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Se han encontrado 40 poemas con la palabra marchita

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Amado Nervo

perlas negras - que ya tu juventud está marchita

-- de Amado Nervo --

Que ya tu juventud está marchita
y no puedes amar frase solemne,
mas inútil, ¡oh rubia margarita!
el amor es un lázaro perenne:
cuando apenas ha muerto, resucita.

Poema perlas negras - que ya tu juventud está marchita de Amado Nervo con fondo de libro

Amado Nervo

después - te odio con el odio de la ilusión marchita

-- de Amado Nervo --

Te odio con el odio de la ilusión marchita:
¡retírate! he bebido tu cáliz, y por eso
mis labios ya no saben dónde poner su beso;
mi carne, atormentada de goces, muere ahíta.
Safo, crisis, aspasia, magdalena, afrodita,
cuanto he querido fuiste para mi afán avieso.
¿En dónde hallar espasmos, en dónde hallar exceso
que al punto no me brinde tu perversión maldita?
¡aléjate! me invaden vergüenzas dolorosas,
sonrojos indecibles del mal, rencores francos,
al ver temblar la fiebre sobre tus senos rosas.
No quiero más que vibre la lira de tus flancos:
déjame solo y triste llorar por mis gloriosas
virginidades muertas entre tus muslos blancos.

Poema después - te odio con el odio de la ilusión marchita de Amado Nervo con fondo de libro

Amado Nervo

a némesis

-- de Amado Nervo --

Tu brazo en el pesar me precipita,
me robas cuanto el alma me recrea,
y casi nada tengo: flor que orea
tu aliento de simún, se me marchita.
Pero crece mi fe junto a mi cuita,
y digo como el justo de idumea:
así lo quiere dios, ¡bendito sea!
el señor me lo da, él me lo quita.
Que medre tu furor, nada me importa:
puedo todo en aquel que me conforta,
y me resigno al duelo que me mata;
porque, roja visión en noche oscura,
cristo va por mi vía de amargura
agitando su túnica escarlata.

Poema a némesis de Amado Nervo con fondo de libro

Amós de Escalante

Con ruda saña el padecer se encona

-- de Amós de Escalante --

Con ruda saña el padecer se encona
en el doliente pecho que fallece,
y mi lozana juventud parece,
marchita y deshojada su corona.

En vano altivo el corazón blasona
de ilusorio valor, su angustia crece
y el porvenir incierto se oscurece
y la esperanza amiga me abandona.

Si el alma mía decretaba el cielo
que en prematura ancianidad perdiera
su ardiente fuego y generoso brío,

que como planta de infecundo suelo
su triste amor sin florecer muriera,
¡por qué me hiciste amar, por qué, Dios mío!



Lope de Vega

Esta cabeza, cuando viva, tuvo

-- de Lope de Vega --

Esta cabeza, cuando viva, tuvo
sobre la arquitectura destos huesos
carne y cabellos, por quien fueron presos
los ojos que mirándola, detuvo.
Aquí la rosa de la boca estuvo,
marchita ya con tan helados besos;
aquí los ojos, de esmeralda impresos,
color que tantas almas entretuvo.
Aquí la estimativa, en quien tenía
el principio de todo movimiento;
aquí de las potencias la armonía.
¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!,
¿donde tan alta presunción vivía
desprecian los gusanos aposento?.



Luis Gonzaga Urbina

redención

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Te quiero porque en tu alma vive el germen
de ternura infinita,
como diáfana gota de rocío
sobre una flor marchita;

te quiero porque he visto doblegarse
tu espléndida cabeza;
porque sé bien que en medio de la orgía
te invade la tristeza;

porque has pasado por la senda estrecha
en los grandes zarzales de la vida,
sin desgarrar tus blancas vestiduras,
sin hacerte una herida;

porque has ido pidiendo por el mundo,
con el candor de un niño,
a cada corazón a que has tocado,
un poco de cariño;

porque indica profundo sufrimiento
tu pálida mejilla;
porque en tus ojos que placer irradian
también el llanto brilla.

Te quiero; nada importa que cansado
tu espíritu se aduerma;
yo lo habré de animar, yo daré aliento
a tu esperanza enferma.

¡Mariposa que fuiste entre las flores
dejando tus bellezas y tus galas,
yo volveré a poner el polvo de oro
sobre tus leves alas!



Luis Palés Matos

el río

-- de Luis Palés Matos --

El río es una melancolía estirada y sofocante.
El río es una irritación de piedras, calcinante.
Está seco, no tiene lágrimas porque el sol quemante
lo ha mirado con pupila penetrante...

