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Se han encontrado 39 poemas con la palabra mora

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Juan Ruiz Arcipreste de Hita

libro de buen amor 92

-- de Juan Ruiz Arcipreste de Hita --

Por olvidar la coyta, tristesa, et pesar
rogué a la mi vieja, que me quisiese casar:
fabló con una mora, non la quiso escuchar;
ella fiso buen seso, yo fis' mucho cantar.
Dixo trotaconventos a la mora por mí:
«ya amiga, ya amiga ¿quánto ha que non vos vi?
non es quien ver vos pueda ¿cómo sodes ansí?
salúdavos amor nuevo». Dixo la mora: «ysnedri.»
«Fija, mucho vos saluda uno, que es de alcalá,
envíavos una çidra con aqueste albalá,
el criador es convusco, que d'esto tal mucho ha,
tomaldo, fija señora.» Dixo la mora: «le alá.»
«Fija, si el criador vos dé pas con salud,
que non gelo desdeñedes, pues que más traer non pud',
aducho bueno vos adugo, fabladme a laúd,
non vaya de vos tan muda.» Dixo la mora: «asaút.»
Desque vido la vieja, que non recabda y,
dis': «quanto vos he dicho bien tanto me perdí,
pues que ál non me desides, quiérome ir de aquí.»
Cabeçeó la mora, díxole: «amxy, amxy.»
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índice de la obra
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Poema libro de buen amor  92 de Juan Ruiz Arcipreste de Hita con fondo de libro

José Martí

la perla de la mora

-- de José Martí --

La perla de la mora
una mora de trípoli tenía
una perla rosada, una gran perla:
y la echó con desdén al mar un día:
«¡siempre la misma! ¡ya me cansa verla!»
pocos años después, junto a la roca
de trípoli... ¡La gente llora al verla!
así le dice al mar la mora loca:
«¡oh mar! ¡oh mar! ¡devuélveme mi perla!»

Poema la perla de la mora de José Martí con fondo de libro

Anónimo

La mora Moraima

-- de Anónimo --

Yo me era mora Moraima

morilla de un bel catar.

Cristiano vino a mi puerta

cuitada, por me engañar:

hablóme en algarabía

como quien la sabe hablar:

«ábrasme las puertas, mora,

sí, Alá te guarde de mal.»

«Cómo te abriré, mezquina,

que no sé quién te serás?»

«Yo soy el moro Mazote

hermano de la tu madre,

que un cristiano dejo muerto

y tras mí viene el alcalde:

si no me abres tú, mi vida,

aquí me verás matar.»

Cuando esto oí, cuitada,

comencéme a levantar,

vistiérame un almejía

no hallando mi brial,

fuérame para la puerta

y abríla de par en par.

Poema La mora Moraima de Anónimo con fondo de libro

Anónimo

Yo me era mora Moraima...

-- de Anónimo --

Yo me era mora Moraima,
morilla de un bel catar,
cristiano vino a mi puerta,
cuitada, por me engañar;
hablóme en algarabía,
como aquel que la bien sabe:
-Ábreme las puertas, mora,
sí Alá te guarde de mal.
-¿Cómo te abriré, mezquina,
que no sé quién te serás?
-Yo soy el moro Mazote,
hermano de la tu madre,
que un cristiano dejó muerto,
tras mí venía el alcalde.
Si no me abres tú, mi vida,
aquí me verás matar.
Cuando esto oí, cuitada,
comencéme a levantar,
vistiérame una almejía
no hallando mi brial,
fuérame para la puerta
y abrila de par en par.



Francisco Villaespesa

fantasía morisca

-- de Francisco Villaespesa --

A alfredo murga
el reloj encantado
retumba la una.
Bajo el plateado
temblor de la luna,
la fuente sonora
del patio, entre tanto,
nos cuenta el encanto
de la reina mora.
Un dragón vigila
su lóbrego encierro.
La feroz pupila
se revuelve inquieta.
A quien mira, mata.
La mano de hierro
crispada aún, sujeta
la llave de plata.
Lenta el agua llora;
y la reina mora,
sola con su llanto,
espera el acero
del joven guerrero
que rompa el encanto.
Pálida y sumisa,
bajo una palmera,
con su peine de oro
y marfil, alisa
el negro tesoro
de su cabellera!
el reloj encantado
retumba la una.
Bajo el plateado
temblor de la luna,
la fuente sonora
del patio, entre tanto,
nos cuenta el encanto
de la reina mora!



