Buscar Poemas con Naturaleza


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Se han encontrado 93 poemas con la palabra naturaleza

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Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 35

-- de Francisco de Quevedo --

Más solitario pájaro ¿en cuál techo
se vio jamás, ni fiera en monte o prado?
desierto estoy de mí que me has dejado
mi alma propia en lágrimas deshecho.
Lloraré siempre mi mayor provecho;
penas serán y hiel cualquier bocado;
la noche afán, y la quietud cuidado,
y duro campo de batalla el lecho.
El sueño, que es imagen de la muerte,
en mí a la muerte vence en aspereza,
pues que me estorba el sumo bien de verte.
Que es tanto tu donaire y tu belleza,
que, pues naturaleza pudo hacerte,
milagro puede hacer naturaleza.

Poema las tres musas últimas castellanas 35 de Francisco de Quevedo con fondo de libro

Clemente Althaus

A la naturaleza

-- de Clemente Althaus --

Que fiel logre mi verso retratarte
consiénteme, inmortal Naturaleza,
tú que de la verdad y la belleza
eres madre en la ciencia y en el arte.

Por poco que el mortal de ti se aparte,
en su profunda ceguedad tropieza;
mas, nunca escarmentada su flaqueza,
no cesa en todo tiempo de dejarte.

¡Cuántos vanos errores a porfía
reinar ves en tus locas criaturas,
muertos y renacientes cada día!

Pasan ellos: tú sola eterna duras,
siempre brindando al Arte y a Sofía
de belleza y verdad las fuentes puras.

Poema A la naturaleza de Clemente Althaus con fondo de libro

Alfonsina Storni

Canción de la mujer astuta

-- de Alfonsina Storni --

Cada rítmica luna que pasa soy llamada,
por los números graves de Dios, a dar mi vida
en otra vida: mezcla de tinta azul teñida;
la misma extraña mezcla con que ha sido amasada.

Y a través de mi carne, miserable y cansada,
filtra un cálido viento de tierra prometida,
y bebe, dulce aroma, mi nariz dilatada
a la selva exultante y a la rama nutrida.

Un engañoso canto de sirena me cantas,
¡naturaleza astuta! Me atraes y me encantas
para cargarme luego de alguna humana fruta.

Engaño por engaño: mi belleza se esquiva
al llamado solemne; de esta fiebre viva,
algún amor estéril y de paso, disfruta.

Poema Canción de la mujer astuta de Alfonsina Storni con fondo de libro

Alfonsina Storni

Naturaleza mía

-- de Alfonsina Storni --

Naturaleza mía, la que fuera
Como pesada abeja en primavera,
Ociosa y hecha para siestas de oro,
Voraz, aletargable, mudadera.

Bajo las tardes cálidas, dormida
De amor, ya el nuevo amor te daba brida,
Y tú arrastrabas un pesado cuerpo,
Pesado por el zumo de la vida.

¿Qué hice de tí? Para enfrentar tus males
Sobre tus formas apreté sayales,
Y en flagelarte puse empeño tanto
Que hoy filosofas junto a los rosales.

Disminuida, atáxica, robada,
En tu pura pureza violada,
Miras te baten palmas los sensatos
Con tu ya blanca y última mirada.



Alfonso Reyes

a eugenio florit

-- de Alfonso Reyes --

Florit, la primavera se desborda
y vuelca flora el azafate henchido,
y la naturaleza en cada nido
lanza un temblor y hace la vista gorda,
¿qué pasa entonces, cuando el viento asorda
y el campo es todo asombro y todo ruido,
y aun el más recatado y retraído
toma el alma y la echa por la borda?
¿qué arcaico rito o gresca dionisíaca,
que endiablada, o mejor, paradisiaca
celebración de las celebraciones?
es que el poeta cumple el mandamiento:
hacer razones con el sentimiento
y dar en sentimiento las razones.



Amado Nervo

el retorno

-- de Amado Nervo --

Vivir sin tus caricias es mucho desamparo;
vivir sin tus palabras es mucha soledad;
vivir sin tu amoroso mirar, ingenuo y claro,
es mucha oscuridad...
Vuelvo pálida novia, que solías
mi retorno esperar tan de mañana,
con la misma canción que preferías
y la misma ternura de otros días
y el mismo amor de siempre, a tu ventana.
Y elijo para verte, en delicada
complicidad con la naturaleza,
una tarde como ésta: desmayada
en un lecho de lilas, e impregnada
de cierta aristocrática tristeza.
¡Vuelvo a ti con los dedos enlazados
en actitud de súplica y anhelo
-como siempre-, y mis labios no cansados
de alabarte, y mis ojos obstinados
en ver los tuyos a través del cielo!
recíbeme tranquila, sin encono,
mostrando el deje suave de una hermana;
murmura un apacible: te perdono ,
y déjame dormir con abandono,
en tu noble regazo, hasta mañana...



Amado Nervo

éxtasis

-- de Amado Nervo --

Cada rosa gentil ayer nacida,
cada aurora que apunta entre sonrojos,
dejan mi alma en el éxtasis sumida...
¡Nunca se cansan de mirar mis ojos
el perpetuo milagro de la vida!
años ha que contemplo las estrellas
en las diáfanas noches españolas
y las encuentro cada vez mas bellas.
Años ha que en el mar, conmigo a solas,
de las olas escucho las querellas,
y aun me pasma el prodigio de las olas!
cada vez hallo la naturaleza
más sobrenatural, más pura y santa,
para mí, en rededor, todo es belleza;
y con la misma plenitud me encanta
la boca de la madre cuando reza
que la boca del niño cuando canta.
Quiero ser inmortal, con sed intensa,
porque es maravilloso el panorama
con que nos brinda la creación inmensa;
porque cada lucero me reclama,
diciéndome, al brillar: «aquí se piensa,
también aquí se lucha, aquí se ama».



Amado Nervo

jaculatoria a la nieve

-- de Amado Nervo --

¡qué milagrosa es la naturaleza!
pues, ¿no da luz la nieve? inmaculada
y misteriosa, trémula y callada,
paréceme que mudamente reza
al caer... ¡Oh nevada!:
tu ingrávida y glacial eucaristía
hoy del pecado de vivir me absuelva
y haga que, como tú, mi alma se vuelva
fúlgida, blanca, silenciosa y fría.



Amado Nervo

El retorno (Nervo)

-- de Amado Nervo --

Vuelvo, pálida novia, que solías
mi retorno esperar tan de mañana,
con la misma canción que preferías
y la misma ternura de otros días
y el mismo amor de siempre, a tu ventana.

Y elijo para verte, en delicada
complicidad con la naturaleza,
una tarde como esta, desmayada
en un lecho de lilas e impregnada
de cierta aristocrática tristeza.

Vuelvo a ti con mis dedos enlazados
en actitud de súplica y anhelo,
como siempre, y mis labios, no cansados
de alabarte ¡y mis ojos obstinados
en ver los tuyos a través del cielo!

Recíbeme tranquila, sin encono,
mostrando el dejo suave de una hermana;
murmura un apacible: «Te perdono»,
y déjame dormir con abandono
en tu noble regazo hasta mañana...



Amado Nervo

Éxtasis (Nervo)

-- de Amado Nervo --

Cada rosa gentil ayer nacida,
cada aurora que apunta entre sonrojos,
dejan mi alma en el éxtasis sumida
nunca se cansan de mirar mis ojos
el perpetuo milagro de la vida!

Años ha que contemplo las estrellas
en las diáfanas noches españolas
y las encuentro cada vez mas bellas.
Años ha que en el mar conmigo a solas,
y aun me pasma el prodigio de las olas!

Cada vez hallo la naturaleza
más sobrenatural, más pura y santa,
Para mí, en rededor, todo es belleza:
y con la misma plenitud me encanta
la boca de la madre cuando reza
que la boca del niño cuando canta.

Quiero ser inmortal con sed intensa,
porque es maravilloso el panorama
con que nos brinda la creación inmensa;
porque cada lucero me reclama,
diciéndome al brillar: "Aquí se piensa,
también aquí se lucha, aquí se ama."



