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Se han encontrado 11 poemas con la palabra pareció

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Dulce María Loynaz

el miedo

-- de Dulce María Loynaz --

No fue nunca.

Lo pensaste quizás
porque la luna roja bañó el cielo de sangre
o por la mariposa
clavada en el muestrario de cristal.
Pero no fue: los astros se engañaron...
Y se engañó el oído
pegado noche y día al muro del silencio,
y el ojo que horadaba la distancia...
¡El miedo se engañó!... Fue el miedo. El miedo
y la vigilia del amor sin lámpara...
No sucedió jamás:
jamás. Lo pareció por lo sesgado,
por lo fino y lo húmedo y lo obscuro...
Lo pareció tal vez de tal manera
que un instante la boca se nos llenó de tierra
como a los muertos...
¡Pero no fue!... ¡Ese día no existió
en ningún almanaque del mundo!...

De veras, no existió... La vida es buena.

Poema el miedo de Dulce María Loynaz con fondo de libro

Juan de Tassis y Peralta

a la muerte de d. rodrigo calderón

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Éste que en la fortuna más subida
no cupo en sí, ni cupo en él su suerte,
viviendo pareció digno de muerte,
muriendo pareció digno de vida.
¡Oh providencia nunca comprendida,
auxilio superior, aviso fuerte:
el humo en que el aplauso se convierte
hace la misma afrenta esclarecida!
purificó el cuchillo los perfectos
medios que religión celante ordena
para ascender a la mayor victoria,
y trocando las causas sus efectos,
si glorias le conducen a la pena,
penas le restituyen a la gloria.

Poema a la muerte de d. rodrigo calderón de Juan de Tassis y Peralta con fondo de libro

Lope de Vega

Yacen en este mármol la blandura

-- de Lope de Vega --

Yacen en este mármol la blandura,
la tierna voz, la enamorada ira,
que vistió de verdades la mentira
en toda acción de personal figura;

la grave del coturno compostura,
que ya de celos, ya de amor suspira,
y con donaire, que, imitado, admira,
del tosco traje la inocencia pura.

Fingió toda figura de tal suerte,
que, muriéndose, apenas fue creída
en los singultos de su trance fuerte.

Porque como tan bien fingió en la vida,
lo mismo imaginaron en la muerte,
porque aun la muerte pareció fingida.

Poema Yacen en este mármol la blandura de Lope de Vega con fondo de libro

Pablo Neruda

tus manos

-- de Pablo Neruda --

Tus manos
cuando tus manos salen,
amor, hacia las mías,
qué me traen volando?
por qué se detuvieron
en mi boca, de pronto,
por qué las reconozco
como si entonces, antes,
las hubiera tocado,
como si antes de ser
hubieran recorrido
mi frente, mi cintura?
su suavidad venía
volando sobre el tiempo,
sobre el mar, sobre el humo,
sobre la primavera,
y cuando tú pusiste
tus manos en mi pecho,
reconocí esas alas
de paloma dorada,
reconocí esa greda
y ese color de trigo.
Los años de mi vida
yo caminé buscándolas.
Subí las escaleras,
crucé los arrecifes,
me llevaron los trenes,
las aguas me trajeron,
y en la piel de las uvas
me pareció tocarte.
La madera de pronto
me trajo tu contacto,
la almendra me anunciaba
tu suavidad secreta,
hasta que se cerraron
tus manos en mi pecho
y allí como dos alas
terminaron su viaje.



Pedro Soto de Rojas

Desprecio

-- de Pedro Soto de Rojas --

La negra noche con su sombra fría
amparaba el honor de las estrellas,
cuando aquel sol que engendra mis querellas
con rayos de su luz las encendía.

Callando, pareció que les decía:
«Ya de mi fuego en esta edad centellas
no alumbraréis, que entre mis luces bellas
puso el Autor al mundo nuevo día».

Vuelta después a mí, con voz ardiente,
sin templar la virtud de tanta brasa,
me dijo: «Vete en paz, amante ciego».

Dejóme herido el corazón doliente
entre llamas secretas, do se abrasa,
y fuime en paz. ¿Qué paz? A sangre y fuego.



