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Se han encontrado 58 poemas con la palabra miseria

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Manuel María Flores

la fortuna

-- de Manuel María Flores --

A rosario p.

En su curso voluble la fortuna
todo cuanto me diera me quitó;
y la miseria pálida y hambrienta
el umbral de mi puerta se sentó.

Y llegó la amistad la que en un día
el festín de mis dichas presidió-
y aunque le dije ven, ella, espantada
al ver aquel espectro, se alejó.

Amor llegó también... Sellé mi labio,
porque temí que se alejara amor;
pero él sin vacilar, bañado en lágrimas,
vino a mi presuroso... Y me abrazó.

Y la miseria pálida y hambrienta
que al umbral de mi puerta se sentó
a la luz de aquel ángel que lloraba,
ella... ¡La horible harpía!... Se embelleció.

Poema la fortuna de Manuel María Flores con fondo de libro

Amado Nervo

Uno con él

-- de Amado Nervo --

Eres uno con Dios, porque le amas,
¡Tu pequeñez qué importa y tu miseria!;
eres uno con Dios, porque le amas.

Le buscaste en los libros,
le buscaste en los templos,
le buscaste en los astros,
y un día el corazón te dijo, trémulo:
"aquí está", y desde entonces ya sois uno,
ya sois uno los dos, porque le amas.

No podrán separaros
ni el placer de la vida
ni el dolor de la muerte.

En el placer has de mirar su rostro,
en el valor has de mirar su rostro
en vida y muerte has de mirar su rostro.

"¡Dios!" dirás en los besos,
dirás "Dios" en los cantos,
dirás "Dios" en los ayes.

Y comprendiendo al fin que es ilusorio
todo pecado (como toda vida),
y que nada de El puede separarte,
uno con Dios te sentirás por siempre:
¡uno solo con Dios porque le amas!

Poema Uno con él de Amado Nervo con fondo de libro

Leopoldo Lugones

La última careta

-- de Leopoldo Lugones --

La miseria se ríe con sórdida chuleta,
Su perro lazarillo le regala un festín.
En sus funambulescos calzones va un poeta,
Y en su casaca el huérfano que tiene por Delfín.

El hambre es su pandero, la luna su peseta
Y el tango vagabundo su padre nuestro. Crin
De león, la corona. Su baldada escopeta
De lansquenete impávido suda un fogoso hollín.

Va en dominó de harapos, zumba su copla irónica.
Por antifaz le presta su lienzo la Verónica.
Su cuerpo, de llagado, parece un huerto en flor.

Y bajo la ignominia de tan siniestra cáscara,
Cristo enseña a la noche su formidable máscara
De cabellos terribles, de sangre y de pavor.

Poema La última careta de Leopoldo Lugones con fondo de libro

Lope de Vega

la muerte para aquél será terrible

-- de Lope de Vega --

La muerte para aquél será terrible
con cuya vida acaba su memoria,
no para aquél cuya alabanza y gloria
con la muerte morir es imposible.
Sueño es la muerte y paso irremisible,
que en nuestra universal humana historia
pasó con felicísima vitoria
un hombre que fue dios incorruptible.
Nunca de suyo fue mala y culpable
la muerte a quien la vida no resiste;
al malo, aborrecible; al bueno, amable.
No la miseria en el morir consiste;
solo el camino es triste y miserable,
y si es vivir, la vida sola es triste.



Lope de Vega

Hombre mortal mis padres me engendraron

-- de Lope de Vega --

Hombre mortal mis padres me engendraron,
aire común y luz de los cielos dieron,
y mi primera voz lágrimas fueron,
que así los reyes en el mundo entraron.
La tierra y la miseria me abrazaron,
paños, no piel o pluma, me envolvieron,
por huésped de la vida me escribieron,
y las horas y pasos me contaron.
Así voy prosiguiendo la jornada
a la inmortalidad el alma asida:
que el cuerpo es nada, y no pretende nada.
Un principio y un fin tiene la vida;
porque de todos es igual la entrada,
y conforme a la entrada la salida.



Lope de Vega

Llorar cuando nací, señal fue cierta

-- de Lope de Vega --

Llorar cuando nací señal fue cierta
de la miseria del vivir futuro,
¿pues qué será de la vida que procuro,
si lágrimas le aguardan a la puerta?
Incierto el cuando, aunque la muerte cierta,
¿cómo a tantos peligros me aventuro?
¿Qué tiene el alma por defensa y muro,
aunque de terrapleno está cubierta
Oh, pues, vida, llorad; llorar conviene,
que no reír, pues si reír pretendo,
no es el efeto que esta causa tiene.
Proporcionad el medio, porque entiendo
que, si reís, impropiamente viene
nacer llorando con vivir riendo



Líber Falco

Alba

-- de Líber Falco --

Yo he visto a esta mujer. Yo la conozco.
La he sentido latir entre mi sangre.
Frente de harina. Pan sin nombre.
Yo he visto a esta mujer
como a mi madre misma.

Mujer, ¿quién levantó tu carne desde dentro,
para hacerte tan tierna la mejilla,
tan como lirio bueno,
como flor de ternura?