A Dios (Arroyal)

-- de León de Arroyal --

Quando alzando los ojos miro el cielo
adornado de estrellas refulgentes,
de luna y sol las vueltas diferentes,
y de los orbes el constante vuelo:

Y tornando á baxarlos, veo el suelo
regado con los rios y las fuetnes,
henchido de hombres, brutos y vivientes,
que procrean su especie con anhelo:

Al contemplar de todo la hermosura,
y el inmutable órden, que en sí tiene,
y observa la feraz naturaleza;

Á tí elevo mi alma con fe pura,
ó eterno Criador; y qual conviene
bendigo en altas voces tu grandeza.



Lope de Vega

quien dice que en mujeres no hay firmeza

-- de Lope de Vega --

Quien dice que en mujeres no hay firmeza,
no os puede haber, señora, conocido,
ni menos el que dice que han nacido
de un parto la crueldad y la belleza.
Un alma noble, una real pureza
de un cuerpo de cristal hicieron nido;
el mismo ser está con vos corrido,
y admirada de sí naturaleza.
Firme sois, y mujer, si son contrarios,
hoy vuestro pecho con victoria quede,
de que es sujeto que los ha deshecho.
Bronce, jaspe, metal, mármoles parios,
consume el tiempo; vuestro amor no puede:
que es alma de diamante en vuestro pecho.



Lope de Vega

perderá de los cielos la belleza

-- de Lope de Vega --

Perderá de los cielos la belleza
el ordinario curso, eterno y fuerte;
la confusión, que todo lo pervierte,
dará a las cosas la primer rudeza.
Juntaránse el descanso y la pobreza;
será el alma inmortal sujeta a muerte;
hará los rostros todos de una suerte
la hermosa en varïar, naturaleza.
Los humores del hombre, reducidos
a un mismo fin, se abrazarán concordes;
dará la noche luz y el oro enojos.
Y quedarán en paz eterna unidos
los elementos, hasta aquí discordes,
antes que deje de adorar tus ojos.



Lope de Vega

Adonde quiera que su luz aplican

-- de Lope de Vega --

A donde quiera que su luz aplican,
hallan, Señor, mis ojos tu grandeza:
si miran de los cielos la belleza,
con voz eterna tu deidad publican;
si a la tierra se bajan, y se implican
en tanta variedad, Naturaleza
les muestra tu poder con la destreza,
que sus diversidades significan;
si al mar, Señor, o al aire, meditando
aves y peces, todo está diciendo,
que es Dios su autor, a quien está adorando.
Ni hay bárbaro antípoda, que viendo
tanta belleza, no te esté alabando:
yo sólo, conociéndola te ofendo.



Lope de Vega

Aquí de Amor, que mata la dureza

-- de Lope de Vega --

Aquí de Amor, que mata la dureza
de Juana, sin respeto de su grado,
el más impertinente licenciado
que en sus leyes formó naturaleza.

Lo de menos valor es la corteza
en cuantas cosas vemos que ha criado,
y a ti, al contrario, el corazón te ha dado
de dura piedra en exterior belleza.

Pues no pueden mis quejas ablandarte,
bien merecieras, Juana rigurosa,
suceder en el mármol de Anaxarte.

Pero ¿en qué piedra, para ser mi losa,
pudiera el dulce Ovidio transformarte,
si ya eres jaspe de azucena y rosa?



Lope de Vega

Belleza singular, ingenio raro

-- de Lope de Vega --

Belleza singular, ingenio raro,
fuera del natural curso del cielo,
Etna de amor, que de tu mismo hielo
despides llamas entre mármol puro;
sol de hermosura, entendimiento claro,
alma dichosa en cristalino velo,
norte del mar, admiración del suelo,
émula el sol como a la luna el faro.
Milagro del autor de cielo y tierra,
bien de naturaleza el más perfeto,
Lucinda hermosa en quien mi luz se encierra;
nieve en blancura y fuego en el efeto,
paz de los ojos y del alma guerra:
dame a escribir como a penar sujeto.



Lope de Vega

Clarinda, Amor se corre, y no consiente

-- de Lope de Vega --

Clarinda, Amor se corre, y no consiente
que Adonis llore y que se alegre Marte,
y que a Naturaleza venza el arte,
negando el rostro lo que el alma siente.

Quien ama y disimula, o sufre, o miente;
con nuevo gusto el alma se reparte;
pero la fe, si en ella tiene parte,
es carácter que dura eternamente.

Ya que es costumbre, y no razón mudarse,
quien oro ha de medir, lágrimas mida:
que con mayor valor pueden pesarse.

Venganza injusta fama infame pida,
que es dentro arderse y por de fuera helarse
bastardo efeto de verdad fingida.



Lope de Vega

Cleopatra a Antonio en oloroso vino

-- de Lope de Vega --

Cleopatra a Antonio en oloroso vino
dos perlas quiso dar de igual grandeza,
que por muestra formó naturaleza
del instrumento del poder divino.

Por honrar su amoroso desatino,
que fue monstruo en amor, como en belleza,
la primera bebió, cuya riqueza
honrar pudiera la ciudad de Nino

Mas no queriendo la segunda Antonio,
que ya Cleopatra deshacer quería,
de dos milagros, reservó el segundo.

Quedó la perla sola en testimonio
de que no tuvo igual, hasta aquel día,
bella Lucinda, que naciste al mundo.



Lope de Vega

Con inmortal valor y gentileza

-- de Lope de Vega --

Con inmortal valor y gentileza,
mármol hermoso, para siempre quedes,
pues quiere amor que de mi prenda heredes
la gracia, la blancura y la dureza.

Que al fin, si te excedió naturaleza
en dar alma a sus cuerpos, tú la excedes
en que sin almas nuestras almas puedes
mover con arte y con mayor belleza.

Lleva del tiempo y de la muerte palma,
del límite mortal milagro indigno,
pues no podrán sin alma deshacerte.

No sienta quien te ve que estás sin alma,
porque tan bello cuerpo no era digno
de estar sujeto al tiempo ni a la muerte.



Lope de Vega

Cuando por este margen solitario

-- de Lope de Vega --

Cuando por este margen solitario
villano agricultor os trasponía,
verdes olmos, apenas yo sabía
qué fuese honesto bien, ni mal contrario.

Treinta veces el sol al Sagitario,
saliendo de la casa húmeda y fría
del Escorpión, tocó, desde aquel día,
curso inmortal de su camino vario.

Crecisteis y crecí; vuestra belleza
fue mi edad verde, como ya a mis años
espejo vuestra rígida corteza.

Los dos sin frutos vemos sus engaños;
mas ¡ay, que no eran en vos naturaleza!
Perdí mi tiempo, lloraré mis daños.



Lope de Vega

Deste mi grande amor, y el poco tuyo

-- de Lope de Vega --

Deste mi grande amor, y el poco tuyo,
no tengo culpa yo, tengo la pena;
que a tu naturaleza, en todo ajena,
juntarse dos contrarios atribuyo.

Este mi amor y tu desdén arguyo
de aquel humor que de una misma vena
de dulce y agro fruto el ramo enllena,
siendo una tierra, un agua, un tronco el suyo.

Veo la cera, y veo el barro, al fuego,
ésta ablandarse, aquél endurecerse,
que uno se rinde y otro se resiste;

y con igual efecto miro luego,
(siendo una causa Amor para encenderse)
que si me enternecí, te endureciste.



Lope de Vega

Dos cosas despertaron mis antojos

-- de Lope de Vega --

Dos cosas despertaron mis antojos,
extrajeras, no al alma, a los sentidos;
Marino, gran pintor de los oídos,
y Rubens, gran poeta de los ojos.
Marino, fénix ya de sus despojos,
yace en Italia resistiendo olvidos;
Rubens, los héroes del pincel vencidos,
da gloria a Flandes y a la envidia enojos.
Mas ni de aquél la pluma, o la destreza
déste con el pincel pintar pudieran
un hombre que, pudiendo, a nadie ayuda.
Porque es tan desigual naturaleza,
que cuando a retratalle se atrevieran,
ser hombre o fiera, les pusiera en duda.



Lope de Vega

¿En qué bárbara tierra me guardara

-- de Lope de Vega --

¿En qué bárbara tierra me guardara
intricada de peñas y maleza;
o qué abismo formó naturaleza,
a dónde el rayo de tu luz no entrara?
¿Qué mar en sus arenas me librara,
qué concha me prestara su corteza,
en qué región del aire la cabeza
contra tus armas de defensa armara?
Si le tragó la foca al que quería
huir, de ti, más loco fue mi intento,
mayor, mi atrevimiento y rebeldía.
Mas ya vuelvo a buscarte, y tan contento,
que me dan, para hallarte noche y día
mis ojos mar, y mis suspiros viento.



