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Se han encontrado 32 poemas con la palabra menor

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Jorge Luis Borges

milonga de dos hermanos

-- de Jorge Luis Borges --

Traiga cuentos la guitarra
de cuando el fierro brillaba,
cuentos de truco y de taba,
de cuadreras y de copas,
cuentos de la costa brava
y el camino de las tropas.
Venga una historia de ayer
que apreciarán los más lerdos;
el destino no hace acuerdos
y nadie se lo reproche
ya estoy viendo que esta noche
vienen del sur los recuerdos.
Velay, señores, la historia
de los hermanos iberra,
hombres de amor y de guerra
y en el peligro primeros,
la flor de los cuchilleros
y ahora los tapa la tierra.
Suelen al hombre perder
la soberbia o la codicia:
también el coraje envicia
a quien le da noche y día
el que era menor debía
más muertes a la justicia.
Cuando juan iberra vio
que el menor lo aventajaba,
la paciencia se le acaba
y le armó no sé qué lazo
le dio muerte de un balazo,
allá por la costa brava.
Sin demora y sin apuro
lo fue tendiendo en la vía
para que el tren lo pisara.
El tren lo dejó sin cara,
que es lo que el mayor quería.
Así de manera fiel
conté la historia hasta el fin;
es la historia de caín
que sigue matando a abel.

Poema milonga de dos hermanos de Jorge Luis Borges con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

Sin palabras

-- de Adelardo López de Ayala --

Mil veces con palabras de dulzura
esta pasión comunicarte ansío:
mas ¿qué palabras hallaré, bien mío,
que no haya profanado la impostura?

Penetre en ti callada mi ternura
sin detenerse en el menor desvío;
como rayo de luna en claro río,
como aroma sutil en aura pura.

Ábreme el alma silenciosamente,
y déjame que inunde satisfecho
sus regiones, de amor y encanto llenas.

Fiel pensamiento, animaré tu mente;
afecto dulce, viviré en tu pecho;
llama suave, correré en tus venas.

Poema Sin palabras de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Lope de Vega

En tanto que deshace el claro Apolo

-- de Lope de Vega --

En tanto que deshace el claro Apolo
de la sierra de Béjar la alta cumbre,
y por Gibraleón su menor lumbre
pasa por nuestro mar al otro polo;

y mientras sobre el oro de Pactolo
su líquido cristal Tormes encubre,
y de Atlante la excelsa pesadumbre
oprime el hombro, que sustenta solo:

con mil despojos, armas y laureles,
después que otro Virgilio Eneidas cante
del gran Sotomayor de Benalcázar,

con nuevo timbre y nuevos coroneles
vuestro nombre con letras de diamante
pondrá la fama en su dorado alcázar.

Poema En tanto que deshace el claro Apolo de Lope de Vega con fondo de libro

Luis Gálvez de Montalvo

Ojos que cuesta el reposo

-- de Luis Gálvez de Montalvo --

Ojos que cuesta el reposo
Volver á mirar con ellos,
Mas valiera no tenellos.

Ojos que saben prenderme,
Pero nunca rescatarme,
Osados á aventurarme,
Cobardes á socorrerme;
Pues no estiman el perderme,
En el menor gusto dellos
Mas valiera no tenellos.

Ojos de tan malas mañas
Que estando por veladores
Dan paso como traidores
A las banderas estrañas
Hasta las mismas entrañas,
Que en llanto salen por ellos,
Mas valiera no tenellos.

Ojos con quien miro y veo,
Que aquí consiste mi daño,
Y si dicen que me engaño
Muero y digo que lo creo,
Pues llevan tras el deseo
La razon por los cabellos,
Mas valiera no tenellos.

Ojos que cuanto se piensa,
En los males que se ofrecen
Por su deleite escarnecen
Sin dar otra recompensa;
Pues recibe el alma ofensa
Si quiero vengarme dellos,
Mas valiera no tenellos.



