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Se han encontrado 61 poemas con la palabra oración

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Luis Rosales

de cómo vino al mundo la oración

-- de Luis Rosales --

De lirio en oración, de espuma herida
por el paso del alba silenciosa;
de carne sin pecado en la gozosa
contemplación del niño sorprendida;
de nieve que detiene su caída
sobre la paja que al señor desposa;
de sangre en asunción junto a la rosa
del virginal regazo desprendida;
de mirar levantado hacia la altura
como una fuente con el agua helada
donde el gozo encontró recogimiento;
de manos que juntaron su hermosura
para calmar, en la extensión nevada,
su angustia al hombre y su abandono al viento.

Poema de cómo vino al mundo la oración de Luis Rosales con fondo de libro

César Vallejo

oración del camino

-- de César Vallejo --

Oración del camino
ni sé para quién es esta amargura!
oh, sol, llévala tú que estás muriendo,
y cuelga, como un cristo ensangrentado,
mi bohemio dolor sobre su pecho.
El valle es de oro amargo;
y el viaje es triste, es largo.
Oyes? regaña una guitarra. Calla!
es tu raza, la pobre viejecita
que al saber que eres huésped y que te odian,
se hinca la faz con una roncha lila.
El valle es de oro amargo,
y el trago es largo... Largo...
Azulea el camino, ladra el río...
Baja esa frente sudorosa y fría,
fiera y deforme. Cae el pomo roto
de una espada humanicida!
y en el mómico valle de oro santo,
la brasa de sudor se apaga en llanto!
queda un olor de tiempo abonado de versos,
para brotes de mármoles consagrados que hereden
la aurífera canción
de la alondra que se pudre en mi corazón!

Poema oración del camino de César Vallejo con fondo de libro

José María Pemán

oración a la luz

-- de José María Pemán --

Oración a la luz
señor: yo sé que en la mañana pura
de este mundo, tu diestra generosa
hizo la luz antes que toda cosa
porque todo tuviera su figura.
Yo sé que te refleja la segura
línea inmortal del lirio y de la rosa
mejor que la embriagada y temerosa
música de los vientos en la altura.
Por eso te celebro yo en el frío
pensar exacto a la verdad sujeto
y en la ribera sin temblor del río:
por eso yo te adoro, mudo y quieto:
y por eso, señor, el dolor mío
por llegar a ti se hizo soneto.

Poema oración a la luz de José María Pemán con fondo de libro

Antonio Ros de Olano

Doloridas

-- de Antonio Ros de Olano --

Al nacer el día
de la Anunciación,
despierta la niña
de un beso al calor.

Con ser de su madre,
la niña tembló.

-¡Madre! madre mía
de mi corazón;
por si hace ya tiempo,
¿Te acuerdas que yo,
tras la primer noche
de mi comunión,
te dije aquel sueño
en que un ruiseñor,
sobre una azucena
parado cantó
la oración del Alba;
y al nacer el sol
sonreí mirándole
volar hacia Dios?-
Hoy he vuelto a oírle;
no en la misma flor,
ni es el que decía
aquella oración:
cantaba entre flores,
y oyendo su voz,
lloré... -Madre mía...
Los sueños ¿qué son?

-No cuentes tus sueños,
hija de mi amor...-
Cuando tu primera
santa comunión,
cumplías diez años...
¡Quince cumples hoy!



Roberto Juarroz

la trampa de estar solo

-- de Roberto Juarroz --

La trampa de estar solo
no se abre en la trampa mayor de estar con otro
ni tampoco en la trampa del cero,
sino en la montaña de reflejos que danzan
o en la última luz sobre una vida
enceguecida de ocasos.
El hombre es la oración de dios
o dios es la oración del hombre.
Demos las gracias entonces a lo que no existe,
por nuestra inexistencia que existe.
Y después,
abramos o cerremos del todo
la puerta de la trampa.



Adelardo López de Ayala

A Emilia (López de Ayala)

-- de Adelardo López de Ayala --

Cuando cantas en dulce melodía
la Oración de la Virgen, me parece
que otra vez el Arcángel aparece
y se postra a las plantas de María.

De aquel hondo misterio la alegría
mi espíritu levanta y ennoblece;
la niebla se disipa, y se esclarece
la estrecha senda que al Empíreo guía.

Hoy que tu pura voz ha enmudecido,
entre el cielo y el mundo denso velo
van poniendo las sombras del olvido...

¡Ay! Canta, Emilia, que escucharte anhelo,
para mirar de nuevo establecido
el contacto del mundo con el cielo.



León Felipe

oración

-- de León Felipe --

Señor, yo te amo
porque juegas limpio;
sin trampas sin milagros;
porque dejas que salga,
paso a paso,
sin trucos sin utopías,
carta a carta,
sin cambios,
tu formidable
solitario.



Lope de Vega

Bajaba del nubífero Carmelo

-- de Lope de Vega --

Bajaba del nubífero Carmelo
la sabia esposa de Nabal tirano
al ocurso del Rey, que airado en vano
la ofrenda acepta y el piadoso celo.
Del mismo baja, y aun del cielo al suelo,
pues baja de Alba el sol, del monte al llano
Teresa ilustre, cuya lengua y mano
templó las iras del airado cielo.
Desenójase Dios por la piadosa
ofrenda de los frutos que le ofrece,
hijos de su oración maravillosa.
El mundo muere en ella, el monte crece,
y como reina en Dios, de Cristo esposa,
en el carro abrasado resplandece.



Lope de Vega

Peniso amigo, codiciar mi muerte

-- de Lope de Vega --

Peniso amigo, codiciar mi muerte,
y ofrecer que, a mis honras funerales,
harás una oración como otras tales
de que tu ingenio, acción y voz me advierte,

es amistad que yo quisiera hacerte.
Todos para morir somos iguales,
que por la condición de ser mortales
también te puede a ti tocar la suerte.

