte
olmo, pino, ciprés, ni helado monte,

de sus ligeras alas diome presto
dos plumas y me dijo. «Amigo, ¡guarte
del mal suceso de Ícaro o Fetonte!»



Francisco de Aldana

Reconocimiento de la vanidad del mundo

-- de Francisco de Aldana --

En fin, en fin, tras tanto andar muriendo,
tras tanto variar vida y destino,
tras tanto, de uno en otro desatino,
pensar todo apretar, nada cogiendo,

tras tanto acá y allá yendo y viniendo,
cual sin aliento inútil peregrino,
¡oh, Dios!, tras tanto error del buen camino,
yo mismo de mi mal ministro siendo,

hallo, en fin, que ser muerto en la memoria
del mundo es lo mejor que en él se asconde,
pues es la paga dél muerte y olvido,

y en un rincón vivir con la vitoria
de sí, puesto el querer tan sólo adonde
es premio el mismo Dios de lo servido.



Francisco de Quevedo

parnaso español 3

-- de Francisco de Quevedo --

Buscas en roma a roma, ¡oh peregrino!,
y en roma misma a roma no la hallas:
cadáver son la que ostentó medallas,
y tumba de sí propio el aventino.
Yace donde reinaba el palatino;
y limadas del tiempo, las medallas
más se muestran destrozo a las batallas
de las edades que blasón latino.
Sólo el tibre quedó, cuya corriente,
si ciudad la regó, ya, sepultura,
la llora con funesto son doliente.
¡Oh, roma!, en tu grandeza, en tu hermosura,
huyó lo que era firme, y solamente
lo fugitivo permanece y dura.



Francisco de Quevedo

a lope de vega

-- de Francisco de Quevedo --

Las fuerzas, peregrino celebrado,
afrentará del tiempo y del olvido
el libro que, por tuyo, ha merecido
ser del uno y del otro respetado.
Con lazos de oro y yedra acompañado,
el laurel con tu frente está corrido
de ver que tus escritos han podido
hacer cortos los premios que te ha dado.
La invidia su verdugo y su tormento
hace del nombre que cantando cobras,
y con tu gloria su martirio crece.
Mas yo disculpo tal atrevimiento,
si con lo que ella muerde de tus obras
la boca, lengua y dientes enriquece.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 39

-- de Francisco de Quevedo --

Divina muestra del poder divino,
honra de nuestra edad, por vos dichosa, nobleza sin igual maravillosa,
aviso, ingenio, gusto peregrino.
Milagro de renombre eterno digno
a pesar de la envidia venenosa,
rara beldad, cordura milagrosa,
gloria, que es de gozarla amor indigno.
Ángel con mortal velo disfrazado,
regalo sin medida, que no tiene
igual en todo el bien del ser humano.
Tesoro celestial incomparado,
adonde más el alma se entretiene
es silvia, dueño, y vida de silvano.



Francisco de Quevedo

A Lope de Vega (Quevedo)

-- de Francisco de Quevedo --

Las fuerzas, Peregrino celebrado,
afrentará del tiempo y del olvido
el libro que, por tuyo, ha merecido
ser del uno y del otro respetado.

Con lazos de oro y yedra acompañado,
el laurel con tu frente está corrido
de ver que tus escritos han podido
hacer cortos los premios que te ha dado.

La invidia su verdugo y su tormento
hace del nombre que cantando cobras,
y con tu gloria su martirio crece.

Mas yo disculpo tal atrevimiento,
si con lo que ella muerde de tus obras
la boca, lengua y dientes enriquece.



Francisco Sosa Escalante

A Clementina (Sosa Escalante I)

-- de Francisco Sosa Escalante --

En la llanura inmensa de los mares
Suelen dos barcas que lanzó el destino
Con rumbo opuesto, hallarse en el camino
Arrostrando una y otra sus azares.

Los nautas, olvidando sus pesares,
Entonan con acento peregrino
Su más dulce canción; mas ¡ay! el lino
A hincharse vuelve, y cesan los cantares.