Yo he visto a esta mujer,
a esta mi madre.
En aquel rancho de arrabal en que nací,
calentaba el frío de los vientos.
Hoy va al frente de la columna en marcha.
Miseria, bondad, mirada de la ausencia.
Amor.

Pliegue de la bandera.
Frente de harina. Pan sin nombre.
Yo he visto a esta mujer.
Como a mi madre misma,
la he sentido latir entre mi sangre.



Manuel de Zequeira

A la vida

-- de Manuel de Zequeira --

Vida, que sin cesar huyes de suerte
que no eres de algún bien merecedora,
¿Por qué quieres llevarme encantadora
con alegre esperanza hasta la muerte?

Si el tiempo que risueña te divierte
es el mismo al fin que te devora
¿Por qué te he de apreciar si a cada hora
se me acerca el momento de perderte?

¿Mas, que pierdo en perderte?; la vil parte
de la miseria humana, el cuerpo indigno
que debieras mas bien de él alejarte,

si a más vida, más males imagino
ya me puedes dejar, que yo en dejarte
harto que agradecer tengo al destino.



Manuel del Palacio

A un reo

-- de Manuel del Palacio --

Odio, miseria, estupidez, codicia,
Pusieron el puñal entre tus manos,
Y por lavar tu crimen los humanos
Otro cometen que tu juez inicia.

— ¡La sangre pide sangre! en su malicia
Gritan los que blasonan de cristianos,
Y fuertes con el débil y tiranos
Muerte le dan con bárbara delicia.

¡Tú al patíbulo vas! Cortejo impío
Sigue tus huellas y á admirar se lanza
Ese cuadro patético y sombrío:

Reo, ¡valor, dulzura y esperanza!
Dios perdona del hombre el desvarío,
Y allí es justicia lo que aquí venganza!



César Vallejo

Trilce: XXVIII

-- de César Vallejo --

He almorzado solo ahora, y no he tenido
madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua,
ni padre que, en el facundo ofertorio
de los choclos, pregunte para su tardanza
de imagen, por los broches mayores del sonido.

Cómo iba yo a almorzar. Cómo me iba a servir
de tales platos distantes esas cosas,
cuando habráse quebrado el propio hogar,
cuando no asoma ni madre a los labios.
Cómo iba yo a almorzar nonada.

A la mesa de un buen amigo he almorzado
con su padre recién llegado del mundo,
con sus canas tías que hablan
en tordillo retinte de porcelana,
bisbiseando por todos sus viudos alvéolos;
y con cubiertos francos de alegres tiroriros,
porque estánse en su casa. Así, ¡qué gracia!
Y me han dolido los cuchillos
de esta mesa en todo el paladar.

El yantar de estas mesas así, en que se prueba
amor ajeno en vez del propio amor,
torna tierra el brocado que no brinda la
MADRE,
hace golpe la dura deglución; el dulce,
hiel; aceite funéreo, el café.

Cuando ya se ha quebrado el propio hogar,
y el sírvete materno no sale de la
tumba,
la cocina a oscuras, la miseria de amor.



Diego de Torres Villarroel

Engulle el poderoso rica sopa

-- de Diego de Torres Villarroel --

Engulle el poderoso rica sopa
cuando a mí me contenta una zurrapa;
y siendo el mundo dilatado mapa
le parece a su vicio estrecha copa.

Con bordada, sutil y blanda ropa
el barro humano diligente tapa;
y a mí me envuelve miserable capa
y un negro camisón de ruda estopa.

Ostenta a todos la gotosa tripa
y puede ser el que mejor me sepa
a mí la sucia bota que a él su pipa.

De la humana miseria huyendo trepa;
pero, por más que puja, anda y ahipa,
todos somos racimos de una cepa.



Emilio Bobadilla

Cromatismo de un campamento

-- de Emilio Bobadilla --

¡Embriaguez de homicidios, bíblicos cautiverios;
aldeas incendiadas, esteparias dehesas,
combates cuerpo a cuerpo hasta en los cementerios;
las viviendas, los árboles no son sino pavesas!

A los muertos reemplazan batallones compactos;
ahí va la teoría de cañones y tanques;
de lejos no son hombres, parecen artefactos
que muévense a intervalos por oscuros arranques.

¡Miseria, podredumbre, lamentaciones, gritos;
con la oración confúndese del soldado el conjuro;
sanguijuelas y chinches y piojos y mosquitos...

—Plasticidad polícroma de la brutal contienda...—
Y de estas hecatombes sacará en lo futuro
la Epica su énfasis, su nimbo la Leyenda!



Emilio Bobadilla

El caballo de Atila

-- de Emilio Bobadilla --

En cañón se transforma, de repente, el arado;
la metralla derriba reliquias venerables
—monumentos artísticos de glorioso pasado—
y en las ciudades entran las hienas implacables.

Se pierden en los campos las fértiles cosechas;
los pensiles se mueren de nostalgia de riego;
resquebrajan los muros de los templos las brechas,
y no encuentran las aves para cantar sosiego.

Desolación y ruina, orfandad y miseria;
en hospital de sangre conviértese el museo;
todo es dolor y lágrimas, confusión y laceria,

incendio, asesinatos, violaciones, saqueos...
Y el blando tintineo de la vacuna esquila
se apaga en el relincho del caballo de Atila.



