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Se han encontrado 15 poemas con la palabra novios

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César Vallejo

Trilce: V

-- de César Vallejo --

Grupo dicotiledón. Oberturan
desde él petreles, propensiones de trinidad,
finales que comienzan, ohs de ayes
creyérase avaloriados de heterogeneidad.
¡Grupo de los cotiledones!

A ver. Aquello sea sin ser más.
A ver. No trascienda hacia afuera,
y piense en són de no ser escuchado,
y crome y no sea visto.
Y no glise en el gran colapso.

La creada voz rebélase y no quiere
ser malla, ni amor.
Los novios sean novios en eternidad.
Pues no deis 1, que resonará al infinito.
Y no deis 0, que callará tánto,
hasta despertar y poner de pie al 1.

Ah grupo bicardiaco.

Poema Trilce: V de César Vallejo con fondo de libro

César Vallejo

grupo dicotiledón. oberturan

-- de César Vallejo --

v
grupo dicotiledón. Oberturan
desde él petreles, propensiones de trinidad,
finales que comienzan, ohs de ayes
creyérase avaloriados de heterogeneidad.
¡Grupo de los dos cotiledones!
a ver. Aquello sea sin ser más.
A ver. No trascienda hacia afuera,
y piense en són de no ser escuchado,
y crome y no sea visto.
Y no glise en el gran colapso.
La creada voz rebélase y no quiere
ser malla, ni amor.
Los novios sean novios en eternidad.
Pues no deis 1, que resonará al infinito.
Y no deis 0, que callará tánto,
hasta despertar y poner de pie al 1.
Ah grupo bicardiaco.

Poema grupo dicotiledón. oberturan de César Vallejo con fondo de libro

José Martí

en un campo florido...

-- de José Martí --

En un campo florido en que retoñan
al sol de abril las campanillas blancas,
un coro de hombres jóvenes espera
a sus novias gallardas.
Tiembla el ramaje, canta y aletean
los pájaros: las silvias de su nido
salen, a ver pasar las lindas mozas
en sus blancos vestidos.
Ya se van en parejas por lo oscuro
susurrando los novios venturosos:
volverán, volverán dentro de un año
más felices los novios.
Sólo uno, el más feliz, uno sombrío,
con un traje más blanco que la nieve,
para nunca volver, llevaba al brazo
la novia que no vuelve.

Poema en un campo florido... de José Martí con fondo de libro

César Vallejo

Trilce: XV

-- de César Vallejo --

En el rincón aquel, donde dormimos juntos
tantas noches, ahora me he sentado
a caminar. La cuja de los novios difuntos
fue sacada, o talvez qué habrá pasado.

Has venido temprano a otros asuntos,
y ya no estás. Es el rincón
donde a tu lado, leí una noche,
entre tus tiernos puntos,
un cuento de Daudet. Es el rincón
amado. No lo equivoques.

Me he puesto a recordar los días
de verano idos, tu entrar y salir,
poca y harta y pálida por los cuartos.

En esta noche pluviosa,
ya lejos de ambos dos, salto de pronto...
Son dos puertas abriéndose cerrándose,
dos puertas que al viento van y vienen
sombra a sombra.



César Vallejo

Trilce: LXII

-- de César Vallejo --

Alfombra
Cuando vayas al cuarto que tú sabes,
entra en él, pero entorna con tiento la mampara
que tánto se entreabre,
cása bien los cerrojos, para que ya no puedan
volverse otras espaldas.

Corteza
Y cuando salgas, di que no tardarás
a llamar al canal que nos separa:
fuertemente cojido de un canto de tu suerte,
te soy inseparable,
y me arrastras de borde de tu alma.

Almohada
Y sólo cuando hayamos muerto ¡quién sabe!
Oh nó. Quién sabe!
entonces nos habremos separado.
Mas si, al cambiar el paso, me tocase a mí
la desconocida bandera, te he de esperar allá;
en la confluencia del soplo y el hueso,
como antaño,
como antaño en la esquina de los novios
ponientes de la tierra.

