Buscar Poemas con Muerte


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Se han encontrado 84 poemas con la palabra muerte

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Vicente Huidobro

poemas póstumos 19

-- de Vicente Huidobro --

La muerte que alguien espera
la muerte que alguien aleja
la muerte que va por el camino
la muerte que viene taciturna
la muerte que enciende las bujías
la muerte que se sienta en la montaña
la muerte que abre la ventana
la muerte que apaga los faroles
la muerte que aprieta la garganta
la muerte que cierra los riñones
la muerte que rompe la cabeza
la muerte que muerde las entrañas
la muerte que no sabe si debe cantar
la muerte que alguien entreabre
la muerte alguien hace sonreír
la muerte que alguien hace llorar
la muerte que no puede vivir sin nosotros
la muerte que viene al galope del caballo
la muerte que llueve en grandes estampidos

Poema poemas póstumos 19 de Vicente Huidobro con fondo de libro

Hernando de Acuña

El Viernes Santo al alma

-- de Hernando de Acuña --

Alma, pues hoy el que formó la vida
y el que tiene poder sobre la muerte,
sólo por remediar tu eterna muerte
dio el precio inestimable de su vida,

mira que es justo que en ti tengan vida
los méritos y pasos de su muerte,
y conoce que es viento, sombra o muerte
cuando el error del mundo llama vida.

Y así podrás, saliendo de esta muerte,
entrar en posesión de aquella vida
que no la acabará tiempo ni muerte.

Endereza el camino a mejor vida,
deja el siniestro que te lleva a muerte,
que el derecho es más llano y va a la vida.

Poema El Viernes Santo al alma de Hernando de Acuña con fondo de libro

Meira Delmar

muerte mía

-- de Meira Delmar --

La muerte no es quedarme
con las manos ancladas
como barcos inútiles
a mis propias orillas,
ni tener en los ojos,
tras la sombra del párpado
el último paisaje
hundiéndose en sí mismo.
La muerte no es sentirme
fija en la tierra oscura
mientras mueve la noche
su gajo de luceros,
y mueve el mar profundo
las naves y los peces,
y el viento mueve estíos,
otoños, primaveras.
¡Otra cosa es la muerte!
decir tu nombre una
y otra vez en la niebla
sin que tornes el rostro
a mi rostro, es la muerte.
Y estar de ti lejana
cuando dices la tarde
vuela sobre las rosas
como un ala de oro .
La muerte es ir borrando
caminos de regreso
y llegar con mis lágrimas
a un país sin nosotros
y es saber que pregunta
mi corazón en vano,
ya para siempre en vano,
por tu melancolía
otra cosa es la muerte.
!--Img

Poema muerte mía de Meira Delmar con fondo de libro

Lope de Vega

la muerte para aquél será terrible

-- de Lope de Vega --

La muerte para aquél será terrible
con cuya vida acaba su memoria,
no para aquél cuya alabanza y gloria
con la muerte morir es imposible.
Sueño es la muerte y paso irremisible,
que en nuestra universal humana historia
pasó con felicísima vitoria
un hombre que fue dios incorruptible.
Nunca de suyo fue mala y culpable
la muerte a quien la vida no resiste;
al malo, aborrecible; al bueno, amable.
No la miseria en el morir consiste;
solo el camino es triste y miserable,
y si es vivir, la vida sola es triste.



Teófilo V. Méndez Ramos

Desolación (Méndez Ramos)

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

13 de Diciembre de 1941 (En alución al aluvión que afecto Huaraz)
131252

De Cojup, asoladora,
vino la muerte traidora.

Se vistió de gris el cielo
esa trágica mañana;
e impávida y soberana,
la parca sembraba el duelo.

De Cojup, asoladora,
vino la muerte traidora.

Pavor en hora temprana...
Como viene el asesino,
sañosa la muerte vino
esa trágica mañana.

Padres, hermanos, amigos,
dulces novias por siempre idos;
de amados seres perdidos.
Peñascos, mudos testigos.

De Cojup, asoladora
vino la muerte traidora.

Vergel convertido en yermo
por un destino implacable...
Ante el arcano insondable
Sólo quedo un pueblo enfermo.

De Cojup, asoladora
vino la muerte traidora.



Mario Benedetti

pasatiempo

-- de Mario Benedetti --

Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía
luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era océano
la muerte solamente
una palabra
ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros
ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.



Lope de Vega

—¿quién llora aquí —tres somos. quita el manto

-- de Lope de Vega --

A la muerte del duque de pastrana
soneto 100
—¿quién llora aquí? —tres somos, quita el manto.
—La muerte soy. —¿La muerte? pues ¿tú lloras?
—sí, qué conté de sus fatales horas
a un césar español término tanto.
—¿Y tú, robusto? —marte soy. —¿Con llanto
el resplandor del claro arnés desdoras?
—perdí por otras manos vencedoras
yo luz, españa sol, flandes espanto.
—Y tú, niño, ¿quién eres? —antes era
amor, pero murió mi nombre y llama,
muerto el más bello que la fama escribe.
Muerte, amor, marte, no lloréis que muera
don rodrigo de silva: que la fama
de su valor eternamente vive



Pedro Calderón de la Barca

Crisanto

-- de Pedro Calderón de la Barca --

¿Quién en la humana suerte habrá tenido
juntos tantos afectos desiguales?
Males, ¿pues no bastó haber sido males,
sino males opuestos haber sido?

Al cielo vida por saber le pido
de un trino Dios misterios celestiales;
muerte le pido por mirarme, en tales
penas, de una beldad favorecido.

Pues, ¿cómo vida y muerte mi desvelo
es posible que al cielo aun tiempo pida,
si es pedir juntos pérdida y consuelo?

Mas acierto a pedirle: no me impida
vida o muerte, supuesto que es el cielo
árbitro de la muerte y de la vida.



José Ángel Buesa

de muerte en flor

-- de José Ángel Buesa --

Morir de muerte en flor toda la vida,
en este sueño vertical, en este
fugaz contacto azul con lo celeste,
en esta vieja sed recién nacida...
Y volver luego con el alma erguida,
a la vez norte y sur, este y oeste,
de la propia emoción, ya en ansia agreste.
En inquietud sutil o en paz pulida.
Y resurgir de cada muerte diaria
más dueño de la vida, al ser más dueño
de esta muerte parcial y necesaria.
Y con esa cordial melancolía
de los pocos que saben cada día
morir y renacer dentro de un sueño.



Antonio Machado

Una noche de verano

-- de Antonio Machado --

Una noche de verano
—estaba abierto el balcón
y la puerta de mi casa—
la muerte en mi casa entró.
Se fue acercando a su lecho
—ni siquiera me miró—,
con unos dedos muy finos,
algo muy tenue rompió.
Silenciosa y sin mirarme,
la muerte otra vez pasó
delante de mí. ¿Qué has hecho?
La muerte no respondió.
Mi niña quedó tranquila,
dolido mi corazón.
¡Ay, lo que la muerte ha roto
era un hilo entre los dos!



Julia de Burgos

poema de la íntima agonía

-- de Julia de Burgos --

Este corazón mío, tan abierto y tan simple,
es ya casi una fuente debajo de mi llanto.

Es un dolor sentado más allá de la muerte.
Un dolor esperando... Esperando... Esperando...

