Buscar Poemas con Miedo


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Se han encontrado 85 poemas con la palabra miedo

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Marilina Rébora

miedo a la vida

-- de Marilina Rébora --

Miedo a la vida
tengo miedo, señor, pero no de la noche,
tampoco de la sombra, menos de la tiniebla;
es miedo de la aurora refulgente derroche
como miedo del mundo, cuando el mundo se puebla.
Tengo miedo, señor, no por valerme sola
ni por triste aislamiento o apartado retiro,
tengo miedo a la gente, a la imponente ola,
el vaivén de los seres en asfixiante giro.
Tengo miedo, señor, de enfrentarme a la vida
con tantas exigencias, compromisos, deberes;
de no cumplir contigo, no ser agradecida,
dejándome llevar de errados procederes.
Y temiendo en el día naturales contiendas,
te ruego: oye mi voz para que me defiendas.

Poema miedo a la vida de Marilina Rébora con fondo de libro

César Vallejo

me da miedo ese chorro

-- de César Vallejo --

xxvii
me da miedo ese chorro,
buen recuerdo, señor fuerte, implacable
cruel dulzor. Me da miedo.
Esta casa me da entero bien, entero
lugar para este no saber dónde estar.
No entremos. Me da miedo este favor
de tornar por minutos, por puentes volados.
Yo no avanzo, señor dulce,
recuerdo valeroso, triste
esqueleto cantor.
Qué contenido, el de esta casa encantada,
me da muertes de azogue, y obtura
con plomo mis tomas
a la seca actualidad.
El chorro que no sabe a cómo vamos,
dame miedo, pavor.
Recuerdo valeroso, yo no avanzo.
Rubio y triste esqueleto, silba, silba.

Poema me da miedo ese chorro de César Vallejo con fondo de libro

Roberto Juarroz

el corazón más plano de la tierra

-- de Roberto Juarroz --

El corazón más plano de la tierra,
el corazón más seco,
me mostró su ternura.
Y yo tuve vergüenza de la mía.
Tuve vergüenza de los himnos largos,
de las constelaciones derramadas,
de los gestos nupciales y espumosos,
de las escarapelas del amor,
de los amaneceres desplomados.
Y también tuve miedo.
Miedo de las palabras que no cantan,
miedo de las imágenes que sobran
cuanto tanto ser falta,
miedo de los roedores que se baten
en la iglesia vacía,
miedo de las habitaciones bautismales
que se llenan de águilas.
El corazón más plano de la tierra
me hizo aprender el salto en el abismo
de una sola mirada.

Poema el corazón más plano de la tierra de Roberto Juarroz con fondo de libro

Amado Nervo

por miedo

-- de Amado Nervo --

La dejé marcharse sola...
Y, sin embargo, tenía
para evitar mi agonía
la piedad de una pistola.
¿Por qué no morir? pensé.
¿Por qué no librarme desta
tortura? ¿ya qué me resta
despúés que ella se me fue?
pero el resabio cristiano
me insinuó con voces graves:
¡pobre necio, tú que sabes!
y paralizó mi mano.
Tuve miedo..., Es la verdad;
miedo, sí, de ya no verla,
miedo inmenso de perderla
por toda una eternidad.
Y preferí, no vivir,
que no es vida la presente,
sino acabar lentamente,
lentamente, de morir.



César Vallejo

Trilce: XXVII

-- de César Vallejo --

Me da miedo ese chorro,
buen recuerdo, señor fuerte, implacable
cruel dulzor. Me da miedo.
Esta casa me da entero bien, entero
lugar para este no saber dónde estar.

No entremos. Me da miedo este favor
de tornar por minutos, por puentes volados.
Yo no avanzo, señor dulce,
recuerdo valeroso, triste
esqueleto cantor.

Qué contenido, el de esta casa encantada,
me da muertes de azogue, y obtura
con plomo mis tomas
a la seca actualidad.

El chorro que no sabe a cómo vamos,
dame miedo, pavor.
Recuerdo valeroso, yo no avanzo.
Rubio y triste esqueleto, silba, silba.



Dulce María Loynaz

el miedo

-- de Dulce María Loynaz --

No fue nunca.

Lo pensaste quizás
porque la luna roja bañó el cielo de sangre
o por la mariposa
clavada en el muestrario de cristal.
Pero no fue: los astros se engañaron...
Y se engañó el oído
pegado noche y día al muro del silencio,
y el ojo que horadaba la distancia...
¡El miedo se engañó!... Fue el miedo. El miedo
y la vigilia del amor sin lámpara...
No sucedió jamás:
jamás. Lo pareció por lo sesgado,
por lo fino y lo húmedo y lo obscuro...
Lo pareció tal vez de tal manera
que un instante la boca se nos llenó de tierra
como a los muertos...
¡Pero no fue!... ¡Ese día no existió
en ningún almanaque del mundo!...

De veras, no existió... La vida es buena.



Juan Ramón Jiménez

trascielo del cielo azul

-- de Juan Ramón Jiménez --

¡qué miedo el azul del cielo!
¡negro!
¡negro de día en agosto!
¡qué miedo!
¡qué espanto en la siesta ardiente!
¡negro!
¡negro en las rosas y el río!
¡qué miedo!
¡negro con sol en mi tierra
(¡negro!)
sobre las paredes blancas!
¡qué miedo!



César Vallejo

tengo un miedo terrible de ser un animal

-- de César Vallejo --

Tengo un miedo terrible de ser un animal
de blanca nieve, que sostuvo padre
y madre, con su sola circulación venosa,
y que, este día espléndido, solar y arzobispal,
día que representa así a la noche,
linealmente
elude este animal estar contento, respirar
y transformarse y tener plata.
Sería pena grande
que fuera yo tan hombre hasta ese punto.
Un disparate, una premisa ubérrima
a cuyo yugo ocasional sucumbe
el gonce espiritual de mi cintura.
Un disparate... En tanto,
es así, más acá de la cabeza de dios,
en la tabla de locke, de bacon, en el lívido pescuezo
de la bestia, en el hocico del alma.
Y, en lógica aromática,
tengo ese miedo práctico, este día
espléndido, lunar, de ser aquél, éste talvez,
a cuyo olfato huele a muerto el suelo,
el disparate vivo y el disparate muerto.
¡Oh revolcarse, estar, toser, fajarse,
fajarse la doctrina, la sien, de un hombro al otro,
alejarse, llorar, darlo por ocho
o por siete o por seis, por cinco o darlo
por la vida que tiene tres potencias.



Pablo Neruda

tengo miedo

-- de Pablo Neruda --

Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza
del cielo se abre como una boca de muerto.
Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidada en el fondo de un palacio desierto.
Tengo miedo. Y me siento tan cansado y pequeño
que reflejo la tarde sin meditar en ella.
(En mi cabeza enferma no ha .De caber un sueño
así como en el cielo no ha cabido una estrella).
Sin embargo en mis ojos una pregunta existe
y hay un grito en mi boca que mi boca no grita.
No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste
abandonada en medio de la tierra infinita!
se muere el universo de una calma agonía
sin la fiesta del sol o el crepúsculo verde.
Agoniza saturno como una pena mía,
la tierra es una fruta negra que el cielo muerde.
Y por la vastedad del vacío van ciegas
las nubes de la tarde, como barcas perdidas
que escondieran estrellas rotas en sus bodegas.
Y la muerte del mundo cae sobre mi vida.