Jaime Torres Bodet

madrigal

-- de Jaime Torres Bodet --

Eres, como la luz, un breve pacto
que de colores fragua su blancura;
y en iris como a ella te figura
de la nieve menor el prisma abstracto.
Dejas, como la luz, un sordo impacto
de sombra en la retina y, por la oscura
huella que de su tránsito perdura,
recuerdo el esplendor de tu contacto.
El cristal te deshace, no el acero;
aunque, más que el cristal, la geometría,
pues transparencias sin aristas nunca
lograron traducir tu ser ligero.
Y, por eso tal vez, el alma mía
te descompone cuando no te trunca.



Jorge Luis Borges

a un poeta menor de la antología

-- de Jorge Luis Borges --

¿dónde está la memoria de los días
que fueron tuyos en la tierra, y tejieron
dicha y dolor y fueron para ti el universo?
el río numerable de los años
los ha perdido; eres una palabra en un índice.
Dieron a otros gloria interminable los dioses,
inscripciones y exergos y monumentos y puntuales historiadores;
de ti sólo sabemos, oscuro amigo,
que oíste al ruiseñor, una tarde.
Entre los asfodelos de la sombra, tu vana sombra
pensará que los dioses han sido avaros.
Pero los días son una red de triviales miserias,
¿y habrá suerte mejor que ser la ceniza,
de que está hecho el olvido?
sobre otros arrojaron los dioses
la inexorable luz de la gloria, que mira las entrañas y enumeralas grietas,
de la gloria, que acaba por ajar la rosa que venera;
contigo fueron más piadosos, hermano.
En el éxtasis de un atardecer que no será una noche,
oyes la voz del ruiseñor de teócrito.



Ernesto Cardenal

epigrama II

-- de Ernesto Cardenal --

Cuídate, claudia,
cuando estés conmigo,
porque el gesto más leve,
cualquier palabra, un suspiro
de claudia,
el menor descuido,
tal vez un día
lo examinen eruditos
y este baile de claudia
se recuerde por siglos
claudia, ya te lo aviso.



Pedro Salinas

agua en la noche, serpiente indecisa,

-- de Pedro Salinas --

Silbo menor y rumbo ignorado:
¿qué día nieve, qué día mar? dime.
¿Qué día nube, eco
de ti y cauce seco?
dime.
No lo diré: entre tus labios me tienes,
beso te doy, pero no claridades.
Que compasiones nocturnas te basten
y lo demás a las sombras
déjaselo, porque yo he sido hecha
para la sed de los labios que nunca preguntan.



Pedro Soto de Rojas

Amor, médico ignorante

-- de Pedro Soto de Rojas --

Si escucho el son del regalado aliento
que al Euro amansa y al Genil suspende,
mi lastimado corazón se enciende
y solicita en su ruina al viento;

si ausente estoy, veloz el pensamiento
corre a la luz, en que su luz se ofende:
que Amor curar con su veneno entiende
y el tormento halagar con más tormento.

¡Oh, ignorante doctor, oh falsa cura!
¿Cómo no ves que en fuerza tan rendida
medicina tan cáustica es locura?

Sepan todos, Amor, que no das vida,
que abres la más difícil sepultura
más bien que cierras la menor herida.



Gerardo Diego

calatañazor

-- de Gerardo Diego --

Calatañazor
azor, calatañazor,
juguete.
Tu puerta, ojiva menor,
es tan estrecha,
que no entra un moro, jinete,
y a pie no cabe una flecha.
Descabalga, almanzor.
Huye presto.
Por la barranca brava,
ay, y cómo rodaba,
juguete,
el atambor.



Gutierre de Cetina

si el justo desear, padre silvano

-- de Gutierre de Cetina --

Jamás pudo moverte entre pastores,
si del rabioso mal de los amores
el corazón salvaje has hecho humano,
ruega al numen celeste que la mano
de su piedad extienda a los clamores
que dórida le hace, en los ardores
de una fiebre crüel, llorando en vano.
Si alcanzo de los dos tanta ventura,
vuestra gloria será más verdadera,
y más para sufrir mi desventura.
Y cuando lo contrario el hado quiera,
no perezca, señor, tal hermosura:
menor mal es que yo en su lugar muera.



