Buscar Poemas con Misterioso


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Se han encontrado 56 poemas con la palabra misterioso

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Amado Nervo

regnum tuum

-- de Amado Nervo --

Fuera, sonrisas y saludos,
vals, esnobismo de los clubs,
mundanidad oropelesca.
Pero al volver a casa, tú.
En el balcón, en la penumbra,
vueltos a los ojos al azul,
te voy buscando en cada estrella
del misterioso cielo augur.
¿Desde qué mundo me contemplas?
¿de qué callada excelsitud
baja tu espíritu a besarme?
¿cuál el astro cuya luz
viene a traerme tus miradas?
¡oh qué divina es la virtud
con que la noche penetra
bajo su maternal capuz!
hasta mañana, salas frívolas,
trajín, ruidos, inquietud,
mundanidad oropelesca,
poligononales fracs, abur.
Y tú, mi muerta, ¡buenas noches!
¿cómo te va? ¿me amas aún?
vuelvo al encanto misterioso,
a la inefable beatitud
de tus lejanos besos místicos.
¡Aquí no reinas más que tú!

Poema regnum tuum de Amado Nervo con fondo de libro

Pablo Neruda

por qué no nací misterioso

-- de Pablo Neruda --

Por qué no nací misterioso?
por qué crecí sin compañía?
quién me mandó desvencijar
las puertas de mi propio orgullo?
y quién salió a vivir por mí
cuando dormía o enfermaba?
qué bandera se desplegó
allí donde no me olvidaron?

Poema por qué no nací misterioso de Pablo Neruda con fondo de libro

Alejandro Tapia y Rivera

La plegaria de una virgen

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

Elena

Solitaria y temerosa
pobre nave desvalida,
vago en el mar de la vida
en combate desigual.
¿Porqué, oh cielo, me robaste
el dulce materno amparo?
¿Qué seré sin su amor caro
ante el recio vendaval?

Huérfana triste del mundo
en el piélago desierto,
¿quién en bonanza hacia el puerto
generoso me guiará?
¿Qué piloto entre las rocas
que oculta la mar traidora,
de su sana malhechora,
ay de mí, me salvará?

Si tú, cielo bondadoso,
me niegas la luz del día,
y ocultas en noche umbría
la estrella de salvación;
del desastroso naufragio
¿podré libertarme, ay triste,
cuando el escollo que existe
es mi propio corazón?

Oh destino, sé piadoso
con la pobre abandonada
que sin apoyo, confiada
se entrega a merced de ti.
De la tormenta bravía,
del escollo misterioso,
líbrame, cielo amoroso,
líbrame, cielo, de mí.

Poema La plegaria de una virgen de Alejandro Tapia y Rivera con fondo de libro

Amado Nervo

perlas negras - amiga, mi larario está vacío

-- de Amado Nervo --

Amiga, mi larario está vacío:
desde que el fuego del hogar no arde,
nuestros dioses huyeron ante el frío;
hoy preside en sus tronos el hastío
las nupcias del silencio y de la tarde.
El tiempo destructor no en vano pasa;
los aleros del patio están en ruinas;
ya no forman allí su leve casa,
con paredes convexas de argamasa
y tapiz del plumón, las golondrinas.
¡Qué silencio el del piano! su gemido
ya no vibra en los ámbitos desiertos;
los nocturnos y scherzos han huido...
¡Pobre jaula sin aves! ¡pobre nido!
¡misterioso ataúd de trinos muertos!
¡ah, si vieras tu huerto! ya no hay rosas,
ni lirios, ni libélulas de seda,
ni cocuyos de luz, ni mariposas...
Tiemblan las ramas del rosal, medrosas;
el viento sopla, la hojarasca rueda.
Amiga, tu mansión está desierta;
el musgo verdinegro que decora
los dinteles ruinosos de la puerta,
parece una inscripción que dice: ¡muerta!
el cierzo pasa, suspirando: ¡llora!



Leopoldo Lugones

La palmera

-- de Leopoldo Lugones --

Al llegar la hora esperada
en que de amarla me muera,
que dejen una palmera
sobre mi tumba plantada.

Así cuando todo calle,
en el olvido disuelto,
recobrará el tronco esbelto
la elegancia de su talle.

En la copa, que su alteza
doble con melancolía,
se abatirá la sombría
dulzura de su cabeza.

Entregará con ternura
la flor, al viento sonoro,
el mismo reguero de oro
que dejaba su hermosura.

Como un suspiro al pasar,
palpitando entre las hojas,
murmurará mis congojas
la brisa crepuscular.

Y mi recuerdo ha de ser,
en su angustia sin reposo,
el pájaro misterioso
que vuelve al anochecer.



Luis Palés Matos

fantasía (para la amada del haschich)

-- de Luis Palés Matos --

Bajo la pedrería de la noche estrellada,
borracho en el zafiro de un desmayo amoroso,
sueño en las pupilas morunas de mi amada
que habita en un castillo lejano y misterioso.

Nos amamos de lejos, pues un dragón rabioso
cuida los movimientos de mi novia encantada,
y ella, sin abatirse por su destino odioso,
hila místicamente tranquila y resignada.

¿La fuga? será noche, cuando la primavera
vierta su cornucopia de luz en la pradera
y suene del convento la romántica esquila,

cuando mi amada anónima, que ni una queja exhala,
concluya, con sus dedos delicados, la escala
que hace tiempo en la rueca de su silencio hila.