Todas las horas pasan con la muerte en los hombros.
Yo sola sigo quieta con mi sombra en los brazos.

No me cesa en los ojos de golpear el crepúsculo,
ni me tumba la vida como un árbol cansado.

Este corazón mío, que ni él mismo se oye,
que ni él mismo se siente de tan mudo y tan largo.

¡Cuántas veces lo he visto por las sendas inútiles
recogiendo espejismos, como un lago estrellado!

es un dolor sentado más allá de la muerte,
dolor hecho de espigas y sueños desbandados.

Creyéndome gaviota, verme partido el vuelo,
dándome a las estrellas, encontrarme en los charcos.

¡Yo que siempre creí desnudarme la angustia
con solo echar mi alma a girar con los astros!

¡oh mi dolor, sentado más allá de la muerte!
¡este corazón mío, tan abierto y tan largo!



Francisco de Quevedo

A una vieja que traía una muerte de oro

-- de Francisco de Quevedo --

No sé a cuál crea de los dos,
Viéndoos, Ana, cual os veis:
Si vos la muerte traéis,
O si os trae la muerte a vos.

Queredme la muerte dar
Por que mis males remate:
Que en mí tiene hambre que mate
Y en vos no hay ya qué matar.



Blanca Andreu

muerte pájaro príncipe, un pájaro es un ángel inmaduro

-- de Blanca Andreu --

Muerte pájaro príncipe, un pájaro es unángel inmaduro.
Y así, hablaré de tus manos que se alejan y de las manos de lo hermosísimo ardiendo,
pequeño dios con nariz de ciervo, hermano mío, héroes de alma entrecortada,
niñas de oro hipodérmico que nunca creen morir,
qué aguda la pupila y el filo de los dedos encendiendo la muerte mientras un ángel sobrevuela y pasa de largo
con el pico de plata y de ginebra,
labios del mediodía resuelto en ave sobre tus manos que se alejan y mis manos
y las manos del pequeño ciervo de aire griego salvaje, hermano mío,
y las manos sin venas de los héroes, de las madonas amnésicas.
Mis alas de dolor robadas por tus manos, amor mío, corazón mío pintado de blanco,
mis alas de dolor con botellas agónicas y líquidos que disuelven la vida,
y los labios que te aman en mí y en la convulso,
y la música en trompas delgadísimas, trompetas peraltadas, peraltadas, columnas niñas, qué
sobreagudo el do,
la mirada más alta y la más alta queja,
muerte pájaro príncipe volando,
un pájaro es un ángel inmaduro.



Blas de Otero

«la tierra» ángel fieramente humano (1950)

-- de Blas de Otero --

Un mundo como un árbol desgajado.
Una generación desarraigada.
Unos hombres sin más destino que
apuntalar las ruinas.
Romper el mar
en el mar, como un himen inmenso,
mecen los árboles el silencio verde,
las estrellas crepitan, yo las oigo.
Sólo el hombre está solo. Es que se sabe
vivo y mortal. Es que se siente huir
ese río del tiempo hacia la muerte.
Es que quiere quedar. Seguir siguiendo,
subir, a contramuerte, hasta lo eterno.
Le da miedo mirar. Cierra los ojos
para dormir el sueño de los vivos.
Pero la muerte, desde dentro, ve.
Pero la muerte, desde dentro, vela.
Pero la muerte, desde dentro, mata.
...El mar la mar, como un himen inmenso,
los árboles moviendo el verde aire,
la nieve en llamas de la luz en vilo...



Amado Nervo

predestinación

-- de Amado Nervo --

Para ciro b. Ceballos.
Grabó sobre mi faz descolorida
su mane thecel phares el dios fuerte,
y me agobian dos penas sin medida:
un disgusto infinito de la vida,
y un temor infinito de la muerte.
¿Ves cómo tiendo en rededor los ojos?
¡ay, busco abrigo con esfuerzos vanos...!
¡En medio de mi ruta, sólo abrojos!
¡al final de mi ruta, sólo arcanos!
¿qué hacer cuando la vida me repela
si la pálida muerte me acobarda?
digo a la vida: ¡sé piadosa, vuela...!
Digo a la muerte: ¡sé piadosa, tarda...!
¡Estaba escrito así! no más te afanes
por borrar de mi faz el torvo estigma;
impélenme furiosos huracanes,
y voy, entre los brazos de abrimanes,
a las fauces hambrientas del enigma.



Amado Nervo

más yo que yo mismo

-- de Amado Nervo --

¡oh, vida mía, vida mía!,
agonicé con tu agonía
y con tu muerte me morí.
¡De tal manera te quería,
que estar sin ti es estar sin mí!
faro de mi devoción,
perenne cual mi aflicción
es tu memoria bendita.
¡Dulce y santa lamparita
dentro de mi corazón!
luz que alumbra mi pesar
desde que tú te partiste
y hasta el fin lo ha de alumbrar,
que si me dejaste triste,
triste me habrás de encontrar.
Y al abatir mi cabeza,
ya para siempre jamás,
el mal que a minarme empieza,
pienso que por mi tristeza
tú me reconocerás.
Merced al noble fulgor
del recuerdo, mi dolor
será espejo en que has de verte,
y así vencerá a la muerte
la claridad del amor.
No habrá ni coche ni abismo
que enflaquezca mi heroísmo
de buscarte sin cesar.
Si eras más que yo mismo,
¿cómo no te he de encontrar?
¡oh, vida mía, vida mía,
agonicé con tu agonía
y con tu muerte me morí!
de tal manera te quería,
que estar sin ti es estar sin mí.



Lope de Vega

Amor, no se engañaba el que decía

-- de Lope de Vega --

Amor, no se engañaba el que decía
que eres monstruo engendrado de la tierra,
que de los elementos eres guerra,
luz de la noche, escuridad del día,

dios por temor, y rey por tiranía,
hijo de Marte, que la paz destierra,
y de una errada, por quien siempre yerra,
vencida la razón de tu porfía.

No te espantes de ver que te adoramos:
que de gentiles a temor sujetos,
la Muerte fue adorada por dios fuerte.

Así como a la muerte, altar te damos,
pues todos dicen, viendo tus efetos,
que eres hijo del tiempo y de la muerte



Lope de Vega

Engaño es grande contemplar de suerte

-- de Lope de Vega --

Engaño es grande contemplar de suerte
toda la muerte como no venida,
pues lo que ya pasó de nuestra vida,
no fue pequeña parte de la muerte.
Con excepción se dio, puesto que es fuerte,
de morir el vivir, mas ya vencida
no deja que temer, si prevenida
mientras vivimos, en morir se advierte.
Al que le aconteció nacer, le resta
morir; el intervalo, aunque pequeño,
hace la diferencia manifiesta.
La muerte, al fin de cuanto vive dueño,
está de dos imágenes compuesta:
el tiempo, antes de nacer, y el sueño.



Lope de Vega

No espanta al sabio ni ha de ser temida

-- de Lope de Vega --

No espanta al sabio, ni ha de ser temida
la muerte que amenazan varios casos,
y por la brevedad de nuestros pasos
no puede estar muy lejos de la vida.
El sueño es una muerte, aunque fingida,
que tiene como el sol tantos ocasos;
de tierra son nuestros mortales vasos:
con poco golpe quedará rompida.
La vida fue muy justo que estuviese
en esta suspensión, porque en concierto
el temor de la muerte nos pusiese.
Por eso hizo nos Dios su fin incierto
para que mientras más incierto fuese,
más cerca nos parezca de ser cierto.



