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Se han encontrado 23 poemas con la palabra nostalgia

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Mario Benedetti

nostalgia

-- de Mario Benedetti --

¿de qué se nutre la nostalgia?
uno evoca dulzuras
cielos atormentados
tormentas celestiales
escándalos sin ruido
paciencias estiradas
árboles en el viento
oprobios prescindibles
bellezas del mercado
cánticos y alborotos
lloviznas como pena
escopetas de sueño
perdones bien ganados
pero con esos mínimos
no se arma la nostalgia
son meros simulacros
la válida la única
nostalgia es de tu piel

Poema nostalgia de Mario Benedetti con fondo de libro

Pedro Salinas

don de la materia

-- de Pedro Salinas --

Entre la tiniebla densa
el mundo era negro: nada.
Cuando de un brusco tirón
forma recta, curva forma
le saca a vivir la llama.
Cristal, roble, iluminados,
¡qué alegría de ser tienen,
en luz, en líneas, ser
en brillo y veta vivientes!
cuando la llama se apaga,
fugitivas realidades,
esa forma, aquel color,
se escapan.
¿Viven aquí o en la duda?
sube lenta una nostalgia
no de luna, no de amor,
no de infinito. Nostalgia
de un jarrón sobre una mesa.
¿Están?
yo busco por donde estaban.
Desbrozadora de sombras
tantea la mano. A oscuras
vagas huellas, sigue el ansia.
De pronto, como una llama
sube una alegría altísima
de lo negro: la luz del tacto.
Llegó al mundo de lo cierto.
Toca el cristal, frío, duro,
toca la madera, áspera.
¡Están!
la sorda vida perfecta,
sin color, se me confirma,
segura, sin luz, la siento:
realidad profunda, masa.

Poema don de la materia de Pedro Salinas con fondo de libro

Amado Nervo

perlas negras - ha mucho tiempo que te soñaba

-- de Amado Nervo --

Ha mucho tiempo que te soñaba
así, vestida de blanco tul,
y al alma mía que te buscaba,
ana, ¿qué miras? le preguntaba
como en el cuento de barba azul.
Ha mucho tiempo que presentía
tus ojos negros como los vi,
y que, en mis horas de nostalgia,
la hermana ana me respondía:
hay una virgen que viene a ti .
Y al vislumbrarte, febril, despierto,
tras de la ojiva del torreón,
después de haberse movido incierto,
como campana que toca a muerto,
tocaba a gloria mi corazón.
Por fin, distinta me apareciste;
vibraron dianas en rededor,
huyó callada la musa triste,
y tú llegaste, viste y venciste
como el magnífico emperador.
Hoy, mi esperanza que hacia ti corre,
que mira el cielo donde tú estés,
porque la gloria se le descorre,
ya no pregunta desde la torre:
hermana ana, ¿dime qué ves?
hoy en mi noche tu luz impera,
veo tu rostro resplandecer,
y en mis ensueños sólo quisiera
enarbolarte como bandera,
y, a ti abrazado, por ti vencer.

Poema perlas negras - ha mucho tiempo que te soñaba de Amado Nervo con fondo de libro

Amado Nervo

el hielo

-- de Amado Nervo --

Para cubrir los peces del fondo, que agonizan
de frío, mis piadosas ondas se cristalizan,
y yo, la inquietuela, cuyo perenne móvil
es variar, enmudezco, me aduermo, quedo inmóvil.
¡Ah! tú no sabes como padezco nostalgia
de sol bajo esa sábana siempre fría.
Tú no sabes la angustia de la ola que inmola
sus ritmos ondulantes de mujer su sonrisa
al frío, y que se vuelve mujer de loth banquisa:
ser banquisa es ser como la estatua de la ola.
Tú ignoras esa angustia: mas yo no me rebelo,
y ansiosa de que todo en mi dios sea loado,
desprendo radiaciones al bloque de mi hielo,
y en vez de azul oleaje soy témpano azulado.
Mis crestas en la noche del polo con fanales,
reflejo el rosa de las auroras boreales,
la luz convaleciente del sol, y con deleites
de seraphita, yergo mi cristalina roca
por donde trepan lentas las morsas y la foca,
seguidas de lapones hambrientos de su aceite...
¿Ya ves como se acata la voluntad del cielo?
y yo recé: ¡loemos a dios, hermano hielo!