Pablo Neruda

el miedo

-- de Pablo Neruda --

Todos me piden que dé saltos,
que tonifique y que futbole,
que corra, que nade y que vuele.
Muy bien.
Todos me aconsejan reposo,
todos me destinan doctores,
mirándome de cierta manera.
Qué pasa?
todos me aconsejan que viaje,
que entre y que salga, que no viaje,
que me muera y que no me muera.
No importa.
Todos ven las dificultades
de mis vísceras sorprendidas
por radioterribles retratos.
No estoy de acuerdo.
Todos pican mi poesía
con invencibles tenedores
buscando, sin duda, una mosca.
Tengo miedo.
Tengo miedo de todo el mundo,
del agua fría, de la muerte.
Soy como todos los mortales,
inaplazable.
Por eso en estos cortos días
no voy a tomarlos en cuenta,
voy a abrirme y voy a encerrarme
con mi más pérfido enemigo,
pablo neruda.



Virgencita

-- de Vicenta Castro Cambón --

Virgencita, no hace mucho que viajando una mañana
de tu gruta milagrosa los prodigios de una Hermana
refirióme y, conmovida por mi mal, me dijo así:
"Ve a la Virgen que los ojos te dará si se los pides";
Virgencita, Tú lo sabes y te ruego no lo olvides:
fué por miedo del milagro si a tu gruta no acudí.

Tuve miedo del milagro que mi fe me prometía,
sí, temí trocar las sombras por la clara luz del día.
Tuve miedo, Virgencita, Tú bien sabes el por qué.
Si a la gruta milagrosa donde vista hallan los ciegos
voy un día, Virgencita, no me escuches si en mis ruegos
otros ojos te pidiere que los ojos de la fe.



Alberti

ALGUIEN

-- de Alberti --

Alguien barre
y canta
y barre
(zuecos en la madrugada).
Alguien
dispara las puertas.
¡Qué miedo,
madre!
(¡Ay, los que en andas del viento,
en un velero a estas horas
vayan arando los mares!)
Alguien barre
y canta
y barre.
Algún caballo, alejándose,
imprime su pie en el eco
de la calle.
¡Qué miedo,
madre!
¡Si alguien llamara a la puerta!
¡Si se apareciera padre
con su túnica talar
chorreando!...
¡Qué horror,
madre!
Alguien barre
y canta
y barre.



Líber Falco

Días y noches: VII

-- de Líber Falco --

Aquel miedo, aquella idea:
"Los locos no descansan,
Ay mi madre, yo no duermo".
Aquella idea era locura.
Locura fue gran parte de mi vida.

¿Quién sabe que un día
mucho tiempo,
con dos trajes me vestía,
y que temblando de miedo
até a mi cuello,
aquella roja, gris, corbata mía?



Líber Falco

Última cita

-- de Líber Falco --

Ya por el aire navega tu memoria
y todo viene a mí como fue entonces.
Oh! sueño, ensueño, tiempo y tiempo
para siempre y siempre detenido.

Monstruosamente múltiple
se alza
se alzaba el mar sobre los malecones
mordiendo los costados de la tierra.
Y tú tuviste miedo, frío, amor tuviste.
Y amor hubo, miedo, amor, en nuestros corazones.

Cuando entonces por eso
se puebla el mar a tu conjuro
y un aire conocido dispone sus fantasmas,
y yo estoy solo, y la furia del mar puebla la tierra,
seres de niebla, blancos, se sientan a mi lado
y conmigo conversan como hermanos.

Luego vienes tú, flotando como harina.
Y silenciosa y blanca, fina y fría
vas diciendo tu nombre, hermana mía,
y en el aire derramas tu aire triste.

Mas, ya no basta tu nombre y su dulzura
cuando ahora, el recuerdo de todo me golpea.
Tú del mar venida, hecha de bruma acaso,
o de los sueños acaso rescatada,
vete y déjame solo.

Deja morir lo que ha muerto.
Lo que hemos dejado morir,
muerto de frío
del otro lado de sus sueños, sueña.
Del otro lado está, y para siempre,
en un aterdecer de mar y olvido.



Enrique Lihn

de todas las desesperaciones, la de la muerte tiene que ser la peor

-- de Enrique Lihn --

De todas las desesperaciones, la de la muerte tiene que ser la peor
ella y el miedo a morir, cruz y raya
cuando ya se puede pronosticar el día y la hora
hay una fea probabilidad de que el miedo a morir y ladesesperación de la muerte sean
normalmente inseparables como la uña y la carne
recuerdo a un amigo de otros años él huía de nochede su casa y del hospital
sin más salvoconducto que el que se daría a un condenadoen el infierno
se dejaba caer en casa de amigas que no compartían su amor porellas, condenadamente bellas
exigía con argumentos propios de la ciencia de la locura
que lo recibieran en esas casas como huésped estable
me parece ver cómo al final de esas conversaciones imposibles
era reconducido a su madriguera por las señoras y los esposos
en medio del gran silencio, él, el gnomo de la selva negra delamanecer
de vuelta a su anticasa
o al aeródromo de los hospitales para que no perdiera su vuelo.



Santiago Montobbio

memorial para mi único agravio

-- de Santiago Montobbio --

Memorial para mi único agravio
haber perdido la vida ya muy pronto,
y en cualquier esquina; haber sentido
cómo escapaba poco a poco
el agua de los ojos,
haber tenido tanto miedo y tanto frío
como para acabar siendo nada más
que miedo y frío. Haber tenido
sombra y garganta seca, haber
tenido o no haber tenido
y no haber sido nunca nada fuera de unos dedos,
no haber, no, no haber conseguido jamás salir
de esta ciudad oscura y siendo sólo
que de la derrota el heredero
únicamente arrepentirme por no haber compuesto,
cuando sobraba el tiempo, un poema que no tuviera
cristal en exceso, un poema sencillo y sin motivo
pero en el cual vaciara el agua su sentido
y que una vez enviado por el invisible correo de los huesos
pudieras para siempre ya tenerlo como olvidado amigo
o azulado perro que te diera
buenas noches con la irreprochable
puntualidad de las ausencias.



Andrés Eloy Blanco

Miedo

-- de Andrés Eloy Blanco --

La sombra de una duda sobre mí se levanta
cuando llega el arrullo de tu voz a mi oído;
miedo de conocerte; pero en el miedo hay tanta
pasión, que me parece que ya te he conocido.

Yo adiviné el misterio cantor de tu garganta.
¿Será que lo he soñado? Tal vez lo he presentido:
mujer cuando promete y nido cuando canta;
mentira en la promesa y abandono en el nido.

Quizá no conocernos fuera mejor; yo siento
cerca de ti el asalto de un mal presentimiento
que me pone en los labios una emoción cobarde.

Y si asoma a mis ojos la sed de conocerte,
van a ti mis audacias, mujer extraña y fuerte,
pero el amor me grita: -¡si has llegado muy tarde!



Andrés Eloy Blanco

Miedo (poema)

-- de Andrés Eloy Blanco --

La sombra de una duda sobre mí se levanta
cuando llega el arrullo de tu voz a mi oído;
miedo de conocerte; pero en el miedo hay tanta
pasión, que me parece que ya te he conocido.

Yo adiviné el misterio cantor de tu garganta.
¿Será que lo he soñado? Tal vez lo he presentido:
mujer cuando promete y nido cuando canta;
mentira en la promesa y abandono en el nido.

Quizá no conocernos fuera mejor; yo siento
cerca de ti el asalto de un mal presentimiento
que me pone en los labios una emoción cobarde.

Y si asoma a mis ojos la sed de conocerte,
van a ti mis audacias, mujer extraña y fuerte,
pero el amor me grita: -¡si has llegado muy tarde!