Lope de Vega

—¿Quién llora aquí? —Tres somos. Quita el manto

-- de Lope de Vega --

—¿Quién llora aquí? —Tres somos, Quita el manto.
—La Muerte soy. —¿La Muerte? Pues ¿tú lloras?
—Sí, qué conté de sus fatales horas
a un César español término tanto.

—¿Y tú, robusto? —Marte soy. —¿Con llanto
el resplandor del claro arnés desdoras?
—Perdí por otras manos vencedoras
yo luz, España sol, Flandes espanto.

—Y tú, niño, ¿quién eres? —Antes era
Amor, pero murió mi nombre y llama,
muerto el más bello que la fama escribe.

Muerte, Amor, Marte, no lloréis que muera
don Rodrigo de Silva: que la fama
de su valor eternamente vive



Líber Falco

Delmira Agustini (Falco)

-- de Líber Falco --

Debajo está la Tierra y gime;
tiemblan los minerales y se buscan.
Se ciñen las parejas, se emparejan,
canta la vida y canta
Y Delmira canta del mundo su destino.

Erguida, inquieta, golpeada en sus costados,
sorbida por abismos donde la muerte espera
-donde una lenta lava negra espera-
iba Delmira hacia su luz perdida.

Oh visionaria! como una sombra
resbala entre las sombras
y entre las sombras crece
la más alta, la más dolorida,
la más hondamente marcada por la vida!

Mujer mordida
por un áspid caliente que da vida
-y que acerca a la muerte-,
iba Delmira hacia su luz perdida.

Mas, qué hondo es el abismo!
Y qué oscura es la muerte!

Mira Delmira y canta.
Sobre el vórtice, canta Delmira
el vértigo incierto de la vida!



Jorge Luis Borges

arte poética

-- de Jorge Luis Borges --

Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.
Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño.
Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo,
ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.
A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.
Cuentan que ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su itaca
verde y humilde. El arte es esa itaca
de verde eternidad, no de prodigios.
También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.



Jorge Luis Borges

a una espada en york minster

-- de Jorge Luis Borges --

En su hierro perdura el hombre fuerte,
hoy polvo de planeta, que en las guerras
de ásperos mares y arrasadas tierras
lo esgrimió, vano al fin, contra la muerte.
Vana también la muerte. Aquí está el hombre
blanco y feral que de noruega vino,
urgido por el épico destino;
su espada es hoy su símbolo y su nombre.
Pese a la larga muerte y su destierro,
la mano atroz sigue oprimiendo el hierro
y soy sombra en la sombra ante el guerrero
cuya sombra está aquí. Soy un instante
y el instante ceniza, no diamante,
y sólo lo pasado es verdadero.



Diego de Torres Villarroel

¿Cuándo vendrá la muerte?

-- de Diego de Torres Villarroel --

¿Cuándo vendrá la muerte? No sabemos.
¿El cómo y el lugar? Ni en conjetura.
¿El detener su curso? ¡Qué locura!
Sólo es cierto y de fe que fallecemos.

Pues, ¿cómo la amenaza no tenemos
del criador de toda criatura?
Deseche la malda nuestra cordura
y el viaje del alma preparemos.

La muerte, aunque parece que se esconde,
cada momento nos está acechando;
dejémosla que siga y que nos ronde.

Ella va y viene, y nos está esperando,
y ya que nos oculta cómo y dónde,
estemos prontos para siempre y cuándo.



Diego Hurtado de Mendoza

Como el triste que a muerte es condenado

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Como el triste que á muerte es condenado
Gran tiempo há, y lo sabe y se consuela,
Que el uso de vivir siempre en cuidado
Hace que no se sienta ni se duela,

Si le hacen creer que es perdonado
De morir cuando menos se recela,
La congoja y dolor siente doblado,
Y mas el sobresalto lo desvevla;

Ansí yo, que en miserias hice callo,
Si alguna vanagloria me era dada,
Presto me vi sin ella y olvidado.

Amor lo dió y amor pudo quitallo;
La vida congojosa toda es nada,
Y ríese la muerte del cuidado.



Enrique Lihn

de todas las desesperaciones, la de la muerte tiene que ser la peor

-- de Enrique Lihn --

De todas las desesperaciones, la de la muerte tiene que ser la peor
ella y el miedo a morir, cruz y raya
cuando ya se puede pronosticar el día y la hora
hay una fea probabilidad de que el miedo a morir y ladesesperación de la muerte sean
normalmente inseparables como la uña y la carne
recuerdo a un amigo de otros años él huía de nochede su casa y del hospital
sin más salvoconducto que el que se daría a un condenadoen el infierno
se dejaba caer en casa de amigas que no compartían su amor porellas, condenadamente bellas
exigía con argumentos propios de la ciencia de la locura
que lo recibieran en esas casas como huésped estable
me parece ver cómo al final de esas conversaciones imposibles
era reconducido a su madriguera por las señoras y los esposos
en medio del gran silencio, él, el gnomo de la selva negra delamanecer
de vuelta a su anticasa
o al aeródromo de los hospitales para que no perdiera su vuelo.



Gutierre de Cetina

a un lacayo muerto debajo de un carro en el cual iba lucía hariela

-- de Gutierre de Cetina --

Si puede honrar una famosa muerte
la más infame y deshonrada vida,
si la muerte con honra recibida
en gloria del que muere se convierte,
venturoso lacayo, a quien la suerte
concedió tanto bien, tal homicida,
duélate que haya sido en su venida,
presurosa al pasar, pero no fuerte.
¡Morir debajo un peso tan hermoso,
que hace feo al que sostuvo atlante!
¿cuál vida debe ser tan estimada?
¡ójala fuera yo tan venturoso!
tan dulce muerte en un mísero amante
fuera con más razón bien empleada.



Vicente Riva Palacio

La muerte del tirano

-- de Vicente Riva Palacio --

Herido está de muerte, vacilante
Y con el paso torpe y mal seguro
Apoyo busca en el cercano muro
Pero antes se desploma palpitante.

El que en rico palacio deslumbrante
Manchó el ambiente con su aliento impuro,
De ajeno hogar en el recinto oscuro
La negra eternidad mira delante.

Se extiende sin calor la corrompida
Y negra sangre que en el seno vierte
de sus cárdenos labios la ancha herida,

y el mundo dice al contemplarte inerte:
Escarnio a la virtud era su vida:
vindicta del derecho fue su muerte'.



Marilina Rébora

no le hables de la muerte...

-- de Marilina Rébora --

No le hables de la muerte...
No le hables de la muerte, háblale de las flores,
de la aurora dorada y el ocaso de fuego,
del azul del océano y el arco de colores,
de los ríos de plata y el astro sin sosiego.
Cuéntale del amante los dichosos amores,
del reír de los niños eternamente en juego,
del canto del poeta y de los trovadores,
del que con fe suplica y hace escuchar su ruego.
Es criatura de amor: infúndele confianza,
que es menester salvarla de la melancolía,
guardarle para sí, indemne, la esperanza,
sin que sepa de angustias, dolor ni sufrimiento.
Sostenla, porque en su alma haya siempre alegría,
al cielo la mirada, el espíritu al viento.



