Buscar Poemas con Nieblas


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Se han encontrado 29 poemas con la palabra nieblas

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Santiago Montobbio

ex libris

-- de Santiago Montobbio --

Ex-libris
no es bueno apretar el alma, por ver si sale tinta.
El papel sigue siendo el asesino el asesino de ti
y quizá es mejor que la sombra y que sus dagas
por antiguas voces descalzas vayan. Por antiguas voces,
muy lejos del número y sus cárceles, entre nieblas
olvidadas. Pero también pienso que con todo esto
tal vez puedas hacer algún día un cuadernillo;
que con todo esto rojos, nieblas y niños
que se dicen adiós por las esquinas quizá sí puedas
reunir unos ilegibles pedazos de diario
para con paciencia zurcirlos, tarde adentro,
hasta que torpemente formen un libro hecho de frío.
Y quizá sobre sus grises tapas de lluvia
puedas tú poner también mi nombre antiguo
y, justo debajo, las sabidas fechas
de mi nacimiento y muerte. Y entonces
mi nombre pequeño allí, mi nombre pobre
que no sé ya si da pena o si da risa
así grabado en unas tapas
ante las que puedas abrazar las evaporadas siluetas
de unos tristes fantasmas sentimentales que no soy
pero que los viejos papeles tercamente dicen que sí fui.

Poema ex libris de Santiago Montobbio con fondo de libro

José Asunción Silva

Crepúsculo2

-- de José Asunción Silva --

Es la hora de misterio en que el labriego
al resonar del Ángelus el toque
adiós que dice al moribundo día,
la campanada bronca,
en su casita blanca, a lento paso
humilde se recoge.
Es la hora en que las nubes del poniente
de fuego orlan las tardes,
en que el sol de los muertos ilumina
los prados y los bosques,
y el ángel de la tarde a Dios conduce
las mudas oraciones,
es la hora en que levantan de los lagos
las nieblas sin colores,
como del fondo oscuro del espíritu
los coros de visiones
en que es feéricos cuentos invocados
o en relatos informes
tornan a las estancias de los niños
los duendes protectores,
es la hora de dulcísima armonía
y de místicas voces,
en que al través de nieblas y de brumas,
ansiosa el alma torna
a los felices días de la infancia
que pasaron veloces,
es la hora en que la brisa entre los árboles
tiene vagos rumores,
es la hora en que la vida se adormece
al beso de la noche.

Poema Crepúsculo2 de José Asunción Silva con fondo de libro

Alberti

EL ÁNGEL DE LOS NÚMEROS

-- de Alberti --

Vírgenes con escuadras
y compases, velando
las celestes pizarras.
Y el ángel de los números,
pensativo, volando,
del 1 al 2, del 2
al 3, del 3 al 4.
Tizas frías y esponjas
rayaban y borraban
la luz de los espacios.
Ni sol, luna, ni estrellas,
ni el repentino verde
del rayo y el relámpago,
ni el aire. Sólo nieblas.
Vírgenes sin escuadras,
sin compases, llorando.
Y en las muertas pizarras,
el ángel de los números,
sin vida, amortajado
sobre el 1 y el 2,
sobre el 3, sobre el 4...

Poema EL ÁNGEL DE LOS NÚMEROS de Alberti con fondo de libro

Amado Nervo

seis meses...

-- de Amado Nervo --

¡seis meses ya de muerta! y en vano he pretendido
un beso, una palabra, un hálito, un sonido...
Y, a pesar de mi fe, cada día evidencio
que detrás de la tumba ya no hay más que silencio...
Si yo me hubiese muerto, ¡qué mar, qué cataclismos,
qué vórtices, qué nieblas, qué cimas niqué abismos
burlaran mi deseo febril y omnipotente
de venir por las noches a besarte en la frente,
de bajar, con la luz de un astro zahorí,
a decirte al oído: ¡no te olvides de mí!
y tú, que me querías tal vez más que te amé,
callas inexorable, de suerte que no sé
sino dudar de todo, del alma, del destino,
¡y ponerme a llorar en medio del camino!
pues con desolación infinita evidencio
que detrás de la tumba ya no hay más que silencio...