Ignacio María de Acosta

Al plan de Matanzas

-- de Ignacio María de Acosta --

¿Quién eres tú, gigante, en cuya frente
se detienen las nieblas apiñadas,
en tanto que a tus plantas, humilladas
rugen las tempestades sordamente?...

Tu fantástica forma sorprendente,
tus crestas a los cielos levantadas,
tus abismos, tus rocas despeñadas,
¿qué misterios encubren a la mente?...

¿Y pretendo tu origen misterioso
penetrar, al través del tiempo inmenso
que miraste pasar?... De luz un rayo

ilumina mi espíritu; y lloroso,
que eres la tumba perdurable pienso
del pueblo antiguo que habitó en Yucayo.



Jorge Cuesta

paraíso perdido

-- de Jorge Cuesta --

Si en el tiempo aún espero es que, sumiso,
aunque también inconsolable, entiendo
que el fruto fue, que a la niñez sorprende,
no don terreno, más celeste aviso.

Pues, mirando que más tuvo que quiso,
si al sueño sus imágenes suspendo,
de la niñez, como de un arte, aprendo
que sencillez le basta al paraíso.
El sabor embriagado y misterioso,
claro al oído (el mundo silencioso
y encantados los ruidos de la vida)

vivo el color en ojos reposados,
el tacto cálido, aires perfumados
y en la sangra una llama inextinguida.



Jorge Luis Borges

al espejo

-- de Jorge Luis Borges --

¿por qué persistes, incesante espejo?
¿por qué duplicas, misterioso hermano,
el movimiento de mi mano?
¿por qué en la sombra el súbito reflejo?
eres el otro yo de que habla el griego
y acechas desde siempre. En la tersura
del agua incierta o del cristal que dura
me buscas y es inútil estar ciego.
El hecho de no verte y de saberte
te agrega horror, cosa de magia que osas
multiplicar la cifra de las cosas
que somos y que abarcan nuestra suerte.
Cuando esté muerto, copiarás a otro
y luego a otro, a otro, a otro, a otro



Jorge Luis Borges

los enigmas

-- de Jorge Luis Borges --

Yo que soy el que ahora está cantando
seré mañana el misterioso, el muerto,
el morador de un mágico y desierto
orbe sin antes ni después ni cuándo.
Así afirma la mística. Me creo
indigno del infierno o de la gloria,
pero nada predigo. Nuestra historia
cambia como las formas de proteo.
¿Qué errante laberinto, qué blancura
ciega de resplandor será mi suerte,
cuando me entregue el fin de esta aventura
la curiosa experiencia de la muerte?
quiero beber su cristalino olvido,
ser para siempre; pero no haber sido.



César Vallejo

Trilce: XLIV

-- de César Vallejo --

Este piano viaja para adentro,
viaja a saltos alegres.
Luego medita en ferrado reposo,
clavado con diez horizontes.

Adelanta. Arrástrase bajo túneles,
más allá, bajo túneles de dolor,
bajo vértebras que fugan naturalmente.

Otras veces van sus trompas,
lentas asias amarillas de vivir,
van de eclipse,
y se espulgan pesadillas insectiles,
ya muertas para el trueno, heraldo de los génesis.

Piano oscuro ¿a quién atisbas
con tu sordera que me oye,
con tu madurez que me asorda?

Oh pulso misterioso.



César Vallejo

este piano viaja para adentro,

-- de César Vallejo --

Xliv
este piano viaja para adentro,
viaja a saltos alegres.
Luego medita en ferrado reposo,
clavado con diez horizontes.
Adelanta. Arrástrase bajo túneles,
más allá, bajo túneles de dolor,
bajo vértebras que fugan naturalmente.
Otras veces van sus trompas,
lentas asias amarillas de vivir,
van de eclipse,
y se espulgan pesadillas insectiles,
ya muertas para el trueno, heraldo de los génesis.
Piano oscuro ¿a quién atisbas
con tu sordera que me oye,
con tu madurez que me asorda?
oh pulso misterioso.



Delmira Agustini

El surtidor de oro

-- de Delmira Agustini --

Vibre, mi musa, el surtidor de oro,
la taza rosa de tu boca en besos;
de las espumas armoniosoas surja
vivo, supremo, misterioso, eterno,
el amante ideal, el esculpido
en prodigios de almas y de cuerpos;
debe ser vivo a fuerza de soñado,
que sangre y alma se me va en los sueños;
ha de nacer a deslumbrar la Vida,
¡y ha de ser ser un dios nuevo!
Las culebras azules en sus venas
se nutren del milagro en mi cerebro...
Selle, mi musa, el sutidor de oro,
la taza rosa de tu boca en besos;
el amante ideal, el esculpido
en prodigios de almas y de cuerpos,
arraigando las uñas extrahumanas
en mi carne, solloza en mis ensueños:
-Yo no quiero más vida que tu vida,
son en ti los supremos elementos;
¡déjame bajo el cielo de tu alma,
en la cálida tierra de tu cuerpo!-
-¡Selle, mi musa, el surtidor de oro,
la taza rosa de tu boca en besos!



Enrique González Martínez

tuércele el cuello al cisne...

-- de Enrique González Martínez --

Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje
que da su nota blanca al azul de la fuente;
él pasea su gracia no más, pero no siente
el alma de las cosas ni la voz del paisaje.

