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Se han encontrado 54 poemas con la palabra peligro

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Lope de Vega

Ángel, a gran peligro os arrojastes

-- de Lope de Vega --

Ángel, a gran peligro os arrojastes
cuando a decir verdad os atrevistes,
supuesto que al Bautista parecistes,
cuando con tal rigor la predicastes.
Notable ejemplo a los demás dejastes,
luz sobre monte, y no lisonja fuistes,
que puesto que del púlpito caístes,
al cielo envuelto en sangre os levantastes.
Ángel fue el gran Bautista, si en la vista
y en la verdad le sois tan semejante
y en hábito tan pobre y tan estrecho.
Ángel, no es mucho, pues murió el Bautista
por decir al verdad, que un ciego amante
por la misma ocasión os pase el pecho.

Poema Ángel, a gran peligro os arrojastes de Lope de Vega con fondo de libro

Jorge Manrique

canción es una muerte escondida

-- de Jorge Manrique --

I
es una muerte escondida
este mi bien prometido,
mas no puedo ser querido
sin peligro de mi vida.
Ii
mas sólo porque me quiera
quien en vida no me quiere,
yo quiero sufrir que muera
mi vivir, pues siempre muere;
y en perder vida perdida
no me cuento por perdido,
pues no puedo ser querido
sin peligro de mi vida.

Poema canción  es una muerte escondida de Jorge Manrique con fondo de libro

Pablo Neruda

no sientes también el peligro

-- de Pablo Neruda --

No sientes también el peligro
en la carcajada del mar?
no ves en la seda sangrienta
de la amapola una amenaza?
no ves que florece el manzano
para morir en la manzana?
no lloras rodeado de risa
con las botellas del olvido?

Poema no sientes también el peligro de Pablo Neruda con fondo de libro

Gutierre de Cetina

huyendo baja el monte aquella fiera

-- de Gutierre de Cetina --

Que de pequeños canes es seguida,
y apenas en lo llano es ya venida,
que no puede volver donde partiera,
en otros da mayores, do cualquiera
la aprieta y le podría quitar la vida,
de estos es peligrosa la salida
de otros sin peligro se saliera.
Así huyendo yo los viejos males,
pequeños en respecto a los de ahora,
en otros más crueles he caído,
y tanto en el peligro desiguales
cuanto, siendo por vos, estoy, señora,
cierto de no volver donde he salido.



Fernando de Herrera

Solo y medroso, del peligro cierto

-- de Fernando de Herrera --

Solo y medroso, del peligro cierto,
que en la guerra de Amor temido había,
con fortuna mejor tarde huía,
en tanta tempestad, seguro al puerto.

Mas en el paso del camino incierto,
cuando con más descuido proseguía,
Amor, que en vuestros ojos me atendía,
de un golpe atravesó mi pecho abierto.

Y antes que yo pudiese de mi pena
alabar la ventura, envidioso,
huyó con vos y me dejó perdido,

cual huye el parto, do el Eúfrates suena,
y revuelve el caballo presuroso,
dejando al fiero contendor herido.



Bartolomé de Argensola

Firmio, en tu edad ningún peligro hay leve

-- de Bartolomé de Argensola --

Firmio, en tu edad ningún peligro hay leve;
porque nos hablas ya con voz oscura,
y, aunque dudoso, el bozo a tu blancura
sobre ese labio superior se atreve.

Y en ti, oh, Drusila, de sutil relieve
el pecho sus dos bultos apresura,
y en cada cual, sobre la cumbre pura,
vivo forma un rubí su centro breve.

Sienta vuestra amistad leyes mayores:
que siempre Amor para el primer veneno
busca la inadvertencia más sencilla.

Si astuto el áspid se escondió en lo ameno
de un campo fértil, ¿quién se maravilla
de que pierdan el crédito sus flores?



Leandro Fernández de Moratín

soneto. rodrigo

-- de Leandro Fernández de Moratín --

rodrigo
cesa en la octava noche el ronco estruendo
de la sangrienta, militar porfía:
el campo godo destrozado ardía
con llama, que descubre estrago horrendo.
Rodrigo en tanto, su peligro viendo,
por ignorada senda se desvía,
y muerto orelia, entre la sombra fría,
herido y débil se acelera huyendo.
En vano el lete con raudal undoso
el paso estorba al príncipe, a quien ciega
de cadena o suplicio el justo espanto.
Surca las aguas. Cede al poderoso
ímpetu, espira el infeliz; y entrega
el cuerpo al fondo, a la corriente el manto.



Leandro Fernández de Moratín

Rodrigo

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Cesa en la octava noche el ronco estruendo
de la sangrienta militar porfía;
el campo godo destrozado ardía
con llama que descubre estrago horrendo.

Rodrigo en tanto, su peligro viendo,
por ignorada senda se desvía
y, muerto Orelio, entre la sombra fría
herido y débil se acelera huyendo.

En vano el Lete con raudal undoso
el paso estorba al príncipe, a quien ciega
de cadena o suplicio el justo espanto.

Surca las aguas, cede al poderoso
ímpetu, expira el infeliz y entrega
el cuerpo al fondo, a la corriente el manto.