No tomo la palabra, aunque me arguyas
de ingrato a los favores que me hacías,
que cuando eternidades constituyas,

mejor es que yo escriba en tales días
sonetos tristes a la honras tuyas,
que no que tú prediques a las mías.



Luis Lloréns Torres

treno de mar

-- de Luis Lloréns Torres --

Una novia en la playa...
Una vela en el mar...

Los péndulos de hojas,
que cuelgan del cocal,
tararean, ean, ean,
la oración del jamás.

Las gaviotas se cimbran
en el vuelo fugaz
con que las lleva al nido
la luz crepuscular.

Rojas brasas las rocas
queman la flor de sal,
que polvoreó sobre ellas
la salobre humedad.

Errante nube tiende
su pañolón de holán,
con que dios en el cielo
limpia el azul cristal.

No hay espuma en la lenta
onda que viene y va.
Ni la brisa sahúma
la desmayada paz.

Lloran, bajo la tarde,
su triste soledad,
una novia en la playa
y una vela en el mar.



Luis Rosales

verte, qué visión tan clara.

-- de Luis Rosales --

La lámpara del cuerpo es el ojo, así que si tu ojo fueresincero,todo tu cuerpo será luminoso.
San mateo, vi, 22
verte, qué visión tan clara.
Vivir es seguirte viendo.
Permanecer en la viva
sensación de tu recuerdo.
Verte. La distancia nace.
El cielo suprime al cielo.
La vida se multiplica
por el número de puertos.
Todo colmado por ti.
No ser más que el ojo abierto,
y eternizar el más leve
escorzo de tu silencio.
Verte para amarlo todo.
Claustro en tranquilo destierro.
Dulzor de caña lunada.
Luz en órbita de sueño.
Mortal límite de ti.
Cielo adolescente y tierno.
Núbil paciencia de playa.
Vivir es seguirte viendo.
¡Verte, abril, verte tan sólo!
tranquilísimo desierto.
Pena misericordiosa.
Sosegado advenimiento.
Verte: qué oración tan pura,
islas, nubes, mares, vientos,
las cinco partes del mundo
en las yemas de los dedos.



Jaime Torres Bodet

méxico canta en la ronda de mis canciones

-- de Jaime Torres Bodet --

Canta
en la ronda de mis canciones

méxico está en mis canciones,
méxico dulce y cruel,
que acendra los corazones
en finas gotas de miel.

Lo tuve siempre presente
cuando hacía esta canción;
¡su cielo estaba en mi frente,
su tierra en mi corazón!

méxico canta en la ronda
de mis canciones de amor,
y en la guirnalda con la ronda
la tarde trenza su flor.

Lo conoceréis un día,
amigos de otro país:
¡tiene un color de alegría
y un acre sabor de anís!

es tan fecundo que huele
como vainilla en sazón
¡y es sutil! para que vuele
basta un soplo de oración...

En la duda arcana y terca,
méxico quiere inquirir:
un disco de horror lo cerca...
Cómo será el porvenir?

¡el porvenir! ¡no lo espera!
prefiere, mientras, cantar,
que toda la vida entera
es una gota en el mar;

una gota pequeñita
que cabe en el corazón:
dios la pone, dios la quita...
(¡Cantemos nuestra canción!)



Jaime Torres Bodet

canción de las voces serenas

-- de Jaime Torres Bodet --

Se nos ha ido la tarde
en cantar una canción,
en perseguir una nube
y en deshojar una flor.

Se nos ha ido la noche
en decir una oración,
en hablar con una estrella
y en morir con una flor.

Y se nos irá la aurora
en volver a esa canción,
en perseguir otra nube
y en deshojar otra flor.

Y se nos irá la vida
sin sentir otro rumor
que el del agua de las horas
que se lleva el corazón...



Jorge Isaacs

A Virginia y Rufino

-- de Jorge Isaacs --

Recuerdos de infortunios y delicias
De otro mundo tal vez, llevo en el alma;
De lamentos y adioses y caricias,
De un amor infeliz memoria vaga.

Sueños o realidad, el bien perdido
Es esta sombra que mi frente empaña;
Mas al veros dichosos, al olvido
Doy el dolor y sécanse mis lágrimas.

¿Qué os dije de infortunios y dolores?
Para una eternidad, vuestro amor basta,
Y aquí en la tierra cubrirá de flores
Paterno amor la senda que os aguarda.

Si alguna vez os cuentan que leyeron
Mi nombre en una tumba solitaria,
Bajo los verdes bosques do corrieron
Los venturosos años de mi infancia...

Orad, orad por el amigo ausente;
Del bueno la oración, al cielo alcanza:
Por mí favoreced al indigente;
Es de ángeles o un Dios secar sus lágrimas.



Jorge Luis Borges

el hambre

-- de Jorge Luis Borges --

Madre antigua y atroz de la incestuosa guerra,
borrado sea tu nombre de la faz de la tierra.
Tú que arrojaste al círculo del horizonte abierto
la alta proa del viking, las lanzas del desierto.
En la torre del hambre de ugolino de pisa
tienes tu monumento y en la estrofa concisa
que nos deja entrever (sólo entrever) los días
últimos y en la sombra que cae las agonías.
Tú que de sus pinares haces que surja el lobo
y que guiaste la mano de jean valjean al robo.
Una de tus imágenes es aquel silencioso
dios que devora el orbe sin ira y sin reposo,
el tiempo. Hay otra diosa de tiniebla y de osambre;
su lecho es la vigilia y su pan es el hambre.
Tú que a chatterton diste la muerte en la bohardilla
entre los falsos códices y la luna amarilla.
Tú que entre el nacimiento del hombre y su agonía
pides en la oración el pan de cada día.
Tú cuya lenta espada roe generaciones
y sobre los testuces lanzas a los leones.
Madre antigua y atroz de la incestuosa guerra,
borrado sea tu nombre de la faz de la tierra.



