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Ernesto Cardenal

epigrama XXXX

-- de Ernesto Cardenal --

Si tú estás en
nueva york
en nueva york
no hay nadie más
y si no estás
en nueva york
en nueva york

Poema epigrama XXXX de Ernesto Cardenal con fondo de libro

Lope de Vega

Nuevo ser, nueva vida, aliento nuevo

-- de Lope de Vega --

Nuevo ser, nueva vida, aliento nuevo,
Señor, os debo ya, pues reducida
mi vida a vos es otra nueva vida,
de tal manera que me hacéis de nuevo.
De nuevo el alma de esta vida os debo,
aquella con la sangre redimida,
y ésta con la piedad, pues de perdida
al resplandor de la verdad la llevo.
Nada era ya la vida, que apartada
se vio de vos, Señor, ¡Qué triste estado!
Luego ha sido otra vez de vos criada.
De la nada, Señor, me habéis sacado
a nuevo ser, que si el pecado es nada,
en nada me volví por el pecado.

Poema Nuevo ser, nueva vida, aliento nuevo de Lope de Vega con fondo de libro

Clemente Zenea

En un álbum 2 (JCZ)

-- de Clemente Zenea --

Desde que yo salí de Cuba
dejé de ser trovador,
cerré mis libros de estudio,
sentí enmudecer mi voz
y reventarse las cuerdas
del arpa y del corazón.
Pero al hallarme contigo
en mi senda de dolor,
vienen al labio los versos
en suave improvisación,
porque causa tal prodigio
la cubana en Nueva-York.

¡Ay! llegaron una a una
las penas de la pasión,
los desengaños acerbos
de la amistad y el amor;
aparecieron más tarde
la calumnia y la traición
y envenenaron mis días
el uno del otro en pos!
Pero entre tantos afanes
mi alma triste suspiró,
y este suspiro lo obtuvo
la cubana en Nueva-York.

¿Qué viniste a hacer, hermosa,
bajo este pálido sol?
¿Podrás, exótica planta,
vivir en el septentrión,
sin el beso de las brisas
del trópico abrasador?
¡Oh! vuelve, vuelve a tus playas,
torna a tu bella región,
aquí a nosotros nos falta
claridad, vida y calor,
y perece entre las nieves
la cubana en Nueva-York.

Poema En un álbum 2 (JCZ) de Clemente Zenea con fondo de libro

Alberto Lista

Regalo a una nueva esposa

-- de Alberto Lista --

Esta que aun lleva la encarnada espina,
gloria de su vergel, purpúrea rosa,
y esta blanca azucena y olorosa
bañada de la lluvia matutina.

Un pastorcillo a tu beldad divina
ofrece, pobre don a nueva esposa;
y no mal te dispone, Lesbia hermosa,
cuando a adornar tu seno las destina.

Del virgíneo carmín la rosa llena
retrata tu candor, y en sus albores
tu casta fe la cándida azucena;

y ese mirto que enlaza las dos flores
en felices esposos la cadena
con que os ensalza el Dios de los amores.



León Felipe

drop a star

-- de León Felipe --

¿dónde está la estrella de los nacimientos?
la tierra, encabritada, se ha parado en el viento.
Y no ven los ojos de los marineros.
Aquel pez ¡seguidle!
se lleva, danzando,
la estrella polar.
El mundo es una slot-machine,
con una ranura en la frente del cielo,
sobre la cabecera del mar.
(Se ha parado la máquina,
se ha acabado la cuerda.)
El mundo es algo que funciona
como el piano mecánico de un bar.
(Se ha acabado la cuerda,
se ha parado la máquina...)
Marinero,
tú tienes una estrella en el bolsillo...
¡Drop a star!
enciende con tu mano la nueva música del mundo,
la canción marinera del mañana,
el himno venidero de los hombres...
¡Drop a star!
echa a andar otra vez este barco varado, marinero.
Tú tienes una estrella en el bolsillo....
Una estrella nueva de palacio, de fósforo y de imán.



Lope de Vega

La nueva juventud gramaticanda

-- de Lope de Vega --

La nueva juventud gramaticanda
(llena de solecismos y quillotro,
que del Parnaso mal impuestos potros
dice que Apolo en sus borrenes anda)

por escribir como la patria manda
(elementos los unos de los otros),
de la suerte se burlan de nosotros
que suelen de un católico en Holanda.

Vos, que los escribís limpios y tersos
en vuestra docta y cándida poesía,
de toda peregrina voz diversos,

decid (si lo sabéis) ¿qué valentía
puede tener, leyendo ajenos versos,
copiar de noche y murmurar de día?



Luis Lloréns Torres

parió la luna

-- de Luis Lloréns Torres --

Altamar del mar caribe.
Noche azul. Blanca goleta.
Una voz grita en la noche:

-¡marineros! ¡a cubierta!

es el aullido del lobo
capitán de la velera.
Aúlla porque ha parido
su novia la luna nueva.

Y todos yen el lucero
que en el azul va tras ella:
ven el corderito blanco
detrás de la blanca oveja.

El piloto de la nave,
que a la baranda se acerca,
al ver el mar, todo espuma,
canta con voz de poeta:

-en sus azules hamacas
mece el mar sus azucenas.
Y entredice el sobrecargo:

-es que las marinas yeguas
van al escape y sus crines
se vuelven sartas de perlas.

Y otra vez aúlla el lobo
capitán de la goleta:

-no son espumas de olas,
ni albas crines, ni azucenas:
es que en el mar cae la leche
del pecho que saca afuera,
porque ha parido un lucero,
mi novia la luna nueva.



Líber Falco

Canción por la España obrera

-- de Líber Falco --

Cruzados el alba nueva
son los obreros de España.
Cantando cruzan la Noche
Noche oscura y luna negra
(sotana y borrón de frailes).

Cantando cruzan la Historia.
Grito y gemido en el canto.
Que nunca parió una madre
sin el bautismo del llanto

Cruzados el alba nueva
son los obreros de España.
Cantando cruzan la Noche
Noche oscura y luna negra
(sotana y borrón de frailes).

En la Noche negra Noche:
los fusiles proletarios.
Cada fusil un candil
que empuja a la Noche afuera.

Oh! fusil de proletario.
Dos brazos de luz
te escoltan.
Y una luz alta en la frente
señala caminos claros.



Pablo Neruda

soneto xcv cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Quiénes se amaron como nosotros? busquemos
las antiguas cenizas del corazón quemado
y allí que caigan uno por uno nuestros besos
hasta que resucite la flor deshabitada.
Amemos el amor que consumió su fruto
y descendió a la tierra con rostro y poderío:
tú y yo somos la luz que continúa,
su inquebrantable espiga delicada.
Al amor sepultado por tanto tiempo frío,
por nieve y primavera, por olvido y otoño,
acerquemos la luz de una nueva manzana,
de la frescura abierta por una nueva herida,
como el amor antiguo que camina en silencio
por una eternidad de bocas enterradas.



Nicolás Guillén

mujer nueva

-- de Nicolás Guillén --

Con el círculo ecuatorial
ceñido a la cintura como a un pequeño mundo,
la negra, la mujer nueva,
avanza en su ligera bata de serpiente.
Coronada de palmas
como una diosa recién llegada,
ella trae la palabra inédita,
el anca fuerte,
la voz, el diente, la mañana y el salto.
Chorro de sangre joven
bajo un pedazo de piel fresca,
y el pie incansable
para la pista profunda del tambor.



Juan Ramón Jiménez

juego (el día y robert browning)

-- de Juan Ramón Jiménez --

(el día y robert browning)
el chamariz en el chopo
¿y qué más?
el chopo en el cielo azul
¿y qué más?
el cielo azul en el agua
¿y qué más?
el agua en la hojita nueva
¿y qué más?
la hojita nueva en la rosa
¿y qué más?
la rosa en mi corazón
¿y qué más?
¡mi corazón en el tuyo!



