Buscar Poemas con Penetrante


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Se han encontrado 15 poemas con la palabra penetrante

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Julio Flórez

Apocalíptica

-- de Julio Flórez --

Y me senté en el carro de la sombra,
presa del más horrendo paroxismo,
y comencé a rodar sobre una alfombra
formada con el cosmos del abismo.

Y abarqué el infinito en una sola
mirada, llena de fulgor intenso
Y vi del tiempo la gigantë ola
rodar al precipicio de lo inmenso!

Y vi la eterna procesión de mundos,
a través de mi loco desvarío,
rodar por los ignotos y profundos
senos inescrutables del vacío!

Y llamé a Dios, con penetrante acento,
con un acento penetrante y hondo,
que atravesó, rasgando el firmamento,
sin encontrar del firmamento el fondo!

Mas nadie respondiome en mi agonía,
—en dónde estás?... —Grité de nuevo— en dónde? .
Pasó la pesadilla. Hoy todavía
lo llamo y todo inútil no responde!

Poema Apocalíptica de Julio Flórez con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

Mis deseos (López de Ayala)

-- de Adelardo López de Ayala --

Quisiera adivinarte los antojos,
y de súbito en ellos transformarme;
ser tu sueño, y callado apoderarme
de todos tus riquísimos despojos;

aire sutil que con tus labios rojos
tuvieras que beberme y respirarme:
quisiera ser tu alma, y asomarme
a las claras ventanas de tus ojos.

Quisiera ser la música que en calma
te adula el corazón: mas si constante
mi fe consigue la escondida palma

ni aire sutil, ni sueño penetrante,
ni música de amor, ni ser tu alma,
nada es tan dulce como ser tu amante.

Poema Mis deseos (López de Ayala) de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Lope de Vega

¡Oh corazón más duro que diamante!

-- de Lope de Vega --

¡Oh corazón más duro que diamante!,
¿qué repugnancia es ésta que te oprime?
¿No basta que con viva voz te anime
aquel lince del alma penetrante?
¿Qué importa el apetito repugnante
contra el objeto que su luz te imprime,
si la eficaz razón que le reprime,
no deja que del suelo se levante?
Ánimo, pues, que la vitoria es tuya,
no pierdas tiempo, si el perdido sobra,
antes que mi proceso se concluya.
Pon los deseos, pues te importa, en obra,
no des lugar que la ocasión se huya,
que el último fin tan mal se cobra.

Poema ¡Oh corazón más duro que diamante! de Lope de Vega con fondo de libro

Luis Palés Matos

el río

-- de Luis Palés Matos --

El río es una melancolía estirada y sofocante.
El río es una irritación de piedras, calcinante.
Está seco, no tiene lágrimas porque el sol quemante
lo ha mirado con pupila penetrante...

El río está sediento... Rememora anhelante,
cuando espejeó la nieve de un semblante
y adormeció a un cuerpo fragante...
¡Oh el perfume en su onda voluptuosa y palpitante!

voló a otras regiones el martinete errante;
y está marchita en su margen la flor odorante.
El lirio no genuflexiona arrogante...

El río embiste la vista plúmbeo y abrasante;
el río es un pesar petrificado y punzante...
El río es una melancolía estirada y sofocante.



Enrique González Martínez

a la que va conmigo

-- de Enrique González Martínez --

Iremos por la vida como dos pajarillos
que van en pos de rubias espigas, y hablaremos
de sutiles encantos y de goces supremos
con ingenuas palabras y diálogos sencillos.

Cambiaremos sonrisas con la hermana violeta
que atisba tras la verde y oscura celosía,
y aplaudiremos ambos la célica armonía
del amigo sinsonte que es músico y poeta.

Daremos a las nubes que circundan los flancos
de las altas montañas nuestro saludo atento,
y veremos cuál corren al impulso del viento
como un tropel medroso de corderillos blancos.

Oiremos cómo el bosque se puebla de rumores,
de misteriosos cantos y de voces extrañas;
y veremos cuál tejen las pacientes arañas
sus telas impalpables con los siete colores.

Iremos por la vida confundidos en ella,
sin nada que conturbe la silenciosa calma,
y el alma de las cosas será nuestra propia alma,
y nuestro propio salmo el salmo de la estrella.

Y un día, cuando el ojo penetrante e inquieto
sepa mirar muy hondo, y el anhelante oído
sepa escuchar las voces de los desconocido,
se abrirá a nuestras almas el profundo secreto.



