Buscar Poemas con Palpitante


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Se han encontrado 20 poemas con la palabra palpitante

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Leopoldo Lugones

La torcaz

-- de Leopoldo Lugones --

El pleno sol goza enhiesta
Sobre un seco y alto tronco.
Desgrana en su arrullo ronco
Su áurea mazorca la siesta.

El follaje, más umbrío,
Le ofrece en vano su toldo,
Y en palpitante rescoldo
Mulle su pluma el estío...

Poema La torcaz de Leopoldo Lugones con fondo de libro

Luis Palés Matos

el río

-- de Luis Palés Matos --

El río es una melancolía estirada y sofocante.
El río es una irritación de piedras, calcinante.
Está seco, no tiene lágrimas porque el sol quemante
lo ha mirado con pupila penetrante...

El río está sediento... Rememora anhelante,
cuando espejeó la nieve de un semblante
y adormeció a un cuerpo fragante...
¡Oh el perfume en su onda voluptuosa y palpitante!

voló a otras regiones el martinete errante;
y está marchita en su margen la flor odorante.
El lirio no genuflexiona arrogante...

El río embiste la vista plúmbeo y abrasante;
el río es un pesar petrificado y punzante...
El río es una melancolía estirada y sofocante.

Poema el río de Luis Palés Matos con fondo de libro

Luis Palés Matos

la ceiba

-- de Luis Palés Matos --

La ceiba sobre el cauce se dobla bondadosa
quebrando la afonía de la áfona llanura.
Con su voz de matrona, la ceiba caprichosa
tiene el ramaje loco de una rara locura.

Ella entraña el recuerdo recóndito y fragante,
de una princesa india de pupila moruna,
que sumergió en el río su cuerpo palpitante
bajo la anemia crónica de la pálida luna.

Ella ofrenda su sombra tutelar al viajero
nostálgico de calma; el ruiseñor parlero,
entona entre sus ramas fervientes sonatinas;

la ceiba es una madre, que sobre el río largo
expande su paraguas enorme; y sin embargo,
la ceiba tiene el tronco pletórico de espinas.

Poema la ceiba de Luis Palés Matos con fondo de libro

César Vallejo

Trilce: LV

-- de César Vallejo --

Samain diría el aire es quieto y de una contenida tristeza.

Vallejo dice hoy la Muerte está soldando cada lindero a
cada hebra de cabello perdido, desde la cubeta de un frontal,
donde hay algas, toronjiles que cantan divinos almácigos en
guardia, y versos anti sépticos sin dueño.

El miércoles, con uñas destronadas se abre las propias uñas
de alcanfor, e instila por polvorientos
harneros, ecos, páginas vueltas, sarros,
zumbidos de moscas
cuando hay muerto, y pena clara esponjosa y cierta esperanza.

Un enfermo lee La Prensa, como en facistol.
Otro está tendido palpitante, longirrostro,
cerca a estarlo sepulto.
Y yo advierto un hombro está en su sitio
todavía y casi queda listo tras de éste, el otro lado.

Ya la tarde pasó diez y seis veces por el subsuelo empatrullado,
y se está casi ausente
en el número de madera amarilla
de la cama que está desocupada tanto tiempo
allá .....................................
Enfrente.



César Vallejo

samain diría el aire es quieto y de una contenida tristeza

-- de César Vallejo --

lv
samain diría el aire es quieto y de una contenida tristeza.
Vallejo dice hoy la muerte está soldando cada lindero a cada hebra
de cabello perdido, desde la cubeta de un frontal, donde hay algas,
toronjiles que cantan divinosalmácigos en guardia, y versos antisépticos sindueño.
El miércoles, con uñas destronadas se abre las propiasuñas
de alcanfor, e instila por polvorientos
harneros, ecos, páginas vueltas, sarros,
zumbidos de moscas
cuando hay muerto, y pena clara esponjosa y cierta esperanza.
Vun enfermo lee la prensa, como en facistol.
Otro está tendido palpitante, longirrostro,
cerca a estarlo sepulto.
Y yo advierto un hombro está en su sitio
todavía y casi queda listo tras de éste, el otro lado.
Ya la tarde pasó diez y seis veces por el subsuelo empatrullado,
y se está casi ausente
en el número de madera amarilla
de la cama que está desocupada tanto tiempo
allá ............................
Enfrente.