José Martí

rosilla nueva

-- de José Martí --

¡traidor! con qué arma de oro
me has cautivado?
pues yo tengo coraza
de hierro áspero.
Hiela el dolor: el pecho
trueca en peñasco.
Y así como la nieve,
del sol al blando
rayo, suelta el magnífico
manto plateado,
y salta el hilo alegre
al valle pálido,
y las rosillas nuevas
riega magnánimo;
así, guerrero fúlgido,
roto a tu paso,
humildoso y alegre
rueda el peñasco;
y cual lebrel sumiso
busca saltando
a la rosilla nueva
del valle pálido.



Carolina Coronado

la nueva infantil

-- de Carolina Coronado --

Emilio, ¿qué ha sucedido?
¿qué me tienes que decir?
¿qué ha pasado? ¿qué has oído?
¿dónde anduviste perdido?
¿cómo tardaste en venir?
¡nada tienes que contarme!
¡no tiene, emilio, tu boca
un tierno beso que darme!
¡emilio, quieres quitarme
ese beso que me toca!
¿que en tu boquita sencilla
busquen un mismo placer
dos almas te maravilla?
¿no van a la fuentecilla
dos pájaros a beber?
¿y dime qué más supiste?
¿tú le miraste muy fijo
y estaba, emilio, muy triste?
¿eso pasó? ¿y qué más dijo?
¿y tú que le respondiste?...
¿Tú también le acariciaste?
¡conque me amabas así!-
¿un abrazo? ¿y le besaste?
y luego en fin le dejaste
para contármelo a mí...
¡Deja que te sienta unido
por esa dichosa nueva
contra el pecho y comprimido,
y que los labios te beba
en el beso que te pido!



Abraham Valdelomar

L'enfant

-- de Abraham Valdelomar --

A Francis Jammes.

Sollozante y medroso, vuelve al fin a su nido,
llorando como un niño, mi pobre Corazón.
-¡Vienes lleno de sangre, Corazón! ¿Te han herido?
¿Qué ojos te hicieron daño, mi pobre Corazón?

Con una herida has vuelto cada vez que te has ido,
y dejaste tu nido, mi pobre Corazón.
Cobíjate en mi pecho. Yo solo te he querido.
Yo solo te comprendo, mi pobre Corazón.

¡Arrorró, pobrecito! Conmigo estás de nuevo.
Acuéstate en el pecho que adolorido llevo.
Te dormiré con una dulce y nueva canción.

¡Arrorró, pobrecito! Ven. No sigas llorando.
Besaré tus heridas, pero no llores... ¡Cuándo
dormirás para siempre, mi pobre Corazón!



Alberti

MADRIGAL AL BILLETE DE TRANVÍA

-- de Alberti --

Adonde el viento, impávido, subleva
torres de luz contra la sangre mía,
tú, billete, flor nueva,
cortada en los balcones del tranvía.

Huyes, directa, rectamente liso,
en tu pétalo un nombre y un encuentro
latentes, a ese centro
cerrado y por cortar del compromiso.

Y no arde en ti la rosa, ni en ti priva
el finado clavel, si la violeta
contemporánea, viva,
del libro que viaja en la chaqueta.



Alfonsina Storni

Crepúsculo

-- de Alfonsina Storni --

El mar inmóvil,
desprendido de sus mandíbulas,
exhala un alma nueva.

No tiene fondo,
buques hundidos,
almas, abrazadas
a sus algas.

Recién nacido,
la cara de Dios,
pálida,
lo mira.

Buques no lo escribieron.
Hombres no lo descifraron.
Peces no lo pudrieron.



Alfonsina Storni

Palabras a mi madre

-- de Alfonsina Storni --

No las grandes verdades yo te pregunto, que
No las contestarías; solamente investigo
Si, cuando me gestaste, fue la luna testigo,
Por los oscuros patios en flor, paseándose.

Y si, cuando en tu seno de fervores latinos
Yo escuchando dormía, un ronco mar sonoro
Te adormeció las noches, y miraste, en el oro
Del crepúsculo, hundirse los pájaros marinos.

Porque mi alma es toda fantástica, viajera,
Y la envuelve una nube de locura ligera
Cuando la luna nueva sube al cielo azulino.

Y gusta, si el mar abre sus fuertes pebeteros.
Arrullada en un claro cantar de marineros
Mirar las grandes aves que pasan sin destino.



Alfonsina Storni

Crepúsculo (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

El mar inmóvil,
desprendido de sus mandíbulas,
exhala un alma nueva.

No tiene fondo,
buques hundidos,
almas, abrazadas
a sus algas.

Recién nacido,
la cara de Dios,
pálida,
lo mira.

Buques no lo escribieron.
Hombres no lo descifraron.
Peces no lo pudrieron.



Alfonsina Storni

Y tú

-- de Alfonsina Storni --

Sí, yo me muevo, vivo, me equivoco;
Agua que corre y se entremezcla, siento
El vértigo feroz del movimiento:
Huelo las selvas, tierra nueva toco.

Sí, yo me muevo, voy buscando acaso
Soles, auroras, tempestad y olvido.
¿Qué haces allí misérrimo y pulido?
Eres la piedra a cuyo lado paso.



Alfonso Reyes

para un mordisco

-- de Alfonso Reyes --

Propio camaleón de otros cielos mejores,
a cada nueva aurora mudaba de colores.
Así es que prefiriera a su rubor primero
el tizne que el oficio deja en el carbonero.
Quiero decir (me explico): la mudanza fue tal,
que iba del rojo al negro lo mismo que stendhal.
Luego, un temblor de púrpura casi cardenalicio
(que viene a ser también el tizne de otro oficio)
se quebró en malva y oro con bandas boreales,
que ni el disco de newton exhibe otras iguales.
Es muy de juan ramón esto de malvas y oros,
o del traje de luces de un matador de toros.
Y no sé si atreverme, en cosa tan sencilla,
a decir que hubo una primavera amarilla ,
con unas vetas verdes, con unos jaspes grises
en olas circunflejas como en el mar de ulises.
¡Ulises yo, que apenas de caribdis a escila
de un vértice a un escollo saciaba la pupila!
porque como es efímero todo lo que es anhelo,
el color se evapora y otra vez sube al cielo,
y ya sabemos que poco a poco se va
aun la marca de fuego de la infidelidá.
Y se acabó la historia tal era la mordida
que lucía en el anca mi querida.



Alfonso Reyes

la señal funesta

-- de Alfonso Reyes --

i
si te dicen que voy envejeciendo
porque me da fatiga la lectura
o me cansa la pluma, o tengo hartura
de las filosofías que no entiendo;
si otro juzga que cobro el dividendo
del tesoro invertido, y asegura
que vivo de mi propia sinecura
y sólo de mis hábitos dependo,
cítalos a la nueva primavera
que ha de traer retoños, de manera
que a los frutos de ayer pongan olvido;
pero si sabes que cerré los ojos
al desafío de unos labios rojos,
entonces puedes darme por perdido.

Ii
sin olvidar un punto la paciencia
y la resignación del hortelano,
a cada hora doy la diligencia
que pide mi comercio cotidiano.
Como nunca sentí la diferencia
de lo que pierdo ni de lo que gano,
siembro sin flojedad ni vehemencia
en el surco trazado por mi mano.
Mientras llega la hora señalada,
el brote guardo, cuido del injerto,
el tallo alzo de la flor amada,
arranco la cizaña de mi huerto,
y cuando suelte el puño del azada
sin preguntarlo me daréis por muerto.



Reverso de la medalla antecedente

-- de Alfonso Verdugo Castilla --

Al fuerte patriarca la primera
Raquel a larga senectud redujo;
al victorioso Alfonso, torpe indujo
la segunda a manchar su gloria entera.