Huye de toda forma y de todo lenguaje
que no vayan acordes con el ritmo latente
de la vida profunda. . .Y adora intensamente
la vida, y que la vida comprenda tu homenaje.

Mira al sapiente búho cómo tiende las alas
desde el olimpo, deja el regazo de palas
y posa en aquel árbol el vuelo taciturno. . .

El no tiene la gracia del cisne, mas su inquieta
pupila, que se clava en al sombra, interpreta
el misterioso libro del silencio nocturno.



Ernesto Noboa y Caamaño

Emoción vesperal

-- de Ernesto Noboa y Caamaño --

A Manuel Arteta, como a un hermano.

Hay tardes en las que uno desearía
embarcarse y partir sin rumbo cierto,
y, silenciosamente, de algún puerto,
irse alejando mientras muere el día;

Emprender una larga travesía
y perderse después en un desierto
y misterioso mar, no descubierto
por ningún navegante todavía.

Aunque uno sepa que hasta los remotos
confines de los piélagos ignotos
le seguirá el cortejo de sus penas,

Y que, al desvanecerse el espejismo,
desde las glaucas ondas del abismo
le tentarán las últimas sirenas.



Arturo Borja

Mujer de bruma

-- de Arturo Borja --

Comme le souvenir

d'un grand cygne de neige

aux longues,

longues plumes.

SAMAIN

Fue como un cisne blanco que se aleja
y se aleja, suave, dulcemente
por el cristal azul de la corriente,
como una vaga y misteriosa queja.

Me queda su visión. Era una vieja
tarde fría de lluvia intermitente;
ella, bajo la máscara indolente
de su enigma, cruzó por la calleja.

Fue como un cisne blanco. Fue como una
aparición nostálgica y alada,
entrevista ilusión de la fortuna...

Fue como un cisne blanco y misterioso
que en la leyenda de un país brumoso,
surge como la luna inmaculada.



Julián del Casal

el sueño en el desierto

-- de Julián del Casal --

cuando el hijo salvaje del desierto
ata su blanca yegua enflaquecida
al fuerte tronco de gigante planta.
Y, tregua dando a su mortal fatiga,
cae en el lecho de tostada arena
donde la luz reverberar se mira;
sueña en los verdes campos anchurosos
en que se eleva la gallarda espiga
dorada por el sol resplandeciente;
en la plácida fuente cristalina
que le apaga la sed abrasadora;
en la tribu que forma su familia;
en el lejano oasis misterioso
cuya frescura a descansar convida;
y en el harén, poblado de mujeres
bellas como la luz del mediodía,
que entre nubes de aromas enervantes,
prodigan al sultán dulces caricias.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Pero al salir del sueño venturoso
sólo ve, dilatadas las pupilas.
Desierto, el arenal ilimitado;
roja, la inmensa bóveda vacía.



Julián del Casal

pax animae

-- de Julián del Casal --

No me habléis más de dichas terrenales
que no ansío gustar. Está ya muerto
mi corazón, y en su recinto abierto
sólo entrarán los cuervos sepulcrales.
Del pasado no llevo las señales
y a veces de que existo no estoy cierto,
porque es la vida para mí un desierto
poblado de figuras espectrales.
No veo más que un astro oscurecido
por brumas de crepúsculo lluvioso,
y, entre el silencio de sopor profundo,
tan sólo llega a percibir mi oído
algo extraño y confuso y misterioso
que me arrastra muy lejos de este mundo.



Rafael Carvajal

A una poetisa

-- de Rafael Carvajal --

Ni el dulce murmurar del arroyuelo
que se desliza con variado encanto,
ni el triste arrullo con que eleva al cielo
la tórtola afligida su quebranto,

ni al descorrer el misterioso velo
natura ufana con su rico manto,
me ofrecieron jamás ese consuelo
que ofrecen las dulzuras de tu canto.

Canta feliz, de un cielo bonancible
hija privilegiada, que tu lira
te muestra hermosa cuanto más sensible.

¡Por Dios! canta, otra vez y el alma inspira
de un triste trovador que en su amargura
halla en tus versos celestial ternura.



Rafael Carvajal

Impresión a la vista del mar

-- de Rafael Carvajal --

Infeliz y entregado al torbellino
de tristes pensamientos viome el cielo,
sin patria, sin amigos, sin consuelo
y postrado al rigor de mi destino.

Vagando, como suele, de contino,
quien la copa bebió de la amargura,
mi vista se extendió por la llanura,
que no tiene ni huella ni camino.

¡Era el mar! y su aspecto majestuoso
largo tiempo detúvome absorbido
en éxtasis profundo, misterioso.

¡Era el mar! que agitado por los vientos
mi suerte retrataba enfurecido
o, en su calma, mis tristes pensamientos.



José Tomás de Cuellar

A la luna (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

CELESTE luminar, muda viajera
Que cruzas por la esfera
Inundando de luz el ancho mundo.
Al admirarte en tu tranquilo vuelo,
El entusiasmo ardiente
Arranca del laúd dulce sonido,
Y á tí se eleva mi abatida frente.

¡Salve, espléndida Luna,
Misterioso fanal que suspendido
Por la mano de Dios en las alturas,
Lanzas tu luz en rayos plateados
Del adormido mundo á las criaturas.



José Tomás de Cuellar

En la muerte de la niña D***

-- de José Tomás de Cuellar --

.............................
Porque al abrirse las puertas
Del misterioso ataúd
Hallan paz, vida y contento
Los que mueren como tú.