Lope de Vega

Espíritus sanguíneos vaporosos

-- de Lope de Vega --

Espíritus sanguíneos vaporosos
suben del corazón. A la cabeza,
y, saliendo a los ojos, su pureza
pasan a los que miran, amorosos.

El corazón, opuesto, los fogosos
rayos sintiendo en la sutil belleza,
como de ajena son naturaleza,
inquiétase en ardores congojosos.

Esos puros espíritus que envía
tu corazón al mío, por extraños
me inquietan, como cosa que no es mía.

Mira, Juana, qué amor; mira qué engaños;
pues hablo en natural filosofía
a quien me escucha jabonando paños.



Lope de Vega

Juana, para sufrir tu armado brío

-- de Lope de Vega --

Juana, para sufrir tu armado brío
ya no hay defensa en Bártulo ni en Baldo;
Juana ¿qué olla te vertí, qué caldo,
que tratas como a perro el amor mío?

Juana si tus estampas sigo al río
cargas de piedras el honesto enfaldo;
Juana, antenoche te pedí aguinaldo,
y me llamaste licenciado frío.

Cruel naturaleza en nieve pura
la fábrica exterior del cuerpo informa,
alma tan criminal, áspera y dura:

que mal el cuerpo al alma se conforma,
pues fue, de tan hermosa arquitectura,
la materia cristal, bronce la forma.



Lope de Vega

Pasé la mar cuando creyó mi engaño

-- de Lope de Vega --

Pasé la mar cuando creyó mi engaño
que en él mi antiguo fuego se templara;
mudé mi natural porque mudara
naturaleza el uso, y curso el daño.

En otro cielo, en otro reino extraño,
mis trabajos se vieron en mi cara,
hallando, aunque otra edad tanta pasara,
incierto el bien y cierto el desengaño:

el mismo amor me abrasa y atormenta
y de razón y libertad me priva.
¿Por qué os quejáis del alma que le cuenta?

¿Que no escriba, decís, o que no viva?
Haced vos con mi amor que yo no sienta
que yo haré con mi pluma que no escriba.



Lope de Vega

Tristezas, si el hacerme compañía

-- de Lope de Vega --

Tristezas, si el hacerme compañía
es fuerza de mi estrella y su aspereza,
vendréis, a ser en mí naturaleza,
y perderá su fin vuestra porfía.

Si gozar no merecen de alegría
aquellos que no saben qué es tristeza,
¿cuándo se mudará vuestra firmeza?
¿cuándo veré de mi descanso el día?

Sola una gloria os hallo conocida:
que si es el fin el triste sentimiento
de las alegres horas desta vida,

vosotras le tendréis en el contento;
mas, ¡ay!, que llegaréis a la partida,
y llevaráse mi esperanza el viento.



Lope de Vega

Si el padre universal de cuanto veo

-- de Lope de Vega --

Si el padre universal de cuanto veo
en la naturaleza nuestra humana,
despreció la sentencia soberana,
obedeciendo un femenil deseo;

si un rey David y un nazareno hebreo,
a Bersabé y a Dálida tirana,
la fuerza y la vitoria rinde llana,
que no pudo el león ni el filisteo,

¿en qué valor mis ojos se fiaron,
y presumió mi ingenio saber tanto
que no le hiciera tu hermosura agravio?

Pues con fuerza, virtud y ciencia erraron
Adán el primer hombre, David santo,
Sansón el fuerte y Salomón el sabio.



Góngora

Inscripción para el sepulcro del Greco

-- de Góngora --

Esta, en forma elegante, oh peregrino,
de pórfido luciente dura llave,
el pincel niega al mundo más süave
que dio espíritu a leño, vida a lino.

Su nombre, aún de mayor aliento dino
que en los clarines de la Fama cabe,
el campo ilustra de ese mármol grave;
venérale, y prosigue tu camino.

Yace el Griego. Heredó Naturaleza
Arte, y el Arte, estudio; Iris, colores;
Febo, luces —si no sombras, Morfeo.—

Tanta urna, a pesar de su dureza,
lágrimas beba y cuantos suda olores
corteza funeral de árbol sabeo.



Manuel del Palacio

El suplicio de Tántalo

-- de Manuel del Palacio --

¡Cuan bello y orgulloso se levanta
De los montes cortando la aspereza,
Ese palacio, rico de grandeza,
Que hunde en el valle la soberbia planta!

Jamás el arte maravilla tanta
Pudo reunir de gracia y fortaleza,
Ni jamás prodigó naturaleza
Tanto tesoro como aquí me encanta!

Árboles mil en pintoresca fila
Le dan ambiente dulce y placentero;
Reina en su derredor calma tranquila:

Verle de cerca y admirarle quiero;
Mas ¿qué cartel en la pared oscila?
— No se entra sin permiso del portero.



Manuel del Palacio

Poesía y prosa

-- de Manuel del Palacio --

¿La veis? Blanca es su tez como la nieve,
Negros sus ojos, sus mejillas rosa;
Como la palma del desierto airosa
Se columpia al andar su talle breve.

Siempre que hácia el jardín su planta mueve
En ella va á libar la mariposa,
Pues niña tan gentil y tan hermosa
Ni ha existido jamás, ni existir debe.

Pródiga en ella unió naturaleza
Los cien tesoros que guardaba en vano,
Ingenio, juventud, gracia y riqueza.

¿La veis? pues maldecid al hado insano;
Que esa mujer, portento de belleza,
Se suena las narices con la mano.



Jorge Guillén

ya se acortan las tardes

-- de Jorge Guillén --

Ya se acortan las tardes
ya se acortan las tardes, ya el poniente
nos descubre los más hermosos cielos,
maya sobre las apariencias velos
pone, dispone, claros a la mente.
Ningún engaño en sombra ni en penumbra,
que a los ojos encantan con matices
fugitivos, instantes muy felices
de pasar frente al sol que los alumbra.
Nos seduce este cielo de tal vida,
el curso de la gran naturaleza
que acorta la jornada, no perdida
si hacia la luz erguimos la cabeza.
Siempre ayuda la calma de esta hora,
lenta en su inclinación hasta lo oscuro,
y se percibe un ritmo sobre el muro
que postrero fulgor ahora dora.
Este poniente sin melancolía
nos sume en el gran orden que nos salva,
preparación para alcanzar el alba,
también serena aunque mortal el día.



César Vallejo

Trilce: LXXVI

-- de César Vallejo --

De la noche a la mañana voy
sacando lengua a las más mudas equis.

En nombre de esa pura
que sabía mirar hasta ser 2.

En nombre de que la fui extraño,
llave y chapa muy diferentes.

En nombre della que no tuvo voz
ni voto, cuando se dispuso
esta su suerte de hacer.

Ebullición de cuerpos, sinembargo,
aptos; ebullición que siempre
tan sólo estuvo a 99 burbujas.

¡Remates, esposados en naturaleza,
de dos días que no se juntan,
que no se alcanzan jamás.



César Vallejo

de la noche a la mañana voy

-- de César Vallejo --

lxxvi
de la noche a la mañana voy
sacando lengua a las más mudas equis.
En nombre de esa pura
que sabía mirar hasta ser 2.
En nombre de que la fui extraño,
llave y chapa muy diferentes.
En nombre della que no tuvo voz
ni voto, cuando se dispuso
esta su suerte de hacer.
Ebullición de cuerpos, sinembargo,
aptos; ebullición que siempre
tan sólo estuvo a 99 burbujas.
¡Remates, esposados en naturaleza,
de dos días que no se juntan,
que no se alcanzan jamás!



César Vallejo

el libro de la naturaleza

-- de César Vallejo --

Profesor de sollozo he dicho a un árbol
palo de azogue, tilo
rumoreante, a la orilla del mame, un buen alumno
leyendo va en tu naipe, en tu hojarasca,
entre el agua evidente y el sol falso,
su tres de copas, su caballo de oros.
Rector de los capítulos del cielo,
de la mosca ardiente, de la calma manual que hay en los asnos;
rector de honda ignorancia, un mal alumno
leyendo va en tu naipe, en tu hojarasca,
el hambre de razón que le enloquece
y la sed de demencia que le aloca. .
Técnico en gritos, árbol consciente, fuerte,
fluvial, doble, solar, doble, fanático,
conocedor de rosas cardinales, totalmente
metido, hasta hacer sangre, en aguijones, un alumno
leyendo va en tu naipe, en tu hojarasca,
su rey precoz, telúrico, volcánico, de espadas.
¡Oh profesor, de haber tánto ignorado!
¡oh rector, de temblar tánto en el aire!
¡oh técnico, de tánto que te inclinas!
¡oh tilo! ¡oh palo rumoroso junto al marne!