La mental, la canora, la tercera,
al grande Ulloa duros hados trujo.
¡Oh hermosura nociva, cuyo influjo
fatal aun en las copias persevera!

Mas ya de la beldad el hado infausto
vence un ímpetu sacro y soberano
que en nueva copia el nombre antiguo emplea.

Jacob descanse, Alfonso viva casto,
Ulloa se asegure; Altamirano
lo enmienda todo, haciendo a Raquel fea.



Lope de Vega

Águila, cuyo pico soberano

-- de Lope de Vega --

Águila, cuyo pico soberano
bañado en las corrientes celestiales
osó tocar los cándidos umbrales,
que apenas mira el pensamiento humano;

fénix, a quien el bárbaro tirano
pensó abrasar las alas inmortales,
de cuyo fuego a nueva vida sales,
la pluma de oro en la divina mano,

estima los afectos que recibes
del arte de imprimir, cuando resumas
la grandeza del Verbo, con que vives.

Pues de tu pluma han hecho tantas plumas,
que eternamente escriben lo que escribes,
y de tu suma innumerables sumas.



Lope de Vega

Al doctor Francisco de Quintana

-- de Lope de Vega --

Nacieron en Madrid el docto Herrera;
Velasco, Eclesiastés; Márquez, Cirilo;
Francisco Sánchez, que, fecundo Nilo,
inunda el coro de la sacra esfera;

Montero, luz en monte, primavera;
Soria, Basilio; y, en florido estilo,
Hortensio Fénix, que al eterno asilo
huyó los ojos de la invidia fiera.

Entre estas luces coronada sale,
Quintana, de esplendor tu nueva aurora,
porque si no los vence, los iguale.

Que ya tu ingenio que las cumbres dora,
y por el sol más encendido vale,
honra la patria y la virtud decora.



Lope de Vega

¿Quién es aquel Atleta esclarecido

-- de Lope de Vega --

¿Quién es aquel Atleta esclarecido,
que sale de la bélica palestra
con tres coronas en la mano diestra,
y el manto negro en púrpura teñido?
Si vence y triunfa, ¿cómo viene herido?
Si viene herido, ¿cómo el triunfo muestra?
Que es nueva imagen a la vista nuestra
laurel sangriento y vencedor vencido.
¡Oh solo peregrino de Verona!,
¿negras y blancas armas, sangre y palma
no muestran que es de Pedro la persona?
Si sangre, si laurel te tuvo en calma,
así reparten lo que Dios corona:
las heridas al cuerpo, el triunfo al alma.



Lope de Vega

Ya vengo con el voto y la cadena

-- de Lope de Vega --

Ya vengo con el voto y la cadena,
desengaño santísimo, a tu casa,
porque de la mayor coluna y basa
cuelgue de horror y de escarmiento llena.
Aquí la vela y la rompida entena
pondrá mi amor que el mar del mundo pasa,
y no con alma ingrata y mano escasa,
la nueva imagen de mi antigua pena.
Pero aguárdame un poco, desengaño;
que se me olvidan en la rota nave
ciertos papeles, prendas y despojos.
Mas no me aguardes, que serás engaño,
que si Lucinda a lo que vuelvo sabe,
tendráme un siglo con sus dulces ojos.



Lope de Vega

Era la alegre víspera del día

-- de Lope de Vega --

Era la alegre víspera del día
que la que sin igual nació en la tierra,
de la cárcel mortal y humana guerra,
para la patria celestial salía;

y era la edad en que más viva ardía
la nueva sangre que mi pecho encierra,
(cuando el consejo y la razón destierra
la vanidad que el apetito guía),

cuando Amor me enseñó la vez primera
de Luciana en su sol los ojos bellos
y me abrasó como si rayo fuera.

Dulce prisión y dulce arder por ellos;
sin duda que su fuego fue mi esfera,
que con verme morir descanso en ellos.



Góngora

De los que censuraron su Polifemo

-- de Góngora --

Pisó las calles de Madrid el fiero
monóculo galán de Galatea,
y cual suele tejer bárbara aldea
soga de gozques contra forastero,

rígido un bachiller, otro severo,
(crítica turba al fin, si no pigmea)
su diente afila y su veneno emplea
en el disforme cíclope cabrero.

A pesar del lucero de su frente,
le hacen oscuro, y él en dos razones,
que en dos truenos libró de su Occidente:

«Si quieren», respondió, «los pedantones
luz nueva en hemisferio diferente,
den su memorïal a mis calzones».



Góngora

Raya, dorado Sol, orna y colora

-- de Góngora --

Raya, dorado Sol, orna y colora
del alto monte la lozana cumbre,
sigue con agradable mansedumbre
el rojo paso de la blanca Aurora;

suelta las riendas a Favonio y Flora,
y usando al esparcir tu nueva lumbre
tu generoso oficio y real costumbre,
el mar argenta, las campañas dora,

para que de esta vega el campo raso
borde, saliendo Flérida, de flores;
mas si no hubiere de salir acaso,

ni el monte rayes, ornes ni colores,
ni sigas de la Aurora el rojo paso,
ni el mar argentes ni los campos dores.



Luis Lloréns Torres

carnaval

-- de Luis Lloréns Torres --

Bella ficción de reinas y de reyes...
Oh, carnaval, alegre carnaval,
que unces tus yuntas de mejores bueyes
y aras la carne en el vaivén del vals.

Arado quo revuelcas corazones,
en surcos de dolor y de placer,
y arrancas las raíces y tocones,
que dejaron las siembras del ayer.

Queda, desnuda, la cachonda era,
apta para la nueva primavera,
que vaticina el grito del amor.

Grito y clarín de la fecunda guerra
en que hasta las lombrices de la tierra
sueñan el sueño de la flor.



Luis Palés Matos

canciones de la vida media

-- de Luis Palés Matos --

Ahora vamos de nuevo a cantar alma mía;
a cantar sin palabras.
Desnúdate de imágenes y poda extensamente
tus viñas de hojarasca.

No adulteres el mosto que hierve en tus lagares
con esencias extrañas,
y así, te dará un vino sencillo pero puro,
porque es vino de casa.

Anda el viejo camino para que se te vea
la intención noble y clara,
y huye de las retóricas travesuras ingenuas
que inquietaron tu infancia.

Ya eres vieja, alma mía. Árbol que entra en la zona
de la vida mediada.
Como fruta madura te cuelga el sentimiento
de la rama más alta.

Rama de bella fronda que perfumó al canto,
ahora se ve pelada...
Para cuajar el fruto tuvieron que caerse
las hojas de la rama.

Así estás, alma mía, en tu grave hora nueva,
toda desnuda y blanca,
erguida hacia el silencio milenario y profundo
de la estrella lejana.



Líber Falco

Canto a Rafael Barrett

-- de Líber Falco --

¿Titilaban acaso las estrellas
y oír pudiste
sus melopeas de solitarias?

Campanero del posible ensueño.
Hermano nuestro.
Tú tocaste un Angelus
fraternal y rebelde.

Asucultando la noche
del Cosmos y del hombre,
con el badajo rojo de tu corazón
llamabas.

Era viril tu canto
y la tónica de tu canto era el Amor.

Hermano, es ya la hora de la gesta
que amamantó tu anhelo.
Tras el alba nueva
renacerá en el hombre su primer sonrisa.
Y no estarán tan solas las estrellas!



Manuel del Palacio

Al leer la sentencia de muerte

-- de Manuel del Palacio --

¿Y qué? Por mucho que la inicua saña
De la estúpida grey que nos desdora
Se atreva á discurrir, ¿podrá en mal hora
El crimen cometer, baldón de España?

Antes el mar que nuestras costas baña
Su sangre teñirá vil y traidora,
Antes el hierro que en su centro mora
Vomitará en puñales la montaña.