Emilio Bobadilla

El caballo de Atila

-- de Emilio Bobadilla --

En cañón se transforma, de repente, el arado;
la metralla derriba reliquias venerables
—monumentos artísticos de glorioso pasado—
y en las ciudades entran las hienas implacables.

Se pierden en los campos las fértiles cosechas;
los pensiles se mueren de nostalgia de riego;
resquebrajan los muros de los templos las brechas,
y no encuentran las aves para cantar sosiego.

Desolación y ruina, orfandad y miseria;
en hospital de sangre conviértese el museo;
todo es dolor y lágrimas, confusión y laceria,

incendio, asesinatos, violaciones, saqueos...
Y el blando tintineo de la vacuna esquila
se apaga en el relincho del caballo de Atila.



Pedro Salinas

la voz a ti debida - las oyes cómo piden realidades

-- de Pedro Salinas --

¿las oyes cómo piden realidades,
ellas, desmelenadas, fieras,
ellas, las sombras que los dos forjamos
en este inmenso lecho de distancias?
cansadas ya de infinidad, de tiempo
sin medida, de anónimo, heridas
por una gran nostalgia de materia,
piden límites, días, nombres.
No pueden
vivir así ya más: están al borde
del morir de las sombras, que es la nada.
Acude, ven conmigo.
Tiende tus manos, tiéndeles tu cuerpo.
Los dos les buscaremos
un color, una fecha, un pecho, un sol.
Que descansen en ti, sé tú su carne.
Se calmará su enorme ansia errante,
mientras las estrechamos
ávidamente entre los cuerpos nuestros
donde encuentren su pasto y su reposo.
Se dormirán al fin en nuestro sueño
abrazado, abrazadas. Y así luego,
al separamos, al nutrirnos sólo
de sombras, entre lejos,
ellas
tendrán recuerdos ya, tendrán pasado
de carne y hueso,
el tiempo que vivieron en nosotros.
Y su afanoso sueño
de sombras, otra vez, será el retorno
a esta corporeidad mortal y rosa
donde el amor inventa su infinito.



José María Hinojosa

sse

-- de José María Hinojosa --

He perdido
la memoria de los siglos;
sólo conservo alientos
de papiros añejos.
Y tengo la nostalgia de mí mismo
de cuando sabios eran mis consejos,
del tiempo en que mi olor
no era el de museo.
No puedo resistir
ver correr de mis ojos
arenales de lágrimas
formados por escombros.
Yo perdí la noción del calendario
y de días microbios,
pero continuaré mi papel de hierático,
con sonrisa de insomnio,
en este film inacabado.
Mi voz, mi signo indescifrado,
no lo busquéis en el presente,
buscadlo en el pasado.



Idea Vilariño

eso

-- de Idea Vilariño --

Mi cansancio
mi angustia
mi alegría
mi pavor
mi humildad
mis noches todas
mi nostalgia del año
mil novecientos treinta
mi sentido común
mi rebeldía.

Mi desdén
mi crueldad y mi congoja
mi abandono
mi llanto
mi agonía
mi herencia irrenunciable y dolorosa
mi sufrimiento
en fin
mi pobre vida.



Vicente Gerbasi

escritos en la piedra

-- de Vicente Gerbasi --

En el valle que rodean montañas de la infancia
encontramos escritos en la piedra,
serpientes cinceladas, astros,
en un verano de negras termiteras.
En el silencio del tiempo vuelan los gavilanes,
cantan cigarras de tristeza
como en una apartada tarde de domingo.
Con el verano se desnudan los árboles,
se seca la tierra con sus calabazas.
Pero volverán las lluvias
y de nuevo nacerán las hojas
y los pequeños grillos de las praderas
bajo el soplo de una misteriosa nostalgia del mundo.
Y así para siempre
en torno a estos escritos en la piedra,
que recuerdan una raza antigua
y tal vez hablan de dios.