Amado Nervo

gótica

-- de Amado Nervo --

Para balbino dávalos.
Solitario recinto de la abadía;
tristes patios, arcadas de recias claves,
desmanteladas celdas, capilla fría
de historiados altares, de sillería
de roble, domo excelso y obscuras naves;
solitario recinto: ¡cuántas pavesas
de amores que ascendieron hasta el pináculo
donde mora el cordero, guardan tus huesas...!
Heme aquí con vosotras, las abadesas
de cruces pectorales y de áureo báculo...
Enfermo de la vida, busco la plática
con dios, en el misterio de su santuario:
tengo sed de idealismo... Legión extática,
de monjas demacradas de faz hierática,
decid: ¿aún vive cristo tras el sagrario?
levantaos del polvo, llenad el coro;
los breviarios aguardan en los sitiales,
que vibre vuestro salmo limpio y sonoro,
en tanto que el poniente nimba de oro
las testas de los santos en los vitrales...
¡Oh claustro silencioso, cuántas pavesas
de amores que ascendieron hasta el pináculo
donde mora el cordero, guardan tus huesas...!
Oraré mientras duermen las abadesas
de cruces pectorales y de áureo báculo...



Amado Nervo

vii. ¡cómo será!

-- de Amado Nervo --

Si en el mundo fue tan bella,
¿cómo será en esa estrella
donde está?
¡cómo será!
si en esta prisión obscura,
en que más bien se adivina
que se palpa la hermosura,
fue tan peregrina,
¡cuán peregrina será
en el más allá!
si de tal suerte me quiso
aquí, cómo me querrá
en el azul paraíso
en donde mora quizá?
¡cómo me querrá!
si sus besos eran tales
en vida, ¡cómo serán
sus besos espirituales!
¡qué delicias inmortales
no darán!
sus labios inmateriales,
¡cómo besarán!
siempre que medito en esa
dicha que alcanzar espero,
clamo, cual santa teresa,
que muero porque no muero:
hallo la vida muy tarda
y digo: ¿cómo será
la ventura que me aguarda
donde ella está?
¡cómo será!



Amado Nervo

perlas negras - rindióme al fin el batallar continuo

-- de Amado Nervo --

Rindióme al fin el batallar continuo
de la vida social; en la contienda,
envidiaba la dicha del beduino
que mora en libertad bajo su tienda.
Hui del mundo a mi dolor extraño,
llevaba el corazón triste y enfermo,
y busqué, como pablo el ermitaño,
la inalterable soledad del yermo.
Allí moro, allí canto, de la vista
del hombre huyendo, para el goce muerto,
y bien puedo decir como el bautista:
¡soy la voz del que clama en el desierto!



Amado Nervo

un signo

-- de Amado Nervo --

Eternidad: ¡devuélveme lo que me has substraído!
abismo: ¡restitúyeme lo que sorbió tu hondura!
esfinge: ¡escucha mi alarido!
¡compadécete ya , noche obscura!
oye mi imploradora
voz, ¡oh isis!; desgarra tu capuz...
Y tú, lucero ignoto en que ella mora,
¡por piedad, hazme un signo de luz!



Amado Nervo

Exhalación

-- de Amado Nervo --

Cayó la tarde y el taimado anhelo
que noche a noche la extensión explora,
busca en vano la estrella donde mora
mi luminoso espíritu gemelo.

Como un ave de luz herida al vuelo,
que al caer bate el ala tembladora,
una blanca fotófuga desflora
la comba lapizlázuli del cielo.

¿Es lágrima de un dios ese astro errante?
¿Es «Ella» que dejó su edén distante
para buscarme en la existencia ingrata?

-Tú lo sabes, ¡oh luna dulce y fría,
que trazas, dividiendo noche y día,
tu divino paréntesis de plata!



Lope de Vega

Desde que viene la rosada Aurora

-- de Lope de Vega --

Desde que viene la rosada Aurora
hasta que el viejo Atlante esconde el día
lloran mis ojos con igual porfía
su claro sol, que otras montañas dora;
y desde que del caos, adonde mora,
sale la noche perezosa y fría,
hasta que a Venus otra vez envía,
vuelvo a llorar vuestro rigor, señora.
Así que ni la noche me socorre,
ni el día me sosiega y entretiene,
ni hallo medio en extremos tan extraños.
Mi vida va volando, el tiempo corre,
y mientras mi esperanza con vos viene,
callando pasan los ligeros años.



