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-- de Abraham Valdelomar --
EL ÁRBOL DEL CEMENTERIO
No la tranquilidad de la arboleda
que ofrece sombra fresca y regalada
al remanso, al pastor y la manada
y que paisaje bíblico remeda.
No el suspiro de la ola cuando rueda
a morir en la playa desolada,
ni el morir de la tarde en la callada
fronda que al ave taciturna hospeda,
dieron a mi niñez ésta en que vivo
sed de misterio torturante y honda,
donde todos los pasos son inciertos:
fue del panteón el árbol pensativo
en cuya fosca, impenetrable fronda
anidaban las aves de los muertos.
Poema "El árbol del cementerio" de Abraham Valdelomar
-- de Manuel del Palacio --
¡Vedle! Descuella en la gentil manada
Como el lirio descuella entre las flores,
Y al recordar su dicha y sus amores
Brilla con fuego oculto su mirada.
Estrecha le parece la morada
Donde va á disfrutar nuevos favores,
Y soberbio se ostenta á sus señores
Cual rey cautivo de la edad pasada.
Le envidian, en la jaula prisioneros,
El triste grillo, la infeliz marica,
Los pintados y tímidos gilgueros.
¡Nueces le ofrece sin cesar la chica,
Y en la calle al sentir sus compañeros
Ni una lágrima tierna les dedica!
Poema "La vida del pavo" de Manuel del Palacio
-- de César Vallejo --
Bajo los álamos
para josé eulogio garrido
cual hieráticos bardos prisioneros,
los álamos de sangre se han dormido.
Rumian arias de yerba al sol caído,
las greyes de belén en los oteros.
El anciano pastor, a los postreros
martirios de la luz, estremecido,
en sus pascuales ojos ha cogido
una casta manada de luceros.
Labrado en orfandad baja al instante
con rumores de entierro, al campo orante;
y se otoñan de sombra las esquilas.
Supervive el azul urdido en hierro,
y en él, amortajadas las pupilas,
traza su aullido pastoral un perro.
Poema "bajo los álamos" de César Vallejo
-- de César Vallejo --
Para Jose Garrido
Cual hieráticos bardos prisioneros,
los álamos de sangre se han dormido.
Rumian arias de yerba al sol caído,
las greyes de Belén en los oteros.
El anciano pastor, a los postreros
martirios de la luz estremecido,
en sus pascuales ojos ha cogido
una casta manada de luceros.
Labrado en orfandad baja el instante
con rumores de entierro, al campo orante;
y se otoñan de sombra las esquilas.
Supervive el azul urdido en hierro,
y en él, amortajadas las pupilas,
tranza su aullido pastoral un perro.
Poema "Bajo los alamos" de César Vallejo
-- de Gerardo Diego --
Madrigal
a juan ramón jiménez
estabas en el agua
estabas que yo te vi
todas las ciudades
lloraban por ti
las ciudades desnudas
balando como bestias en manada
a tu paso
las palabras eran gestos
como estos que ahora te ofrezco
creían poseerte
porque sabían teclear en tu abanico
pero
no
tú
no estabas allí
estabas en el agua
que yo te vi
Poema "madrigal" de Gerardo Diego
-- de Gutierre de Cetina --
Ya paresce, pastor, que vas gustando
de los valles de acá, de estas verduras;
ya la manada veo de tus tristuras
irse por estos prados alargando.
Ya amor te espera al paso, y tú llorando
estás hora pasadas desventuras,
y no miras que están mil hermosuras
el son de tu zampoña deseando.
Despierta, pues, pastor, de aquel pesado
sueño que te ha tenido en pena fiera;
deja un poco olvidar la antigua llaga.
Cura con nuevo ardor viejo cuidado;
mira la ninfa bárbara que espera
que a su beldad tu lira inmortal haga.
Poema "al príncipe de ascoli I" de Gutierre de Cetina
-- de Gutierre de Cetina --
La verde sombra, el fresco aire agrada,
y como a la sedienta su manada
alegra alguna fuente de agua viva,
»así a mi árbol do se note o escriba
mi nombre en la corteza delicada
alegra, y ruego a amor que sea guardada
la planta porque el nombre eterno viva.
»Ni menos se deshace el hielo mío,
vandalio, ante tu ardor, cual suele nieve
a la esfera del sol ser derretida».
Así decía dórida en el río
mirando su beldad, y el viento leve
llevó la voz que apenas fue entendida.
Poema "como al pastor que en la ardiente hora estiva" de Gutierre de Cetina
-- de Miguel Hernández --
24
fatiga tanto andar sobre la arena
descorazonadora de un desierto,
tanto vivir en la ciudad de un puerto
si el corazón de barcos no se llena.
Angustia tanto el son de la sirena
oído siempre en un anclado huerto,
tanto la campanada por el muerto
que en el otoño y en la sangre suena,
que un dulce tiburón, que una manada
de inofensivos cuernos recentales,
habitándome días, meses y años,
ilustran mi garganta y mi mirada
de sollozos de todos los metales
y de fieras de todos los tamaños.
Poema "24" de Miguel Hernández
-- de Juan Meléndez Valdés --
Dame, traidor Aminta, y jamás sea
tu cándida Amarili desdeñosa,
la guirnalda de flores olorosa
que a mis sienes ciñó la tierra Alcea.
¡Ay!, dámela, cruel; y si aún desea
tomar venganza tu pasión celosa,
he aquí de mi manada una amorosa
cordera; en torno fenecer la vea.
¡Ay!, dámela, no tardes, que el precioso
cabello ornó de la pastora mía,
muy más que el oro del Ofir luciente,
cuando cantando en ademán gracioso
y halagüeño mirar, merecí un día
ceñir con ella su serena frente.
Poema "La humilde reconvención" de Juan Meléndez Valdés
-- de José Martí --
Como taza en que hierve
de transparente vino
en doradas burbujas
el generoso espíritu;
como inquieto mar joven
del cauce nuevo henchido
rebosa, y por las playas
bulle y muere tranquilo;
como manada alegre
de bellos potros vivos
que en la mañana clara
muestran su regocijo,
ora en carreras locas,
o en sonoros relinchos,
o sacudiendo el aire
el crinaje magnífico;
así mis pensamientos
rebosan en mis vívidos,
y en crespa espuma de oro
besan tus pies sumisos,
o en fúlgidos penachos
de varios tintes ricos,
se mecen y se inclinan
cuando tú pasas hijo!
Poema "penachos vívidos" de José Martí