Víctimas pide el irritado cielo.
Mas no son las que el bando parricida
Prepara de su furia en el desvelo;

Cuando un pueblo se apresta á nueva vida
¿Sabéis qué sangre le reclama el suelo?...
¡Del déspota la sangre corrompida!



Manuel del Palacio

Al pueblo

-- de Manuel del Palacio --

Austríacos una vez, otra Borbones,
Amenguaron tu fama y tu riqueza,
Quedando sólo ya de tu grandeza
Rotos escombros, viejas tradiciones.

Hoy que ves el dosel hecho girones
y que una nueva edad para tí empieza,
No pongas dique al bien con tu pereza
Ni al mal presten ayuda tus pasiones.

Calma, prudencia, abnegación, mesura,
La senda te han de abrir por donde al cabo
Llegarás al Edén de la ventura:

Por noble y liberal hasta hoy te alabo;
No des mañana ciento en la herradura,
Ya que distes ayer una en el clavo.



Manuel del Palacio

Entre salvajes

-- de Manuel del Palacio --

En dos troncos de verde manzanillo
Tengo mi hamaca de cordel tendida,
Y por el aire de la mar mecida
Fresco lecho me dá grato y sencillo.

Más feliz que el cacique de Luquillo
En nada pienso y nada me intimida;
Hallo en el bosque sombra apetecida,
Dulce jugo en el plátano amarillo.

Absorta el alma, y sin hallar su centro,
Aquí cual nunca al Hacedor se eleva,
Pura satisfacción llevando dentro.

¡Gozo en un nuevo mundo vida nueva;
Y si no es el Edén donde me encuentro,
Es porque soy Adán, pero sin Eva!



Manuel del Palacio

Jerez y Rhin

-- de Manuel del Palacio --

Para curarme el esplín
los tomo más de una vez:
¡Rico vino es el Jerez!
¡Buena bebida es el Rhin!
Los dos, usados con calma,
dan, triunfando del dolor,
al cuerpo nuevo vigor,
nueva juventud al alma.
Y ambos, en igual porfía,
después de darnos solaz,
brindan al que duerme, paz,
y al que trabaja, alegría.
Hay quien con mala intención
ponerlos quisiera en guerra:
¿por qué? cada uno en su tierra
cumpla su grata misión.
Todo el que sabe beber
sabe también, cuando menos,
que mezclar dos vinos buenos
es echarlos a perder.
Y nunca olvidarse debe,
pues anda en libros escrito,
que es vino más exquisito
se enturbia cuando se mueve.
Queden, pues, quietos los dos,
y pasada la embriaguez,
bebamos Rhin y Jerez
en paz y en gracia de Dios.



Jorge Luis Borges

montevideo

-- de Jorge Luis Borges --

Resbalo por tu tarde como el cansancio por la piedad de un declive.
La noche nueva es como un ala sobre tus azoteas.
Eres el buenos aires que tuvimos, el que en los años se alejóquietamente.
Eres nuestra y fiestera, como la estrella que duplican las aguas.
Puerta falsa en el tiempo, tus calles miran al pasado más leve.
Claror de donde la mañana nos llega, sobre las dulces aguasturbias.
Antes de iluminar mi celosía tu bajo sol bienaventura tus quintas.
Ciudad que se oye como un verso.
Calles con luz de patio.



Jorge Riechmann

23

-- de Jorge Riechmann --

Para olga
en la espera de la vida nueva
el dios egipcio bes
tiene la barba hirsuta y las patas cortas
cola de león
greñas espeluznantes
y rápidas muecas torvas le alborotan la jeta.
Nadie lo tomaría por un dios
sino por un demonio muy poco frecuentable.
Y sin embargo bes
es el más amable de los dioses:
ayuda en los partos
promueve la belleza de las mujeres
protege a los durmientes
y siembra alegría por todas partes bailando y tocandomúsica.
En la fealdad suma de este benefactor sin tacha
veo la prueba suprema de su delicadeza de espíritu:
como verdadero artista que es
no ha querido ponernos las cosas demasiado fáciles.
A su lado el apolíneo violador apolo por poner un ejemplo
se revela ridículamente insensible para el matiz
y su grosera suficiencia asesina
sea en asuntos de canto o de mujeres
no corresponde a una persona discreta
sino a algún hampón de altos vuelos en un bar de alterne.
No adoraré nunca a bes
pero le daré la mano
y apenas se presente ocasión me iré de vinos con él
por alguna ciudad de calles fértiles.



Josefina Pla

el soneto de tu voz

-- de Josefina Pla --

Blanda en mi entraña, como tibia lluvia,
beso aplastado corazón a vena;
tiembla en mis ojos, como sol en río
tañe en mis pulsos dolorida plata.

Pincel que te dibuja estremecida
rama en el agua azul de mis anhelos
pasa por mí, y se lleva mi dulzura
como un rayo de luz que fuese abeja.

Ave a quien le nací con viento y nido,
su ala sabe el curso de mi arroyo,
y en el ángulo agudo de su vuelo

-punta de corazón hiriendo en flecha-
una gota de sangre nueva siempre
recarmina las rosas del deseo.

1939



César Vallejo

en el momento en que el tenista lanza magistralmente

-- de César Vallejo --

En el momento en que el tenista lanza magistralmente
su bala, le posee una inocencia totalmente animal;
en el momento
en que el filósofo sorprende una nueva verdad
es una bestia completa.
Anatole france afirmaba
que el sentimiento religioso
es la función de un órgano especial del cuerpo humano
hasta ahora ignorado y se podría
decir también, entonces
que, en el momento exacto en que un tal órgano
funciona plenamente,
tan puro de malicia está el creyente,
que se diría casi un vegetal.
¡Oh alma! ¡oh pensamiento! ¡oh marx! ¡ohfeüerbach!



César Vallejo

nervazón de angustia

-- de César Vallejo --

Nervazón de angustia
dulce hebrea, desclava mi tránsito de arcilla;
desclava mi tensión nerviosa y mi dolor...
Desclava, amada eterna, mi largo afán y los
dos clavos de mis alas y el clavo de mi amor!
regreso del desierto donde he caído mucho;
retira la cicuta y obséquiame tus vinos!:
espanta con un llanto de amor a mis sicarios,
cuyos gestos son férreas fieras de longinos!
desclávame mis clavos, oh nueva madre ,mía,
sinfonía de olivos, escancia tu llorar!
y has de esperar, sentada junto a mi carne muerta,
cuál cede la amenaza, y la alondra se va!
pasas..., Vuelves... Tus lutos trenzan mi gran cilicio
con gotas de curare, filos de humanidad,
la dignidad roquera que hay en tu castidad,
y el judithesco azogue de tu miel interior.
Son las ocho de la mañana de un crema brujo...
Hay frío... Un perro pasa royendo el hueso de otro
perro que fue... Y empieza a llorar en mis nervios
un fósforo que en cápsulas de silencio apaguél
y en mi alma hereje canta su dulce fiesta asiática
un dionisiaco hastío de café...!



César Vallejo

Nervazon de angustia

-- de César Vallejo --

Dulce hebrea, desclava mi tránsito de arcilla;
desclava mi tensión nerviosa y mi dolor....
Desclava, amada eterna, mi largo afán y los
dos clavos de mis alas y el clavo de mi amor!

Regreso del desierto donde he caído mucho;
retira la cicuta y obséquiame tus vinos:
espanta con un llanto de amor a mis sicarios,
cuyos gestos son férreas cegueras de Longinos!

Desclávame mis clavos ¡oh nueva madre mía!
¡Sinfonía de olivios, escancia tu llorar!
Y has de esperar, sentada junto a mi carne muerta,
cuál cede la amenaza, y la alondra se va!

