Buscar Poemas con Melancólico


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Se han encontrado 19 poemas con la palabra melancólico

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Evaristo Carriego

El otoño, muchachos

-- de Evaristo Carriego --

El otoño, muchachos. Ha llegado
sin sentirlo siquiera,
lluvioso, melancólico, callado.
El familiar bullicio de la acera
tan alegre en las noches del verano
se va apagando a la oración. La gente
abandona las puertas más temprano.
Las abandona silenciosamente...
Tardecita de ojoño, el ciego entona
menos frecuente el aire que en la esquina
gemía el organillo... ¡Qué tristona
anda, desde hace días, la vecina!
¿La tendrá así algún nuevo desengaño?
Otoño melancólico y lluvioso,
¿qué dejarás, otoño, en casa este año?
¿qué hoja te llevarás? Tan silencioso
llegas que nos das miedo.
Sí, anochece
y te sentimos, en la paz casera,
entrar sin un rumor... ¡Cómo envejece
nuestra tía soltera!

Poema El otoño, muchachos de Evaristo Carriego con fondo de libro

Luis Palés Matos

fiebre autumnal

-- de Luis Palés Matos --

El crepúsculo finge un hervidero
cruento y ardiente... Sobre el mar sonoro
resbala el melancólico y postrero
lampo de sol, como una flecha de oro.

El monstruo llora un rictus de armonías
y al beso de la luz se congestiona,
cual si sangraran en sus ondas frías
las cuatro heridas de rabí jeschona.

La ojera del ocaso cobra un vago
violeta-oscuro, dándole al estrago
un capricho romántico de rosas;

la noche muestra toda su fortuna,
y brota, como un pétalo, la luna
envuelta en santidades vaporosas.

Poema fiebre autumnal de Luis Palés Matos con fondo de libro

César Vallejo

por último, sin ese buen aroma sucesivo

-- de César Vallejo --

Por último, sin ese buen aroma sucesivo,
sin él,
sin su cuociente melancólico,
cierra su manto mi ventaja suave,
mis condiciones cierran sus cajitas.
¡Ay, cómo la sensación arruga tánto!
¡ay, cómo una idea fija me ha entrado en una uña!
albino, áspero, abierto, con temblorosa hectárea,
mi deleite cae viernes,
mas mi triste tristumbre se compone de cólera y tristeza
y, a su borde arenoso e indoloro,
la sensación me arruga, me arrincona.
Ladrones de oro, víctimas de plata:
el oro que robara yo a mis víctimas,
¡rico de mí olvidándolo!
la plata que robara a mis ladrones,
¡pobre de mí olvidándolo!
execrable sistema, clima en nombre del cielo, del bronquio y laquebrada,
la cantidad enorme de dinero que cuesta el ser pobre...

Poema por último, sin ese buen aroma sucesivo de César Vallejo con fondo de libro

Diego de Torres Villarroel

cuenta los pasos de la vida

-- de Diego de Torres Villarroel --

De asquerosa materia fui formado,
en grillos de una culpa concebido,
condenado a morir sin ser nacido,
pues estoy no nacido y ya enterrado.
De la estrechez obscura libertado,
salgo informe terrón no conocido,
pues sólo de que aliento es un gemido
melancólico informe de mi estado.
Los ojos abro, y miro lo primero
que es la esfera también cárcel obscura;
sé que se ha de llegar el fin postrero.
Pues ¿adónde me guía mi locura,
si del ser al morir soy prisionero,
en el vientre, en el mundo y sepultura?



Rafael Obligado

visión

-- de Rafael Obligado --

Se sueña, se presiente, se adivina,
estremécese el labio y no la nombra;
el alba la ve huir de la colina
velada entre los pliegues de la sombra.

Espira el melancólico perfume
de la rosa en un féretro olvidada;
se deshace en incienso, se consume
a la rápida luz de una mirada.

Hermana de la tarde, pensativa
en el fondo del valle resplandece;
un instante deslumbra, y fugitiva
en el pálido azul se desvanece.

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Pablo Neruda

arte poética

-- de Pablo Neruda --

Entre sombra y espacio, entre guarniciones y doncellas,
dotado de corazón singular y sueños funestos,
precipitadamente pálido, marchito en la frente,
y con luto de viudo furioso por cada día de vida,
ay, para cada agua invisible que bebo soñolientamente,
y de todo sonido que acojo temblando,
tengo la misma sed ausente y la misma fiebre fría,
un oído que nace, una angustia indirecta,
como si llegaran ladrones o fantasmas,
y en una cáscara de extensión fija y profunda,
como un camarero humillado, como una campana un poco ronca,
como un espejo viejo, como un olor de casa sola
en la que los huéspedes entran de noche perdidamente ebrios,
y hay un olor de ropa tirada al suelo, y una ausencia de flores,
posiblemente de otro modo aún menos melancólico,
pero, la verdad, de pronto, el viento que azota mi pecho,
las noches de substancia infinita caídas en mi dormitorio,
el ruido de un día que arde con sacrificio,
me piden lo profético que hay en mí, conmelancolía,
y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos
hay, y un movimiento sin tregua, y un nombre confuso.