Pablo Neruda

soneto lxxxvi cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Oh cruz del sur, oh trébol de fósforo fragante,
con cuatro besos hoy penetró tu hermosura
y atravesó la sombra y mi sombrero:
la luna iba redonda por el frío.
Entonces con mi amor, con mi amada, oh diamantes
de escarcha azul, serenidad del cielo,
espejo, apareciste y se llenó la noche
con tus cuatro bodegas temblorosas de vino.
Oh palpitante plata de pez pulido y puro,
cruz verde, perejil de la sombra radiante,
luciérnaga a la unidad del cielo condenada,
descansa en mí, cerremos tus ojos y los míos.
Por un minuto duerme con la noche del hombre.
Enciende en mí tus cuatro números constelados.



Pablo Neruda

soneto xviii cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Por las montañas vas como viene la brisa
o la corriente brusca que baja de la nieve
o bien tu cabellera palpitante confirma
los altos ornamentos del sol en la espesura.
Toda la luz del cáucaso cae sobre tu cuerpo
como en una pequeña vasija interminable
en que el agua se cambia de vestido y de canto
a cada movimiento transparente del río.
Por los montes el viejo camino de guerreros
y abajo enfurecida brilla como una espada
el agua entre murallas de manos minerales,
hasta que tú recibes de los bosques de pronto
el ramo o el relámpago de unas flores azules
y la insólita flecha de un aroma salvaje.



Pedro Salinas

versos 388 a 424

-- de Pedro Salinas --

Versos 388 a 424
yo no necesito tiempo
para saber cómo eres:
conocerse es el relámpago.
¿Quién te va a ti a conocer
en lo que callas, o en esas
palabras con que lo callas?
el que te busque en la vida
que estás viviendo, no sabe
mas que alusiones de ti,
pretextos donde te escondes.
Ir siguiéndote hacia atrás
en lo que tú has hecho, antes,
sumar acción con sonrisa,
años con nombres, será
ir perdiéndote. Yo no.
Te conocí en la tormenta.
Te conocí, repentina,
en ese desgarramiento
brutal de tiniebla y luz,
donde se revela el fondo
que escapa al día y la noche.
Te vi, me has visto, y ahora,
desnuda ya del equívoco,
de la historia, del pasado,
tú, amazona en la centella,
palpitante de recién
llegada sin esperarte,
eres tan antigua mía,
te conozco tan de tiempo,
que en tu amor cierro los ojos,
y camino sin errar,
a ciegas, sin pedir nada
a esa luz lenta y segura
con que se conocen letras
y formas y se echan cuentas
y se cree que se ve
quién eres tú, mi invisible.



Gabriela Mistral

el establo

-- de Gabriela Mistral --

Al llegar la medianoche
y al romper en llanto el niño,
las cien bestias despertaron
y el establo se hizo vivo.
Y se fueron acercando,
y alargaron hasta el niño
los cien cuellos anhelantes
como un bosque sacudido.
Bajó un buey su aliento al rostro
y se lo exhaló sin ruido,
y sus ojos fueron tiernos
como llenos de rocío.
Una oveja lo frotaba,
contra su vellón suavísimo,
y las manos le lamían,
en cuclillas, dos cabritos...
Las paredes del establo
se cubrieron sin sentirlo
de faisanes, y de ocas,
y de gallos, y de mirlos.
Los faisanes descendieron
y pasaban sobre el niño
la gran cola de colores;
y las ocas de anchos picos,
arreglábanle las pajas;
y el enjambre de los mirlos
era un velo palpitante
sobre del recién nacido...
Y la virgen, entre cuernos
y resuellos blanquecinos,
trastocada iba y venía
sin poder coger al niño.
Y josé llegaba riendo
a acudir a la sin tino.
Y era como bosque al viento
el establo conmovido...



