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Se han encontrado 92 poemas con la palabra muero

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Jorge Manrique

canción no tardes, muerte, que muero

-- de Jorge Manrique --

I
no tardes, muerte, que muero;
ven, porque viva contigo;
quiéreme, pues que te quiero,
que con tu venida espero
no tener guerra conmigo.
Ii
remedio de alegre vida
no lo hay por ningún medio,
porque mi grave herida
es de tal parte venida,
que eres tú sola remedio.
Ven aquí, pues, ya que muero;
búscame, pues que te sigo:
quiéreme, pues que te quiero,
y con tu venida espero
no tener vida conmigo.

Poema canción  no tardes, muerte, que muero de Jorge Manrique con fondo de libro

Alfonsina Storni

Soy esa flor

-- de Alfonsina Storni --

Tu vida es un gran río, va caudalosamente,
A su orilla, invisible, yo broto dulcemente.
Soy esa flor perdida entre juncos y achiras
Que piadoso alimentas, pero acaso ni miras.

Cuando creces me arrastras y me muero en tu seno,
Cuando secas me muero poco a poco en el cieno;
Pero de nuevo vuelvo a brotar dulcemente
Cuando en los días bellos vas caudalosamente.

Soy esa flor perdida que brota en tus riberas
Humilde y silenciosa todas las primaveras.

Poema Soy esa flor de Alfonsina Storni con fondo de libro

Amado Nervo

vii. ¡cómo será!

-- de Amado Nervo --

Si en el mundo fue tan bella,
¿cómo será en esa estrella
donde está?
¡cómo será!
si en esta prisión obscura,
en que más bien se adivina
que se palpa la hermosura,
fue tan peregrina,
¡cuán peregrina será
en el más allá!
si de tal suerte me quiso
aquí, cómo me querrá
en el azul paraíso
en donde mora quizá?
¡cómo me querrá!
si sus besos eran tales
en vida, ¡cómo serán
sus besos espirituales!
¡qué delicias inmortales
no darán!
sus labios inmateriales,
¡cómo besarán!
siempre que medito en esa
dicha que alcanzar espero,
clamo, cual santa teresa,
que muero porque no muero:
hallo la vida muy tarda
y digo: ¿cómo será
la ventura que me aguarda
donde ella está?
¡cómo será!

Poema vii. ¡cómo será! de Amado Nervo con fondo de libro

Lope de Vega

Tened piedad de mí, que muero ausente

-- de Lope de Vega --

Tened piedad de mí, que muero ausente,
hermosas ninfas deste blando río;
que bien os lo merece el llanto mío,
con que suelo aumentar vuestra corriente.

Saca la coronada y blanca frente,
Tormes famoso, a ver mi desvarío,
así jamás te mengüe el seco estío,
y esta montaña tu cristal aumente.

Mas, ¿qué importa que el llanto mío recibas,
si no vas a morir al Tajo, adonde
mis penas pueda ver la causa de ellas?

Tus ninfas en tus ondas fugitivas
y tu cabeza coronada esconde:
que basta que me escuchen las estrellas.



Lope de Vega

Yo me muero de amor –que no sabía

-- de Lope de Vega --

Yo me muero de amor —que no sabía,
aunque diestro en amar cosas del suelo—,
que no pensaba yo que amor del cielo
con tal rigor las almas encendía.
Si llama la moral filosofía
deseo de hermosura a amor, recelo
que con mayores ansias me desvelo
cuanto es más alta la belleza mía.
Amé en la tierra vil, ¡qué necio amante!
¡Oh luz del alma, habiendo de buscaros,
qué tiempo que perdí como ignorante!
Mas yo os prometo agora de pagaros
con mil siglos de amor cualquiera instante
que, por amarme a mí, dejé de amaros.



Jorge Manrique

glosa a su mote que dice «ni miento ni me arrepiento»

-- de Jorge Manrique --

I
ni miento ni me arrepiento,
ni digo ni me desdigo,
ni estoy triste ni contento,
ni reclamo ni consiento,
ni fío ni desconfío;
ni bien vivo ni bien muero,
ni soy ajeno ni mío,
ni me venzo ni porfío,
ni espero ni desespero.
Ii
fin
conmigo solo contiendo
en una fuerte contienda,
y no hallo quién me entienda
ni yo tampoco me entiendo;
entiendo y sé lo que quiero,
mas no entiendo lo que quiera
quien quiere siempre que muera
sin querer creer que muero.



Jorge Manrique

Glosa: A su mote que dice: «ni miento ni me arrepiento»

-- de Jorge Manrique --

I

Ni miento ni me arrepiento,
ni digo ni me desdigo,
ni estoy triste ni contento,
ni reclamo ni consiento,
ni fío ni desconfío;
ni bien vivo ni bien muero,
ni soy ajeno ni mío,
ni me venzo ni porfío,
ni espero ni desespero.

II

FIN

Conmigo solo contiendo
en una fuerte contienda,
y no hallo quién me entienda
ni yo tampoco me entiendo;
entiendo y sé lo que quiero,
mas no entiendo lo que quiera
quien quiere siempre que muera
sin querer creer que muero.



César Vallejo

¿qué me da, que me azoto con la línea

-- de César Vallejo --

¿qué me da, que me azoto con la línea
y creo que me sigue, al trote, el punto?
¿qué me da, que me he puesto
en los hombros un huevo en vez de un manto?
¿qué me ha dado, que vivo?
¿qué me ha dado, que muero?
¿qué me da, que tengo ojos?
¿qué me da, que tengo alma?
¿qué me da, que se acaba en mí mi prójimo
y empieza en mi carrillo el rol del viento?
¿qué me ha dado, que cuento mis dos lágrimas,
sollozo tierra y cuelgo el horizonte?
¿qué me ha dado, que lloro de no poder llorar
y río de lo poco que he reído?
¿qué me da, que ni vivo ni muero?



Delmira Agustini

Lo inefable

-- de Delmira Agustini --

Yo muero extrañamente...No me mata la vida
no me mata la muerte, no me mata el amor;
muero de un pensamiento mudo como una herida...
¿No habeis sentido nunca el extraño dolor?

De un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida
devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?
¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida
que os abrazaba enteros y no daba un fulgor?...

¡Cumbre de los martirios!...Llevar eterrnamente
desgarradora y árida, la trágica simiente
clavada en las entrañas como un diente feroz!

Pero arrancarla un día en una flor que abriera
milagrosa, inviolable...¡Ah más grande no fuera
tener entre las manos la cabeza de Dios!...



Pablo Neruda

soneto xcii cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Soneto xcii
amor mío, si muero y tú no mueres,
no demos al dolor más territorio:
amor mío, si mueres y no muero,
no hay extensión como la que vivimos.
Polvo en el trigo, arena en las arenas
el tiempo, el agua errante, el viento vago
nos llevó como grano navegante.
Pudimos no encontrarnos en el tiempo.
Esta pradera en que nos encontramos,
oh pequeño infinito! devolvemos.
Pero este amor, amor, no ha terminado,
y así como no tuvo nacimiento
no tiene muerte, es como un largo río,
sólo cambia de tierras y de labios.



Idea Vilariño

quiero morir

-- de Idea Vilariño --

Quiero morir. No quiero oír ya más campanas.
La noche se deshace, el silencio se agrieta.
Si ahora un coro sombrío en un bajo imposible,
si un órgano imposible descendiera hasta donde.

Quiero morir, y entonces me grita estás muriendo,
quiero cerrar los ojos porque estoy tan cansada.
Si no hay una mirada ni un don que me sostengan,
si se vuelven, si toman, qué espero de la noche.

Quiero morir ahora que se hielan las flores,
que en vano se fatigan las calladas estrellas,
que el reloj detenido no atormenta el silencio.

Quiero morir. No muero.

No me muero. Tal vez
tantos, tantos derrumbes, tantas muertes, tal vez,
tanto olvido, rechazos,
tantos dioses que huyeron con palabras queridas
no me dejan morir definitivamente.



Mario Benedetti

corazón coraza

-- de Mario Benedetti --

Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza
porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro
porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.



Federico García Lorca

Despedida

-- de Federico García Lorca --

Si muero,
dejad el balcón abierto.

El niño come naranjas.
(Desde mi balcón lo veo).

El segador siega el trigo.
(Desde mi balcón lo siento).

¡Si muero,
dejad el balcón abierto!



Fernando de Herrera

Pues de este luengo mal penando muero

-- de Fernando de Herrera --

Pues de este luengo mal penando muero,
sin que remedio alguno estorbe el daño,
amor me dé, en consuelo de mi engaño,
falso placer ajeno, aunque postrero;

que mi dolor anime el duro acero,
y en blanda saña el tibio desengaño,
y el desdén manso, en cuya ausencia engaño
mi perdición, y en vano el bien espero;

para que de mi muerte la memoria,
y en voluntad ingrata mi firmeza
haga a la edad siguiente insigne historia,

que de mis esperanzas y riqueza
fincarán (¡corto premio a tanta gloria!)
deseos acabados en tristeza.



Alejandro Tapia y Rivera

A una señorita

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

I
El sol de la ventura
no ha dado aún a mis ojos
tu imagen; mis antojos
perciben tu hermosura,
perciben en la altura
de un ángel el destello,
de un hada el rostro bello...
Para llamar feliz mi triste suerte,
ángel, hada o mujer, anhelo verte.

II
Amor me inspira el ave
del aire mensajera,
que lleva al alta esfera
como celeste nave
de amor el canto suave;
también amor me inspira
la flor que aroma espira,
y tal dicha en mi ser tu nombre vierte,
que flor, ave o mujer, muero por verte.

III
No sé si eres lucero
que anuncia alegre día,
o en tempestad umbría
ofrece un derrotero
al triste marinero;
empero ángel o hada,
o ave o flor preciada,
o mágico lucero;
para amar más la vida que la muerte,
es mi anhelo, señora, conocerte.



Alejandro Tapia y Rivera

Los ojos de ...

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

¿Me preguntas, pintor, que como quiero
que pintes el mirar y la hermosura
de aquellos ojos do el Edén fulgura,
de aquellos ojos por que vivo y muero?
Copia el fulgor de matinal lucero,
de gacela apacible la dulzura,
de la tórtola amante la ternura,
el brillo del diamante lisonjero.
Los habrás de pintar grandes y vivos
donde luzca la antorcha bendecida
del noble meditar, muy expresivos,
Con dulce vaguedad indefinida;
¿quieres darles aun más atractivos
de apasionado amor? dales la vida.



Alfonsina Storni

Soy

-- de Alfonsina Storni --

Soy suave y triste si idolatro, puedo
Bajar el cielo hasta mi mano cuando
El alma de otro al alma mía enredo.
Plumón alguno no hallarás más blando.

Ninguna como yo las manos besa,
Ni se acurruca tanto en un ensueño,
Ni cupo en otro cuerpo, así pequeño,
Un alma humana de mayor terneza.

Muero sobre los ojos, si los siento
Como pájaros vivos, un momento,
Aletear bajo mis dedos blancos.

Sé la frase que encanta y que comprende
Y sé callar cuando la luna asciende
Enorme y roja sobre los barrancos.



Amado Nervo

unidad

-- de Amado Nervo --

No, madre, no te olvido;
mas apenas ayer ella se ha ido,
y es natural que mi dolor presente
cubra tu dulce imagen en mi mente
con la imagen del otro bien perdido.
Ya juntas viviréis en mi memoria
como oriente y ocaso de mi historia,
como principio y fin de mi sendero,
como nido y sepulcro de mi gloria;
¡pues contigo nací, con ella muero!
ya viviréis las dos en mis amores
sin jamás separaros;
pues, como en un matiz hay dos colores
y en un tallo dos flores,
¡en una misma pena he de juntaros!



Amado Nervo

Ingenua

-- de Amado Nervo --

¡Oh! ¡los rizos negros y los ojos nubios!
¡Oh, los ojos claros y los rizos rubios!

Los enormes besos en que amor es ducho...
¡Besarse sin treguas y quererse mucho!

Ser grande, muy grande, ser bueno, muy bueno;
pero entre tus brazos y sobre tu seno;

Besarte la nuca, besarte los ojos
y los hombros blancos y los labios rojos...

¡Oh! ¡mis dieciocho años! ¡Oh, mi novia ida!
Mi amor a la vida, mi amor a la vida...

La vida era dulce y el mundo era bueno;
¡pero entre tus brazos y sobre tu seno!

Las lunas de mayo si se los preguntas,
te dirán que vieron nuestras sombras juntas;

el estero de aguas cuchicheadoras
lamió nuestra barca con lenguas sonoras,

lamió nuestras barcas con lenguas sonoras,
en aquellas horas, en aquellas horas...

¿Dónde está la barca? ¿dónde está el estero?
¿dónde están las lunas?... ¡Tú mueres, yo muero!

¡Oh! mis dieciocho años, ¡Oh! ¡mi novia ida!
mi amor a la vida... Mi amor a la vida...



Lope de Vega

Con nuevos lazos, como el mismo Apolo

-- de Lope de Vega --

Con nuevos lazos, como el mismo Apolo,
hallé en cabello a mi Lucinda un día,
tan hermosa, que al cielo parecía
en la risa del alba, abriendo el polo.
Vino un aire sutil, y desatólo
con blando golpe por la frente mía,
y dije a Amor que para qué tejía
mil cuerdas juntas para un arco solo.
Pero él responde: «Fugitivo mío,
que burlaste mis brazos, hoy aguardo
de nuevo echar prisión a tu albedrío».
Yo, triste, que por ella muero y ardo,
la red quise romper; ¡qué desvarío!,
pues más me enredo mientras más me guardo.



Lope de Vega

Deseando estar dentro de vos propia

-- de Lope de Vega --

Deseando estar dentro de vos propia,
Lucinda, para ver si soy querido,
miré ese rostro, que del cielo ha sido
con estrellas y sol natural copia;
y conociendo su bajeza impropia,
vime de luz y resplandor vestido,
en vuestro sol, como Faetón perdido,
cuando abrasó los campos de Etiopia,
Ya cerca de morir dije «Tenéos,
deseos locos, pues lo fuisteis tanto,
siendo tan desiguales los empleos».
Mas fue el castigo, para más espanto,
dos contrarios, dos muertes, dos deseos,
pues muero en fuego y me deshago en llanto.



Lope de Vega

Dulce desdén, si el daño que me haces

-- de Lope de Vega --

Dulce desdén, si el daño que me haces
de la suerte que sabes te agradezco,
¿qué haré si un bien de tu rigor merezco,
pues sólo con el mal me satisfaces?

No son mis esperanzas pertinaces,
por quien los males de tu bien padezco,
sino la gloria de saber que ofrezco
alma y amor de tu rigor capaces.

Dame algún bien, aunque con él me prives
de padecer por ti, pues por ti muero,
si a cuenta dél mis lágrimas recibes.

Mas ¿cómo me darás el bien que espero,
si en darme males tan escaso vives,
que apenas tengo cuantos males quiero?



Lope de Vega

Fingido amigo, en las lisonjas tierno

-- de Lope de Vega --

Fingido amigo, en las lisonjas tierno,
no iguala al enemigo declarado;
si amor me tiene ciego y engañado,
yo sé que hay redención, aunque es infierno.

En tu breve placer mi daño eterno
bebiendo voy en dulce error cifrado,
ya por costumbre a tanto mal llegado
que por mi propio engaño me gobierno.

Para ser desdichado fui nacido,
y, con estarme bien, morir no quiero
por no perder un mal también sufrido.

Tales son unos ojos por quien muero
que en el tormento del dolor me olvido
y en quien me ha de matar vivir espero.



Lope de Vega

Lucinda, yo me siento arder, y sigo

-- de Lope de Vega --

Lucinda, yo me siento arder, y sigo
el sol que deste incendio causa el daño;
que porque no me encuentre el desengaño,
tengo al engaño por eterno amigo.
Siento el error, no siento lo que digo,
a mí yo propio me parezco extraño;
pasan mis años, sin que llegue un año
que esté seguro yo de mí conmigo.
¡Oh dura ley de amor, que todos huyen
la causa de su mal, y yo la espero
siempre en mi margen, como humilde río!
Pero si las estrellas daño influyen,
y con las de tus ojos nací y muero,
¿cómo las venceré sin albedrío?



Lope de Vega

Nací en la alta Alemania, al mundo espanto

-- de Lope de Vega --

Nací en la alta Alemania, al mundo espanto,
gloria a Felipe, a Carlos esperanza,
viví en España humilde entre labranza,
que rayo de tal sol encubrió tanto.

Para bañar al moro en sangre y llanto
tomé en Granada la primera lanza,
y en cuanto la memoria humana alcanza
la victoria mayor gané en Lepanto.

Rompí a Túnez, vencí, volviendo a Flandes,
mil guerras, mil rebeldes, mil engaños,
y tuve de ser mártir santo celo.

No quise a Irlanda con promesas grandes,
muero en Bouges, viví treinta y tres años,
fuí César de la Fe, triunfé en el cielo.



Lope de Vega

A Baco pide Midas que se vuelva

-- de Lope de Vega --

A Baco pide Midas que se vuelva
oro cuanto tocare (¡ambición loca!);
vuélvese en oro cuanto mira y toca,
el labrado palacio y verde selva.

Adonde quiera que su cuerpo envuelva,
oro le ofende, y duerme en dura roca;
oro come, oro bebe, que la boca
quiere también que en oro se resuelva.

La Muerte, finalmente, su auricida,
triunfó de la ambición, y en oro envuelto,
se fue secando, hasta su fin postrero.

Así yo, triste, acabaré la vida,
pues tanto amor pedí, que, en amor vuelto
el sueño, el gusto, de abundancia muero.



Lope de Vega

Céfiro blando que mis quejas tristes

-- de Lope de Vega --

Céfiro blando, que mis quejas tristes
tantas veces llevaste; claras fuentes,
que con mis tiernas lágrimas ardientes
vuestro dulce liquor ponzoña hicistes;

selvas que mis querellas esparcites,
ásperos montes a mi mal presentes,
ríos, que de mis ojos siempre ausentes,
veneno al mar como tirano distes:

pues la aspereza de rigor tan fiero
no me permite voz articulada,
decid a mi desdén que por él muero.

Que si la viere el mundo transformada
en el laurel, que por dureza espero,
de ella veréis mi frente coronada.



Góngora

De un caminante enfermo que se enamoró donde fue hospedado

-- de Góngora --

Descaminado, enfermo, peregrino,
en tenebrosa noche, con pie incierto,
la confusión pisando del desierto,
voces en vano dio, pasos sin tino.

Repetido latir, si no vecino,
distinto oyó de can siempre despierto,
y en pastoral albergue mal cubierto
piedad halló, si no halló camino.

Salió el sol, y entre armiños escondida,
soñolienta beldad con dulce saña
salteó al no bien sano pasajero:

pagará el hospedaje con la vida;
más le valiera errar en la montaña
que morir de la suerte que yo muero.



Luis Gálvez de Montalvo

Ojos que cuesta el reposo

-- de Luis Gálvez de Montalvo --

Ojos que cuesta el reposo
Volver á mirar con ellos,
Mas valiera no tenellos.

Ojos que saben prenderme,
Pero nunca rescatarme,
Osados á aventurarme,
Cobardes á socorrerme;
Pues no estiman el perderme,
En el menor gusto dellos
Mas valiera no tenellos.

Ojos de tan malas mañas
Que estando por veladores
Dan paso como traidores
A las banderas estrañas
Hasta las mismas entrañas,
Que en llanto salen por ellos,
Mas valiera no tenellos.

Ojos con quien miro y veo,
Que aquí consiste mi daño,
Y si dicen que me engaño
Muero y digo que lo creo,
Pues llevan tras el deseo
La razon por los cabellos,
Mas valiera no tenellos.

Ojos que cuanto se piensa,
En los males que se ofrecen
Por su deleite escarnecen
Sin dar otra recompensa;
Pues recibe el alma ofensa
Si quiero vengarme dellos,
Mas valiera no tenellos.



Líber Falco

Final

-- de Líber Falco --

Adiós dijo.
Adiós al mundo, muero...
Salud amigos,
y se fue cantando
entre los trigos.

Se fue el viajero.
Y una más que todas
triste espiga,
dobló su fruto
hacia la tierra amiga.



Líber Falco

¡Oh, calles de los pueblos!

-- de Líber Falco --

..............................

Duermevela la calle
Duermevela la abuela, cerca
de la candela.

Oh, calles de los pueblos.
En una escoba vieja cabalga mi memoria
y alcanza su madeja:
Desde una esquina,
velo María tu sueño.

En sobre de blancas sábanas
tu viajas viaje sereno,
niña de cuerpo moreno.
¡Qué delicado mensaje
y que rúbrica, tu pelo!

¿Será en vano mi desvelo?
Quiero pensarlo y no quiero.
Tu duermes toda la noche.
Yo toda la noche muero.

..............................

Oh, calles de los pueblos.
A su vera duermen las niñas.
Tienen los ojos azules.
Tienen el cuerpo moreno.
Oh... Muros de los pueblos.



Jaime Sabines

xxiii

-- de Jaime Sabines --

Padre mío, señor mío, hermano mío,
amigo de mi alma,tierno y fuerte,
saca tu cuerpo viejo, viejo mío,
saca tu cuerpo de la muerte.
Saca tu corazón igual que un río,
tu frente limpia en que aprendí a quererte,
tu brazo como un árbol en el frío,
saca todo tu cuerpo de la muerte.
Amo tus canas, tu mentón austero,
tu boca firme, tu mirada abierta,
tu pecho vasto y sólido y certero.
Estoy llamando, tirándote la puerta.
Parece que yo soy el que me muero:
¡padre mío, despierta!



Jorge Isaacs

En oscuro calabozo

-- de Jorge Isaacs --

En oscuro calabozo
Cuya reja al sol ocultan
Negros y altos murallones
Que las prisiones circundan;

En que sólo las cadenas
Que arrastro, el silencio turban
De esta soledad eterna
Donde ni el viento se escucha...

Muero sin ver tus montañas
¡Oh patria!, donde mi cuna
Se meció bajo los bosques
Que no cubrirán mi tumba.



Jorge Luis Borges

en memoria de angélica

-- de Jorge Luis Borges --

¡cuántas posibles vidas se habrán ido
en esta pobre y diminuta muerte,
cuántas posibles vidas que la suerte
daría a la memoria o al olvido!
cuando yo muera morirá un pasado;
con esta flor un porvenir ha muerto
en las aguas que ignoran, un abierto
porvenir por los astros arrasado.
Yo, como ella, muero de infinitos
destinos que el azar no me depara;
busca mi sombra los gastados mitos
de una patria que siempre dio la cara.
Un breve mármol cuida su memoria;
sobre nosotros crece, atroz, la historia.



Jorge Manrique

canción quien tanto veros desea

-- de Jorge Manrique --

I
quien tanto veros desea,
señora, sin conoceros,
¿qué hará después que os vea,
cuando no pudiere veros?
ii
gran temor tiene mi vida
de mirar vuestra presencia,
pues amor en vuestra ausencia
me hirió de tal herida;
aunque peligrosa sea,
deliro de conoceros,
y si muero porque os vea,
mi victoria será veros.



César Vallejo

esto

-- de César Vallejo --

Esto
sucedió entre dos párpados; temblé
en mi vaina, colérico, alcalino,
parado junto al lúbrico equinoccio,
al pie del frío incendio en que me acabo.
Resbalón alcalino, voy diciendo,
más acá de los ajos, sobre el sentido almíbar,
más adentro, muy más, de las herrumbres,
al ir el agua y al volver la ola.
Resbalón alcalino
también y grandemente, en el montaje colosal del cielo.
¡Qué venablos y harpones lanzaré, si muero
en mi vayna; daré en hojas de plátano sagrado
mis cinco huesecillos subalternos,
y en la mirada, la mirada misma!
(dicen que en los suspiros se edifican
entonces acordeones óseos, táctiles;
dicen que cuando mueren así los que se acaban,
¡ay! mueren fuera del reloj, la mano
agarrada a un zapato solitario).
Comprendiéndolo y todo, coronel
y todo, en el sentido llorante de esta voz,
me hago doler yo mismo, extraigo tristemente,
por la noche, mis uñas;
luego no tengo nada y hablo solo,
reviso mis semestres
y para henchir mi vértebra, me toco.



Delmira Agustini

Por tu musa

-- de Delmira Agustini --

Cuando derrama en los hombros puros
de tu musa la túnica de nieve,
yo concentro mis pétalos oscuros
y soy el lirio de alabastro leve.

Para tu musa en rosa, me abro en rosa;
mi corazón es miel, perfume y fuego,
y vivo y muero de una sed gloriosa:
tu sangre viva debe ser mi riego.

Cuando velada con un tul de luna
bebe calma y azur en la laguna,
yo soy el cisne que soñando vuela;

y si en luto magnífico la vistes
para vagar por los senderos tristes,
soy la luz o la sombra de una estela.



Delmira Agustini

La barca milagrosa

-- de Delmira Agustini --

Preparadme una barca como un gran pensamiento...
La llamarán "La Sombra" unos; otros, "La Estrella".
No ha de estar al capricho de una mano o de un viento;
Yo la quiero consciente, indomable y bella.

La moverá en gran ritmo de tu corazón sangriento
De vida sobrehumana; he de sentirme en ella
Fuerte como en los brazos de Dios. ¡En todo viento,
En todo mar templadme su ropa de centella!

La cargaré de toda mi tristeza, y, sin rumbo,
Iré como la rota corola de un nelumbo
Por sobre el horizonte líquido de la mar...

Barca, alma hermana: ¿Hacia qué tierras nunca vistas,
de hondas revelaciones, de cosas imprevistas
Irémos?...Yo ya muero de vivir y soñar...



Diego Hurtado de Mendoza

Por tan difícil parte me han llevado

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Por tan difícil parte me han llevado
Los importunos años que he vivido,
Que aun bien el medio dellos no he cumplido,
Y mil veces el fin he deseado.

Y toda la esperanza por do he andado,
De un mal á otro mayor siempre he venido;
En fin, á tal extremo soy traido,
Que no puedo temer mas triste estado.

Ansí que, ya sin bien, sin confianza,
Estoy de aqueste mal, que ahora muero,
Podría ya muy bien hacer mudanza;

Mas tanto por la causa mi mal quiero,
Que siento que me estraga la esperanza,
Y estoy harto mejor si desespero.



Dulce María Loynaz

cataclismo

-- de Dulce María Loynaz --

El sol se ha rajado
y cae un chorro de oro
sobre mi corazón.

Es un oro ardiente
que salta sobre las nubes
roto en chispas,
que muerde mi pecho
con muchos dientecillos encendidos.

El sol se ha rajado
y se desangra en luz
y me está ahogando...

¡Yo me muero del sol!



Arturo Borja

(Lola, para que cante yo todos tus tesoros...)

-- de Arturo Borja --

Lola, para que cante yo todos tus tesoros
necesito el aperitivo que regenera,
las lejanías glaucas de una feraz pradera
y el geométrico ritmo de los antiguos coros...

La pedrería exótica, los esmaltes, los oros
que prestigian la gracia de tu helénica pose
serán en mis versos desusados, y no se
sentirán palpitantes desechando decoros.

Y así, pido una venia para este pordiosero
de belleza, siguiendo los cortesanos ritos:
Yo, que vivo soñando, no siento que me muero...

Quiero decir un verso pulido y diamantino
todo el prestigio helénico

references



Pablo Neruda

soneto xciv cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Soneto xciv
si muero sobrevíveme con tanta fuerza pura
que despiertes la furia del pálido y del frío,
de sur a sur levanta tus ojos indelebles,
de sol a sol que suene tu boca de guitarra.
No quiero que vacilen tu risa ni tus pasos,
no quiero que se muera mi herencia de alegría,
no llames a mi pecho, estoy ausente.
Vive en mi ausencia como en una casa.
Es una casa tan grande la ausencia
que pasarás en ella a través de los muros
y colgarás los cuadros en el aire.
Es una casa tan transparente la ausencia
que yo sin vida te veré vivir
y si sufres, mi amor, me moriré otra vez.



Pablo Neruda

soneto lxvi cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

No te quiero sino porque te quiero
y de quererte a no quererte llego
y de esperarte cuando no te espero
pasa mi corazón del frío al fuego.
Te quiero sólo porque a ti te quiero,
te odio sin fin, y odiándote te ruego,
y la medida de mi amor viajero
es no verte y amarte como un ciego.
Tal vez consumirá la luz de enero,
su rayo cruel, mi corazón entero,
robándome la llave del sosiego.
En esta historia sólo yo me muero
y moriré de amor porque te quiero,
porque te quiero, amor, a sangre y fuego.



Pedro Soto de Rojas

Piedad declarada por rigor

-- de Pedro Soto de Rojas --

Puso en ti del Autor la sabia mano
alma quieta en sangre generosa,
anciano fruto en niña flor hermosa,
divino ingenio en un sujeto humano;

mas luego puso -¡ay, triste!- Amor tirano
entre blanco jazmín y fresca rosa
la ceraste mordaz más venenosa
que humor vertió de racional insano.

Tú, piadosa, quizá por no acabarme,
huyes y escondes su veneno esquivo,
como si esto bastara a remediarme;

pero es aumento que en mi mal recibo,
pues muero cuando dejas de matarme
y sólo al tiempo que me matas vivo.



Rafael María Baralt

A la señorita venezolana Teresa G.

-- de Rafael María Baralt --

Si del Guaire gentil en la ribera
naciste ufana entre risueñas flores,
y sus plateadas ondas los ardores
del sol templaron en tu edad primera.

Si allí constante daba primavera
a tus tersas mejillas sus colores;
si todo te reía, si de amores
en torno a ti brillaba la pradera.

¿Por qué luego, del Betis seducida,
la maternal orilla abandonaste,
prefiriendo el extraño al propio cielo?

Vuelve, Teresa, a do empezó tu vida,
o pagando el amor que me inspiraste,
dame una patria en el hispano suelo.

POETA:

El ardor que me inflama, niño avieso,
a Celia ingrata justiciero inspira,
tu dios, ella mujer, y no te aira,
verla ostentar el corazón ileso.

CUPIDO:

Lleva con gloria de tu amor el peso,
y en tan grande ocasión pulsa la lira.
¿No es sublime el dolor que a Safo inspira
el canto no mortal, en bronce impreso?

POETA:

De intentar el gran salto no respondo,
ni de vate llorón, quiero yo estado,
fugitivo andaré. ¿Dónde me escondo?

CUPIDO:

Emprende ufano entre celestes flores.
Y en tanto muero de tu luz privado;
que no verte es morir ídolo amado.



José Tomás de Cuellar

La gota de miel

-- de José Tomás de Cuellar --

GOTA de miel depositó el destino
En el sagrario de tu amor divino.
Yo muero por beberla.
Sediento el labio trémulo la ansía.
Toma el alma, el amor, la vida mía,
Todo, por esa perla.

Céfiro esperas que con beso puro
De la flor de tu alma el inseguro
Broche desate leve.
Ya ese céfiro viene en lontananza.
Lo siento en mi deseo, en mi esperanza.
Dentro de mí se mueve.



José Ángel Buesa

soneto con sed

-- de José Ángel Buesa --

Leyendo un libro, un día, de repente,
hallé un ejemplo de melancolía:
un hombre que callaba y sonreía,
muriéndose de sed junto a una fuente.
Puede ser que, mirando la corriente,
su sed fuera más triste todavía;
aunque acaso aquel hombre no bebía
por no enturbiar el agua transparente.
Y no sé más. No sé si fue un castigo,
y no recuerdo su final tampoco
aunque quizás lo aprenderé contigo;
yo, enamorado, soñador loco,
que me muero de sed y no lo digo,
que estoy junto a la fuente y no la toco.



Fray Luis de León

Preguntas de amor

-- de Fray Luis de León --

Si pan es lo que vemos, ¿cómo dura,
sin que comiendo dél se nos acabe?
Si Dios, ¿cómo en el gusto a pan nos sabe?
¿Cómo de sólo pan tiene figura?

Si pan, ¿cómo le adora la criatura?
Si Dios, ¿cómo en tan chico espacio cabe?
Si pan, ¿cómo por ciencia no se sabe?
Si Dios, ¿cómo le come su hechura?

Si pan, ¿cómo nos harta siendo poco?
Si Dios, ¿cómo puede ser partido?
Si pan, ¿cómo en el alma hace tanto?

Si Dios, ¿cómo le miro y le toco?
Si pan, ¿cómo del cielo ha descendido?
Si Dios, ¿cómo no muero yo de espanto?



Gabino Alejandro Carriedo

la langosta

-- de Gabino Alejandro Carriedo --

La langosta se come los trigos,
se corta los humos,
se compra los dientes que tiene.
La langosta que salta y deshace
los trigos más altos y pone
las aceñas de trigo amarillo
tan al lado del trigo comido.
La langosta cancela su postre,
traduce más tarde episodios
y se pone a sumar relicarios,
y a afeitarse se pone temprano,
y se pone a secarse las manos.
Tímidos misántropos del anochecer:
la langosta pospone a su madre,
las cigüeñas se acuestan a veces,
la lechuza nos dice que hay algo,
que en las torres las monjas dormitan.
Por lo mismo que digo langosta
yo diría primero que mientes.
Pues me muero de envidia si veo
los insectos que saltan los montes.



Garcilaso de la Vega

SONETO IX

-- de Garcilaso de la Vega --

Señora mía, si yo de vos ausente
en esta vida turo y no me muero,
paréceme que ofendo a lo que os quiero,
y al bien de que gozaba en ser presente;

tras éste luego siento otro accidente,
que es ver que si de vida desespero,
yo pierdo cuanto bien bien de vos espero;
y ansí ando en lo que siento diferente.

En esta diferencia mis sentidos
están, en vuestra ausencia y en porfía,
no sé ya que hacerme en tal tamaño.

Nunca entre sí los veo sino reñidos;
de tal arte pelean noche y día,
que sólo se conciertan en mi daño.



Garcilaso de la Vega

SONETO V

-- de Garcilaso de la Vega --

Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.

Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.



Garcilaso de la Vega

Escrito está en mi alma vuestro gesto

-- de Garcilaso de la Vega --

Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero.

Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.



Garcilaso de la Vega

Señora mía, si yo de vos ausente

-- de Garcilaso de la Vega --

Señora mía, si yo de vos ausente
en esta vida turo y no me muero,
paréceme que ofendo a lo que os quiero,
y al bien de que gozaba en ser presente;

tras éste luego siento otro accidente,
que es ver que si de vida desespero,
yo pierdo cuanto bien bien de vos espero;
y ansí ando en lo que siento diferente.

En esta diferencia mis sentidos
están, en vuestra ausencia y en porfía,
no sé ya que hacerme en tal tamaño.

Nunca entre sí los veo sino reñidos;
de tal arte pelean noche y día,
que sólo se conciertan en mi daño.



Gertrudis Gómez de Avellaneda

Imitando una oda de Safo

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

¡Feliz quien junto a ti por ti suspira!
¡Quien oye el eco de tu voz sonora!
¡Quien el halago de tu risa adora
Y el blando aroma de tu aliento aspira!

Ventura tanta -que envidioso admira
El querubín que en el empíreo mora-
El alma turba, al corazón devora,
Y el torpe acento, al expresarla, espira.

Ante mis ojos desparece el mundo,
Y por mis venas circular ligero
El fuego siento del amor profundo.

Trémula, en vano resistirte quiero...
De ardiente llanto mi mejilla inundo,
¡Deliro, gozo, te bendigo y muero!



Gutierre de Cetina

padre me llama el sol del alegría

-- de Gutierre de Cetina --

A mí la vista del más entristece;
apenas alejándose anochece
cuando muero por ver venido el día.
Todo cuanto en la tierra el cielo cría
reposa con la noche, en mí parece
que con fuerza mayor a la par crece
también la obscuridad del alma mía.
Y si del que mal hace es deseada,
que no querría ver luz en todo el año,
¿por cuál razón a mí me desagrada?
que demás de tratar de día mi daño,
en la noche, al descanso aparejada,
soy más cierto ministro de mi engaño.



Gutierre de Cetina

qué alteración es ésta, amor, que siento

-- de Gutierre de Cetina --

¿de dónde viene en mí tan gran mudanza?
si muero de temor, esta esperanza
que tengo, ¿sobre qué funda su asiento?
si no quiero mi mal ni lo consiento,
¿por qué tengo del bien desconfianza?
si el uso de razón el seso alcanza,
¿cómo se ciega así el entendimiento?
y si una mutación tan repentina
natura la aborrece, ¿cómo vivo?;
un sujeto tan flaco, ¿en qué se esfuerza?
mas, ¡ay!, que pues tormenta tan contina
no se amansa, es señal que el hado esquivo
quiere mostrar en mí toda su fuerza.



Gutierre de Cetina

por vos ardí, señora, y por vos ardo

-- de Gutierre de Cetina --

Y arder por vos mientras viviere espero,
o contraste el deseo el hado fiero,
o sea favorable al bien que aguardo.
Tan a lo vivo a penetrado el dardo
de amor, que cuando menos bien os quiero,
por vos deseo morir, y por vos muero,
y por vos sola de morir me guardo.
Vos el primer ardor fuisteis al alma,
vos último seréis en la última hora;
y creed a mi fe lo que os promete.
Bien podrá de mi muerte haber la palma,
más después se verá, cual es ahora,
pasar el fuego mío de allá de lete.



Gutierre de Cetina

amor, ¿qué es esto» «amor» «mayor mal siento

-- de Gutierre de Cetina --

Que amor». «¿Pues qué es ?» «no sé» «¿dónde te ofende?»
«en el alma». «¿Con qué fuego la enciende»
«¡fuego, sí!» «¿quién lo enciende?» «el pensamiento».
«¿Arde?» «abrasa que parte el sentimiento».
«¿Cómo de imaginar note defiende
la causa?» «no». «¿Por qué?» «porque desciende
muy alta». «¿A buscar qué?» «mi perdimiento».
«¿Luego no es fuego?» «no, que será rabia».
«¿Huyes del agua?» «no». «¿Cómo?» «llorando».
«¿Descanso es desear?» «no». «¿Es pestilencia?»
«¡plugiera a dios!» «¿por qué?» «que a quien me agravia
se pegara». «¿Es recelo?» «recelando
muero». «¡Ya sé lo que es!» «¿qué es, pues?» «ausencia».



Gutierre de Cetina

huyendo va la trabajosa vida

-- de Gutierre de Cetina --

Del cansado vivir, que no lo quiere,
y el alma, de contenta en ver que muere,
en sus males no acierta a dar salida.
La esperanza cansada, embobecida,
tras un bien que será más mal si fuere,
viendo que falta ya fuerza en que espere,
a los pies del dolor queda rendida.
Poco puede tardar el bien que espero:
si el curso natural se ha detenido,
acabará el dolor tantos enojos.
Ya siento yo la muerte, y si no muero,
es que quiere el dolor que me ha vencido
poco a poco gozar de los despojos.



Hernando de Acuña

Jamás pudo quitarme el fiero Marte

-- de Hernando de Acuña --

Jamás pudo quitarme el fiero Marte,
por más que en su ejercicio me ha ocupado,
que en medio de su furia no haya dado
a Apolo de mi tiempo alguna parte;

pero quiero, Lavinio, ahora avisarte
que ya me tiene ausencia en un estado
do casi yerran el discurso usado
mi estilo, mi razón, mi ingenio y arte.

Lo que en mí fue cantar silencio sea,
y canten los que esperan de su canto
que el amor baste a mejorar su suerte;

a mí me quede sólo el triste llanto,
pues muero no mirando a Galatea,
y el poderla mirar también es muerte.



Sor Juana Inés de la Cruz

Detente sombra

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.



Vicente García de la Huerta

Preferencia dada a todas las desdichas sobre los celos

-- de Vicente García de la Huerta --

De tu dueño tirano los recelos,
castigo de una vil desconfianza,
con dilatar el fin a mi esperanza
defraudan de su logro a mis anhelos.

Él pena, Filis, con sus duros celos,
y como tanto mal a mí me alcanza,
dudo a donde se inclina la balanza,
Filis, si a su pesar o mis desvelos.

Él goza, aunque celoso, tu hermosura,
si bien aborrecido; yo, privado
de tanta gloria, aunque adorado, muero.

Pero, ¿dónde me lleva mi locura?
Muera mil veces yo desesperado,
que antes morir que estar celoso quiero.



Vicente Gerbasi

canto ix

-- de Vicente Gerbasi --

Dejaste en mi existencia la nostalgia del mundo.
Adoro las ventanas que tiñen los crepúsculos,
contemplo las estampas de algún campo del norte,
elevo las aldeas a nevadas del cielo
y un reno silencioso se yergue en mi silencio.
Muero contra los pinos por ráfagas heladas,
a mis manos se acercan pájaros del invierno,
y un aire de mendigo difunde coros tristes.
No sé si alguna hora de copos solitarios,
esos que a veces caen en grises cementerios,
sobre harapientas sombras, en plazas vespertinas,
me espera en algún sitio lejano de la tierra.
Por ti, que caminabas con tus ropas pesadas,
entre los esqueletos vegetales del frío,
ya vago por la orilla de un lago taciturno,
oyendo una campana de antiguos molineros.



Angel González

otro tiempo vendrá distinto a éste

-- de Angel González --

Y alguien dirá:
«hablaste mal. Debiste haber contado
otras historias:
violines estirándose indolentes
en una noche densa de perfumes,
bellas palabras calificativas
para expresar amor ilimitado,
amor al fin sobre las cosas
todas».
Pero hoy,
cuando es la luz del alba
como la espuma sucia
de un día anticipadamente inútil,
estoy aquí,
insomne, fatigado, velando
mis armas derrotadas,
y canto
todo lo que perdí: por lo que muero.



Andrés Bello

Mis deseos (Bello)

-- de Andrés Bello --

Sabes, rubia, ¿qué gracia solicito
cuando de ofrenda cubro los altares?
No ricos muebles, no soberbios lares,
ni una mesa que adule al apetito.

De Aragua a las orillas un distrito
que me tribute fáciles manjares,
do vecino a mis rústicos hogares
entre peñascos corra un arroyito.

Para acogerme en el calor estivo,
que tenga un arboleda también quiero,
do crezca junto al sauce el coco altivo.

¡Felice yo si en este albergue muero,
y al exhalar mi aliento fugitivo,
sello en tus labios el adiós postrero!



Manuel Reina

A F...

-- de Manuel Reina --

Cuando miro de noche en el cielo
dos brillantes estrellas unidas,
me figuro que son nuestras almas
refulgentes de amor y alegría.
Pero al ver separarse a una de ellas
señalando una estela divina,
¡ay! me muero al pensar que es tu alma
que se aleja, veloz, de la mía.



Mariano Melgar

¡Ay, amor! Dulce veneno

-- de Mariano Melgar --

¡Ay, amor!, dulce veneno,
ay, tema de mi delirio,
solicitado martirio
y de todos males lleno.

¡Ay, amor! lleno de insultos,
centro de angustias mortales,
donde los bienes son males
y los placeres tumultos.

¡Ay, amor! ladrón casero
de la quietud más estable.
¡Ay, amor, falso y mudable!
¡Ay, que por causa muero!

¡Ay, amor! glorioso infierno
y de infernales injurias,
león de celosas furias,
disfrazado de cordero.

¡Ay, amor!, pero ¿qué digo,
que conociendo quién eres,
abandonando placeres.
Soy yo quien a ti te sigo?



Rosalía de Castro

Quisiera, hermosa mía

-- de Rosalía de Castro --

I

Quisiera, hermosa mía,
A quien aún más que á Dios amo y venero,
Ciego creer que este tu amor primero,
Ser por mi dicha el último podría.
Mas...
— ¡Qué! ¡Gran Dios, lo duda todavía!

— ¡Oh!, virgen candorosa,
¿Por qué no he de dudarlo al ver que muero
Si aun viviendo también lo dudaría?

— Tu sospecha me ofende,
Y tanto me lastima y me sorprende
Oiría de tu labio,
Que pienso llegaría
A matarme lo injusto del agravio.

— ¡A matarla! ¡La hermosa criatura
Que apenas cuenta quince primaveras!...
¡Nunca!... ¡Vive, mi santa, y no te mueras!

— Mi corazón, de asombro y dolor llenas.



Miguel Hernández

12

-- de Miguel Hernández --

12
una querencia tengo por tu acento
una apetencia por tu compañía
y una dolencia de melancolía
por la ausencia del aire de tu viento.
Paciencia necesita mi tormento,
urgencia de tu garza galanía,
tu clemencia solar mi helado día,
tu asistencia la herida en que lo cuento.
¡Ay querencia, dolencia y apetencia!:
tus sustanciales besos, mi sustento,
me faltan y me muero sobre mayo.
Quiero que vengas, flor, desde tu ausencia.
A serenar la sien del pensamiento
que desahoga en mí su eterno rayo.



Miguel Hernández

20

-- de Miguel Hernández --

20
no me conformo, no: me desespero
como si fuera un huracán de lava
en el presidio de una almendra esclava
o en el penal colgante de un jilguero.
Besarte fue besar un avispero
que me clama al tormento y me desclava
y cava un hoyo fúnebre y lo cava
dentro del corazón donde me muero.
No me conformo, no: ya es tanto y tanto
idolatrar la imagen de tu beso
y perseguir el curso de tu aroma.
Un enterrado vivo por el llanto,
una revolución dentro de un hueso,
un rayo soy sujeto a una redoma.



Miguel Hernández

17

-- de Miguel Hernández --

17
el toro sabe al fin de la corrida,
donde prueba su chorro repentino,
que el sabor de la muerte es el de un vino
que el equilibrio impide de la vida.
Respira corazones por la herida
desde un gigante corazón vecino,
y su vasto poder de piedra y pino
cesa debilitado en la caída.
Y como el toro tú, mi sangre astada,
que el cotidiano cáliz de la muerte,
edificado con un turbio acero,
vierte sobre mi lengua un gusto a espada
diluida en un vino espeso y fuerte
desde mi corazón donde me muero.



Miguel Unamuno

Hay ojos que miran, hay ojos que sueñan...

-- de Miguel Unamuno --

Hay ojos que miran, -hay ojos que sueñan,
hay ojos que llaman, -hay ojos que esperan,
hay ojos que ríen -risa placentera,
hay ojos que lloran -con llanto de pena,
unos hacia adentro -otros hacia fuera.

Son como las flores -que cría la tierra.
Mas tus ojos verdes, -mi eterna Teresa,
los que están haciendo -tu mano de hierba,
me miran, me sueñan, -me llaman, me esperan,
me ríen rientes -risa placentera,
me lloran llorosos -con llanto de pena,
desde tierra adentro, -desde tierra afuera.

En tus ojos nazco, -tus ojos me crean,
vivo yo en tus ojos -el sol de mi esfera,
en tus ojos muero, -mi casa y vereda,
tus ojos mi tumba, -tus ojos mi tierra.



Miguel Unamuno

Me destierro a la memoria

-- de Miguel Unamuno --

Me destierro a la memoria,
voy a vivir del recuerdo.
Buscadme, si me os pierdo,
en el yermo de la historia,

que es enfermedad la vida
y muero viviendo enfermo.
Me voy, pues, me voy al yermo
donde la muerte me olvida.

Y os llevo conmigo, hermanos,
para poblar mi desierto.
Cuando me creáis más muerto
retemblaré en vuestras manos.

Aquí os dejo mi alma-libro,
hombre-mundo verdadero.
Cuando vibres todo entero,
soy yo, lector, que en ti vibro.



Miguel Unamuno

La unión con Dios

-- de Miguel Unamuno --

Querría, Dios, querer lo que no quiero;
fundirme en Tí, perdiendo mi perstma,
este terrible yo por el que muero
y que mi mundo on derredor encona.

Si tu mano derecha me abandona
qué será de mi suerte? prisionero
quedaré de mí mismo; no perdona
la nada al hombre, su hijo, y nada espero.



Miguel Unamuno

Me destierro

-- de Miguel Unamuno --

Me destierro a la memoria,
voy a vivir del recuerdo.
Buscadme, si me os pierdo,
en el yermo de la historia,

que es enfermedad la vida
y muero viviendo enfermo.
Me voy, pues, me voy al yermo
donde la muerte me olvida.

Y os llevo conmigo, hermanos,
para poblar mi desierto.
Cuando me creáis más muerto
retemblaré en vuestras manos.

Aquí os dejo mi alma?libro,
hombre?mundo verdadero.
Cuando vibres todo entero,
soy yo, lector, que en ti vibro.



Nicolás Fernández de Moratín

Atrevimiento amoroso

-- de Nicolás Fernández de Moratín --

Amor, tú que me diste los osados
intentos y la mano dirigiste
y en el cándido seno la pusiste
de Dorisa, en parajes no tocados;

si miras tantos rayos, fulminados
de sus divinos ojos contra un triste,
dame el alivio, pues el daño hiciste
o acaben ya mi vida y mis cuidados.

Apiádese mi bien; dile que muero
del intenso dolor que me atormenta;
que si es tímido amor, no es verdadero;

que no es la audacia en el cariño afrenta
ni merece castigo tan severo
un infeliz, que ser dichoso intenta.



Nicomedes Santa Cruz

¡ay mama!

-- de Nicomedes Santa Cruz --

¡ay mama,
si tú me vieras...
Estoy perdido en brasil
entre cimbreantes palmeras!
palmeras de talle largo,
palmas mulatas
endulzan mi paso amargo
y alegran mis caminatas.
¡Ay mama,
si tú me vieras...!
Me muero al verlas venir,
me mata verlas pasar.
No sé si debo reír
o llorar.
¡Ay mama...!
A la sombra de una palma
quise librarme del sol,
quise libarme del sol
y me estoy quemando el alma...
Estoy perdido en brasil
entre cimbreantes palmeras.
¡Ay mama,
si tú me vieras,
si tú me vieras,
si tú me vieras...!
¡Ay mama!
nicomedes santa cruz (1963)



Juan Gelman

estoy sentado como un inválido en el desierto de mi deseo de ti

-- de Juan Gelman --

Me he acostumbrado a beber la noche lentamente,
porque sé que la habitas, no importa dónde,
poblándola de sueños.
El viento de la noche abate estrellas temblorosas en
mis manos, que aún no se conforman, viudas inconsolables
de tu pelo.
En mi corazón se agitan los pájaros que en élsembraste
y a veces les daría la libertad que exigen
para volver a ti, con el helado filo del cuchillo.
Pero no puede ser. Porque estás tan en mí, tan viva
en mí, que si me muero a ti te moriría.



Juan Meléndez Valdés

la paloma

-- de Juan Meléndez Valdés --

Suelta mi palomita pequeñuela
y déjamela libre, ladrón fiero;
suéltamela, pues ves cuanto la quiero,
y mi dolor con ella se consuela.
Tú allá me la entretienes con cautela;
dos noches no ha venido, aunque la espero.
¡Ay!, si ésta se detiene, cierto muero;
suéltala, ¡oh crudo!, y tú verás cuál vuela.
Si señas quieres, el color de nieve,
manchadas las alitas, amorosa
la vista, y el arrullo soberano,
lumbroso el cuello, y el piquito breve...
Mas suéltala y verásla bulliciosa
cuál viene y pica de mi mano el grano.



Juan Meléndez Valdés

Cuando de mi camino atrás volviendo

-- de Juan Meléndez Valdés --

Cuando de mi camino atrás volviendo
miro, señora, en mi preciso daño,
tal es mi pena y mi dolor tamaño
que me siento en angustias feneciendo.

Mas cuando vuelvo a vos, alegre viendo
la dulce causa de mi dulce engaño,
luego en mi pecho siento un bien extraño
y con gusto mis males voy sufriendo.

Con vos se alivia mi dolor crecido
y en vos todo mi bien miro cifrado,
cuanto puedo esperar y cuanto espero;

y aunque ni el mal acaba ni el gemido,
me miro en la aflicción tan consolado
que no siento morir si por vos muero.



Juan Meléndez Valdés

La paloma (Valdés)

-- de Juan Meléndez Valdés --

Suelta mi palomita pequeñuela
y déjamela libre, ladrón fiero;
suéltamela, pues ves cuanto la quiero,
y mi dolor con ella se consuela.

Tú allá me la entretienes con cautela;
dos noches no ha venido, aunque la espero.
¡Ay!, si ésta se detiene, cierto muero;
suéltala, ¡oh crudo!, y tú verás cuál vuela.

Si señas quieres, el color de nieve,
manchadas las alitas, amorosa
la vista, y el arrullo soberano,

lumbroso el cuello, y el piquito breve...
Mas suéltala y verásla bulliciosa
cuál viene y pica de mi mano el grano.



Juan Meléndez Valdés

La resignación amorosa

-- de Juan Meléndez Valdés --

¿Qué quieres, crudo Amor? Deja al cansado
ánimo respirar solo un momento;
baste el veneno en que abrasarme siento,
y el dardo agudo al corazón clavado.

Ni duermo, ni reposo; y de mi lado
cual sombra huye el placer; ¡ah!, ¡qué lamento
suena en mi triste oído! De tormento
basta, Amor, basta, pues de mí has triunfado.

