Buscar Poemas con Meditar


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Se han encontrado 13 poemas con la palabra meditar

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José Tomás de Cuellar

Su indecisión

-- de José Tomás de Cuellar --

ES inútil que luche el juicio frío
Para buscar el fuego que no existe,
Un volcán pudo ser lo que sentiste
Pero es tu indecisión hielo sombrío.

Si amor no ha encadenado tu albedrío,
El meditar es un recurso triste;
Y el que á decir que ama se resiste
Es porque en vez de amor siente un vacío.

Nunca el compás del geólogo en la aljaba
Se encontró de Cupido el rapazuelo,
Ni Minerva las flechas preparaba

Que el juguetón amor trajo del cielo;
Que donde el mucho meditar acaba
Allí el amor se muestra sin recelo.

Poema Su indecisión de José Tomás de Cuellar con fondo de libro

Alberto Lista

La envidia

-- de Alberto Lista --

Dulce es a la codicia cuanto alcanza
doblar el oro inútil, que ha escondido;
sin tener otro afán, ni por sentido,
meditar ya el placer, ya la esperanza.

Dulce es también a la feroz venganza,
que no obedece al tiempo ni al olvido,
los sedientos rencores que ha sufrido
apagar entre el fuego y la matanza.

A un bien aspira todo vicio humano;
teñida en sangre, la ambición impía
sueña en el mando y el laurel glorioso.

Sola tú, envidia horrenda, monstruo insano,
ni conoces ni esperas la alegría;
que ¿dónde irás que no haya un venturoso?

Poema La envidia de Alberto Lista con fondo de libro

Alejandro Tapia y Rivera

Los ojos de ...

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

¿Me preguntas, pintor, que como quiero
que pintes el mirar y la hermosura
de aquellos ojos do el Edén fulgura,
de aquellos ojos por que vivo y muero?
Copia el fulgor de matinal lucero,
de gacela apacible la dulzura,
de la tórtola amante la ternura,
el brillo del diamante lisonjero.
Los habrás de pintar grandes y vivos
donde luzca la antorcha bendecida
del noble meditar, muy expresivos,
Con dulce vaguedad indefinida;
¿quieres darles aun más atractivos
de apasionado amor? dales la vida.

Poema Los ojos de ... de Alejandro Tapia y Rivera con fondo de libro

Jacinto Verdaguer

A orillas del mar

-- de Jacinto Verdaguer --

Snbir me place al alto promontorio
Que el piélago domina,
A meditar mientras el sol radiante
Desde el zenit declina.

A la luz de esa antorcha miro el cielo,
Y cubierto de espuma
El dilatado mar; grandeza tanta
Mi pequeñez abruma.

Hablo, y escucho á las galanas ondas,
Y en mágico espejismo
Gozóme en festejar muertos ensueños
Que evoco del abismo.

¡Cuántos castillos levanté en la playa!
Derribólos el viento
Con sus torres y cúpulas altivas
De oro, y cristal, y argento.



Javier del Granado

el médico de la aldea

-- de Javier del Granado --

Como el dulce rabí de galilea,
con la sonrisa iluminó la infancia,
y derramó de su alma la fragancia
sobre la humilde gente de la aldea.

Su espíritu en el héspero aletea,
su corazón palpita en nuestra estancia,
y su mano a través de la distancia
la plata de la luna espolvorea.

San vicente de paúl y san francisco
transmigraron a su alma consagrada
a cosechar espinas en el risco.

Junto a la cuna meditar lo he visto.
Se cuajaba de estrellas su mirada
cuando pedía lo imposible a cristo.



Pablo Neruda

tengo miedo

-- de Pablo Neruda --

Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza
del cielo se abre como una boca de muerto.
Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidada en el fondo de un palacio desierto.
Tengo miedo. Y me siento tan cansado y pequeño
que reflejo la tarde sin meditar en ella.
(En mi cabeza enferma no ha .De caber un sueño
así como en el cielo no ha cabido una estrella).
Sin embargo en mis ojos una pregunta existe
y hay un grito en mi boca que mi boca no grita.
No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste
abandonada en medio de la tierra infinita!
se muere el universo de una calma agonía
sin la fiesta del sol o el crepúsculo verde.
Agoniza saturno como una pena mía,
la tierra es una fruta negra que el cielo muerde.
Y por la vastedad del vacío van ciegas
las nubes de la tarde, como barcas perdidas
que escondieran estrellas rotas en sus bodegas.
Y la muerte del mundo cae sobre mi vida.



José Tomás de Cuellar

Crepúsculo en el mar

-- de José Tomás de Cuellar --

ES la hora del crepúsculo sombrío;
Estamos en el mar;
No sé qué tiene esta hora vespertina
Que donde quiera á mi cansado espíritu
Invita á meditar.

Guarda no sé qué singular misterio
De un lúgubre pesar,
No sé qué amarga lentitud sombría,
Qué triste acabamiento melancólico
De caída magestad.