Diego de Torres Villarroel

vida bribona

-- de Diego de Torres Villarroel --

En una cuna pobre fui metido,
entre bayetas burdas mal fajado,
donde salí robusto y bien templado,
y el rústico pellejo muy curtido.
A la naturaleza le he debido
más que el señor, el rico y potentado,
pues le hizo sin sosiego delicado,
y a mí con desahogo bien fornido.
Él se cubre de seda, que no abriga,
yo resisto con lana a la inclemencia;
él por comer se asusta y se fatiga,
yo soy feliz, si halago a mi conciencia,
pues lleno a todas horas la barriga,
fiado de que hay dios y providencia.



Manuel José Othón

epitalamio

-- de Manuel José Othón --

Todo, al soplar las brisas tropicales,
mueve la sangre y todo a amar provoca.
Naturaleza entera es una boca
donde palpitan besos inmortales.

Requiébranse en la rama los turpiales,
lanzando su canción alegre y loca
y, en la cortante arista de la roca,
se acarician las águilas reales.

Tálamo de las tiernas golondrinas
es el aire, del tigre la espelunca,
del triscador ganado las colinas . . .

Nada tu fuerza poderosa trunca,
pues, renaciendo tú de las ruinas,
¡oh, fecundante amor, no mueres nunca!



Pablo Neruda

soneto xxxix cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Pero olvidé que tus manos satisfacían
las raíces, regando rosas enmarañadas,
hasta que florecieron tus huellas digitales
en la plenaria paz de la naturaleza.
El azadón y el agua como animales tuyos
te acompañan, mordiendo y lamiendo la tierra,
y es así cómo, trabajando, desprendes
fecundidad, fogosa frescura de claveles.
Amor y honor de abejas pido para tus manos
que en la tierra confunden su estirpe transparente,
y hasta en mi corazón abren su agricultura,
de tal modo que soy como piedra quemada
que de pronto, contigo, canta, porque recibe
el agua de los bosques por tu voz conducida.



Pablo Neruda

soneto l cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Soneto l
cotapos dice que tu risa cae
como un halcón desde una brusca torre
y, es verdad, atraviesas el follaje del mundo
con un solo relámpago de tu estirpe celeste
que cae, y corta, y saltan las lenguas del rocío,
las aguas del diamante, la luz con sus abejas
y allí donde vivía con su barba el silencio
estallan las granadas del sol y las estrellas,
se viene abajo el cielo con la noche sombría,
arden a plena luna campanas y claveles,
y corren los caballos de los talabarteros:
porque tú siendo tan pequeñita como eres
dejas caer la risa desde tu meteoro
electrizando el nombre de la naturaleza.



Pablo Neruda

soneto xxxvii cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Oh amor, oh rayo loco y amenaza purpúrea,
me visitas y subes por tu fresca escalera
el castillo que el tiempo coronó de neblinas,
las pálidas paredes del corazón cerrado.
Nadie sabrá que sólo fue la delicadeza
construyendo cristales duros como ciudades
y que la sangre abría túneles desdichados
sin que su monarquía derribara el invierno.
Por eso, amor, tu boca, tu piel, tu luz, tus penas,
fueron el patrimonio de la vida, los dones
sagrados de la lluvia, de la naturaleza
que recibe y levanta la gravidez del grano,
la tempestad secreta del vino en las bodegas,
la llamarada del cereal en el suelo.



Pablo Neruda

soneto xlviii cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Soneto xlviii
dos amantes dichosos hacen un solo pan,
una sola gota de luna en la hierba,
dejan andando dos sombras que se reúnen,
dejan un solo sol vacío en una cama.
De todas las verdades escogieron el día:
no se ataron con hilos sino con un aroma,
y no despedazaron la paz ni las palabras.
La dicha es una torre transparente.
El aire, el vino van con los dos amantes,
la noche les regala sus pétalos dichosos,
tienen derecho a todos los claveles.
Dos amantes dichosos no tienen fin ni muerte,
nacen y mueren muchas veces mientras viven,
tienen la eternidad de la naturaleza.



Pablo Neruda

soneto lxxiv cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxxiv
el camino mojado por el agua de agosto
brilla como si fuera cortado en plena luna,
en plena claridad de la manzana,
en mitad de la fruta del otoño.
Neblina, espacio o cielo, la vaga red del día
crece con fríos sueños, sonidos y pescados,
el vapor de las islas combate la comarca,
palpita el mar sobre la luz de chile.
Todo se reconcentra como el metal, se esconden
las hojas, el invierno enmascara su estirpe
y sólo ciegos somos, sin cesar, solamente.
Solamente sujetos al cauce sigiloso
del movimiento, adiós, del viaje, del camino:
adiós, caen las lágrimas de la naturaleza.



Pedro Calderón de la Barca

Del rey

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Viendo estoy mis imperios dilatados,
mi majestad mi gloria, mi grandeza,
en cuya variedad naturaleza
perfeccionó de espacios sus cuidados.

Alcázares poseo levantados,
mi vasalla ha nacido la belleza.
La humildad de unos, de otros la riqueza,
triunfo son al arbitrio de los hados.

Para regir tan desigual, tan fuerte
monstruo de muchos cuellos, me concedan
los cielos atenciones más felices.

Ciencia me den con que a regir acierte,
que es imposible que domarse puedan
con un yugo no más tantas cervices.



Rafael María Baralt

A Dios II

-- de Rafael María Baralt --

Cielos, orbes y abismos reverentes
narran tu gloria, ¡oh Dios!, y tu grandeza;
y ante el sol inmortal de tu belleza
postran los santos las radiosas frentes.

Materia y forma, especies y vivientes
sacaste a luz con próvida largueza;
y bebe, sin cesar, naturaleza
copiosa vida en tus eternas fuentes.

Diste al hombre tu imagen, y un destello
es su razón de tu razón sublime,
con que pusiste al gran prodigio el sello;

pues sólo aquel es digno de adorarte
que en libre estadio el pensamiento esgrime,
y libre puedo, aunque en error, negarte.



José Tomás de Cuellar

Triste (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

No tiene encanto para mí la vida,
Ni la naturaleza me sonríe;
Y hasta la luz del sol no sé que tiene
Si tú estás triste.

Me parece que el cielo con la tierra
Forma una tumba donde mi alma vive,
Y que son sus antorchas funerarias
Tus ojos tristes.

Me figuro que la hora postrimera
En que del mundo vaya á despedirme
Deberá ser alguna de esas horas
En que estás triste.



Gabriela Mistral

decálogo del artista

-- de Gabriela Mistral --

Ii.
No hay arte ateo. Aunque no ames al creador, lo afirmarás creandoa su semejanza.
Iii.
No darás la belleza como cebo para los sentidos, sino como elnatural alimento del alma.
Iv.
No te será pretexto para la lujuria ni para la vanidad, sinoejercicio divino.
V.
No la buscarás en las ferias ni llevarás tu obra a ellas,porque la belleza es virgen, y la que está en las ferias no es ella.
Vi.
Subirá de tu corazón a tu canto y te habrá purificadoa ti el primero.
Vii.
Tu belleza se llamará también misericordia, y consolaráel corazón de los hombres.
Viii.
Darás tu obra como se da un hijo: restando sangre de tu corazón.
Ix.
No te será la belleza opio adormecedor, sino vino generoso quete encienda para la acción, pues si dejas de ser hombre o mujer,dejarás de ser artista.
X.
De toda creación saldrás con vergüenza, porque fueinferior a tu sueño, e inferior a ese sueño maravilloso dedios, que es la naturaleza.



Garcilaso de la Vega

SONETO XXXV

-- de Garcilaso de la Vega --

Mario, el ingrato amor, como testigo
de mi fe pura y de mi gran firmeza,
usando en mí su vil naturaleza,
que es hacer más ofensa al más amigo;

teniendo miedo que si escribo o digo
su condición, abato su grandeza;
no bastando su fuerza a mi crüeza
ha esforzado la mano a mi enemigo.