Lope de Vega

Sosiega un poco, airado temeroso

-- de Lope de Vega --

Sosiega un poco, airado temeroso,
humilde vencedor, niño gigante,
cobarde matador, firme inconstante,
traidor leal, rendido victorioso.

Déjame en paz, pacífico furioso,
villano hidalgo, tímido arrogante,
cuerdo loco, filósofo ignorante,
ciego lince, seguro cauteloso.

Ama si eres Amor, que si procuras
descubrir, con sospechas y recelos
en mi adorado sol nieblas escuras,

en vano me lastimas con desvelos.
Trate nuestra amistad, verdades puras:
no te encubras, Amor, si quieres celos.



Luis Lloréns Torres

ojos negros

-- de Luis Lloréns Torres --

¡ojos tuyos! ojos negros, que el amor los enfurece.
Pupilas que se dilatan ante la azul inmensidad.
Astros donde la luz se ennegrece
para que haya estrellas en la claridad.

Viajeros en que el polvo de la vía láctea florece,
porque vienen jadeantes de la eternidad.
Cosmos en que a un tiempo amanece y anochece,
violadores de la física de la divinidad.

Cimas que la seda de los párpados cubre de nieblas.
Noches que son luz anegada en tinieblas.
Días que son tinieblas inundadas de luz.

Ojos que son clavos que en ti me sujetan como en una cruz.
Y ojos consonantes, que al mirarme han rimado
su más dulce y armonioso pareado.



Manuel Acuña

a un arroyo

-- de Manuel Acuña --

Cuando todo era flores tu camino,
cuando todo era pájaros tu ambiente,
cediendo de tu curso a la pendiente
todo era en ti fugaz y repentino.
Vino el invierno con sus nieblas vino
el hielo que hoy estanca tu corriente,
y en situación tan triste y diferente
ni aún un pálido sol te da el destino.
Y así en la vida el incesante vuelo
mientras que todo es ilusión, avanza
en sólo una hora cuanto mide el cielo.
Y cuando el duelo asoma en lontananza
entonces como tú cambiada en hielo
no puedes reflejar ni la esperanza.



Manuel Acuña

A un arroyo (Manuel Acuña)

-- de Manuel Acuña --

Cuando todo era flores tu camino,
cuando todo era pájaros tu ambiente,
cediendo de tu curso a la pendiente
todo era en ti fugaz y repentino.

Vino el invierno con sus nieblas vino
el hielo que hoy estanca tu corriente,
y en situación tan triste y diferente
ni aún un pálido sol te da el destino.

Y así en la vida el incesante vuelo
mientras que todo es ilusión, avanza
en sólo una hora cuanto mide el cielo.

Y cuando el duelo asoma en lontananza
entonces como tú cambiada en hielo
no puedes reflejar ni la esperanza.



Ignacio María de Acosta

Al plan de Matanzas

-- de Ignacio María de Acosta --

¿Quién eres tú, gigante, en cuya frente
se detienen las nieblas apiñadas,
en tanto que a tus plantas, humilladas
rugen las tempestades sordamente?...

Tu fantástica forma sorprendente,
tus crestas a los cielos levantadas,
tus abismos, tus rocas despeñadas,
¿qué misterios encubren a la mente?...

¿Y pretendo tu origen misterioso
penetrar, al través del tiempo inmenso
que miraste pasar?... De luz un rayo

ilumina mi espíritu; y lloroso,
que eres la tumba perdurable pienso
del pueblo antiguo que habitó en Yucayo.