Pasas... Vuelves... Tus lutos trenzan mi gran cilicio
con gotas de curare, filos de humanidad,
la dignidad roquera que hay en tu castidad,
y el judithesco azogue de tu miel interior.

Son las ocho de una mañana en crema brujo....
Hay frío....Un perro pasa royendo el hueso de otro
perro que fue....Y empieza a llorar en mis nervios
un fósforo que en cápsulas de silencio apagué!

Y en mi alma hereje canta su dulce fiesta asiática
un dionisiaco hastío de café....!



Delmira Agustini

Elegías dulces

-- de Delmira Agustini --

Hoy desde el gran camino, bajo el sol claro y fuerte,
muda como una lágrima he mirado hacia atrás.
Y tu voz, de mi lejos, con un olor de muerte,
vino a aullarme al oído un triste «¡Nunca más!»

Tan triste, que he llorado hasta quedar inerte...
¡Yo sé que estás tan lejos que nunca volverás!
No hay lágrimas que laven los besos de la Muerte...
Almas, hermanas mías, nunca miréis atrás!

Los pasados se cierran como los ataúdes;
al otoño las hojas en dorados aludes
ruedan... Y arde en los troncos la nueva floración...

Las noches son caminos negros de las auroras...
Oyendo deshojarse tristemente las horas
dulces, hablemos de otras flores al corazón.



Dulce María Loynaz

revelación

-- de Dulce María Loynaz --

¿ves?: tengo sangre
en las venas...
En estas venas
verdes, frágiles
que se enredan
como ríos de mapa entre la carne.

Tengo sangre
fresca,
-¡viva!-en las venas...
¡Tengo esta
sangre que me late
en las sienes, que arde
por bajo de mi quieta
palabra y me la llena
de luz y me la quema
sin decir!.., Tengo sangre: ¿no lo sabes?

tengo una nueva
y vieja
sangre
que no espera
más, que se hace
una sola
ola
gigante,
¡una ola suspensa
que se abre!...

¿Ves?: la tengo; esta aquí... ¿No lo sabías?

¡no lo sabía yo, y era mi sangre!...



Dulce María Loynaz

la hormiga

-- de Dulce María Loynaz --

La miel guardé y se me agrió la miel:
-mariposa con sed junto a mis rosas...-

Guardé la luz y se extinguió en lo obscuro:
-noche la de tu amor... ¡Y sin auroras...! -

Guarde el beso... Y el beso se hizo estrella,
dulzura muerta, claridad remota
y fría... -Tú en la tierra; yo en la tierra...
La tierra dura que se pega... -Ahora
guardo la estrella y me pregunto a veces
qué nueva frialdad será en la hora
de mañana, qué sal aun no probada,
¡qué sombra todavía entre mi sombra!...



Emilio Bobadilla

Milicias anónimas

-- de Emilio Bobadilla --

Anónimos soldados que moristeis
por odios y ambiciones batallando
y del hogar de súbito salisteis
vuestra familia en la orfandad dejando.

Del arma blanca al punjitivo ataque
sucumbisteis, cual corta las espigas
la hoz sin que la heroica muerte achaque
fuese a aplacar las furias enemigas.

¿Qué galardón la patria daros pudo
por vuestro arrojo, anónimas milicias,
en el combate horrísono y sañudo?

¿Qué fuisteis sino abono —esa es la guerra—,
abono de dolores e injusticias,
que nueva savia dieron a la tierra?



Enrique Lihn

cementerio de punta arenas

-- de Enrique Lihn --

Ni aun la muerte pudo igualar a estos hombres
que dan su nombre en lápidas distintas
o lo gritan al viento del sol que se los borra:
otro poco de polvo para una nueva ráfaga.
Reina aquí, junto al mar que iguala al mármol,
entre esta doble fila de obsequiosos cipreses
la paz, pero una paz que lucha por trizarse,
romper en mil pedazos los pergaminos fúnebres
para asomar la cara de una antigua soberbia
y reírse del polvo.
Por construirse estaba esta ciudad cuando alzaron
sus hijos primogénitos otra ciudad desierta
y uno a uno ocuparon, a fondo, su lugar
como si aún pudieran disputárselo.
Cada uno en lo suyo para siempre, esperando,
tendidos los manteles, a sus hijos y nietos.



Pablo Neruda

soneto x cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Soneto x
suave es la bella como si música y madera,
ágata, telas, trigo, duraznos transparentes,
hubieran erigido la fugitiva estatua.
Hacia la ola dirige su contraria frescura.
El mar moja bruñidos pies copiados
a la forma recién trabajada en la arena
y es ahora su fuego femenino de rosa
una sola burbuja que el sol y el mar combaten.
Ay, que nada te toque sino la sal del frío!
que ni el amor destruya la primavera intacta.
Hermosa, reverbero de la indeleble espuma,
deja que tus caderas impongan en el agua
una medida nueva de cisne o de nenúfar
y navegue tu estatua por el cristal eterno.



Pablo Neruda

soneto lxxxii cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Amor mío, al cerrar esta puerta nocturna
te pido, amor, un viaje por oscuro recinto:
cierra tus sueños, entra con tu cielo en mis ojos,
extiéndete en mi sangre como en un ancho río.
Adiós, adiós, cruel claridad que fue cayendo
en el saco de cada día del pasado,
adiós a cada rayo de reloj o naranja,
salud oh sombra, intermitente compañera!
en esta nave o agua o muerte o nueva vida,
una vez más unidos, dormidos, resurrectos,
somos el matrimonio de la noche en la sangre.
No sé quién vive o muere, quién reposa o despierta,
pero es tu corazón el que reparte
en mi pecho los dones de la aurora.



Pablo Neruda

en ti la tierra

-- de Pablo Neruda --

Pequeña
rosa,
rosa pequeña,
a veces,
diminuta y desnuda,
parece que en una mano mía
cabes,
que así voy a cerrarte
y a llevarte a mi boca,
pero
de pronto
mis pies tocan tus pies y mi boca tus labios,
has crecido,
suben tus hombros como dos colinas,
tus pechos se pasean por mi pecho,
mi brazo alcanza apenas a rodear la delgada
línea de luna nueva que tiene tu cintura:
en el amor como agua de mar te has desatado:
mido apenas los ojos más extensos del cielo
y me inclino a tu boca para besar la tierra.



Pablo Neruda

8 de septiembre

-- de Pablo Neruda --

Hoy, este día fue una copa plena,
hoy, este día fue la inmensa ola,
hoy, fue toda la tierra.
Hoy el mar tempestuoso
nos levantó en un beso
tan alto que temblamos
a la luz de un relámpago
y, atados, descendimos
a sumergirnos sin desenlazamos.
Hoy nuestros cuerpos se hicieron extensos,
crecieron hasta el límite del mundo
y rodaron fundiéndose
en una sola gota
de cera o meteoro.
Entre tú y yo se abrió una nueva puerta
y alguien, sin rostro aún,
allí nos esperaba.



Pedro Antonio de Alarcón

La campana de agonía

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

¡La una!... ¡Paz a ti! -Todo reposa,
La noche aduerme al mundo... Mas yo velo,
dando en los libros a mi loco anhelo
pábulo ardiente y expansión briosa.

La voz de una campana pavorosa
cruza los aires con remoto vuelo...
Adiós de un alma que se eleva al cielo:
aye de un cuerpo que se hundió en la fosa.

Feliz mortal, que huyes de esta vida,
¿quién eres? ¿quién has sido? ¿qué has hallado
en el mundo que dejas? Tu partida,

¿a qué nueva región te ha encaminado?
¿Sombras o luz? ¿Comprendes algo ahora?
¡Ah! ¡Dime tú lo que este libro ignora!