Josefina Pla

tan sólo

-- de Josefina Pla --

...tan sólo una mirada,
una pupila sólo para todas las cosas.
Para la aurora y el ocaso,
para el amor y el odio,
para el amante y el verdugo,
la paloma y la víbora,
la estrella y la luciérnaga.

Solamente unas manos
para el cáliz y el látigo,
para la rosa y para el cacto.
Solamente unas manos
para la arena y el rocío,
para mecer la cuna,
y acariciar la sien del esperado,
y abrir el último agujero.

Una boca tan sólo
para el beso y el grito
y para la oración y la blasfemia.
Para el suspiro y la mentira,
para el perdón
y la condena.

Y tan sólo una sangre
para escuchar el tiempo,
para regar los sueños,
para comprar la herida y la agonía,
y destilar las lágrimas.

Ah, tan sólo una sangre
una boca, unas manos,
una mirada solo.



César Vallejo

al fin, un monte

-- de César Vallejo --

Al fin, un monte
detrás de la bajura; al fin, humeante nimbo
alrededor, durante un rostro fijo.
Monte en honor del pozo,
sobre filones de gratuita plata de oro.
Es la franja a que arrástranse.
Seguras de sus tonos de verano,
las que eran largas válvulas difuntas;
el taciturno marco de este arranque
natural, de este augusto zapatazo,
de esta piel, de este intrínseco destello
digital, en que estoy entero, lúbrico.
Quehaceres en un pie, mecha de azufre,
oro de plata y plata hecha de plata
y mi muerte, mi hondura, mi colina.
¡Pasar
abrazado a mis brazos,
destaparme después o antes del corcho!
monte que tántas veces manara
oración, prosa fluvial de llanas lágrimas;
monte bajo, compuesto de suplicantes gradas
y, más allá, de torrenciales torres;
niebla entre el día y el alcohol del día,
caro verdor de coles, tibios asnos
complementarios, palos y maderas;
filones de gratuita plata de oro.



César Vallejo

Aldeana

-- de César Vallejo --

Lejana vibración de esquilas mustias
en el aire derrama
la fragancia rural de sus angustias.
En el patio silente
sangra su despedida el sol poniente
El ámbar otoñal del panorama
toma un frío matiz de gris doliente!

Al portón de la casa
que el tiempo con sus garras torna ojosa,
asoma silenciosa
y al establo cercano luego pasa,
la silueta calmosa
de un buey color de oro,
que añora con sus bíblicas pupilas,
oyendo la oración de las esquilas,
su edad viril de toro!

Al muro denla huerta
aleteando la pena de su canto,
salta un gallo gentil, y, en triste alerta,
cual dos gotas de llanto,
tiemblan sus ojos en la tarde muerta!

Lánguido se desgarra
en la vetusta aldea
el dulce yaraví de una guitarra,
en cuya eternidad de hondo quebranto
la triste voz de un indio dondonea,
como un viejo esquilón de camposanto.

De codos yo en el muro,
cuando triunfa en el alma el tinte oscuro
y el viento reza en los ramajes yertos
llantos de quenas, tímidos, inciertos,
suspiro una congoja,
al ver que la penumbra gualda y roja
llora un trágico azul de idilios muertos!



Delmira Agustini

Toque de oración

-- de Delmira Agustini --

Un pedazo de luna que no brilla
sino con timidez. Canta un marino,
y su triste canción, tosca y sencilla,
tartamudea con sabor de vino...

El mar, que el bíceps de la playa humilla,
tiene sinuosidades de felino,
y se deja caer sobre la orilla
con la cadencia de un alejandrino.

Pienso en ti, pienso que te quiero mucho
porque me encuentro triste, porque escucho
la esquila del pequeño campanario

que se queja con un sollozo tierno,
mientras los sapos cantan el invierno
con una letra del abecedario...



Emilio Bobadilla

Cromatismo de un campamento

-- de Emilio Bobadilla --

¡Embriaguez de homicidios, bíblicos cautiverios;
aldeas incendiadas, esteparias dehesas,
combates cuerpo a cuerpo hasta en los cementerios;
las viviendas, los árboles no son sino pavesas!

A los muertos reemplazan batallones compactos;
ahí va la teoría de cañones y tanques;
de lejos no son hombres, parecen artefactos
que muévense a intervalos por oscuros arranques.

¡Miseria, podredumbre, lamentaciones, gritos;
con la oración confúndese del soldado el conjuro;
sanguijuelas y chinches y piojos y mosquitos...

—Plasticidad polícroma de la brutal contienda...—
Y de estas hecatombes sacará en lo futuro
la Epica su énfasis, su nimbo la Leyenda!



Manuel José Othón

paisajes

-- de Manuel José Othón --

Meridies

rojo, desde el cenit, el sol caldea.
La torcaz cuenta al río sus congojas,
medio escondida entre las mustias hojas
que el viento apenas susurrando orea.

La milpa, ya en sazón, amarillea,
de espigas rebosante y de panojas,
y reveberan las techumbres rojas
en las vecinas casas de la aldea.

No se oye estremecerse el cocotero
ni en la ribera sollozar los sauces;
solos están la vega y el otero,

desierto el robledal, secos los cauces
y, tendido a la orilla de un estero,
abre el lagarto sus enormes fauces.

Ii
noctifer

todo es cantos, suspieros y rumores
agítanse los vientos tropicales
zumbando entre los verdes carrizales,
gárrulos y traviesos en las flores.

Bala el ganado, silban los pastores,
las vacas mugiendo a los corrales,
canta la codorniz en los maízales
y grita el guacamayo en los alcores.

El día va a morir; la tarde avanza.
Súbito llama a la oración la esquila
de la ruinosa erminta, en lontananza.

Y venus, melancólica y tranquila,
desde el perfil del horizonte lanza
la luz primera de su azul pupila.



Manuel José Othón

angelus domini

-- de Manuel José Othón --

Sobre el tranquilo lago, occiduo el dia,
flota impalpable y misteriosa bruma
y a lo lejos vaguísima se esfuma
profundamente azul, la serranía.

