Buscar Poemas con Medroso


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Se han encontrado 20 poemas con la palabra medroso

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Fernando de Herrera

Solo y medroso, del peligro cierto

-- de Fernando de Herrera --

Solo y medroso, del peligro cierto,
que en la guerra de Amor temido había,
con fortuna mejor tarde huía,
en tanta tempestad, seguro al puerto.

Mas en el paso del camino incierto,
cuando con más descuido proseguía,
Amor, que en vuestros ojos me atendía,
de un golpe atravesó mi pecho abierto.

Y antes que yo pudiese de mi pena
alabar la ventura, envidioso,
huyó con vos y me dejó perdido,

cual huye el parto, do el Eúfrates suena,
y revuelve el caballo presuroso,
dejando al fiero contendor herido.

Poema Solo y medroso, del peligro cierto de Fernando de Herrera con fondo de libro

Abraham Valdelomar

L'enfant

-- de Abraham Valdelomar --

A Francis Jammes.

Sollozante y medroso, vuelve al fin a su nido,
llorando como un niño, mi pobre Corazón.
-¡Vienes lleno de sangre, Corazón! ¿Te han herido?
¿Qué ojos te hicieron daño, mi pobre Corazón?

Con una herida has vuelto cada vez que te has ido,
y dejaste tu nido, mi pobre Corazón.
Cobíjate en mi pecho. Yo solo te he querido.
Yo solo te comprendo, mi pobre Corazón.

¡Arrorró, pobrecito! Conmigo estás de nuevo.
Acuéstate en el pecho que adolorido llevo.
Te dormiré con una dulce y nueva canción.

¡Arrorró, pobrecito! Ven. No sigas llorando.
Besaré tus heridas, pero no llores... ¡Cuándo
dormirás para siempre, mi pobre Corazón!

Poema L'enfant de Abraham Valdelomar con fondo de libro

Amado Nervo

le trou noir

-- de Amado Nervo --

Y todos los modernos sobreentienden,
quienes más, quienes menos,
esa inmortalidad del otro lado
del agujero negro.
Flaubert: correspondence
¡para el que sufre como yo he sufrido,
para el cansado corazón ya huérfano,
para el triste ya inerme ante la vida,
bendito agujero negro!
¡para el que pierde lo que yo he perdido
(luz de su luz y hueso de sus huesos),
para el que ni recobra ya ni olvida,
bendito agujero negro!
¡agujero sin límites, gigante
y medroso agujero,
cómo intriga a los tontos y a los sabios
la insondabilidad de tu misterio!
¡mas si hay alma, he de hallar la suya errante;
si no, en la misma nada fundiremos
nuestras áridas bocas, ya sin labios,
en tu regazo, fúnebre agujero!

Poema le trou noir de Amado Nervo con fondo de libro

César Vallejo

Trilce: LXIX

-- de César Vallejo --

Qué nos buscas, oh mar, con tus volúmenes
docentes! Qué inconsolable, qué atroz
estás en la febril solana.

Con tus azadones saltas,
con tus hojas saltas,
hachando, hachando en loco sésamo,
mientras tornan llorando las olas, después
de descalcar los cuatro vientos
y todos los recuerdos, en labiados plateles
de tungsteno, contractos de colmillos
y estáticas eles quelonias.

Filosofía de alas negras que vibran
al medroso temblor de los hombros del día.

El mar, y una edición en pie,
en su única hoja el anverso
de cara al reverso.



César Vallejo

qué nos buscas, oh mar, con tus volúmenes

-- de César Vallejo --

lxix
qué nos buscas, oh mar, con tus volúmenes
docentes! qué inconsolable, qué atroz
estás en la febril solana.
Con tus azadones saltas,
con tus hojas saltas,
hachando, hachando en loco sésamo,
mientras tornan llorando las olas, después
de descalcar los cuatro vientos
y todos los recuerdos, en labiados plateles
de tungsteno, contractos de colmillos
y estáticas eles quelonias.
Filosofía de alas negras que vibran
al medroso temblor de los hombros del día.
El mar, y una edición en pie,
en su única hoja el anverso
de cara al reverso.