Pedro Salinas

versos 1449 a 1470

-- de Pedro Salinas --

Versos 1449 a 1470
perdóname por ir así buscándote
tan torpemente, dentro
de ti.
Perdóname el dolor, alguna vez.
Es que quiero sacar
de ti tu mejor tú.
Ése que no te viste y que yo veo,
nadador por tu fondo, preciosísimo.
Y cogerlo
y tenerlo yo en alto como tiene
el árbol la luz última
que le ha encontrado al sol.
Y entonces tú
en su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él
subida sobre ti, como te quiero,
tocando ya tan sólo a tu pasado
con las puntas rosadas de tus pies,
en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma.
Y que a mi amor entonces, le conteste
la nueva criatura que tú eras.



Pedro Salinas

versos 1237 a 1265

-- de Pedro Salinas --

Versos 1237 a 1265
lo que eres
me distrae de lo que dices.
Lanzas palabras veloces,
empavesadas de risas,
invitándome
a ir adonde ellas me lleven.
No te atiendo, no las sigo:
estoy mirando
los labios donde nacieron.
Miras de pronto a los lejos.
Clavas la mirada allí,
no sé en qué, y se te dispara
a buscarlo ya tu alma
afilada, de saeta.
Yo no miro adonde miras:
yo te estoy viendo mirar.
Y cuando deseas algo
no pienso en lo que tú quieres,
ni lo envidio: es lo de menos.
Lo quieres hoy, lo deseas;
mañana lo olvidarás
por una querencia nueva.
No. Te espero más allá
de los fines y los términos.
En lo que no ha de pasar
me quedo, en el puro acto
de tu deseo, queriéndote.
Y no quiero ya otra cosa
más que verte a ti querer.



Rafael María Arízaga

Brasilia

-- de Rafael María Arízaga --

I

A la lumbre amorosa del Crucero,
fulgente en gemas de riqueza ignota,
una tarde estival, en la derrota
se cruzó de feliz aventurero.

A admirar su belleza el mundo entero
de sus hijos le envió múltiple flota,
y en sus venas vertió gota por gota
sangre de nueva estirpe: el brasilero.

De Iberia conoció los campeadores,
de Albión los libres y severos lores,
de la Galia gentil, la inmortal gesta;

y, madre ya de Ledos y de Andrades,
heroína de sus propias libertades,
¡alzó ante el Orbe la laureada testa!

II

La señora del Austro, soberana,
que en magno imperio dilatarse pudo,
no asió la lanza ni embrazó el escudo,
como soberbia Juno americana.

Soñó con la república romana
de la gloriosa edad; y en verbo agudo
execró de la fuerza el cetro rudo,
baldón eterno de la historia humana.

El mundo de los Arios, desde el Orto,
la miró entonces, en su nobleza absorto,
y en honor a sus ínclitas acciones.

De sus Sorbonas le franqueó la entrada
y la hizo presidir, de mirto orlada,
en la gran Sociedad de las Naciones.



Rafael María Baralt

A la Santa Cruz (3)

-- de Rafael María Baralt --

Alto Portento del amor divino
tus oprobios, ¡oh Cruz!, torna en blasones
y el suplicio de esclavos y ladrones
de Dios a la mansión abre el camino.

Lábaro fuiste al magno Constantino
y por ti victoriosas sus legiones
anunciaron a pueblos y a naciones
nueva luz, nuevo altar, nuevo destino.

Entre cielo y tierra lazo fuerte,
del orbe antorcha, de la historia guía
en quien eterna la verdad reposa;

cuando vive y respira vendrá a muerte;
Tú con Jesús en el postrero día
asistirás triunfante y gloriosa.



José Tomás de Cuellar

Reflejos

-- de José Tomás de Cuellar --

MIS versos un suspiro
Te arrancaron del pecho
No sabes si de dicha
Ó de dolor; pero á tu triste y yerto
Corazón otra vida
Nueva y feliz abrieron,
¿Cómo callar pudieras
Al resonar de mis amantes versos,
Si ellos son los efluvios
De la pasión que siento,
Si son ¡oh vida mía!
Del alma los purísimos reflejos.



José Ángel Buesa

lluvia final

-- de José Ángel Buesa --

Mañana será nunca para todos los días.
Y lloverá en un sueño, sin lluvia y sin soñar.
Y yo iré alguna noche por las calles vacías
mientras tú vas con otro por la orilla del mar.
Ya casi estás ausente. Qué importa este momento,
aunque llueve en la tarde, para ti y para mí;
porque las hojas secas que se van en el viento
nos dicen que hay amores que se fueron así...
Mañana estaré solo. Dios no querrá que llueva,
porque estaré más solo si llueve y tú noestás.
Después, serás el nudo de una corbata nueva,
o una esquina de menos, o una cana de más.
Así será. Qué importa si lo callo o lo digo.
Pero cuando no llueva, lloverá en mi canción.
Y al pensar que mañana ya no estarás conmigo,
van cayendo hojas secas sobre mi corazón...



José Ángel Buesa

tercer poema de la despedida

-- de José Ángel Buesa --

Llamarada de ayer, ceniza ahora,
ya todo será en vano,
como fijar el tiempo en una hora
o retener el agua en una mano.
Ah, pobre amor tardío,
es tu sombra no más lo que regresa,
porque si el vaso se quedó vacío
nada importa que esté sobre la mesa.
Pero quizás mañana,
como este gran olvido es tan pequeño,
pensaré en ti, cerrando una ventana,
abriendo un libro o recordando un sueño...
Tu amor ya está en mi olvido,
pues, como un árbol en la primavera,
si florece después de haber caído,
no retoña después de ser hoguera;
pero el alma vacía
se complace evocando horas felices,
porque el árbol da sombra todavía,
después que se han secado sus raíces;
y una ternura nueva
me irá naciendo, como el pan del trigo:
pensar en ti una tarde, cuando llueva,
o hacer un gesto que aprendí contigo.
Y un día indiferente,
ya en olvido total sobre mi vida,
recordaré tus ojos de repente,
viendo pasar a una desconocida...



Juan Boscán

Soy como aquel que vive en el desierto

-- de Juan Boscán --

SONETO CXI

Soy como aquel que vive en el desierto,
del mundo y de sus cosas olvidado,
y a descuido veis donde le ha llegado
un gran amigo, al cual tuvo por muerto.

Teme luego de un caso tan incierto;
pero, después que bien se ha asegurado,
comienza a holgar pensando en lo pasado,
con nuevos sentimientos muy despierto.

Mas cuando ya este amigo se le parte,
al cual partirse presto le conviene,
la soledad empieza a selle nueva;

con las yerbas del monte no se aviene,
para el yermo le falta toda el arte,
y tiembla cada vez que entra en su cueva.



Juan de Arguijo

Horacio Cocles

-- de Juan de Arguijo --

Con prodigioso ejemplo de osadía
Un hombre miro en la romana puente
Resistir solo de la etrusca gente
El grueso campo que pasar porfia.

Ni la enemiga fuerza le desvia,
Ni de su vida el cierto fin presente;
Que su valor dejar no lo consiente
La difícil empresa en que insistía.

Oigo del roto puente el son fragoso
Cuando al Tibre el varon se precipita
Armado, y sale de él con nueva gloria;

Y al mismo punto escucho del gozoso
Pueblo las voces, que aclamando grita:
«¡Viva Horacio; de Horacio es la vitoria!»