Gutierre de Cetina

si de amor y de vos tan poco fío

-- de Gutierre de Cetina --

Del amor y de vos nace este celo;
de vuestra honestidad nada recelo;
menor es contra vos mi desvarío.
Que vuestra voluntad me dé un desvío
hace que tema amor, del nace un celo
tal que vengo a temer si amáis al cielo.
¡Ved hasta dónde llega el dolor mío!
jamás tuve de vos una sospecha,
ya que tenerla cierta es imposible,
ni otra cosa deseé que otros desean.
Que con mi voluntad la vuestra estrecha
estuviese deseo, y, si es posible,
tan juntas que las dos una alma sean.



Gutierre de Cetina

ay, mísero pastor!, ¿dó voy huyendo

-- de Gutierre de Cetina --

¿curar pienso un ardor con otro fuego?
¡cuitado!, ¿adónde voy? ¿estoy ya ciego
que ni veo mi bien ni el mal entiendo?
¿dó me llevas, amor? si aquí me enciendo,
¿tendré do voy más paz o más sosiego?
si huyo de un peligro, ¿a dó voy luego?
¿es menor el que voy hora siguiendo?
¿fue más ventura el betis, por ventura,
que era agora pisuerga? ¿aquél no ha sido
tan triste para mí como ese agora?
si falta en amarílida mesura,
¿cómo la tendrá dórida, sabido
que llevo ya en el alma otra señora?



Hernando de Acuña

Ajeno fue, pues fue sólo un momento

-- de Hernando de Acuña --

Ajeno fue, pues fue sólo un momento,
y mil años el mal sin acabarse;
instable fue, pues vino a comenzarse
de nuevo el mal tras su contentamiento.

Para más daño fue, pues su cimiento
tan sin firmeza en mí pudo fundarse;
que grave fue mi bien, pues en mostrarse
al parecer fue bien y al ser tormento.

Bien pudieras, Amor, con tantos males
acabarme de un golpe, pues podías
con uno y el menor de los que pruebo,

sin juntar con mis penas, siendo tales,
el bien que tuve por tan breves días,
para nuevo dolor y caso nuevo.



Hernando de Acuña

Pude partirme con pensar que fuera

-- de Hernando de Acuña --

Pude partirme con pensar que fuera
por ausencia menor la pena mía,
y ahora, en verme si el bien que veía,
no sé: quien me detiene que no muera;

mas sois, señora, vos, que tan entera,
en aquel mismo grado que solía,
os tiene esta alma como el mismo día
que me causaste la impresión primera.

Desde allí dais esfuerzo a lo vencido,
y pueden sustentarse entre mil males
el alma y corazón con sólo veros;

yo vivo sin temor, porque he sabido
que ya no me harán penas mortales
perder tan alto bien como quereros.



Hernando de Acuña

Viendo su bien tan lejos mi deseo

-- de Hernando de Acuña --

Viendo su bien tan lejos mi deseo,
alejóseme tanto por seguirle,
que tuve por difícil reducirle
al derecho camino sin rodeo.

Y ahora tan mal me tiene, que me veo
sin fuerza con que pueda resistirle,
tan forzado me tiene a consentirle,
que soy el que de mí menos poseo.

Ninguna novedad hay que me aparte
de tal congoja, ni que yo la crea,
sino para mayor inconveniente;

pues siendo yo de mí la menor parte,
por fuerza hace Amor que el todo sea,
sólo para sentir lo que él consiente.



Vicente García de la Huerta

A un disgusto de Filis

-- de Vicente García de la Huerta --

Como si amor por sí, Filis, no fuera
bastante a ejercitar mi sufrimiento,
la malicia con ímpetu violento
en hacerme infeliz también se esmera.

Vierte la envidia su ponzoña fiera,
atosigando el alma con su aliento,
y la astucia a favor del valimiento
me calumnia, mi bien y me impropera.

Todos los males, Filis, mi constancia
podrá vencer; podré con mi paciencia
rendir del hado el proceder injusto.

Contrastará al rencor mi tolerancia
pero, ¿quién tendrá, Filis, resistencia
al verte, ay Dios, con el menor disgusto?