Zorrilla.

TIERNO botón que en el pensil florido
Tus matices apenas ostentabas,
Y en la rama flexible,
A impulso de las brisas odorantes,
Con muelle oscilación te columpiabas.

Virginea flor, purísima azucena
De los jardines del edén caída



A un crucifijo

-- de Juan de Moncayo --

Arroyos surcan de coral sagrado
en tu bella deidad el rostro hermoso,
¡oh Señor!, cuyo tránsito amoroso
quebrantó los abismos del pecado.

Tu clemencia, que el círculo estrellado
describe con incendio misterioso,
impuso desde el centro tenebroso
contra ti el golpe de rigor armado.

Mis culpas ocasionan esas penas
que abundan en purpúreos resplandores,
el efecto más triste de mi llanto.

¡Oh verdadero Isac, por cuyas venas,
en fuentes de rubí, formando flores,
hollaste los horrores del espanto!



Gaspar Melchor de Jovellanos

a enarda

-- de Gaspar Melchor de Jovellanos --

Quiero que mi pasión, ¡oh enarda!, sea,
menos de ti, de todos ignorada;
que ande en silencio y sombras embozada,
y ningún necio mofador la vea.
Sea yo dichoso, y más que nadie crea
que es con tu amor mi fe recompensada;
que no por ser de muchos envidiada,
crece la dicha a más sublime idea.
Amor es un afecto misterioso,
que nace entre secretas confianzas,
mas muere al soplo de mordaz censura;
y sólo aquel que logra, ni envidioso
ni envidiado, cumplir sus esperanzas,
colma su gozo y fija su ventura.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxxxv

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

¿no has sentido en la noche,
cuando reina la sombra
una voz apagada que canta
y una inmensa tristeza que llora?
¿no sentiste en tu oído de virgen
las silentes y trágicas notas
que mis dedos de muerto arrancaban
a la lira rota?
¿no sentiste una lágrima mía
deslizarse en tu boca,
ni sentiste mi mano de nieve
estrechar a la tuya de rosa?
¿no viste entre sueños
por el aire vagar una sombra,
ni sintieron tus labios un beso
que estalló misterioso en la alcoba?
pues yo juro por ti, vida mía,
que te vi entre mis brazos, miedosa;
que sentí tu aliento de jazmín y nardo
y tu boca pegada a mi boca.



El anillo (Calderón)

-- de El Solitario --

Ve, pobre anillo, hasta la linda mano
de la hermosa que adora mi fiel pecho.
Ve, ve, cumple y disfruta satisfecho
de galardón tan alto y soberano.

Dile pues que en tu óvalo galano
quisiera yo enlazar con dulce estrecho
mi blando corazón, de cera hecho,
con el suyo, aunque helado y tan tirano.

En tu círculo de oro misterioso,
y en el firme diamante que te adorna,
el más constante eterno amor aprenda:

Mas si me vende, el cerco prodigioso,
tú mismo con estrépito trastorna,
y así esta magia su traición reprenda.



Vicente Gerbasi

canto xiii

-- de Vicente Gerbasi --

¿quién me llama, quién me enciende los ojos de leopardos
en la noche de los tamarindos?
callan las guitarras el soplo misterioso de la muerte,
y las voces callan, y sólo los niños aún no puedendescansar.
Ellos son los habitantes de la noche,
cuando el silencio se difunde en las estrellas,
y el animal doméstico se mueve por los corredores,
y los pájaros nocturnos visitan la iglesia de la aldea,
por donde pasan todos los muertos,
donde moran santos ensangrentados.
Por las sombras corren caballos sin cabeza,
y las arenas de la calle van hasta el confín,
donde el espanto reúne sus animales de fuego.
Y es la noche que ampara la existencia a solas,
en el niño insomne, en el buey cansado,
en el insecto que se defiende en la hojarasca,
en la curva de las colinas, en los resplandores
de las rocas y los helechos frente a los astros,
en el misterio en que te escucho
con una vasta soledad de mi corazón.
Padre mío, padre de mis sombras.
Y de mi poesía.



Vicente Gerbasi

ámbito de la angustia

-- de Vicente Gerbasi --

No se ha meditado aún sobre estas tristes ruinas.
Participo de la gran alegría que hace cantar con el vino,
luego me hieren los lamentos como a un árbol la tempestad nocturna.
Se pierden conmigo en la sombra
como se pierde la noche en el bálsamo misterioso de la muerte.
Busco mi voz abandonada sobre los mares, en el aire de las islas,
en las comarcas donde habitan los desterrados y los místicos,
y vago bajo la lluvia de los bosques en la soledad.
Como el árbol al borde del abismo, me salva la inquietud perenne,
y me acerca a dios que vigila tras las músicas terrestres.
Alguien puede llamar a la puerta de alguna vivienda en la noche,
mas solamente aparecerá el rostro del silencio
en medio de la pesadumbre.
No hemos meditado aun para amar y ser serenos.
Oh, si tendiéramos la tristeza como niebla delgada,
serenamente, sobre estos vastos dominios desolados.



Vicente Riva Palacio

La noche del Escorial

-- de Vicente Riva Palacio --

La noche envuelve con su sombra fría
El claustro, los salones, la portada,
Y vacila la lámpara agitada
De la iglesia bóveda sombría.