Juan Gelman

con amenazas y promesas con veneno y ajenjo...

-- de Juan Gelman --

Con amenazas y promesas con veneno y ajenjo
los albañiles edificaron la casa del rey
y después no pudieron holgar porque
vino la muerte a darles otro empleo
los albañiles le dijeron a la huesuda
no nos lleves hay qué hacer todavía
hay que revocar a fino las paredes hay que
limpiar las manchas de cal los carpinteros
tenían que mejorar el acabado
de las puertas los marcos de las puertas
los pintores no habían terminado de pintar
¿cómo nos vas a tomar ahora? le decían
pero la muerte dijo que
necesitaba un palacio como aquél y más
bello que aquél y quería que trabajaran para ella y
los empezó a separar por oficio
hasta que llegó a hiranyaka el mejor
de los albañiles autor de paredes famosas y cuando
lo iba a pasar al otro lado le preguntó
¿dónde está tu corazón?
tiene que venir también tu corazón
no lo tengo contestó hiranyaka
ha hecho su casa en una mujer
oh muerte restos de mi corazón
encontrarás en cada casa de este reino
en cada pared que levanté hay restos de mi
corazón
pero mi corazón
ha hecho su casa en una mujer



Julio Flórez

¡Oh muerte!

-- de Julio Flórez --

Poem

¡Amad la muerte, amadla!... Ella procura el supremo descanso, ella nos guía en el camino del silencio, es fría pero buena ella mata l‘amargura!

Ella es la maga de la sombra es pura y eterna y todos la llamáis impía! Por qué? ¿Porque nos besa en l‘agonía y un tálamo nos da en la sepultura?

La Muerte es la ceniza de la llama; es el «no ser» de lo que vibra, muda ante el placer o el infortunio, ama:

El sueño, matador de los dolores; la calma, que del daño nos escuda, y la tierra q‘es madre de las flores.



Federico García Lorca

Malagueña

-- de Federico García Lorca --

La muerte
entra y sale
de la taberna.

Pasan caballos negros
y gente siniestra
por los hondos caminos
de la guitarra.

Y hay un olor a sal
y a sangre de hembra,
en los nardos febriles
de la marina.

La muerte
entra y sale,
y sale y entra
la muerte
de la taberna.



Fernando de Herrera

La muerte pido, un corazón amante

-- de Fernando de Herrera --

La muerte pido, un corazón amante
vos me entregáis, y me dejáis ausente
de las bellas lazadas de oro ardiente
y del sereno y celestial semblante.

¿Por qué no temo pues el mal instante,
aunque sus rayos Marte ya clemente
contraiga, si el dolor que está presente
cansa el pecho en sus lástimas constante?

Este afán no esperado, esta partida
el errante furor enciende fiero,
no el trabajo cruel de enferma suerte.

Tal me hallo en la ausencia aborrecida,
que el dado corazón fue triste agüero
al duro cierto riesgo de la muerte.



Carlos Pellicer

tema para un nocturno

-- de Carlos Pellicer --

Cuando hayan salido del reloj todas las hormigas
y se abra por fin la puerta de la soledad,
la muerte,
ya no me encontrará.
Me buscará entre los árboles, enloquecidos
por el silencio de una cosa tras otra.
No me hallará en la altiplanicie deshilada
sintiéndola en la fuente de una rosa.
Estoy partiendo el fruto del insomnio
con la mano acuchillada por el azar.
Y la casa está abierta de tal modo,
que la muerte ya no me encontrará.
Y ha de buscarme sobre los árboles y entre las nubes.
(¡Fruto y color la voz encenderá!)
y no puedo esperarla: tengo cita
con la vida, a las luces de un cantar.
Se oyen pasos ¿muy lejos?... Todavía
hay tiempo de escapar.
Para subir la noche sus luceros,
un hondo son de sombras cayó sobre el mar.
Ya la sangre contra el corazón se estrella.
Anochece tan claro que me puedo desnudar.
Así, cuando la muerte venga a buscarme,
mi ropa solamente encontrará.



Clemente Zenea

A Fornaris, en la muerte de Lola

-- de Clemente Zenea --

Poem A Fornaris, en la muerte de Lola

Fermossi al tin il cor che balzó tanto!

Pindemonte.

Ley es morir: es preciso que encuentre asilo seguro en el seno de una rosa el insecto vagabundo.

Es preciso que descansen peces, pájaros y brutos, y que el polvo vuelva al polvo y el hombre baje al sepulcro.

Aprende a sufrir: contempla lo que pasa en torno tuyo, y conociendo a la muerte no temas su golpe rudo.

No te indignes porque venga envuelta en manto de luto, ni te amedrente su aspecto ni su voz te cause susto;

no llores porque a las plantas arrebate hojas y frutos, y a la blanca mariposa la flor que buscó en el musgo.

No gimas porque te robe lo que en verdad no era tuyo, ni tiembles porque te quedas abandonado en el mundo;

confórmate con sus fallos, y aunque el consuelo es muy duro, no hay árbol que dé más sombra que un sauce sobre un sepulcro.



Ramón de Campoamor

El cielo de Leopardi

-- de Ramón de Campoamor --

¡Genio infeliz! En su postrer momento

a su amiga la muerte le decía:

-Dame la nada, esa región vacía

en que no hay ni placer ni sufrimiento.

Donde se halla la vida está el tormento.

Dame la paz en la nada -repetía-

y mata con el cuerpo el alma mía,

esta amarga raíz del pensamiento.

Al oírle implorar de esta manera,

consolando al filósofo afligido,

la muerte le responde: -Espera, espera;

que, en pago de lo bien que me has querido,

mañana te daré la muerte entera

y volverás al ser del que no ha sido.



Roberto Juarroz

gastar por anticipado el tiempo de la muerte

-- de Roberto Juarroz --

Gastar por anticipado el tiempo de la muerte,
consumir el silencio del futuro
como una flor enterrada,
vivir a crédito
de la eternidad imparcial que nos espera,
poner entre las mañanas y las tardes
algo más digno de fe que el mediodía
y aprender a pararse en las palabras,
aunque estén acostadas.
Tal vez así la muerte dure menos,
la vida use otras puertas
y no se cansen tanto
los ojos que nos miran.



Roberto Juarroz

el fondo de las cosas no es la vida o la muerte

-- de Roberto Juarroz --

El fondo de las cosas no es la vida o la muerte.
Me lo prueban
el aire que se descalza en los pájaros,
un tejado de ausencias que acomoda el silencio
y esta mirada mía que se da vuelta en el fondo,
como todas las cosas que se dan vuelta cuando acaban.
Y también me lo prueba
mi niñez que era pan
anterior a la harina,
mi niñez que sabía
que hay humos que descienden,
voces con las que nadie habla,
papeles donde el hombre está inmóvil.
El fondo de las cosas no es la muerte o la vida.
El fondo es otra cosa
que alguna vez sale a la orilla.



Roberto Juarroz

la muerte es otro hilo de la trama

-- de Roberto Juarroz --

La muerte es otro hilo de la trama.
Hay momentos en que podría penetrar en nosotros
con la misma naturalidad que el hilo de la vida
o el hilo del amor.
El tejido se completaría entonces casi tiernamente,
casi como si nosotros mismos lo tejiéramos.
Hay momentos para morir.
Hay momentos
en los que el hilo de la muerte
no deshace el tejido.