Pablo Neruda

10

-- de Pablo Neruda --

10
esclava mía, témeme. Ámame. Esclava mía!
soy contigo el ocaso más vasto de mi cielo,
y en él despunta mi alma como una estrella fría.
Cuando de ti se alejan vuelven a mí mis pasos.
Mi propio latigazo cae sobre mi vida.
Eres lo que está dentro de mí y está lejano.
Huyendo como un coro de nieblas perseguidas.
Junto a mí, pero dónde? lejos, lo que está lejos.
Y lo que estando lejos bajo mis pies camina.
El eco de la voz más allá del silencio.
Y lo que en mi alma crece como el musgo en las ruinas.



Pedro Antonio de Alarcón

Al Amanecer

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

LANDO céfiro mueve sus alas
Empapadas de fresco rocío...
De la noche el alcázar sombrío
Dulce alondra se atreve a turbar...
Las estrellas, cual sueños, se borran...
Sólo brilla magnífica una...
¡Es el astro del alba! La luna
Ya desciende, durmiéndose, al mar.

Amanece: en la raya del cielo
Luce trémula cinta de plata
Que, trocada en fulgente escarlata.
Esclarece la bóveda azul;
Y montañas, y selvas, y ríos,
Y del campo la mágica alfombra,
Roto el negro capuz de la sombra,
Muestran nieblas de cándido tul.

¡Es de día! Los pájaros todos
Lo saludan con arpa sonora,
Y arboledas y cúspides dora
El intenso lejano arrebol.
El oriente se incendia en colores...
Los colores en vivida lumbre...
¡Y por cima del áspera cumbre
Sale el disco inflamado del sol!



Pedro Antonio de Alarcón

El amanecer

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Blando céfiro mueve sus alas
empapadas de fresco rocío...
De la noche el alcázar sombrío
dulce alondra se atreve a turbar...
Las estrellas, cual sueños se borran...
Sólo brilla magnífica una...

¡Es el astro del alba! La luna
ya desciende, durmiendose, al mar.

Amanece: en la raya del cielo
luce trémula cinta de plata
que, trocada con fulgente escarlata,
esclarece la bóveda azul;
y montañas y selvas y ríos,
y del campo la mágica alfombra,
roto el negro capuz de la sombra,
muestra nieblas de cándido tul.

¡Es de día! Los pájaros todos
lo saludan con arpa sonora,
y arboledas y cúspides dora
el intenso lejano arrebol.

El Oriente se incendia en colores...;
Los colores en vívida lumbre...,
¡Y por encima del áspera cumbre
sale el disco inflamado del sol!



Pedro Calderón de la Barca

Neso

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Apenas el invierno helado y cano
este monte con nieblas desvanece,
cuando la primavera le florece,
y el que helado se vio, se mira ufano.

Pasa la primavera, y el verano
los desprecios del sol sufre y padece;
llega alegre el otoño y enriquece
el monte de verdor, de fruta el llano.

Todo vive sujeto a la mudanza:
de un día y otro día los engaños
cumplen un año, y éste al otro alcanza.

Con esperanza sufre desengaños
un monte, que a faltarle la esperanza,
ya se rindiera al peso de los años.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxxix

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Flores tronchadas, marchitas hojas
arrastra el viento;
en los espacios tristes gemidos
repite el eco.
................................
Entre las nieblas de lo pasado,
en las regiones del pensamiento,
gemidos tristes, marchitas galas
son mis recuerdos.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxxv

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

¿será verdad que cuando toca el sueño
con sus dedos de rosa nuestros ojos,
de la cárcel que habita huye el espíritu
en vuelo presuroso?
¿será verdad que, huésped de las nieblas,
de la brisa nocturna al tenue soplo,
alado sube a la región vacía
a encontrarse con otros?
¿y allí desnudo de la humana forma,
allí los lazos terrenales rotos,
breves horas habita de la idea
el mundo silencioso?
¿y ríe y llora y aborrece y ama
y guarda un rastro del dolor y el gozo,
semejante al que deja cuando cruza
el cielo un meteoro?
¡yo no sé si ese mundo de visiones
vive fuera o va dentro de nosotros:
lo que sé es que conozco a muchas gentes
a quienes no conozco!