Como triste presagio de agonía
Gime el viento en la lúgubre morada,
Y ondulando la yerba desecada
Vago rumor entre la noche envía.

De Felipe segundo, misterioso
Se alza el espectro del marmóreo suelo
Y vaga en el convento silencioso,

Y se le escucha en infernal desvelo
Crujiendo por el claustro pavoroso
La seda de su negro ferreruelo.



Antonio Machado

Elegía de un madrigal

-- de Antonio Machado --

Recuerdo que una tarde de soledad y hastío,
¡oh tarde como tantas! , el alma mía era,
bajo el azul monótono, un ancho y terso río
que ni tenía un pobre juncal en su ribera.
¡Oh mundo sin encanto, sentimental inopia
que borra el misterioso azogue del cristal!
¡Oh el alma sin amores que el Universo copia
con un irremediable bostezo universal!
Quiso el poeta recordar a solas
las ondas bien amadas, la luz de los cabellos
que él llamaba en sus rimas rubias olas.
Leyó... La letra mata: no se acordaba de ellos...
Y un día—como tantos—, al aspirar un día
aromas de una rosa que en el rosal se abría,
brotó como una llama la luz de los cabellos
que él en sus madrigales llamaba rubias olas;
brotó, porque un aroma igual tuvieron ellos...
Y se alejó en silencio para llorar a solas.



Marilina Rébora

yo me pregunto, madre...

-- de Marilina Rébora --

Yo me pregunto, madre...
Yo me pregunto, madre: ¿no se gasta la pila
que la sutil luciérnaga para alumbrarse tiene?
¿y tampoco concluye cuando la araña hila
el misterioso ovillo que encubierto mantiene?
¿en qué forma se ensartan anillos las orugas;
bolitas coloradas por ojos los conejos;
abrigos con recuadros se buscan las tortugas,
y en lerda marcha atrás se mueven los cangrejos?
¡saber! ¡saber! ¡saber! si es cuello de algodón
el que se anuda el cóndor o si usa de almidón;
si el parlanchín lenguaje de la locuaz cotorra
es remedo del nuestro; si la pícara zorra
es tan inteligente como sabio mi padre
aunque calla, y tú cuentas cuánto pregunto, madre!



Medardo Ángel Silva

Hoja de álbum

-- de Medardo Ángel Silva --

Atraviesas la vida como un jirón de bruma
—tan exquisita y tan crepuscular—
celeste y vaporosa, con levedad de espuma
o de aroma lunar.

No basta el verso diáfano para tu gracia suma,
ni la cadencia rítmica del misterioso mar,
ni el trino de la alondra que sonrosa su pluma
en el parque de sol y aroma de azahar.

Es tuyo el melodioso imperio de la Aurora:
el grupo de los cisnes que el estanque decora
canta el advenimiento de tu azul primavera;

la noche se detiene, al umbral del ocaso,
por la embriaguez de olores que da tu cabellera...
¡Y el corazón del mundo late bajo tu paso!



Miguel Unamuno

La mar ciñe a la noche su regazo

-- de Miguel Unamuno --

La mar ciñe a la noche en su regazo
y la noche a la mar; la luna, ausente;
se besan en los ojos y en la frente;
los besos dejan misterioso trazo.

Derrítense después en un abrazo,
tiritan las estrellas con ardiente
pasión de mero amor, y el alma siente
que noche y mar se enredan en su lazo.

Y se baña en la oscura lejanía
de su germen eterno, de su origen,
cuando con ella Dios amanecía,

y aunque los necios sabios leyes fijen,
ve la piedad del alma la anarquía
y que leyes no son las que nos rigen.

Horas serenas del ocaso breve,
cuando la mar se abraza con el cielo
y se despierta el inmortal anhelo
que al fundirse la lumbre, lumbre bebe.

Copos perdidos de encendida nieve,
las estrellas se posan en el suelo
de la noche celeste, y su consuelo
nos dan piadosas con su brillo leve.

Como en concha sutil perla perdida,
lágrima de las olas gemebundas,
entre el cielo y la mar sobrecogida

el alma cuaja luces moribundas
y recoge en el lecho de su vida
el poso de sus penas más profundas.



Miguel Unamuno

La mar ciñe

-- de Miguel Unamuno --

La mar ciñe a la noche en su regazo
y la noche a la mar; la luna, ausente;
se besan en los ojos y en la frente;
los besos dejan misterioso trazo.

Derrítense después en un abrazo,
tiritan las estrellas con ardiente
pasión de mero amor y el alma siente
que noche y mar se enredan en su lazo.

Y se baña en la obscura lejanía
de su germen eterno, de su origen,
cuando con ella Dios amanecía,

y aunque los necios sabios leyes fijen,
ve la piedad del alma la anarquía
y que leyes no son las que nos rigen.



Miguel Ángel Corral

A mi amigo . el distinguido poeta Fernando Velarde

-- de Miguel Ángel Corral --

Grandioso te alzas en la eterna roca
donde rebrama el huracán rugiente,
y absorto miras en tu afán valiente
de los volcanes la tartárea boca.

En los arranques de tu audacia loca
te lanzas como el águila impaciente,
y, en medio de relámpagos, tu frente
ya los confines del abismo toca.

Sigue el instinto de tu ardor fecundo,
desdeña el polvo del mezquino suelo,
y arrebatado en éxtasis profundo

cruza la hermosa inmensidad del cielo,
y del oscuro porvenir del mundo
osado rasga el misterioso velo.