Enrique González Martínez

a la que va conmigo

-- de Enrique González Martínez --

Iremos por la vida como dos pajarillos
que van en pos de rubias espigas, y hablaremos
de sutiles encantos y de goces supremos
con ingenuas palabras y diálogos sencillos.

Cambiaremos sonrisas con la hermana violeta
que atisba tras la verde y oscura celosía,
y aplaudiremos ambos la célica armonía
del amigo sinsonte que es músico y poeta.

Daremos a las nubes que circundan los flancos
de las altas montañas nuestro saludo atento,
y veremos cuál corren al impulso del viento
como un tropel medroso de corderillos blancos.

Oiremos cómo el bosque se puebla de rumores,
de misteriosos cantos y de voces extrañas;
y veremos cuál tejen las pacientes arañas
sus telas impalpables con los siete colores.

Iremos por la vida confundidos en ella,
sin nada que conturbe la silenciosa calma,
y el alma de las cosas será nuestra propia alma,
y nuestro propio salmo el salmo de la estrella.

Y un día, cuando el ojo penetrante e inquieto
sepa mirar muy hondo, y el anhelante oído
sepa escuchar las voces de los desconocido,
se abrirá a nuestras almas el profundo secreto.



José Tomás de Cuellar

Soledad de María

-- de José Tomás de Cuellar --

YA moribundo el sol en occidente
Derrama sus postreros resplandores,
Dobléganse los tallos de las flores,
Cesa el rumor de la sonora fuente.

Suben en tanto allá por el Oriente
En confuso tropel negros vapores,
Y entre los altos juncos cimbradores,
Zumba medroso el huracán potente.

Cubre el zenít un velo funerario,
Hondo suspiro de dolor resuena;
Que al hombre que en el Gólgota se inmola

Envuelven en blanquísimo sudario,
Y la Madre de Dios de duelo llena
Queda al pié de la cruz postrada y sola.



José Tomás de Cuellar

La virtud

-- de José Tomás de Cuellar --

OYE cual silva el arrecido viento,
Llevando con sus alas,
En su empuje violento,
Del prado y del jardín las frescas galas.
Mira esas hojas que en revueltos giros
Hacia el torrente avanzan
Con desigual rumor triste y medroso,
Y, sin saber á donde van, se lanzan
Al mar, al mar undoso....!



Juan de Arguijo

Casandra

-- de Juan de Arguijo --

Cuando en horror medroso y ciego espanto
Por los teucros discurre Alecto airada,
Y el impío acero de la griega espada
Hace crecer con frigia sangre el Janto,

Entre los gritos y confuso llanto
De la mísera gente descuidada
Alza la voz Casandra, arrebatada
De profético aliento y furor santo.

«En tus cenizas, dice, ¡oh patria cara!
Se guarda el fuego cuya llama ardiente
Hará costosa á Grecia esta vitoria.

»Otra renacerá de tí mas clara
Troya, por quien tu nombre eternamente
Vuelva á vivir en mas dichosa historia.»



Garcilaso de la Vega

SONETO XII

-- de Garcilaso de la Vega --

Si para refrenar este deseo
loco, imposible, vano, temeroso,
y guarecer de un mal tan peligroso,
que es darme a entender yo lo que no creo.

No me aprovecha verme cual me veo,
o muy aventurado o muy medroso,
en tanta confusión que nunca oso
fiar el mal de mí que lo poseo,

¿qué me ha de aprovechar ver la pintura
de aquél que con las alas derretidas
cayendo, fama y nombre al mar ha dado,

y la del que su fuego y su locura
llora entre aquellas plantas conocidas
apenas en el agua resfríado?



Garcilaso de la Vega

Si para refrenar este deseo

-- de Garcilaso de la Vega --

Si para refrenar este deseo
loco, imposible, vano, temeroso,
y guarecer de un mal tan peligroso,
que es darme a entender yo lo que no creo.