Y ansí, en la parte que la diestra mano
gobierna. Y en aquella que declara
los conceptos del alma, fui herido.

Mas yo haré que aquesta ofensa cara
le cueste al ofensor, ya que estoy sano,
libre, desesperado y ofendido.



Garcilaso de la Vega

Mario, el ingrato Amor,como testigo

-- de Garcilaso de la Vega --

Mario, el ingrato Amor, como testigo
de mi fe pura y de mi gran firmeza,
usando en mí su vil naturaleza,
que es hacer más ofensa al más amigo;

teniendo miedo que si escribo o digo
su condición, abajo su grandeza;
no bastando su fuerza a mi crueza,
ha esforzado la mano a mi enemigo.

Y así, en la parte que la diestra mano
gobierna. Y en aquella que declara
los conceptos del alma, fui herido.

Mas yo haré que aquesta ofensa, cara
le cueste al ofensor, ya que estoy sano,
libre, desesperado y ofendido.



Salvador Rueda

sonetos VIII

-- de Salvador Rueda --

Silencio; es la cigarra, la doctora,
la que enseñó a virgilio la poesía
y dio a las viñas griegas su armonía
cual bordón inmortal de luz cantora.

Aun pasa con su lira triunfadora
ardiendo en entusiasmo y energía;
encerrado en sus élitros va el día,
escuchad su canción abrasadora.

Ser en la roja siesta enardecido,
es un ascua del sol hecha alarido
que a su propio calor fundirse quiere.

Quema al cantar su real naturaleza,
canta por el amor a la belleza,
canta a las almas, y cantando muere.

5



Sor Juana Inés de la Cruz

A una Rosa

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Rosa divina, que en gentil cultura
Eres con tu fragante sutileza
Magisterio purpúreo en la belleza,
Enseñanza nevada a la hermosura.

Amago de la humana arquitectura,
Ejemplo de la vana gentileza,
En cuyo ser unió naturaleza
La cuna alegre y triste sepultura.

¡Cuán altiva en tu pompa, presumida
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y luego desmayada y encogida.

De tu caduco ser das mustias señas!
Con que con docta muerte y necia vida,
Viviendo engañas y muriendo enseñas.



Vicente Gallego

en la casa de nadie

-- de Vicente Gallego --

A josé luis martínez
futuros galeotes
de este sueño engañoso, mirad a quien amáis:
mirad cómo apuntala el frágil entramado
su ser de vuestro ser.
¿Es posible que muera?
¿y quién sabrá deciros que fue nuestra
la dicha virginal que hoy se os ofrece?
¿quién sabrá convenceros
de que nosotros fuimos, como vosotros sois,
dueños solos del mundo, que floreció el jazmín
tan sólo por nosotros, que se inventó el amor
para nosotros sólo?
qué milagro perverso
¿y quién lo hizo?,
qué lujoso derroche nuestra naturaleza:
desguarnecido pájaro de inquebrantable aliento
que su verdad le canta, despreciando la noche,
a su perfecta aurora.
Dueños solos del mundo,
como dueño del mundo
os deseo fortuna en esta casa,
esta casa de nadie donde la nada urde
vuestra luz venidera en mi balcón de sombra.



Vicente García de la Huerta

Ponderación justa de un amor verdadero

-- de Vicente García de la Huerta --

Arde mi corazón, y su violento
incendio por las venas se derrama,
siendo pábulo noble de esta llama
amor, que en mis entrañas alimento.

Ardiente exhalación es cada aliento,
que el aire vago a su contacto inflama,
si es que más propiamente no se llama
bostezo del volcán de mi tormento.

Este es, Lisi, mi amor voraz y altivo,
a quien es imposible hallar segundo,
milagro que obro en mí naturaleza;

superior al amor más excesivo,
mayor que cuanto en sí comprende el mundo;
sólo, Lisi, inferior a tu belleza.



Vicente García de la Huerta

Soneto segundo del caballero

-- de Vicente García de la Huerta --

Ponderarte el ardor, que violento
por mi abrasado pecho se derrama,
no es empeñarte, Fili, en que a su llama
ni tus desprecios sirvan de alimento.

Sin esperanzas mi pasión aliento,
que con los imposibles más se inflama;
advierte, Fili, bien si nadie llama
en el mundo ambición lo que es tormento.

Y aunque mi amor confieso que es altivo,
pues blasona en la tierra sin segundo,
por milagro de la naturaleza,

ser tu esclavo es blasón más excesivo;
mira, mi bien, si quien te diera el mundo
pensará esclavizar a tu belleza.



Vicente García de la Huerta

Soneto tercero del caballero

-- de Vicente García de la Huerta --

Bien sé que en vano mi dolor violento
lanza suspiros, lágrima derrama,
y que no resta a mi amorosa llama
más que sola mi pena, otro alimento.

Bien conozco el empleo a que me aliento,
y cuán en vano el corazón se inflama,
mas a un amor que heroico se llama,
ni aterra lo imposible ni el tormento.

Y si fuera mi amor menos altivo
por tu desdén, bien mío, sin segundo
desdijera de mí naturaleza;

que aunque parezca término excesivo,
solas tres cosas grandes tiene el mundo:
mi soberbia, mi amor, y tu belleza.



Andrés Bello

A un artista (Bello)

-- de Andrés Bello --

Nunca más bella iluminó la aurora
de los montes el ápice eminente
ni el aura suspiró más blandamente,
ni más rica esmaltó los campos Flora.

Cuanta riqueza y galas atesora,
hoy la Naturaleza hace patente,
tributando homenaje reverente
a la deidad que el corazón adora.

¿Quién no escucha la célica armonía
que con alegre estrépito resuena
del abrasador sur al frío norte?

¡Oh Juana! Gritan todos a porfía;
jamás la Parca triste, de ira llena,
de tu preciosa vida el hilo corte.



Antonio Ros de Olano

En la soledad

-- de Antonio Ros de Olano --

¡Santa Naturaleza!... Yo que un día,
prefiriendo mi daño a mi ventura,
dejé estos campos de feraz verdura
por la ciudad donde el placer hastía.

Vuelvo a ti arrepentido, amada mía,
como quien de los brazos de la impura
vil publicana se desprende y jura
seguir el bien por la desierta vía.

¿Qué vale cuanto adorna y finge el arte,
si árboles, flores, pájaros y fuentes
en ti la eterna juventud reparte,

Y son tus pechos los alzados montes,
tu perfumado aliento los ambientes,
y tus ojos los anchos horizontes?



Antonio Ros de Olano

Eva (Antonio Ros de Olano)

-- de Antonio Ros de Olano --

Era, el Edén: la Creación, naciente,
tipos aislados del Autor divino,
y el Arte vislumbraba su destino
en la forma inicial de la serpiente.

Abrió la rosa al margen de la fuente:
mujer desnuda, en plácido camino,
llegó a mirarse el rostro peregrino
al limpio espejo de agua transparente.

Entonces fue la femenil flaqueza;
primera envidia, en donde al Arte cupo
enmendar la infantil naturaleza.

Eva la flor en su cabello supo
prender, y fueron de la ideal belleza
la mujer y la rosa el primer grupo.



Antonio Ros de Olano

Regalando una botella de vino añejo

-- de Antonio Ros de Olano --

De ésta que envío, anciana generosa,
frágil tapada, indúbita doncella,
cuanto de más edad, mucho más bella,
rival temible a la mujer hermosa,

No queda en el origen ni aun la hojosa
vid de que fue racimo y es botella:
¡Quiso el deleite, hasta saciarse en ella,
tenerla en claustro por gozarla añosa!

Profana, amigo, su recinto escaso;
que a sensual Naturaleza plugo
en breves bordes provocar a exceso...

La boca femenina es chico vaso,
y allí embriaga el amoroso jugo
que vierte el labio al recibir un beso.



Marqués de Santillana

Cuando yo veo a la gentil criatura

-- de Marqués de Santillana --

Cuando yo veo a la gentil criatura
que el cielo, acorde con naturaleza
formaron, loo mi buena ventura.
El punto y hora de tanta belleza

me demostraron, y su hermosura,
que sola de loor es la pureza;
mas luego torno con igual tristura
y plango y quéjome de su crueza.