Marilina Rébora

el niño dormido

-- de Marilina Rébora --

El niño dormido
no levantes la voz; el niño está dormido.
Contén el paso, espera, aguarda en cauto acecho;
que no se mueva el aire, ni se oiga el menor ruido,
para que en tierna paz, te aproximes al lecho.
Mírale sonriente al almohadón asido,
el oso de su vida apretándole el pecho,
en la mano, seguro, tiene un hilo prendido
del globo de colores que oscila bajo el techo.
Alrededor su mundo juegos de construcciones,
trompos, libros, muñecos, autos, trenes, camiones;
todo goza en el cuarto sueño de maravilla
salvo el tic-tac cadente del reloj de la abuela.
Déjale que descanse: mañana irá a la escuela;
cuanto más, con los labios rózale la mejilla.



Evaristo Carriego

Caperucita Roja que se nos fue

-- de Evaristo Carriego --

¡Ah, si volvieras...! ¡Cómo te extrañan mis hermanos!
La casa es un desquicio: ya no está la hacendosa
muchacha de otros tiempos. ¡Eras la habilidosa
que todo lo sabías hacer con esas manos...!

El menor de los chicos, ¡pobrecito! te llama
recordándote siempre lo que le prometieras,
para que le dés algo... Y a veces — ¡si lo oyeras! —
para que como entonces le prepares la cama.

¡Cómo entonces! ¿Entiendes? ¡Ah, desde que te fuiste,
en la casita nuestra todo el mundo anda triste,
y temo que los viejos se enfermen, ¡pobres viejos!

Mi madre disimula, pero a escondidas llora,
con el supersticioso temor de verte lejos...
Caperucita roja, ¿dónde estarás ahora?



Evaristo Carriego

La silla que ahora nadie ocupa

-- de Evaristo Carriego --

Con la vista clavada sobre la copa
se halla abstraído el padre desde hace rato:
pocos momentos hace rechazó el plato
del cual apenas quiso probar la sopa.

De tiempo en tiempo, casi furtivamente,
llega en silencio alguna que otra mirada
hasta la vieja silla desocupada
que alguien, de olvidadizo, colocó en frente.

Y, mientras se ensombrecen todas las caras,
cesa de pronto el ruido de las cucharas
porque insistentemente, como empujado

por esa idea fija que no se va,
el menor de los chicos a preguntado
cuándo será el regreso de la mamá.



Federico García Lorca

canción menor

-- de Federico García Lorca --

Diciembre de 1918
(granada)
tienen gotas de rocío
las alas del ruiseñor,
gotas claras de la luna
cuajadas por su ilusión.
Tiene el mármol de la fuente
el beso del surtidor,
sueño de estrellas humildes.
Las niñas de los jardines
me dicen todas adiós
cuando paso. Las campanas
también me dicen adiós.
Y los árboles se besan
en el crepúsculo. Yo
voy llorando por la calle,
grotesco y sin solución,
con tristeza de cyrano
y de quijote,
redentor
de imposibles infinitos
con el ritmo del reloj.
Y veo secarse los lirios
al contacto de mi voz
manchada de luz sangrienta,
y en mi lírica canción
llevo galas de payaso
empolvado. El amor
bello y lindo se ha escondido
bajo una araña. El sol
como otra araña me oculta
con sus patas de oro. No
conseguiré mi ventura,
pues soy como el mismo amor,
cuyas flechas son de llanto,
y el carcaj el corazón.
Daré todo a los demás
y lloraré mi pasión
como niño abandonado
en cuento que se borró.



Fernando de Herrera

Mi bello sol, si voy de vos ausente

-- de Fernando de Herrera --

Mi bello sol, si voy de vos ausente
a parte extraña, do el dolor me ofende,
y el fuego, que mi alma presa enciende,
en dulce amor contino está presente;

aunque el color purpúreo de Oriente,
do el sol menor de vuestra luz desciende,
vea cerca, y do el manto oscuro tiende
el apartado extremo de Occidente;

conmigo irá el Amor en igual parte
con la mitad del alma, que me alienta;
que el resto vive en vuestra faz, que adora;

y dividido en una y otra parte,
presente con el bien que me sustenta,
siempre veré resplandecer mi Aurora.