Salvador Díaz Mirón

En el álbum de la señorita Luz Landero

-- de Salvador Díaz Mirón --

¡Tus trovas dejan profundos rastros...
Son arroyuelos y ruiseñores:
aves que trinan entre los astros
y ondas que cantan entre las flores!

¡Nada conozco que inspire tanto
como tus versos blondos y suaves,
en que producen divino encanto
flores y astros, ondas y aves!

Pero la perla yace en las simas
y la violeta bajo las frondas...
¡Cuán pocos saben que hay en tus rimas
astros y flores, aves y ondas!

¡Rompe las nieblas que te circundan
y sé la envidia de tus cantores,
y en tierra y cielo vibren y cundan
aves y astros, ondas y flores!

¡Muestre tu numen, cual luz disuelta,
todos sus tonos: ya no lo escondas!
¡Canse los ecos tu voz, que suelta
astros y aves, flores y ondas!

¡Llena estas hojas como alabastros,
con tus arpegios arrolladores:
aves que trinan entre los astros
y ondas que cantan entre las flores!



Manuel Reina

Las estaciones (Reina)

-- de Manuel Reina --

Si al llegar la lozana primavera
contemplo en la pradera,
rosas divinas y claveles rojos,
recuerdo tus mejillas y sonrojos.

Si el verano al llegar luce el tesoro
de las espigas de oro,
y las noches brillantes y azuladas,
recuerdo tu cabello y tus miradas.

Si al llegar el otoño, oigo la brisa,
que vagando indecisa
entre las hojas pálidas, murmura,
tu voz recuerdo melodiosa y pura.

Y si el invierno viste el blanco velo
de nieves y de hielo,
y de las nieblas el capuz sombrío,
tu corazón recuerdo negro y frío.



Mario Benedetti

el aguafiestas falta sin aviso

-- de Mario Benedetti --

El aguafiestas no ha venido esta tarde
josé lezama lima
tal vez se le olvidó tu santo y seña
después de todo no es tan importante
no va a flamear el cielo por su ausencia
ayúdate secúndate solázate
búscate en la quimera de los otros
inventa tus estrellas y repártelas
besa los nombres en sus dos mejillas
deja que el corazón te elija el mundo
abrázate del miedo y no lo sueltes
vuélvete sombra pero no te envicies
sálvate de turbiones y de nieblas
ponte el otoño con su sol de gala
libérate en las manos que te avisan
descúbrete en los ojos que te nombran
ya no vendrá deslígate distánciate
de su resuello de sus sortilegios
de sus malas noticias de su rabia
no dejes que te ensalme de amargura
defiende como loba tu alegría
el tiempo no diseña el pasatiempo
el canto no reclama el desencanto
el viento no vindica el aspaviento
la fiesta no perdona al aguafiestas



Medardo Ángel Silva

Preces de la tarde

-- de Medardo Ángel Silva --

Tules de nieblas sobre las campañas
velaban los contornos de la quinta
y ascendía, en la tarde de aúrea tinta,
la égloga suspirante de las cañas.

Desenrrollaba su monstruosa cinta
la negra procesión de las montañas
y evocaba el temblor de tus pestañas
nuestra felicidad por siempre extinta.

Entre las sombras, un gemir de esquilas
anunciaba las horas dolorosas...
Vagaron por el prado tus pupilas...

Y, a punto de elevar sus oraciones,
tus labios se encendieron con las rosas
divinas de las Transfiguraciones.