Anónimo

Romance de Valdovinos

-- de Anónimo --

Por los caños de Carmona,
por do va el agua a Sevilla.
Por ahí iba Valdovinos
y con él su linda amiga.
Los pies lleva por el agua
y la mano en la loriga',
con el temor de los moros
no le tuviesen espía.
Júntanse boca con boca,
nadie no los impedía.
Valdovinos, con angustia,
un suspiro dado había.
¿Por qué suspiráis, señor,
corazón y vida mía?
O tenéis miedo a los moros,
o en Francia tenéis amiga.
No tengo miedo a los moros,
ni en Francia tengo amiga.
Mas vos mora y yo cristiano
hacemos muy mala vida,
comemos la carne en viernes,
lo que mi ley defendía,
siete años había, siete,
que yo misa no la oía;
si el emperador lo sabe
la vida me costaría.
—Por tus amores, Valdovinos,
cristiana me tornaría.
Yo, señora, por los vuestros,
moro de la morería.



Miguel Unamuno

Satán

-- de Miguel Unamuno --

Pobre Satán! botado del escaño
del trono del Señor de las mercedes
tú que ablandar con lágrimas no puedes
el temple diamantino de tu daño.

Que no puedes llorar. Satán huraño,
preso del miedo único en las redes,
del miedo á la verdad, á que no cedes
pobre Satán, padre del desengaño!



Evaristo Carriego

En la sombra

-- de Evaristo Carriego --

Llegaba la noche con tono violento.
Llorando de miedo la tarde caía,
y, en hondas y abiertas prisiones, se oía
correr desbocados los potros del viento

Tomaba infinito contorno sangriento
el áspero traje que todo cubría.
Misterio en un símbolo negro reía,
mostrando en su risa terrible contento.

El Mal, desataba los monstruos del Vicio.
Marchaba un apóstol hacia el sacrificio...
Cantando sus grandes, sus fuertes ideales,

sus fuertes ideales cantando muy quedo...
Y, allá, amenazada por sombras fatales,
la tarde caía llorando de miedo...



Francisco de Quevedo

Salmo VI Quevedo

-- de Francisco de Quevedo --

¡Que llegue a tanto ya la maldad mía!
Aun Tú te espantarás, que tanto sabes,
eterno Autor del día,
en cuya voluntad están las llaves
del cielo y de la tierra.
Como que, porque sé por experiencia
de la mucha clemencia
que en tu pecho se encierra,
que ayudas a cualquier necesitado,
tan ciego estoy a mi mortal enredo,
que no te oso llamar, Señor, de miedo
de que querrás sacarme de pecado.
¡Oh baja servidumbre:
que quiero que me queme y no me alumbre
la Luz que la da a todos!
¡Gran cautiverio es éste en que me veo!
¡Peligrosa batalla
mi voluntad me ofrece de mil modos!
No espero libertad, ni la deseo,
de miedo de alcanzalla.
¿Cuál infierno, Señor, mi Alma espera
mayor que aquesta sujeción tan fiera?



Blanca Andreu

vendrá sin las estrellas lácteas

-- de Blanca Andreu --

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
C. Pavese
vendrá sin las estrellas lácteas
y sin tiranosaurios de luz,
maroma umbilical para niños marítimos
que se ahorcaron con algas y cabellos oceánicos
huyendo en hipocampos de sueño de aquel parto, en la columna vertical mayor,
entre jarcias y vértebras.
Pues somos una saga.
Oleaje escarlata en delito, y cimas de cianuro,
y golpes de cerezo.
Pues somos, en mi cuerpo, una saga con luna abdicante,
que recuerda colegios, mapas del mundo en otoño,
complicadísimas hidrólisis,
pero nunca marfil y mediodía.
Colegio: niña que bebía los pomelos
directamente en labios de la noche,
que juraba acostarse con el miedo en la cama de nadie,
que juraba que el miedo
la había violado hasta doscientos hijos.
Amor, la niña rusa
que comulgaba reno asado
y bebía liquen.
Amor, la niña rusa que leía tom wolfe.



Roque Dalton García

ayer

-- de Roque Dalton García --

Junto al dolor del mundo mi pequeño dolor,
junto a mi arresto colegial la verdadera cárcel de los hombressin voz,
junto a mi sal de lágrimas
la costra secular que sepultó montañas yoropéndolas,
junto a mi mano desarmada el fuego,
junto al fuego el huracán y los fríos derrumbes,
junto a mi sed los niños ahogados
danzando interminablemente sin noches ni estaturas,
junto a mi corazón los duros horizontes
y las flores,
junto a mi miedo el miedo que vencieron los muertos,
junto a mi soledad la vida que recorro,
junto a la diseminada desesperación que me ofrecen,
los ojos de los que amo
diciendo que me aman.



Alejandra Pizarnik

exilio

-- de Alejandra Pizarnik --

A raúl gustavo aguirre

esta manía de saberme ángel,
sin edad,
sin muerte en qué vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.

¿Y quién no tiene un amor?
¿y quién no goza entre amapolas?
¿y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas
aunque fuere con sonrisas?

siniestro delirio amar una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ámgeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.



Alfonsina Storni

Odio

-- de Alfonsina Storni --

Oh, primavera de las amapolas,
Tú que floreces para bien mi casa,
Luego que enjoyes las corolas,
Pasa.

Beso, la forma más voraz del fuego,
Clava sin miedo tu endiablada espuela,
Quema mi alma, pero luego,
Vuela.

Risa de oro que movible y loca
Sueltas el alma, de las sombras, presa,
En cuanto asomes a la boca,
Cesa.

Lástima blanda del error amante
Que a cada paso el corazón diluye,
Vuelca tus mieles y al instante,
Huye.

Odio tremendo, como nada fosco,
Odio que truecas en puñal la seda,
Odio que apenas te conozco,
Queda.



Amado Nervo

¡oh muerte!

-- de Amado Nervo --

Muerte, ¡cómo te he deseado!,
¡con qué fervores te he invocado!,
¡con qué anhelares he pedido
a tu boca su beso helado!
¡pero tú, ingrata, no has oído!
¡vendrás, quizá, con paso quedo
cuando de partir tenga miedo,
cuando la tarde me sonría
y algún ángel, con rostro ledo,
serene mi melancolía!
vendrás, quizá, cuando la vida
me muestre una veta escondida
y encienda para mí una estrella.
¡Qué importa! llega, ¡oh prometida!
¡siempre has de ser la bien venida,
pues que me juntarás con ella!



Amado Nervo

cobardía

-- de Amado Nervo --

Pasó con su madre. ¡Qué rara belleza!
¡qué rubios cabellos de trigo garzul!
¡qué ritmo en el paso! ¡qué innata realeza
de porte! ¡qué formas bajo el fino tul...!
Pasó con su madre. Volvió la cabeza:
¡me clavó muy hondo su mirada azul!
quedé como en éxtasis...
Con febril premura,
«¡síguela!», gritaron cuerpo y alma al par.
...Pero tuve miedo de amar con locura,
de abrir mis heridas, que suelen sangrar,
¡y no obstante toda mi sed de ternura,
cerrando los ojos, la dejé pasar!



Amado Nervo

Cobardía (Nervo)

-- de Amado Nervo --

Pasó con su madre, qué rara belleza,
qué rubios cabellos de trigo garzul,
qué ritmo en el paso, que innata realeza
de porte, qué formas bajo el fino tul.
Pasó con su madre, volvió la cabeza,
me clavó muy hondo su mirada azul.

Quedé como en éxtasis; con febril premura
¡Síguela! gritaron cuerpo y alma al par.
Pero tuve miedo de amar con locura,
de abrir mis heridas, que suelen sangrar,
y no obstante toda mi sed de ternura,
cerrando los ojos, la dejé pasar.



León Felipe

ii. sé todos los cuentos

-- de León Felipe --

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
Ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
Y sé todos los cuentos.



Lope de Vega

Como a muerto, me echáis tierra en la cara

-- de Lope de Vega --

Como a muerto, me echáis tierra en la cara;
yo lo debo de estar, y no lo siento;
que aun muerto en vuestro esquivo pensamiento,
menos sentido que éste le bastara.