Y un ADIÓS nada más; pero tan triste
Como un suspiro que arrebata el viento.
Se dicen con dolor y al mar se entregan.

Así, hermosa, en mi senda apareciste,
Y hoy nuestras barcas, juntas un momento,
Con rumbo opuesto por mi mal navegan.



Francisco Sosa Escalante

En un álbum (Sosa Escalante II)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Formó tu tez purísima la nieve
Que el sol de Enero esplendoroso baña
En la cima del áspera montaña
Que solo el cóndor á escalar se atreve.

Rosa es tu labio; tu cintura breve
Tan flexible y gentil como la caña;
De seda tu negrísima pestaña;
Tu voz tan dulce cual el aura leve.

Eva al nacer en el Eden divino,
Ménos hermosa fué, no fué tan pura
Ni encanto poseyó tan peregrino.

Que los cielos bendigan tu hermosura
Alejando al dolor de tu camino,
Y amor eterno forme tu ventura.



Francisco Sosa Escalante

La palma (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Encuentra alguna vez el peregrino
Al cruzar las arenas del desierto,
Gentil osis de verdor cubierto
Que tregua brinda á su fatal camino.

Al verlo, del rigor de su destino
Se olvida el caminante y siente abierto
Su pecho á la esperanza, como el puerto
Tras negra tempestad mira el marino.

Entónces en el tronco de la erguida
Palma que hermosa en el desierto crece
Y que al descanso y á la paz convida,

Su nombre graba y con ternura ofrece
No olvidarla jamás.... Así en mi vida
Tú eres la palma que gentil se mece.



Francisco Villaespesa

a rogelio buendía manzano. poeta joven I

-- de Francisco Villaespesa --

¿el bien y el mal? ¿quién sabe su camino...?
El crimen de la abeja se transforma
en miel. En tu anhelar sigue la norma
del instinto, lo único divino
que resta al barro humano. Peregrino
del ensueño y creyente de la forma,
comulga con tu espíritu y conforma
el ritmo de tu paso a tu destino.
Armoniza en tu voz, grave y sonora,
los ecos más remotos y diversos,
y al resplandor glorioso de tu aurora,
del aislamiento en la fecunda calma,
talla en la carne viva de tus versos
todo el lírico olimpo de tu alma.



Francisco Villaespesa

elegía de la juventud

-- de Francisco Villaespesa --

Sacar en hombros por mi puerta
miré ayer un ataúd,
donde entre flores iba muerta
mi juventud.
Perdida toda fuerza física
la vi en mis brazos expirar.
Como una pobre novia tísica
¡de tantoamar!
sobre su cuerpo, las postreras
rosas de otoño deshojé.
Y entre recuerdos y quimeras
laamortajé.
Para no ver su rostro amado
tendí un pañuelo por su faz.
Y exclamé en lágrimas bañado:
¡descansaen paz!
lenta la lluvia descendía...
La golondrina iba a partir...
Y hasta la brisa parecía
entre los árboles gemir.
Cármenes viejos de granada,
en un crepúsculo otoñal,
vieron perderse en la enramada
su funeral.
Almas sedientas de ideales
que tanto amó mi juventud...
¡Deshojar rosas otoñales
en suataúd!
y tú, incansable peregrino.
Que el mundo cruzas sin cesar,
¡si ves su entierro en tu camino,
ponte a rezar!
sacar en hombros por mi puerta
miré ayer tarde un ataúd,
donde entre flores iba muerta
mi juventud.



José Asunción Silva

Taller moderno

-- de José Asunción Silva --

Por el aire del cuarto, saturado
de un olor de vejeces peregrino,
del crepúsculo el rayo vespertino,
va a desteñir los muebles de brocado.

El piano está del caballete al lado
y de un busto del Dante el perfil fino,
del arabesco azul de un jarrón chino,
medio oculta el dibujo complicado.