Lope de Vega

Buscaba Madalena pecadora

-- de Lope de Vega --

Buscaba Madalena pecadora
un hombre, y Dios halló sus pies, y en ellos
perdón, que más la fe que los cabellos
ata sus pies, sus ojos enamora.
De su muerte a su vida se mejora,
efecto en Cristo de sus ojos bellos,
sigue su luz, y al occidente dellos
canta en los cielos y en peñascos llora.
«Si amabas —dijo Cristo— soy tan blando
que con amor a quien amó conquisto;
si amabas, Madalena, vive amando».
Discreta amante, que el peligro visto
súbitamente trasladó llorando
los amores del mundo a los Cristo.



Lope de Vega

Daba sustento a un pajarillo un día

-- de Lope de Vega --

Daba sustento a un pajarillo un día
Lucinda, y por los hierros del portillo
fuésele de la jaula el pajarillo
al libre viento en que vivir solía.
Con un suspiro a la ocasión tardía
tendió la mano, y no pudiendo asillo,
dijo (y, de las mejillas amarillo,
volvió el clavel que entre su nieve ardía):
«¿Adónde vas por despreciar el nido,
al peligro de ligas y de balas,
y el dueño huyes que tu pico adora?».
Oyóla el pajarillo enternecido,
y a la antigua prisión volvió las alas:
que tanto puede una mujer que llora.



Lope de Vega

En esta tabla de tu Cruz divina

-- de Lope de Vega --

En esta tabla de tu Cruz divina
saldré de la tormenta del mar fiero
con el aliento del vivir postrero,
a donde el Norte de su luz me inclina.
La nave de mi vida peregrina,
que en las Sirenas no temió primero,
en los bancos del mundo lisonjero
sin gobierno zozobra y desatina.
Tú sola en tal peligro, tú me alientas,
tabla dichosa, que mi vida entabla
por tantas olas de mi error violentas.
Cobréme en Ti, y a Ti llegue sin habla:
que no puedo anegarse en sus tormentas
quien se abrazare a tu divina tabla.



Lope de Vega

Jaque de aquí con este santo Roque

-- de Lope de Vega --

Jaque de aquí con este santo Roque,
peste cruel, que quiere Dios que aplaque
este bordón con su divino jaque
todo peligro que a los hombre toque;
y que las piezas del contrario apoque,
y el alma dama en el postrero escaque,
libre de tretas y peligros, saque
cualquiera que su nombre santo invoque.
Procura el negro alfil que el hombre peque,
y con sus tretas ya le pone a pique,
porque de la piedad la oliva seque.
Mas Roque hace que el bordón se aplique
a la espada de Dios, y el rigor trueque,
y que su cruz a Cristo signifique.



Lope de Vega

No es mucho que Israel las aguas corte

-- de Lope de Vega --

No es mucho que Israel las aguas corte
del Rubio mar, si va Moisés delante
haciéndole dos muros de diamante,
que a Egipto emboten de la espalda el corte.
Ni que el peligro al pescador reporte,
para serlo del barco militante,
que Dios le llama, porque no le espante,
y está en la orilla el sol que alumbra el Norte.
Pero que tienda de Domingo el manto
Raimundo, y pase encima el mar profundo,
es fe que ha dado al mismo cielo espanto.
Pasad, profeta, ese Jordán segundo;
verán los reyes, que se ciegan tanto
que estima el mar a quien destierra el mundo.



Góngora

Menos solicitó veloz saeta

-- de Góngora --

Menos solicitó veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda;
agonal carro en la arena muda
no coronó con más silencio meta

que presurosa corre, que secreta
a su fin nuestra edad. A quien lo duda
(fiera que sea de razón desnuda)
cada sol repetido es un cometa.

Confiésalo Cartago, ¿y tú lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
en seguir sombras y abrazar engaños.

Mal te perdonarán a ti las horas,
las horas que limando están los días,
los días que royendo están los años.



Manuel del Cabral

habla compadre mon

-- de Manuel del Cabral --

Lo que ayer dije yo
a gritarlo vuelvo ya:
¿tierra en el mar?
no señor,
aquí la isla soy yo.

Algo yo tengo en el cinto
que estoy como está la isla,
rodeada de peligro.

Sí, señor, mi cinturón:
ola de pólvora y plomo.
Aquí la isla soy yo.

Cabe, lo que dije ya,
siempre aquí, como le cabe
el día en el pico de ave.
¡Qué bien me llevan la voz
las balas que sueño yo!

y no está lejos del hombre
de tierra adentro y dormido
la verde fiera que siempre
nos pone un rabioso anillo...
Estoy hablando del mar
porque en él hay algo mío...

¿Pero estoy hablando yo
de una antilla, tierra en agua?
no señor,
con la cintura entre balas,
al mapa le digo no.
Aquí la isla soy yo.