Julio Herrera Reissig

la violeta

-- de Julio Herrera Reissig --

Y una violeta llenó
el alma de la tarde.

Morían llenos de clamor los sotos,
y érase en aquel rincón exiguo,
un misterioso malestar ambiguo
de dichas y de ayes muy remotos.

¡Oh, cartas!..., En el cenador contiguo
las dalias recordaron nuestros votos
cual si se condolieran de los rotos
castillos blancos de papel antiguo...

La tarde saturóse en la glorieta,
de tu pañuelo suave de violeta;
al par que sugiriendo tus agravios,

veló el cielo, como alma de reproche,
la violeta cordial que aquella noche
suspendí de la gracia de tus labios.



Esteban Echeverría

la diamela

-- de Esteban Echeverría --

Dióme un día una bella porteña,
que en mi senda pusiera el destino,
una flor cuyo aroma divino
llena el alma de dulce embriaguez;
me la dio con sonrisa halagüeña,
matizada de puros sonrojos,
y bajando hechicera los ojos,
incapaces de engaño y doblez.

En silencio y absorto toméla
como don misterioso del cielo,
que algún ángel de amor y consuelo
me viniese, durmiendo, a ofrecer;
en mi seno inflamado guardéla,
con el suyo mezclando mi aliento,
y un hechizo amoroso al momento
yo sentí por mis venas correr.

Desde entonces, do quiera que miro
allí está la diamela olorosa,
y a su lado una imagen hermosa
cuya frente respira candor;
desde entonces por ella suspiro,
rindo el pecho inconstante a su halago,
con su aroma inefable me embriago,
a ella sola consagro mi amor.

Iii



Esteban Echeverría

el aroma

-- de Esteban Echeverría --

Flor dorada que entre espinas
tienes trono misterioso,
¡cuánto sueño delicioso
tú me inspiras a la vez!
en ti veo yo la imagen
de la hermosa que me hechiza,
y mi afecto tiraniza,
con halago y esquivez.

El espíritu oloroso
con que llenas el ambiente,
me penetra suavemente
como el fuego del amor;
y rendido a los encantos
de amoroso devaneo,
un instante apurar creo,
de sus labios el dulzor.

Si te pone ella en su seno,
que a las flores nunca esquiva,
o te mezcla pensativa
con el cándido azahar;
tu fragancia llega al alma
como bálsamo divino,
y yo entonces me imagino
ser dichoso con amar.

V



Francisco Sosa Escalante

A.... (Sosa Escalante I)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Al mirarte, se agolpan á la mente
Tus historias de amor, tus alegrías;
En vano un velo colocar ansías
Oh Célia! entre el pasado y el presente.

Y aunque vislumbro en tu marmórea frente
La huella de los goces de otros dias,
Tu voz distrae las memorias mias
Y vuelvo á darte mi cariño ardiente.

¿Qué filtro misterioso con tus besos
¡Oh sirena falaz! en mí derramas
Cuando los dejas en mi labio impresos?

Sabe bien mi corazon que no le amas,
Comprende tus fingidos embelesos
Y vive de tu amor entre las llamas!



Francisco Sosa Escalante

En la muerte del Dr. Rafael Lucio

-- de Francisco Sosa Escalante --

Bella Teñoxtitlan, tus ricas galas
En tul sombrío, aterrador, convierte,
El llanto acerbo de la pena vierte,
Suspiro gemidor llene tus salas.

Cubrió tu suelo con sus negras alas
El ángel misterioso de la muerte,
Y el sabio sucumbió; mírale inerte
Miéntras la vida en el placer resbalas.

Cuando le llame, de ansiedad transido,
Al verse en lecho de dolor postrado
El enfermo infeliz, sordo su oido

Encontrará su voz; ¡lo quiso el hado!
Pero su nombre vencerá al olvido
De la historia en las páginas grabado.



Francisco Villaespesa

la dama vestida de blanco

-- de Francisco Villaespesa --

Jardín blanco de luna, misterioso
jardín a toda indagación cerrado,
¿qué palabra fragante ha perfumado
de jazmines la paz de tu reposo?
es un desgranamiento prodigioso
de perlas, sobre el mármol ovalado
de la fontana clásica: un callado
suspirar; un arrullo tembloroso...
Es el amor, la vida... ¡Todo eso
hecho canción! la noche se ilumina;
florecen astros sobre la laguna...
¿Es la luna que canta al darte un beso,
o el ruiseñor que estremecido trina
al recibir los besos de la luna?



Francisco Villaespesa

canción del recuerdo paz

-- de Francisco Villaespesa --

Este cuarto pequeño y misterioso
tiene algo de silencio funerario,
y es una tumba, el lecho hospitalario
donde al fin mi dolor halla reposo.
Dormir en paz, en un soñar interno,
sin que nada a la vida me despierte.
El sueño es el ensueño de la muerte,
como la muerte es un ensueño eterno.
Cerrar a piedra y lodo las ventanas
para que no entre el sol en las mañanas
y, olvidando miserias y quebrantos,
dormir eternamente en este lecho,
con las manos cruzadas sobre el pecho,
como duermen los niños y los santos.