Del cielo en la cerúlea lejanía
desfallece la luz. Tiembla la espuma
sobre las ondas de zafir, y ahúma
la chimenea gris de la alquería.

Suenan los cantos del labriego; cava
la tarda yunta el surco postrimero.
Los últimos reflejos de luz flava

en el límite brillan del potrero
y, a media voz, la golondrina acaba
su gárrulo trinar, bajo el alero.

Ii

ondulante y azul, trémulo y vago,
el ángel de la noche se avecina,
del crepúsculo envuelto en la neblina
y en los vapores gráciles del lago.

Del septentrión al murmurante halago
los pliegues de su túnica divina
se extienden sobre el valle y la colina,
para librarlos del nocturno estrago.

Su voz tristezas y consuelo vierte.
Humedecen sus ojos de zafiro
auras de vida y ráfagas de muerte.

Levanta el vuelo en silencioso giro
y, al llegar a la altura, se convierte
en oración, y lágrima, y suspiro.



Salomé Ureña

tristezas (a mi esposo ausente)

-- de Salomé Ureña --

Nuestro dulce primogénito,
que sabe sentir y amar,
con tu recuerdo perenne
viene mi pena a aumentar.

Fijo en ti su pensamiento,
no te abandona jamás:
sueña contigo y, despierto,
habla de ti nada más.

Anoche, cuando, de hinojos,
con su voz angelical
dijo las santas palabras
de su oración nocturnal;

cuando allí junto a su lecho
sentéme amante a velar,
esperando que sus ojos
viniese el sueño a cerrar,

incorporándose inquieto,
cual presa de intenso afán,
con ese acento que al labio
las penas tan sólo dan,

exclamó como inspirado:
!tú no te acuerdas, mamá?
el sol ¡que bonito era
cuando estaba aquí papá!



Pedro Bonifacio Palacios

Tempestad

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Agrupándose ligeras
vienen nubes tenebrosas,
y montañas espantosas
en el cielo acongojado
de sus senos, derramado
como un colosal torrente,
agua pura y transparente
que moja el suelo enlutado.
Cruza errante la centella
cual tétrica exhalación;
su estentórea vibración
deja flamígeras huellas;
sopla el viento que resuella
y en el muelle renegrido,
se escucha el recio bramido
del vendaval que se estrella.
Ha alzado el día su vuelo
y en las olas espumosas,
gigantescas y brumosas,
tiende la noche su velo;
débil barca con recelo
va el atlántico surcando
de proa a popa tumbando
entre la cuna agua-cielo.
Como de ronca metralla
un rujido estentoroso
colosal e impetuoso
cual la voz de la batalla;
luego círculos y mallas
se escuchan, se ven rojizas,
y el aquilón que hace trizas
en duros muros estalla.
Es de noche. La oración
se ha alejado del poniente,
quedó desierta y doliente
la confundida creación;
caen hojas en montón,
tiembla el árbol, rueda el nido,
vibra el rumor y el silbido
se escucha del aquilón.



Pedro Calderón de la Barca

Soneto a San Isidro

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Los campos de Madrid, Isidro santo,
emulación divina son del cielo,
pues humildes los ángeles su suelo
tanto celebran y veneran tanto.

Celestes labradores, en cuanto
son amorosa voz, con santo celo
vos enviáis en angélico consuelo
dulce oración, que fertiliza el llanto.

Dichoso agricultor, en quien se encierra
cosecha de tan fértiles despojos,
que divino y humano os da tributo,

no receléis el fruto de la tierra,
pues cogerán del cielo vuestros ojos,
sembrando aquí sus lágrimas, el fruto.



José María Eguren

el dominó

-- de José María Eguren --

Alumbraron en la mesa los candiles,
moviéronse solos los aguamaniles,
y un dominó vacío, pero animado,
mientras ríe por la calle la verbena,
se sienta iluminado,
y principia la cena.

Su claro antifaz de un amarillo frío
da los espantos en derredor sombrío
esta noche de insondables maravillas,
y tiende vagas, lucifugas señales
a los vasos, las sillas
los ausentes comensales.

Y luego en horror que nacarado flota,
por la alta noche de voluntad ignota,
en la luz olvida manjares dorados,
ronronea una oración culpable, llena
de acentos desolados,
y abandona la cena.



Gabriela Mistral

el encuentro

-- de Gabriela Mistral --

A su sombra
le he encontrado en el sendero.
No turbó su ensueño el agua
ni se abrieron más las rosas;
abrió el asombro mi alma.
¡Y una pobre mujer tiene
su cara llena de lágrimas!
llevaba un canto ligero
en la boca descuidada,
y al mirarme se le ha vuelto
grave el canto que entonaba.
Miré la senda, la hallé
extraña y como soñada.
¡Y en el alba de diamante
tuve mi cara con lágrimas!
siguió su marcha cantando
y se llevó mis miradas...
Detrás de él no fueron más
azules y altas las salvias.
¡No importa! quedó en el aire
estremecida mi alma.
¡Y aunque ninguno me ha herido
tengo la cara con lágrimas!
esta noche no ha velado
como yo junto a la lámpara;
como él ignora, no punza
su pecho de nardo mi ansia;
pero tal vez por su sueño
pase un olor de retamas,
¡porque una pobre mujer
tiene su cara con lágrimas!
iba sola y no temía;
con hambre y sed no lloraba;
desde que lo vi cruzar,
mi dios me vistió de llagas.
Mi madre en su lecho reza
por mí su oración confiada.
Pero ¡yo tal vez por siempre
tendré mi cara con lágrimas!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxi

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Al ver mis horas de fiebre
e insomnio lentas pasar,
a la orilla de mi lecho,
¿quién se sentará?
cuando la trémula mano
tienda próximo a expirar
buscando una mano amiga,
¿quién la estrechará?
cuando la muerte vidríe
de mis ojos el cristal,
mis párpados aún abiertos,
¿quién los cerrará?
cuando la campana suene
(si suena en mi funeral),
una oración al oírla,
¿quién murmurará?
cuando mis pálidos restos
oprima la tierra ya,
sobre la olvidada fosa.
¿Quién vendar a llorar?
¿quién en fin al otro día,
cuando el sol vuelva a brillar,
de que pasé por el mundo,
¿quién se acordará?