Jorge Luis Borges

milonga de dos hermanos

-- de Jorge Luis Borges --

Traiga cuentos la guitarra
de cuando el fierro brillaba,
cuentos de truco y de taba,
de cuadreras y de copas,
cuentos de la costa brava
y el camino de las tropas.
Venga una historia de ayer
que apreciarán los más lerdos;
el destino no hace acuerdos
y nadie se lo reproche
ya estoy viendo que esta noche
vienen del sur los recuerdos.
Velay, señores, la historia
de los hermanos iberra,
hombres de amor y de guerra
y en el peligro primeros,
la flor de los cuchilleros
y ahora los tapa la tierra.
Suelen al hombre perder
la soberbia o la codicia:
también el coraje envicia
a quien le da noche y día
el que era menor debía
más muertes a la justicia.
Cuando juan iberra vio
que el menor lo aventajaba,
la paciencia se le acaba
y le armó no sé qué lazo
le dio muerte de un balazo,
allá por la costa brava.
Sin demora y sin apuro
lo fue tendiendo en la vía
para que el tren lo pisara.
El tren lo dejó sin cara,
que es lo que el mayor quería.
Así de manera fiel
conté la historia hasta el fin;
es la historia de caín
que sigue matando a abel.



Jorge Luis Borges

la busca

-- de Jorge Luis Borges --

Al término de tres generaciones
vuelvo a los campos de los acevedo,
que fueron mis mayores. Vagamente
los he buscado en esta vieja casa
blanca y rectangular, en la frescura
de sus dos galerías, en la sombra
creciente que proyectan los pilares,
en el intemporal grito del pájaro,
en la lluvia que abruma la azotea,
en el crepúsculo de los espejos,
en un reflejo, un eco, que fue suyo
y que ahora es mío, sin que yo lo sepa.
He mirado los hierros de la reja
que detuvo las lanzas del desierto,
la palmera partida por el rayo,
los negros toros de aberdeen, la tarde,
las casuarinas que ellos nunca vieron.
Aquí fueron la espada y el peligro,
las duras proscripciones, las patriadas;
firmes en el caballo, aquí rigieron
la sin principio y la sin fin llanura
los estancieros de las largas leguas.
Pedro pascual, miguel, judas tadeo...
Quién me dirá si misteriosamente,
bajo este techo de una sola noche,
más allá de los años y del polvo,
más allá del cristal de la memoria,
no nos hemos unido y confundido,
yo en el sueño, pero ellos en la muerte.



Diego Hurtado de Mendoza

Tibio en amores no sea yo jamás

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Tibio en amores no sea yo jamás,
Frio, ó caliente en fuego todo ardido;
Cuando amor saca el seso de compás,
Ni el mal es mal ni el bien es conocido.

Poco ama el que no pierde el sentido
Y el seso, y la paciencia deja atrás;
Y no muera de amor, sino de olvido,
El que en amores piensa saber mas.

Como nave que corre en noche oscura
Por brava playa en recio temporal,
Déjase al viento y métese á la mar;

Ansí yo en el peligro del penar,
Añadiendo mas males á mi mal,
En desesperacion busco ventura.



Emilio Bobadilla

El capitán homicida

-- de Emilio Bobadilla --

Militar, incestuoso y homicida, conoces
—triste conocimiento que la vida te cuesta—
las sensaciones lívidas, los enervantes goces
que al vulgo sólo arrancan unánime protesta.

¿Quién mide lo insondable y oscuro de tu alma?
Tu silencio sombrío, tu voluntad de hierro
—cual náufragos que miran el peligro con calma—
no han flaqueado en tus horas de soledad y encierro.

En pintoresco siglo de intrépidas conquistas,
hubieran encontrado tus instintos diabólicos
galardones, aplausos sin fin y apologistas...

¡Cuán diferente hubiera quizás sido tu caso!
Hubieras sido en tiempo de los Reyes Católicos
tal vez otro Pizarro, otro Valdivia acaso...



Emilio Bobadilla

La vuelta

-- de Emilio Bobadilla --

Salieron de sus pueblos en tristes caravanas,
en burros, a caballo, cargadas las carretas
de muebles y de ropas, los niños, las ancianas,
huyendo del encono de crueles bayonetas.

¡Delante, los ganados venteando la metralla,
con las orejas tiesas, el peligro previendo;
a lo lejos, el trueno del campo de batalla,
y auxilio entre las zarzas, el herido pidiendo!

Y vuelven a su tierra terminada la guerra:
sin vacas, sin carretas, el campo solitario
y hecha polvo, sin pájaros, la desgarrada tierra

y es la voz de un espectro que le pregunta a un muerto:
«¿en dónde está mi choza, en dónde el campanario,
y dónde está mi bosque y dónde está mi huerto?»



Juan Cruz Varela

Al que desmaya en nuestro sistema

-- de Juan Cruz Varela --

¿Del gran sistema la contraria suerte
tanto te sobrecoge e intimida?
¿Más que la libertad amas la vida?
¿Eliges la cadena, y no la muerte?

El contraste no aflige al varón fuerte,
él a mayor peligro le convida;
dijo perezca el cruel y no trepida,
y en león libio, en furia se convierte.

Su sangre a borbotones mancha el suelo;
él la mira, y el pecho se le inflama,
y allí su atropellar, allí su anhelo.