Vivo os juré que muerto os confesara
la misma fe; cumplí mi juramento;
pues ya después del triste enterramiento
ni cesa la afición, ni el amor para.

No sé si os pueda dar piadoso nombre,
¡oh manos, que enterráis al muerto amigo!,
después que le mató vuestra hermosura.

Que es de ladrón fiel, ya muerto el hombre
no de piedad mas miedo del castigo,
darle en su propia casa sepultura.



Lope de Vega

Era la mula de un doctor hallada

-- de Lope de Vega --

Era la mula de un doctor hallada
en un zaguán y, perdonando el credo
su Majestad al degollado en miedo,
quedó por las albricias empeñada.

Corrió el doctor con alma degollada
y dijo al Tasticot: «Soldados, quedo,
que la crió un canónigo en Toledo
a paja en flor y almíbar de cebada.

»Si mientras que yo curo se la llevan
¿qué delito a mi mula se acumula?
Pero pues todos la sentencia aprueban,

»sea también para la mula nula,
porque como otros la cuartada prueban
probaré la mulada de mi mula».



Lope de Vega

Llevóme Febo a su Parnaso un día

-- de Lope de Vega --

Llevóme Febo a su Parnaso un día,
y vi por el cristal de unos canceles
a Homero y a Virgilio con doseles,
leyendo filosófica poesía.

Vi luego la importuna infantería
de poetas fantásticos noveles,
pidiendo por principios más laureles
que anima Dafnes y que Apolo cría.

Pedíle yo también por estudiante,
y díjome un bedel: «Burguillos, quedo:
que no sois digno de laurel triunfante».

¿Por qué?», le dije; y respondió sin miedo:
Porque los lleva todos un tratante
para hacer escabeches en Laredo.»



Lope de Vega

Ojos de mayor gracia y hermosura

-- de Lope de Vega --

Ojos de mayor gracia y hermosura,
que han dado envidia al sol, color al cielo
si es al zafiro natural el hielo,
¿cómo encendéis con vuestra lumbre pura?

¿Por qué de la modesta compostura
con que os adorna de vergüenza un velo,
nace un deseo, que derriba al suelo
lo que el amor platónico procura?

Miráis y no teméis, ojos traidores,
que con vuestros venenos fueran vanos
cuantos el miedo halló ni vio el profundo.

Matáis de amor y no sabéis de amores,
seguros de veneno y más tiranos
que fue Nerón, pues abrasáis el mundo.



Lope de Vega

Pedro, una vez que de la escuela vino

-- de Lope de Vega --

Pedro, una vez que de la escuela vino,
como tierno David, tejió de suerte
la honda de su fe divina y fuerte,
que hizo de tres lazos y de un lino,
qe cuando Goliat en el camino
pensó rendirle con violenta muerte,
de los rubíes, que en la tierra vierte,
honró su frente círculo divino.
Al paso de Milán salió el gigante
contra el pastor, que sin tenerle miedo,
le puso el pecho y la verdad delante.
Bajó la sangre a confesar el ''Credo'',
y fue Pedro escribiendo tan constante,
que pudo derribarle con un dedo.



Lope de Vega

Si es tanta gloria estar a los umbrales

-- de Lope de Vega --

Si es tanta gloria estar a los umbrales
de tu puerta, mi Dios, el estar dentro
¿cómo será, pues en tan alto centro
se deben gozar las celestiales
Yo estoy entre los términos mortales
con tanto bien, que me parece que entro,
sino que al cuerpo en el camino encuentro
cargado de estorbos desiguales.
Miro por los resquicios los dichosos
que caminan a Ti perdido el miedo
a los trances del mundo peligrosos.
Y como caminar tanto no puedo,
baño en llanto mis ojos envidiosos
de ver que van delante y yo me quedo.



Lope de Vega

Noche, fabricadora de embelecos

-- de Lope de Vega --

Noche, fabricadora de embelecos,
loca, imaginativa, quimerista,
que muestras al que en ti su bien conquista
los montes llanos y los mares secos;

habitadora de cerebros huecos,
mecánica, filósofa, alquimista,
encubridora vil, lince sin vista,
espantadiza de tus mismos ecos:

la sombra, el miedo, el mal se te atribuya,
solícita, poeta, enferma, fría,
manos del bravo y pies del fugitivo.

Que vele o duerma, media vida es tuya:
si velo, te lo pago con el día,
y si duermo, no siento lo que vivo.



Lope de Vega

Que otras veces amé negar no puedo

-- de Lope de Vega --

Que otras veces amé negar no puedo,
pero entonces Amor tomó conmigo
la espada negra, como diestro amigo,
señalando los golpes en el miedo.
Mas esta vez que batallando quedo,
blanca la espada y cierto el enemigo,
no os espantéis que llore su castigo,
pues al pasado amor amando excedo.
Cuando con armas falsas esgremía,
de las heridas truje en el vestido
(sin tocarme en el pecho) las señales;
mas en el alma ya, Lucinda mía,
donde mortales en dolor han sido,
y en el remedio heridas inmortales.



Esta cordera, que tornó en abrojos

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Esta cordera, que tornó en abrojos
su corta juventud los gustos míos,
medio anegada de los hondos ríos,
¡oh honor!, de tantas lágrimas y enojos,

ofrezco a tu deidad; estos despojos
—-como ya de piedad, de miedo fríos,
de tu poder ejemplo y de mis bríos—-
de hoy más ocupen peregrinos ojos.

Quede en tus aras la segur colgando,
cuyo afilado acero, ¡oh honor!, entiendo
la humilde sangre le ha dejado blando.

Mas no cures de mí, que, si venciendo
mi fe cumplí contigo, ¡oh honor!, dejando,
voy a cumplir con el amor muriendo.



Luis Cernuda

te quiero.

-- de Luis Cernuda --

Te lo he dicho con el viento,
jugueteando como animalillo en la arena
o iracundo como órgano impetuoso;
te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;
te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;
te lo he dicho con las plantas,
leves criaturas transparentes
que se cubren de rubor repentino;
te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,
te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.
Pero así no me basta:
más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.



Luis Lloréns Torres

el negro

-- de Luis Lloréns Torres --

Niño, de noche lanzábame a la selva,
acompañado del negro viejo de la hacienda,
y cruzábamos juntos la manigua espesa.
Yo sentía el silencioso pisar de las fieras

y el aliento tibio de sus bocas abiertas.
Pero el negro a mi lado era una fuerza
que con sus brazos desgajaba las ceibas
y con sus ojos se tragaba las tinieblas.

Ya hombre, también a la selva del mundo fui
y entre hombres y mujeres de todas las razas viví.
Y también su pisar silencioso sentí.

Y tuve miedo, como de niño... Pero no huí...
Porque en mi propia sombra siempre vi
al negro viejo siempre cerca de mí.



Luis Muñoz Rivera

parias

-- de Luis Muñoz Rivera --

Allá van, recatando en la sombra
la faz macilenta,
en que el miedo, fantasma impalpable,
grabara sus huellas.

Ellos son: los que ayer, pregonando
con tonos vibrantes su amor a la idea,
nos hablaron de nobles anhelos,
de alientos viriles, de heroicas empresas.

Ora brama sin vallas ni diques
la furia del déspota,
y ellos callan, los fuertes, los puros,
y abaten y rasgan la hermosa bandera
que juraron en días mejores
mantener triunfadora y enhiesta.

¡Patria! ¡patria! tus hijos te olvidan,
tus hijos te niegan,
mientras lloras con llanto de fuego
y claman venganza tus crueles afrentas.

Cuando pasen las horas terribles;
cuando lleguen las horas serenas;
si borinquen soporta la injuria;
si borinquen perdona la ofensa;
los que yen con desprecio profundo
rugir desbordadas las iras del césar,
mirarán a la pobre borinquen
con honda tristeza.

