Buscar Poemas con Paro


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Se han encontrado 13 poemas con la palabra paro

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Lope de Vega

cuando me paro a contemplar mi estado

-- de Lope de Vega --

Cuando me paro a contemplar mi estado,
y a ver los pasos por donde he venido,
me espanto de que un hombre tan perdido
a conocer su error haya llegado.
Cuando miro los años que he pasado,
la divina razón puesta en olvido,
conozco que piedad del cielo ha sido
no haberme en tanto mal precipitado.
Entré por laberinto tan extraño,
fiando al débil hilo de la vida
el tarde conocido desengaño;
mas de tu luz mi escuridad vencida,
el monstro muerto de mi ciego engaño,
vuelve a la patria, la razón perdida.

Poema cuando me paro a contemplar mi estado de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Cuando me paro a contemplar mi estado (Lope de Vega)

-- de Lope de Vega --

Cuando me paro a contemplar mi estado,
y a ver los pasos por donde he venido,
me espanto de que un hombre tan perdido
a conocer su error haya llegado.

Cuando miro los años que he pasado,
la divina razón puesta en olvido,
conozco que piedad del cielo ha sido
no haberme en tanto mal precipitado.

Entré por laberinto tan extraño,
fiando al débil hilo de la vida
el tarde conocido desengaño;

mas de tu luz mi escuridad vencida,
el monstro muerto de mi ciego engaño,
vuelve a la patria, la razón perdida.

Poema Cuando me paro a contemplar mi estado (Lope de Vega) de Lope de Vega con fondo de libro

Fray Luis de León

Cuando me paro a contemplar mi vida

-- de Fray Luis de León --

Cuando me paro a contemplar mi vida
Y echo los ojos con mi pensamiento
A ver los lasos miembros sin aliento
Y la robusta edad enflaquecida,

Y aquella juventud rica y florida
Cual llama de candela en presto viento,
Batida con tan recio movimiento
Que a pique estuvo ya de ser perdida,

Condeno de mi vida la tibieza
Y el grande desconcierto en que he andado
Que a tal peligro puesto me tuvieron.

Y con velocidad y ligereza
Determino de huir de aqueste estado
Do mis continuas culpas me pusieron.

Poema Cuando me paro a contemplar mi vida de Fray Luis de León con fondo de libro

Garcilaso de la Vega

Cuando me paro a contemplar mi estado (Garcilaso de la Vega)

-- de Garcilaso de la Vega --

Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por do me han traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;

mas cuando del camino estó olvidado,
a tanto mal no sé por do he venido;
sé que me acabo, y más he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme
si ella quisiere, y aun sabrá querello;

que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?



Góngora

¿Cuál del Ganges marfil, o cuál de Paro...?

-- de Góngora --

¿Cuál del Ganges marfil, o cuál de Paro
blanco mármol, cuál ébano luciente,
cuál ámbar rubio o cuál oro excelente,
cuál fina plata o cuál cristal tan claro,

cuál tan menudo aljófar, cuál tan caro
orïental safir, cuál rubí ardiente,
o cuál, en la dichosa edad presente,
mano tan docta de escultor tan raro

vulto dellos formara, aunque hiciera
ultraje milagroso a la hermosura
su labor bella, su gentil fatiga,

que no fuera figura, al sol, de cera,
delante de tus ojos, su figura,
oh bella Clori, oh dulce mi enemiga?



Líber Falco

Pensando en Luis A. Cuesta

-- de Líber Falco --

Es muy triste estar solo,
oir cómo se queja obstinadamente el viento
y remontar los tiempos.

Pero no puedo,
solo, yo, no puedo.
Venid vosotros,
Luis, Alberto, Mario,
venid a detener los días,
y entre los días, sólo aquella tarde.

Porque ya no olvido,
ni he de olvidar tampoco,
la tarde en que por una calle apareciste.
Venías como siempre, amigo,
paro ya no la olvido.

Era pobre tu casa.
Era tu calle, pobre.
Pero allí, y entonces,
era más cielo el cielo.

Y sin embargo, ahora,
¿para quién esa risa
de seis años de muerto?
Esa novia y la calle
gimiendo a tu cintura.

Todo pasa en la vida.
Pasó tu inmerecida muerte.
Pasaron días y pasaron noches.
Todo pasa.
Mas yo quisiera
verte de nuevo, aunque murieras.



César Vallejo

Trilce: XVII

-- de César Vallejo --

Destílase este 2 en una sola tanda,
y entrambos lo apuramos.
Nadie me hubo oído. Estría urente
abracadabra civil.