Al expirar a sus amigos llama,
y despreciando tan funesto duelo,
himnos entona que admiró la fama.

II

¿Tú lleno de pavor pasas el día
los males de tu patria contemplando,
y huyendo de un amigo al ruego blando
buscas ansiosos la melancolía?

¿Qué hiciste infeliz hombre tu alegría
los grillos al romper? ¿a do temblando
llevas la planta con tu sombra hablando?
¡Infeliz para sí de ti confía!

Húndete miserable, a tus hermanos
devuélveles tu mal ceñida espada,
no la profanen tan cobardes manos.

La augusta Libertad con faz airada
te apartará de sus Americanos,
y en su templo jamás tendrás entrada.



Juan de Arguijo

La recaida

-- de Juan de Arguijo --

Otras dos veces del furioso noto
Probé las iras en el mar turbado,
Y no volver jamás á tal estado,
Arrepentido, prometí y devoto.

De la deshecha jarcia y leño roto
Dí los despojos al altar sagrado,
Y apenas pisé el puerto deseado,
Cuando olvidé el peligro y rompí el voto;

Y ahora, que continua y fiera lucha,
Mar y vientos se esfuerzan en mi daño,
Y sus enojos aplacar porfía,

Mis sordas voces sin piedad escucha
El justo cielo. ¡Oh inútil desengaño,
Cuán tarde llegas al remedio mío!



Fray Luis de León

Cuando me paro a contemplar mi vida

-- de Fray Luis de León --

Cuando me paro a contemplar mi vida
Y echo los ojos con mi pensamiento
A ver los lasos miembros sin aliento
Y la robusta edad enflaquecida,

Y aquella juventud rica y florida
Cual llama de candela en presto viento,
Batida con tan recio movimiento
Que a pique estuvo ya de ser perdida,

Condeno de mi vida la tibieza
Y el grande desconcierto en que he andado
Que a tal peligro puesto me tuvieron.

Y con velocidad y ligereza
Determino de huir de aqueste estado
Do mis continuas culpas me pusieron.



Garcilaso de la Vega

SONETO VII

-- de Garcilaso de la Vega --

No pierda más quien ha tanto perdido,
bástate, amor, lo que ha por mí pasado;
válgame agora jamás haber probado
a defenderme de lo que has querido.

Tu templo y sus paredes he vestido
de mis mojadas ropas y adornado,
como acontece a quien ha ya escapado
libre de la tormenta en que se vido.

Yo había jurado nunca más meterme,
a poder mío y mi consentimiento,
en otro tal peligro, como vano.

Mas del que viene no podré valerme;
y en esto no voy contra el juramento;
que ni es como los otros ni en mi mano.



Garcilaso de la Vega

No pierda más quien ha tanto perdido

-- de Garcilaso de la Vega --

No pierda más quien ha tanto perdido,
bástate, amor, lo que ha por mí pasado;
válgame agora jamás haber probado
a defenderme de lo que has querido.

Tu templo y sus paredes he vestido
de mis mojadas ropas y adornado,
como acontece a quien ha ya escapado
libre de la tormenta en que se vido.

Yo había jurado nunca más meterme,
a poder mío y mi consentimiento,
en otro tal peligro, como vano.

Mas del que viene no podré valerme;
y en esto no voy contra el juramento;
que ni es como los otros ni en mi mano.



Gertrudis Gómez de Avellaneda

Imitación de Petrarca

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

No encuentro paz, ni me conceden guerra,
de fuego devorado tengo frío,
abrazo al mundo y quédome vacío,
me lanzo al cielo y préndeme la tierra.

Ni libre soy, ni la prisión me encierra,
veo sin luz, sin voz hablar ansío,
temo sin esperar, sin placer rio,
nada me da valor, nada me aterra.

Busco el peligro cuando auxilio imploro,
al sentirme morir me encuentro fuerte,
valiente pienso ser y débil lloro,

Juguete soy, con tan estraña suerte,
de una belleza, a quien ardiente adoro,
que no quiere mi vida ni mi muerte.



Gutierre de Cetina

ved si el amor, señora, es cauteloso

-- de Gutierre de Cetina --

Ved qué desigualdad guarda en sus fueros,
que mi daño mayor nace de veros
y de no os ver un mal más peligroso.
Mirándoos, siento el alma en un rabioso
deseo que jamás puedo moveros;
no viéndoos aquella ansia de quereros
me hace el desear más trabajoso;
no viéndoos, se enflaquece el sufrimiento;
en viéndoos, me desmayo y acobardo
y a los pies del dolor queda el sentido.
Ved, pues, si es nueva suerte de tormento:
que el peligro mayor de que me guardo
es el bien que con más congoja pido.



Gutierre de Cetina

tiéneme en duda amor, por más tormento

-- de Gutierre de Cetina --

Si será o no será lo que deseo;
del sí casi ningún camino veo,
del no dejo engañarme el pensamiento;
del sí le viene esfuerzo al sufrimiento,
del no mayor terneza en lo que creo;
con el sí me regalo y me recreo
cuando del no me asombra el sentimiento.
Mi cuidado, que más tal duda piensa,
dice que un cierto no, no me conviene,
y del incierto sí se desagrada.
Y el alma que entre el sí y el no suspensa
dudando vive, por mejor lo tiene
que el peligro de ser desengañada.