No me aprovecha verme cual me veo,
o muy aventurado o muy medroso,
en tanta confusión que nunca oso
fiar el mal de mí que lo poseo,

¿qué me ha de aprovechar ver la pintura
de aquél que con las alas derretidas
cayendo, fama y nombre al mar ha dado,

y la del que su fuego y su locura
llora entre aquellas plantas conocidas
apenas en el agua resfrïado?



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xvi

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Si al mecer las azules campanillas
de tu balcón,
crees que suspirando pasa el viento
murmurador,
sabe que, oculto entre las verdes hojas,
suspiro yo.
Si al resonar confuso a tus espaldas
vago rumor,
crees que por tu nombre te ha llamado
lejana voz,
sabe que, entre las sombras que te cercan
te llamo yo.
Si se turba medroso en la alta noche
tu corazón,
al sentir en tus labios un aliento
abrasador,
sabe que, aunque invisible, al lado tuyo
respiro yo.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxx

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

¡cuántas veces al pie de las musgosas
paredes que la guardan,
oí la esquila que al mediar la noche
a los maitines llama!
¡cuántas veces trazo mi silueta
la luna plateada,
junto a la del ciprés que de su huerto
se asoma por las tapias!
cuando en sombras la iglesia se envolvía,
de su ojiva calada,
¡cuántas veces temblar sobre los vidrios
vi el fulgor de la lámpara!
aunque el viento en los ángulos oscuros
de la torre silbara,
del coro entre las voces percibía
su voz vibrante y clara.
En las noches de invierno, si un medroso
por la desierta plaza
se atrevía a cruzar, al divisarme,
el paso aceleraba.
Y no faltó una vieja que en el torno
dijese a la mañana
que de algún sacristán muerto en pecado
era yo el alma.
A oscuras conocía los rincones
del atrio y la portada;
de mis pies las ortigas que allí crecen
las huellas tal vez guardan.
Los búhos, que espantados me seguían
con sus ojos de llamas,
llegaron a mirarme con el tiempo
como a un buen camarada.
A mi lado sin miedo los reptiles
se movían a rastras;
¡hasta los mudos santos de granito
creo que me saludaban!



Julio Flórez

Cuando a la media noche...

-- de Julio Flórez --

Poem

Cuando a la media noche me despierta el medroso aullido de mi perro que, acaso mal dormido en el umbral oscuro de mi puerta, de los trasnochadores el rüido oye en la calle lóbrega y desierta, o El alerta del gallo que en las hondas tinieblas sumergido cela, ampara y vigila su serrallo, me incorporo en el lecho, me incorporo y medito en el daño espantoso que me has hecho! en el mal infinito que me causó tu amor¡amor maldito que arrancar no he logrado de mi pecho!

Y abro los ojos en la sombra entonces, mientras que a mis oídos llegan los melancólicos tañidos de los lejanos bronces.

Y evoco, soñoliento, los recuerdos queridos que llenaron de luz mi pensamiento: Recuerdos, ¡ay! de las difuntas horas en que bebí el fulgor de tus pupilas negras, pero brillantes como auroras!

¡Por qué os fuisteis tan presto, horas tranquilas! ¡Muertas encantadoras!



Fernando de Herrera

A la derrota del duque de Sajonia por Carlos V

-- de Fernando de Herrera --

Do el suelo horrido el Albis frío baña
al sajón, que oprimió con muerta gente
y rebosó espumoso su corriente
en la esparcida sangre de Alemaña;

al celo del excelso rey de España,
al seguro consejo y pecho ardiente,
inclina el duro orgullo de su frente,
medroso, y su pujanza, a tal hazaña.

La desleal cerviz cayó, que pudo
sus ondas con semblante sobrar fiero
y sus bosques romper con osadía,

Marte vio, y dijo, y sacudió el escudo:
«¡Oh gran Emperador, gran caballero!
¡Cuánto debo a tu esfuerzo en este día!»



