Buscar Poemas con Manantial


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 26 poemas con la palabra manantial

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Rosalía de Castro

A la memoria del poeta gallego Aurelio Aguirre

-- de Rosalía de Castro --

Lágrima triste en mi dolor vertida,
perla del corazón que entre tormentas
fue en largas horas de pesar nacida,
en fúnebre memoria convertida
la flor será que a tu corona enlace;
las horas de la vida turbulentas
ajan las flores y el laurel marchitan;
pero lágrimas, ¡ay!, que el alma esconde,
llanto de duelo que el dolor fecunda,
si el triste hueco de una tumba anega
y sus húmedos hálitos inunda,
ni el sol de fuego que en Oriente nace
seco su manantial a dejar llega
ni en sutiles vapores le deshace,
¡y es manantial fecundo el llanto mío
para verter sobre un sepulcro amado
de mil recuerdos caudaloso río!

Poema A la memoria del poeta gallego Aurelio Aguirre de Rosalía de Castro con fondo de libro

Rosalía de Castro

Ya no mana la fuente, se agotó el manantial

-- de Rosalía de Castro --

Ya no mana la fuente, se agotó el manantial;
Ya el viajero allí nunca va su sed a apagar.

Ya no brota la hierba, ni florece el narciso,
Ni en los aires esparcen su fragancia los lirios.

Sólo el cauce arenoso de la seca corriente
Le recuerda al sediento el horror de la muerte.

¡Mas no importa!; a lo lejos otro arroyo murmura
Donde humildes violetas el espacio perfuman.

Y de un sauce el ramaje, al mirarse en las ondas,
Tiende en torno del agua su fresquísima sombra.

El sediento viajero que el camino atraviesa,
Humedece los labios en la linfa serena
Del arroyo que el árbol con sus ramas sombrea,
Y dichoso se olvida de la fuente ya seca.

Poema Ya no mana la fuente, se agotó el manantial de Rosalía de Castro con fondo de libro

Amado Nervo

parábola. jam faotet

-- de Amado Nervo --

Jam faotet
para ezzequiel a. Chávez.
Jesucristo es el buen samaritano:
yo estaba malherido en el camino,
y con celo de hermano,
ungió mis llagas con aceite y vino;
después, hacia el albergue, no lejano,
me llevó de la mano,
en medio del silencio vespertino.
Llegados, apoyé con abandono
mi cabeza en su seno,
y él me dijo muy quedo: «te perdono
tus pecados, ve en paz; sé siempre bueno
y búscame: de todo cuanto existe
yo soy el manantial, el ígneo centro...»
Y repliqué, muy pálido y muy triste:
«¿señor, a qué buscar si nada encuentro?
¡mi fe se me murió cuando partiste,
y llevo su cadáver aquí dentro!
»estando tú conmigo viviría...
Mas tu verbo inmortal todo lo puede:
dila que surja en la conciencia mía,
resucítala, ¡oh dios, era mi guía!»
y jesucristo respondió: «ya hiede».

Poema parábola. jam faotet de Amado Nervo con fondo de libro

Luis Palés Matos

la piedra

-- de Luis Palés Matos --

En su duro letargo concentrada,
redonda, como el cráneo de un gigante,
la piedra en la vereda perfumada
es verruga enigmática y punzante.

Quieta, sintió la alegre carcajada,
y el temblor de la carne rozagante,
de la muchacha frágil y cansada
que llegó con el cántaro jadeante.

La piedra suda un ansia negra y blonda.
En lo profundo de su entraña honda
un sueño se arrebuja perezoso.

¡Moisés, moisés, la turba está sedienta;
tócame con tu vara, que revienta
el manantial de liquido precioso!



Manuel Acuña

la felicidad

-- de Manuel Acuña --

Un cielo azul de estrellas
brillando en la inmensidad;
un pájaro enamorado
cantando en el florestal;
por ambiente los aromas
del jardín y el azahar;
junto a nosotros el agua
brotando del manantial
nuestros corazones cerca,
nuestros labios mucho más,
tú levantándote al cielo
y yo siguiéndote allá,
ese es el amor mi vida,
¡esa es la felicidad!...
Cruza con las mismas alas
los mundos de lo ideal;
apurar todos los goces,
y todo el bien apurar;
de lo sueños y la dicha
volver a la realidad,
despertando entre las flores
de un césped primaveral;
los dos mirándonos mucho,
los dos besándonos más,
ese es el amor, mi vida,
¡esa es la felicidad...!