Junto al rojizo orín de una armadura,
hay un viejo retablo, donde inquieta,
brilla la luz del marco en la moldura,

y parecen clamar por un poeta
que improvise del cuarto la pintura
las manchas de color de la paleta.



Carlos Guido y Spano

Soledad (Guido y Spano)

-- de Carlos Guido y Spano --

¡Oh soledad! ¡Oh murmurante río,
A cuya margen espontáneos crecen
Los árboles frondosos, que el otoño
Despoja ya de su hojarasca verde!

Huésped errante de la selva oscura
Di en estas limpias aguas. ¡Cuántas veces
Me vio la tarde, absorto en mis recuerdos,
Contemplando su plácida corriente!

La gran naturaleza, de mis penas
Oyó el lamento que hacia Dios asciende:
En su templo inmortal a quien la invoca
Seguro asilo y bálsamos ofrece.

Al dejar sin retorno estos lugares
Tan dulces a mi afán, llevo indeleble
Una impresión de gracia, de frescura,
Y hasta el sahumerio del paisaje agreste.

Como esas aves de amoroso instinto
Que en busca de calor el aire hienden,
Así mis pensamientos al amparo
De los afectos íntimos se vuelven.

¿Pero en cuál mejor sitio hallar la calma,
Y este silencio arrobador, solemne,
Que al fatigado espíritu conforta
Mientras las horas se deslizan breves?

Es aquí donde exhausto peregrino
Quisiera alzar mi solitario albergue,
¡Y arrullado del aura y de las ondas
Vivir lejos del mundo, para siempre!



Carolina Coronado

en otro. traducido del dante

-- de Carolina Coronado --

¡eh!... Peregrino que por esta vía
atraviesas con planta indiferente,
¿vienes tal vez de tan remota gente
que el duelo ignoras de la patria mía?
¿cómo no lloras ¡ay! cuando sombría
cruzas por medio su ciudad doliente,
como quien nada sabe, nada siente
del grave luto que oscurece el día?
si te detienes a escuchar el caso,
yo sé de cierto que llorando, amigo,
no pudieras de aquí mover el paso:
perdió italia a beatriz; y cuanto dijo
a otros hombres hablando de la bella,
tiene virtud de hacer llorar por ella.



Carolina Coronado

La rosa blanca

-- de Carolina Coronado --

¿Cuál de las hijas del verano ardiente,
cándida rosa, iguala a tu hermosura,
la suavísima tez y la frescura
que brotan de tu faz resplandeciente?

La sonrosada luz de alba naciente
no muestra al desplegarse más dulzura,
ni el ala de los cisnes la blancura
que el peregrino cerco de tu frente.

Así, gloria del huerto, en el pomposo
ramo descuellas desde verde asiento;
cuando llevado sobre el manso viento

a tu argentino cáliz oloroso
roba su aroma insecto licencioso,
y el puro esmalte empaña con su aliento.



Clemente Althaus

A España (2 Althaus)

-- de Clemente Althaus --

¡Con cuán fiel semejanza, dulce España,
tú sobretodo, bella Andalucía
me representas a la patria mía,
cuyo recuerdo siempre me acompaña!

Tanto tu idioma al peregrino engaña,
de tus hijas la gracia y gallardía
y de tu puro cielo la alegría,
que tal vez no se juzga en tierra extraña.

Mas presto el llanto a su pupila asoma,
y se aflige de nuevo el pecho amante,
cuando, advirtiendo en breve su error vano,

ve que, aunque en claro cielo, dulce idioma
y bellas hijas ¡ay! tan semejante,
no es este suelo al fin el peruano.



Ramón López Velarde

eucaristía

-- de Ramón López Velarde --

Eucarística
de la mañana el resplandor incierto,
cuando el órgano eleva sus cantares,
te he visto comulgar entre azahares
de la iglesia en el ángulo desierto.
Así también mi corazón ya muerto
llega de tu piedad a los altares,
implorando les des a mis pesares
la comunión de tu cariño yerto.
Pero tú te resistes, hostia ingrata,
a venir al enfermo peregrino,
y aunque tu eterna negación me mata
aguardo humildemente, amada mía,
de rodillas al borde del camino
la luz de mi radiosa eucaristía.