Tirso de Molina

coplas

-- de Tirso de Molina --

De no hallar en mis amores
el número de mi mesa
sabe dios cuánto me pesa.
Cuéstame hartos desvelos
celos bastardos, mal nacidos celos.
No soy carne ni pescado,
y aunque mi sazón es corta
sé muy bien lo que me importa.
Mi gusto aprendió en toscana,
pues hallo el arte de amar
en el tropo variar.
Peor que el diablo soy si me resuelvo,
pues a puerta cerrada aún no me vuelvo.
Cúpome el número sexto,
mas yo he sido tan fiel
que jamás me acusé de él.
Puesto que no hay más que ver
en lo que llego a mirar,
aún hay más que desear.
Para la flecha de amor,
aunque aguda y penetrante,
tengo el pecho de diamante.
Aunque en orden a limpieza
todos dirán en mi abono
mejor cuelo que jabono.
No lloréis, ojos hermosos,
no lloréis.
Podrá ser que os engañéis.
Sin pundonor, sin melindres,
sin desdenes, vengo a ser
don calla a más no poder.



Tirso de Molina

Coplas (Tirso de Molina)

-- de Tirso de Molina --

De no hallar en mis amores
el número de mi mesa
sabe Dios cuánto me pesa.

Cuéstame hartos desvelos
celos bastardos, mal nacidos celos.

No soy carne ni pescado,
y aunque mi sazón es corta
sé muy bien lo que me importa.

Mi gusto aprendió en Toscana,
pues hallo el arte de amar
en el tropo variar.

Peor que el diablo soy si me resuelvo,
pues a puerta cerrada aún no me vuelvo.

Cúpome el número sexto,
mas yo he sido tan fiel
que jamás me acusé de él.

Puesto que no hay más que ver
en lo que llego a mirar,
aún hay más que desear.

Para la flecha de amor,
aunque aguda y penetrante,
tengo el pecho de diamante.

Aunque en orden a limpieza
todos dirán en mi abono
mejor cuelo que jabono.

No lloréis, ojos hermosos,
no lloréis.
Podrá ser que os engañéis.

Sin pundonor, sin melindres,
sin desdenes, vengo a ser
don calla a más no poder.



Manuel Reina

La gota de sangre

-- de Manuel Reina --

Sentados en la gótica ventana
estábamos tú y yo, mi antigua amante;
tú, de hermosura y de placer, radiante;
yo, absorto en tu belleza soberana.

Al ver tu fresca juventud lozana,
una abeja lasciva y susurrante
clavó su oculto dardo penetrante
en tu seno gentil de nieve y grana.

Viva gota de sangre transparente
sobre tu piel rosada y hechicera
brilló como un rubí resplandeciente.

Mi ansioso labio en la pequeña herida
estampé con afán... ¡Nunca lo hiciera,
que aquella gota envenenó mi vida!



Manuel Reina

Introducción (Manuel Reina)

-- de Manuel Reina --

Soy poeta: yo siento en mi cerebro
hervir la inspiración, vibrar la idea;
siento irradiar en mi exaltada mente
imágenes brillantes como estrellas.
El fuego abrasador de los volcanes
en mi gigante corazón flamea;
escalo el cielo, bajo a los abismos,
rujo en el mar, cabalgo en la tormenta.

Soy poeta: mi espíritu se escapa
de la mezquina cárcel de la tierra,
y sobre otros espacios y otros mundos
tiende sus alas de águila altanera.
Bebe la luz en la mansión del rayo;
«atraviesa las órbitas etéreas»,
y el penetrante arpón de sus pupilas
recorre el panorama de la esfera.

Soy poeta: al rumor de las naciones
las cuerdas de mi cítara se templan;
lloro en el negro mundo de las tumbas,
río en la bacanal, trueno en la guerra.
El amor y la patria son mi vida;
el corazón humano, mi poema;
mi religión, la caridad y el arte;
la libertad sublime mi bandera.

Soy poeta: yo siento en mi cerebro
hervir la inspiración, vibrar la idea;
siento irradiar en mi exaltada mente
imágenes brillantes: ¡soy poeta!



Juan Pedro López

Payador

-- de Juan Pedro López --

Payador no puede ser
cualquiera que se disponga
por más que en una milonga
pueda, el mozo, florecer.
Primero debe tener
conciencia de lo que toca
y si algún recuerdo evoca
debe hacerlo penetrante
para que sea el consonante
un pensamiento en su boca.

Porque arrojar consonantes
con facilidad pasmosa
eso... Resulta una cosa
de mediocres e ignorantes.
Los pensamientos brillantes
no se hallan a la carrera,
ni aquélla expresión sincera
que lo hace gaucho al cantor,
cuando canta con amor
derramando el alma entera.

Que para ser payador
no hay estudios, ni se aprende;
es el divino fulgor
de un rarísimo señor
que ni él mismo se comprende.