No sé qué tienen esa luz y el aire.
No sé qué tiene el mar;
Pero aire, mar y luz traen á mi alma,



José Alcalá Galiano

Aparición

-- de José Alcalá Galiano --

Miré tu rostro, y de la inmensa altura
Bajé á mi corazón,
Y al verle encadenado á tu hermosura
Bendije mi prision.

La noche en su silencio y con su calma
Adormeció mi sér,
Y al mecerse tranquila, olvidó el alma
Su eterno padecer;

Una sola mirada de tus ojos
Del sueño me sacó,
Y una sonrisa de tus labios rojos
De amor me estremeció.

La quietud con su mágico misterio
Me hacia meditar;
Oí tu voz de irresistible imperio
Y prorumpí á llorar.

Léjos de las miserias de la vida,
De los astros en pos,
Mi mente, con delirio, iba perdida
Allí buscando un Dios.

Y cuando más ansioso le buscaba
Aparecer te ví,
Y la faz de aquel Dios que no encontraba
Ví reflejarse en tí.



Antonio Machado

Coplas elegiacas

-- de Antonio Machado --

¡Ay del que llega sediento
a ver el agua correr
y dice: La sed que siento
no me la calma el beber!
¡Ay de quien bebe, y, saciada
la sed, desprecia la vida:
moneda al tahúr prestada,
que sea al azar rendida!
Del iluso que suspira
bajo el orden soberano,
y del que sueña la lira
pitagórica en su mano.
¡Ay del noble peregrino
que se para a meditar,
después de largo camino,
en el horror de llegar!
¡Ay de la melancolía
que llorando se consuela,
y de la melomanía
de un corazón de zarzuela!
¡Ay de nuestro ruiseñor,
si en una noche serena
se cura del mal de amor
que llora y canta su pena!
¡De los jardines secretos,
de los pensiles soñados
y de los sueños poblados
de propósitos discretos!
¡Ay del galán sin fortuna
que ronda a la luna bella,
de cuantos caen de la luna,
de cuantos se marchan a ella!
¡De quien el fruto prendido
en la rama no alcanzó,
de quien el fruto ha mordido
y el gusto amargo probó!
¡Y de nuestro amor primero
y de su fe mal pagada,
y, también, del verdadero
amante de nuestra amada!



Antonio Machado

La primavera besaba

-- de Antonio Machado --

La primavera besaba
suavemente la arboleda,
y el verde nuevo brotaba
como una verde humareda.
Las nubes iban pasando
sobre el campo juvenil...
Yo vi en las hojas temblando
las frescas lluvias de abril.
Bajo ese almendro florido,
todo cargado de flor
—recordé—, yo he maldecido
mi juventud sin amor.
Hoy, en mitad de la vida,
me he parado a meditar...
¡Juventud nunca vivida,
quién te volviera a soñar!



Medardo Ángel Silva

La sombra de una lágrima

-- de Medardo Ángel Silva --

Y pregunté a la mágica sibila:
—¿Un constante recuerdo, un vago aroma
de sueño extinto, de ternura muerta,
como la suave estela de un perfume,
quedará de mi paso por la vida,
entre los hombres?...

Y la Maga dijo:
—Algo menos: la sombra de una lágrima.

Pues que me siento efímero...
Pues que me siento efímero y fugaz, comparable
a la flor, o más bien a la nube variable,
amo las hebras de humo que una escala remedan
para los sueños líricos, y las olas que ruedan
hacia playas remotas que nunca he de mirar.

Porque me hace la vida serena y resignada
el meditar que un día retornaré a la nada,
como el humo a los cielos y las olas al mar.



Evaristo Carriego

De sobremesa (Carriego)

-- de Evaristo Carriego --

Anoche, terminada ya la cena
y mientras saboreaba el café amargo,
me puse a meditar un rato largo:
el alma como nunca de serena.

Bien lo sé que la copa no está llena
de todo lo mejor, y, sin embargo,
por pereza quizás, ni un solo cargo
le hago a la suerte, que no ha sido buena.

Pero, como por una virtud rara
no le muestro a la vida mala cara
ni en las horas que son más fastidiosas,

nunca nadie podrá tener derecho
a exigirme una mueca... ¡Tantas cosas
se pueden ocultar bien en el pecho!



Ramón María del Valle Inclán

karma

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Quiero una casa edificar
como el sentido de mi vida,
quiero en piedra mi alma dejar
erigida.

Quiero labrar mi eremitorio
en medio de un huerto latino,
latín horaciano y grimorio
bizantino.

Quiero mi honesta varonía
transmitir al hijo y al nieto,
renovar en la vara mía
el respeto.

Mi casa como una pirámide
ha de ser templo funerario,
el tumor que mueve mi clámide
es de terciario.

Quiero hacer mi casa aldeana
con una solana al oriente,
y meditar en la solana
devotamente.

Quiero hacer una casa estoica
murada en piedra de barbanza,
la casa de séneca, heroica
de templanza.

Y sea labrada de piedra
mi casa, karma de mi clan,
y un día decore la hiedra
sobre el dolmen de valle-inclán.



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