Que no fue tanta la del mal Thereo,
ni hizo la de Achila y de Potino,
falsos ministros de ti, Ptholomeo.

Así que lloro mi servicio indigno
y la mi loca fiebre, pues que veo
y me hallo cansado y peregrino.



Miguel Unamuno

junto a la laguna del cristo en la aldehuela de yeltes, una noche de luna llena

-- de Miguel Unamuno --

Duerme queda en su lecho de laguna
sobre la cual redonda llena luna
que ejército de estrellas encamina
vela, y se espeja una redonda encina
en el espejo sin rizada alguna;
noche blanca en que el agua hace de cuna
de la más alta y más honda doctrina.
Es un rasgón del cielo que abrazado
tiene en sus brazos la naturaleza;
es un rasgón del cielo que ha posado
y en el silencio de la noche reza
la oración del amante resignado
sólo al amor, que es su única riqueza.



Miguel Unamuno

Junto a la laguna del Cristo en la Aldehuela de...

-- de Miguel Unamuno --

Noche blanca en que el agua cristalina
duerme queda en su lecho de laguna
sobre la cual redonda llena luna
que ejército de estrellas encamina

vela, y se espeja una redonda encina
en el espejo sin rizada alguna;
noche blanca en que el agua hace de cuna
de la más alta y más honda doctrina.

Es un rasgón del cielo que abrazado
tiene en sus brazos la Naturaleza;
es un rasgón del cielo que ha posado

y en el silencio de la noche reza
la oración del amante resignado
sólo al amor, que es su única riqueza.



Miguel Unamuno

Noche de luna llena

-- de Miguel Unamuno --

Noche blanca en que el agua cristalina
duerme queda en su lecho de laguna
sobre la cual redonda llena luna
que ejército de estrellas encamina

vela, y se espeja una redonda encina
en el espejo sin rizada alguna;
noche blanca en que el agua hace de cuna
de la más alta y más honda doctrina.

Es un rasgón del cielo que abrazado
tiene en sus brazos la Naturaleza;
es un rasgón del cielo que ha posado

y en el silencio de la noche reza
la oración del amante resignado
sólo al amor, que es su única riqueza.



Nicanor Parra

creo en un + allá

-- de Nicanor Parra --

Donde se cumplen todos los ideales
amistad
igualdad
fraternidad
excepción hecha de la libertad
ésa no se consigue en ninguna parte
somos esclavos x naturaleza



Juan Pablo Forner

Epitafio (Forner)

-- de Juan Pablo Forner --

Aquí yace Jazmín, gozque mezquino,
que sólo al mundo vino
para abrigarse en la caliente falda
de madama Crisalda,
tomar chocolatito,
bizcochos y confites,
el pobre animalito,
desazonar visitas y convites,
alzando la patita
para orinar las capas y las medias
con audacia maldita,
ladrar rabiosamente
al yente y al viniente,
ir en coche a paseos y comedias
y ser martirio eterno de criados,
por él o despedidos o injuriados
con furor infernal y grito horrendo.

Si inútil fue y aborrecible bicho,
y petulante y puerco y disoluto,
culpas no fueron suyas, era bruto;
educóle el capricho
de delicia soez con estupendo
horror de la razón; naturaleza
no le inspiró tan bárbara torpeza.
Los que en la tierra al Hacedor retratan,
sus hechuras divinas desbaratan,
corrompen y adulteran.
Los vicios de Jazmín, de su ama eran.



Juan Ramón Jiménez

el otoñado

-- de Juan Ramón Jiménez --

Estoy completo de naturaleza,
en plena tarde de áurea madurez,
alto viento en lo verde traspasado.
Rico fruto recóndito, contengo
lo grande elemental en mí (la tierra,
el fuego, el agua, el aire), el infinito.
Chorreo luz: doro el lugar oscuro,
trasmito olor: la sombra huele a dios,
emano son: lo amplio es honda música,
filtro sabor: la mole bebe mi alma,
deleito el tacto de la soledad.
Soy tesoro supremo, desasido,
con densa redondez de limpio iris,
del seno de la acción. Y lo soy todo.
Lo todo que es el colmo de la nada,
el todo que se basta y que es servido
de lo que todavía es ambición.



Julio Herrera Reissig

El burgo

-- de Julio Herrera Reissig --

Junto al cielo en la cumbre de una sierra lampiña,
tal como descansando de la marcha, se sienta
el burgo, con su iglesia, su molino y su venta,
en medio a un estridente mosaico de campiña.

Regálase de oxígeno, de nuez sana y de piña...
Rige chillonamente gitana vestimenta:
chales de siembra, rosas y una carga opulenta
de ágatas, lapislázulis y collares de viña.

Naturaleza pródiga lo embriaga de altruismo;
el campo es su filósofo, su ley el catecismo.
Fieramente embutido en sus costumbres hoscas,

por vanidad ni gloria mundanas se encapricha;
tan cerca está del cielo que goza de su dicha,
y se duerme al narcótico zumbido de las moscas...



Julio Herrera Reissig

El espejo (Herrera y Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

Se hunden en una sorda crisis meditabunda...
El Ocaso suaviza los últimos enojos,
y Neith enjuga el oro líquido de sus ojos,
triste como su hermana, la tarde moribunda...

Conspira en acres vahos la insinuación fecunda
de la Naturaleza, por siembras y rastrojos;
y ellos, que ora se brindan flores en vez de abrojos,
suman entrelazados una unidad profunda.

Largamente, idealmente, como un sacro beleño,
Bión la apura de un beso hasta el fondo del sueño...
Por no verla, en procura de un instante de calma,

cierra, luego, los ojos, declinando en el hombro
la armoniosa cabeza, y oh! dulcísimo asombro,
como en un claro espejo, la contempla en el alma.



Julio Herrera Reissig

Nirvana crepuscular

-- de Julio Herrera Reissig --

Con su veste en color de serpentina,
reía la voluble Primavera...
Un billón de luciérnagas de fina
esmeralda, rayaba la pradera.

Bajo un aire fugaz de muselina,
todo se idealizaba, cual si fuera
el vago panorama, la divina
materialización de una quimera...

En consustaciación con aquel bello
nirvana gris de la Naturaleza,
te inanimaste... Una ideal pereza

mimó tu rostro de incitante vello,
y al son de mis suspiros, tu cabeza
durmióse como un pájaro en mi cuello!...



Julio Herrera Reissig

rendición

-- de Julio Herrera Reissig --

Evidenciaban en moderna gracia
tu fina adolescencia de capullo,
el corpiño y la falda con orgullo
ceñidos a tu esbelta aristocracia.

Henchíase tu alma de la audacia
de la naturaleza y del murmullo
erótico del mar, y era un arrullo
el vago encanto de tu idiosincracia...

Lució la tarde, ufana de tu moño,
ojeras lilas, en toilette de otoño...
Ante el crespo neptuno de la fuente,

en el cielo y tu faz brotaron rosas
mientras, como dos palmas fervorosas,
rindiéronse tus manos, dulcemente...



Julio Zaldumbide Gangotena

A las flores (Zaldumbide)

-- de Julio Zaldumbide Gangotena --

Prole gentil del céfiro y la aurora,
nacida con el don de la belleza;
gracias con que la gran naturaleza
ríe, y su augusta majestad decora.

La luz del sol, que el universo dora,
no tanto de su frente en la grandeza,
cuanto en vosotras linda se adereza,
y con matiz más gayo se colora.

En el campo del éter las estrellas
son flores celestiales, y en el suelo
vosotras sois estrellas de colores.

Tan puras sois, en fin, al par que bellas,
que pienso que del mundo el claro cielo
no tiene cosas más... Que almas y flores.



Evaristo Ribera Chevremont

paisajes en nuestro cielo

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

En sus ágiles pencas brilladoras
y como en sed de milenarios mitos;
y, junto a tales palmas, trepadoras.

El punto cenital abierto al bloque
de la emoción negada a lo pequeño;
movibles masas en perenne choque;
y, sobre todo, ml porción de sueño.

2

El denso azul en denso gris se torna.
¿Qué se ha hecho la cálida alegría
de hace un minuto? ¿qué dolor retorna
para la luz en el cambiante día?

cede a las subitáneas reflexiones
de nuestra tropical naturaleza
mi espíritu. Las vastas frondazones
se aúpan en flor visible en su tristeza.