Julio Flórez

xxvi

-- de Julio Flórez --

¡oh, bosques seculares,
refugio del silencio y de la sombra,
que el cielo y los eternos luminares
por techumbre tenéis, y por alfombra,
de hojas marchitas rumorosos mares!
dadme un eterno asilo
en vuestros hondos laberintos frescos;
ay, donde pueda reposar tranquilo...
Donde no sienta el penetrante filo
de mi dolor... ¡Oh, bosques gigantescos!
y cuando al fin termine la borrasca
de mi vida, y en mí se acabe todo,
mi cadáver cubrid con la hojarasca
de vuestros viejos árboles... De modo
que no sienta del ábrego los besos,
que no nazca una flor sobre mi lodo,
ni nadie pueda descubrir mis huesos.
Julio flórez



Julio Flórez

Dos amarguras de distinta fuente

-- de Julio Flórez --

Poem

Olas, viento y espumas, cielo y agua; el sol, tras de las brumas, muere en su roja y gigantesca fragua.

Una nívea gaviota que se aleja en el aire la nota de un grito agudo y penetrante deja.

Yo solo, en la baranda del navío que cruje y tiembla y anda penosamente sobre el mar, sonrío y pienso en ti, y en mis pestañas brilla, pura y sola, una lágrima, rueda en mi mejilla Y cae en las arrugas de una ola.

Y allá van ola y llanto juntamente: ¡Dos símbolos eternos de quebranto! ¡Dos amarguras de distinta fuente!



Federico García Lorca

el amor duerme en el pecho del poeta

-- de Federico García Lorca --

Tú nunca entenderás lo que te quiero
porque duermes en mí y estás dormido.
Yo te oculto llorando, perseguido
por una voz de penetrante acero.
Norma que agita igual carne y lucero
traspasa ya mi pecho dolorido
y las turbias palabras han mordido
las alas de tu espíritu severo.
Grupo de gente salta en los jardines
esperando tu cuerpo y mi agonía
en caballos de luz y verdes crines.
Pero sigue durmiendo, vida mía.
¡Oye mi sangre rota en los violines!
¡mira que nos acechan todavía!
regresar a sonetos del amor oscuro



Carolina Coronado

canción I

-- de Carolina Coronado --

Mis ojos, laura, vertieron
mil veces lloro a raudales,
mas nunca lágrimas fueron
a estas lágrimas iguales.
El tierno y bello cantor
que en dulcísima querella
trova las penas de amor...,
¿Canta por ti o por estrella?
¡por ella sólo, por ella!
nunca tan grande aflicción,
tan grande pena he sentido,
¡tengo, laura, el corazón
mitad por mitad partido!
aquella luz penetrante
que de sus ojos destella
y aquel hablar palpitante...
¿Eran tal vez por estrella?
¡por ella sólo, por ella!
negras sombras, laura mía,
siempre adonde miro veo,
y como estoy en el día
y ciega o loca me creo:
aquel ramillete hermoso
con la rica cinta aquella
que a entrambos dio cariñoso...
¿Era no más para estrella?
¡para ella sólo, para ella!
ay, laura, que si mis ojos
el sueño logra cerrar
se acrecientan mis enojos
con lo que acierto a soñar;
aquella música bella
que a nuestras rejas sonaba
¿no sabes por quién la daba?
¿era también por estrella?
¡por ella sólo, por ella!



Clemente Althaus

Sueño de un malvado

-- de Clemente Althaus --

Durmiose; y al profundo abismo luego
le parece que baja despeñado,
donde castiga inextinguible fuego
a cuantos mueren en mortal pecado,
y donde son las penas tan atroces,
que las mayores penas terrenales
son ilusiones y parecen goces
junto a aquellos tormentos inmortales.
Él, a quien enseñó Filosofía
que mueren alma y cuerpo juntamente,
él, que del fuego eterno se reía,
ya, ya se mira en la ciudad doliente.
¡Ay! ¡qué voces extrañas! ¡ay! ¡qué lloro
desesperado hiere sus oídos!
¡Ay! ¡qué confuso ensordeciente coro
de gritos, de blasfemias y gemidos!
De hirsuta cola y retorcido cuerno,
ya lo circunda enjambre numeroso
de los feos señores del Infierno,
más feroces que toros en el coso.
Prueba de ellos a huir; y a cualquier lado
un furioso demonio ve delante;
crudos hieren su cuerpo desdichado
con saetas de fuego penetrante,
cuyo incendio con tal viveza siente,
que súbito del sueño se recuerda,
dando por el terror diente con diente,
temblando todo cual vibrada cuerda.



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