¿Dónde irán los que sienten al rostro
en olas de sangre subir la vergüenza
¿a qué climas remotos y extraños
cual ave que pierde su nido y su selva
llevará, con angustia infinita, su canto el poeta?



Luis Muñoz Rivera

a cualquier compatriota

-- de Luis Muñoz Rivera --

Van llegando, por más que no lo creas,
los tiempos en que emigran las ideas.

Qué es, en el fondo, el negro despotismo
un fantasma con miedo de sí mismo.

Muchas veces se mira una bandera
protegiendo el cubil de una pantera.

Para ser digno y libre ¿a quién esperas?
lo serás, si es que quieres, cuando quieras.

Pueblo viril que de su honra cuida,
perdona acaso, pero nunca olvida.

¿Naciste en la colonia? muy bien hecho,
serás el jeremías del derecho.

¿Justicia? ¡qué palabra tan hermosa!
pero es una palabra y no otra cosa.

¿Derecho? en esta tierra infortunada,
es aire, es humo, es ilusión, es nada.



Luis Muñoz Rivera

judas

-- de Luis Muñoz Rivera --

Eras inquieto, altivo, belicoso,
batallador, resuelto;
a duda, el hondo mal de nuestro
siglo turbaba tu cerebro.

Se desbordaba en ímpetus rebeldes
tu carácter soberbio,
como del etna se desborda el cráter
en láminas de fuego.

De patrio ardor henchido, no tenía
tu corazón entero,
para el dolor latidos miserables,
ni fibras para el miedo.

Brillaba fulgurante en tus pupilas
la chispa del talento;
alma de tempestad, frente de apóstol
y músculos de hierro.

Y te vendiste... La calumnia infame
manchó tus labios trémulos;
fue un pobre resto de vergüenza ¡el último¡
a sacudir tus nervios;

lo que tienes del afrecha en la sangre
se sublevó violento;
todo lo que hubo en ti de grande
rodó con brusco estrépito

y en tu obra gozaron los verdugos;
y, de tu hazaña en premio,
a tus pies arrojaron la moneda;
a tu rostro el desprecio.

....

Si no apuraste ya, con firme pulso,
el porno de veneno;
si respiras aún, traidor... ¿Qué hiciste
de los treinta dineros?



Líber Falco

Días y noches: VI

-- de Líber Falco --

Así te quiero yo, mi camarada,
Navegando en el aire de la tierra.
Triste para morir;
muriendo triste, alegremente.

Que sepan los demás
qué alegre miedo,
qué temblor sin sollozos,
te acompañó para morir los días.
Y que muriendo,
tú viviste alegremente.
Triste, alegremente.



Líber Falco

El abismo

-- de Líber Falco --

Estoy debajo de mis sueños.
Ya ni estrellas ni pájaros nocturnos
levantarán mi canto.

Puente de plata y oro es el amor.

Amada, tú eras el único asidero
pero yo he mirado al abismo
donde ondula (libre de nosotros)
el limo de mis sueños y tus sueños.

Desde entonces ah!
qué solo estoy en la tierra.
Y tú, qué sola.
No lo sabes y disuelves tus lágrimas en risas.
Desde entonces,
cuando apoyo mi frente
en el tibio regazo de tu seno,
algo quiero olvidar que no conozco todavía.
Y crece mi ternura para ahuyentar el miedo.

Lejana erra mi alma
y en sus flancos llueve la tristeza.
Deja que te llore y que me llore allá...



Líber Falco

Regreso (Falco)

-- de Líber Falco --

Allí golpea lejos sobre el mar la lluvia.
Desde siempre y siempre.
Desde quién sabe qué oscuro designio,
allí golpea y golpea la lluvia sobre el mar.

Oh! inmemorial paisaje.
Monstruo paciente y solitario,
mar amargo, agua última
donde un hombre y su miedo
huyen, beben y vuelven
en secreto y solos.

Cuando de allí se vuelve
nada alcanza en la Tierra y todo es triste.
Sin embargo, con ugencias de ahogado
uno pregunta y llama, y otros nos oyen;
porque es preciso juntos, enterrar la muerte.

Y aunque llueve también sobre la Tierra
y sobre los campos y ciudades llueve,
lejos quedó lo que no tiene nombre
y alguien, con visceral memoria
se rescata y vive.

Entonces, sí, qué alegría, sentir que estamos vivos,
ir por las calles con cantos de borracho
y sobre tantas cosas inefables y tristes,
poder de nuevo y otra vez, recuperar los días.

Así de oscuro, de embebido o muerto,
un hombre lleva su alegría por la tierra.



Manuel del Palacio

A un periodista neo-católico

-- de Manuel del Palacio --

Cínico y arrogante, como suele,
Un párrafo publica El Pensamiento
De quererme agraviar con el intento,
Por más que el miedo sus palabras vele.

Como un insulto de mujer no duele,
Y es provocarla combatir al viento,
Y nunca me causaron sentimiento
Las palabrotas huecas de un pelele:

Abandono al dolor que le acibara
De ver que no es Don Cárlos lo que priva
Al que sus odios contra mi dispara;

Ya que puesto en la dura alternativa
Tengo recelo de escupir su cara
Sólo por no mancharme la saliva.



Jaime Sabines

te desnudas igual

-- de Jaime Sabines --

Te desnudas igual que si estuvieras sola
y de pronto descubres que estás conmigo.
¡Cómo te quiero entonces
entre las sábanas y el frío!

te pones a flirtearme como a un desconocido
y yo te hago la corte ceremonioso y tibio.
Pienso que soy tu esposo
y que me engañas conmigo.

¡Y cómo nos queremos entonces en la risa
de hallarnos solos en el amor prohibido!

(después, cuando pasó, te tengo miedo
y siento escalofrío.)



Jaime Sabines

igual que los cangrejos...

-- de Jaime Sabines --

Igual que los cangrejos heridos
que dejan sus propias tenazas sobre la arena,
así me desprendo de mis deseos,
muerdo y corto mis brazos,
podo mis días,
derribo mi esperanza,
me arruino.
Estoy a punto de llorar.

¿En dónde me perdí, en qué momento
vine a habitar mi casa,
tan parecido a mí que hasta mis hijos me toman por su
padre
y mi mujer me dice las palabras acostumbradas?

me recojo a pedazos,
a trechos en el basurero de la memoria,
y trato de reconstruirme,
de hacerme como mi imagen.
¡Ay, nada queda!
se me caen de la mano los platos rotos,
las patas de las sillas, los calzones usados,
los huesos que desenterré
y los retratos en que se ven amores y fantasmas.

¡Apiádate de mí!
quiero pedir piedad a alguien.
Voy a pedir perdón al primero que encuentre.
Soy una piedra que rueda
porque la noche está inclinada y o se le ve el fin.

Me duele el estómago y el alma
y todo mi cuerpo está esperando con miedo
que una mano bondadosa me eche una sábana encima.



Jaime Torres Bodet

en abril. miedo

-- de Jaime Torres Bodet --

Hasta qué parte de mí mismo
tendré que ir para encontrar
el secreto de tu belleza
y la verdad de tu bondad?
¿qué fuerza oscura y tumultuosa
tendrá que vencer nuestro amor,
para dar el curso del mío
al río de tu corazón?...



