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Se han encontrado 33 poemas con la palabra luminoso

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Alfonsina Storni

Una mirada

-- de Alfonsina Storni --

La perdí de mi vida; en vano en los plurales
rostros, el fulgor busco de su fluído divino;
no hay copias de sus ojos; tan sólo un hombre vino
con ellas a la tierra; no hay pupilas iguales:

Redondo el globo blanco, mundo que anda despacio;
y la pupila aguda, cazadora y ceñida;
y la cuenca de sombras por rayos recorrida.
(Pretextos de que nazca la llama y logre espacio.)

No más bellas que tantas otras bellas pupilas.
Tantas. Si las prendieran en desusadas filas,
como collar del mundo, serían su atavío.

Pero lo que adoraba no es lo mejor: yo busco
un modo de asomarse; el luminoso y fusco
resplandor de dos únicos orbes: lo que era mío.

Poema Una mirada de Alfonsina Storni con fondo de libro

Amado Nervo

ródeuse

-- de Amado Nervo --

Si te toman pensativa los desastres de las hojas
que revuelan crepitando por el amplio bulevar;
si los cierzos te insinúan no sé qué vagas congojas
y nostalgias imprecisas y deseos de llorar;
si el latido luminoso de los astros te da frío;
si incurablemente triste ves al sena resbalar,
y el reflejo de los focos escarlatas sobre el río
se te antoja que es la estela de algún trágiconavío
donde llevan los ahogados de la morgue a sepultar;
¡pobrecita! ven conmigo: deja ya las puentes yermas.
Hay un alma en estas noches a las tísicas hostil,
y un vampiro disfrazado de galón que busca enfermas,
que corteja a las que tosen y que, a poco que te duermas,
chupará con trompa inmunda tus pezones de marfil.

Poema ródeuse de Amado Nervo con fondo de libro

Amado Nervo

a felipe ii

-- de Amado Nervo --

Para rafael delgado.
Ignoro qué corriente de ascetismo,
qué relación, qué afinidad impura
enlazó tu tristura y mi tristura
y adunó tu idealismo y mi idealismo.
Más sé por intuición que un astro mismo
ha presidido nuestra noche oscura,
y que en mí como en ti libra la altura
un combate fatal con el abismo.
¡Oh, rey; eres mi rey! hosco y sañudo
también soy; en un mar de arcano duelo
luminoso espíritu se pierde,
y escondo como tú, soberbio y mudo,
bajo el negro jubón de terciopelo,
el cáncer implacable que me muerde.

Poema a felipe ii de Amado Nervo con fondo de libro

Amado Nervo

Exhalación

-- de Amado Nervo --

Cayó la tarde y el taimado anhelo
que noche a noche la extensión explora,
busca en vano la estrella donde mora
mi luminoso espíritu gemelo.

Como un ave de luz herida al vuelo,
que al caer bate el ala tembladora,
una blanca fotófuga desflora
la comba lapizlázuli del cielo.

¿Es lágrima de un dios ese astro errante?
¿Es «Ella» que dejó su edén distante
para buscarme en la existencia ingrata?

-Tú lo sabes, ¡oh luna dulce y fría,
que trazas, dividiendo noche y día,
tu divino paréntesis de plata!



Lope de Vega

Los que fuera del curso y armonía

-- de Lope de Vega --

Los que fuera del curso y armonía,
que con ley inmortal gobierna el suelo,
vistes el sol entristecer el cielo,
y suceder la noche al medio día
los que vistes con triste melodía
llorar las piedras y romperse el velo,
morir la vida y convertirse en hielo
a la luz del mundo, que en sí misma ardía,
mirad el Sol que la prisión levanta
al luminoso cuerpo soberano;
mirad la Vida que a la muerte espanta.
Pues con los rayos de su eterna mano
renueva de su templo el alma santa
el cinco veces roto velo humano.



Luis Rosales

verte, qué visión tan clara.