Emilio Bobadilla

La hierba mala

-- de Emilio Bobadilla --

Bajo el agua y la nieve gimen en las trincheras
de reúma y de anquilosis los míseros soldados;
y con graznido lúgubre las aves agoreras
promulgan el fin hórrido de dramas ignorados.

Solitarios los pueblos, llenos los hospitales
—amputación de piernas y brazos a porrillo—;
en los campos miseria, luto en las capitales;
las iglesias en llamas y saqueado el castillo.

Ni la nieve, ni el agua, ni el dolor, ni la ruina
a tu ambición y tu odio, hombre cruel, ponen freno;
que en ti demoledora propensión predomina.

Exterminar al hombre tu sevicia no espere.
¿A la verdad acaso eres, di, tan ajeno
que no ves que eres malo y lo malo no muere?



Arturo Borja

Vas Lacrimae

-- de Arturo Borja --

Para Alfonso Aguirre

La pena La melancolía
La tarde siniestra y sombría
La lluvia implacable y sin fin
La pena La melancolía
La vida tan gris y tan ruin.
¡La vida, la vida, la vida!
La negra miseria escondida
royéndonos sin compasión
y la pobre juventud perdida
que ha perdido hasta su corazón.
¿Por qué tengo, Señor, esta pena
siendo tan joven como soy?
Ya cumplí lo que tu ley ordena:
hasta lo que no tengo, lo doy



Julián del Casal

confidencia

-- de Julián del Casal --

¿por qué lloras, mi pálida adorada
y doblas la cabeza sobre el pecho?
una idea me tiene torturada
y siento el corazón pedazos hecho.
Dímela: ¿no te amaron en la vida?
¡nunca! si mientes, permanezco seria.
Pues oye: sólo tuve una querida
que me fue siempre fiel, ¿quién? la miseria.



Julián del Casal

tras una enfermedad

-- de Julián del Casal --

Ya la fiebre domada no consume
el ardor de la sangre de mis venas,
ni el peso de sus cálidas cadenas
mi cuerpo débil sobre el lecho entume.
Ahora que mi espíritu presume
hallarse libre de mortales penas,
y que podrá ascender por las serenas
regiones de la luz y del perfume,
haz, ¡oh, dios!, que no vean ya mis ojos
la horrible realidad que me contrista
y que marche en la inmensa caravana,
o que la fiebre, con sus velos rojos,
oculte para siempre ante mi vista
la desnudez de la miseria humana.



Julián del Casal

inquietud

-- de Julián del Casal --

Miseria helada, eclipse de ideales,
de morir joven triste certidumbre,
cadenas de oprobiosa servidumbre,
hedor de las tinieblas sepulcrales.
Centelleo de vívidos puñales
blandidos por ignara muchedumbre,
para arrojarnos desde altiva cumbre
hasta el fondo de infectos lodazales;
ante nada mi paso retrocede,
pero aunque todo riesgo desafío,
nada mi corazón perturba tanto,
como pensar que un día darme puede
todo lo que hoy me encanta, amargo hastío,
todo lo que hoy me hastía, dulce encanto.



Pablo Neruda

la bandera

-- de Pablo Neruda --

Levántate conmigo.
Nadie quisiera
como yo quedarse
sobre la almohada en que tus párpados
quieren cerrar el mundo para mí.
Allí también quisiera
dejar dormir mi sangre
rodeando tu dulzura.
Pero levántate,
tú, levántate,
pero conmigo levántate
y salgamos reunidos
a luchar cuerpo a cuerpo
contra las telarañas del malvado,
contra el sistema que reparte el hambre,
contra la organización de la miseria.
Vamos,
y tú, mi estrella, junto a mí,
recién nacida de mi propia arcilla,
ya habrás hallado el manantial que ocultas
y en medio del fuego estarás
junto a mí,
con tus ojos bravíos,
alzando mi bandera.



Pablo Neruda

la pobreza

-- de Pablo Neruda --

La pobreza
ay no quieres,
te asusta
la pobreza,
no quieres
ir con zapatos rotos al mercado
y volver con el viejo vestido.
Amor, no amamos,
como quieren los ricos,
la miseria. Nosotros
la extirparemos como diente maligno
que hasta ahora ha mordido el corazón del hombre.
Pero no quiero
que la temas.
Si llega por mi culpa a tu morada,
si la pobreza expulsa
tus zapatos dorados,
que no expulse tu risa que es el pan de mi vida.
Si no puedes pagar el alquiler
sal al trabajo con paso orgulloso,
y piensa, amor, que yo te estoy mirando
y somos juntos la mayor riqueza
que jamás se reunió sobre la tierra.



José Tomás de Cuellar

El viento de la noche

-- de José Tomás de Cuellar --

OYES? Ya baja á nuestro espacio umbrío
De las etéreas salas
El viento de la noche rudo y frío
Rasgando nubes con sus negras alas.

Oyes? Como rumor de tristes voces....
Ecos de llanto, vuelos de suspiros....
Como tropel de ayes.... Como voces
De incomprensibles y volubles jiros....

Es que el viento recoje con empeño
Escorias de dolor, restos de llanto,
En la hora del sueño,
En que por bien de Dios se olvida tanto.