El río está sediento... Rememora anhelante,
cuando espejeó la nieve de un semblante
y adormeció a un cuerpo fragante...
¡Oh el perfume en su onda voluptuosa y palpitante!

voló a otras regiones el martinete errante;
y está marchita en su margen la flor odorante.
El lirio no genuflexiona arrogante...

El río embiste la vista plúmbeo y abrasante;
el río es un pesar petrificado y punzante...
El río es una melancolía estirada y sofocante.



Ignacio María de Acosta

Dolencia de Iselia

-- de Ignacio María de Acosta --

Esa inquietud que sin cesar te agita,
ese tormento que te oprime el pecho,
y pone abrojos al mullido lecho
y tu semblante virginal marchita:

Esa lucha fatal que se concita
del corazón en el recinto estrecho;
y te arranca suspiros de despecho
en continua aflicción y amarga cuita:

Ese dulce mirar; tu afecto tierno,
que revelan un alma candorosa
que pugna por vencer un mal interno;

Esa delicia en fin que misteriosa
con las penas se mezcla del infierno;
esa es la llama del Amor, hermosa.



Ignacio María de Acosta

Mustia la rosa

-- de Ignacio María de Acosta --

Mustia la rosa, lánguida y marchita
al soplo de la brisa de deshoja;
publicando del bosque la congoja,
la rama seca que al pasar visita:

Apenada la dulce tortolita
de su seno el dolor cantando arroja,
a par que el alba la pradera moja
de tierno llanto que al pesar imita.

Porqué tanta aflicción, tal desconsuelo
el valle todo lúgubre deplora
con muestras tales de tan triste duelo...?

El campo y flor, la tóttola y la aurora,
si levantan sus quejas hasta el cielo,
es porque Iselia en su retiro llora.



Joaquín Nicolás Aramburu

La bijirita

-- de Joaquín Nicolás Aramburu --

Hay en mi Cuba un pobre pajarillo
que vive libremente en la espesura;
no seduce con trinos de ternura
ni ostenta plumas de variado brillo.

Volando de la jagua al mamoncillo
solo su amada libertad procura;
que él no puede vivir en jaula oscura
ni llevar en el pie dorado grillo.

Cuando un infame aprisionarlo quiere,
tras el alambre el infeliz se agita
y pocas horas de tristeza muere.

¡Oh, sí! Yo quiero ser la bijirita:
que a mí también la esclavitud me hiere,
mi paz enturbia, y mi ilusión marchita.



Jorge Cuesta

paraíso encontrado

-- de Jorge Cuesta --

Piedad no pide si la muerte habita
y en las tinieblas insensibles yace
la inteligencia lívida, que nace
sólo en la carne estéril y marchita.

En el otro orbe en que el placer gravita,
dicha tenga la vida y que la enlace,
y de ella enamorada que rehace
el sueño en que la muerte azul medita.

Sólo la sombra sueña, y su desierto,
que los hielos recubren -y protejan-,
es el edén que acoge al cuerpo muerto

después de que las águilas lo dejan.
Que ambos tienen la vida sustentada,
el ser, en gozo, y el placer, en nada.



Dolores Veintimilla

A Carmen (Veintimilla)

-- de Dolores Veintimilla --

Menos bella que tu, Carmela mía,
Vaya esa flor a ornar tu cabellera;
Yo misma la he cogido en la pradera
Y cariñosa mi alma te la envía.
Cuando seca y marchita caiga un día
No la arrojes, por Dios, a la ribera:
Guárdala cual memoria lisonjera
De la dulce amistad que nos unía.



Emilio Bobadilla

A oscuras

-- de Emilio Bobadilla --

En la mano un espejo con marco malaquita;
vestida de princesa oriental; otra viste
de oro con sombrero de plata; la marchita
cara bajo el reflejo de un cansancio muy triste...

De terciopelo verde Veronés, otra surge,
cenefa piel de lobo al ras de los tobillos;
apurando se aduerme capitoso menjurge
que de piedras preciosas tiene los verdes brillos...

De pronto cae una bomba y los violines callan
y luego cae otra bomba y horrísonas, sangrientas
en medio de la orgía delicuecente estallan;

a las risas histéricas sucede la congoja,
y se apagan las luces y París anda a tientas
guiado de su torre por la pupila roja...