Adelardo López de Ayala

El olvido

-- de Adelardo López de Ayala --

¿Por qué me has olvidado? ¿Por qué, ingrata,
niegas tu corazón a mi gemido,
y, afligiendo mi pecho comprimido,
tu inhumano silencio se dilata?

No le roba la muerte al que arrebata,
ni el nombre ni el recuerdo agradecido...-
¡Tumba sin epitafio es el olvido,
que traga al muerto y hasta el nombre mata!-

¡Háblame, por piedad; aunque al hablarme
destruyas mi esperanza y sea mi suerte
vivir llorando tu rigor eterno!...

Acuérdate siquiera de matarme;
que odio más el olvido que la muerte,
y más temo la nada que el infierno.



Adelardo López de Ayala

El sueño (López de Ayala)

-- de Adelardo López de Ayala --

Sueño, que lento y pesado
mis sentidos acometes,
y uno a uno los sometes
a tu imperio dilatado:

tú en prisión pones la vista
y gusto y tacto en olvido:
pierde el olfato la pista,
y, aunque el último, el oído
también cede a tu conquista

Y así dominas el fuerte,
y dejas de guarnición
la eficaz respiración
para que impida a la muerte
quitarte su posesión.

Ya sé que al cuerpo te agrada
ver en nada transformado...
¡Y el cuerpo vil es muy dado
a transformarse en la nada!

Mas, cuando pones en calma
el corpachón, que es más fuerte,
dime, tití de la muerte:
¿en qué se entretiene el alma?



Alejandra Pizarnik

exilio

-- de Alejandra Pizarnik --

A raúl gustavo aguirre

esta manía de saberme ángel,
sin edad,
sin muerte en qué vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.

¿Y quién no tiene un amor?
¿y quién no goza entre amapolas?
¿y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas
aunque fuere con sonrisas?

siniestro delirio amar una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ámgeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.



Alfonso Reyes

visitación

-- de Alfonso Reyes --

Soy la muerte me dijo. No sabía
que tan estrechamente me cercara,
al punto de volcarme por la cara
su turbadora vaharada fría.
Ya no intento eludir su compañía:
mis pasos sigue, transparente y clara
y desde entonces no me desampara
ni me deja de noche ni de día.
¡Y pensar confesé, que de mil modos
quise disimularte con apodos,
entre miedos y errores confundida!
«más tienes de caricia que de pena».
Eras alivio y te llamé cadena.
Eras la muerte y te llamé la vida.



Amado Nervo

su trenza

-- de Amado Nervo --

Bien venga, cuando viniere,
la muerte: su helada mano
bendeciré si hiere...
He de morir como muere
un caballero cristiano.
Humilde, sin murmurar,
¡oh muerte!, me he de inclinar
cuando tu golpe me venza;
¡pero déjame besar,
mientras expiro, su trenza!
¡la trenza que le corté
y que, piadoso guardé
(impregnada todavía
del sudor de su agonía)
la tarde en que se me fue!
su noble trenza de oro:
amuleto ante quien oro,
ídolo de locas preces,
empapado por mi lloro
tantas veces..., Tantas veces...
Deja que, muriendo, pueda
acariciar esa seda
en que vive aún su olor:
¡es todo lo que me queda
de aquel infinito amor!
cristo me ha de perdonar
mi locura, al recordar
otra trenza, en nardo llena,
con que se dejó enjugar
los pies por la magdalena...



Amado Nervo

¡oh muerte!

-- de Amado Nervo --

Muerte, ¡cómo te he deseado!,
¡con qué fervores te he invocado!,
¡con qué anhelares he pedido
a tu boca su beso helado!
¡pero tú, ingrata, no has oído!
¡vendrás, quizá, con paso quedo
cuando de partir tenga miedo,
cuando la tarde me sonría
y algún ángel, con rostro ledo,
serene mi melancolía!
vendrás, quizá, cuando la vida
me muestre una veta escondida
y encienda para mí una estrella.
¡Qué importa! llega, ¡oh prometida!
¡siempre has de ser la bien venida,
pues que me juntarás con ella!



Amado Nervo

yo no debo irme...

-- de Amado Nervo --

Yo no debo irme: tengo que esperar
hasta que la muerte venga a llamar.
¡Tengo que esperar!
¡cuánto tarda , cuánto!...
Pero el tiempo corre
y a veces escucho, cerca de mi torre,
entre las tinieblas, cauteloso andar...
Mucho tarda, pero tiene que llegar.
Rejas insidiosas, rejas que vedáis
para mí la vida, que cuadriculáis
para mí los aires; impasibles rejas,
duras a mis dedos, sordas a mis quejas:
habrán de limaros mis firmes anhelos,
y quizá una noche me abriréis los cielos.
Mucho, tal vez mucho tengo de esperar;
pero al fin la muerte me vendrá a llamar.



Amado Nervo

impotencia

-- de Amado Nervo --

Señor, piedad de mí porque no puedo
consolarme... Lo intento, mas en vano.
Me sometí a tu ley porque eras fuerte:
¡el fuerte de los fuertes!... Pero acaso
es mi resignación sólo impotencia
de vencer a la muerte, cuyo ácido
ósculo corrosivo,
royendo el corazón que me amó tanto,
royó también mi voluntad de acero...
¡La muerte era titánica; yo, átomo!
señor, no puedo resignarme, no!
¡si te digo que ya estoy resignado,
y si murmuro fiat voluntas tua,
miento, y mentir a dios es insensato!
¡ten piedad de mi absurda rebeldía!
¡que te venza, señor, mi viril llanto!
¡que conculque tu ley tu piedad misma!...
Y revive a mi muerta como a lázaro
o vuélveme fantasma como a ella,
para entrar por las puertas del arcano
y buscar en el mundo de las sombras
el deleite invisible de sus brazos.



Amado Nervo

bendita...

-- de Amado Nervo --

Bendita seas, por que me hiciste
amar la muerte, que antes temía.
Desde que de mi lado te fuiste,
amo la muerte cuando estoy triste;
si estoy alegre, más todavía.
En otro tiempo, su hoz glacial
me dio terrores; hoy, es amiga.
¡Y la presiento tan maternal!...
Tú realizaste prodigio tal.
¡Dios te bendiga! ¡dios te bendiga!



Amado Nervo

la santidad de la muerte

-- de Amado Nervo --

La santidad de la muerte
llenó de paz tu semblante,
y yo no puedo ya verte
de mi memoria delante,
sino en el sosiego inerte
y glacial de aquel instante.
En el ataúd exiguo,
de ceras a la luz fatua,
tenía tu rostro ambiguo
qiuetud augusta de estatua
en un sarcófago antiguo.
Quietud con yo no sé qué
de dulce y meditativo;
majestad de lo que fue;
reposo definitivo
de quién ya sabe el porqué.
Placidez, honda, sumisa
a la ley; y en la gentil
boca breve, una sonrisa
enigmática, sutil,
iluminando indecisa
la tez color de marfil.
A pesar de tanta pena
como desde entonces siento,
aquella visión me llena
de blando recogimiento
y unción..., Como cuando suena
la esquila de algún convento
en una tarde serena...