Y desde allí te seguiré a lo largo
de otros mundos, y siquiera podrán
servirte mis nós musgosos y arrecidos,
para que en ellos poses las rodillas
en las siete caídas de esa cuesta infinita,
y así te duelan menos.



César Vallejo

en el rincón aquel, donde dormimos juntos

-- de César Vallejo --

xv
en el rincón aquel, donde dormimos juntos
tantas noches, ahora me he sentado
a caminar. La cuja de los novios difuntos
fue sacada, o talvez qué habrá pasado.
Has venido temprano a otros asuntos,
y ya no estás. Es el rincón
donde a tu lado, leí una noche,
entre tus tiernos puntos,
un cuento de daudet. Es el rincón
amado. No lo equivoques.
Me he puesto a recordar los días
de verano idos, tu entrar y salir,
poca y harta y pálida por los cuartos.
En esta noche pluviosa,
ya lejos de ambos dos, salto de pronto...
Son dos puertas abriéndose cerrándose,
dos puertas que al viento van y vienen
sombra a sombra.



César Vallejo

verano

-- de César Vallejo --

Verano, ya me voy. Y me dan pena
las manitas sumisas de tus tardes.
Llegas devotamente; llegas viejo;
y ya no encontrarás en mi alma a nadie.
Verano! y pasarás por mis balcones
con gran rosario de amatistas y oros,
como un obispo triste que llegara
de lejos a buscar y bendecir
los rotos aros de unos muertos novios.
Verano, ya me voy. Allá, en setiembre
tengo una rosa que te encargo mucho;
la regarás de agua bendita todos
los días de pecado y de sepulcro.
Si a fuerza de llorar el mausoleo,
con luz de fe su mármol aletea,
levanta en alto tu responso, y pide
a dios que siga para siempre muerta.
Todo ha de ser ya tarde;
y tú no encontrarás en mi alma a nadie.
Ya no llores, verano! en aquel surco
muere una rosa que renace mucho...



César Vallejo

alfombra

-- de César Vallejo --

lxii
alfombra
cuando vayas al cuarto que tú sabes,
entra en él, pero entorna con tiento la mampara
que tánto se entreabre,
cása bien los cerrojos, para que ya no puedan
volverse otras espaldas.
Corteza
y cuando salgas, di que no tardarás
a llamar al canal que nos separa:
fuertemente cojido de un canto de tu suerte,
te soy inseparable,
y me arrastras de borde de tu alma.
Almohada
y sólo cuando hayamos muerto ¡quién sabe!
oh nó. Quién sabe!
entonces nos habremos separado.
Mas si, al cambiar el paso, me tocase a mí
la desconocida bandera, te he de esperar allá;
en la confluencia del soplo y el hueso,
como antaño,
como antaño en la esquina de los novios
ponientes de la tierra.
Y desde allí te seguiré a lo largo
de otros mundos, y siquiera podrán
servirte mis nós musgosos y arrecidos,
para que en ellos poses las rodillas
en las siete caídas de esa cuesta infinita,
y así te duelan menos.



Ernesto Cardenal

epigrama XXXIX

-- de Ernesto Cardenal --

Todas las tardes paseaba
con su madre por la landetrasse
y en la esquina
de la schmiedtor
todas las tardes
estaba hitler
esperándola para verla pasar
los taxis y los omnibus
iban llenos de besos
y los novios alquilaban botes
en el danubio.
Pero él no sabía
bailar. Nunca se atrevió
a hablarte
después pasaba sin su madre
con un cadete.
Y después
no volvió a pasar.
De ahí más tarde
la gestapo
la anexión de australia,
la guerra mundial.



José María Eguren

el bote viejo

-- de José María Eguren --

Bajo brillante niebla,
de saladas actinias cubierto,
amaneció en la playa,
un bote viejo.

Con arena, se mira
la banda de sus bateleros,
y en la quilla verdosos
calafateos.

Bote triste, yacente,
por los moluscos horadado;
ha venido de ignotos
muelles amargos.

Apareció en la bruma
y en la armonía de la aurora;
trajo de los rompientes
doradas conchas.