-- de Luis Rosales --

La lámpara del cuerpo es el ojo, así que si tu ojo fueresincero,todo tu cuerpo será luminoso.
San mateo, vi, 22
verte, qué visión tan clara.
Vivir es seguirte viendo.
Permanecer en la viva
sensación de tu recuerdo.
Verte. La distancia nace.
El cielo suprime al cielo.
La vida se multiplica
por el número de puertos.
Todo colmado por ti.
No ser más que el ojo abierto,
y eternizar el más leve
escorzo de tu silencio.
Verte para amarlo todo.
Claustro en tranquilo destierro.
Dulzor de caña lunada.
Luz en órbita de sueño.
Mortal límite de ti.
Cielo adolescente y tierno.
Núbil paciencia de playa.
Vivir es seguirte viendo.
¡Verte, abril, verte tan sólo!
tranquilísimo desierto.
Pena misericordiosa.
Sosegado advenimiento.
Verte: qué oración tan pura,
islas, nubes, mares, vientos,
las cinco partes del mundo
en las yemas de los dedos.



Manuel Gutiérrez Nájera

para el álbum

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

El verso es ave: busca entumecido
follaje espeso y resplandores rojos.
¿Qué nido más caliente que tu nido?
¿qué sol más luminoso que tus ojos?
manuel gutiérrez nájera, 1883



Manuel Gutiérrez Nájera

Para el álbum (Manuel Gutiérrez Nájera)

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

El verso es ave: busca entumecido
follaje espeso y resplandores rojos:
¿Qué nido más caliente que tu nido?
¿Qué sol más luminoso que tus ojos?



Manuel Gutiérrez Nájera

Para Entonces

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

Quiero morir cuando decline el día,
en alta mar y con la cara al cielo,
donde parezca sueño la agonía,
y el alma, un ave que remonta el vuelo.

No escuchar los últimos instantes,
ya con el cielo y con el mar a solas,
más voces ni plegarias sollozantes
que el majestuoso tumbo de las olas.

Morir cuando la luz, triste, retira
sus áureas redes de la onda verde,
y ser como ese sol que lento expira:
algo muy luminoso que se pierde.

Morir, y joven: antes que destruya
el tiempo aleve la gentil corona;
cuando la vida dice aún: soy tuya,
aunque sepamos bien que nos traiciona.



Javier del Granado

la casa solariega

-- de Javier del Granado --

Mordiendo la granítica quebrada
se yergue la casona solariega,
alba de sol, con la pupila ciega,
y su techumbre de ala ensangrentada.

Con rumores de espuma la cascada
sus vetustas murallas enjalbega,
y en luminoso tornasol despliega
su cola el pavo real de la cañada.

Su arquitectura colonial evoca
la altiva estampa de un hidalgo huraño,
que vivió preso en su cabeza loca.

Un gran danés en el portal bravea,
y se desborda el mugidor rebaño,
atropellando la silente aldea.



Puro y Luciente sol

-- de Dionisio de Solís --

Puro y Luciente sol, ¡oh, qué consuelo
al alma mía en tu presencia ofreces,
cuando con rostro cándido esclareces
la oscura sombra del nocturno velo!

¡Oh, cómo animas el marchito suelo
con benéfica llama! Y ¡cómo creces
inmenso y luminoso, que pareces
llenar la tierra, el mar, el aire, el cielo!

¡Oh sol! Entra en la espléndida carrera
que te señala el dedo omnipotente,
al asomar por las etéreas cumbres;

y tu increado Autor piadoso quiera,
que desde oriente a ocaso eternamente
pueblos felices en tu curso alumbres!



Dolores Veintimilla

Aspiración (Veintimilla)

-- de Dolores Veintimilla --

Yo no quiero ventura ni gloria,
Sólo quiero mi llanto verter:
Que en mi mente la cruda memoria
Sólo tengo de cruel padecer.