Fray Luis de León

Al salir de la prisión

-- de Fray Luis de León --

De nuevo, ¡oh Salamanca!
estoy aquí , de la prisión salido.
La frente toda blanca,
el cuerpo envejecido.
¡Si las canas me hiciese más temido!
Sosegado ya un tanto
vuelvo a emprender la vía abandonada
sin rencor ni quebranto.
¿Fe y vida está salvada?
¡Pues todo no ha quedado en la estacada!
Mañana hacia la ciencia
seguiré sin sentir recelo alguno
ni cargo de conciencia.
¡Dulce oficio oportuno
que enseñar y aprender es todo uno!
Pero es camino largo
que hay que seguir tenaz con firme anhelo.
A veces, cierto, amargo
hasta romper el hielo;
más grato cuanto más lejos del suelo.
¡Dulce camino loco!
¡Empresa más feliz cuanto más nueva!
Que si es cierto que el poco
saber nos pone a prueba,
el mucho, si se alcanza, a Dios nos lleva.



Garcilaso de la Vega

SONETO XIX

-- de Garcilaso de la Vega --

Julio, después que me partí llorando
de quien jamás mi pensamiento parte,
y dejé de mi alma aquella parte
que al cuerpo vida y fuerza estaba dando,

de mi bien a mí mismo voy tomando
estrecha cuenta, y siento de tal arte
faltarme todo el bien, que temo en parte
que ha de faltarme el aire sospirando;

y con este temor mi lengua prueba
a razonar con vos, oh dulce amigo,
del amarga memoria de aquel día

en que yo comencé como testigo
a poder dar, del alma vuestra, nueva
y a saberla de vos del alma mía.



Garcilaso de la Vega

SONETO XXVI

-- de Garcilaso de la Vega --

Echado está por tierra el fundamento
que mi vivir cansado sostenía.
¡Oh cuánto bien se acaba en solo un día!
¡Oh cuántas esperanzas lleva el viento!

¡Oh cuán ocioso está mi pensamiento
cuando se ocupa en bien de cosa mía!
A mi esperanza, así como a baldía,
mil veces la castiga mi tormento.

Las más veces me entrego, otras resisto
con tal furor, con una fuerza nueva,
que un monte puesto encima rompería.

Aquéste es el deseo que me lleva,
a que desee tornar a ver un día
a quien fuera mejor nunca haber visto.



Garcilaso de la Vega

Echado está por tierra el fundamento

-- de Garcilaso de la Vega --

Echado está por tierra el fundamento
que mi vivir cansado sostenía.
¡Oh cuánto bien se acaba en solo un día!
¡Oh cuántas esperanzas lleva el viento!

¡Oh cuán ocioso está mi pensamiento
cuando se ocupa en bien de cosa mía!
A mi esperanza, así como a baldía,
mil veces la castiga mi tormento.

Las más veces me entrego, otras resisto
con tal furor, con una fuerza nueva,
que un monte puesto encima rompería.

Aqueste es el deseo que me lleva,
a que desee tornar a ver un día
a quien fuera mejor nunca haber visto.



Garcilaso de la Vega

Julio, después que me partí llorando

-- de Garcilaso de la Vega --

Julio, después que me partí llorando
de quien jamás mi pensamiento parte,
y dejé de mi alma aquella parte
que al cuerpo vida y fuerza estaba dando,

de mi bien a mí mismo voy tomando
estrecha cuenta, y siento de tal arte
faltarme todo el bien, que temo en parte
que ha de faltarme el aire sospirando;

y con este temor mi lengua prueba
a razonar con vos, oh dulce amigo,
del amarga memoria de aquel día

en que yo comencé como testigo
a poder dar, del alma vuestra, nueva
y a saberla de vos del alma mía.



Gerardo Diego

un día y otro día y otro día.

-- de Gerardo Diego --

no verte.
Poderte ver, saber que andas tan cerca,
que es probable el milagro de la suerte.
No verte.
Y el corazón y el cálculo y la brújula,
fracasando los tres. No hay quien te acierte.
No verte.
Miércoles, jueves, viernes, no encontrarte,
no respirar, no ser, no merecerte.
No verte.
Desesperadamente amar, amarte
y volver a nacer para quererte.
No verte.
Sí, nacer cada día. Todo es nuevo.
Nueva eres tú, mi vida, tú, mi muerte.
No verte.
Andar a tientas (y era mediodía)
con temor infinito de romperte.
No verte.
Oír tu voz, oler tu aroma, sueños,
ay, espejismos que el desierto invierte.
No verte.
Pensar que tú me huyes, me deseas,
querrías encontrarte en mí, perderte.
No verte.
Dos barcos en la mar, ciegas las velas.
¿Se besarán mañana sus estelas?



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xxxiv

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Cruza callada y son sus movimientos
silenciosa armonía;
suenan sus pasos, y al sonar recuerdan
del himno alado la cadencia rítmica.
Los entreabre, aquellos ojos
tan claros como el día,
y la tierra y el cielo, cuando abarcan,
arden con nueva luz en sus pupilas.
Ríe, y su carcajada tiene notas
del agua fugitiva;
llora, y es cada lágrima un poema
de ternura infinita.
Ella tiene la luz, tiene el perfume,
el color y la línea,
la forma, engendradora de deseos,
la expresión, fuente eterna de poesía.
¿Que es estúpida?... ¡Bah!, mientras, callando
guarde obscuro el enigma,
siempre valdrá, a mi ver, lo que ella calla
más que lo que cualquiera otra me lo diga.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xcii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Tu aliento es el aliento de las flores,
tu voz es de los cisnes la armonía;
es tu mirada el esplendor del día,
y el color de la rosa es tu color.
Tú prestas nueva vida y esperanza
a un corazón para el amor ya muerto:
tú creces de mi vida en el desierto
como crece en un páramo la flor.



Gutierre de Cetina

bastar debiera, ¡ay, dios!, bastar debiera

-- de Gutierre de Cetina --

Señora, el ser cruel, áspera y dura,
sin que por adornar la hermosura
que al mundo es hoy un sol, tal nombre os diera.
Bastar debiera, ¡ay, dios!, mostraros fiera
siempre a la obstinación de mi locura,
sin que por el color mi desventura
de nueva crueldad temor tuviera.
Si queréis que a entender me dé el vestido
cuál es la condición esquiva y dura,
volverlo del revés y será cierto:
lo encarnado cruel quede escondido,
mostrad lo blanco que es limpieza pura;
será el engaño así más encubierto.



Gutierre de Cetina

ved si el amor, señora, es cauteloso

-- de Gutierre de Cetina --

Ved qué desigualdad guarda en sus fueros,
que mi daño mayor nace de veros
y de no os ver un mal más peligroso.
Mirándoos, siento el alma en un rabioso
deseo que jamás puedo moveros;
no viéndoos aquella ansia de quereros
me hace el desear más trabajoso;
no viéndoos, se enflaquece el sufrimiento;
en viéndoos, me desmayo y acobardo
y a los pies del dolor queda el sentido.
Ved, pues, si es nueva suerte de tormento:
que el peligro mayor de que me guardo
es el bien que con más congoja pido.



Gutierre de Cetina

a doña magina siguriosa

-- de Gutierre de Cetina --

Vuestro nombre, señora, que asigura
cuanto vuestra beldad hace dudoso,
demás de aquel mirar dulce y piadoso
han sido la ocasión de mi tristura.
Temía, y con razón, esta aventura,
puesto que fue el principio venturoso;
no era por mi parte temeroso,
mas de parte de vuestra hermosura.
El alma, en el tormento ejercitada,
de nueva sujeción quería librarse,
del antiguo error escarmentada.
Pero ¿cómo podía decir salvarse
quien tanto del primero mal se agrada
y no quiere de vos saber guardarse?



Gutierre de Cetina

a la marquesa del vasto

-- de Gutierre de Cetina --

Cual en la deseada primavera
suelen venir a nos favonio y flora,
cual se suele mostrar la bella aurora
ante el rector de la celeste esfera,
cual en aquella dulce edad primera
diana en selva se mostró a deshora,
tal vos, excelentísima señora,
parecéis a este pueblo que os espera.
Alégrate hora, pues, liguria mía,
que si grande ocasión para gozarte
deseabas hallar, hoy es el día.
Si de dolor te queda alguna parte,
sea por no haber visto en compañía
de la nueva diana el nuevo marte.