3

Hay una misteriosa semejanza
entre la tierra nuestra y nuestro cielo.
Ambos tienen idéntica pujanza.
Ambos son fuerzas en nervioso celo.

La tierra en vegetales se desborda.
El cielo se desborda en nubarrones.
Tal me parece que la tierra aborda
al cielo en sus tremendas expansiones.



Federico García Lorca

¡ay voz secreta del amor oscuro!

-- de Federico García Lorca --

¡ay voz secreta del amor oscuro!
¡ay balido sin lanas! ¡ay herida!
¡ay aguja de hiel, camelia hundida!
¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!
¡ay noche inmensa de perfil seguro,
montaña celestial de angustia erguida!
¡ay perro en corazón, voz perseguida,
silencio sin confín, lirio maduro!
huye de mí, caliente voz de hielo,
no me quieras perder en la maleza
donde sin fruto gimen carne y cielo.
¡Dejo el duro marfil de mi cabeza,
apiádate de mí, rompe mi duelo!
¡que soy amor, que soy naturaleza!
regresar a sonetos del amor oscuro



Federico García Lorca

tarde

-- de Federico García Lorca --

Noviembre de 1919
tarde lluviosa en gris cansado,
y sigue el caminar.
Los árboles marchitos.
Mi cuarto, solitario.
Y los retratos viejos
y el libro sin cortar...
Chorrea la tristeza por los muebles
y por mi alma. Quizá,
no tenga para mí naturaleza
el pecho de cristal.
Y me duele la carne del corazón
y la carne del alma. Y al hablar,
se quedan mis palabras en el aire
como corchos sobre agua.
Sólo por tus ojos
sufro yo este mal,
tristezas de antaño
y las que vendrán.
Tarde lluviosa en gris cansado,
y sigue el caminar.



Federico García Lorca

Tarde (Lorca)

-- de Federico García Lorca --

Tarde lluviosa en gris cansado,
y sigue el caminar.
Los árboles marchitos.
Mi cuarto, solitario.
Y los retratos viejos
y el libro sin cortar...

Chorrea la tristeza por los muebles
y por mi alma. Quizá,
no tenga para mí Naturaleza
el pecho de cristal.

Y me duele la carne del corazón
y la carne del alma. Y al hablar,
se quedan mis palabras en el aire
como corchos sobre agua.

Sólo por tus ojos
sufro yo este mal,
tristezas de antaño
y las que vendrán.

Tarde lluviosa en gris cansado,
y sigue el caminar.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 84

-- de Francisco de Quevedo --

Caín, por más bien visto, tu fiereza
quitó la vida a abel, porque ofrecía
a dios el mejor fruto que tenía,
como tú lo peor de tu riqueza.
A quien hizo mayor naturaleza,
hizo la envidia sólo alevosía
que a la sangre dio voz, y llanto al día;
a ti, condenación, miedo y tristeza.
Temblado vives, y el temblor advierte
que aunque mereces muerte por tirano,
que tiene en despreciarte honra la muerte.
La quijada de fiera, que en tu mano
sangre inocente de tu padre vierte,
la tuya chupará sobre tu hermano.



Francisco de Quevedo

salmo xvi quevedo

-- de Francisco de Quevedo --

Ven ya, miedo de fuertes y de sabios:
irá la alma indignada con gemido
debajo de las sombras, y el olvido
beberán por demás mis secos labios.
Por tal manera curios, decios, fabios
fueron; por tal ha de ir cuanto ha nacido.
Si quieres ser a alguno bien venido,
trae con mi vida fin a mis agravios.
Esta lágrima ardiente, con que miro
el negro cerco que rodea a mis ojos,
naturaleza es, no sentimiento.
Con el aire primero este suspiro
empecé, y hoy le acaban mis enojos,
porque me deba todo al monumento.
Esta obra se encuentra en dominio público.
Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace
más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio
público.



Francisco de Quevedo

muestra el error de lo que se desea

-- de Francisco de Quevedo --

Si me hubieran los miedos sucedido
como me sucedieron los deseos,
los que son llantos hoy fueran trofeos:
mirad el ciego error en que he vivido!
con mis aumentos proprios me he perdido;
las ganancias me fueron devaneos;
consulté a la fortuna mis empleos,
y en ellos adquirí pena y gemido.
Perdí, con el desprecio y la pobreza,
la paz y el ocio; el sueño, amedrentado,
se fue en esclavitud de la riqueza.
Quedé en poder del oro y del cuidado,
sin ver cuán liberal naturaleza
da lo que basta al seso no turbado.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 49

-- de Francisco de Quevedo --

Tan vivo está el retrato y la belleza
que amor tiene en el mundo por escudo,
que, con mirarle tan de cerca, dudo
cual de los dos formó naturaleza.
Teniéndole por filis, con presteza,
mi alma se apartó del cuerpo rudo,
en mí volví, corrido con tristeza.
En el llevar tras sí mi fe y deseo
es filis viva, pues su ser se incluye,
con cuyo disfavor siempre peleo.
Mas su rigor aquesto lo destruye,
y que no es filis al momento creo,
pues que de mí, mirándome, no huye.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 45

-- de Francisco de Quevedo --

Espíritu gentil, rara belleza,
valor inmenso, afable cortesía,
dirección admirable, y gallardía
la mayor que se vio, y de más firmeza.
Cendrada lengua, angélica presteza,
desdén esquivo, suma bizarría,
como a vos a ninguna, silvia mía,
jamás lo quiso dar naturaleza.
Sólo el que no ha sabido conoceros
podrá vivir, señora, sin amaros,
y mayor desventura no es posible.
Mas yo, que merecí gozar de veros,
y hallo tanta gloria en contemplaros,
dejaros de adorar es imposible.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 71

-- de Francisco de Quevedo --

Cuando escribiste en el sagrado cerro,
con tu dedo, la ley en la dureza
que nos comunicó naturaleza,
y enternece piedad de tu destierro,
bajó moisés, y, viendo en el becerro
la adoración debida a su grandeza,
celoso nos rompió y, en su fiereza,
con los castigos advirtió su yerro.
Dividionos en piezas enojado;
mas como desde entonces ley tenemos,
contigo nos preciamos de tenella.
Y así, nosotras mismo nos rompemos
sin el profeta: que es dolor doblado
ver despreciar la ley y al dador de ella.



Francisco Sosa Escalante

A Carmen (Sosa Escalante I)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Si al marchitarse tu gentil belleza
De impuros goces al embate fuerte,
Como beso postrer el de la muerte
Sintieras, sin pesares ni tristeza;

Si al reclinar tu lánguida cabeza
En el lecho de amor, quedase inerte,
¿Qué dicha cual la tuya? ¿mejor suerte
Te pudiera ofrecer Naturaleza?

Mas no; que el tiempo al trascurrir impío
Reserva para tí tormento y llanto,
Desprecio, olvido, sinsabor y hastío;

De tantos sueños y delirio tanto
Recuerdo amargo en hospital sombrío
Y el último rincon del camposanto.



Francisco Sosa Escalante

A Lelia (Sosa Escalante II)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Hay en la luz de tus azules ojos,
¡Oh reina de la gracia y gentileza!
Irresistible imán, y tu belleza
Inspira glorias y disipa enojos.

Hay en la rosa de tus labios rojos
La dulzura que borra la tristeza,
Y pródiga te dió Naturaleza
Hechizos seductores por despojos.

Feliz quien pueda proclamar ufano
Que es dueño de tan cándida hermosura
Y escuche que le llames soberano;

Feliz quien goce tan sin par ventura,
Y desdichado aquel que implore en vano
El dulce beso de tu boca pura.



Francisco Sosa Escalante

El niño enfermo

-- de Francisco Sosa Escalante --

¡Oh santa, maternal Naturaleza!
Cuál pregonas doquier, que desde el cielo
Sus leyes dicta Dios, y que es el suelo
Revelacion no más de su grandeza!

¿Quién, sino tú, concede fortaleza
En negras horas de incesante anhelo,
A la madre infeliz que al pequeñuelo
Postrado mira con mortal tristeza?

Oh! no es la ciencia, no, la vencedora
De la fiebre voraz que al niño aqueja
Y su cándida frente descolora:

Es Dios que escucha con piedad la queja
De madre tierna que con fé le implora
Y es solo Dios el que á la Parca aleja.