Julián del Casal

flores

-- de Julián del Casal --

Mi corazón fue un vaso de alabastro
donde creció, fragante y solitaria,
bajo el fulgor purísimo de un astro
una azucena blanca: la plegaria.
Marchita ya esa flor de suave aroma,
cual virgen consumida por la anemia,
hoy en mi corazón su tallo asoma
una adelfa purpúrea: la blasfemia.



Olegario Víctor Andrade

La flor de mi esperanza (Andrade)

-- de Olegario Víctor Andrade --

Yo diviso rodando marchita
sin aroma la cándida flor
que furioso huracán precipita
resonando con triste fragor.

De mi seno se lleva la calma,
mis ensueños de gloria, de paz,
y en lugar de la dicha del alma,
solo queda un recuerdo fugaz.

En un tiempo que huyó presuroso
como el eco de triste canción,
levantando su cáliz precioso
parecía celeste visión.

Era hermosa cual nítida estrella,
que refleja su plácida luz,
cuando sola la luna descuella
de la noche en el negro capuz.

Su fragancia divina brindaba
conmovida por mágico ambiente,
y al mirarla un suspiro lanzaba
con mi llanto regando su frente.

Pero pronto el impulso violento
del terrible fatal aquilón,
sin piedad destrozó en un momento
de mi sueños la dulce ilusión.

Y nos sigue un conforme destino:
yo doblego mi altiva cerviz,
ella pierde su aroma divina,
su precioso, variado matiz.

¡Cuán sensible es el ver marchitarse
de ferviente esperanza la flor,
y en la vida fugaz deslizarse
por abismos de luto y horror!

(Uruguay, 13 de octubre de 1855)



Pedro Antonio de Alarcón

Las palmeras

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

«¡Quiero sol!» Moribunda dijo un día
una palmera que en umbroso huerto,
amortajada en su ramaje yerto,
cual alma sin amor languidecía.

Y elevando sus ramas con porfía,
descubrió al fin su copa el campo abierto,
y vio marchita, en medio del desierto,
otra palmera que de sed moría.

«¡Quiero sombra!» Decía esta palmera,
gimiendo por un soplo de frescura.
«¡Quiero sol!» Repetía la primera...

Y de ambas condolida el aura pura,
compaginó las cosas de manera
que gozaron de igual temperatura.



Rafael Carvajal

Una esperanza

-- de Rafael Carvajal --

¿Cómo queda, no ves, querida esposa,
la blanca helena que, a tu lado crece,
cuando el riego le falta que le ofrece
tu mano, cada vez más cariñosa?

Inclínase marchita y congojosa
al blando soplo que sus hojas mece,
sus pétalos desgreña, y desparece
del verde tallo que adornó graciosa.

De pena igual tu ausencia lastimera
me llena el corazón y triste, mustia,
mi faz se muestra de dolor transida,

¡Ay! morir cual la flor también debiera,
y si vivo, sólo es porque en mi angustia
la esperanza de verte me da vida.



José Tomás de Cuellar

Calla!

-- de José Tomás de Cuellar --

NO digas que hemos visto á las palomas
Besarse enamoradas....
Si te preguntan si las viste.... Mira,
No se lo digas ¡calla!
No digas si la linfa de la fuente
Estaba turbia ó clara....
Nunca hables de la sombra de aquel olmo...
Ni digas que en sus ramas
Parecía gemir la dulce brisa
Con notas acuitadas....
No confieses que has visto ni una rosa
Marchita ó deshojada....
Si te preguntan de todo esto.... Acuérdate,
No se lo digas... ¡Calla!...



José Tomás de Cuellar

Vivir muriendo

-- de José Tomás de Cuellar --

¡QUÉ lentas son las horas de mi tediosa vida,
Qué amargos los instantes, ausente de mi amor!
Desgárrase sin tregua mi dolorosa herida,
Y vago cual la hoja marchita compelida
Por rápido aquilón.

Ya asome esplendorosa con mágica sonrisa
Aurora en el Oriente con nubes de carmín;
Ya sople adormecida la perfumada brisa,
Ya preste melancólica la luna luz remisa
Al cielo de zafir.

Yo llevo aquí en el pecho el dardo que me oprime
El dardo, sí, que hiere mi pobre corazón;
Natura con sus galas al triste no redime
Del torcedor eterno con que abatido gime
En su íntimo dolor.