Góngora

Si Amor entre las plumas de su nido

-- de Góngora --

Si Amor entre las plumas de su nido
prendió mi libertad, ¿qué hará ahora,
que en tus ojos, dulcísima señora,
armado vuela, ya que no vestido?

Entre las vïoletas fui herido
del áspid que hoy entre los lilios mora;
igual fuerza tenías siendo aurora,
que ya como sol tienes bien nacido.

Saludaré tu luz con voz doliente,
cual tierno ruiseñor en prisión dura
despide quejas, pero dulcemente.

Diré como de rayos vi tu frente
coronada, y que hace tu hermosura
cantar las aves, y llorar la gente.



Góngora

Valladolid, de lágrimas sois valle

-- de Góngora --

Valladolid, de lágrimas sois valle,
y no quiero deciros quién las llora,
valle de Josafat, sin que en vos hora,
cuanto más día de juicio se halle.

Pisado he vuestros muros calle a calle,
donde el engaño con la corte mora,
y cortesano sucio os hallo ahora,
siendo villano un tiempo de buen talle.

Todos sois Condes, no sin nuestro daño;
dígalo el andaluz, que en un infierno
debajo de una tabla escrita posa.

No encuentra al de Buendía en todo el año;
al de Chinchón, sí, ahora; y el invierno
al de Niebla, al de Nieva, al de Lodosa.



Manuel del Palacio

Al leer la sentencia de muerte

-- de Manuel del Palacio --

¿Y qué? Por mucho que la inicua saña
De la estúpida grey que nos desdora
Se atreva á discurrir, ¿podrá en mal hora
El crimen cometer, baldón de España?

Antes el mar que nuestras costas baña
Su sangre teñirá vil y traidora,
Antes el hierro que en su centro mora
Vomitará en puñales la montaña.

Víctimas pide el irritado cielo.
Mas no son las que el bando parricida
Prepara de su furia en el desvelo;

Cuando un pueblo se apresta á nueva vida
¿Sabéis qué sangre le reclama el suelo?...
¡Del déspota la sangre corrompida!



Jorge Luis Borges

a un poeta sajón

-- de Jorge Luis Borges --

La nieve de nortumbria ha conocido
y ha olvidado la huella de tus pasos
y son innumerables los ocasos
que entre nosotros, gris hermano, han sido.
Lento en la lenta sombra labrarías
metáforas de espadas en los mares
y del horror que mora en los pinares
y de la soledad que traen los días.
¿Dónde buscar tus rasgos y tu nombre?
esas son cosas que el antiguo olvido
guarda. Nunca sabré cómo habrás sido
cuando sobre la tierra fuiste un hombre.
Seguiste los caminos del destierro;
ahora sólo eres tu cantar de hierro.



Juan de Arguijo

Las estaciones (Arguijo)

-- de Juan de Arguijo --

Vierte alegre la copia en que atesora
Bienes la primavera, da colores
Al campo y esperanza á los pastores
Del premi ode su fe la bella Flora;

Pasa ligero el sol adonde mora
El cancro abrasador, que en sus ardores
Destruye campos y marchita flores,
Y el orbe de su lustre descolora;

Sigue el húmedo otoño, cuya puerta
Adornar Baco de sus dones quiere;
Luego el invierno en su rigor se extrema.

¡Oh variedad comun, mudanza cierta!
¿Quién habrá que en sus males no te espere?
Quién habrá que en sus bienes no te tema?



Gertrudis Gómez de Avellaneda

Imitando una oda de Safo

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

¡Feliz quien junto a ti por ti suspira!
¡Quien oye el eco de tu voz sonora!
¡Quien el halago de tu risa adora
Y el blando aroma de tu aliento aspira!

Ventura tanta -que envidioso admira
El querubín que en el empíreo mora-
El alma turba, al corazón devora,
Y el torpe acento, al expresarla, espira.

Ante mis ojos desparece el mundo,
Y por mis venas circular ligero
El fuego siento del amor profundo.

Trémula, en vano resistirte quiero...
De ardiente llanto mi mejilla inundo,
¡Deliro, gozo, te bendigo y muero!



Salvador Rueda

sonetos VI

-- de Salvador Rueda --

Quietud, pereza, languidez, sosiego...;
Un sol desencajado el suelo dora,
y a su valiente luz deslumbradora
queda el que a fascinado y ciego.