Jaime Torres Bodet

amor

-- de Jaime Torres Bodet --

Para escapar de ti
no bastan ya peldaños,
túneles, aviones,
teléfonos o barcos.
Todo lo que se va
con el hombre que escapa:
el silencio, la voz,
los trenes y los años,
no sirve para huir
de este recinto exacto
sin horas ni reloj,
sin ventanas ni cuadros
que a todas partes va
conmigo cuando viajo.
Para escapar de ti
necesito un cansancio
nacido de ti misma:
una duda, un rencor,
la vergüenza de un llanto;
el miedo que me dio
por ejemplo poner
sobre tu frágil nombre
la forma impropia y dura
y brusca de mis labios...
El odio que sentí
nacer al mismo tiempo
en ti que nuestro amor,
me hará salir de tu alma
más pronto que la luz,
más deprisa que el sueño,
con mayor precisión
que el ascensor más raudo:
el odio que el amor
esconde entre las manos.



Jaime Torres Bodet

sangre

-- de Jaime Torres Bodet --

Me tuviste miedo.
Me había pintado, en las rosas,
de rojo los dedos.



Joaquín Nicolás Aramburu

Plácido

-- de Joaquín Nicolás Aramburu --

Tranquila el alma, la mirada quieta,
inocente, sin miedo y resignado,
llega al suplicio, a muerte condenado,
el gran mestizo, Plácido el poeta.

Rota la lira que cantó discreta
las glorias de su pueblo infortunado,
yace bajo las plantas de un soldado
que ni talento ni virtud respeta.

Ya cae el buen cubano sin mancilla;
Dios no ha escuchado su dolor profundo
por más que le invocara en la capilla.

Pero del genio que brillo fecundo
aún repite la voz en nuestra Antilla:
¡Ay, que me llevo en la cabeza un mundo!



Jorge Debravo

este es mi amor

-- de Jorge Debravo --

Este es mi amor, hermanos, este esfuerzo
denso, maduro, alto,
estos dedos agónicos y este
manojo de entusiasmo.

Yo no os amo dormidos:
yo os amo combatiendo y trabajando,
haciendo hachas deicidas,
libertando.

Amo lo que de dioses se os revela
ante el miedo y el látigo,
lo que suda, viviente y guerrillero,
en el fondo del hueso americano,
lo que es amor no siendo más que carne,
lo que es lucha no siendo más que paso,
lo que es fuego no siendo más que grito,
lo que es hombre no siendo más que árbol.



Jorge Isaacs

Inocencia

-- de Jorge Isaacs --

– Niña, ¿de las bellas flores
Que tu delantal oculta
Permites a este viajero
Llevar una... Sólo una?
– Son de la Virgen, Señor,
Pero en las selvas abundan.
– Alza los púdicos ojos
Que en vano mis ojos buscan;
Deben tener de tu acento
La gratísima dulzura.
¿Las espinas de los bosques
Tus desnudos pies no punzan?
¿De tus cabellos, las zarzas
No dañan las ondas rubias?
– Yo busco los alfombrados
Con yerbecillas menudas,
Y los zarzales no crecen
Bajo las bóvedas húmedas.
– ¿Sola vas por estos montes,
La soledad no te asusta?
– Cantando se espanta el miedo,
Pero no hay duendes ni brujas.
– ¿Quieres llevarme a la umbría
Donde esas aguas murmuran
Y cantarás las canciones
Que las palomas te escuchan?
– He aquí la senda.
– ¡ Detente!
Ángel de las crenchas rubias,
Llévale al templo tus flores,
Su altar con ellas perfuma...
Y huye de los caballeros
Que tu verde valle cruzan.



Jorge Luis Borges

una llave en salónica

-- de Jorge Luis Borges --

Abarbanel, farías o pinedo,
arrojados de españa por impía
persecución, conservan todavía
la llave de una casa de toledo.
Libres ahora de esperanza y miedo,
miran la llave al declinar el día;
en el bronce hay ayeres, lejanía,
cansado brillo y sufrimiento quedo.
Hoy que su puerta es polvo, el instrumento
es cifra de la diáspora y del viento,
afín a esa otra llave del santuario
que alguien lanzó al azul cuando el romano
acometió con fuego temerario,
y que en el cielo recibió una mano.



Jorge Luis Borges

el ángel

-- de Jorge Luis Borges --

Que el hombre no sea indigno del ángel
cuya espada lo guarda
desde que lo engendró aquel amor
que mueve el sol y las estrellas
hasta el último día en que retumbe
el trueno en la trompeta.
Que no lo arrastre a rojos lupanares
ni a los palacios que erigió la soberbia
ni a las tabernas insensatas.
Que no se rebaje a la súplica
ni al oprobio del llanto
ni a la fabulosa esperanza
ni a las pequeñas magias del miedo
ni al simulacro del histrión;
el otro lo mira.
Que recuerde que nunca estará solo.
En el público día o en la sombra
el incesante espero lo atestigua;
que no macule su cristal una lágrima.
Señor, que al cabo de mis días en la tierra
yo no deshonre al ángel.



Jorge Luis Borges

el ápice

-- de Jorge Luis Borges --

No te habrá de salvar lo que dejaron
escrito aquellos que tu miedo implora;
no eres los otros y te ves ahora
centro del laberinto que tramaron
tus pasos. No te salva la agonía
de jesús o de sócrates ni el fuerte
siddharta de oro que aceptó la muerte
en un jardín, al declinar el día.
Polvo también es la palabra escrita
por tu mano o el verbo pronunciado
por tu boca. No hay lástima en el hado
y la noche de dios es infinita.
Tu materia es el tiempo, el incesante
tiempo. Eres cada solitario instante.



Jorge Luis Borges

spinoza

-- de Jorge Luis Borges --

Las traslúcidas manos del judío
labran en la penumbra los cristales
y la tarde que muere es miedo y frío.
(Las tardes a las tardes son iguales.)
Las manos y el espacio de jacinto
que palidece en el confín del ghetto
casi no existen para el hombre quieto
que está soñando un claro laberinto.
No lo turba la fama, ese reflejo
de sueños en el sueño de otro espejo,
ni el temeroso amor de las doncellas.
Libre de la metáfora y del mito
labra un arduo cristal: el infinito
mapa de aquel que es todas sus estrellas.



Jorge Luis Borges

afterglow

-- de Jorge Luis Borges --

Siempre es conmovedor el ocaso
por indigente o charro que sea,
pero más conmovedor todavía
es aquel brillo desesperado y final
que herrumbra la llanura
cuando el sol último se ha hundido.
Nos duele sostener esa luz tirante y distinta,
esa alucinación que impone al espacio
el unánime miedo de la sombra
y que cesa de golpe
cuando notamos su falsía,
como cesan los sueños
cuando sabemos que soñamos.



Jorge Luis Borges

parís, 1856

-- de Jorge Luis Borges --

La larga postración lo ha acostumbrado
a anticipar la muerte. Le daría
miedo salir al clamoroso día
y andar entre los hombres. Derribado,
enrique heine piensa en aquel río,
el tiempo, que lo aleja lentamente
de esa larga penumbra y del doliente
destino de ser hombre y ser judío.
Piensa en las delicadas melodías
cuyo instrumento fue, pero bien sabe
que el trino no es del árbol ni del ave
sino del tiempo y de sus vagos días.
No han de salvarte, no, tus ruiseñores,
tus noches de oro y tus cantadas flores.



Jorge Manrique

esparza pensando, señora, en vos

-- de Jorge Manrique --

Pensando, señora, en vos,
vi en el cielo una cometa:
es señal que manda dios
que pierda miedo y cometa
a declarar el deseo
que mi voluntad desea,
porque jamás no me vea
vencido como me veo
en esta fuerte pelea
que yo conmigo peleo.



Jorge Manrique

Esparza: Pensando, señora, en vos

-- de Jorge Manrique --

Pensando, señora, en vos,
vi en el cielo una cometa:
es señal que manda Dios
que pierda miedo y cometa

a declarar el deseo
que mi voluntad desea,
porque jamás no me vea
vencido como me veo
en esta fuerte pelea
que yo conmigo peleo.