Gutierre de Cetina

sigue su curso el sol ya destinado

-- de Gutierre de Cetina --

Y de su hacedor tal orden lleva
que ni por ir más alto o bajo mueva,
ni se aparte ni deje el hilo usado.
Podrá la oscuridad de algún nublado,
noche, luna o eclipse, o cosa nueva,
hacer que no dé luz, no que remueva
el paso del camino acostumbrado.
Así sigue, señora, el alma mía
el camino que amor quiso hacerme,
dando a mi voluntad fuerza el destino.
Bien podéis vos turbar mi fantasía,
privarme de la luz y escurescerme,
mas no apartarme ya de este camino.



Gutierre de Cetina

al príncipe de ascoli III

-- de Gutierre de Cetina --

Pastor, ¿cuál ocasión, cuál cosa extraña,
qué infortunio cruel, cuál fiero hado,
te trujo a apacentar nuevo ganado
tan lejos de tu bien, a esta montaña?
la nueva novedad de tal hazaña
me ha tenido confuso y alterado,
sabiendo que no estás sin el cuidado
que solías tener allá en españa.
Mira bien cómo vas por esta tierra;
si tienes libertad mira por ella,
que las ninfas de acá son cautelosas.
Por tal beldad, pastor, podrás perdella,
que te dará mil muestras amorosas
y haráte después bárbara guerra.



Gutierre de Cetina

mientras las tiernas alas, pequeñuelo

-- de Gutierre de Cetina --

Mi nuevo desear firmes hacía,
mientra de mí alejarse no podía,
por ser nueva la pluma, a mayor vuelo,
obediente me estaba, y al señuelo,
a la primera voz, luego acudía,
ni de volar tan alto presumía,
que con los pies no fuese por el suelo.
Hasta que con el tiempo ya crecida
la pluma, por su mal, de puro ufano,
sacándolo a volar mi mala suerte,
le lanzó a una esperanza tan perdida
que ni el deseo vuelve ya la mano,
ni parará hasta hallar la muerte.



Gutierre de Cetina

dórida, hermosísima pastora

-- de Gutierre de Cetina --

Cortés, sabia, gentil, blanda y piadosa,
¿cuál suerte desigual, fiera, rabiosa,
pone a mi libertad nueva señora?
el corazón que te ama y que te adora,
¿quién lo puede forzar que ame otra cosa?
¿amarílida es más sabia o hermosa
que tú? no sé. Contempla esta alma ahora.
¿Fue jamás de amarílida tratado
tan bien como de ti, tan sin fiereza?
¿no me acordabas tú si yo te amaba?
pues sin mudarme yo, ¿quién me ha mudado?
respondió el eco: «yo, que en tanta alteza
mucho tiempo tan dulce ser duraba».



Gutierre de Cetina

pues dio fin de fetonte su osadía

-- de Gutierre de Cetina --

Siendo vana gloria el interese,
y no dejó soberbia que emprendiese
a júpiter echar de do vivía,
no os debe de espantar mi fantasía,
señora, pues amor quiso que fuese
el más subido ejemplo que se oyese
que un corazón humano emprendería.
Y así se va ordenando nueva pena
que a todas las pasadas dará olvido
que bien sé yo que no me iré alabando.
Consuélame ser vos la que lo ordena;
licencia de quejarme no la pido,
y arríscaseme el alma suspirando.



Gutierre de Cetina

si tantas partes hay por vuestra parte

-- de Gutierre de Cetina --

Para que os ame y que por vos sospire,
¿cómo queréis, mi bien, que me retire
de tal empresa y que de amar me aparte?
si el cielo en sola vos muestra y reparte
tal gracia y tal beldad que el mundo admire,
¿cómo queréis, mi bien, que el alma aspire
a nueva hermosura o con cuál arte?
si son nieve, oro, perlas y corales
los cabellos, la boca, el cuello, el pecho,
¿cómo queréis, mi bien, que no me encienda?
si vuestros modos más que naturales
me tienen tan vencido y tan estrecho,
¿cómo queréis, mi bien, que me defienda?



Gutierre de Cetina

sabe dios sin saber de vos deseo

-- de Gutierre de Cetina --

Y témolo saber más que la muerte:
ved, señora, cuál es mi mala suerte,
de qué contrarios tormentar me veo.
De no saber de vos tan mal poseo
que en fiera rabia el desear convierte;
y por no saber nueva en que no acierte,
el triste desear huyo y rodeo.
Así el que ve la nave irse abrasando,
estando dentro en ella en la batalla,
modo para salvarse anda buscando;
mas doquiera que va su muerte halla:
el enemigo, el contrastar nadando;
y en la nave ella viene sin buscalla.



Gutierre de Cetina

amor me tira y casi a vuelo lleva

-- de Gutierre de Cetina --

Por do mi presunción hizo la vía;
tan alta va mi loca fantasía
que las nubes pasar volando prueba.
No espero ya que el fin de ícaro mueva
la dura obstinación de mi porfía,
pues veo que el ardor que la desvía
el mismo la rehace y la renueva.
Está el alma una nueva fénix hecha
y en fuego de dolor que ha fabricado
se consume y renace cada hora.
Quiérelo así el amor, y es ley derecha
que siendo fénix vos, fuese forzado
fénix la mísera alma que os adora.



Gutierre de Cetina

si tras de tanto mal me está guardado

-- de Gutierre de Cetina --

Algún bien, de que estoy tan fuera agora,
aún espero por vos cantar, señora,
con estilo más alto que he llorado.
Entonces será el bien más estimado
por no haber del jamás sabido un hora,
cual madre que por muerto el hijo llora
se alegra en verlo vivo así tornado.
Entonces contaré de la tormenta,
seguro de zozobras en el puerto,
y placeráme la pasada afrenta.
Desterraré el dolor que sin concierto
me suele fatigar, do nunca sienta
nueva, ni sepa del si es vivo o muerto.



Gutierre de Cetina

a don jerónimo de la cerda sobre un retrato

-- de Gutierre de Cetina --

Si por prueba mayor de su victoria
mostrando va perseo la peligrosa
cabeza de medusa, y por tal cosa
fue consagrado a la inmortal memoria,
¡cuánto sois digno vos de mayor gloria,
que otra nueva medusa y más hermosa
os ha vencido, y cuanto más honrosa
que fue su vencimiento, es vuestra historia!
estad, señor, con tal retrato ufano;
que si perseo lo viese, él trocaría
en vos su vencimiento y sus loores.
Pero no lo mostréis tan a la mano,
que si aquella mató mientras vivía,
la sombra de esta matará de amores.



Gutierre de Cetina

de aquella voluntad que a mi tormento

-- de Gutierre de Cetina --

Pudo entregarme así, tan de su grado,
no puedo en nada ya ser ayudado,
ni en mi favor ni como mía la siento.
Perdió razón su acostumbrado asiento,
que el nuevo mal nueva razón me ha dado;
y en tanta confusión solo ha quedado
por verdugo del alma el pensamiento.
Tampoco me quedó libre el deseo,
que entre vida y morir busca y no acierta
de cuál se agrada más, cuál me conviene.
Pensad cuál debo estar, ved cuál me veo,
que el morir, por entrar, corre a la puerta,
y el vivir, por salir, se lo detiene.



Gutierre de Cetina

no miréis más, señora

-- de Gutierre de Cetina --

Con tan grande atención esa figura,
no os mate vuestra propia hermosura.
Huid, dama, la prueba
de lo que puede en vos la beldad vuestra.
Y no haga la muestra
venganza de mi mal piadosa y nueva.
El triste caso os mueva
del mozo convertido entre las flores
en flor, muerto de amor de sus amores.



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