Es que el viento, divino mensajero
De la morada pía,
Barre el valle de lágrimas entero;
Pues si la aurora del risueño día
Viera tanta miseria.... No saldría.



José Tomás de Cuellar

La caridad (I)

-- de José Tomás de Cuellar --

HUMILLAR con la dádiva al que pide,
Dar con alarde ó con desdén al pobre,
Tan solo es vanidad.
Dar por que sepan que se dá y contarlo,
Publicar la miseria y los favores
Es soberbia no más.
Pero dar con sigilo y ocultarse,
Sorprender al que sufre y conmoverse
Su pena al consolar.
Hacer el bien como deber, sin cálculo.
Sintiendo amor por el que sufre y llora,
Esa es la caridad.



José Tomás de Cuellar

Los desgraciados

-- de José Tomás de Cuellar --

SI en las tranquilas horas de la tarde,
Del viento en el monótono sonar,
Oís entre las hojas de los árboles,
Gemir ó suspirar,

Y os parece ilusión de los sentidos
Y que es rumor de hojas nada más;
Pensad en los que lloran en el mundo
Con angustioso afán,

Y sabréis como el viento ha arrebatado
Al tedio, á la miseria, á la orfandad,
Esas notas tristísimas que suenan
Allá en la soledad.

Si os asomais al cristalino arroyo
En una hora de calma y de soláz,



Gabriela Mistral

coplas

-- de Gabriela Mistral --

Todo adquiere en mi boca
un sabor persistente de lágrimas;
el manjar cotidiano, la trova
y hasta la plegaria.
Yo no tengo otro oficio
después del callado de amarte,
que este oficio de lágrimas, duro,
que tú me dejaste.
¡Ojos apretados
de calientes lágrimas!,
¡boca atribulada y convulsa,
en que todo se me hace plegaria!
¡tengo una vergüenza
de vivir de este modo cobarde!
¡ni voy en tu busca
ni consigo tampoco olvidarte!
un remordimiento me sangra
de mirar un cielo
que no ven tus ojos,
¡de palpar las rosas
que sustenta la cal de tus huesos!
¡carne de miseria,
gajo vergonzante, muerto de fatiga,
que no baja a dormir a tu lado,
que se aprieta, trélmulo,
al impuro pezón de la vida!



Garcilaso de la Vega

SONETO IV

-- de Garcilaso de la Vega --

Un rato se levanta mi esperanza:
mas, cansada de haberse levantado,
torna a caer, que deja, mal mi grado,
libre el lugar a la desconfianza.

¿Quién sufrirá tan áspera mudanza
del bien al mal? ¡Oh corazón cansado!
Esfuerza en la miseria de tu estado;
que tras fortuna suele haber bonanza.

Yo mesmo emprenderé a fuerza de brazos
romper un monte, que otro no rompiera,
de mil inconvenientes muy espeso.

Muerte, prisión no pueden, ni embarazos,
quitarme de ir a veros, como quiera,
desnudo espirtu o hombre en carne y hueso.



Garcilaso de la Vega

SONETO XV

-- de Garcilaso de la Vega --

Si quejas y lamentos pueden tanto,
que enfrenaron el curso de los ríos,
y en los diversos montes y sombríos
los árboles movieron con su canto;

si convertieron a escuchar su llanto
los fieros tigres, y peñascos fríos;
si, en fin, con menos casos que los míos
bajaron a los reinos del espanto,

¿por qué no ablandará mi trabajosa
vida, en miseria y lágrimas pasada,
un corazón conmigo endurecido?

Con más piedad debría ser escuchada
la voz del que se llora por perdido
que la del que perdió y llora otra cosa.



Garcilaso de la Vega

Si quejas y lamentos pueden tanto

-- de Garcilaso de la Vega --

Si quejas y lamentos pueden tanto,
que enfrenaron el curso de los ríos,
y en los diversos montes y sombríos
los árboles movieron con su canto;

si convertieron a escuchar su llanto
los fieros tigres, y peñascos fríos;
si, en fin, con menos casos que los míos
bajaron a los reinos del espanto,

¿por qué no ablandará mi trabajosa
vida, en miseria y lágrimas pasada,
un corazón conmigo endurecido?

Con más piedad debría ser escuchada
la voz del que se llora por perdido
que la del que perdió y llora otra cosa.



Garcilaso de la Vega

Un rato se levanta mi esperanza

-- de Garcilaso de la Vega --

Un rato se levanta mi esperanza:
mas, cansada de haberse levantado,
torna a caer, que deja, mal mi grado,
libre el lugar a la desconfianza.

¿Quién sufrirá tan áspera mudanza
del bien al mal? ¡Oh corazón cansado!
Esfuerza en la miseria de tu estado;
que tras fortuna suele haber bonanza.

Yo mesmo emprenderé a fuerza de brazos
romper un monte, que otro no rompiera,
de mil inconvenientes muy espeso.

Muerte, prisión no pueden, ni embarazos,
quitarme de ir a veros, como quiera,
desnudo espiritu o hombre en carne y hueso.