Gutierre de Cetina

tan alta al desear hallo la vía

-- de Gutierre de Cetina --

Tanto peligro en ella yo comprendo,
que ni contrasto ya, ni me defiendo,
rendido a la cruel señora mía.
Mas, si bien siento, el fin de mi porfía
es irme poco a poco deshaciendo,
y que lo que me está mejor, entiendo.
No se verá mudar mi fantasía;
no se dirá jamás que de inconstante
no osé seguir tan gloriosa empresa,
ni que me puso algún temor la pena.
Tan ufana está el alma en verse presa,
que si a limar probase la cadena,
hallará que es del más duro diamante.



Gutierre de Cetina

el cielo de sus altos pensamientos

-- de Gutierre de Cetina --

Con las alas de amor ledo subía
vandalio, y ni el peligro lo desvía
ni le ponen temor mil escarmientos.
Las nubes deja atrás, deja los vientos,
vencidos del valor de su osadía,
cuando de las palabras que decía
al sol, suenan acá tales acentos:
«si fue temeridad, ojos del cielo,
osar tan sin valor volar tan alto,
sabiendo de faetón el caso fiero,
»consentidme una vez que sin recelo
mire vuestra beldad; después si el salto
viniera a ser mortal, mortal lo quiero».



Gutierre de Cetina

en medio de mi mal vino cubierto

-- de Gutierre de Cetina --

Un tan hermoso bien, tan dulce engaño,
que el alma enamorada de su daño
fue luego con el seso de concierto.
A tiempo vi el peligro descubierto,
que pudiera valerme del engaño
si consintiera amor que en bien tamaño
tuviera la razón discurso cierto.
Si pudiera apartar del pensamiento
un temor peligroso, obscuro y triste,
¿con quién trocara yo mi buena suerte?
mas no quiere el vencido sentimiento,
porque el alma que tal hábito viste,
no lo puede dejar salvo por muerte.



Gutierre de Cetina

a una dama quedando viuda

-- de Gutierre de Cetina --

Como joya oriental rica y preciosa
entre vil tierra envuelta y encerrada,
descubre su valor de ella sacada
y se muestra más clara y más hermosa;
como parece el sol tras tenebrosa
nube, que su beldad tuvo ocupada;
cual va nave segura y descargada,
salida de tormenta peligrosa;
como queda mejor el peregrino
que en bosque obscuro y con peligro ha entrado,
cuando, salido del, halla el camino;
como oro de metal bajo apartado,
tal, señora, vuestro ánimo divino
queda, de sujeción baja librado.



Gutierre de Cetina

ay, mísero pastor!, ¿dó voy huyendo

-- de Gutierre de Cetina --

¿curar pienso un ardor con otro fuego?
¡cuitado!, ¿adónde voy? ¿estoy ya ciego
que ni veo mi bien ni el mal entiendo?
¿dó me llevas, amor? si aquí me enciendo,
¿tendré do voy más paz o más sosiego?
si huyo de un peligro, ¿a dó voy luego?
¿es menor el que voy hora siguiendo?
¿fue más ventura el betis, por ventura,
que era agora pisuerga? ¿aquél no ha sido
tan triste para mí como ese agora?
si falta en amarílida mesura,
¿cómo la tendrá dórida, sabido
que llevo ya en el alma otra señora?



Hernando de Acuña

Amor me dijo en la mi edad primera

-- de Hernando de Acuña --

Amor me dijo en la mi edad primera:
«Seguirás en amar siempre el extremo,
que en tempestuoso mar, sin velo o remo,
va salvo de peligro el que en mí espera».

Sin recelo le di fe tan entera
cuanto muestra la llama en que me quemo,
y sin temor entré donde ahora temo
lo que, no le creyendo, no temiera.

Que ni callar me vale ni quejarme,
ni puede sufrimiento que es humano,
sostener tal pasión ni padecella;

pues ni quiere que viva ni acabarme,
ni aprovecha dejarme ya en su mano,
ni puedo, aunque procuro, salir de ella.



Hernando de Acuña

Ícaro

-- de Hernando de Acuña --

Con Ícaro, de Creta se escapaba
Dédalo, y ya las alas extendía,
y al hijo, que volando le seguía,
con amor maternal amonestaba:

Que si el vuelo más alto levantaba,
la cera con el sol se desharía,
y en el mismo peligro le pondría
el agua y su vapor, si más bajaba.

Mas el soberbio mozo, y poco experto,
enderezóse luego al alo cielo
y, ablandada la cera en la altura,

perdió las alas, y en el aire muerto,
recibiéndole el mar del alto vuelo,
por el nombre le dio la sepultura.



Hernando de Acuña

La grave enfermedad que en Silvia vía

-- de Hernando de Acuña --

La grave enfermedad que en Silvia vía
lloraba triste su pastor Silvano,
cuando, mirando en la siniestra mano,
le vio un agudo hierro que tenía,

así diciendo: «De la furia mía
guárdese todo corazón humano».
¿Y qué hará con alegre gesto y sano
la que doliente y tal esto hacía?