Manuel Acuña

La felicidad (Manuel Acuña)

-- de Manuel Acuña --

Un cielo azul de estrellas
brillando en la inmensidad;
un pájaro enamorado
cantando en el florestal;
por ambiente los aromas
del jardín y el azahar;
junto a nosotros el agua
brotando del manantial
nuestros corazones cerca,
nuestros labios mucho más,
tú levantándote al cielo
y yo siguiéndote allá,
ese es el amor mi vida,
¡Esa es la felicidad!...

Cruza con las mismas alas
los mundos de lo ideal;
apurar todos los goces,
y todo el bien apurar;
de lo sueños y la dicha
volver a la realidad,
despertando entre las flores
de un césped primaveral;
los dos mirándonos mucho,
los dos besándonos más,
ese es el amor, mi vida,
¡Esa es la felicidad...!



Javier del Granado

el valle

-- de Javier del Granado --

Embozado en su poncho de alborada,
la lluvia de oro el sembrador apura,
y el cielo escarcha la pupila oscura
del buey que yergue su cerviz lunada.

Bajo el radiante luminar caldeada,
de agua clara, la tierra se satura,
y la mano del viento en la llanura,
riza de sol la glauca marejada.

Cuaja el otoño las espigas de oro,
y las mocitas en alada ronda
vuelcan su risa en manantial sonoro.

Se curva el indio y en su mano acuna
de un haz de mieses la cabeza blonda,
que siega la guadaña de la luna.



Pablo Neruda

amor

-- de Pablo Neruda --

Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte
la leche de los senos como de un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte
en la risa de oro y la voz de cristal.
Por sentirte en mis venas como dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasara sin pena al lado mío
y saliera en la estrofa limpio de todo mal.
Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría
amarte, amarte como nadie supo jamás!
morir y todavía
amarte más.
Y todavía
amarte más
y más.



Pablo Neruda

la bandera

-- de Pablo Neruda --

Levántate conmigo.
Nadie quisiera
como yo quedarse
sobre la almohada en que tus párpados
quieren cerrar el mundo para mí.
Allí también quisiera
dejar dormir mi sangre
rodeando tu dulzura.
Pero levántate,
tú, levántate,
pero conmigo levántate
y salgamos reunidos
a luchar cuerpo a cuerpo
contra las telarañas del malvado,
contra el sistema que reparte el hambre,
contra la organización de la miseria.
Vamos,
y tú, mi estrella, junto a mí,
recién nacida de mi propia arcilla,
ya habrás hallado el manantial que ocultas
y en medio del fuego estarás
junto a mí,
con tus ojos bravíos,
alzando mi bandera.



Rafael María Baralt

A la Santa Cruz (1)

-- de Rafael María Baralt --

Fuiste suplicio en que a morir de horrenda
muerte de oprobio y de dolor profundo
el hombre a sus esclavos, iracundo,
en su justicia condenó tremenda.

Y ora, contrito, religiosa ofrenda
de amores rinde ante tus pies el mundo
y de ti brota en manantial fecundo
consuelo al justo, al pecador enmienda.

¿Por qué trocado tu baldón en gloria,
y en júbilo por qué tu pesadumbre,
y en santo libro tu infernal historia?

Porque el Venido de la excelsa cumbre
dejó en tus brazos su feliz memoria,
y de su amor inextinguible lumbre.



Rafael María Baralt

A Simón Bolívar (1)

-- de Rafael María Baralt --

Él fue quien fulminando el hierro insano
recorrió de Colón el ancho mundo,
dejando en pos de sí surco profundo,
de gloria y triunfos su potente mano.

Truena su voz del uno al otro océano
y libertad en manantial fecundo
brotó la tierra que secó iracundo
el hado injusto del valiente hispano.

Cinco naciones, que formó su espada,
sacra aureola de perpetua lumbre
a la radiante frente le ciñeron.

Y al ver la antigua afrenta ya vengada
de los soberbios Andes en la cumbre
las sombras de los incas sonrieron.



Gerardo Diego

sucesiva

-- de Gerardo Diego --

Déjame acariciarte lentamente,
déjame lentamente comprobarte,
ver que eres de verdad, un continuarte
de ti misma a ti misma extensamente.
Onda tras onda irradian de tu frente
y mansamente, apenas sin rizarte,
rompen sus diez espumas al besarte
de tus pies en la playa adolescente.
Así te quiero, fluida y sucesiva,
manantial tú de ti, agua furtiva,
música para el tacto perezosa.
Así te quiero, en límites pequeños,
aquí y allá, fragmentos, lirio, rosa,
y tu unidad después, luz de mis sueños.