Jorge Riechmann

13

-- de Jorge Riechmann --

Los hay que mueren de silencio
de tragarse demasiadas palabras y del cólico fenomenal que sigue
y los hay que mueren por hablar demasiado
pues las paredes al contrario que las tapias, que estánsordas oyen.
Los hay que mueren de cansancio
de todo lo que hay que cambiar para que nada cambie
y hay quien muere de aburrimiento
en esta feria universal donde continuamente ocurren cosas
y nunca pasa nada.
Hay quienes mueren de miedo
ante la mera sospecha de que podrían darse de bruces
con la verdad de sus actos
y hay a quienes les da tanto coraje
que alguien pudiera sospechar que hay una verdad tras sus actos
que sencillamente se mueren.
Los hay que no mueren nunca
porque ya están muertos.



César Vallejo

Trilce: XXXI

-- de César Vallejo --

Esperanza plañe entre algodones.

Aristas roncas uniformadas
de amenazas tejidas de esporas magníficas
con porteros botones innatos.
¿Se luden seis de sol?
Natividad. Cállate, miedo.

Cristiano espero, espero siempre
de hinojos en la piedra circular que está
en las cien esquinas de esta suerte
tan vaga a donde asomo.

Y Dios sobresaltado nos oprime
el pulso, grave, mudo,
y como padre a su pequeña,
apenas,
pero apenas, entreabre los sangrientos algodones
y entre sus dedos toma a la esperanza.

Señor, lo quiero yo...
Y basta!



César Vallejo

Trilce: LXXIII

-- de César Vallejo --

Ha triunfado otro ay. La verdad está allí.
Y quien tal actúa ¿no va a saber
amaestrar excelentes dijitígrados
para el ratón Sí ...No ... ?

Ha triunfado otro ay y contra nadie.
Oh exósmosis de agua químicamente pura.
Ah míos australes. Oh nuestros divinos.
Tengo pues derecho
a estar verde y contento y peligroso, y a ser
el cincel, miedo del bloque basto y vasto;
a meter la pata y a la risa.

Absurdo, sólo tú eres puro.
Absurdo, este exceso sólo ante ti se
suda de dorado placer.



César Vallejo

esperanza plañe entre algodones

-- de César Vallejo --

xxxi
esperanza plañe entre algodones.
Aristas roncas uniformadas
de amenazas tejidas de esporas magníficas
y con porteros botones innatos.
¿Se luden seis de sol?
natividad. Cállate, miedo.
Cristiano espero, espero siempre
de hinojos en la piedra circular que está
en las cien esquinas de esta suerte
tan vaga a donde asomo.
Y dios sobresaltado nos oprime
el pulso, grave, mudo,
y como padre a su pequeña,
apenas,
pero apenas, entreabre los sangrientos algodones
y entre sus dedos toma a la esperanza.
Señor, lo quiero yo...
Y basta!



César Vallejo

he aquí que hoy saludo...

-- de César Vallejo --

He aquí que hoy saludo, me pongo el cuello y vivo,
superficial de pasos insondable de plantas.
Tal me recibo de hombre, tal más bien me despido
y de cada hora mía retoña una distancia.
¿Queréis más? encantado.
Políticamente, mi palabra
emite cargos contra mi labio inferior
y económicamente,
cuando doy la espalda a oriente,
distingo en dignidad de muerte a mis visitas.
Desde totales códigos regulares saludo
al soldado desconocido
al verso perseguido por la tinta fatal
y al saurio que equidista diariamente
de su vida y su muerte,
como quien no hace la cosa.
El tiempo tiene un miedo ciempiés a los relojes.
(Los lectores pueden poner el título que quieran a este poema)



César Vallejo

ha triunfado otro ay. la verdad está allí

-- de César Vallejo --

lxxiii
ha triunfado otro ay. La verdad está allí.
Y quien tal actúa ¿no va a saber
amaestrar excelentes dijitígrados
para el ratón sí... No...?
Ha triunfado otro ay y contra nadie.
Oh exósmosis de agua químicamente pura.
Ah míos australes. Oh nuestros divinos.
Tengo pues derecho
a estar verde y contento y peligroso, y a ser
el cincel, miedo del bloque basto y vasto;
a meter la pata y a la risa.
Absurdo, sólo tú eres puro.
Absurdo, este exceso sólo ante ti se
suda de dorado placer.



César Vallejo

Rosa blanca

-- de César Vallejo --

Me siento bien. Ahora
brilla un estoico hielo
en mí.
Me da risa esta soga
rubí
que rechina en mi cuerpo.

Soga sin fin,
como una
voluta
descendente
de
mal...
Soga sanguínea y zurda
formada de
mil dagas en puntal.

Que vaya así, trenzando
sus rollos de crespón;
y que ate el gato trémulo
del Miedo al nido helado,
al último fogón.

Yo ahora estoy sereno,
con luz.
Y maya en mi Pacífico
un náufrago ataúd.



Delmira Agustini

El anillo (Agustini)

-- de Delmira Agustini --

Raro anillo que clarea,
Raro anillo que sombrea
Una profunda amatista,

Crepúsculo vespertino
Que en tu matinal platino
Engarzó espléndido artista.

El porvenir es de miedo...
¿Será tu destino un dedo
De tempestad o de calma?

Para clararte y sombrearte,
¡Si yo pudiera glisarte
En un dedo de mi alma!...



Diego Hurtado de Mendoza

Qué cuerpo yace en esta sepultura

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

¿Qué cuerpo yace en esta sepultura?
¿Quién eres tú, que encima estás sentada
Mesando tus cabellos, la figura,
Sangrienta de tus uñas, y rasgada?

Los huesos y ceniza consagrada
De Aníbal, que ha pagado á la natura
La deuda postrimera, y yo la armada
Diosa que en las batallas da ventura.

Quéjome de los hados inhumanos,
Que á tal varon hicieron tanto mal,
Y del miedo y vileza de Cartago;

Mas quédame un consuelo en lo que hago;
Que él mismo se mató, porque á Aníbal
No pudieran vencer sino sus manos.



Pobre importuno

-- de Dionisio de Solís --

¿Por qué aspira sin fruto, Arnardi bella,
a lo que darme tu piedad resiste?
¿por qué mi amor en alcanzar insiste
lo que me impide merecer mi estrella?

¿No fuera bien buscar a mi querella,
en el asilo de mi tumba triste,
el anhelado fin, pues que consiste
mi única dicha y mi consuelo en ella?

¡Necio, que pronto de esperar cansado,
se abate tu pasión, antes osada,
y con el miedo la fortuna mide!

¿Qué amador fue constante y no fue amado?
¿O qué mujer, del hombre importunada,
no la concede al fin lo que le pide?



Dulce María Loynaz

lourdes

-- de Dulce María Loynaz --

Esta muchacha esta pintada
en un papel de arroz que es transparente
a la luz; ella vuela en su papel
al aire... Vuela con las hojas secas
y con los suspires perdidos.
Es la muchacha de papel y fuga;
es la leve, la ingrávida
muchacha de papel iluminado,
la de colores de agua...
La que nadie se atrevería
a besar por el miedo de borrarla...



Emilio Bobadilla

El tanque

-- de Emilio Bobadilla --

Como férrea tortuga de férreo carapacho,
se arrastra eyaculando proyectiles el tanque;
no hay miedo que en su curso irregular se estanque:
para él no hay hondonada, ni brecha ni picacho.

Se mueve como un barco que las olas en vilo
levantan en revuelta vorágine de espuma:
ya huye, ya se esconde a favor de la bruma,
oponiendo a las balas su piel de cocodrilo.

