Buscar Poemas con Maíz


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Se han encontrado 11 poemas con la palabra maíz

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Alfonso Reyes

caravana

-- de Alfonso Reyes --

Hoy tuvimos noticia del poeta:
entre el arrullo de los órganos de boca
y colgados los brazos de las últimas estrellas,
detuvo su caballo.
El campamento de mujeres batía palmas,
aderezando las tortillas de maíz.
Las muchachas mordían el tallo de las flores,
y los viejos sellaban amistades lacrimosas
entre las libaciones de la honda madrugada.
Acarreaban palanganas de agua,
y el jefe se aprestaba
a lavarse los pechos, la cabeza y las barbas.
Los alfareros de las siete esposas
acariciaban ya los jarros húmedos.
Los hijos del país que no hace nada
encendían cigarros largos como bastones.
Y en el sacrificio matinal,
corderos para todos
giraban ensartados en las picas
sobre la lumbrarada de leños olorosos.
Hoy tuvimos noticia del poeta,
porque estaba dormido a lomos de caballo.
Dijo que llevan a dios sobre las astas
y que tiene la noche ácidas rosas
en las alfombras de los dos crepúsculos.

Poema caravana de Alfonso Reyes con fondo de libro

Jaime Torres Bodet

verano

-- de Jaime Torres Bodet --

Corrí
las persianas azules de la siesta
sobre el oasis del jardín.
En la colmena del reloj
se adormeció el enjambre de las horas.
Olía a trigo de setiembre el sol.
El verano adhería a los espejos
las burbujas del aire y el azul
de la sombra regaba de uvas sueltas
el mantel engomado de la luz.
Afuera, el ruido fresco
de la fuente mojaba
la arena del silencio
y el canto sin color de la cigarras.
Como una copa demasiado llena
el corazón se derramó del cuerpo.
Sentí
en el pecho un gran hueco feliz.
El musgo caminaba entre las losas.
Una paloma del jardín
se puso a picotear el tiempo
en el oro granado del maíz.

Poema verano de Jaime Torres Bodet con fondo de libro

Joaquín Nicolás Aramburu

La mañana en el sitio

-- de Joaquín Nicolás Aramburu --

Ya la primera luz de la mañana
baña el altivo monte y la colina
y, cual níveo celaje, la neblina
se reconcentra y flota en la sabana.

Por el techo, de verde palma cana,
se filtra el humo azul de la cocina;
pica, con sus polluelos, la gallina
el maíz que un muchacho le desgrana.

Relincha el potro; zumba la colmena
que sale en pos del néctar de las flores;
cerca del surco, de impaciencia llena,

la yunta está de toros bramadores
y el guajiro a la puerta de la choza,
bebiendo a sorbos el café, se goza.

Poema La mañana en el sitio de Joaquín Nicolás Aramburu con fondo de libro

Jorge Riechmann

3

-- de Jorge Riechmann --

Para teresa, que escribía cuentos en esta calle
desde hace días han desaparecido
las africanas que vendían maíz cocido
en el mercado de la rue dejean.
Extrema quietud la de los niños negros
fajados a la espalda de ellas
con la ventrera, un arco iris pobre.
Y ya que estamos hablando de colores:
el interior de este silencio es rojo
como un corazón arado.



Enrique Lihn

gallo I

-- de Enrique Lihn --

Este gallo que viene de tan lejos en su canto,
iluminado por el primero de los rayos del sol;
este rey que se plasma en mi ventana con su corona viva, odiosamente,
no pregunta ni responde, grita en la sala del banquete
como si no existieran sus invitados, las gárgolas
y estuviera más solo que su grito.
Grita de piedra, de antigüedad, de nada,
lucha contra mi sueño pero ignora que lucha;
sus esposas no cuentan para él ni el maíz que en la tardelo hará besar el polvo.
Se limita a aullar como un hereje en la hoguera de sus plumas.
Y es el cuerno gigante
que sopla la negrura al caer al infierno.



Octavio Paz

en uxmal

-- de Octavio Paz --

1
la piedra de los días
el sol es tiempo;
el tiempo, sol de piedra;
la piedra, sangre.
2
Mediodía
la luz no parpadea,
el tiempo se vacía de minutos,
se ha detenido un pájaro en el aire.
3
Más tarde
se despeña la luz,
despiertan las columnas
y, sin moverse, bailan.
4
Pleno sol
la hora es transparente:
vemos, si es invisible el pájaro,
el color de su canto.
5
Relieves
la lluvia, pie danzante y largo pelo,
el tobillo mordido por el rayo,
desciende acompañada de tambores:
abre los ojos el maíz, y crece.
6
Serpiente labrada sobre un muro
el muro al sol respira, vibra, ondula,
trozo de cielo vivo y tatuado:
el hombre bebe sol, es agua, es tierra.
Y sobre tanta vida la serpiente
que lleva una cabeza entre las fauces:
los dioses beben sangre, comen hombres.