Juan de Arguijo

Las estaciones (Arguijo)

-- de Juan de Arguijo --

Vierte alegre la copia en que atesora
Bienes la primavera, da colores
Al campo y esperanza á los pastores
Del premi ode su fe la bella Flora;

Pasa ligero el sol adonde mora
El cancro abrasador, que en sus ardores
Destruye campos y marchita flores,
Y el orbe de su lustre descolora;

Sigue el húmedo otoño, cuya puerta
Adornar Baco de sus dones quiere;
Luego el invierno en su rigor se extrema.

¡Oh variedad comun, mudanza cierta!
¿Quién habrá que en sus males no te espere?
Quién habrá que en sus bienes no te tema?



Gertrudis Gómez de Avellaneda

En una tarde tempestuosa

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

Del huracán espíritu potente
que hoy libre dejas la región precita,
¡ven, con el tuyo mi furor escita!
¡ven con tu fuego a coronar mi frente!

Deja que el rayo con fragor reviente,
mientras cual hoja seca, o flor marchita,
tu fuerte soplo al robre precipita
roto y deshecho al bramador torrente.

Ven a librarme de la pena extraña
que a un alma altiva con baldon devora
y el brillo puro a la razón empaña.

Ven! y al inerte pecho que te implora
da tu poder y tu iracunda saña,
y el llanto seca que cobarde llora.



Teófilo V. Méndez Ramos

Seguiré mi camino

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

Seguiré mi camino soportando la carga
de un amor imposible. Siempre fiel al Destino,
seguiré mi camino
sin sospechar siquiera que la jornada es larga.

Mi juventud marchita dirá de la tristeza
de los años vividos... Y, compasiva e inquieta,
miraras al poeta
taciturno, que llora la sed de tu belleza;
Sin poder consolarle de secretas angustias,
rezarás tus plegarias al Señor, sabio y bueno;
sin embargo, el veneno
del amor, mis mejillas mantendrá siempre mustias.

Seguiré mi camino soportando la carga
de un amor imposible. Siempre fiel al Destino
seguiré mi camino
sin sospechar siquiera que la jornada es larga.



Angel González

deixis en fantasma

-- de Angel González --

Aquello.
No eso.
Ni
mucho menos esto.
Aquello.
Lo que está en el umbral
de mi fortuna.
Nunca llamado, nunca
esperado siquiera;
sólo presencia que no ocupa espacio,
sombra o luz fiel al borde de mí mismo
que ni el viento arrebata, ni la lluvia disuelve,
ni el sol marchita, ni la noche apaga.
Tenue cabo de brisa
que me ataba a la vida dulcemente.
Aquello
que quizá hubiese sido
posible,
que sería posible todavía
hoy o mañana si no fuese
un sueño.



Antonio Machado

Campo

-- de Antonio Machado --

La tarde está muriendo
como un hogar humilde que se apaga.
Allá, sobre los montes,
quedan algunas brasas.
Y ese árbol roto en el camino blanco
hace llorar de lástima.
¡Dos ramas en el tronco herido, y una
hoja marchita y negra en cada rama!
¿Lloras?...Entre los álamos de oro,
lejos, la sombra del amor te aguarda.



Antonio Machado

Esta leyenda en sabio romance campesino

-- de Antonio Machado --

Esta leyenda en sabio romance campesino,
ni arcaico ni moderno, por Valle-Inclán escrita,
revela en los halagos de un viento vespertino
la santa flor de alma que nunca se marchita.
Es la leyenda campo y campo. Un peregrino
que vuelve solitario de la sagrada tierra
donde Jesús morara, camina sin camino,
entre los agrios montes de la galaica sierra.
Hilando silenciosa, la rueca a la cintura,
Adega, en cuyos ojos la llama azul fulgura
de la piedad humilde, en el romero ha visto,
al declinar la tarde, la pálida figura,
la frente gloriosa de luz y la amargura
de amor que tuvo un día el SALVADOR DOM. CRISTO.



Antonio Machado

Hastío

-- de Antonio Machado --

Pasan las horas de hastío
por la estancia familiar,
el amplio cuarto sombrío
donde yo empecé a soñar.
Del reloj arrinconado,
que en la penumbra clarea,
el tic-tac acompasado
odiosamente golpea.
Dice la monotonía
del agua clara al caer:
un día es como otro día;
hoy es lo mismo que ayer.
Cae la tarde. El viento agita
el parque mustio y dorado...
¡Qué largamente ha llorado
toda la fronda marchita!



Antonio Machado

¿Mi amor?...¿Recuerdas, dime

-- de Antonio Machado --

¿Mi amor?... ¿Recuerdas, dime,
aquellos juncos tiernos,
lánguidos y amarillos
que hay en el cauce seco?...