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xviii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Fatigada del baile,
encendido el color, breve el aliento,
apoyada en mi brazo,
del salón se detuvo en un extremo.
Entre la leve gasa
que levantaba el palpitante seno,
una flor se mecía
en compasado y dulce movimiento.
Como cuna de nácar
que empuja al mar y que acaricia el céfiro
tal vez allí dormía
al soplo de sus labios entreabiertos.
¡Oh! ¡quién así, pensaba,
dejar pudiera deslizarse el tiempo!
¡oh, si las flores duermen,
qué dulcísimo sueño!



Vicente Riva Palacio

La muerte del tirano

-- de Vicente Riva Palacio --

Herido está de muerte, vacilante
Y con el paso torpe y mal seguro
Apoyo busca en el cercano muro
Pero antes se desploma palpitante.

El que en rico palacio deslumbrante
Manchó el ambiente con su aliento impuro,
De ajeno hogar en el recinto oscuro
La negra eternidad mira delante.

Se extiende sin calor la corrompida
Y negra sangre que en el seno vierte
de sus cárdenos labios la ancha herida,

y el mundo dice al contemplarte inerte:
Escarnio a la virtud era su vida:
vindicta del derecho fue su muerte'.



Numa Pompilio Llona

Los arqueros negros

-- de Numa Pompilio Llona --

Tras el hombro el carcaj: un pie adelante;
con el brazo fortísimo membrudo
tendiendo el arco; y, con mirar sañudo,
inclinado el etiópico semblante,

así, en hilera, el batallón gigante
de dolores me acecha torvo y mudo;
y sus saetas clava en mi desnudo
ensangrentado pecho palpitante!...

¡Mas no de tus flecheros me acobardo
ante el airado ejército sombrío;
sus golpes todos desdeñoso aguardo!...

¡Manda a tu hueste herirme, oh Hado impío,
hasta que lancen su postrero dardo!
Hasta que se halle su carcaj vacío.



Julio Herrera Reissig

el ángelus

-- de Julio Herrera Reissig --

Salpica, se abre, humea, como la carne herida,
bajo el fecundo tajo, la palpitante gleba;
al ritmo de la yunta tiembla la corva esteva,
y el vientre del terruño se despedaza en vida.

Ímproba y larga ha sido como nunca la prueba...
La mujer, que afanosa preparó la comida,
en procura del amo viene como abstraída,
dando al pequeño el tibio, dulce licor que nieva.

De pronto, a la campana, todo el valle responde:
la madre de rodillas su casto seno esconde;
detiénese el labriego y se descubre, y arde

su mirada en la súplica de piadosos consejos...
Tórnanse al campanario los bueyes. A lo lejos
el estruendo del río emociona la tarde.



Francisco Villaespesa

a rogelio buendía manzano. poeta joven IV

-- de Francisco Villaespesa --

No volveré a gozar en tu mirada
la luz del paraíso, ni el fragante
reposo de tu seno palpitante
servirá a mis cansancios de almohada,
que un ángel silencioso, con su espada
de fuego, en los umbrales vigilante,
guarda la estrecha puerta de diamante
de mi perdido edén única entrada.
Jamás mi alma renacer espera
en la paz de tu eterna primavera.
Para siempre tus rosas he perdido...
¡Oh paraíso de mi amor postrero,
cuya entrada defiende con su acero
el ángel silencioso del olvido!



José de Diego

rayos de luna

-- de José de Diego --

Aquí, en el mar insomne, cual mi anhelo,
busco la paz, el sueño busco en vano...
Su fulgor lanza lívido y lejano
a luna muerta... ¡Oh soledad del cielo!

tiembla en la onda, que ilumina, el rielo,
el rielo palpitante, tan humano
que imita la escritura de una mano
el temblor de un adiós en un pañuelo...

No puede ser casualidad... No puede...
Yo estoy leyendo sobre el mar caribe
lo que en mi propio corazón sucede...

Y es que aquel nombre que jamás exhibe,
el dulce nombre, que a mentar no cede,
mi alma de luna sobre el agua escribe...



José de Diego

arte poética

-- de José de Diego --

A una coqueta

una leyenda, tu azarosa vida;
tu espíritu voluble, una dolora;
tu boca un madrigal es que atesora
la dulzura en sus frases escondida.

Es de tu frente la risueña aurora
idilio tierno que al amor convida
y en tu faz palpitante y encendida
una égloga de flores puso flora.