Humberto Megget

Yo mi sobretodo verde

-- de Humberto Megget --

Yo mi sobretodo verde
yo mi cáscara de nuez
yo mi gota de agua
mi río
mi árbol
yo corcel galopando en una orilla
brazos del viento descansando en los árboles
me acostaré tal vez quién sabe en dónde
en el polvo o en un mosquito
para ser el grito de un cocodrilo
o las manos abrazadas al fondo de un río
yo en una hoja caído
en una gota de agua envuelto
para no volver nunca
puedo seguir mucho tiempo deambulando en los aires
tal vez tenga la forma invisible de un microbio
o quizá esté en el aletear del vuelo de una mosca
hay tanto
tanto espacio para volar mi cuerpo inútil
tanto manantial donde poner mis pies frágiles
tantos redondeles blancos en los ojos cerrados
que en mii inconsciente voluntad de estar, así
no estoy solo.



Salvador Rueda

coplas 18

-- de Salvador Rueda --

Sale el manantial alegre,
de un pecho con ser humano
no sale el cariño siempre.



Antonio Machado

Anoche cuando dormía...

-- de Antonio Machado --

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Di: ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que un sol ardiente lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.



Mario Benedetti

estados de ánimo

-- de Mario Benedetti --

Canciones de amor y desamor
a veces me siento
como un águila en el aire
(de unacanción de pablo milanés)
unas veces me siento
como pobre colina
y otras como montaña
de cumbres repetidas
unas veces me siento
como un acantilado
y en otras como un cielo
azul pero lejano
a veces uno es
manantial entre rocas
y otras veces un árbol
con las últimas hojas
pero hoy me siento apenas
como laguna insomne
con un embarcadero
ya sin embarcaciones
una laguna verde
inmóvil y paciente
conforme con sus algas
sus musgos y sus peces
sereno en mi confianza
confiado en que una tarde
te acerques y te mires
te mires al mirarme.



Medardo Ángel Silva

Envío (Silva)

-- de Medardo Ángel Silva --

Apolinada a las voces lejanas
de la siringa del fauno sonoro
ponen oído las musas hermanas
en el dormido crepúsculo de oro.

Un manantial melodioso de lloro
tiembla en la flauta de risas paganas,
Apolonida a las voces lejanas
de la siringa del fauno sonoro.



Medardo Ángel Silva

Las florestas de oro

-- de Medardo Ángel Silva --

Contemplaron los silfos su escultura
tras el sedoso vuelo del ramaje,
en la quietud solemne del paisaje
de rara, mitológica hermosura.

En su concha de plata, en la espesura
escanció el dulce néctar del salvaje
manantial, y dormida en el boscaje
Selene la encontró radiante y pura...

A las luces miríficas del astro
un erótico ensueño parecía
en su blancura tersa de alabastro;

y ceñida la frente con los lauros
de Diana, huyó por la floresta umbría
en la grupa de helénicos centauros!



Julio Flórez

tus ojos

-- de Julio Flórez --

Ojos indefinibles, ojos grandes,
como el cielo y el mar hondos y puros,
ojos como las selvas de los andes:
misteriosos fantásticos y oscuros.
Ojos en cuyas místicas ojeras
se ve el rastro de incógnitos pesares,
cual se ve en la aridez de las riberas
la huella de las ondas de los mares.
Miradme con amor, eternamente,
ojos de melancólicas pupilas,
ojos que semejáis bajo su frente,
pozos de aguas profundas y tranquilas.
Miradme con amor, ojos divinos,
que adornáis como soles su cabeza,
y, encima de sus labios purpurinos,
parecéis dos abismos de tristeza.
Miradme con amor, fúlgidos ojos,
y cuando muera yo, que os amo tanto
verted sobre mis lívidos despojos,
el dulce manantial de vuestro llanto.
Julio flórez



Julio Flórez

Tus ojos (Julio Flórez)

-- de Julio Flórez --

Poem

Ojos indefinibles, ojos grandes, como el cielo y el mar hondos y puros, ojos como las selvas de los Andes: misteriosos, fantásticos y oscuros.

Ojos en cuyas místicas ojera se ve el rostro de incógnitos pesares, cual se ve en la aridez de las riberas la huella de las ondas de los mares.

Miradme con amor, eternamente, ojos de melancólicas pupilas, ojos que semejáis bajo su frente, pozos de aguas profundas y tranquilas.

Miradme con amor, ojos divinos, que adornáis como soles su cabeza, y, encima de sus labios purpurinos, parecéis dos abismos de tristeza.

Miradme con amor, fúlgidos ojos, y cuando muera yo, que os amo tanto verted sobre mis lívidos despojos, el dulce manantial de vuestro llanto!



Evaristo Ribera Chevremont

la forma

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

Alcánzase el estado de ventura
cuando se cumple la elevada forma,
la cual ha de lucir, en su factura,
tal como el pensamiento que la informa.

Por ímpetus y llamas interiores,
se vuelve cuajo milagroso el brío
de los extracomunes cuidadores
del verbo, de inmancable poderío.