¿Recuerdas la amapola
que calcinó el verano,
la amapola marchita,
negro crespón del campo? ...

¿Te acuerdas del sol yerto
y humilde, en la mañana,
que brilla y tiembla roto
sobre una fuerte helada? ...



Rosalía de Castro

Cuido que una planta bella

-- de Rosalía de Castro --

Cuido que una planta bella
Que ama y busca la sombra,
Como la busca el alma
Huérfana, triste, enamorada y sola,
Y allí donde jamás la luz del día
Llega sino a través de las umbrosas
Ramas de un mirto y los cristales turbios
De una ventana angosta,
Ella vive tan fresca y perfumada,
Y se torna más bella y más frondosa,
Y languidece y se marchita y muere
Cuando un rayo de sol besa sus hojas.



Para el pájaro el aire, para el musgo la roca,
Los mares para el alga, mayo para las rosas;
Que todo ser o planta va buscando
Su natural atmósfera,
Y sucumbe bien pronto si es que a ella
Oculta mano sin piedad la roba.



Rosalía de Castro

Hora tras hora, día tras día

-- de Rosalía de Castro --

Hora tras hora, día tras día,
Entre el cielo y la tierra que quedan
Eternos vigías,
Como torrente que se despeña
Pasa la vida.

Devolvedle a la flor su perfume
Después de marchita;
De las ondas que besan la playa
Y que unas tras otras besándola expiran,
Recoged los rumores, las quejas,
Y en planchas de bronce grabar su armonía.

Tiempos que fueron, llantos y risas,
Negros tormentos, dulces mentiras,
¡Ay! ¿En dónde su rastro dejaron,
En dónde, alma mía?



Rosalía de Castro

Tiempos que fueron

-- de Rosalía de Castro --

Hora tras hora, día tras día,
entre el cielo y la tierra que quedan
eternos vigías,
como torrente que se despeña,
pasa la vida.

Devolvedle a la flor su perfume
después de marchita;
de las ondas que besan la playa
y que una tras otra besándola expiran,
recoged los rumores, las quejas,
y en planchas de bronce grabad su armonía.

Tiempos que fueron, llantos y risas,
negros tormentos, dulces mentiras,
¡ay!, ¿en dónde su rastro dejaron,
en dónde, alma mía?

Esta obra se encuentra en dominio público. Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio público.



Miguel Hernández

2

-- de Miguel Hernández --

2
¿no cesará este rayo que me habita
el corazón de exasperadas fieras
y de fraguas coléricas y herreras
donde el metal más fresco se marchita?
¿no cesará esta terca estalactita
de cultivar sus duras cabelleras
como espadas y rígidas hogueras
hacia mi corazón que muge y grita?
este rayo ni cesa ni se agota:
de mí mismo tomó su procedencia
y ejercita en mí mismo sus furores.
Esta obstinada piedra de mí brota
y sobre mí dirige la insistencia
de sus lluviosos rayos destructores.



Juan Zorrilla de San Martín

Siemprevivas

-- de Juan Zorrilla de San Martín --

¡A las flores emblema de la muerte,
las llaman siemprevivas!...
¿O será porque el vaho de las tumbas
sus ya marchitas hojas no marchita?

Al no poder llorar, ríen los hombres,
y, al mirarlos pasar, causan envidia.
¡Siemprevivas! si el bien tiene su llanto,
también tiene el dolor su amarga risa.



Julio Flórez

En el salón

-- de Julio Flórez --

Poem

En tu melena, do la noche habita, temblaba una opulenta margarita como un astro fragante entre la sombra; de pronto, con tristeza, doblaste la cabeza y rodó la la alta flor sobre la alfombra.

Sin verla, diste un paso y la flor destrozaste blandamente con tu escarpín de refulgente raso.

Yo, que aquello miraba, de repente con angustia infinita, al ver que la tortura deliciosa se alargaba de aquella flor hermosa, con voz que estrangulaba mi garganta

dije a la flor ya exánime y marchita: «¡Quién fuera tú... Dichosa margarita, para morir así... Bajo su planta!»



Julio Zaldumbide Gangotena

A mis lágrimas

-- de Julio Zaldumbide Gangotena --

Corred, lágrimas tristes,
que es dulce al alma mía
sentiros a raudales
del corazón manar;
corred, que los suspiros
que exhalo en todo el día
las ansias de mi pecho
no bastan a calmar.