El mar latino, y andaluz, y griego,
suspira dejos de cadencia mora,
y la jarra gentil que perlas llora
se columpia en la siesta de oro y fuego.

Al rojo blanco la ciudad llamea;
ni una brisa los árboles cimbrea,
arrancándoles lentas melodías.

Y sobre el tono de ascuas del ambiente,
frescas cubren su carmín rïente
en sus rasgadas bocas las sandías.

6



Anónimo

Quejas de doña Lambra

-- de Anónimo --

Yo me estaba en Barbadillo,
en esa mi heredad;
mal me quieren en Castilla
los que me habían de guardar;
los hijos de doña Sancha
mal amenazado me han,
que me cortarían las faldas
por vergonzoso lugar,
y cebarían sus halcones
dentro de mi palomar,
y me forzarían mis damas
casadas y por casar;
matáronme un cocinero
sofaldas de mi brial.
Si de esto no me vengáis,
yo mora me iré a tornar.
Allí habló don Rodrigo
(bien oiréis lo que dirá):
—Callades, la mi señora,
vos no digades atal;
de los infantes de Salas
yo vos pienso de vengar;
telilla les tengo urdida
bien se la cuido tramar,
que nacidos y por nacer,
de ello tengan que contar.



Anónimo

Domingo era de Ramos

-- de Anónimo --

Domingo era de Ramos, la Pasión quieren decir,
cuando moros y cristianos todos entran en lid.
Ya desmayan los franceses, ya comienzan a huir.
¡Oh cuán bien los esforzaba ese Roldán paladin!
--¡Vuelta, vuelta, los franceses con corazon a la lid;
¡mas vale morir por buenos, que deshonrados vivir!--
Ya volvian los franceses con corazon a la lid;
a los encuentros primeros mataron sesenta mil.
Por las sierras de Altamira huyendo va el rey Marsin,
caballero en una cebra, no por mengua de rocin.
La sangre que dél corria las yerbas hace teñir;
las voces que iba dando al cielo quieren subir.
--¡Reniego de tí, Mahoma, y de cuanto hice en tí!.
Hícete cuerpo de plata, pies y manos de un marfil;
hícete casa de Meca donde adorasen en tí,
y por mas te honrar, Mahoma, cabeza de oro te fiz.
Sesenta mil caballeros a tí te los ofreci;
mi mujer la reina mora te ofreció treinta mil.

Esta obra se encuentra en dominio público. Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio público.



Anónimo

Domingo era de Ramos...

-- de Anónimo --

Domingo era de Ramos,
la Pasión quieren decir,
cuando moros y cristianos
todos entran en la lid.
Ya desmayan los franceses,
ya comienzan de huir;
¡oh, cuán bien los esforzaba
ese Roldán paladín!
-¡Vuelta, vuelta, los franceses,
con corazón a la lid!,
¡más vale morir por buenos
que deshonrados vivir!
Ya volvían los franceses
con corazón a la lid,
a los encuentros primeros
mataron sesenta mil.
Por las sierras de Altamira
huyendo va el rey Marsín,
caballero en una cebra,
no por mengua de rocín.
La sangre que de él corría
las yerbas hace teñir,
las voces que iba dando
al cielo quieren subir:
-¡Reniego de ti, Mahoma,
y de cuanto hice por ti!
Hícete cuerpo de plata,
pies y manos de un marfil,
hícete casa de Meca
donde adorasen en ti,
y por más te honrar, Mahoma,
cabeza de oro te fiz.
Sesenta mil caballeros
a ti te los ofrecí,
mi mujer, la reina mora,
te ofreció otros treinta mil.



Anónimo

Romance de Valdovinos

-- de Anónimo --

Por los caños de Carmona,
por do va el agua a Sevilla.
Por ahí iba Valdovinos
y con él su linda amiga.
Los pies lleva por el agua
y la mano en la loriga',
con el temor de los moros
no le tuviesen espía.
Júntanse boca con boca,
nadie no los impedía.
Valdovinos, con angustia,
un suspiro dado había.
¿Por qué suspiráis, señor,
corazón y vida mía?
O tenéis miedo a los moros,
o en Francia tenéis amiga.
No tengo miedo a los moros,
ni en Francia tengo amiga.
Mas vos mora y yo cristiano
hacemos muy mala vida,
comemos la carne en viernes,
lo que mi ley defendía,
siete años había, siete,
que yo misa no la oía;
si el emperador lo sabe
la vida me costaría.
—Por tus amores, Valdovinos,
cristiana me tornaría.
Yo, señora, por los vuestros,
moro de la morería.



Anónimo

Romance del cautivo

-- de Anónimo --

Mi padre era de Ronda
y mi madre de Antequera;
cautiváronme los moros
entre la paz y la guerra,
y lleváronme a vender
a Vélez de la Gomera.
Siete días con sus noches
anduve en el almoneda,
no hubo moro ni mora
que por mí una blanca diera,
sino fuera un perro moro
que cien doblas ofreciera,
y llevárame a su casa,
echárame una cadena.
Dábame la vida mala,
dábame la vida negra:
de día majaba esparto,
de noche molía cibera,
echóme un freno a la boca
porque no comiese della,
Pero plugo a Dios del cielo
que tenía el ama buena;
cuando el moro se iba a caza
quitábame la cadena;
echábame en su regazo,
mis regalos me hiciera,
espulgábame y limpiaba
mejor que yo mereciera;
por un placer que le hice
otro muy mayor me hiciera:
diérame casi cien doblones
en libertad me pusiera,
por temor que el moro perro
quizá la muerte nos diera.
Así plugo a Dios del cielo
de quien mercedes se espera
que me ha vuelto a vuestros brazos
como de primero era.



Manuel Machado

Cantares

-- de Manuel Machado --

Vino, sentimiento, guitarra y poesía
hacen los cantares de la patria mía.
Cantares...
Quien dice cantares dice Andalucía.

A la sombra fresca de la vieja parra,
un mozo moreno rasguea la guitarra...
Cantares...
Algo que acaricia y algo que desgarra.

La prima que canta y el bordón que llora...
Y el tiempo callado se va hora tras hora.
Cantares...
Son dejos fatales de la raza mora.

No importa la vida, que ya está perdida,
y, después de todo, ¿qué es eso, la vida?...
Cantares...
Cantando la pena, la pena se olvida.

Madre, pena, suerte, pena, madre, muerte,
ojos negros, negros, y negra la suerte...
Cantares...
En ellos el alma del alma se vierte.

Cantares. Cantares de la patria mía,
quien dice cantares dice Andalucía.
Cantares...
No tiene más notas la guitarra mía.



Manuel Reina

El pañuelo

-- de Manuel Reina --

(ORIENTAL)
La sultana Amina llora,
llena de horror y tristeza,
porque en una pica mora
ve clavada la cabeza
del hombre a quien ella adora.
Sus sedas, gasas y tul,
rasga, iracunda y furiosa;
tira su turbante azul
y su diadema preciosa
que vale más que Stambul.
Pisa joyas y diamantes,
destroza su rico velo,
y las de color de cielo
telas, que adornan brillantes,
su lecho de terciopelo.
Llega Mahomet ultrajado;
a la llorosa sultana
mira con rostro irritado,
y echa en su falda de grana
un pañuelo ensangrentado.
«¡Es su sangre!», dice Amina;
y con una damasquina
daga, su garganta hiere;
la hermosa cabeza inclina,
nombra a su amador... Y muere.



Marcelino Menéndez y Pelayo

En el álbum de la Duquesa de Villahermosa

-- de Marcelino Menéndez y Pelayo --

Con larga mano te otorgó, señora,
Virtud, gracia y nobleza el alto cielo;
Es tu casta hermosura rico velo,
Digno del alma regia que atesora.

Tú del místico fuego guardadora,
Del desvalido perenal consuelo,
Pasas haciendo bien por este suelo:
La santa caridad tu techo mora.

Prez y decoro de tu estirpe clara,
Luz de tu esposo, gloria de tus lares
Más que por tiembres cien, por ti soberbios.

El sabio Salomón te comparara
A la amante mujer de los Cantares,
A la fuerte mujer de los Proverbios.



Medardo Ángel Silva

Diálogo (Silva)

-- de Medardo Ángel Silva --

Abril canta en mi oído con sus rosas y brisas,
con fresca boca ríen las rosadas auroras,
la primavera esparce su guirnalda de risas...
¿Por qué obstinadamente melancólico lloras?

Cipris ofrece el vino de sus púrpureas viñas,
Leda y el Cisne ensayan el dulce simulacro,
y son rubias manzanas los senos de las niñas
en cuyos labios tiernos palpita el himno sacro.

¡Bien sé yo —dije— cuánto dura la primavera,
comparable a la vida de la pompa ligera
de tules erizados que desvanece el viento!

Yo esperaré a la Esposa que no falta a la cita,
en cuyos labios mora la verdad infinita
que rebusca mi espíritu de eternidad sediento.



Juan Meléndez Valdés

renunciando a la poesía

-- de Juan Meléndez Valdés --

Quédate, adiós, pendiente de este pino
sin defensa del tiempo a los rigores,
cítara en que canté de mis amores
las gracias y el ingenio peregrino.
Guárdala, oh tronco, que honras el camino
por muestra de la fe de dos pastores,
do puedan cortesanos amadores
tomar lecciones de un amor divino.
Mientras la oyó viviendo mi señora,
con cuerdas de oro resonar solía,
y fieras crudas amansó su canto;
ya que el alma feliz los cielos mora,
y en esta tumba su ceniza fría,
cesen los versos, y principie el llanto.



Juan Meléndez Valdés

Ora pienso yo ver a mi señora

-- de Juan Meléndez Valdés --

Ora pienso yo ver a mi señora
de donosa aldeana, y que el cabello
libre le vaga por el alto cuello,
cantando alegre al despertar la Aurora:

Ya en pellico y callado de pastora
los corderillos guía, y suelta al vellos
por el prado brincar corre en pos de ellos;
ya en ocio blando en la cabaña mora.

Tierna ora ríe, y va cogiendo flores:
a caza ora tras ella el monte sigo;
y bailar en la fiesta ora la veo.

Así ausente me alivio en mis dolores;
y aunque sueño de amor es cuanto digo,
el alma siente un celestial recreo.



Juan Meléndez Valdés

Renunciando a la poesía (Valdés)

-- de Juan Meléndez Valdés --

Quédate, adiós, pendiente de este pino
sin defensa del tiempo a los rigores,
cítara en que canté de mis amores
las gracias y el ingenio peregrino.

Guárdala, oh tronco, que honras el camino
por muestra de la fe de dos pastores,
do puedan cortesanos amadores
tomar lecciones de un amor divino.

Mientras la oyó viviendo mi señora,
con cuerdas de oro resonar solía,
y fieras crudas amansó su canto;

ya que el alma feliz los cielos mora,
y en esta tumba su ceniza fría,
cesen los versos, y principie el llanto.



Juan Nicasio Gallego

A la Sra. Duquesa de Frías en sus días

-- de Juan Nicasio Gallego --

Cuando improvisa mi prisión oscura
tornó en vergel tu planta bienhechora,
y vio asombrada la naciente aurora
en tus ojos su luz brillar más pura;

no bastando mi pecho a tal ventura,
las gracias viendo do el espanto mora,
así al perderte prorrumpí, señora,
bañado el rostro en llanto de ternura.

«¡Ángel celeste, hechizo y ornamento
del mundo, vete en paz, y el cielo pío
sin fin te colme del placer que siento!»

Este fue, dulce amiga, el voto mío:
hoy le renueva el alma y el acento,
y en pobres versos a tus pies le envío.



Juan Ruiz Arcipreste de Hita

libro de buen amor 8

-- de Juan Ruiz Arcipreste de Hita --

Así fuer que un tiempo una dueña me priso,
de su amor non fuy en ese tiempo repiso,
siempre avía d'ella buena fabla e buen riso,
nunca ál fiso por mí, ni creo que faser quiso.
Era dueña en todo, e de dueñas señora,
non podía estar solo con ella una hora,
mucho de omen se guardan allí do ella mora;
más mucho que non guardan los jodíos la tora.
Sabe toda noblesa de oro e de seda,
complida de muchos bienes anda mansa e leda,
es de buenas costumbres, sosegada, e queda,
non se podría vençer por pintada moneda.
Enviel' esta cantiga que es deyuso puesta
con la mi mensagera, que tenía empuesta;
dise verdad la fabla, que la dueña compuesta,
si non quier'el mandado, non da buena respuesta.
Dixo la dueña cuerda a la mi mensagera:
«yo veo otras muchas creer a ti, parlera,
»et fállanse ende mal: castigo en su manera,
»bien como la raposa en agena mollera.»
Lt;lt;lt;
índice de la obra
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Federico García Lorca