Y es por el pulcro y esencial secreto,
de la creación suprema que el vocablo
es, en silva, en romance o en soneto,
como el niño divino en el establo.

En los blancos pañales de la rima
se envuelve el nuevo y virginal poema;
y la expresión que en ritmos se arracima,
es flor y astro, manantial y gema.



Francisco Villaespesa

la fiera de mi carne está ya ahíta

-- de Francisco Villaespesa --

La fiera de mi carne está ya ahíta,
y bostezando náuseas se ha dormido...
(¿Maduró ya el granado que, escondido,
el hambre torva del viajero evita?)
saciada ya su sed, mi ardor dormita
como un ebrio que al sueño pide olvido...
(Oculto manantial, ¿a dónde ha ido
tu frescura lustral de agua bendita?)
estos ojos viciosos e imprudentes
lanzan venenos, como las serpientes,
y estas manos voraces son dos hienas...
Mi sangre el cáliz de su boca aroma...
(¿En dónde están tus ojos de paloma?
¿en dónde están tus manos de azucenas?)



José de Diego

el ojo de agua

-- de José de Diego --

Con los rumores de su eterno coro,
brota la fuente de la peña dura ...
¡El ojo de agua que, en su cuenca oscura,
de un cíclope en prisión derrama el lloro!

en tanto salta el surtidor sonoro
por la ancha verja, que el recinto mura,
tiembla en el fondo de la linfa pura
el pez de rosa con estrellas de oro.

En el misterio y en la sombra oriundo,
¿de qué hondo abismo o ignorada
orlilla surge a la luz el manantial profundo?

¡raro prodigio! ¡culta maravilla!
el pan de dios lo tiene todo el mundo...
¡Pero, el agua de dios sólo aguadilla!



Carolina Coronado

por bajo de una lámina que representaba a la virgen

-- de Carolina Coronado --

escucha, madre mía,
la de el velo de estrellas; bienhechora,
dulce y bella maría.
Escucha la que implora
dolorido y mortal; madre y señora.
Si a mi débil acento
romper los aires y turbar es dado
allá del firmamento
el azul sosegado,
escucha, virgen pura, mi cuidado.
La sola voz que el pecho
pudiera ya exhalar, a ti revela
el corazón deshecho,
que tu piedad anhela
y hasta tu trono arrebatado vuela.
¡Oh tu dulce señora
de la esfera eternal!... La tierra mira
y al infeliz que llora
y al triste que suspira
resignación y fe y amor inspira.
De tu sagrada mano
piadoso manantial brote a raudales
donde beba el humano
alivios celestiales,
donde se apague el fuego de los males.
Y lleva hacia tu seno
a los dolientes hijos que te amaron:
¡no más gima ya el bueno
en grillos que forjaron
los que rebeldes contra ti se alzaron!



Claudio Rodríguez

espuma

-- de Claudio Rodríguez --

Miro la espuma, su delicadeza
que es tan distinta a la de la ceniza.
Como quien mira una sonrisa, aquella
por la que da su vida y le es fatiga
y amparo, miro ahora la modesta
espuma. Es el momento bronco y bello
del uso, el roce, el acto de la entrega
creándola. El dolor encarcelado
del mar, se salva en fibra tan ligera;
bajo la quilla, frente al dique, donde
existe amor surcado, como en tierra
la flor, nace la espuma. Y es en ella
donde rompe la muerte, en su madeja
donde el mar cobra ser, como en la cima
de su pasión el hombre es hombre, fuera
de otros negocios: en su leche viva.
A este pretil, brocal de la materia
que es manantial, no desembocadura,
me asomo ahora, cuando la marea
sube, y allí naufrago, allí me ahogo
muy silenciosamente, con entera
aceptación, ileso, renovado
en las espumas imperecederas.



Invocación

-- de Clementina Isabel Azlor --

¡Oh Divino Pastor de las canciones!
Guía serás de mi rebaño lírico.
Confío más en tu saber empírico
que en el acierto de mis previsiones.
Estoy cansada ya de estas laderas,
y siento que mi vida se quebranta...
Para mí el manantial ¡gime!... ¡No canta!
Llévanos, ¡oh Pastor!, donde tú quieras.
¡Lejos, lejos!... Allá cerca del cielo
donde su vuelo audaz el cóndor tiende...
¡Oh! ¡Nada habrá que mi fervor no ofrende
por el goce instantáneo de mi anhelo!...
¿Riesgos?... ¡Avanza! Mi inquietud flamea,
y al paso seguirá mi mansedumbre,
sabiendo que un momento allá en la cumbre,
ebria de luz retozará la Idea.



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba