Buscar Poemas con Oler


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Se han encontrado 11 poemas con la palabra oler

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Alberti

LO QUE DEJÉ POR TI

-- de Alberti --

Dejé por ti mis bosques, mi perdida
arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales años desterrados
hasta casi el invierno de la vida.

Dejé un temblor, dejé una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida.

Dejé palomas tristes junto a un río,
caballos sobre el sol de las arenas,
dejé de oler la mar, dejé de verte.

Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
tanto como dejé para tenerte.

Poema LO QUE DEJÉ POR TI de Alberti con fondo de libro

Amado Nervo

cantos escolares. los sentidos

-- de Amado Nervo --

Niño, vamos a cantar
una bonita canción;
yo te voy a preguntar,
tu me vas a responder:
los ojos, ¿para qué son?
los ojos son para ver.
¿Y el tacto? para tocar.
¿Y el oído? para oír.
¿Y el gusto? para gustar.
¿Y el olfato? para oler.
¿El alma? para sentir,
para querer y pensar.

Poema cantos escolares. los sentidos de Amado Nervo con fondo de libro

Luis Rosales

ayer vendrá

-- de Luis Rosales --

Ayer vendrá
la tarde va a morir; en los caminos
se ciega triste o se detiene un aire
bajo y sin luz; entre las ramas altas,
mortal, casi vibrante,
queda el último sol; la tierra huele,
empieza a oler; las aves
van rompiendo un espejo con su vuelo;
la sombra es el silencio de la tarde.
Te he sentido llorar: no sé a quién lloras.
Hay un humo distante,
un tren, que acaso vuelve, mientras dices:
soy tu propio dolor, déjame amarte.

Poema ayer vendrá de Luis Rosales con fondo de libro

Manuel del Cabral

¿a quién viene a ver usted

-- de Manuel del Cabral --

Hoy está el pueblo en mi cuerpo.
¿A quién viene a ver usted?
usted no ve que esta herida
es corno un ojo de juez...

Usted que se trae los grillos,
¿a quién viene a ver usted,
que anda más con el instinto
que con los pies?

usted que trae el olfato,
pero con luz viene a oler;
meta la conciencia aquí...
Y no la deje en la piel.

Usted que se trae la bala,
viene a saber por qué fue...
Si hay un rico en este lío,
¿a qué viene? ¿para qué?

aquí só1o hay una boca,
hay una voz, una sed.
Un trozo de grito sangra.
¡Lo cortaron como res!

usted que se trae las llaves,
¿a quién viene a ver usted?
vea estas manos callosas,
ropa rota y sin zapatos
unos pies.

Usted que se trae las manos
pesadas como pared...
¿No ve el hambre?
¿no la ve?

tápenle el grito a este hombre;
y aunque es más la voz que el pie,
pónganle grillos, que sólo
el pobre cabe en la ley...

¿No ve que la sangre huye
y no se sabe por qué ...?
Pero yo sé que hay aquí
quien se la quiere beber ...

¿A quién viene a ver usted?



Jaime Torres Bodet

invitación al viaje I

-- de Jaime Torres Bodet --

Por el caminito
de la tarde clara,
con las manos juntas,
vámonos amada.
Con las manos juntas,
en la tarde clara,
vámonos al bosque
de la sien de plata.
Cogeremos rosas,
cortaremos ramas,
buscaremos nidos,
romperemos bayas...
Bajo los pinares,
junto a la cañada,
hay un agua limpia
que hace dulce el alma.
Bajaremos juntos,
juntos a mirarla
y a mirarnos juntos
en sus ondas claras...
Bajo el cielo de oro,
hay en la montaña
una encina negra
que hace oscura el alma:
subiremos juntos
a tocar sus ramas
y oler el perfume
de sus mieles ásperas...
Otoño nos cita
con su son de flautas:
vámonos al bosque
de la sien de plata,
besaré tu boca
con mi boca amarga:
vámonos cantando
por la tarde clara.