Vicente Gerbasi

canto ix

-- de Vicente Gerbasi --

Dejaste en mi existencia la nostalgia del mundo.
Adoro las ventanas que tiñen los crepúsculos,
contemplo las estampas de algún campo del norte,
elevo las aldeas a nevadas del cielo
y un reno silencioso se yergue en mi silencio.
Muero contra los pinos por ráfagas heladas,
a mis manos se acercan pájaros del invierno,
y un aire de mendigo difunde coros tristes.
No sé si alguna hora de copos solitarios,
esos que a veces caen en grises cementerios,
sobre harapientas sombras, en plazas vespertinas,
me espera en algún sitio lejano de la tierra.
Por ti, que caminabas con tus ropas pesadas,
entre los esqueletos vegetales del frío,
ya vago por la orilla de un lago taciturno,
oyendo una campana de antiguos molineros.



Vicente Gerbasi

bosque de música

-- de Vicente Gerbasi --

Mi ser fluye en tu música,
bosque dormido en el tiempo,
rendido a la nostalgia de los lagos del cielo.
¿Cómo olvidar que soy oculta melodía
y tu adusta penumbra voz de los misterios?
he interrogado los aires que besan la sombra,
he oído en el silencio tristes fuentes perdidas,
y todo eleva mis sueños a músicas celestes.
Voy con las primaveras que te visitan de noche,
que dan vida a las flores en tus sombras azules
y me revelan el vago sufrir de tus secretos.
Tu sopor de luciérnagas es lenta astronomía
que gira en mi susurro de follaje en el viento
y alas da a los suspiros de las almas que escondes.
¿Murió aquí el cazador, al pie de las orquídeas,
el cazador nostálgico por tu magia embriagado?
oh, bosque: tú que sabes vivir de soledades
¿adonde va en la noche el hondo suspirar?



Antonio Machado

Es una tarde cenicienta y mustia

-- de Antonio Machado --

Es una tarde cenicienta y mustia,
destartalada, como el alma mía;
y es esta vieja angustia
que habita mi usual hipocondría.
La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y, recordando, digo:
-Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.
*
Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
tú eres la nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella.
Como perro olvidado que no tiene
huella ni olfato y yerra
por los caminos sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta
se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito y asombra
su corazón de música y de pena,
así voy yo, borracho melancólico
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.



Marilina Rébora

el antiguo jardín

-- de Marilina Rébora --

El antiguo jardín
quedó abrazada al muro, amante, la glicina,
y grávido de frutos de oro, el limonero;
la cola de tijera mostró una golondrina
y el gorrión revolando, de píos mensajero.
Debajo de los árboles era la hierba fina
que peinara amoroso, a diario el jardinero;
la estrella federal sangraba en cada esquina
y, cual si fuera única, en su patita, el tero.
Así pasó el jardín de mis juegos de otrora
paraíso de sueños, tierra de fantasía
para que la nostalgia lo añore tanto ahora.
Aunque la vida mata, de a poco, acaso, es cierto
y queremos volver a la simple alegría
de un jardín, unas flores, un vergel o algún huerto.



Mario Benedetti

bienvenida

-- de Mario Benedetti --

Se me ocurre que vas a llegar distinta
no exactamente más linda
ni más fuerte
nimás dócil
nimás cauta
tan sólo que vas a llegar distinta
como si esta temporada de no verme
te hubiera sorprendido a vos también
quizá porque sabes
como te pienso y te enumero
despues de todo la nostalgia existe
aunque no lloremos en los andenes fantasmales
ni sobre las almohadas de candor
ni bajo el cielo opaco
yo nostalgio
nostalgias
y como me revienta que él nostalgie
tu rostro es la vanguardia
tal vez llega primero
porque lo pinto en las paredes
con trazos invisibles y seguros
no olvides que tu rostro
me mira como pueblo
sonríe y rabia y canta
como pueblo
y eso te da una lumbre
inapagable
ahora no tengo dudas
vas a llegar distinta y con señales
con nuevas
conhondura
confranqueza
sé que voy aquererte sin preguntas
sé que vas aquererme sin respuestas.