Amado Nervo

eternidad

-- de Amado Nervo --

¡la muerte! allí se agota todo esfuerzo,
allí sucumbe toda voluntad.
¡La muerte! ¡lo que ayer fue nuestro todo
hoy sólo es nuestra nada!... ¡Eternidad!
¡silencio!... El máximo silencio
que es posible encontrar.
¡Silencio!... ¡Ultrasilencio,
y no más! ¡oh, no más!
¡ni una voz en la noche
que nos pueda guiar!
ana, razón suprema de mi vida,
¿dónde estás, dónde estás,dónde estás?
se abisma en el abismo el pensamiento,
se enlobreguece, ¡al fin!, todo mirar
en esta lobreguez inexorable,
y desespera, a fuerza de esperar,
la más potente de las esperenzas.
¡Eternidad,eternidad!



Amado Nervo

Funambulesca

-- de Amado Nervo --

Mis pesares son alegres y mi dicha llanto vierte;
son mis duelos danzarines y mis júbilos son frailes;
yo he sentido en los saraos la amargura de la muerte,
y he sentido ante la muerte la alegría de los bailes.

¡Cómo gimen las venturas en mi lívida cabeza!
¡Cómo canta en el cordaje de mis nervios la agonía!
Soy cigarra que se nutre con aljófar de tristeza
y que luego enhebra dianas al fulgor del mediodía.

Soy Heráclito y Demócrito á la vez, sol y nublado;
sorbo ajenjos en las risas y en el llanto sorbo mieles,
y es el sueño de mis noches un amor crucificado
que repica sollozando muchos, muchos cascabeles! . . .



Amado Nervo

Uno con él

-- de Amado Nervo --

Eres uno con Dios, porque le amas,
¡Tu pequeñez qué importa y tu miseria!;
eres uno con Dios, porque le amas.

Le buscaste en los libros,
le buscaste en los templos,
le buscaste en los astros,
y un día el corazón te dijo, trémulo:
"aquí está", y desde entonces ya sois uno,
ya sois uno los dos, porque le amas.

No podrán separaros
ni el placer de la vida
ni el dolor de la muerte.

En el placer has de mirar su rostro,
en el valor has de mirar su rostro
en vida y muerte has de mirar su rostro.

"¡Dios!" dirás en los besos,
dirás "Dios" en los cantos,
dirás "Dios" en los ayes.

Y comprendiendo al fin que es ilusorio
todo pecado (como toda vida),
y que nada de El puede separarte,
uno con Dios te sentirás por siempre:
¡uno solo con Dios porque le amas!



Lope de Vega

¿qué armas son éstas ¿qué guïón colgado?

-- de Lope de Vega --

¿qué armas son estas?, ¿qué guïón colgado?
de general sobre este monumento?
¿celada es un espino tan sangriento?
¿pluma un azote en púrpura bañado?
¿un tosco leño es espaldar cruzado?
¿gola una soga? ¡extraño pensamiento!
dónde es la esponja bélico ornamento,
¿qué lanza al fin es arma de soldado?
más ¿ay!, que de una virgen muestra el llanto:
que son de cristo, capitán del cielo,
trofeos, y la muerte ya vencida.
Éstos adornan su sepulcro santo;
con estos ha ganado el cielo al suelo;
mató la muerte, y reparó al vida.



Lope de Vega

Con inmortal valor y gentileza

-- de Lope de Vega --

Con inmortal valor y gentileza,
mármol hermoso, para siempre quedes,
pues quiere amor que de mi prenda heredes
la gracia, la blancura y la dureza.

Que al fin, si te excedió naturaleza
en dar alma a sus cuerpos, tú la excedes
en que sin almas nuestras almas puedes
mover con arte y con mayor belleza.

Lleva del tiempo y de la muerte palma,
del límite mortal milagro indigno,
pues no podrán sin alma deshacerte.

No sienta quien te ve que estás sin alma,
porque tan bello cuerpo no era digno
de estar sujeto al tiempo ni a la muerte.



Lope de Vega

Desde esta playa inútil, y desierto

-- de Lope de Vega --

Desde esta playa inútil, y desierto,
a donde me han traído mis antojos,
mirando estoy el mar de mis enojos,
la cierta muerte y el camino incierto.

La tierra opuesta del amigo puerto,
sobre las rotas barcas y despojos,
me muestra el cuerpo y los difuntos ojos
del joven Ifis, por sus manos muerto.

Veo mi muerte dura y rigurosa,
de quien ningún humano se resiste,
y veo el lazo que mi cuello medra,

y a vos, dura Anaxarte, victoriosa,
de quien me vengue el cielo. Mas, ¡ay triste!,
¿qué castigo os dará, si ya sois piedra?



Lope de Vega

Oh quién muriera por tu amor ardiendo

-- de Lope de Vega --

¡Oh quién muriera por tu amor, ardiendo
en vivas llamas, dulce Jesús mío,
y que las aumentara aquel rocío
que viene de los ojos procediendo!
¡Oh quien se hiciera un Etna despidiendo
vivas centellas deste centro frío,
o fuera de su sangre el hierro impío
de un africano bárbaro cubriendo!
Este deseo, que a morir se atreve,
recibe Tú, pues la ocasión venida,
bien sabes que no fuera intento aleve
¿Y qué mucho que amor la muerte pida?
Pues no era muerte, sino puente breve
que me pasara a ti, mi eterna vida



Lope de Vega

Peniso amigo, codiciar mi muerte

-- de Lope de Vega --

Peniso amigo, codiciar mi muerte,
y ofrecer que, a mis honras funerales,
harás una oración como otras tales
de que tu ingenio, acción y voz me advierte,

es amistad que yo quisiera hacerte.
Todos para morir somos iguales,
que por la condición de ser mortales
también te puede a ti tocar la suerte.

No tomo la palabra, aunque me arguyas
de ingrato a los favores que me hacías,
que cuando eternidades constituyas,

mejor es que yo escriba en tales días
sonetos tristes a la honras tuyas,
que no que tú prediques a las mías.



Lope de Vega

¿Qué armas son éstas? ¿Qué guïón colgado

-- de Lope de Vega --

¿Qué armas son estas?, ¿Qué guïón colgado
de general sobre este monumento?
¿Celada es un espino tan sangriento?
¿Pluma un azote en púrpura bañado?
¿Un tosco leño es espaldar cruzado?
¿Gola una soga? ¡Extraño pensamiento!
Dónde es la esponja bélico ornamento,
¿qué lanza al fin es arma de soldado?
Más ¿ay!, que de una Virgen muestra el llanto:
que son de Cristo, capitán del cielo,
trofeos, y la muerte ya vencida.
Éstos adornan su sepulcro santo;
con estos ha ganado el Cielo al suelo;
mató la muerte, y reparó al vida.



Lope de Vega

Si de la muerte rigurosa y fiera

-- de Lope de Vega --

Si de la muerte rigurosa y fiera
principios son la sequedad y el frío,
mi duro corazón, el hielo mío
indicios eran que temer pudiera
Mas si la vida conservarse espera
en el calor y humidad, formen un río
mis ojos que a tu mar piadoso envío,
divino autor de la suprema esfera
Calor dará mi amor, agua mi llanto,
huya la sequedad, déjeme el hielo,
que de la vida me apartaron tanto.
Y tú, que sabes ya mi ardiente celo,
dame los rayos de tu fuego santo
y los cristales de tu santo cielo.