Jaime Torres Bodet

mediodía

-- de Jaime Torres Bodet --

Tener, al mediodía, abiertas las ventanas
del patio iluminado que mira al comedor.
Oler un olor tibio de sol y de manzanas.
Decir cosas sencillas: las que inspira el amor...
Beber un agua pura, y en el vaso profundo,
ver coincidir los ángulos de la estancia cordial.
Palpar, en un durazno, la redondez del mundo.
Saber que todo cambia y que todo es igual.
Sentirse, ¡al fin!, maduro, para ver, en las cosas,
nada más que las cosas: el pan, el sol, la miel...
Ser nada más el hombre que deshoja unas rosas,
y graba, con la uña, un nombre en el mantel...



Jaime Torres Bodet

invitación al viaje II

-- de Jaime Torres Bodet --

Con las manos juntas,
en la tarde clara,
vámonos al bosque
de la sien de plata.

Bajo los pinares,
junto a la cañada,
hay un agua limpia
que hace limpia el alma.

Bajaremos juntos,
juntos a mirarla
y a mirarnos juntos
en sus ondas rápidas...

Bajo el cielo de oro
hay en la montaña
una encina negra
que hace negra el alma:
subiremos juntos
a tocar sus ramas
y oler el perfume
de sus mieles ásperas...

Otoño nos cita
con un son de flautas:
vamos a buscarlo
por la tarde clara.



César Vallejo

sombrero, abrigo, guantes

-- de César Vallejo --

Enfrente a la comedia francesa, está el café
de la regencia; en él hay una pieza
recóndita, con una butaca y una mesa.
Cuando entro, el polvo inmóvil se ha puesto ya de pie.
Entre mis labios hechos de jebe, la pavesa
de un cigarrillo humea, y en el humo se ve
dos humos intensivos, el tórax del café,
y en el tórax, un óxido profundo de tristeza.
Importa que el otoño se injerte en los otoños,
importa que el otoño se integre de retoños,
la nube, de semestres; de pómulos, la arruga.
Importa oler a loco postulando
¡qué cálida es la nieve, qué fugaz latortuga,
el cómo qué sencillo, qué fulminante elcuándo!



Rafael María Baralt

Contestando a una invitación

-- de Rafael María Baralt --

No niego la costumbre: menos niego
su fin estomacal, su origen santo,
ni el alto rito que con dulce encanto
nos convida de Pascua el grato juego.

Entre pavo y jamón; al vivo fuego
que enciende el vino, repitiendo el canto
del vate alegre, y de una hermosa en tanto
cumpliendo el gusto, adivinando el ruego.

Mas sin que pueda el que con fiebre yace,
dado al demonio, en maldecida cama
oler siquiera la exquisita cena.

Al Parnaso con ella. Cristo nace:
adoradle y comed. La mesa os llama:
sois cristiano de pro, y es Nochebuena.



Gerardo Diego

un día y otro día y otro día.

-- de Gerardo Diego --

no verte.
Poderte ver, saber que andas tan cerca,
que es probable el milagro de la suerte.
No verte.
Y el corazón y el cálculo y la brújula,
fracasando los tres. No hay quien te acierte.
No verte.
Miércoles, jueves, viernes, no encontrarte,
no respirar, no ser, no merecerte.
No verte.
Desesperadamente amar, amarte
y volver a nacer para quererte.
No verte.
Sí, nacer cada día. Todo es nuevo.
Nueva eres tú, mi vida, tú, mi muerte.
No verte.
Andar a tientas (y era mediodía)
con temor infinito de romperte.
No verte.
Oír tu voz, oler tu aroma, sueños,
ay, espejismos que el desierto invierte.
No verte.
Pensar que tú me huyes, me deseas,
querrías encontrarte en mí, perderte.
No verte.
Dos barcos en la mar, ciegas las velas.
¿Se besarán mañana sus estelas?



Ramón López Velarde

tenías un rebozo de seda...

-- de Ramón López Velarde --

Tenías un rebozo de seda...
(A eduardo j. Correa)
tenías un rebozo en que lo blanco
iba sobre lo gris con gentileza
para hacer a los ojos que te amaban
un festejo de nieve en la maleza.
Del rebozo en la seda me anegaba
con fe, como en un golfo intenso y puro,
a oler abiertas rosas del presente
y herméticos botones del futuro.
(En abono de mi sinceridad
séame permitido un alegato:
entonces era yo seminarista
sin baudelaire, sin rima y sin olfato).
¿Guardas, flor del terruño, aquel rebozo
de maleza y de nieve,
en cuya seda me adormí, aspirando
la quintaesencia de tu espalda leve?



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