El recinto es obscuro y hermético y grasiento;
los tripulantes casi ni a respirar se atreven;
avanza irresistible, destructor como el viento;

mas un obús incendia de pronto sus motores,
rompiendo la coraza; su propia sangre beben
y mueren hechos llamas entre horribles dolores...



Emilio Bobadilla

Moscovia

-- de Emilio Bobadilla --

Borrachos de aguardiente, revueltos y convulsos,
el mujik, el gran duque, el pope y el cosaco
—del crimen epiléptico los mórbidos impulsos—
entran en el palacio de los zares a saco.

Huye despavorido el autócrata pálido,
la ensangrentada mano temblando de ira y miedo,
los ojos muy abiertos sobre el semblante escuálido
y en la boca la angustia de un tartamudo credo.

Derrúmbase el imperio: un fraile epileptoide
envenenado, rueda en macabro banquete
—de libertinos locos la híbrida escorpioide—:

un perfil circasiano, unas manos muy blancas,
unos ojos muy negros, en el rostro blanquete,
unas piernas muy largas y unas redondas ancas...



Enrique Lihn

familia

-- de Enrique Lihn --

Familia, me declaro culpable, tú
la culpa me empuja a la culpa,
ahora la absolucion misma sería su levadura.
En esta maleta cabe todo el fango del mundo y de sus alrededores,
cualquiera pequeña historia soez,
la idea del pecado original y eso
de ser capado a uña y sin dolor
entre misterios idiotas
lo que es el colmo de la humillación
el sueño, nada de interpretaciones
digo que allí ensayamos, pero groseramente,
el mal del que somos a la luz del día
un juego de sombras contagiosas
no viajo, huyo, mis propios sueños no me dejan dormir
quejándome del insomnio de la vejez tan prematuramente
todo para ocultarle la verdad a mis acreedores
gente sencilla,
que mi negocio es más sucio de lo que parece:
no engaño, atormento. No me mueve el interés personalsino el afán de la bancarrota,
la obsesión de la quiebra, en una palabra el miedo
por el que empieza la barbarie.



Ernesto Cardenal

marcha triunfal

-- de Ernesto Cardenal --

Ya viene el general
ya ... El general
ya viene el general
montado en su caballo blanco, rodeado
de guardias y guardaespaldas y diputados y putas picadas
pasa debajo del arco triunfal
de papel
viva el partido liberal!
brillan en su pecho gordo sudado
las medallas color caca. Estallan
los cohetes. Toca la banda.
Viva el general somoza! sonríe
con el miedo, mirando a todos lados. Los cascos
del caballo resbalan en las revesadas de los picados
viva el partido liberal nacionalista



Arturo Borja

En el blanco cementerio

-- de Arturo Borja --

Para Carmen Rosa

En el blanco cementerio
fue la cita. Tú viniste
toda dulzura y misterio,
delicadamente triste

Tu voz fina y temblorosa
se deshojó en el ambiente
como si fuera una rosa
que se muere lentamente

Íbamos por la avenida
llena de cruces y flores
como sombras de ultravida
que renuevan sus amores.

Tus labios revoloteaban
como una mariposa,
y sus llamas inquietaban
mi delectación morosa.

Yo estaba loco, tú loca,
y sangraron de pasión
mi corazón y tu boca
roja, como un corazón.

La tarde iba ya cayendo;
tuviste miedo y llorando
yo te dije:– Estoy muriendo
porque tú me estás matando.

En el blanco cementerio
fue la cita. Tú te fuiste
dejándome en el misterio
como nadie, solo y triste.



Octavio Paz

por la calle de galeana

-- de Octavio Paz --

A ramón xirau
golpean martillos allá arriba
voces pulverizadas
desde la punta de la tarde bajan
verticalmente los albañiles
estamos entre azul y buenas noches
aquí comienzan los baldíos
un charco anémico de pronto llamea
la sombra de un colibrí lo incendia
al llegar a las primeras casas
el verano se oxida
alguien ha cerrado la puerta alguien
habla con su sombra
pardea ya no hay nadie en la calle
ni siquiera este perro
asustado de andar solo por ella
da miedo cerrar los ojos



Oliverio Girondo

otro nocturno

-- de Oliverio Girondo --

La luna, como la esfera luminosa del reloj de un edificiopúblico.
¡Faroles enfermos de ictericia! ¡faroles con gorras deapache, que fuman un cigarrillo en las esquinas!
¡canto humilde y humillado de los mingitorios cansados decantar!;y silencio de las estrellas, sobre el asfalto humedecido!
¿por qué, a veces, sentiremos una tristeza parecida a lade un par de medias tirado en un rincón?, y ¿porqué, a veces, nos interesará tanto el partido de pelotaque el eco de nuestros pasos juega en la pared?
noches en las que nos disimulamos bajo la sombra de los árboles,de miedo de que las casas se despierten de pronto y nos vean pasar, yen las que el único consuelo es la seguridad de que nuestra camanos espera, con las velas tendidas hacia un país mejor.



Oliverio Girondo

exvoto

-- de Oliverio Girondo --

A las chicas de flores
las chicas de flores, tienen los ojos dulces, como las almendrasazucaradas de la confitería del molino, y usan moños deseda que les liban las nalgas en un aleteo de mariposa.
Las chicas de flores, se pasean tomadas de los brazos, paratransmitirse sus estremecimientos, y si alguien las mira en laspupilas, aprietan las piernas, de miedo de que el sexo se les caiga enla vereda.
Al atardecer, todas ellas cuelgan sus pechos sin madurar del ramaje dehierro de los balcones, para que sus vestidos se empurpuren alsentirlas desnudas, y de noche, a remolque de sus mamas empavesadascomo fragatas van a pasearse por la plaza, para que los hombres leseyaculen palabras al oído, y sus pezones fosforescentes seenciendan y se apaguen como luciérnagas.
Las chicas de flores, viven en la angustia de que las nalgas se lespudran, como manzanas que se han dejado pasar, y el deseo de loshombres las sofoca tanto, que a veces quisieran desembarazarse deél como de un corsé, ya que no tienen el coraje decortarse el cuerpo a pedacitos y arrojárselo, a todos los queles pasan la vereda.



Oliverio Girondo

apunte callejero

-- de Oliverio Girondo --

En la terraza de un café hay una familia gris. Pasan unos senosbizcos buscando una sonrisa sobre las mesas. El ruido de losautomóviles destiñe las hojas de los árboles. Enun quinto piso, alguien se crucifica al abrir de par en par una ventana.
Pienso en dónde guardaré los quioscos, los faroles, lostranseúntes, que se me entran por las pupilas. Me siento tanlleno que tengo miedo de estallar... Necesitaría dejaralgún lastre sobre la vereda...
Al llegar a una esquina, mi sombra se separa de mí, y de pronto,se arroja entre las ruedas de un tranvía.



Pablo Neruda

las muchachas

-- de Pablo Neruda --

Las muchachas
muchachas que buscabais
el gran amor, el gran amor terrible,
qué ha pasado, muchachas?
tal vez
el tiempo, el tiempo!
porque ahora,
aquí está, ved cómo pasa
arrastrando las piedras celestes,
destrozando las flores y las hojas,
con un ruido de espumas azotadas
contra todas las piedras de tu mundo,
con un olor de esperma y de jazmines,
junto a la luna sangrienta!
y ahora
tocas el agua con tus pies pequeños,
con tu pequeño corazón
y no sabes qué hacer!
son mejores
ciertos viajes nocturnos,
ciertos departamentos,
ciertos divertidísimos paseos,
ciertos bailes sin mayor consecuencia
que continuar el viaje!
muérete de miedo o de frío,
o de duda,
que yo con mis grandes pasos
la encontraré,
dentro de ti
o lejos de ti,
y ella me encontrará,
la que no temblará frente al amor,
la que estará fundida
conmigo
en la vida o la muerte!



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