Hernando de Acuña

Pareciéndome flores los abrojos

-- de Hernando de Acuña --

Pareciéndome flores los abrojos,
teniendo por atajo un gran rodeo,
corrí tras la esperanza y el deseo,
dejada la razón por los antojos;

mas la miseria humana y sus enojos
me mostraron en fin mi devaneo
de suerte que, no viendo, ahora veo,
que, yendo a despeñarme, abrí los ojos.

Desde entonces quedé considerando
de cuán débil materia era el cimiento
donde fundé mil pensamientos vanos;

y esfuerza mi flaqueza, procurando
seguir con obras al entendimiento,
mas, señor don Martín, somos humanos.



Hernando de Acuña

Pastora en quien mostrar quiso natura

-- de Hernando de Acuña --

Pastora en quien mostrar quiso natura,
a la miseria de este bajo suelo,
la más cierta señal del bien del cielo
y un claro sol en la tiniebla oscura,

si pastoral ingenio a tanta altura
pudiese levantar su corto vuelo,
que cantase Damón cuanto consuelo
es verte y no te ver cuál desventura,

desde el un polo al otro se sabría
que no yo solo, más cualquier que ausente
de tu presencia vive, oh Galatea,

debe sentir la misma pasión mía,
pues sola en ti se halla juntamente
cuanto bien se procura y se desea.



Salvador Díaz Mirón

A Piedad

-- de Salvador Díaz Mirón --

Llegas a mí con garbo presumido,
tierna y gentil. ¡Cuán vario es el orgullo!
Ostenta en el león crin y rugido,
y en la paloma tornasol y arrullo.

Brillas y triunfas, y a carnal deseo
cierras la veste con seguro alarde,
y en el fulgor de tu mirada veo
sonreír al lucero de la tarde.

Hay minutos de gracia, que suspenden
el dolor con alivio soberano,
que de la paz divina se desprenden
para cruzar el infortunio humano.

Virtud celeste a la miseria mía
viene contigo, y en el antro asoma
y entra y cunde como una melodía,
como una claridad, como un aroma.

Al triste impartes, como buena maga,
tregua feliz, y en dulce desconcierto,
bendigo por el bálsamo la llaga
y amo por el oasis el desierto.

Y me vuelvo a mi cítara y la enfloro
y la pulso, y el son que arranco a ella
se va, tinto en la púrpura y el oro
del puesto sol, a la primera estrella.



Salvador Díaz Mirón

A un jornalero

-- de Salvador Díaz Mirón --

Lírica gracia exorna y ennoblece
¡oh proletario! Tu mansión mezquina:
el tiesto con la planta que florece,
la jaula con el pájaro que trina.

Sospechoso el tugurio no parece,
Cuando hay en él, como señal divina,
El tiesto con la planta que florece,
La jaula con el pájaro que trina.

¡Lúgubre la morada que guarece
miseria que no luce, por mohína,
el tiesto con la planta que florece,
la jaula con el pájaro que trina.!

¡Siniestro el pobre que de hogar carece,
o a su triste refugio no destina
el tiesto con la planta que florece,
la jaula con el pájaro que trina.



Vicente Huidobro

Hija

-- de Vicente Huidobro --

Tengo tu rostro entre las manos
oh aire dulce retrato de aire
anillo del mundo y del pasado
tu rostro de silencio
rostro de lámpara tierna
con qué facilidad te formas en mis ojos
como vuelves alegrando la negrura.

Miseria del recuerdo
en el umbral del frío la selva se hace sueño
se desprenden las hojas
se mueren las miradas gota a gota.



Mariano José de Larra

Las miserias del hombre

-- de Mariano José de Larra --

Las miserias del hombre
canta Talidio;
y yo al oírle, todas
ya las olvido.

Porque es entre ellas
el escuchar su canto
mayor miseria.



Mario Benedetti

hombre que mira la luna

-- de Mario Benedetti --

Es decir la miraba porque ella
se ocultó tras el biombo de nubes
y todo porque muchos amantes de este mundo
le dieron sutilmente el olivo
con su brillo reticente la luna
durante siglos consiguió transformar
el vientre amor en garufa cursilínea
la injusticia terrestre en dolor lapizlázuli
cuando los amantes ricos la miraban
desde sus tedios y sus pabellones
satelizaba de lo lindo y oía
que la luna era un fenómeno cultural
pero si los amantes pobres la contemplaban
desde su ansiedad o desde sus hambrunas
entonces la menguante entornaba los ojos
porque tanta miseria no era para ella
hasta que una noche casualmente de luna
con murciélagos suaves con fantasmas y todo
esos amantes pobres se miraron a dúo
dijeron no va más al carajo selene
se fueron a su cama de sábanas gastadas
con acre olor a sexo deslunado
su camanido de crujiente vaivén
y libres para siempre de la luna lunática
fornicaron al fin como dios manda
o mejor dicho como dios sugiere.



Mario Benedetti

pobre dios

-- de Mario Benedetti --

Es imposible estar seguro
pero tal vez sea dios todo el silencio
que queda de los hombres
es imposible estar seguro
pero acaso dios sea
la soledad total
irrevocable
más grave que la tuya
o que la mía
por lo menos más grave que la mía
que es soledad tan sólo
cuando el viejo crepúsculo me mira
como un toro furioso
y yo no tengo a mano
tus sabios labios para
olvidarme ele todo lo que temo
es imposible estar seguro
ah pero en ese caso
pobre dios qué tristeza
debe ser su tristeza
pobre dios
si una ver descendiera
a asir nuestra miseria
y respirara por unas pocas horas
el incesante miedo de la muerte
quizá mucho después
allá
solo y eterno
recordara esa tibia bocanada
como el único asueto
de su enorme
desolado infinito.