José Asunción Silva

páginas suyas juntos los dos

-- de José Asunción Silva --

juntos los dos
juntos los dos reímos cierto día...
¡Ay, y reímos tanto
que toda aquella risa bulliciosa
se tornó pronto en llanto!
después, juntos los dos, alguna noche,
reímos mucho, tanto,
que quedó como huella de las lágrimas
un misterioso encanto!
nacen hondos suspiros, de la orgía
entre las copas cálidas
y en el agua salobre de los mares,
se forjan perlas pálidas!



José Asunción Silva

Edenia

-- de José Asunción Silva --

Melancólica y dulce cual la huella
que un sol poniente deja en el azul
cuando baña a lo lejos los espacios
con los últimos rayos de su luz
mientras tiende la noche por los cielos
de la penumbra el misterioso tul.

Süave como el canto que el poeta
en un suspiro involuntario da,
pura como las flores entreabiertas
de la selva en la agreste oscuridad
do detenido en las musgosas ramas
no filtra un rayo de la luz solar.

Mujer, toda mujer ardiente, casta
alumbrada con luz de lo ideal...
Radiante de virtud y de belleza
como mi alma la llegó a soñar,
¿en sus sueños de cándida ternura
así la encontrará?



José Asunción Silva

Juntos los dos

-- de José Asunción Silva --

Juntos los dos reímos cierto día...
¡Ay, y reímos tanto
que toda aquella risa bulliciosa
se tornó pronto en llanto!

Después juntos los dos alguna noche,
lloramos mucho, tanto,
que quedó como huella de las lágrimas...
Un misterioso encanto!

Nacen hondos suspiros de la orgía
entre las copas cálidas
y en el agua salobre de los mares,
¡se forjan perlas pálidas!



José Joaquín de Mora

El tachonado y puro firmamento

-- de José Joaquín de Mora --

El tachonado y puro firmamento
con todas sus lumbreras inmortales,
esa luz que nos vierte sus raudales,
más sutil, más veloz que el pensamiento.

El misterioso y grave movimiento
de sus revoluciones desiguales,
¡qué de goces intensos, celestiales,
no dan al atrevido entendimiento!

¡Y está serena el alma, y no palpita
rápido el corazón! ¡Ni estalla el labio,
cediendo al entusiasmo que lo agita!

Hombre, suelta el compás y el astrolabio;
mentido es tu saber, siente y medita:
quien más medita y siente es el más sabio.



José Joaquín de Olmedo

Canción I

-- de José Joaquín de Olmedo --

Aquel velo misterioso
que al pudor la noche da,
es más bello y más hermoso
que el sol en su claridad.
Ven, pues, noche, no te tardes,
ven mis dichas a colmar.

Allá lejos tras los montes
escondiéndose el sol va;
ésta es la hora venturosa
del placer y de la paz.
Llega, noche, no te tardes,
ven mis dichas a colmar.

Ven, amiga, presurosa,
que mi amor te espera ya,
y cada sombra me engaña
pensando que tú serás.
Llega, noche, no te tardes,
ven mis dichas a colmar.

Las palomas se acarician
y se quejan a la par:
con sus quejas y caricias
dulce ejemplo nos darán.
Llega, noche, no te tardes,
ven mis dichas a colmar.



José Joaquín de Olmedo

El árbol

-- de José Joaquín de Olmedo --

La sombra de este
árbol venerable

donde se quiebra y calma,
la furia de los vientos formidable
y cuya ancianidad inspira á mi alma
un respeto sagrado y misterioso;
cuyo tronco desnudo y escabroso
un buen asiento rústico me ofrece;
y que de hojosa magestad cubierto



Carolina Coronado

a una estrella

-- de Carolina Coronado --

Chispa de luz que fija en lo infinito
absorbes mi asombrado pensamiento,
tu origen, tu existencia, tu elemento
menos alcanzo cuanto más medito.
Si eres ardiente, inamovible hoguera,
¿dónde el centro descansa de tu lumbre?
si eres globo de luz, ¿cómo en la cumbre
no giras tú de la insondable esfera?
¿por qué la tierra sin descanso rueda?
¿por qué la luna el globo majestoso
mueve, mientras tu carro misterioso
inmóvil, fijo en el espacio queda?
¿es que mi vista de mortal no alcanza
a percibir desde su oscuro asiento
allá en la altura suma el movimiento
de tu carroza que en lo inmenso avanza?
¡ah, sí! que por espíritu movida
la creación sin descanso se sostiene,
y todo en la creación marcado tiene
forma y destino, movimiento y vida.
Tú giras, sí: tus alas soberanas
sulcan el mundo y sus confines tocan...
Mas ¿cómo en tu carrera no se chocan
tus millares sin número de hermanas?
más allá de su límite prescrito
sediento avanza, audaz el pensamiento,
y tu origen, tu vida, tu elemento
menos alcanzo cuanto más medito.