Lope de Vega

Yacen en este mármol la blandura

-- de Lope de Vega --

Yacen en este mármol la blandura,
la tierna voz, la enamorada ira,
que vistió de verdades la mentira
en toda acción de personal figura;

la grave del coturno compostura,
que ya de celos, ya de amor suspira,
y con donaire, que, imitado, admira,
del tosco traje la inocencia pura.

Fingió toda figura de tal suerte,
que, muriéndose, apenas fue creída
en los singultos de su trance fuerte.

Porque como tan bien fingió en la vida,
lo mismo imaginaron en la muerte,
porque aun la muerte pareció fingida.



Lope de Vega

Yo vi, sobre dos piedras plateadas

-- de Lope de Vega --

Yo vi, sobre dos piedras plateadas
dos colunas gentiles sostenidas,
de vidro azul cubiertas, y cogidas
en un cendal pajizo y dos lazadas.

Turbéme, y dije: «¡Oh prendas reservadas
al Hércules que os tiene merecidas,
si como de mi alma sois queridas
os viera de mis brazos levantadas,

tanto sobre mis hombros os llevara,
que en otro mundo, que ninguno viera,
fijara del plus ultra los trofeos!»

«¡Oh, fuera yo Sansón, que os derribara,
porque, cayendo vuestro templo, diese
vida a mi muerte, y muerte a mis deseos!»



Lope de Vega

Quiero escribir y el llanto no me deja

-- de Lope de Vega --

Quiero escribir, y el llanto no me deja;
pruebo a llorar, y no descanso tanto;
vuelvo a tomar la pluma, y vuelve el llanto:
todo me impide el bien, todo me aqueja.
Si el llanto dura, el alma se me queja;
si el escribir, mis ojos; y si en tanto
por muerte o por consuelo me levanto,
de entrambos la esperanza se me aleja.
Ve blanco al fin, papel, y a quien penetra
el centro deste pecho que enciende
le di (si en tanto bien pudieres verte)
que haga de mis lágrimas la letra,
pues ya que no lo siente, bien entiende:
que cuanto escribo y lloro, todo es muerte.



Lope de Vega

Ruego a la muerte

-- de Lope de Vega --

Enseñé, no me escucharon;
escribí, no me leyeron;
curé mal, no me prendieron;
maté, no me castigaron.

Si con morir satisfice,
¡Oh Muerte, quiero quejarme!
Bien pudieras perdonarme
por los servicios que te hice.



Luis Muñoz Rivera

abismos

-- de Luis Muñoz Rivera --

Dios puso en los abismos del espacio
esos vapores tenues,
que, en nube convertidos, se coloran
con tinta suave cuando el alba viene.

La nube engendra el rayo
que esparce por doquier estrago y muerte:
¡culpad a dios, que derramó en la altura
del huracán el germen!

dios puso en el cerebro esas ideas
que poderosas crecen
y, comprimidas sin piedad, estallan
soberbias, indomables y rebeldes.

La rebelión engendra
brisas de fuego y ráfagas de muerte:
¡culpad a dios que puso en el cerebro
del huracán el germen!



Líber Falco

A Roberto

-- de Líber Falco --

Como el mundo ignora que tú vives,
que Margarita Leal ha muerto,
y que son paredes las paredes
donde sus puños de ángel golpearon,
como el mundo necesariamente lo ignora,
tú estás triste

–Era tan buena!– dices, cantas.
Yo la he visto morir hacia las tardes;
doblar un gesto: desasosiego;
segura muerte y lento desamparo.

Oh! ángel proletario, muerto de olvido,
de soledad inasible,
de oscura y lenta muerte,
muerto.



Líber Falco

Destino (Falco, 1942)

-- de Líber Falco --

Bajo un cielo de Juicio Final,
de espejos rebelados,
he de llegar al mar
para la muerte mía.
Me levantaré así en la ola más alta
y me hundiré para siempre.
Acaso sí, yo sé,
con una risa helada buscaré mi origen.
Sin manos y sin ojos, ay!
buscando una sombra que es sombra de la nada.
Ya olvidado de todos
y de mí mismo,
que apenas me conociera un día,
he de llegar al mar para la muerte mía.



Líber Falco

Luna (Falco)

-- de Líber Falco --

Tan perfecta y blanca.
Tan alta!
Tan lejana y blanca.

Lejos de la muerte,
y de la vida lejos.
Lejos de los llantos.
De las risas, lejos.
Tanto!

No sabe esta luna
cómo todo es triste.
Cómo es bello el mundo
y la misma muerte acaso,
acaso, es volver sin irse.

Sola arriba, sola.
Tan perfecta y blanca.
Tan alta!
Tan tejos de todo!

Nada arriba, nada.
Ella sola y nada.



Manuel del Cabral

letra

-- de Manuel del Cabral --

Letra:
esqueleto de mi grito,
pongo mi corazón sobre tu muerte,
pongo mis más secretas cualidades de pétalo,
pongo...
La novia que he guardado entre el aire y mi cuerpo,
mi enfermedad de ángel con cuchillo,
mi caballero ausente cuando muerdo manzanas,
y el niño que hay en mí, el niño
que sale en cierto día, el día
en que la mano casi no trabaja,
el día en que sencillos
mis pies pisan los duendes que están en el rocío
haciendo el oro joven del domingo.

Todo lo pongo en ti,
y tu siempre lo mismo:
estatua de mis vientos,
ataúd de presencias invisibles,
letra inútil.

Todo,
todo lo pongo en ti, sobre tu muerte.

La letra no me entiende.

Sin embargo...



Jaime Sabines

xxiii

-- de Jaime Sabines --

Padre mío, señor mío, hermano mío,
amigo de mi alma,tierno y fuerte,
saca tu cuerpo viejo, viejo mío,
saca tu cuerpo de la muerte.
Saca tu corazón igual que un río,
tu frente limpia en que aprendí a quererte,
tu brazo como un árbol en el frío,
saca todo tu cuerpo de la muerte.
Amo tus canas, tu mentón austero,
tu boca firme, tu mirada abierta,
tu pecho vasto y sólido y certero.
Estoy llamando, tirándote la puerta.
Parece que yo soy el que me muero:
¡padre mío, despierta!



Jaime Sabines

he aquí que tú estás sola y que yo estoy solo

-- de Jaime Sabines --

Haces cosas diariamente y piensas
y yo pienso y recuerdo y estoy solo.
A la misma hora nos recordamos algo
y nos sufrimos. Como una droga mía y tuya
somos, y una locura celular nos recorre
y una sangre rebelde y sin cansancio.
Se me va a hacer llagas este cuerpo solo,
se me caerá la carne trozo a trozo.
Esto es lejía y muerte.
El corrosivo estar, el malestar
muriendo es nuestra muerte.
Yo no sé dónde estás. Yo ya he olvidado
quién eres, dónde estás, cómo te llamas.
Yo soy sólo una parte, sólo un brazo,
una mitad apenas, sólo un brazo.
Te recuerdo en mi boca y en mis manos.
Con mi lengua y mis ojos y mis manos
te sé, sabes a amor, a dulce amor, a carne,
a siembra, a flor, hueles a amor, y a mí.
En mis labios te sé, te reconozco,
y giras y eres y miras incansable
y toda tu me suenas
dentro del corazón como mi sangre.
Te digo que estoy solo y que me faltas.
Nos faltamos, amor, y nos morimos
y nada haremos ya sino morirnos.
Esto lo sé, amor, esto sabemos.
Hoy y mañana, así, y cuando estemos
en estos brazos simples y cansados,
me faltarás, amor, nos faltaremos.