Miguel Unamuno

Vidas de otoño

-- de Miguel Unamuno --

Vidas de otoño son, crepusculares,
con un sentido ambiguo é indeciso,
sin que se sepa que es lo que Dios quiso
al crearlas decir. Con sus pesares

oscuros cruzan campos y lugares
marcando á vuelo roto sobre el piso
la vaga sombra. Su hálito sumiso
va al morir á las nieblas estelares.



Juan Nicasio Gallego

Para el álbum (Juan Nicasio Gallego)

-- de Juan Nicasio Gallego --

Hoy que sus rayos el mayor planeta
mustios y oblicuos a la tierra envía
y envuelto en tinieblas y en escarcha fría
del trópico tocó la helada meta,

Tula cruel, ¿pretendes indiscreta
que salga a relucir la musa mía?
¿Dónde hallará calor mi fantasía?
¿Quién con setenta abriles es poeta?

¡Ay, que del estro se extinguió la llama!
Pasó la edad del canto y los amores,
y ya la ávida huesa me reclama.

Sólo del crudo invierno en los rigores
trocar es dado al numen que te inflama
las nieblas en fulgor, la escarcha en flores.



Julio Zaldumbide Gangotena

Las estaciones. A Laura

-- de Julio Zaldumbide Gangotena --

Cuatro estaciones hay en nuestra vida
como en el año, Laura:
Una en que el cielo es puro, mansa el aura,
que corre entre las flores adormida:
ésta es aquella dulce edad primera,
de nuestra vida alegre primavera.

Tras ésta viene aquella que aquilones
tan furiosos desata,
que nuestras ilusiones arrebata,
y nos deja por fin sin ilusiones;
como el ventoso otoño que despoja
de su verdor el bosque hoja por hoja.

Después, muerta la fe, la ilusión ida,
y en su lugar la duda,
nuestra existencia en soledad se muda,
se esteriliza el campo de la vida
al abrasado soplo del hastío;
ésta es la edad sin flor, es el estío.

Y viene en fin aquella edad sombría
de miserias cargada,
que ya se hunde en las sombras de la nada,
la escuálida vejez, la vejez fría,
envuelta de dolor en las tinieblas:
invierno triste de ateridas nieblas.

Y estas cuatro estaciones de la vida,
una tras otra vienen,
y pasan ¡ay! y nunca se detienen
del raudo tiempo en la veloz corrida,
que sacando a los hombres de la nada
los lleva de la muerte a la morada.



Fernando de Herrera

Órrido ivierno, que la luz serena

-- de Fernando de Herrera --

Órrido ivierno, que la luz serena,
y agradable color del puro cielo
cubres d' oscura sombra y turbio velo
con la mojada faz de nieblas llena;

buelve a la fría gruta, y la cadena
del nevoso Aquilón; y en aquel ielo,
qu' oprime con rigor el duro suelo,
las furias de tu ímpetu refrena.

Qu' en tanto qu' en tu ira embravecido,
asaltas el divino Esperio río,
que corre al sacro seno d' Ocidente,

yo triste, en nuve eterna del olvido,
culpa tuya, apartado del Sol mío,
no m' enciendo en los rayos de su frente.



José Asunción Silva

crepúsculo I

-- de José Asunción Silva --

Tableau mistérieux que la
vue offre à la pensée.
Charles nodier
es la hora de misterio en que el labriego
al resonar del ángelus el toque
adiós que dice al moribundo día,
la campanada bronca,
en su casita blanca, a lento paso
humilde se recoge.
Es la hora en que las nubes del poniente
de fuego orlanlas tardes,
en que el sol de los muertos ilumina
los prados ylos bosques,
y el ángel de la tarde a dios conduce
las mudas oraciones,
es la hora en que levantan de los lagos
las nieblassin colores,
como del fondo oscuro del espíritu
los coros devisiones
en que es feéricos cuentos invocados
o en relatosinformes
tornan a las estancias de los niños
los duendesprotectores,
es la hora de dulcísima armonía
y de místicasvoces,
en que al través de nieblas y de brumas,
ansiosa el almatorna
a los felices días de la infancia
que pasaronveloces,
es la hora en que la brisa entre los árboles
tiene vagosrumores,
es la hora en que la vida se adormece
al beso de lanoche.