Carolina Coronado

amistad de la luna

-- de Carolina Coronado --

Esa oscura enfermedad
que llaman melancolía
me trajo a la soledad
a verte, luna sombría.
Ya seas amante doncella,
ya informe, negro montón
de tierra que en forma bella
nos convierte la ilusión,
ni a sorprender tus amores
mis tristes ojos vinieron
ni a saber si esos fulgores
son tuyos o te los dieron.
Ni a mí me importa que esté
tu luz viva o desmayada,
ni cuando te miro sé
si eres roja o plateada.
Yo busco tu compañía
porque al fin, muda beldad,
es tu amistad menos fría
que otra cualquiera amistad.
Sé bien que todo el poder
de tu misterioso encanto
no alcanzará a detener
una gota de mi llanto.
Mas yo no guardo consuelos
para este mal tan profundo,
fijo la vista en los cielos
porque me importuna el mundo...
¡Vergüenza del mundo es
si tiene mi pensamiento,
que ir a buscarte al través
de las nubes y del viento,
y llevar hasta tu esfera
mi solitaria armonía
para hallar la compañera
que escuche la pena mía!
mas, pues no me da fortuna
otra más tierna amistad,
vengo con mis penas, luna,



Clemente Althaus

Al concepto íntimo

-- de Clemente Althaus --

En el rico vastísimo universo
jamás tu objeto se ofreció al sentido,
concepto por mí solo producido,
cuando conmigo en soledad converso.

¡Cuántas veces probó a expresarte el verso,
por que no yazgas en eterno olvido!
Mas, apenas te doy forma y vestido,
eres en todo ya de ti diverso.

Si tal cual te concibo te expresara,
nada hay que tanto al universo asombre,
cual lo asombrase tu belleza rara:

vive en lo hondo del alma, sin que el hombre
te penetre jamás, pues no declara
tu misterioso ser cifra ni nombre.



Rafael Pombo

La memoria

-- de Rafael Pombo --

¡Oh perfecto presente del pasado,
Vida de tanto amado ausente y muerto,
Que poblando aquel fúnebre desierto
Burlas del tiempo el hierro despiadado!

En mi hoy, más prosaico y desolado
Que el muerto ayer, me ofreces más de un puerto
Do a buscar vuelvo en mi soñar despierto
Un asilo poético y sagrado:

Un temple a cuya entrada unjo con llanto
El corazón, y en otro mundo, el eco
De inolvidables voces, oro y canto,

¿Será tal fruición juego, embeleso
Y no fiel prenda, misterioso rito,
Aurora boreal de lo infinito?



Ramón López Velarde

cuando contigo estoy, dueña del alma

-- de Ramón López Velarde --

Cuando contemplo a veces
que plegando los labios enmudeces,
mi adoración pretende en su locura
bajar hasta tu alma a paso lento
y sorprender, en su mansión oscura,
como nota de luz tu pensamiento.
Cuando me miran, oh mujer, tus ojos
luminosos cual sol de primavera,
por oír anhelante
las pulsaciones de tus nervios flojos
y el rumor de tu pecho palpitante,
en mi pasión quisiera
el misterioso oído de los magos
que en las nocturnas sombras escondidos
escuchan, a la orilla de los lagos,
hasta sus más recónditos murmullos,
de las ramas los débiles crujidos
y la reventazón de los capullos.
Y al sospechar que los recuerdos llenas
de otro amor ya pasado con la historia,
me muerden el espíritu los celos
y quieren mis anhelos
extender con la sombra de mis penas
la noche del olvido en tu memoria.



Ricardo Güiraldes

A la mujer que pasa

-- de Ricardo Güiraldes --

¡Oh! el dolor de tu cuerpo voluptuoso, apto a la herida de la carne quemadora.

Vorágine obsesora,
tortura lenta.

Sueño estatuario,
estética de carne.

Vitalidad turbulenta,
camina lenta.

Y deja que ritmen tus talones,
candentes dominaciones.
Estética de carne,
carne de amor.

Belleza, alma pagana de la forma;
diosa que espira su perfecto por la línea,
multivital, del movimiento y del volumen.
Misterioso numen
que ilumina,
el alma de la plástica divina,
que ama por tu cuerpo generoso,
el poderoso,
argumento de lo hermoso.



Ricardo Jaimes Freyre

siempre

-- de Ricardo Jaimes Freyre --

¡tú no sabes cuánto sufro! ¡tú que has puesto mis tinieblas
en mi noche, y amargura más profunda en mi dolor!
tú has dejado, como el hierro que se deja en una herida,
en mi oído la caricia dolorosa de tu voz.

Palpitante como un beso; voluptuosa como un beso;
voz que halaga y que se queja; voz de ensueño y de dolor.
Como sigue el ritmo oculto de los astros el océano
mi ser todo sigue el ritmo misterioso de tu voz.

¡Oh, me llamas y me hieres! voy a ti como un sonámbulo
con los brazos extendidos en la sombra y el dolor...
¡Tú no sabes cuánto sufro! cómo aumenta mi martirio,
temblorosa y desolada, la caricia de tu voz.

¡Oh, el olvido! el fondo obscuro de la noche del olvido
donde guardan los cipreses el sepulcro del dolor.
Yo he buscado el fondo obscuro de la noche del olvido,
y la noche se poblaba con los ecos de tu voz...



Rubén Darío

A Amado Nervo (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

La tortuga de oro camina por la alfombra
y traza por la alfombra un misterioso estigma;
sobre su carapacho hay grabado un enigma
y círculo enigmático se dibuja en su sombra.

Esos signos nos dicen al Dios que no se nombra
y ponen en nosotros su autoritario estigma:
ese círculo encierra la clave del enigma
que a Minotauro mata y a la Medusa asombra.

Ramo de sueños, mazo de ideas florecidas
en explosión de cantos y en floración de vidas,
sois mi pecho suave, mi pensamiento parco.

Y cuando hayan pasado las sedas de la fiesta,
decidme los sutiles efluvios de la orquesta
y lo que está suspenso entre el violín y el arco.



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