Pablo Neruda

han contado el oro que tiene

-- de Pablo Neruda --

Han contado el oro que tiene
el territorio del maíz?
sabes que es verde la neblina
a mediodía, en patagonia?
quién canta en el fondo del agua
en la laguna abandonada?
de qué ríe la sandía
cuando la están asesinando?



Pablo Neruda

i

-- de Pablo Neruda --

Odas y germinaciones
el sabor de tu boca y el color de tu piel,
piel, boca, fruta mía de estos días veloces,
dímelo, fueron sin cesar a tu lado
por años y por viajes y por lunas y soles
y tierra y llanto y lluvia y alegría
o sólo ahora, sólo
salen de tus raíces
como a la tierra seca el agua trae
germinaciones que no conocía
o a los labios del cántaro olvidado
sube en el agua el gusto de la tierra?
no sé, no me lo digas, no lo sabes.
Nadie sabe estas cosas.
Pero acercando todos mis sentidos
a la luz de tu piel, desapareces,
te fundes como el ácido
aroma de una fruta
y el calor de un camino,
el olor del maíz que se desgrana,
la madreselva de la tarde pura,
los nombres de la tierra polvorienta,
el perfume infinito de la patria:
magnolia y matorral, sangre y harina,
galope de caballos,
la luna polvorienta de la aldea,
el pan recién nacido:
ay todo de tu piel vuelve a mi boca,
vuelve a mi corazón, vuelve a mi cuerpo,
y vuelvo a ser contigo
la tierra que tú eres:
eres en mi profunda primavera:
vuelvo a saber en ti cómo germino.



Rosalía de Castro

Los robles (Rosalía de Castro)

-- de Rosalía de Castro --

LOS ROBLES

I

Allá en tiempos que fueron, y el alma
Han llenado de santos recuerdos,
De mi tierra, en los campos hermosos,
La riqueza del pobre era el fuego;
Que al brillar, de la choza en el fondo,
Calentaba los rígidos miembros
Por el frío y el hambre ateridos,
Del niño y del viejo.

De la hoguera sentados en torno,
En sus brazos la madre arrullaba
Al infante robusto;
Daba vuelta, afanosa la anciana
En sus dedos nudosos, al huso,
Y al alegre fulgor de la llama,
Ya la joven la harina cernía,
O ya desgranaba
Con su mano callosa y pequeña,
Del maíz las mazorcas doradas.



José Juan Tablada

El alba en la gallera

-- de José Juan Tablada --

Al alba los gallos norteños
cantan en sordina y en sueños.

Para el kikirikí
de los gallos del Sur
las estrellas del alba son grandos de maíz
del cielo en la plazuela escampada y azul...

Clarinería. Clangor.
Por la clarinada superior
cada clarín porfía.

Diana de la Gallera,
tempranero rumor
de un Regimiento de Caballería...

De noche cuando el último
castillo se ha quemado,
sentimos entre sueños,
solferinos, azules y blancos
cohetes voladores
cuando cantan los gallos...

En tu insomnio, alma llena de feria,
¿no oíste cantar a aquel gallo
que arrojaba al cielo las onzas
del Siete de Oros?

Yo miré ese nocturno albur y luego vi
cayendo en la negrura del espacio
es polvo de oro y bruma de topacio,
las cuatro notas de kikirikí...

Gallera sinfónica,
entre tus clarines estridentes o roncos
se fuga un azorado relincho
como la estampida del potro,

y domésticos o rurales
discurren los otros rumores
de la mañana pueblerina,
leves, como el agua que corre...



Roque Dalton García

hablando para mí

-- de Roque Dalton García --

como un ángel social de alto velamen,
lejano de la angustia y capitán
de nueva clorofila,
como una flor indomeñable
que falta haríale al maíz en la coronación de susignificado,
como un lejano caracol que huyó del pecho rojo,
caminaré desde hoy
gritando que conozco,
aunque resulte herida
mi bondad y mi sangre
porque cual repentino rayo de raíces secretas
uno cae en la cuenta que no respira solo,
que hay hermanos dormidos,
cortadas ramas retoñables,
pianos de primer piso, dulces
rosas descoloridas sin morir.
Además, es este siglo obligatorio
que en airada espesura nos reúne,
el que regala al ojo la cumbre y el camino,
el que pregunta al alma por sus puños finales,
el que deja vibrando la fiel liquidación de las preguntas.
El panorama es un cuchillo rudo: uno nace entre todos
los hombres y los árboles,
pariendo el junco responsable que el huracán penetra:
posee uno la lámpara que con su luz idéntica
descubre donde nace la lágrima
digna de ser borrada en lo que nos rodea.



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