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxxxvii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

¡quién fuera luna,
quién fuera brisa,
quién fuera sol!
..............................
¡Quién del crepúsculo
fuera la hora,
quién el instante
de tu oración!
¡quién fuera parte
de la plegaria
que solitaria
mandas a dios!
.........................
¡Quién fuera luna
quién fuera brisa,
quién fuera sol! ...



Salvador Díaz Mirón

rimas

-- de Salvador Díaz Mirón --

El día con su manto
de vívidos colores,
inspira cosas dulces:
la risa y la ilusión.
Entonces la mirada
se inclina hacia las flores...
Las flores son los versos
¡que el prado canta al sol!

la noche con su sombra,
que deja ardientes rastros,
inspira cosas graves:
la angustia y la oración.
Entonces la mirada
se eleva hacia los astros...
Los astros son los versos
¡que el cielo canta a dios!

qué pliegue su ala de oro
la tarde en el vacío;
que pasen por mi mente
las ondas del cedrón;
que caiga de la nube
la gota de rocío;
¡que radien las estrellas,
que trine el ruiseñor!



Vicente Gallego

oración pagana

-- de Vicente Gallego --

Sopla recio a mi espalda,
viento oscuro y tenaz del desarraigo,
confúndeme los pasos y sitúa mi norte
donde no halle el amparo de esta mansa morada.
Quiero arder en la noche como un fuego sin dueño
mientras la noche dure,
y que el santo egoísmo
de quien busca el placer y renuncia al soborno
con que compra el resguardo voluntades
me atraviese de espinas por pretender la rosa.
Yo le entrego al diablo cuanto tengo por mío,
y que él lo malvenda,
y sólo pido a cambio caminar a su lado.
De la paz pusilánime que en el orden anida
no mendigo limosna: que el desconcierto traiga
su cizaña a la casa que mis manos levanten.
Porque sólo en el roto corazón de lo turbio
he encontrado la luz verdadera del fuego,
que las sombras me lleven,
y yo lleve conmigo, cuando sea la hora,
la clara vecindad de la tiniebla ardida
de mi noche a la noche.



Antonio Machado

Arte poética

-- de Antonio Machado --

Y en toda el alma hay una sola fiesta
tú lo sabrás, Amor sombra florida,
sueño de aroma, y luego... Nada; andrajos,
rencor, filosofía.
Roto en tu espejo tu mejor idilio,
Y vuelto ya de espaldas a la vida,
Ha de ser tu oración de la mañana:
¡Oh, para ser ahorcado, hermoso día!



Antonio Machado

Mis poetas

-- de Antonio Machado --

El primero es Gonzalo de Berceo llamado,
Gonzalo de Berceo, poeta y peregrino,
que yendo en romería acaeció en un prado,
y a quien los sabios pintan copiando un pergamino.
Trovó a Santo Domingo, trovó a Santa María,
y a San Millán, y a San Lorenzo y Santa Oria
y dijo: Mi dictado non es de juglaría;
escrito lo tenemos; es verdadera historia.
Su verso es dulce y grave: monótonas hileras
de chopos invernales en donde nada brilla;
renglones como surcos en pardas sementeras,
y lejos, las montañas azules de Castilla.
El nos cuenta el repaire del romero cansado;
leyendo en santorales y libros de oración,
copiando historias viejas, nos dice su dictado,
mientras le sale afuera la luz del corazón.



Anónimo

Buen Conde Fernán González...

-- de Anónimo --

-Buen conde Fernán González,
el rey envía por vos,
que vayades a las cortes
que se hacían en León;
que si vos allá vais, conde,
daros han buen galardón:
daros ha a Palenzuela
y a Palencia la mayor,
daros ha a las nueve villas,
con ellas a Carrión,
daros ha a Torquemada,
la torre de Mormojón.
Buen conde, si allá no ides
daros hían por traidor.
Allí respondiera el conde
y dijera esta razón:
-Mensajero eres, amigo,
no mereces culpa, no;
yo no he miedo al rey,
ni a cuantos con él son.
Villas y castillos tengo,
todos a mi mandar son;
de ellos me dejó mi padre,
de ellos me ganara yo;
los que me dejó el mi padre
poblélos de ricos hombres,
las que me ganara yo
poblélas de labradores;
quien no tenía más que un buey
dábale otro, que eran dos,
al que casaba su hija
dole yo muy rico don;
cada día que amanece
por mí hacen oración,
no la hacían por el rey,
que no lo merece, non,
él les puso muchos pechos
y quitáraselos yo.



Anónimo

La hermita de San Simón

-- de Anónimo --

En Sevilla está una ermita
cual dicen de San Simón,
adonde todas las damas
iban a hacer oración.
Allá va la mi señora,
sobre todas la mejor,
saya lleva sobre saya,
mantillo de un tornasol,
en la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor,
en la su cara muy blanca
lleva un poco de color,
y en los sus ojuelos garzos
lleva un poco de alcohol,
a la entrada de la ermita,
relumbrando como el sol.
El abad que dice misa
no la puede decir, no,
monacillos que le ayudan
no aciertan responder, no,
por decir: amén, amén,
decían: amor, amor.