José Tomás de Cuellar

Crepúsculo en el mar

-- de José Tomás de Cuellar --

ES la hora del crepúsculo sombrío;
Estamos en el mar;
No sé qué tiene esta hora vespertina
Que donde quiera á mi cansado espíritu
Invita á meditar.

Guarda no sé qué singular misterio
De un lúgubre pesar,
No sé qué amarga lentitud sombría,
Qué triste acabamiento melancólico
De caída magestad.

No sé qué tienen esa luz y el aire.
No sé qué tiene el mar;
Pero aire, mar y luz traen á mi alma,



Antonio Machado

Es una tarde cenicienta y mustia

-- de Antonio Machado --

Es una tarde cenicienta y mustia,
destartalada, como el alma mía;
y es esta vieja angustia
que habita mi usual hipocondría.
La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y, recordando, digo:
-Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.
*
Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
tú eres la nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella.
Como perro olvidado que no tiene
huella ni olfato y yerra
por los caminos sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta
se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito y asombra
su corazón de música y de pena,
así voy yo, borracho melancólico
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.



Marcelino Menéndez y Pelayo

A ...

-- de Marcelino Menéndez y Pelayo --

¡Ojalá cada sol que te amanezca
Aún más hermosa y más feliz te mire!
¡Nunca tu frente oprima
El demonio tenaz del pensamiento,
Ni blando rostro, halagadora risa,
Hielen en ti la flor del sentimiento!
No llorarás por ti, serás dichosa;
Mas no a la compasión tu ánimo cierres,
Porque en llorar con el dolor ajeno
Hay alto y melancólico placer.



Mariano Melgar

Yaraví VII

-- de Mariano Melgar --

¿Con que al fin, tirano dueño,
Tanto amor, clamores tantos,
Tantas fatigas,
No han conseguido en tu pecho
Más premio que un duro golpe
De tiranía?

Tú me intimas que no te ame
Diciendo que no me quieres,
¡Ay vida mía!
¡Y que una ley tan tirana
Tenga de observar, perdiendo
Mi triste vida!

Yo procuraré olvidarte,
Y moriré bajo el peso
De mis desdichas;
Pero no pienses que el cielo
Deje de hacerte sentir
Sus justas iras.

Muerto yo, tú llorarás
El error de haber perdido
Un alma fina;
Y aun muerto sabrá vengarse
Este mísero viviente
Que hoy tiranizas.
Á todas horas mi sombra
Llenará de mil horrores
Tu fantasía;
Y acabará con tus gustos
El melancólico espectro
De mis cenizas.



Mario Benedetti

después

-- de Mario Benedetti --

El cielo de veras que no es éste de ahora
el cielo de cuando me jubile
durará todo el día
todo el día caerá
como lluvia de sol sobre mi calva.
Yo estaré un poco sordo para escuchar los árboles
pero de todos modos recordaré que existen
tal vez un poco viejo para andar en la arena
pero el mar todavía me pondrá melancólico
estaré sin memoria y sin dinero
con el tiempo en mis brazos como un recién nacido
y llorará conmigo y lloraré con él
estaré solitario como una ostra
pero podré hablar de mis fieles amigos
que como siempre contarán desde europa
sus cada vez más tímidos contrabandos y becas.
Claro estaré en la orilla del mundo contemplando
desfiles para niños y pensionistas
aviones
eclipses
y regatas
y me pondré sombrero para mirar la luna
nadie pedirá informes ni balances ni cifras
y sólo tendré horario para morirme
pero el cielo de veras que no es éste de ahora
ese cielo de cuando me jubile
habrá llegado demasiado tarde.



Medardo Ángel Silva

Diálogo (Silva)

-- de Medardo Ángel Silva --

Abril canta en mi oído con sus rosas y brisas,
con fresca boca ríen las rosadas auroras,
la primavera esparce su guirnalda de risas...
¿Por qué obstinadamente melancólico lloras?

Cipris ofrece el vino de sus púrpureas viñas,
Leda y el Cisne ensayan el dulce simulacro,
y son rubias manzanas los senos de las niñas
en cuyos labios tiernos palpita el himno sacro.

¡Bien sé yo —dije— cuánto dura la primavera,
comparable a la vida de la pompa ligera
de tules erizados que desvanece el viento!