Mario Benedetti

en blanco y negro

-- de Mario Benedetti --

Los mendigos anónimos
vienen del cine mudo
posan en blanco y negro
en la mano extendida
en el platillo estéril
en la gorra tumbada
en el viejo estribillo
en el tango que narra
de chanfle la miseria
está toda la historia
esa que no sabemos
los mendigos anónimos
antes tenían nombres
y memoria y subtítulos



Mario Benedetti

defensa de la alegría

-- de Mario Benedetti --

A trini
defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos
defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias
defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres
defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa
defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría



Rosalía de Castro

Con ese orgullo de la honrada y triste

-- de Rosalía de Castro --

Con ese orgullo de la honrada y triste
Miseria resignada a sus tormentos,
La virgen pobre su canción entona
En el mísero y lóbrego aposento,
Y mientras ella suspira murmura a sus oídos
Otra voz: «No seas tonta;

Entre plumas y rosas descansemos,
Que hallo mejor anticipar los goces
De la gloria en la tierra, y que impaciente
Por ti aguarde el infierno;
El infierno a quien vence el que ha pecado
Con su arrepentimiento.
¡Bien hayas tú, la que el placer apuras,
Y tú pobre y ascética mal hayas!
La vida es breve, el porvenir obscuro,
Cierta la muerte, y venturosa aquella
Que en vez de sueños realidades ama.»

Ella, triste, de súbito suspira
Interrumpiendo su cantar, y bañan,



Rosalía de Castro

Yo en mi lecho de abrojos

-- de Rosalía de Castro --

«Yo en mi lecho de abrojos,
Tú en tu lecho de rosas y de plumas,
Verdad dijo el que dijo que un abismo
Media entre mi miseria y tu fortuna.
Mas yo no cambiaría
Por tu lecho mi lecho,
Pues rosas hay que manchan y emponzoñan,
Y abrojos que a través de su aspereza
Nos conducen al cielo.»



Medardo Ángel Silva

En el umbral de la noche

-- de Medardo Ángel Silva --

Infinito deseo de alas,
continuas nostalgias de vuelo:
corazón mío que te exhalas
como grano de mirra al cielo.

Beso, rosa, mujer y lira:
ya sé la vanidad de todo;
sé de la sierpe que conspira
contra la estrella, desde el lodo;

de la penumbra en que su flecha
aguza deidad vengativa;
del ojo del caos que acecha
nuestra miseria fugitiva.

¡Oh, la ternura permanente
de caminar, ciego, en la sombra,
y el temor de ver de repente
la faz de la que no se nombra!

Aquella angustia deliciosa
de esperar —sin hora ni día—
a la Emperatriz Silenciosa
que viene en la barca sombría.

¡Pues la fatal Guadañadora
tan recatada y dulce llega,
que no se ve la Segadora,
sino la siega!...

Feliz quien hizo, sin saber,
la mísera ofrenda mortal:
pues no tuvo que conocer
la espantosa angustia final.

¡Bienaventurado el infante
de clara pupila serena,
que miró la vida un instante...
Y se retiró de la escena!

¡No conocieron la tortura
de temer lo que ha de llegar,
este dolor, esta amargura
de esperar siempre, de esperar!



Nicanor Parra

ahora que ya revelé mi secreto

-- de Nicanor Parra --

Ahora que ya revelé mi secreto
quisiera despedirme de todos ustedes
en total armonía conmigo mismo
con un abrazo bien apretado
por haber llevado a feliz término
la misión que el señor me encomendó
cuando se me apareció en sueños
hace la miseria de 22 años
juro que no le guardo rencor a nadie
ni siquiera a los que pusieron en duda mi virilidad
sepan esos reverendos señores
que soy un hombre totalmente normal
y perdonen si me he expresado en lengua vulgar
es que esa es la lengua de la gente.



Al Santísimo nombre de Jesús

-- de Juan Díaz Rengifo --

Sagrado Redentor, y dulce Esposo,
peregrino, y supremo rey del cielo,
camino celestial, firme consuelo,
amado Salvador, Jesús gracioso:

Prado ameno, apacible, deleitoso,
fino rubí engastado, fuego en hielo,
divino amor, paciente y santo celo,
dechado perfectísimo y glorioso:

Muestra de amor y caridad subida
diste, Señor, al mundo haciéndoos hombre,
tierra pobre, y humilde a vos juntando,

Venistes hombre, y Dios, amparo y vida,
nuestra vida y miseria mejorando;
encierra tal grandeza tal renombre.



Juan Nicasio Gallego

A Zaragoza

-- de Juan Nicasio Gallego --

Viendo el tirano que el valor ferviente
domar no puede del león de España,
ni el lazo odioso de coyunda extraña
dobla el fuerte Aragón la invicta frente,

y juró cruel venganza, y de repente
se hundió en el Orco, y con horrible saña
del reino oscuro que Aqueronte baña
alzó en su ayuda la implacable gente.

De allí el desmayo y la miseria adusta,
de allí la ardiente sed, la destructora
fiebre salieron y el contagio inmundo.

Ellos domaron la ciudad augusta;
no el hierro, no el poder. ¡Decanta ahora
tu triunfo, oh Corso, y tu valor al mundo!



Julio Herrera Reissig

La procesión

-- de Julio Herrera Reissig --

El señor Cura, impuesto de sus oros sagrados,
Acaudilla el piadoso rebaño serraniego;
En voz alta exorciza los demonios, y luego
Salpica de agua santa las siembras y los prados.

Corean cien ladridos la procesión. Por grados,
Las músicas naufragan en el ancho sosiego...
Todo vuelve al divino mutismo solariego:
Gentes, rebaños, eras, parroquias y collados.

La emoción del crepúsculo pesa solemnemente.
Pájaros en triángulo vuelan sobre el torrente...
De cuando en cuando gime con unción oportuna,

La inválida miseria de un viejo carricoche...
Todo es grave. El castillo encantado de luna,
Llena de cuentos de hadas los campos y la noche.



Julio Herrera Reissig

el consejo

-- de Julio Herrera Reissig --

El astrónomo, el vate y el mentor se han reunido...
La montaña recoge la polémica agreste;
y en el aire sonoro de campana celeste,
las tres voces retumban como un solo latido.

Conjeturan fiebrosos del principio escondido...
Luego el mago predice la miseria y la peste;
el poeta improvisa, mientras, vuelto al oeste,
el astrónomo anuncia que en hispania ha llovido.

Ebrios de la divina majestad del tramonto,
los discursos se agravan.,. Es ya noche. De pronto,
arde en fuga una estrella... Interrogan sus rastros

cual mil ojos abiertos al enigma infinito:
se hace triple el silencio del consejo erudito...
Dedos entre la sombra se alzan hacia los astros.



Evaristo Carriego

La viejecita

-- de Evaristo Carriego --

Sobre la acera, que el sol escalda,
doblado el cuerpo — la cruz obliga —
lomo imposible, que es una espalda
desprecio y sobra de la fatiga,
pasa la vieja, la inconsolable,
la que es, apenas, un desperdicio
del infortunio, la lamentable
carne cansada de sacrificio.
La viejecita, la que se siente
un sedimento de la materia,
deshecho inútil, salmo doliente
del Evangelio de la Miseria.
Luz de pesares, propios o ajenos,
sobre la pena de su faz mustia
dejan estigmas, de dolor llenos,
entristeciendo su misma angustia;
su misma angustia que ha compartido,
como el mendrugo que no la sacia,
con esa niña que ha recogido,



Evaristo Carriego

Los lobos

-- de Evaristo Carriego --

Una noche de invierno, tan cruda
que se fué del portal la Miseria,
y en sus camas de los hospitales
lloraron al hijo las madres enfermas,
con el frío del Mal en el alma
y el ardor del ajenjo en las venas,
tras un hosco silencio de angustias,
un pobre borracho cantó en la taberna:

— Compañero: no salgas, presiento
algo raro y ostil en la acera.
... La invadieron aullando los lobos...
Asómate, hermano. ¡La calle está llena!

Son los mismos que espían tu paso
en la sombra sin fin de tu senda,
los que en sórdidas tropas se anuncian
y en horas horribles arañan la puerta...



Fernando de Herrera

Quién debe, sino yo, acabar el llanto

-- de Fernando de Herrera --

¿Quién debe, sino yo, acabar el llanto;
que de mis esperanzas derribado,
me veo en tal miseria y apartado
de aquella luz que ausente alabo y canto?

Mi alma no soporta pesar tanto,
y el nudo que la estrecha desatado,
ligera ira con vuelo acelerado,
sin descansar siguiendo su ardor santo.

Si esta indigna corteza la retarda,
y lenta engaña el gozo de su gloria,
corta, Amor, corta presto el flaco aliento;

que sólo el bien que en mi dolor me guarda,
por la vida que pierdo tal victoria
dará, que en precio exceda a mi tormento.



Francisco de Quevedo

parnaso español 27

-- de Francisco de Quevedo --

Esta miseria, gran señor, honrosa,
de la humana ambición alma dorada;
esta pobreza ilustre acreditada,
fatiga dulce y inquietud preciosa;
este metal de la color medrosa
y de la fuerza contra todo osada
te vuelvo: que alta dádiva envidiada
enferma la fortuna más dichosa.
Recíbelo, nerón; que, en docta historia,
más será recibirlo que fue darlo,
y más seguridad en mí el volverlo:
pues juzgarán, y te será más gloria,
que diste oro a quien supo despreciarlo
para mostrar que supo merecerlo.



Francisco Sosa Escalante

Carmen

-- de Francisco Sosa Escalante --

No hay en la tumba que te guarda, flores;
Tu nombre nada más, casi borrado,
Recuerda al caminante descuidado
El término fatal de tus amores.

Del sol á los postreros resplandores
Evocando memorias, he llegado
Sin saberlo hasta aquí, y he recordado
¡Oh Cármen! tus hechizos seductores

Ya todos te olvidaron; fuiste un dia,
Cármen hermosa, la gentil sultana
A quien la alegre juventud rendia

Tributo por su gracia soberana,
Y hoy que descansas en la tumba fria
Ya nadie piensa en tí; ¡miseria humana!



Francisco Sosa Escalante

¿Por qué? (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

La gloria, y el poder, y la grandeza,
Todo pasa veloz, y todo en suma
No es sino pompa de argentada espuma
Que pierde en un instante su belleza.

Tras los halagos del placer, tristeza;
En pos del fausto la miseria abruma
Cual tras radiante sol llega la bruma;
Lo prescribe en su ley Naturaleza.

Si nadie vence al implacable olvido
Cuando desata su tormenta insana
Y al hombre envuelve en su tiniebla fria,

¿Por qué de orgullo y vanidad henchido
En ostentar el hombre así se afana
Poder y gloria y esplendor de un dia?



Clemente Althaus

Al Perú

-- de Clemente Althaus --

No tanto el rico abono te insolente
que hoy tan famosa te hace cual ya el oro,
que no es eterno, oh patria, tal tesoro
y su fin aceleras imprudente.

De haberlo poseído vanamente
te ha de quedar entonces el desdoro,
y la miseria y el inútil lloro
del que en hora tardía se arrepiente.

Que, aunque mil fuentes de riqueza tienes,
todas por ésta tu confianza olvida,
con que justo será que luego penes:

Teme que cuenta el Creador te pida
de tantos raros malogrados bienes
de que indigna la tierra te apellida.



Clemente Althaus

Ansia del cielo

-- de Clemente Althaus --

Tal vez el cielo, que por noble patria
confiesa el alma, y sin cesar la llora,
doloroso contemplo y pensativo,
desde este triste valle de miseria
do prisionero vivo;
cual desde orilla mora,
en encendidas lágrimas deshecho,
mirar solía el Español cautivo
os verdes campos de su dulce Iberia,
al otro lado del hercúleo estrecho;
y, cual sus lazos destrozar ansiaba
para volver nadando a sus hogares,
las cadenas romper de la materia
así entonces anhela el alma esclava,
desnudándose fuerte
del natural espanto de la muerte.



Ramón López Velarde

La ascensión y la asunción

-- de Ramón López Velarde --

Vive conmigo no sé qué mujer
invisible y perfecta, que me encumbra
en cada anochecer y amanecer.

Sobre caricaturas y parodias,
enlazado mi cuerpo con el suyo,
suben al cielo como dos custodias...

Dogma recíproco del corazón:
y ser por virtud ajena y virtud propia,
a un tiempo la Ascención y la Asunción!

Su corazón de niebla y teología,
abrochado a mi rojo corazón,
traslada, en una música estelar,
el Sacramento de la Eucaristía.

Vuela de incógnito el fantasma de yeso,
y cuando salimos del fin de la atmósfera
me da medio perfil para su diálogo
y un cuarto de perfil para su beso...

Dios, que me ve que sin mujer no atino
en lo pequeño ni en lo grande, dióme
de ángel guardián un ángel femenino.

¡Gracias, Señor, por el inmenso don
que transfigura en vuelo la caída,
juntando, en la miseria de la vida,
a un tiempo la Ascensión y la Asunción!



Roberto Juarroz

desbautizar el mundo

-- de Roberto Juarroz --

Desbautizar el mundo,
sacrificar el nombre de las cosas
para ganar su presencia.
El mundo es un llamado desnudo,
una voz y no un nombre,
una voz con su propio eco a cuestas.
Y la palabra del hombre es una parte de esa voz,
no una señal con el dedo,
ni un rótulo de archivo,
ni un perfil de diccionario,
ni una cédula de identidad sonora,
ni un banderín indicativo
de la topografía del abismo.
El oficio de la palabra,
más allá de la pequeña miseria
y la pequeña ternura de designar esto o aquello,
es un acto de amor: crear presencia.
El oficio de la palabra
es la posibilidad de que el mundo diga al mundo,
la posibilidad de que el mundo diga al hombre.
La palabra: ese cuerpo hacia todo.
La palabra: esos ojos abiertos.



Roberto Juarroz

hay que caer y no se puede elegir dónde

-- de Roberto Juarroz --

Hay que caer y no se puede elegir dónde.
Pero hay cierta forma del viento en los cabellos,
cierta pausa del golpe,
cierta esquina del brazo
que podemos torcer mientras caemos.
Es tan sólo el extremo de un signo,
la punta sin pensar de un pensamiento.
Pero basta para evitar el fondo avaro de unas manos
y la miseria azul de un dios desierto.
Se trata de doblar algo más que una coma
en un texto que no podemos corregir.



Rubén Darío

Mientras tenéis, oh negros corazones

-- de Rubén Darío --

Ientras tenéis, oh negros corazones!,
conciliábulos de odio y de miseria,
el órgano de Amor riega sus sones.
Cantan: oid: «La vida es dulce y seria».

Para ti, pensador meditabundo,
pálido de sentirte tan divino,
es más hostil la parte agria del mundo.
Pero tu carne es pan, tu sangre es vino.



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