Fernando de Herrera

De bosque en bosque, de uno en otro llano

-- de Fernando de Herrera --

De bosque en bosque, de uno en otro llano,
solo, en medroso horror y sombra oscura,
voy suspirando ausente, y la luz pura
busco, que me encubrió el amor tirano.

Corto el río y traspaso el monte en vano;
que no se debe más a mi ventura;
el bien que la esperanza me procura
huye y se me desliza de la mano.

En este duro estrecho me lamento,
porque sea mi daño manifiesto
y alguno se conduela en mi cuidado.

No cohorta al fin esto mi tormento;
que tanto mi dolor es más molesto
cuanto de ajeno pecho más llorado.



Fernando de Herrera

Oh, fuera yo el olimpo, que con vuelo

-- de Fernando de Herrera --

¡Oh, fuera yo el olimpo, que con vuelo
de eterna luz girando resplandece
cuando mengua Timbreo y Cintia crece
en el medroso horror del negro velo!

En lo mejor del noble hesperio suelo,
que cerca baña el Betis, y enriquece,
viera la alma belleza que florece
y esparce lumbre y puro ardor del cielo;

y en su candor clarísimo encendido,
volviera todo en llama, como espira
en fuego cuanto asciende al alta etra.

Tal vigor en sus rayos escondido
yace, que si con fuerza alguno mira
en ella, con más fuerza en él penetra.



Fernando de Herrera

Qué bello nudo y fuerte me encadena

-- de Fernando de Herrera --

¿Qué bello nudo y fuerte me encadena
con tierno ardor, en quien amor airado
me enciende el corazón, y en un cuidado
duro y terrible siempre me enajena?

El oro que al Gange indo en su ancha vena
luciente orna, y en hebras dilatado,
con luengo cerco y terso ensortijado,
gentil corona en blanca frente ordena.

¡Oh vos, que al sol vencido, prestáis fuego,
en quien mi pensamiento no medroso
las alas metió libre, y perdió el vuelo!

Lazos que me estrecháis, mi pecho ciego
abrasad, porque en prez del mal penoso
segura mi fe rinda su recelo.



Fernando de Herrera

Yo vi en sazón alegre un tierno pecho

-- de Fernando de Herrera --

Yo vi en sazón alegre un tierno pecho
ufano dulcemente con mi pena,
y que anudarnos pudo en su cadena
el ya cortés amor con lazo estrecho.

Yo veo el bien que tuve ya deshecho,
y mi segura fe de cuitas llena,
y que el ingrato en impío afán condena
a quien halla en su agravio satisfecho.

Yo vi que no fui indigno de la gloria
que en su rigor me usurpa la mudanza,
y en sombra del olvido ya me veo.

Entristézcome siempre en la memoria,
desfallezco medroso en la esperanza,
y al fin pierdo la vida en el deseo.



Ramón López Velarde

A una ausente seráfica

-- de Ramón López Velarde --

Estos, amada, son sitios vulgares
en que en el ruido mundanal se asusta
el alma fidelísima, que gusta
de evocar tus encantos familiares.

Añoro dulcemente los lugares
en donde imperas cual señora justa,
tu voz real y tu mirada augusta
que ungieron con su gracia mis pesares.

Y recuerdo que en época lejana,
por tus raras virtudes milagrosas
y tu amable modestia provinciana,

ebrio de amor te comparó el poeta
con la mejor de las piedras preciosas
oculta en pobres hojas de violeta.

Tuviste, en la delicia de mi sueño,
fuerza de mano que se da al caído
y la piedad de un pájaro agoreño
que en la rama caduca pone el nido.

De tu falda al seráfico pergeño
cual párvulo medroso estoy asido,
que en la infantil iglesia de mi ensueño
las imágenes rotas han caído.

Yo sé que en mis catástrofes internas
no más quedas tú en pie, señora alta,
de frente noble y de miradas tiernas.

Condúceme en las noches inclementes
porque sin ti, para marchar, me falta
el óleo de las vírgenes prudentes.



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