A sus bancos remeros,
a sus amarillentas sogas,
viene los cormoranes
y las gaviotas.

Los pintorescos niños,
cuando dormita la marea
lo llenan de cordajes
y de banderas.

Los novios, e la tarde,
en su alta quilla se recuestan;
y a los vientos marinos,
de amor se besan.

Mas el bote ruinoso
de las arenas del estuario,
ansía los distantes
muelles dorados.

Y en la profunda noche,
en fino tumbo abrillantado,
partió el bote muriente
a los botes lejanos.



José Pedroni

entremos

-- de José Pedroni --

Esta es nuestra casa.
Entremos.
Para ti la hice
como un libro nuevo,
mirando, mirando,
como la hace el hornero,

tuya es esta puerta;
tuyo este antepecho,
y tuyo este patio
con su limonero.

Tuya esta solana
donde en el invierno
pensará en tus párpados
tu adormecimiento.

Tuyo este emparrado
que al ligero viento
moverá sus sombras
sobre tu silencio.

Tuyo este hogar hondo
que reclama el leño
para alzarte en humo,
para amarte en fuego.

Tuya esta escalera
por la cual, sin término,
subirás mi nombre,
bajaré mis versos.

Y tuya esta alcoba
de callado techo,
donde, siempre novios,
nos encontraremos.

Esta es nuestra casa.
¡Hazme el primer fuego!



Nicolás Guillén

el árbol

-- de Nicolás Guillén --

El árbol que verdece
a cada primavera,
no es más feliz que yo,
de nuevo verdiflor.
Las amarillas hojas
cayeron, y en mi tronco
vuelven los novios trémulos
a entrelazar sus cifras,
y hay corazones fijos
por flechas traspasados,
vivos en esa muerte.
Cuando digo «te amo»,
mi voz repite el viento
y en mi alta copa juega
con tu nombre y un pájaro
hijo de abril y marzo.



Evaristo Carriego

El casamiento

-- de Evaristo Carriego --

Como nada consigue siendo prudente
del montón de curiosos que han hecho rueda
esperando a los novios, vuelve el agente
a disolver los grupos de la vereda.

Que después del desorden que hace un momento
se produjo, interviene de rato en rato:
cada cinco minutos cae el sargento
y, con razón, no quiere pagar el pato...

En la acera de enfrente varias chismosas
que se hallan al tanto de lo que pasa,
aseguran que para ver ciertas cosas
mucho mejor sería quedarse en casa.

Alejadas del cara de presidiario
que sujiere torpezas, unas vecinas
pretenden que ese sucio vocabulario
no debieran oirlo las chiquilinas.



Ramón López Velarde

himeneo

-- de Ramón López Velarde --

Himeneo
a la señora laura martínez de alba
resígnanse los novios
con subconsciente pánico,
al soso parabién
del concurso inórganico.
Al fin, va la consorte
al pecho del anciano, cuyo porte
patriarcal solemniza
las bodas de su vástago
que lo trajeron de su hogar del norte.
Y la agobiada mano agricultora
sumérgese en el raso de la espalda,
como la tradición en el dechado
de la aurora.
Sobre la luz del raso
se retarda y se engríe
la mano, como una rancia pena
en un tablero vívido que ríe.
Mano agrietada, rígida y terrosa,
que en el vaso metálico se posa,
cual si fuera una nuez
sobre la nitidez
de prístina bandeja inoficiosa...



Ramón López Velarde

En un jardín

-- de Ramón López Velarde --

Al decir que las penas son fugaces
En tanto que la dicha persevera,
Tu cara es sugestiva y hechicera
Y juegan a los novios los rapaces.

Al escuchar la apología que haces
Del mejor de los mundos, se creyera
Que lees a Abelardo... En voz parlera
Dialogas con los pájaros locuaces.

De pronto, sin que tu me lo adivines,
Cual por un sortilegio se contrista
Mi alma con la visión de los jardines,

Mientras oigo sonar plácidamente
Los trinos de tu plática optimista
Y el irisado chorro de la fuente.



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