Fernando de Herrera

Nunca mi mal terrible sentiría

-- de Fernando de Herrera --

Nunca mi mal terrible sentiría,
ni descansar querría de mi pena,
si cuidase tal vez que mi serena
luz alegre y suave me sería;

mas no sufre la indina suerte mía
esta gloria, y de sí la aparta ajena,
y a rendir la esperanza me condena,
porque osé y di lugar a esta osadía.

Haga el cielo que pierda en menor daño
la memoria de aquel atrevimiento
que tuve en ver mi afán no aborrecido,

cuando agradó a mi bien que en dulce engaño
sufriese ufano y ledo el mal que siento:
mas ¿qué vale a quien muere en tibio olvido?



Francisco de Quevedo

enseña a morir antes

-- de Francisco de Quevedo --

Senor don juan, pues con la fiebre apenas
se calienta la sangre desmayada,
y por la mucha edad, desabrigada,
tiembla, no pulsa, entre la arteria y venas;
pues que de nieve están las cumbres llenas,
la boca, de los años saqueada,
la vista, enferma, en noche sepultada,
y las potencias, de ejercicio ajenas,
salid a recibir la sepoltura,
acariciad la tumba y monumento;
que morir vivo es última cordura.
La mayor parte de la muerte siento
que se pasa en contentos y locura,
y a la menor se guarda el sentimiento.
Esta obra se encuentra en dominio público.
Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace
más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio
público.



Francisco Villaespesa

canciónd el recuerdo

-- de Francisco Villaespesa --

viii
yo te he deshecho, ¡oh muerta cabellera,
para que recatases, destrenzada,
el pudor de una virgen desposada
que desnuda se vio por vez primera!
la ágil caricia de tus sedas era
como una primavera perfumada...
Serviste a mis ensueños de almohada,
y serás mi sudario cuando muera.
Sueltos tus rizos, en el aire ondean;
mis manos con amor por ellos vagan
temblorosas de afán, llenas de miedos,
pues teme mi ilusión que acaso sean
telarañas de sol, y se deshagan
al menor movimiento de mis dedos.



Catalina Clara Ramírez de Guzmán

Romance (Catalina Clara de Guzman)

-- de Catalina Clara Ramírez de Guzmán --

Si quieres vivir contenta,
Lisarda,que Dios te valga;
olvida,que la memoria
es un verdugo del alma.
No imagines que te adora
el que te dio su palabra,
que mueve un gusto las lenguas
y no hay gusto sin mudanza.
De palabras no te fies,
que son ladrones de casa;
y la palabra mejor,
al fin,viene a ser palabra.
Si vive amor en tu dueño,
querrá sin duda otra dama,
que,como el amor es niño,
todo cuanto ve le agrada.
No mires lo que entregaste,
y si lo miras repara
que el bien es su posesión
es menos que su esperanza.
Goza de las ocasiones
y en gozándolas te aparta,
que no hay placer que en su busca
muchos pesares no traiga.
Fácil cosa es querer bien,
que amor al descuido asalta;
lo díficil es que puedas
despidille si le llamas.
No admitas a amor de veras,
que vende su gloria cara;
y el menor dolor de ausencia
con su gusto no le paga.
Menosprecia el bien que estimas
y rendirás e a tus plantas,
que el despereciar en amantes
es conocida ventaja.



Clemente Althaus

A Méjico

-- de Clemente Althaus --

Desgraciada Nación, tan sólo rea
de ser menor en armas y pujanza,
en cuya reconquista hoy hace alianza
la codicia famélica europea:

no el universo sucumbir te vea,
cual res cobarde, sin blandir la lanza;
y, aunque del triunfo falte la esperanza,
entra en la cruda desigual pelea.

Cae a lo menos con honor y gloria,
y en el mayor conflicto nunca olvides
que es la lucha el deber, no la victoria;

mas, si defensa al patriotismo pides,
tal vez en ti renovará la Historia
de Salamina y Maratón las lides.