Le ruego así; y a mi dolor movido,
él me muestra la lumbre por que muero,
puro rayo de angélica hermosura;

yo me postro a adorarla, y encendido
en fuego celestial, penar más quiero,
y morir pido como gran ventura.



Juan Meléndez Valdés

Señora mía, si porque yo os quiero

-- de Juan Meléndez Valdés --

Señora mía, si porque yo os quiero
con una fe tan verdadera y pura
cada vez en mi daño más segura
vos gustáis de acabarme y yo ya muero,

¿qué os queda más que hacer con aquel fiero
que intente desdeñar vuestra hermosura
y el duro pecho, más que piedra dura,
negar os quiera ya por prisionero?

Si el amor me pagáis con mil rigores
y mi honesta afición es desdeñada,
¿con qué castigaréis a quien no os quiera?

Volved, que amor solo merece amores
y una tal voluntad ser bien pagada
y quien fiero no os ame solo muera.



Juan Nicasio Gallego

A Corina en sus días

-- de Juan Nicasio Gallego --

Id, mis suspiros, id sobre el ligero
plácido ambiente que el abril derrama;
id a los campos fértiles do brama
en ancho cauce el orgulloso Duero.

Id de Corina al pie sin que el severo
ceño temáis del cano Guadarrama,
pues el ardor volcánico os inflama
que en mí incendió la hermosa por quien muero.

Saludadla por mí; su alegre día
gozad ufanos, y el cruel tormento
recordadle del triste que os envía;

y en pago me traed del mal que siento
un ¡ay! que exhale a la memoria mía
empapado en el ámbar de su aliento.



Juan Pedro López

Quemá esas cartas

-- de Juan Pedro López --

Quemá esas cartas donde yo he grabado
Sólo y enfermo, mi desgracia atroz
Que nadie sepa que te quise tanto,
Que nadie sepa solamente Dios.

Quémalas pronto y que el mundo ignore
la inmensa pena que sufriendo está
un hombre joven que mató el engaño
un hombre bueno que muriendo va.

Te amaba tanto, que a mi santa madre
casi la olvido por pensar en tí
y mira ingrata como terminaron
todos los sueños que vivían en mí.

Yo ya no espero que tu amor retorne
al dulce nido donde ayer nació;
yo ya no creo que tu blanca mano
cierre la llaga que en mi pecho abrió.

Y te perdono... Porque aquel que quiso
nunca maldice lo que ayer besó;
gime y se arrastra sin tomar venganza
muere... En silencio... Como muero yo.

Más cuando en brazos de otro ser dichoso
caigas rendida de placer y amor
recuerda al menos que has dejado trunca
una existencia que mató el dolor.



Juan Ramón Molina

Postrera súplica

-- de Juan Ramón Molina --

Si muero joven; si el dolor me mata
y en la terrible fosa me derrumba,
te ruego que no vayas, dulce ingrata,
con otro amante a visitar mi tumba;
porque al sentir vuestros iguales pasos
romper la paz que para siempre anhelo,
levantaré los descarnados brazos
para pedirle que me vengue al cielo.



Juana de Ibarbourou

vida garfio

-- de Juana de Ibarbourou --

Amante: no me lleves, si muero al camposanto
a flor de tierra abre mi fosa, junto al riente
alboroto divino de alguna pajarera
o junto a la encantada charla de alguna fuente

a flor de tierrra, amante. Casi sobre la tierra,
donde el sol me caliente los huesos, y mis ojos,
alargados en tallos, suban a ver de nuevo
la lámpara salvaje de los ocasos rojos.

A flor de tierra, amante. Que el tránsito así sea
más breve. Yo presiento
la lucha de mi carne por volver hacia arriba,
por sentir en sus átomos la frescura del viento.

Yo se que acaso nunca allá abajo mis manos
podrán estarse quietas.
Que seimpre como topos arañarán la tierra
en medio de las sombras estrujadas y prietas.

Arrójame semillas. Yo quiero que se enraícen
en la greda amarilla de mis huesos menguados.
¡Por la parda escalera de las raices vivas
yo subiré a mirarte en los lirios morados.



Esteban Manuel de Villegas

Oda sáfica: Al Céfiro

-- de Esteban Manuel de Villegas --

Dulce vecino de la verde selva,
huésped eterno del abril florido,
vital aliento de la madre Venus,
Céfiro blando;

si de mis ansias el amor supiste,
tú, que las quejas de mi voz llevaste,
oye, no temas, y a mi ninfa dile,
dile que muero.

Filis un tiempo mi dolor sabía;
Filis un tiempo mi dolor lloraba;
quísome un tiempo, mas ahora temo,
temo sus iras.

Así los dioses con amor paterno,
así los cielos con amor benigno,
nieguen al tiempo que feliz volares
nieve a la tierra.

Jamás el peso de la nube parda
cuando amanece en la elevada cumbre,
toque tus hombros ni su mal granizo
hiera tus alas.



Federico García Lorca

soneto de la guirnalda de rosas

-- de Federico García Lorca --

¡esa guirnalda! ¡pronto! ¡que me muero!
¡teje deprisa! ¡canta! ¡gime! ¡canta!
que la sombra me enturbia la garganta
y otra vez y mil la luz de enero.
Entre lo que me quieres y te quiero,
aire de estrellas y temblor de planta,
espesura de anémonas levanta
con oscuro gemir un año entero.
Goza el fresco paisaje de mi herida,
quiebra juncos y arroyos delicados.
Bebe en muslo de miel sangre vertida.
Pero ¡pronto! que unidos, enlazados,
boca rota de amor y alma mordida,
el tiempo nos encuentre destrozados.
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Fernando de Herrera

El Sátiro qu' el fuego vio primero

-- de Fernando de Herrera --

El Sátiro qu' el fuego vio primero,
de su vivo esplendor todo vencido,
llegó a tocallo; mas provó, encendido,
qu' era, cuanto hermoso, ardiente y fiero.

Yo, que la pura luz do ardiendo muero,
mísero vi, engañado y ofrecido
a mi dolor, en llanto convertido
acabar no pensé, como ya espero.

Belleza, y claridad antes no vista,
dieron principio al mal de mi deseo,
dura pena y afán a un rudo pecho.

Padesco el dulce engaño de la vista;
mas si me pierdo con el bien que veo,
¿cómo no estoy ceniza todo hecho?



Fernando de Herrera

En vano error de dulce engaño espero

-- de Fernando de Herrera --

En vano error de dulce engaño espero,
y en la esperanza de mi bien porfío,
y aunque veo perderme, el desvarío
me lleva del Amor a donde muero.

Ojos de mi deseo, fin postrero,
sola ocasión del alto furor mío,
tended la luz, romped aqueste frío
temor, que me derriba en dolor fiero;

porque mi pena es tal que tanta gloria
en mí no cabe, y desespero cuando
veo que el mal no debo merecello,

pues venzo mi pasión con la memoria
y con la honra de saber penando,
que nunca a Troya ardió fuego tan bello.



Fernando de Herrera

Si yo puedo vivir de vos ausente

-- de Fernando de Herrera --

Si yo puedo vivir de vos ausente,
fálteme siempre el bien y ofenda al cielo,
y al débil cuerpo mío en leve vuelo
la alma, suelte del peso, no sustente.

Si puedo respirar sin el presente
vigor de vuestra luz, el impío suelo,
lleno de eterna sombra y desconsuelo,
entre el perdido número me cuente.

Si padezco doliente y apartado,
si se enajena el bien que en vos tenía,
¿Por qué no rompe el pecho esta mudanza?

Si muero do se pierde mi cuidado,
a mis ojos Amor ¿por qué no envía
un solo rayo dulce de esperanza?



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