José Asunción Silva

Armonías

-- de José Asunción Silva --

A M. Valenzuela

Cual la naturaleza
de la que forma parte y es fiel copia
el alma humana tiene ocultas fuerzas
silencios, luces, músicas y sombras.

Vagas nieblas también... Las ilusiones
que el paisaje embellecen cuando brillan
y que desaparecen cuando asomas,
sol de la realidad que las disipas...

Y como en sucesión jamás turbada
todo nace en la tierra y todo muere,
en el mundo ideal de los espíritus
rigen eternas, semejantes leyes:

brotan sobre las tumbas de los muertos
las flores, mensajeras de alegría;
sobre la tumba de un amor llorado
brotan ensueños de tristeza mística.



José Hierro

razón alegría (1947)

-- de José Hierro --

Tal vez porque cantamos embriagados la vida
crees que fue con nosotros lo que tú llamas buena.
Puedes aproximarte, puedes tocar la herida
de amargura y de sangre hasta los bordes llena.
Ganamos la alegría bajo un cielo sombrío,
mientras el desaliento nos prendía en sus redes.
Hemos tenido sueño, hemos tenido frío,
hemos estado solos entre cuatro paredes.
Vivimos... Llena el alma la hermosura más plena.
En países de nieblas también nacen flores.
Después de la amargura y después de la pena
es cuando da la vida sus más bellos colores.



Carolina Coronado

siemrpe tú

-- de Carolina Coronado --

La niebla del diciembre quebrantaba
del sol los melancólicos fulgores
cuando en mi corazón de tus amores
el acento primero resonaba.
El segundo diciembre se acercaba
trayendo para mí nieblas mayores
que a merced de los vientos bramadores
tu nave en el atlántico bogaba.
Y el diciembre tercero aparecía
templado, alegre como el mayo hermoso
y eras tú mi suspiro todavía.
El cuarto arrebatado, tempestuoso,
vino a robarme la ventura mía



Clemente Althaus

A Londres

-- de Clemente Althaus --

En vano, altiva Londres, a porfía
te enriqueces, te ensanchas y te pueblas,
si en una nueva atmósfera sombría
te envuelve el humo y tus eternas nieblas;
si no difiere lo que llamas día
de las nocturnas lóbregas tinieblas,
o, como triste pasajera tarde,
entre dos noches dilatadas arde.
¿Qué vale tu grandeza y poderío
y la corona azul del océano,
Si tiembla en ti junto al hogar el Frío
tendiendo al fuego la aterida mano,
si en tus vastos palacios el Hastío,
roído el pecho de tenaz gusano,
gime y suspira y sin cesar bosteza,
sin que el sueño le rinda la cabeza.
Tú no conoces esa indefinida
dulce tristeza, soñadora y vaga,
encanto y poesía de la vida
que en otro clima el corazón halaga;
sólo conoces el Esplín suicida
que todo bien con su veneno estraga
y que o corta la vida o la convierte
en una lenta prolongada muerte.



Rosario de Acuña

El otoño (Acuña)

-- de Rosario de Acuña --

Templa su fuego el sol bajo el nublado;
las nieblas rompen sus tupidos velos
y desciende la lluvia, y arroyuelos
de límpido cristal recoge el prado.

Pájaro amante, insecto enamorado,
sienten, última vez, ardientes celos;
marchan la golondrina y sus polluelos:
se adorna el bosque de matiz dorado.

¡Ya está aquí! El mar levanta sus espumas
y acres perfumes a la tierra envía...
¿Quién no le ama? Entre rosadas brumas,

coronado de mirtos y laureles,
viene dando a las vides ambrosía,
vertiendo frutas, regalando mieles!



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