Mostró que, pues peligro descubierto
tan claro desengaña al que le viere,
huyan todos la muerte conocida,

porque el daño mayor está encubierto,
que el triste que a quererla se atreviere
harto más aventura que la vida.



Hernando de Acuña

Puede en amor la discreción obrarse

-- de Hernando de Acuña --

Puede en amor la discreción obrarse
cuando se siente amor tibio o ligero,
que no teme peligro el verdadero
ni puede con razones desviarse.

Es allegarse más el apartarse,
y el duro corazón más fuerte y fiero
viene a encenderse más que de primero
con lo que más espera remediarse.

Por donde, en este mal tan congojoso,
sufrir es el más sano regimiento,
pues otro que aproveche no se halla;

y el que en buscar remedio es presuroso
sé que vendrá a sentir lo que yo siento,
que la salud más cierta es no buscalla.



Por la calle vamos...

-- de Vicenta Castro Cambón --

Por la calle vamos, un niño me guía.
Su pequeña mano sostiene la mía;
peligro y tropiezos me advierte con celo
y el camino hacemos contentos los dos.
Él, porque los niños no saben de duelo;
yo, porque en mi noche de angustia infinita
¡a Dios busco y hallo y en la manecita
de mi guía beso la mano de Dios!



Fernando de Herrera

Al mar desierto en el profundo estrecho

-- de Fernando de Herrera --

Al mar desierto en el profundo estrecho
entre las duras rocas, con mi nave
desnuda tras el canto voy suve,
que forçado me lleva a mi despecho.

Temerario deseo, incauto pecho,
a quien rendí de mi poder la llave,
al peligro m' entregan fiero y grave;
sin que pueda apartarme del mal hecho.

Veo los uesos blanquear, y siento
el triste son de la engañada gente;
y crecer de las ondas el bramido.

Huir no puedo ya mi perdimiento;
que no me da lugar el mal presente,
ni osar me vale en el temor perdido.



Fernando de Herrera

Alzo el cansado paso, y a la cumbre

-- de Fernando de Herrera --

Alzo el cansado paso, y a la cumbre,
sufriendo encima esta pesada carga,
pruebo llegar; mas la distancia larga
me ofende, y más la grave pesadumbre.

Bien que me esfuerza una pequeña lumbre
que veo lejos; pero no descarga
esto mi afán penoso, antes alarga
de mi prolijo error la incertidumbre.

Con el peso abrazado desfallezco;
que mi obstinada afrenta no consiente
que desampare ya esta empresa mía.

Luchando con el mal, pruebo, y me ofrezco
al peligro, esperando ver presente
alegre en tantos tristes algún día.



Fernando de Herrera

En este que prosigo, espacio incierto

-- de Fernando de Herrera --

En este que prosigo, espacio incierto,
armado con los riscos y espantoso,
descubro estrecho paso y afanoso,
dudosa salud siempre y daño cierto.

Huyendo entre las peñas del desierto,
dilato el rastro del dolor penoso;
resuena áspero el viento, y el hermoso
cielo yace en tinieblas encubierto.

Ya corro despeñándome sin tiento,
ya doy en las espinas con los ojos,
y no hallo algún fin en mi camino.

Cánsase y desespera el sufrimiento,
y no teme el peligro y los abrojos
cuanto llevar presente el mal contino.



Fernando de Herrera

Mario en Cartago

-- de Fernando de Herrera --

Del peligro del mar, del hierro abierto
que vibró el fiero Cimbro, y espantado,
huyó la airada voz, salió cansado
de la infelice Birsa Mario al puerto.

Viendo el estéril campo y el desierto
sitio de aquel lugar infortunado,
lloró con él su mal, y lastimado,
rompió así en triste son el aire incierto:

«En tus ruinas míseras contemplo
¡oh destruido muro! cuánto el cielo
trueca, y de nuestra suerte el grande estrago.

«¿Cuál más terrible caso, cual ejemplo
mayor habrá, si puede ser consuelo
a Mario en su dolor el de Cartago?»



Fernando de Herrera

Pienso en mi pena atento y mal presente

-- de Fernando de Herrera --

Pienso en mi pena atento y mal presente,
y procuro algún medio al daño instante;
pero soy en mi bien tan inconstante,
que vuelvo a la ocasión la incierta frente.

Cuando me aparto y cuido estar ausente,
menos de mi peligro estoy distante;
voy siempre con mis culpas adelante,
sin que de tantos yerros escarmiente.

Noble vergüenza mía, que el perdido
valor sientes, ¿por qué no abrasa el pecho
y vence tu virtud mi desvarío?

Si del error y sombra del olvido
me sacas, diré, en honra de este hecho,
que sólo debo a ti poder ser mío.



Fernando de Herrera

Subo con tan gran peso quebrantado

-- de Fernando de Herrera --

Subo con tan gran peso quebrantado
por esta alta, empinada, aguda sierra,
que aun no llego a la cumbre cuando yerra
el pie y trabuco al fondo despeñado.