Marilina Rébora

vértigo

-- de Marilina Rébora --

Vértigo
¿y esta melancolía? ¿por qué tanto abandono
si no hay una razón o por lo menos nueva,
si no existen rencores ni nos muerde el encono?
¿de qué ese sentimiento que al ánimo subleva?
¿a qué causa atribuir tan ciego pesimismo?
¿qué motivo encontrar a esta tenaz congoja
si son nuestros estados un puro fatalismo?
¿qué es, por fin, lo que al alma tanto y tanto la enoja?
la ansiedad de vivir en vértigo, de prisa,
exacerba la mente a punto culminante,
ya que ante el tiempo escaso en todo se improvisa
y el destino de un ser se juega en un instante.
Y es eso lo que al cabo del día nos aplasta
para cuyo consuelo la oración sólo basta.



Mauricio Bacarisse

Junio

-- de Mauricio Bacarisse --

¡Bajo el cangrejo de estrellas se extasiarán las llanuras!
Hacen fecundas promesas a las campiñas los soles;
en los sidéreos trigales lucen espigas maduras
y en el agro hay una roja constelación de ababoles.

El guadañil que hace siega en matemáticas puras,
como Copérnico o Newton igual que dos girasoles
dirigirá sus pupilas hacia algebraicas lecturas
en los cielos recamados que giran cual facistoles.

Todo el misterio de Eleusis ondula en los amarillos
campos humildes al son de albogues y caramillos;
modulaciones gozosas de un hierofante jocundo.

Una oración balbucean los tartamudos cuclillos
y anaxagóricamente la glosan múltiples grillos...
¡Pasa un deleite de ciencia por la vagina del mundo!



Miguel Unamuno

junto a la laguna del cristo en la aldehuela de yeltes, una noche de luna llena

-- de Miguel Unamuno --

Duerme queda en su lecho de laguna
sobre la cual redonda llena luna
que ejército de estrellas encamina
vela, y se espeja una redonda encina
en el espejo sin rizada alguna;
noche blanca en que el agua hace de cuna
de la más alta y más honda doctrina.
Es un rasgón del cielo que abrazado
tiene en sus brazos la naturaleza;
es un rasgón del cielo que ha posado
y en el silencio de la noche reza
la oración del amante resignado
sólo al amor, que es su única riqueza.



Miguel Unamuno

Junto a la laguna del Cristo en la Aldehuela de...

-- de Miguel Unamuno --

Noche blanca en que el agua cristalina
duerme queda en su lecho de laguna
sobre la cual redonda llena luna
que ejército de estrellas encamina

vela, y se espeja una redonda encina
en el espejo sin rizada alguna;
noche blanca en que el agua hace de cuna
de la más alta y más honda doctrina.

Es un rasgón del cielo que abrazado
tiene en sus brazos la Naturaleza;
es un rasgón del cielo que ha posado

y en el silencio de la noche reza
la oración del amante resignado
sólo al amor, que es su única riqueza.



Miguel Unamuno

Te da en la frente el sol de la mañana

-- de Miguel Unamuno --

Te da en la frente el sol de la mañana
recién nacido, pálida doncella,
misteriosa visión, fugaz estrella,
que te derrites en la luz. Hermana

de la que nace cuando la campana
tocando a la oración doliente sella
la fatiga de un día más, la mella
que sume el alma en la mortal desgana.

El alba y el ocaso cruzan manos,
y así, a la silla de la reina, al día
ya la noche, rendidos soberanos,

Los llevan a enterrar. Triste sería
que al despertar de nuestros sueños varios
luz y sombra lucharán a porfía.



Miguel Unamuno

Al toque de oración

-- de Miguel Unamuno --

Campanas que al pasado que no pasa
le dais lengua de bronce, peregrino
que una vida descanso aquí, en mi casa,
os oigo me llamáis; de mi camino

vuelvo la vista al cielo donde abrasa
á las nubes el sol y allí adivino
lo que antes de ser fuí, cuando mi masa
era parte del igneo torbellino.



Miguel Unamuno

La oración del ateo

-- de Miguel Unamuno --

Oye mi ruego tú, Dios que no existes,
y en tu nada recoje estas mis quejas,
tú que á los pobres hombres nunca dejas
sin consuelo de engaño. No resistes

á nuestro ruego y nuestro anhelo vistes.
Cuanto tú de mi mente más te alejas
más recuerdo las plácidas consejas
con que mi ama endulzóme noches tristes.



Miguel Unamuno

Noche de luna llena

-- de Miguel Unamuno --

Noche blanca en que el agua cristalina
duerme queda en su lecho de laguna
sobre la cual redonda llena luna
que ejército de estrellas encamina

vela, y se espeja una redonda encina
en el espejo sin rizada alguna;
noche blanca en que el agua hace de cuna
de la más alta y más honda doctrina.

Es un rasgón del cielo que abrazado
tiene en sus brazos la Naturaleza;
es un rasgón del cielo que ha posado

y en el silencio de la noche reza
la oración del amante resignado
sólo al amor, que es su única riqueza.



Juan Gelman

oración

-- de Juan Gelman --

Habítame, penétrame.
Sea tu sangre una con mi sangre.
Tu boca entre a mi boca.
Tu corazón agrande el mío hasta estallar.
Desgárrame.
Caigas entera en mis entrañas.
Anden tus manos en mis manos.
Tus pies caminen en mis pies, tus pies.
Árdeme, árdeme.
Cólmeme tu dulzura.
Báñame tu saliva el paladar.
Estés en mí como está la madera en el palito.
Que ya no puedo así, con esta sed
quemándome.
Con esta sed quemándome.
La soledad, sus cuervos, sus perros, sus pedazos.



Juana de Ibarbourou

la promesa

-- de Juana de Ibarbourou --

¡todo el oro del mundo parecía
diluído en la tarde luminosa!
apenas un crepúsculo de rosa,
la copa de los árboles teñía.

Un imprevisto amor, mi mano unía
a tu mano, morena y temblorosa.
¡Eramos booz y ruth ante la hermosa
era que circundaba la alquería!

¿me amarás? , murmuraste. Lenta y grave
vibró en mis labios la promesa suave
de la dulce, la amante moabita.

Y fué como un ¡amén! en ese instante
el toque de oración que alzó vibrante
la rítmica campana de la ermita.