llagas de amor

-- de Federico García Lorca --

Esta luz, este fuego que devora.
Este paisaje gris que me rodea.
Este dolor por una sola idea.
Esta angustia de cielo, mundo y hora.
Este llanto de sangre que decora
lira sin pulso ya, lúbrica tea.
Este peso del mar que me golpea.
Este alacrán que por mi pecho mora.
Son guirnalda de amor, cama de herido,
donde sin sueño, sueño tu presencia
entre las ruinas de mi pecho hundido.
Y aunque busco la cumbre de prudencia,
me da tu corazón valle tendido
con cicuta y pasión de amarga ciencia.
Regresar a sonetos del amor oscuro



Francisco Sosa Escalante

A la invención del telégrafo eléctrico

-- de Francisco Sosa Escalante --

De las corrientes de la mar sonora,
Del rayo de la luz que baña el suelo,
Del águila caudal que eleva el vuelo
A los espacios do la nube mora;

Del eco del cañon que aterradora
Llama vomita derramando el duelo;
De cuanto el hombre concibió en su anhelo
De poder, eres tú la vencedora.

¡Quién igualarte puede, mensajera
Que cruzas el espacio, y el profundo
Abismo de la mar airada y tiera!

Prodigio entre prodigios sin segundo,
Consuelo das al que anhelante espera
Y eres lazo de amor que liga el mundo.



Francisco Sosa Escalante

A R...

-- de Francisco Sosa Escalante --

¿Por qué pretendes bajo negra toca
La frente asi ocultar? ¿por qué el esbelto
Talle, se mira en el sayal envuelto
Y no hay sonrisas en tu linda boca?

El blanco seno que á gozar provoca,
Del mundo alegre por el mar revuelto,
No es dado contemplar, ni aquel resuelto
Andar, que aviva la esperanza loca.

Lega á olvido capricho tan extraño,
Y pues el mundo por gentil te adora.
Desnúdate el sayal, cese el engaño;

Que en celda solitaria solo mora
O la adusta vejez, ó el desengaño;
No aquella que tus gracias atesora.



Abate Marchena

A una dama que cenó con el autor

-- de Abate Marchena --

Dase Dios por manjar a su escogido
pueblo en la pascua cena misteriosa;
Cristo es comida y mesa deliciosa
del hombre de amor tanto confundido.

Jesús asiste en gloria y prez ceñido
eternamente con su amada Esposa;
¡de amor omnipotente portentosa
hazaña! En tierra mora, al Cielo es ido.

Tú que por diosa adora el alma mía,
bellísima Amarilis, a ti es dado
hacer tan gran milagro nuevamente.

Cristo se ha dado a sí en la Eucaristía:
¡ay! tú date a mi pecho enamorado,
y vivirás en él eternamente.



José Martí

cese, señora, el duelo...

-- de José Martí --

Cese, señora, el duelo...
Cese, señora, el duelo en vuestro canto,
¿qué fuera nuestra vida sin enojos?
¡vivir es padecer! ¡sufrir es santo!
¿cómo fueran tan bellos vuestros ojos
si alguna vez no los mojara el llanto?
romped las cuerdas del amargo duelo.
Quien sufre como vos sufrís, señora:
es más que una mujer, algo del cielo,
que de él huyó y entre nosotros mora.



Clemente Althaus

Ansia del cielo

-- de Clemente Althaus --

Tal vez el cielo, que por noble patria
confiesa el alma, y sin cesar la llora,
doloroso contemplo y pensativo,
desde este triste valle de miseria
do prisionero vivo;
cual desde orilla mora,
en encendidas lágrimas deshecho,
mirar solía el Español cautivo
os verdes campos de su dulce Iberia,
al otro lado del hercúleo estrecho;
y, cual sus lazos destrozar ansiaba
para volver nadando a sus hogares,
las cadenas romper de la materia
así entonces anhela el alma esclava,
desnudándose fuerte
del natural espanto de la muerte.



Cristóbal de Castillejo

a una que se casó con un barbero

-- de Cristóbal de Castillejo --

Hi de puta, ¿qué señal
de querer quitar baraja?
estando conmigo mal,
señora, pesar de tal,
¿echáis mano a la navaja?

bastaba para una mora
los regalos y sainetes
no dármelos ya, señora,
sin que me queráis agora
trasquilar a panderetes.



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