Clemente Althaus

A Clorinda

-- de Clemente Althaus --

Siempre que miro, Clorinda,
tu hermosura, te cotejo
con el indio tominejo,
por lo pequeña y lo linda:
por su pequeñez graciosa,
entre las flores semeja,
aún más que pájaro, abeja
o brillante mariposa.
Es su pico fina aguja,
dos puntos sus ojos son;
mas con tanta perfección
el Creador la dibuja,
que en hermosura rival
no conoce esta avecilla,
y a su plumaje se humilla
el soberbio pavo real.
Hermosura tan extrema
adorna al pájaro mosca,
que fuera sin lustre y tosca
joya de imperial diadema,
que innumerable caudal
a su noble dueño cuesta,
comparada con aquesta
viva joya natural,
do las plumas verdes, gualdas,
azules y carmesíes,
topacios son y rubíes
y zafiros y esmeraldas.
Se esmeró Natura en ella,
y juzgar así se debe
que sólo la hizo tan breve
para formarla, más bella.
Pues, si en el ave menor
ostentó su mejor obra,
a la que en belleza sobra
lo que le falta en grandor,
no te pese no ser alta,
oh graciosa criatura,
si te sobra en hermosura
lo que en tamaño te falta.



Clemente Althaus

A un joven

-- de Clemente Althaus --

Tú, cuyo pecho sin cesar se afana
con desvelo tan puro y tan ardiente
por el progreso y la ventura humana,
no el lauro esperes a tu noble frente.
El premio considera que tributa
a la virtud de Arístides Atenas;
de Sócrates recuerda la cicuta
y de Colón divino las cadenas.
Mira a Dante proscrito como reo,
preso al Taso entre insanos; ve el tormento
los miembros lacerar de Galileo,
atrevido Colón del firmamento.
Entre hórridas congojas dar la vida
mira del mundo al Redentor, y dime
qué pueblo no es igual al deicida,
que crucifica a aquel que le redime.
Cual culpa sin perdón, el mundo falso
castiga el beneficio recibido;
a éste da la prisión, a otro el cadalso;
su castigo menor es el olvido.
Mas, aunque sepas que a la tierra vino
a solamente padecer el bueno,
cumple, oh joven, la ley de tu destino,
de vil temor y abatimiento ajeno.
No pienses en humana recompensa,
cuya esperanza el mérito minora;
en los deleites que te brinda piensa
la virtud, de sí misma premiadora.



Clemente Althaus

El hablador

-- de Clemente Althaus --

I

Llega, y con tono magistral y grave
de la palabra al punto se apodera,
y empieza a disertar sobre cualquiera
materia, porque todas se las sabe.
No habla más largo ni seguido el ave
que nuestro idioma imita vocinglera;
y aunque su voz apague la ronquera,
ni remota esperanza hay de que acabe.
Crece en tanto el fastidio, el tiempo pasa,
a despedirse empieza ya la gente,
y a tanta reunión la antes escasa
sala se desocupa, y solamente
con la infeliz señora de la casa
se queda el hablador impertinente.

II

¡Ay del que con Don Juan entra en disputa!
de aquel a quien siquiera se le escapa
la réplica menor, pues se reputa
más infalible que el romano Papa.
Cuanto dice verdad es absoluta
que a la misma Verdad la boca tapa,
aunque diga que en Francia está Calenta
y a París ponga en África su mapa.
Materia en todo para eterna plática
halla, a pesar de su apariencia tísica
y de su cruel respiración asmática;
y desde rudimentos de gramática
hasta la más sublime metafísica
en todo su sentencia da, dogmática.



Roberto Juarroz

pensar nos roba el mirar

-- de Roberto Juarroz --

Pensar nos roba el mirar.
¿Dónde está entonces la visión,
su hebra de música sin variaciones de sonido,
su coincidencia de ojo y sueño,
su espacio donde sólo el pasar encuentra espacio?
¿dónde está el pensamiento que no roba nada?
aunque menor que otras,
pensar también es una ausencia.
Y un olvido que crece.
Y además quedarse solo
y abrir la puerta para desaparecer.



Roberto Juarroz

poemas de otredad 4

-- de Roberto Juarroz --

Si uno no es igual a su despertar,
si el despertar lo excede
o es menor que uno,
¿quién ocupa la diferencia?
y si uno no es igual tampoco a su dormir,
¿adónde se queda su costado despierto
o qué otra cosa se duerme con uno?
¿y si uno no es igual a uno?
el signo igual parece a veces
la duplicación ensimismada
del menos.



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