José Ángel Buesa

poema vulgar

-- de José Ángel Buesa --

La vi pasar con otro... Su semblante
resplandecía de felicidad.
Y me subió a los labios mi sonrisa galante,
con algo de impotencia y algo de vanidad.
En las manos del otro palpitaban sus manos;
en el brazo del otro se apoyaba feliz...
Y me envolvió una niebla de recuerdos lejanos,
y sentí que sangraba mi vieja cicatriz.
La vi pasar con otro, risueña y arrogante.
Me pareció más bella, más gallarda... No sé.
Sólo sé que de nuevo la amé en aquel instante,
más que cuando fue mía, si es que entonces laamé...
Y, de esa llamarada que aún me quema,
de ese dolor amargo como un golpe de mar,
ya lo veis: ha nacido este poema
deplorablemente vulgar...



Sor Juana Inés de la Cruz

Día de Comunión

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Amante dulce del alma,
bien soberano a que aspiro,
tú que sabes las ofensas
castigar a beneficios;
divino imán en que adoro
hoy que tan propicio os miro
que me animás a la osadía
de poder llamaros mío;
hoy, que en unión amorosa,
pareció a vuestro cariño,
que si no estabais en mí
era poco estar conmigo;
hoy, que para examinar
el afecto con que os sirvo,
al corazón en persona
habéis entrado vos mismo,
pregunto ¿es amor o celos
tan cuidadoso escrutinio?
que quien lo registra todo
da de sospechar indicios.
Mas ¡ay, bárbara ignorante,
y que de errores he dicho,
como si el estorbo humano
obstara al lince divino!
Para ver los corazones
no es menester asistirlos;
que para vos son patentes
las entrañas del abismo.
Con una intuición presente
tenéis en vuestro registro,
el infinito pasado,
hasta el presente finito;
luego no necesitabais,
para ver el pecho mío,
si lo estáis mirando sabio,
entrar a mirarlo fino;
luego es amor, no celos,
lo que en vos miro.



Fernando de Herrera

Duro es este peñasco levantado

-- de Fernando de Herrera --

Duro es este peñasco levantado,
que no teme el favor del bravo viento,
fría esta nieve, que el soberbio aliento
del Aquilón arroja apresurado;

más duro es vuestro pecho y más helado,
en quien la piedad no ha hecho asiento,
ni el fuego de amoroso sentimiento
en él jamás, por culpa vuestra, ha entrado.

Sordas las ondas son de aqueste río,
pero más sorda vos a mis clamores,
que aún poco os pareció ser dura y fría.

Mas todo este dolor del pecho mío
no causa tantas penas y dolores
cuanto la soledad del alma mía.



Francisco de Quevedo

parnaso español 7

-- de Francisco de Quevedo --

Descortésmente y cauteloso el hado,
vuestro valor, ¡oh duque esclarecido!,
solícito envidioso y, atrevido,
logró apenas lo mal intencionado.
Por derribaros, de soberbia armado,
diligencia en que estrellas han perdido
la silla, el animal enfurecido
más alabanza os dio que os dio cuidado.
Poca le pareció su valentía
al toro, presunción de la ribera,
para desalentar vuestra osadía.
Vuestro caballo os duplicó la fiera;
mas en vos vencen arte y valentía,
juntas a la que os lleva y os espera.



José Martí

dentro de mí...

-- de José Martí --

Dentro de mí...
Dentro de mí hay un león enfrenado:
de mi corazón he labrado sus riendas:
tú me lo rompiste: cuando lo vi roto
me pareció bien enfrenar a la fiera.
Antes, cual la llama que en la estera prende,
mi cólera ardía, lucía y se apagaba:
como del león generoso en la selva
la fiebre se enciende; lo ciega y se calma.
Pero, ya no puedes: las riendas le he puesto
y al juicio he subido en el león a caballo:
la furia del juicio es tenaz: ya no puedes.
Dentro de mí hay un león enfrenado.



José Martí

en un dulce estupor

-- de José Martí --

En un dulce estupor soñando estaba
con las bellezas de la tierra mía:
fuera, el invierno lívido gemía,
y en mi cuarto sin luz el sol brillaba.
La sombra sobre mí centelleaba
como un diamante negro, y yo sentía
que la frente soberbia me crecía,
y que un águila al cielo me encumbraba.
Iba hinchando este gozo el alma oscura,
cuando me vi de súbito estrechado
contra el seno fatal de una hermosura:
y al sentirme en sus brazos apretado,
me pareció rodar desde una altura
y rodar por la tierra despeñado.



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