La mañana no palpa cual la primera,
cual la última piedra ovulandas
a fuerza de secreto. La mañana descalza.
El barro a medias
entre sustancias gris, más y menos.
Caras no saben de la cara, ni de la
marcha a los encuentros.
Y sin hacia cabecee el exergo.
Yerra la punta del afán.

Junio, eres nuestro. Junio, y en tus hombros
me paro a carcajear, secando
mi metro y mis bolsillos
en tus 21 uñas de estación.

Buena! Buena!



César Vallejo

destílase este 2 en una sola tanda

-- de César Vallejo --

xvii
destílase este 2 en una sola tanda,
y entrambos lo apuramos.
Nadie me hubo oído. Estría urente
abracadabra civil.
La mañana no palpa cual la primera,
cual la última piedra ovulandas
a fuerza de secreto. La mañana descalza.
El barro a medias
entre sustancias gris, más y menos.
Caras no saben de la cara, ni de la
marcha a los encuentros.
Y sin hacia cabecee el exergo.
Yerra la punta del afán.
Junio, eres nuestro. Junio, y en tus hombros
me paro a carcajear, secando
mi metro y mis bolsillos
en tus 21 uñas de estación.
Buena! buena!



Pedro Salinas

versos 1946 a 1981

-- de Pedro Salinas --

Versos 1946 a 1981
me estoy labrando tu sombra.
La tengo ya sin los labios,
rojos y duros: ardían.
Te los habría besado
aún mucho más.
Luego te paro los brazos,
rápidos, largos, nerviosos.
Me ofrecían el camino
para que yo te estrechara.
Te arranco el color, el bulto.
Te mato el paso. Venías
derecha a mí. Lo que más
pena me ha dado, al callártela,
es tu voz. Densa, tan cálida,
más palpable que tu cuerpo.
Pero ya iba a traicionarnos.
Así
mi amor está libre, suelto,
con tu sombra descarnada.
Y puedo vivir en ti
sin temor
a lo que yo más deseo,
a tu beso, a tus abrazos.
Estar ya siempre pensando
en los labios, en la voz,
en el cuerpo,
que yo mismo te arranqué
para poder, ya sin ellos,
quererte.
¡Yo que los quería tanto!
y estrechar sin fin, sin pena
mientras se va inasidera,
con mi gran amor detrás,
la carne por su camino
tu solo cuerpo posible:
tu dulce cuerpo pensado.



Garcilaso de la Vega

SONETO I

-- de Garcilaso de la Vega --

Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por dó me ha traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;

mas cuando del camino estoy olvidado,
a tanto mal no sé por dó he venido:
sé que me acabo, y mas he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme,
si quisiere, y aun sabrá querello:

que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?



Salvador Díaz Mirón

Lance

-- de Salvador Díaz Mirón --

Es un viejo borracho que me provoca,
que me cierra el camino y al diablo evoca,
recio, locuaz, inmundo, descalzo y fiero,
con terribles ojazos de un gris de acero
y con una calvicie de yerma roca.
-La testa perdió greña, razón y toca.

Hasta el pecho la barba se le desliza,
como espuma de arroyo por cana y riza.
La diestra dura y fuerte, como una marra,
enseña entre uñas corvas, como de garra,
pipa roja con aire de cruenta triza.
-La mano es tan aleve como maciza.

Paro el corcel fogoso y alzo la fusta...
-Occiduo el Sol corona cúspide augusta,
y el ebrio tiene al rubro y oblicuo rayo
sangre a linfas rebelde que aun pinta el sayo-.
Y me afirmo en el potro, y él se me asusta,
y el anciano derriba y en lodo incrusta.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 20

-- de Francisco de Quevedo --

Rizas en ondas ricas del rey midas,
lisi, el acto precioso, cuanto avaro;
arden claveles en su cerco claro,
flagrante sangre, espléndidas heridas.
Minas ardientes, al jardín unidas,
son milagro de amor, portento raro,
cuando hibla matiza el mármol paro
y en su dureza flores ve encendidas.
Esos que en tu cabeza generosa
son cruenta hermosura y son agravio
a la melena rica y victoriosa,
dan al claustro de perlas, en tu labio,
elocuente rubí, púrpura hermosa,
ya sonoro clavel, ya coral sabio.



Cristóbal de Castillejo

mercado a su chamarra

-- de Cristóbal de Castillejo --

¡oh chamarra de papel!
en hora fuerte y menguada
vos fuistes invencionada,
pues por vos me dicen cruel.

De cuya causa cuidado
nace qu'el alma me arranca;
que, ¿por qué, siendo vos blanca,
me paro yo colorado?



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