Triste, férvido llanto,
tus gotas de amargura
mitigan celestiales
la sed del corazón;
y sólo tú suavizas
mi horrenda desventura,
y sólo tú consuelas
mi lúgubre aflicción.

Que cuando de la cima
de dulce venturanza
desciende el alma al golpe
del dardo del pesar,
si entonces con la dicha
perdemos la esperanza,
nos queda sólo el triste
consuelo de llorar.

Y así la flor marchita
revive del consuelo
con lágrimas regadas
por lóbrego dolor,
como al nocturno llanto
de tenebroso cielo
cobran las flores secas
su aroma y su color.

Corred, lágrimas mías,
consuelo a mis dolores;
en férvidos raudales
del corazón manad;
y así, de mis ensueños
revivan ¡ay! las flores
que ha marchitado el rayo
del sol de la verdad.



Evaristo Carriego

La que se quedo para vestir santos

-- de Evaristo Carriego --

Ya tienes arrugas. ¡Qué vergüenza!... Bueno
serás abuelita sin ser madrecita.
Ayer, recordando tu pesar sereno,
me dio mucha pena tu cara marchita.

... ¿Ni siquiera una novela empezada?
Quizás el idilio que duró un verano,
hasta que una noche por buena y confiada,
se cansó la novia de aguardar en vano.

Y tu sufrirías, o no sufrirías,
nerviosas esperas, y te quedarías
como es natural,

tan indiferente que al día siguiente
ya no habría nada, nada: solamente
húmedas las puntas de tu delantal.



Federico García Lorca

la sombra de mi alma

-- de Federico García Lorca --

Diciembre de 1919
(madrid)
la sombra de mi alma
huye por un ocaso de alfabetos,
niebla de libros
y palabras.
¡La sombra de mi alma!
he llegado a la línea donde cesa
la nostalgia,
y la gota de llanto se trasforma,
alabastro de espíritu.
(¡La sombra de mi alma!)
el copo del dolor
se acaba,
pero queda la razón y la sustancia
de mi viejo mediodía de labios,
de mi viejo mediodía
de miradas.
Un turbio laberinto
de estrellas ahumadas
enreda mi ilusión
casi marchita.
¡La sombra de mi alma!
y una alucinación
me ordeña las miradas.
Veo la palabra amor
desmoronada.
¡Ruiseñor mío!
¡ruiseñor!
¿aún cantas?



Federico García Lorca

El poeta pide a su amor que le escriba

-- de Federico García Lorca --

Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.

El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.

Llena pues de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.



Francisco Sosa Escalante

A Fela

-- de Francisco Sosa Escalante --

Tras de las horas del placer, un día
Las horas llegarán de la tristeza,
Cuando, marchita la gentil belleza,
Te cerque, Fela, soledad impía.

No importa! á la tenaz melancolía
Vencida mirarás si con grandeza
Consagras tu cariño y tu terneza
Al infinito amor de tu María.

Resista al infortunio tu alma fuerte
Y nunca temas, aunque el mal te aflija,
Que la mano del mal pueda vencerte.

Oh Fela hermosa! la mirada fija
Ten en que alcance venturosa suerte
La dulce niña de tus sueños hija.



Francisco Sosa Escalante

A Laura

-- de Francisco Sosa Escalante --

Avaro, Laura, soy de tu ventura,
Y al mirar tu belleza soberana
Me atribula pensar que ciega ó vana
Pudieras descender de tánta altura.

Goces, riquezas, cuanto dicha augura,
Te habrá de prometer la cortesana
Juventud que te sigue y que se afana
Por ver marchita tu inocencia pura.

Ay si la escuchas! sus brillantes flores
Aspid ocultan de fatal veneno
Que hará que triste y desolada llores.

Si abres incauta al seductor tu seno,
Tras el sueño falaz de los amores
Su negra infamia te hundirá en el cieno.



Francisco Sosa Escalante

A una flor (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Deja que imprima de ternura lleno,
Mis labios en tus pétalos de grana,
Ya que luciste tu esplendor, galana
Sobre la nieve de su blanco seno.

Deja que al llanto y al dolor ajeno
Celebre tu ventura soberana,
Encantadora flor que en la mañana
Gentil brillaras en el prado ameno.

¡Ay! ya marchita al trascurrir las horas
He de venir á hallarte al nuevo día,
Sin las tintas brillantes que atesoras!

Y así te guardaré! que el alma mía
Por tí ha de recordar las seductoras
Frases del ángel que hasta mí te envía.



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Ariiba