Del golpe y de la carga maltratado,
me alzo a pena y a mi antigua guerra
vuelvo ¿mas qué me vale? Que la tierra
mesma me falta al curso acostumbrado.

Pero aunque en el peligro desfallesco
no desamparo el paso; que antes torno
mil veces a cansarme en este engaño.

Crece el temor y en la porfía cresco,
y sin cesar, cual rueda vuelve en torno,
así revuelvo a despeñarme al daño.



Francisco de Quevedo

signifícase la propia brevedad de la vida

-- de Francisco de Quevedo --

Fue sueño ayer; mañana será tierra.
Poco antes, nada; y poco después, humo.
Y destino ambiciones, y presumo
apenas punto al cerco que me cierra.
Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa, soy peligro sumo;
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo que me entierra.
Ya no es ayer; mañana no ha llegado;
hoy pasa, y es, y fue, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.
Azadas son la hora y el momento
que, a jornal de mi pena y mi cuidado,
cavan en mi vivir mi monumento.



Francisco de Quevedo

parnaso español 41

-- de Francisco de Quevedo --

Más escarmientos dan al ponto fiero
(si atiendes) la bonanza y el olvido,
que el peligro y naufragio prevenido
y el enojo del euro más severo.
Ansí, cuando, cortés y lisonjero,
noto tus velas mueva adormecido,
y sirva, por tus gavias extendido,
de líquido y sonoro marinero,
entonces, ¡oh mirtilo!, desvelados
en la milicia de la calma ociosa,
tus sentidos irán y tus cuidados.
Menos dulce es la paz que peligrosa;
no salgas, no, a recibir los hados;
tarda, con advertencia peligrosa.



José Cadalso

injuria el poeta al amor

-- de José Cadalso --

Amor, con flores ligas nuestros brazos;
los míos te ofrecí lleno de penas,
me echaste tus guirnaldas más amenas,
secáronse las flores, vi los lazos,
y vi que eran cadenas.
Nos guías por la senda placentera
al templo del placer ciego y propicio;
yo te seguí, más viendo el artificio,
el peligro y tropel de tu carrera,
vi que era un precipicio.
Con dulce copa, al parecer sagrada,
al hombre brindas, de artificio lleno;
bebí; quemóse con su ardor mi seno;
con sed insana la dejé apurada
y vi que era veneno.
Tu mar ofrece, con fingida calma,
bonanza sin escollo ni contagio;
yo me embarqué con tan falaz presagio,
vi cada rumbo que se ofrece al alma,
y vi que era un naufragio.
El carro de tu madre, ingrata diosa,
vi que tiraban aves inocentes;
besáronlas mis labios imprudentes,
el pecho me rasgó la más hermosa
y vi que ran serpientes.
Huye, amor, de mi pecho ya sereno,
tus alas mueve a climas diferentes,
lleva a los corazones imprudentes
cadenas, precipicios y veneno,
naufragios y serpientes.



José Cadalso

injurial el poeta al amor

-- de José Cadalso --

Amor, con flores ligas nuestros brazos;
los míos te ofrecí lleno de penas,
me echaste tus guirnaldas más amenas,
secáronse las flores, vi los lazos,
y vique eran cadenas.
Nos guías por la senda placentera
al templo del placer ciego y propicio;
yo te seguí, mas viendo el artificio,
el peligro y tropel de tu carrera,
vique era un precipicio.
Con dulce copa al parecer sagrada,
al hombre brindas, de artificio lleno;
bebí; quemose con su ardor mi seno;
con sed insana la dejé apurada
y vi que era veneno.
Tu mar ofrece, con fingida calma,
bonanza sin escollo ni contagio;
yo me embarqué con tal falaz presagio,
vi cada rumbo que se ofrece al alma,
y vi que era unnaufragio.
El carro de tu madre, ingrata diosa,
vi que tiraban aves inocentes;
besáronlas mis labios imprudentes,
el pecho me rasgó la más hermosa
y vi que eranserpientes.
Huye amor, de mi pecho ya sereno,
tus alas mueve a climas diferentes,
lleva a los corazones imprudentes
cadenas, precipicios y veneno,
naufragios yserpientes.



Abate Marchena

Así cuando el alcázar del Olimpo

-- de Abate Marchena --

Así cuando el alcázar del Olimpo,
el soberbio Mimante y los Titanes,
hórridos hijos de la dura tierra,
escalar intentaron, y de Atlante
el grave Pelïón agobió el hombro;
cuando cien lanzas blandeó Briareo,
de Encélado la mano poderosa,
arranca sierras y montañas lanza
contra el sagrado cielo, y ni el tremendo
rayo que Jove por los aires vibra
no le amedrenta, ni el feroz bramido
del Noto por Eolo desatado,
ni las olas que heridas del tridente
de Neptuno las tierras anegaban;
no el reluciente casco de Mavorte,
no le asustan de Apolo las saetas;
de Apolo que a la sierpe en otro tiempo
traspasó el cuerpo duro con mil flechas,
y en angustia rabiosa exhaló el alma
en negra podre y en veneno envuelta.
Tres veces tiembla la morada augusta
de las deidades: Venus y las Gracias
a lo último del cielo huyen medrosas;
las otras diosas siguen: los amores
se acogen a sus brazos, o en sus senos
se esconden, temerosos del peligro.