Yo esperaré a la Esposa que no falta a la cita,
en cuyos labios mora la verdad infinita
que rebusca mi espíritu de eternidad sediento.



Julio Flórez

Abstracción

-- de Julio Flórez --

Poem

A veces melancólico me hundo en mi noche de escombros y miserias, y caigo en un silencio tan profundo que escucho hasta el latir de mis arterias.

Más aún: oigo el paso de la vida por la sorda caverna de mi cráneo, como un rumor de arroyo sin salida, como un rumor de río subterráneo.

Entonces presa de pavor, y yerto como un cadáver, mudo y pensativo, en mi abstracción a descifrar no acierto

si es que dormido estoy o estoy despierto, si un muerto soy que sueña que está vivo, o un vivo soy que sueña que está muerto.



Evaristo Carriego

El aniversario

-- de Evaristo Carriego --

La casa amaneció triste, callada.
Un aire melancólico se advierte
en los rostros: la pena es resignada.
No se oye reir ni se habla fuerte.
Los muchachos faltaron a la escuela,
y desde muy temprano, con incierto
y sombrío fulgor, arde la vela
en la que fuera habitación del muerto.
El recuerdo luctuoso les alcanza
a todos por igual.
Durante el día
unas cuantas visitas de confianza
estuvieron a hacerles compañía;
pero, entrada la noche, los amigos
al fin se despidieron, y la pena
contenida en presencia de testigos
extraños, fué a la hora de la cena



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 18

-- de Francisco de Quevedo --

Tú, princesa bellísima del día,
de las sombras nocturnas triunfadora,
oro risueño y púrpura pintora,
del aire melancólico alegría;
pues del sol que te sigue y que te envía
eres flagrante y rica embajadora;
pues por ennoblecerte llamé aurora
la hermosa sin igual zagala mía,
ya que la noche me privó de vella,
y esquiva mis dos ojos, piadosa,
entretenme su imagen en tu estrella.
Niégale al sol las horas; no envidiosa
su llama, que tus luces atropella,
esconde en ti su ardiente nieve y rosa.



José Asunción Silva

Enfermedades de la niñez

-- de José Asunción Silva --

A una boca vendida,
a una infame boca,
cuando sintió el impulso que en la vida
a locuras supremas nos provoca,
dio el primer beso, hambriento de ternura
en los labios sin fuerza, sin frescura.
No fue como Romeo
al besar a Julieta;
el cuerpo que estrechó cuando el deseo
ardiente aguijoneó su carne inquieta,
fue el cuerpo vil de vieja cortesana,
Juana incansable de la tropa humana.

Y el éxtasis divino
que soñó con delicia
lo dejó melancólico y mohíno
al terminar la lúbrica caricia.
Del amor no sintió la intensa magia
y consiguió... Una buena blenorragia.



José Eustasio Rivera

sintiendo...

-- de José Eustasio Rivera --

Sintiendo que en mi espíritu doliente
la ternura romántica germina,
voy a besar la estrella vespertina
sobre el agua ilusoria de la fuente.

Mas cuando hacia el fulgor cerulescente
mi labio melancólico se inclina,
oigo como una voz ultradivina
de alguien que me celara en el ambiente.

Y al pensar que tu espíritu me asiste,
torno los ojos a la pampa triste;
¡nadie!... Sólo el crepúsculo de rosa.

Mas, ¡ay!, que entre la tímida vislumbre,
inclinada hacia mí, con pesadumbre,
suspira una palmera temblorosa.



Rubén Darío

rima vi

-- de Rubén Darío --

Hay un verde laurel. En sus ramas
un enjambre de pájaros duerme
en mudo reposo,
sin que el beso del sol los despierte.
Hay un verde laurel. En sus ramas
que el terral melancólico mueve,
se advierte una lira,
sin que nadie esa lira descuelgue.
¡Quién pudiera, al influjo sagrado
de un soplo celeste,
despertar en el árbol florido
las rimas que duermen!
¡y flotando en la luz el espíritu,
mientras arde en la sangre la fiebre,
como un himno gigante y extraño
arrancar a la lira de bécquer!



Rubén Darío

Rima VI (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

Hay un verde laurel. En sus ramas
un enjambre de pájaros duerme
en mudo reposo,
sin que el beso del sol los despierte.
Hay un verde laurel. En sus ramas
que el terral melancólico mueve,
se advierte una lira,
sin que nadie esa lira descuelgue.
¡Quién pudiera, al influjo sagrado
de un soplo celeste,
despertar en el árbol florido
las rimas que duermen!
¡Y flotando en la luz el espíritu,
mientras arde en la sangre la fiebre,
como "un himno gigante y extraño"
arrancar a la lira de Bécquer!



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