De una armonía celestial emblema,
tienen tus ojos la cantante llama
que alumbre y da la inspiración suprema.

¡Y todo en ti es poesía y todo ama!
¡y no eres un magnifico poema
porque eres un magnifico epigrama!



Carolina Coronado

canción I

-- de Carolina Coronado --

Mis ojos, laura, vertieron
mil veces lloro a raudales,
mas nunca lágrimas fueron
a estas lágrimas iguales.
El tierno y bello cantor
que en dulcísima querella
trova las penas de amor...,
¿Canta por ti o por estrella?
¡por ella sólo, por ella!
nunca tan grande aflicción,
tan grande pena he sentido,
¡tengo, laura, el corazón
mitad por mitad partido!
aquella luz penetrante
que de sus ojos destella
y aquel hablar palpitante...
¿Eran tal vez por estrella?
¡por ella sólo, por ella!
negras sombras, laura mía,
siempre adonde miro veo,
y como estoy en el día
y ciega o loca me creo:
aquel ramillete hermoso
con la rica cinta aquella
que a entrambos dio cariñoso...
¿Era no más para estrella?
¡para ella sólo, para ella!
ay, laura, que si mis ojos
el sueño logra cerrar
se acrecientan mis enojos
con lo que acierto a soñar;
aquella música bella
que a nuestras rejas sonaba
¿no sabes por quién la daba?
¿era también por estrella?
¡por ella sólo, por ella!



Clemente Althaus

Dafne y Apolo

-- de Clemente Althaus --

Al Céfiro venciendo en ligereza,
del impaciente enamorado Apolo
huye la ninfa con artero dolo.
Para encenderlo más con su esquiveza:

al fin alcanza el dios a la belleza,
que el Amor con sus alas socorriolo;
mas ¡ay! que al abrazarla, abraza sólo
de un árbol la durísima corteza.

Dafne es toda mujer: oh ciego amante,
que ves de Apolo la funesta suerte,
teme, teme desdicha semejante.

¡En huir la hermosura se divierte,
y al abrazarla el pecho palpitante,
en insensible tronco se convierte!



Ramón López Velarde

cuando contigo estoy, dueña del alma

-- de Ramón López Velarde --

Cuando contemplo a veces
que plegando los labios enmudeces,
mi adoración pretende en su locura
bajar hasta tu alma a paso lento
y sorprender, en su mansión oscura,
como nota de luz tu pensamiento.
Cuando me miran, oh mujer, tus ojos
luminosos cual sol de primavera,
por oír anhelante
las pulsaciones de tus nervios flojos
y el rumor de tu pecho palpitante,
en mi pasión quisiera
el misterioso oído de los magos
que en las nocturnas sombras escondidos
escuchan, a la orilla de los lagos,
hasta sus más recónditos murmullos,
de las ramas los débiles crujidos
y la reventazón de los capullos.
Y al sospechar que los recuerdos llenas
de otro amor ya pasado con la historia,
me muerden el espíritu los celos
y quieren mis anhelos
extender con la sombra de mis penas
la noche del olvido en tu memoria.



Ricardo Jaimes Freyre

siempre

-- de Ricardo Jaimes Freyre --

¡tú no sabes cuánto sufro! ¡tú que has puesto mis tinieblas
en mi noche, y amargura más profunda en mi dolor!
tú has dejado, como el hierro que se deja en una herida,
en mi oído la caricia dolorosa de tu voz.

Palpitante como un beso; voluptuosa como un beso;
voz que halaga y que se queja; voz de ensueño y de dolor.
Como sigue el ritmo oculto de los astros el océano
mi ser todo sigue el ritmo misterioso de tu voz.

¡Oh, me llamas y me hieres! voy a ti como un sonámbulo
con los brazos extendidos en la sombra y el dolor...
¡Tú no sabes cuánto sufro! cómo aumenta mi martirio,
temblorosa y desolada, la caricia de tu voz.

¡Oh, el olvido! el fondo obscuro de la noche del olvido
donde guardan los cipreses el sepulcro del dolor.
Yo he buscado el fondo obscuro de la noche del olvido,
y la noche se poblaba con los ecos de tu voz...



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