Carolina Coronado

en otro. traducido de pastorini

-- de Carolina Coronado --

Si con tranquila faz, génova mía
tu bello cuerpo destrozado miro,
no es por ingratitud, es que un suspiro
me parece en tus hijos cobardía.
Trofeos de constancia y valentía
en tus ruinas orgullosa admiro,
pues dondequiera que la vista giro,
encuentro en tu peligro tu osadía.
Más que el triunfo valió tu sufrimiento,
y te vengaste bien del que te infama.
Quedando destruida hasta el cimiento:
así la libertad gozosa exclama
tus reliquias besando en las arenas:
ruinas... Sí; pero jamás cadenas.



Claudio Rodríguez

salvación del peligro

-- de Claudio Rodríguez --

Esta iluminación de la materia,
con su costumbre y con su armonía,
con sol madurador,
con el toque sin calma de mi pulso,
cuando el aire entra a fondo
en la ansiedad del tacto de mis manos
que tocan sin recelo,
con la alegría del conocimiento,
esta pared sin grietas,
y la puerta maligna, rezumando,
nunca cerrada,
cuando se va la juventud, y con ella la luz,
salvan mi deuda.
Salva mi amor este metal fundido,
este lino que siempre se devana
con agua miel,
y el cerro con palomas,
y la felicidad del cielo,
y la delicadeza de esta lluvia,
y la música del
cauce arenoso del arroyo seco,
y el tomillo rastrero en tierra ocre,
la sombra de la roca a mediodía,
la escayola, el cemento,
el zinc, el níquel,
la calidad del hierro, convertido, afinado
en acero,
los pliegues de la astucia, las avispas del odio,
los peldaños de la desconfianza,
y tu pelo tan dulce,
tu tobillo tan fino y tan bravío,
y el frunce del vestido,
y tu carne cobarde...
Peligrosa la huella, la promesa
entre el ofrecimiento de las cosas
y el de la vida.
Miserable el momento si no es canto.



Clemente Althaus

El temblor

-- de Clemente Althaus --

«Temblor» sonó; con subterráneo ruido
velocísimo llega de repente;
moverse el suelo, cual bajel, se siente,
y crujir techo y muro sacudido.

Con voladora planta sin sentido
la calle ocupa la espantada gente,
que se humilla confusa y se arrepiente
y a Dios clama en altísimo alarido.

Pasa el peligro y rápido se olvida;
al saludable espanto reemplaza
la viciosa costumbre de la vida.

Mas teme, oh Lima, teme a tu enemigo
que, si hoy sólo pasó cual amenaza,
vendrá tal vez mañana cual castigo.



Clemente Althaus

Ayuda a Chile

-- de Clemente Althaus --

No ausencia de entusiasta simpatía
de un pueblo hermano por la causa santa
enmudece la voz en la garganta
de Musa que el peligro desafía
y la verdad y la justicia canta.
Entusiasmo y amor al pecho sobra
para que el labio a ardientes himnos abra;
mas ya el tiempo pasó de la PALABRA,
el tiempo es ya llegado de la OBRA
contra quien yugo a nuestros cuellos labra.
Harto ya resonó la lira airada;
no más la lengua en gritos se desate:
hablen los hechos; y, soldado el vate,
la lira abandonando por la espada,
vuele con planta intrépida al combate.
Sitiada así por el empeño loco
del vencido en Maipú y en Ayacucho,
no hablar con vana lengua a Chile escucho:
esa nación intrépida HABLA POCO;
esa nación intrépida HARÁ MUCHO.
¿Y será que mi patria en dar vacile
la noble ayuda que su hermana diola?
Si provocó la cólera española,
por venir a su voz, la heroica Chile,
¿Dejarla puede abandonada y sola?
¡Ah! si no por amor, por su decoro
y por lavar la afrenta que lo enloda,
hoy que la asedia la venganza goda,
darle el Perú sus naves, su tesoro
debe, y sus hijos y su sangre toda!



Ramón López Velarde

Boca flexible, ávida

-- de Ramón López Velarde --

Cumplo a mediodía
Con el buen precepto de oír misa entera
Los domingos, y a estas misas cenitales
Concurres tú, agudo perfil; cabellera
Tormentosa, nuca morena, ojos fijos;
Boca flexible, ávida de lo concienzudo,
Hecha para dar los besos prolijos
Y articular la sílaba lenta
De un minucioso idilio, y también
Para persuadir a un agonizante
A que diga amén.

Figura cortante y esbelta, escapada
De una asamblea de oblongos vitrales
O de la redoma de un alquimista:
Ignoras que en estas misas cenitales,
Al ver, con zozobra,
Tus ojos nublados en una secuencia
De Evangelio, estuve cerca de tu llanto
Con una solicita condescendencia;
Y tampoco sabes que eres un peligro
Armonioso para mi filosofía
Petulante... Como los dedos rosados
De un párvulo para la torre baldía
De naipes o dados.



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