Jaime Torres Bodet

continuidad v

-- de Jaime Torres Bodet --

Porque no es la muerte orilla clara,
margen visible de invisible río;
lo que en estos momentos nos separa
es otro litoral, aun más sombrío.
Litoral de la vida. Tierra avara
en cuyo negro polvo ávido y frío,
del naufragio que en ti me desampara
inútilmente busco un resto mío.
Es tu presencia en mí la que me impide
recuperar la realidad que tuve
sólo en tu corazón, cuando latía.
Por eso la existencia nos divide
tanto más cuanto más tiempo en mi alma sube
la vida en que tu muerte se confía.



Jaime Torres Bodet

regreso iv

-- de Jaime Torres Bodet --

Iv
por esa fina herida silenciosa
que siquiera da paso a la agonía,
¡ay! entra, muerte, en mí, como la guía
de la hiedra que el sol prende en la losa.
Abre ¡aunque sea así! la última rosa
en que tu fuerza adulta se extasía,
ansia de ya no ser, llama tan fría
que a su lado la luz parece umbrosa.
Rompe la plenitud, la simetría,
el basalto en que acaba toda cosa
que dura más de lo que tarda el día;
y, arrancándome al tedio que me acosa,
envuélveme en tu vértigo, alegría,
¡afirmación total, muerte dichosa!



Jorge Cuesta

paraíso encontrado

-- de Jorge Cuesta --

Piedad no pide si la muerte habita
y en las tinieblas insensibles yace
la inteligencia lívida, que nace
sólo en la carne estéril y marchita.

En el otro orbe en que el placer gravita,
dicha tenga la vida y que la enlace,
y de ella enamorada que rehace
el sueño en que la muerte azul medita.

Sólo la sombra sueña, y su desierto,
que los hielos recubren -y protejan-,
es el edén que acoge al cuerpo muerto

después de que las águilas lo dejan.
Que ambos tienen la vida sustentada,
el ser, en gozo, y el placer, en nada.



Jorge Luis Borges

elegía*

-- de Jorge Luis Borges --

Tres antiguas caras me desvelan:
una el océano, que habló con claudio,
otra el norte de aceros ignorantes
y atroces en la aurora y el ocaso,
la tercera la muerte, ese otro nombre
del insaciado tiempo que nos roe.
La carga secular de los ayeres
de la historia que fue o que fue soñada
me abruma, personal como una culpa.
Pienso en la nave ufana que devuelve
a los mares el cuerpo de scyld sceaving
que reinó en dinamarca bajo el cielo;
pienso en el alto lobo, cuyas riendas
eran sierpes, que dio al barco encendido
la blancura del dios hermoso y muerto;
pienso en piratas cuya carne humana
es dispersión y limo bajo el peso
de los mares errantes que ultrajaron.
Pienso en mi propia, en mi perfecta muerte,
sin la urna, la lápida y la lágrima.
* Scyld es el rey de dinamarca cuyo destino canta el exordio de la gesta de beowulf. El dios hermoso y muertoes baldr, cuyos sueños premonitorios y cuyo fin están en las eddas



Jorge Luis Borges

edgar allan poe

-- de Jorge Luis Borges --

Pompas del mármol, negra anatomía
que ultrajan los gusanos sepulcrales,
del triunfo de la muerte los glaciales
símbolos congregó. No los temía.
Temía la otra sombra, la amorosa,
las comunes venturas de la gente;
no lo cegó el metal resplandeciente
ni el mármol sepulcral sino la rosa.
Como del otro lado del espejo
se entregó solitario a su complejo
destino de inventor de pesadillas.
Quizá, del otro lado de la muerte,
siga erigiendo solitario y fuerte
espléndidas y atroces maravillas.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 14

-- de Jorge Manrique --

Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
por casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 23

-- de Jorge Manrique --

Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes
y varones
como vimos tan potentes,
di, muerte, ¿dó los escondes
y traspones?
y las sus claras hazañas
que hicieron en las guerras
y en las paces,
cuando tú, cruda, te ensañas,
con tu fuerza las atierras
y deshaces.
↑ Dónde



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 20

-- de Jorge Manrique --

Pues su hermano el inocente,
que en su vida sucesor
se llamó,
¡qué corte tan excelente
tuvo y cuánto gran señor
le siguió!
mas, como fuese mortal,
metióle la muerte luego
en su fragua.
¡Oh, juïcio divinal,
cuando más ardía el fuego,
echaste agua!
↑ pero
↑ le metió



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 1

-- de Jorge Manrique --

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
↑ Buen juicio
↑ pronto



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 12

-- de Jorge Manrique --

Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos.
No mirando nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.
↑ Dulzuras
↑ soldados
↑ trampa
↑ a rienda suelta: con violencia o celeridad
↑ desde que, así que



Jorge Manrique

canción es una muerte escondida

-- de Jorge Manrique --

I
es una muerte escondida
este mi bien prometido,
mas no puedo ser querido
sin peligro de mi vida.
Ii
mas sólo porque me quiera
quien en vida no me quiere,
yo quiero sufrir que muera
mi vivir, pues siempre muere;
y en perder vida perdida
no me cuento por perdido,
pues no puedo ser querido
sin peligro de mi vida.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 33

-- de Jorge Manrique --

Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero:
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de ocaña
vino la muerte a llamar
a su puerta,



Jorge Manrique

canción no tardes, muerte, que muero

-- de Jorge Manrique --

I
no tardes, muerte, que muero;
ven, porque viva contigo;
quiéreme, pues que te quiero,
que con tu venida espero
no tener guerra conmigo.
Ii
remedio de alegre vida
no lo hay por ningún medio,
porque mi grave herida
es de tal parte venida,
que eres tú sola remedio.
Ven aquí, pues, ya que muero;
búscame, pues que te sigo:
quiéreme, pues que te quiero,
y con tu venida espero
no tener vida conmigo.



Jorge Riechmann

15

-- de Jorge Riechmann --

He perdido la partida.
Me confié, subestimé las fuerzas
de mi adversario. ¿Cómo no hacerlo?
grande era cual fronda de destrucción, profundas
sus raíces invisibles; pero tamaño goce en la muerte
desafiaba la imaginación.
Los primeros intercambios de golpes
fueron casi un juego, un modo apenas hostil del conocimiento.
¿Queríamos estrangularnos o abrazarnos?
la situación parecía abierta y los momentos decisivos
aún por venir. No me daba cuenta
de que habían pasado ya y cada minuto perdido
redundaba en beneficio suyo
sumaba hierro y cieno a mi derrota.
Mi implacable adversario
economista del tiempo
feroz equilibrista de lo irreversible.
Estoy perdido.
La falta de imaginación me condenó.
Ya todo el tiempo restante se lo descuento a la muerte.



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