Mario Benedetti

elegir mi paisaje

-- de Mario Benedetti --

Si pudiera elegir mi paisaje
de cosas memorables, mi paisaje
de otoño desolado,
elegiría, robaría esta calle
que es anterior a mí y a todos.
Ella devuelve mi mirada inservible,
la de hace apenas quince o veinte años
cuando la casa verde envenenaba el ciclo.
Por eso es cruel dejarla recién atardecida
con tantos balcones como nidos a solas
y tantos pasos como nunca esperados.
Aquí estarán siempre, aquí, los enemigos,
los espías aleves de la soledad,
las piernas de mujer que arrastran a mis ojos
lejos de la ecuación de dos incógnitas.
Aquí hay pájaros, lluvia, alguna muerte,
hojas secas, bocinas y nombres desolados,
nubes que van creciendo en mi ventana
mientras la humedad trae larnentos y moscas.
Sin embargo existe también el pasado
con sus súbitas rosas y modestos escándalos
con sus duros sonidos de una ansiedad cualquiera
y su insignificante comezón de recuerdos.
Ah si pudiera elegir mi paisaje
elegiría, robaría esta calle,
esta calle recién atardecida
en la que encarnizadamente revivo
y de la que sé con estricta nostalgia
el número y el nombre de sus setenta árboles.



Mario Benedetti

rescates

-- de Mario Benedetti --

Muriendo de costumbre
y llorando de oído
césar vallejo
este regreso no era obligatorio
sin embargo
la mano encuentra su cuchara
el paso su baldosa
el corazón su golpe de madera
el abrazo su brazo o su cintura
la pregunta su alguien
los ojos su horizonte
la mejilla su beso o su garúa
el orgullo su dulce fundamento
el pellejo su otoño
la memoria su rostro decisivo
los rencores su vaina
el reloj su lujuria tempranera
el dolor su no olvido o su neblina
el paladar sus uvas
el loor su desastre
la nostalgia su lecho
o sea
perdón vallejo
aquí estoy otra vez
viviendo de costumbre
celebrando de oído



Meira Delmar

pasa el viento

-- de Meira Delmar --

De aquel amor que nunca fuera mío
y sin embargo se tomó mi vida,
me queda esta nostalgia repetida
sin fin, cuando sollozo y cuando río.
A veces, desde el fondo del estío,
llega la misma música entreoída
en el tiempo gozoso, la encendida
música que cayera en el vacío.
Y quiere asirla el corazón. Beberla
como un vaso de vino. Retenerla
para creer de nuevo en la dulzura.
Pero se escapa y huye con el viento,
y me deja tan sólo este lamento,
donde esconde su rostro la amargura.
!--Img



Miguel Hernández

13

-- de Miguel Hernández --

13
mi corazón no puede con la carga
de su amorosa y lóbrega tormenta
y hasta mi lengua eleva la sangrienta
especie clamorosa que lo embarga.
Ya es corazón mi lengua lenta y larga,
mi corazón y es lengua larga y lenta...
¿Quieres contar sus penas? anda y cuenta
los dulces granos de la arena amarga.
Mi corazón no puede más de triste:
con el flotante espectro de un ahogado
vuela en la sangre y se hunde sin apoyo.
Y ayer, dentro del tuyo, me escribiste
que de nostalgia tienes inclinado
medio cuerpo hacia mí, medio hacia el hoyo.