Julio Flórez

mística

-- de Julio Flórez --

Cuando bajo la comba de la nave,
del vasto templo, rezas con fervor,
y tu oración se eleva, como un ave,
del órgano al gemido vibrador,
desde un rincón oscuro te contemplo,
fijos los ojos en el viejo altar,
en tanto que en los ámbitos del templo
el órgano parece sollozar.
Mientras se va tu espíritu del mundo,
de la infinita claridad en pos,
exclamo a solas con dolor profundo:
¡ah, si me amara a mí... Como ama a dios!
julio flórez



Julio Flórez

cxxiv

-- de Julio Flórez --

Cuando lejos, muy lejos, en hondos mares,
en lo mucho que sufro pienses a solas,
si exhalas un suspiro por mis pesares,
mándame ese suspiro sobre las olas.
Cuando el sol con sus rayos desde el oriente
rasgue las blondas gasas de las neblinas,
si una oración murmuras por el ausente,
deja que me la traigan las golondrinas.
Cuando pierda la tarde sus tristes galas,
y en cenizas se tornen las nubes rojas,
mándame un beso ardiente sobre las alas
de las brisas que juegan entre las hojas.
Que yo, cuando la noche tienda su manto,
yo, que llevo en el alma sus mudas huellas,
te enviaré, con mis quejas, un dulce canto
en la luz temblorosa de las estrellas.
Julio flórez



Julio Flórez

Cuando lejos muy lejos, en hondos mares...

-- de Julio Flórez --

Poem

Cuando lejos muy lejos, en hondos mares, en lo mucho que sufro pienses a solas, si exhalas un suspiro por mis pesares, mándame ese suspiro sobre las olas.

Cuando el sol con sus rayos desde el oriente rasgue las blondas gasas de las neblinas, si una oración murmuras por el ausente, deja que me la traigan las golondrinas.

Cuando la tarde pierda sus tristes galas, y en cenizas se tornen las nubes rojas, mándame un beso ardiente sobre las alas de las brisas que juegan entre las hojas.

Que yo, cuando la noche tienda su manto, yo, que llevo en el alma sus mudas huellas, te enviaré, con mis quejas, un dulce canto en la luz temblorosa de las estrellas!



Evaristo Carriego

El otoño, muchachos

-- de Evaristo Carriego --

El otoño, muchachos. Ha llegado
sin sentirlo siquiera,
lluvioso, melancólico, callado.
El familiar bullicio de la acera
tan alegre en las noches del verano
se va apagando a la oración. La gente
abandona las puertas más temprano.
Las abandona silenciosamente...
Tardecita de ojoño, el ciego entona
menos frecuente el aire que en la esquina
gemía el organillo... ¡Qué tristona
anda, desde hace días, la vecina!
¿La tendrá así algún nuevo desengaño?
Otoño melancólico y lluvioso,
¿qué dejarás, otoño, en casa este año?
¿qué hoja te llevarás? Tan silencioso
llegas que nos das miedo.
Sí, anochece
y te sentimos, en la paz casera,
entrar sin un rumor... ¡Cómo envejece
nuestra tía soltera!



Evaristo Carriego

Por la ausente

-- de Evaristo Carriego --

Fuma de nuevo el viejo su trabajosa
pipa y la madre escucha con indulgencia
el sabido proceso de la dolencia
que aflige a una pariente poco animosa.

El muchacho concluye la fastidiosa
composición, que sobre la negligencia
en la escuela le dieron de penitencia,
por haber olvidado no sé qué cosa...

Y en el hondo silencio que de repente
como una obsesión mala llena el ambiente,
muy quedo la hermanita va a comenzar

la oración, noche a noche tartamudeada,
por aquella perdida, desamorada,
que hace ya cinco meses dejó el hogar.



Francisco Sosa Escalante

El funeral de mi madre

-- de Francisco Sosa Escalante --

La postrera oración bajo la nave
Del espacioso templo resonaba,
Y el concurso, apenado, se alejaba
Con paso lento, silencioso y grave.

En la alta torre, su graznido el ave
Al ver cerrar el féretro lanzaba,
Y por única prenda me quedaba
De aquel bruñido féretro la llave.

Al peso de tan rudas emociones
En horrible letargo me adormia
Y volaba á otros mundos ignorados....

Y ya no supe más; de los blandones
El resplandor siniestro ya no heria
Mis tristes ojos de llorar cansados.



Francisco Sosa Escalante

En el panteón (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

En vano el triste funeral tañido
Con que puebla los aires la campana,
Convoca á la oración; corre liviana
La humanidad tras el placer mentido.

Allí en las tumbas, cuanto sér querido
Embellece la vida y la engalana,
El esposo, y los padrrs, y la hermana,
Duermen el sueño del eterno olvido.

Los cirios arden, y de hermosas flores
Se cubren los sepulcros, y ostentosa
Se mira á la riqueza en los mejores.

Mas nadie llora aquí; solo en la fosa
Del fruto angelical de sus amores
Raudales vierte madre cariñosa.



Francisco Sosa Escalante

La tarde (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

La esmeralda del mar fulgente brilla
Al recibir del sol la luz postrera,
El nido busca el ave placentera,
Cantando el pescador deja la orilla.

En la humilde cabaña la sencilla
Y cristiana oración sube á la esfera
Como el sagrado incienso, porque espera
En el Señor y á su poder se humilla.

La vespertina estrella misteriosa
Diamante finge que sujeta el velo
Allí en la frente de la casta esposa;

La noche se aproxima en tardo vuelo,
Mece la flor la brisa rumorosa,
Todo es quietud en la extensión del suelo.