Francisco Sosa Escalante

¿Por qué? (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

La gloria, y el poder, y la grandeza,
Todo pasa veloz, y todo en suma
No es sino pompa de argentada espuma
Que pierde en un instante su belleza.

Tras los halagos del placer, tristeza;
En pos del fausto la miseria abruma
Cual tras radiante sol llega la bruma;
Lo prescribe en su ley Naturaleza.

Si nadie vence al implacable olvido
Cuando desata su tormenta insana
Y al hombre envuelve en su tiniebla fria,

¿Por qué de orgullo y vanidad henchido
En ostentar el hombre así se afana
Poder y gloria y esplendor de un dia?



Francisco Villaespesa

animae rerum

-- de Francisco Villaespesa --

Al mirar del paisaje la borrosa tristeza
y sentir de mi alma la sorda pena oscura,
pienso a veces si esta dolorosa amargura
surge de mí o del seno de la naturaleza.
Contemplando el paisaje lluvioso en esta hora
y sintiendo en mis ojos la humedad de mi llanto,
ya no sé, confundido de terror y de espanto,
si lloro su agonía o si él mis penas llora.
A medida que sobre los valles anochece,
todo se va borrando, todo desaparece
el labio, que recuerda, un dulce nombre nombra.
Y en medio de este oscuro silencio, de esta calma,
ya no sé si es la sombra quien invade mi alma
o si es que de mi alma va surgiendo la sombra.



Francisco Villaespesa

canción del recuerdo humildad

-- de Francisco Villaespesa --

Ten un poco de amor para las cosas:
para el musgo que calma tu fatiga,
para ia fuente que tu sed mitiga,
para las piedras y para las rosas.
En todo encontrarás una belleza
virginal y un placer desconocido...
Rima tu corazón con el latido
del corazón de la naturaleza.
Recibe como un santo sacramento
el perfume y la luz que te da el viento...
¡Quién sabe si su amor en él te envía
aquella que la vida ha transformado!
¡y sé humilde, y recuerda que algún día
te ha de cubrir la tierra que has pisado!



Francisco Villaespesa

Ánima Rérum

-- de Francisco Villaespesa --

AL mirar del paisaje la borrosa tristeza
Y sentir de mi alma la sorda pena oscura,
Pienso, a veces, si esta dolorosa amargura
Surge de mí o del seno de la Naturaleza.

Contemplando el paisaje lluvioso en esta hora
Y sintiendo en los ojos la humedad de un llanto,
Yo no sé, confundido de terror y de espanto,
Si lloro su agonía o si él mis penas llora.

A medida que sobre los valles anochece
Todo se va borrando, todo desaparece...
El labio que recuerda, un dulce nombre nombra.

Y en medio de este oscuro silencio, de esta calma.
Yo no sé si es la sombra la que invade mi alma
O si es que de mi alma va surgiendo la sombra.



José Asunción Silva

Armonías

-- de José Asunción Silva --

A M. Valenzuela

Cual la naturaleza
de la que forma parte y es fiel copia
el alma humana tiene ocultas fuerzas
silencios, luces, músicas y sombras.

Vagas nieblas también... Las ilusiones
que el paisaje embellecen cuando brillan
y que desaparecen cuando asomas,
sol de la realidad que las disipas...

Y como en sucesión jamás turbada
todo nace en la tierra y todo muere,
en el mundo ideal de los espíritus
rigen eternas, semejantes leyes:

brotan sobre las tumbas de los muertos
las flores, mensajeras de alegría;
sobre la tumba de un amor llorado
brotan ensueños de tristeza mística.



José Cadalso

Naturaleza absorta en este día

-- de José Cadalso --

Naturaleza absorta en este día
contempla el precursor que del futuro
abriendo el escondido seno oscuro
trajo al linaje humano la alegría.

Los seres solemnizaron a porfía
la paz universal que muy más puro
tornó el placer y el bien muy más seguro
cumpliéndose la excelsa profecía.

También celebran el placer sabroso
que fundad, ¡oh Juan!, en la esperanza
de nueva prole, cual su madre hermosa.

Treparán por su cuello delicioso
y ella alegre por ver su semejanza
posteridad donare numerosa.



Abate Marchena

La primavera

-- de Abate Marchena --

¿Ves, hermosa, la fuente que bullendo
el céfiro menea blandamente?
Amor la agita: mira su corriente
hacia el amado arroyo huir riendo.

Mira volar la abeja susurrante
en torno de las violas olorosas,
y su néctar le ofrecen amorosas,
zagala; que es la flor también amante.

¿No escuchas gorgear los ruiseñores,
de aguda flecha el tierno pecho heridos,
y en melodiosos trinos no aprendidos
explicar sus dulcísimos amores?

¿No ves las palomillas amorosas
exhalar sus arrullos inflamados?
¿Los pichones no ves enamorados
responder en querellas cariñosas?

Todo es amor; la alegre primavera,
al universo nueva vida dando,
naturaleza yerta va inflamando,
que Enero con su escarcha entorpeciera.

Y tú, por más que lo rehuyas dura,
has de rendir a Amor el cuello erguido,
que todo se avasalla ¡ay! a Cupido:
tal es la ley eterna de natura.



José Martí

canto religioso

-- de José Martí --

La fatiga y las sábanas sacudo:
cuando no se es feliz, abruma el sueño
y el sueno, tardo al infeliz, y el miedo
a ver la luz que alumbra su desdicha
resístense los ojos, y parece
no que en plumones mansos se ha dormido
sino en los brazos negros de una fiera.
Al aire luminoso, como al río
el sediento peatón, dos labios se abren:
el pecho en lo interior se encumbra y goza
como el hogar feliz cuando recibe
en año nuevo a la familia amada;
y brota, frente al sol, el pensamiento!
más súbito, los ojos se oscurecen,
y el cielo, y a la frente va la mano
cual militar que el pabellón saluda:
los muertos son, los muertos son, devueltos
a la luz maternal: los muertos pasan.
Y sigo a mi labor, como creyente
a quien unge en la sien el sacerdote
de rostro liso y vestiduras blancas
practico: en el divino altar comulgo
de la naturaleza: es mi hostia el alma humana.



José Martí

noche de mayo

-- de José Martí --

Noche de mayo 1
con un astro la tierra se ilumina;
con el perfume de una flor se llenan
las ámbitos inmensos. Como vaga,
misteriosa envoltura, una luz tenue
naturaleza encubre,y una imagen
misma del linde en que se acaba brota
entre el humano batallar. ¡Silencio!
en el color, oscuridad! ¡enciende
el sol al pueblo bullicioso y brilla
la blanca luz de luna!en los ojos
la imagen va,porque si fuera buscan
del vaso herido la admirable esencia,
en haz de aromas a los ojos surge:
y si al peso del párpado obedecen,
¡como flor que al plegar las alas pliega
consigo su perfume, en el solemne
templo interior como lamento triste
la pálida figura se levanta!
divino oficio! el universo entero,
su forma sin perder, cobra la forma
de la mujer amada, y el esposo
ausente, el cielo póstumo adivina
por el casto dolor purificado.
José martí



José Martí

isla famosa

-- de José Martí --

Isla famosa
aquí estoy, solo estoy, despedazado.
Ruge el cielo: las nubes se aglomeran,
y aprietan, y ennegrecen, y desgajan:
los vapores del mar la roca ciñen:
sacra angustia y horror mis ojos comen:
a qué, naturaleza embravecida,
a qué la estéril soledad en torno
¿de quién de ansia de amor rebosa y muere?
¿dónde, cristo sin cruz, los ojos pones?
¿dónde, oh sombra enemiga, dónde el ara
digna por fin de recibir mi frente?
¿en pro de quién derramaré mi vida?
rasgóse el velo; por un tajo ameno
de claro azul, como en sus lienzos abre
entre mazos de sombra díaz famoso,
el hombre triste de la roca mira
en lindo campo tropical, galanes
blancos, y venus negras, de unas flores
fétidas y fangosas coronados:
¡danzando van: a cada giro nuevo
bajo los muelles pies la tierra cede!
y cuando en ancho beso los gastados
labios sin lustre ya, trémulos juntan,
sáltanles de los labios agoreras
aves tintas en hiel, aves de muerte.



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