Federico García Lorca

la sombra de mi alma

-- de Federico García Lorca --

Diciembre de 1919
(madrid)
la sombra de mi alma
huye por un ocaso de alfabetos,
niebla de libros
y palabras.
¡La sombra de mi alma!
he llegado a la línea donde cesa
la nostalgia,
y la gota de llanto se trasforma,
alabastro de espíritu.
(¡La sombra de mi alma!)
el copo del dolor
se acaba,
pero queda la razón y la sustancia
de mi viejo mediodía de labios,
de mi viejo mediodía
de miradas.
Un turbio laberinto
de estrellas ahumadas
enreda mi ilusión
casi marchita.
¡La sombra de mi alma!
y una alucinación
me ordeña las miradas.
Veo la palabra amor
desmoronada.
¡Ruiseñor mío!
¡ruiseñor!
¿aún cantas?



José Asunción Silva

A Adriana

-- de José Asunción Silva --

Mientras que acaso piensa tu tristeza
en la patria distante y sientes frío
al mirar donde estás, y el desvarío
de la fiebre conmueve tu cabeza,

yo soñando en tu amor y en tu belleza,
amor jamás por mi desgracia mío
de la profundidad de mi alma, envío
a la pena un saludo de terneza.

Si cuando va mi pensamiento errante
a buscarte en parejas de otro mundo
con la nostalgia se encontrara a solas

sobre las aguas de la mar gigante
entre el cielo purísimo y profundo
y el vaivén infinito de las olas.



José Eustasio Rivera

en la estrellada noche...

-- de José Eustasio Rivera --

En la estrellada noche de vibración tranquila
descorre ante mis ojos sus velos el arcano,
y al giro de los orbes en el cenit lejano
ante mi absorto espíritu la eternidad desfila.

Ávido de la pléyade que en el azul rutila,
sube con ala enorme mi numen soberano,
y alta de ensueño, y libre del horizonte humano,
mi sien, como una torre, la inmensidad vigila.

Mas no se sacia el alma con la visión del cielo:
cuando en la paz sin límites al cosmos interpelo,
lo que los astros callan mi corazón lo sabe;

y luego una recóndita nostalgia me consterna
al ver que ese infinito, que en mis pupilas cabe,
es insondable al vuelo de mi ambición eterna.



José Hierro

el mar en la llanura

-- de José Hierro --

¿estarás siempre de mi parte,
adormecida entre mis brazos,
primaveral y musical,
afirmándote y afirmándonos?
¿a centenares de kilómetros,
a millares de encinas y álamos,
a millones de horas, de ríos,
de cumbres de piedra, de páramos?
esta mañana te ha teñido
el recuerdo de vinos pálidos.
En las ramas de acacia, otoño
puso a dorar su seco manto.
Hojas crujían con la música
con que embistes acantilados.
La llanura fingió latidos,
temblores, fuegos oceánicos.
¿Tu compañía? ¿tu nostalgia?
¿tu esperanza?... ¿Siempre a mi lado
estarás, mar, primaveral,
afirmándote y afirmándonos?
mar mía, ¿pase lo que pase,
aun después de lo que ha pasado?



Ramón López Velarde

El mendigo (Ramón López Velarde)

-- de Ramón López Velarde --

Soy el mendigo cósmico y mi inopia es la suma
de todos los voraces ayunos pordioseros;
mi alma y mi carne trémulas imploran a la espuma
del mar y al simulacro azul de los luceros.

El cuervo legendario que nutre al cenobita
vuela por mi Tebaida sin dejarme su pan,
otro cuervo transporta una flor inaudita,
otro lleva en el pico a la mujer de Adán,
y sin verme siquiera, los tres cuervos se van.

Prosigue descubriendo mi pupila famélica
más panes y más lindas mujeres y más rosas
en el bando de cuervos que en la jornada célica
sus picos atavía con las cargas preciosas,
y encima de mi sacro apetito no baja
sino un pétalo, un rizo prófugo, una migaja.

Saboreo mi brizna heteróclita, y siente
mi sed la cristalina nostalgia de la fuente,
y la pródiga vida se derrama en el falso
festín y en el suplicio de mi hambre creciente
como una conucopia se vuelca en un cadalso.



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Ariiba