Francisco Villaespesa

canción del recuerdo IV

-- de Francisco Villaespesa --

Ante la virgen que adorabas tanto
rezaba con tan ciega idolatría,
que entre mis labios la oración moría
estrangulada por mi propio llanto.
La imagen, impasible a mi quebranto,
con sus labios pintados sonreía
a un niño que en los brazos sosteía
medio oculto en los pliegues de su manto.
¡Mi vida en cambio de la suya!dije.
Ciego de pena y de terror, maldije;
y al salir de la brusca pesadailla,
vi en la faz de la imagen, con espanto,
algunas gotas trémulas de llanto
rodar sobre el carmín de su mejilla.



Francisco Villaespesa

misa del alba

-- de Francisco Villaespesa --

En el dulce silencio campesino,
y en copas de cristal, el labio bebe
la frescura del alba, como un vino
de rosas rojas conservado en nieve.
La geórgica blancura de un molino
como en una oración sus aspas mueve
se apaga el astro y se despierta el trino,
y una paz celestial de todo llueve.
¡Oh, sentir, entre sueños, el sonoro
clamor de la campana cristalina
llamando a misa con su voz de oro!...
¡Y mirar florecer en tu ventana,
en el pico de alguna golondrina,
la campanilla azul de la mañana!



Carolina Coronado

oración a la virgen que cantan los niños en una escuela

-- de Carolina Coronado --

Hazme buena, madre mía,
dame paciencia y virtud,
porque tú santa maría
has de ser la mejor guía
que tenga mi juventud.
Del corazón inocente
protege tú los amores,
y antes que empañen mi frente,
que me cieguen de repente
tus divinos resplandores.
Consuélame, madre mía,
cuando a tus plantas me veas,
porque yo no dejo un día
de decir «santa maría»
«¡bendita en el cielo seas!»



Clemente Althaus

La oración (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Ya de suena de la santa Ave María
la solemne campana, que el ocaso
llorar parece del lejano día:
Como de encanto súbito por caso,
Sucede hondo silencio de repente,
al urbano bullicio; el presto paso
detiene al son la pasajera gente,
que con rápida mano la cabeza
a los cielos descubre reverente;
y la salutación gloriosa reza
con que el arcángel anunció a María
que, sin perder su virginal pureza,
en sus entrañas Dios encarnaría;
y Lima toda, de silencio llena,
en su santo pensamiento se une pía.
Mas rápida cambiar se ve la escena,
cuando cesan las santas campanadas;
y ya de nuevo donde quiera suena
el rumor de coloquios y pisadas.



Ramón María del Valle Inclán

rosa de zoroastro

-- de Ramón María del Valle Inclán --

En el espejo mágico aparee
toda mi vida, y como cirio místico
aquel amor lejano aun estremece
con su luz el pleroma cabalístico.

Reza, alma triste, en sus devotas huellas,
los ecos de los muertos son sagrados,
como dicen que alumbran las estrellas,
alumbran los amores apagados.

Esta cera que enciende su lucero,
más luminoso cuanto más distante,
en el mágico circulo agorero
signa la eternidad de cada instante.

Suspende el grano en el reloj de arena,
y los enigmas de mi noche oscura alumbra
con su cirio de alma en pena,
del sellado cristal, en la clausura.

En el espejo vi la sombra mía negra,
sobre los pasos de la muerte,
y el ánima llorosa que vencía
con su oración el sino de mi suerte.

Aquel amor lejano, ahora vestido
de niebla sideral, su ardiente idea
abre como un arcángel, y el sentido
inmortal de la vida en mi alma atea.

Tiembla en un zodiaco, sollozante
con sollozo de luz. Y su reflejo
circunda con un halo al nigromante
espejo.



Ramón María del Valle Inclán

vitrales

-- de Ramón María del Valle Inclán --

¡rosaleda de oro,
selva del sonoro
ruiseñor del coro!

¡rosas inocentes,
formas transparentes
conceptos lucientes!

¡sois en los vitrales
de las catedrales,
soles musicales!

¡teologal diseño,
rosas del ensueño
de un cielo abrileño!

¡voluntades bélicas!
¡coyundas angélicas!
¡paces evangélicas!

¡rosas del anhelo,
voces del consuelo,
amores del cielo!

¡escalas por donde
al alma responde
el que se me esconde!

¡mística oración!
¡dulce posesión!
¡tetragrámaton!



Ramón María del Valle Inclán

rosa hiperbólica

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Va la carreta bamboleante
por el camino, sobre una foz,
el can al flanco va jadeante,
dentro una sombra canta sin voz:

-soñé laureles, no los espero,
y tengo el alma libre de lid.
¡No envidio nada, si no es dinero!
¡ya no me llama ningún laurel!

pulsan las penas en la ventana.
Vienen de noche con su oración,
mas aún alegran en la mañana
los gorriones de mi balcón.

Echéme al mundo de un salto loco,
fui peregrino sobre la mar,
y en todas partes pecando un poco,
dejé mi vida como un cantar.

No tuve miedo, fui turbulento,
miré en las simas como en la luz,
di mi palabra con mi alma al viento,
como una espada llevo mi cruz.

Yo marcho solo con mis leones
y la certeza de ser quien soy.
El diablo escucha mis oraciones.
Canta mi pecho: ¡mañana es hoy!

va la carreta bamboleante
por el camino, sobre una foz,
el can al flanco va jadeante,
dentro una sombra canta sin voz.



Ramón María del Valle Inclán

Milagro de la mañana

-- de Ramón María del Valle Inclán --

AÑÍA una campana
En el azul cristal
De la santa mañana.

Oración campesina
Que temblaba en la azul
Santidad matutina.

Y en el viejo camino
Cantaba un ruiseñor,
Y era de luz su trino.

La campana de aldea
Le dice con su voz,
Al pájaro, que crea.

La campana aldeana
En la gloria del sol
Era alma cristiana.

Al tocar, esparcía
Aromas del rosal
De la Virgen María.

Esta santa conseja
La recuerda un cantar
En una fabla vieja:

Campana, campaniña
Do Pico Sagro,
Toca por que floreza
A rosa de milagro.

Ramón del Valle Inclán.



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