Ramón López Velarde

Que adorable manía

-- de Ramón López Velarde --

¡Qué adorable manía de decir
en mi pobreza y en mi desamparo:
soy más rico, muy más que un gran visir:
el corazón que amé se ha vuelto faro!

Cuando se cansa de probar amor
mi carne, en torno de la carne viva,
y cuando me aniquilo de estupor
al ver el surco que dejó en la arena
mi sexo, en su perenne rogativa,
de pronto convertirse al mundo veo
en un enamorado mausoleo...

Y mi alma en pena bebe un negro vino,
y un sonoro esqueleto peregrino
anda cual un laúd por el camino.

Por darme el santo y seña, la viajera
se ata debajo de la calavera
las bridas del sombrero de pastora

En su cráneo vacío y aromático
trae la esencia de un eterno viático.
Y al fin, del fondo de su pecho claro,
claro de Purgatorio y de Sión,
en el sitio en que hubo el corazón
me da a beber el resplandor de un faro.



Ramón López Velarde

Se deshojaban las rosas

-- de Ramón López Velarde --

En los prados de tu huerto
a la luz del plenilunio
se moría cada flor,
y concurriendo a una extraña
complicidad de infortunio,
en el rosal de mi vida
se deshojaba el amor.

Bien pudiera el peregrino
hacer estación romántica
a la mitad del camino,
y desgranar un rosario
de cuentas sentimentales
por aquel deshojamiento
del alma y de los rosales.

¡Oh novia! Siempre querida,
cuyas pupilas llorosas
contemplaron la caída
de pétalos y esperanzas
sobre la faz de las cosas,
cuando en la calma nocturna
se deshojaban a un tiempo
las quimeras y las rosas.



Ramón María del Valle Inclán

rosa de job

-- de Ramón María del Valle Inclán --

¡todo hacia la muerte avanza
de concierto,
toda la vida es mudanza
hasta ser muerto!

¡quién vio por tierra rodado
el almenar,
y tan alto levantado
el muladar!

¡mi existir se cambia y muda
todo entero,
como árbol que se desnuda
en el enero!

¡fueron mis goces auroras
de alegrías,
más fugaces que las horas
de los días!

¡y más que la lanzadera
en el telar,
y la alondra, tan ligera
en el volar!

¡alma, en tu recinto acoge
al dolor,
como la espiga en la troje
el labrador!

¡levántate, corazón,
que estás muerto!
¡esqueleto de león
en el desierto!

¡pide a la muerte posada,
peregrino,
como espiga que granada
va al molino!

1la vida!... Polvo en el viento
volador.
¡Sólo no muda el cimiento
del dolor!



Ramón María del Valle Inclán

rosa hiperbólica

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Va la carreta bamboleante
por el camino, sobre una foz,
el can al flanco va jadeante,
dentro una sombra canta sin voz:

-soñé laureles, no los espero,
y tengo el alma libre de lid.
¡No envidio nada, si no es dinero!
¡ya no me llama ningún laurel!

pulsan las penas en la ventana.
Vienen de noche con su oración,
mas aún alegran en la mañana
los gorriones de mi balcón.

Echéme al mundo de un salto loco,
fui peregrino sobre la mar,
y en todas partes pecando un poco,
dejé mi vida como un cantar.

No tuve miedo, fui turbulento,
miré en las simas como en la luz,
di mi palabra con mi alma al viento,
como una espada llevo mi cruz.

Yo marcho solo con mis leones
y la certeza de ser quien soy.
El diablo escucha mis oraciones.
Canta mi pecho: ¡mañana es hoy!

va la carreta bamboleante
por el camino, sobre una foz,
el can al flanco va jadeante,
dentro una sombra canta sin voz.



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