Cual espectro doliente y lloroso
Sola quiero en el mundo vagar,
Y en mi pecho, cual nunca ardoroso,
Sólo quiero tu imagen llevar.

Yo no quiero del sol luminoso
Sus espléndidos rayos mirar,
Mas yo quiero un lugar tenebroso
Do contigo pudiera habitar.

Si del mundo un imperio se hiciera,
Que encerrara tesoros sin cuento;
Si este imperio a mis pies se pusiera,
Lo cambiara por verte un momento.

Si angel fuera a quien templos y altares
En mi culto se alzaran tal vez,
Con tormentos cambiara eternales
Por estar un instante a tus pies.



Pedro Calderón de la Barca

Décimas a San Isidro

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Ya el trono de luz regía
el luminoso farol,
el fénix del cielo, el sol,
cuya edad es sólo un día.
Ya desde la tumba fría
en su fuego vuelve a ser
hoy lo mismo que era ayer;
que, si en todo es de sentir
que nace para morir,
él muere para nacer.

Veloz la vida se quita,
con que más gloria se adquiere,
pues cuando en el agua muere,
en el fuego resucita.
Las aves, a quien incita
la luz de sus resplandores,
cantando dulces amores,
eran, con belleza suma,
al campo flores de pluma
cuando al viento aves de flores.

Entre las rosas cantaban
y el aura que las movía
solamente conocía
por aves las que las volaban.
Todas a Isidro esperaban,
cuando el labrador dichoso
se quedaba perezoso
de su trabajo olvidado:
¿quién vio vicioso al cuidado
y al descuido virtuoso?

Antes de labrar el suelo
(¡oh tardanza de amor llena!)
en la Virgen de Almudena
labraba piadoso el cielo;
y como su santo celo
en el sol le suspendía
de la celestial María,
divertido, no pensaba;
como siempre, al sol miraba,
que pudo pasarse el día.



Pedro Soto de Rojas

Exhortación (Rojas)

-- de Pedro Soto de Rojas --

Como al claro verano el turbio invierno,
la oscura noche al luminoso día,
al llanto de Memnón la melodía
dulce del simple pajarillo tierno,

como al morir en paz vivir eterno,
lágrimas en niñez a su alegría,
a los gozos de amor melancolía
y a sus glorias de celos un infierno,

así le sigue al ser mujer mudanza;
no hay firmeza en mujer, no hay cosa estable:
a la fortuna vence, al aire alcanza.

¡Oh tú, tirana, sé veloz, mudable!
Mas, ay, que temo ya de tu tardanza
ver el fin de Anajarte miserable.



Pedro Soto de Rojas

Ojos de Fénix, si matadores, deseados

-- de Pedro Soto de Rojas --

Indicios claros de la luz, espías
del luminoso general del cielo,
cuyo valor ardiente, cuyo celo
años le rinde y le conquista días;

apacibles tiranos, que alegrías
dais y quitáis al más cortés desvelo;
deidad tonante, que fulmina yelo
sobre el volcán de las entrañas mías;

volved a mí, volved, aunque de fiero
basilisco seáis: vuestra hermosura
más que la vida en vuestra ausencia quiero,

si ya no sube a tanto mi ventura
que os puedo -¡oh cuán difícil!- ver primero,
y es cada cual difunto y sepultura.



Gabriela Mistral

el corro luminoso

-- de Gabriela Mistral --

A mi hermana
corro de las niñas
corro de mil niñas
a mi alrededor:
¡oh dios, yo soy dueña
de este resplandor!
en la tierra yerma,
sobre aquel desierto
mordido de sol,
¡mi corro de niñas
como inmensa flor!
en el llano verde,
al pie de los montes,
que hería la voz,
¡el corro era un solo
divino temblor!
en la estepa inmensa,
en la estepa yerta
de desolación,
¡mi corro de niñas
ardiendo de amor!
en vano quisieron
quebrarme la estrofa
con tribulación:
¡el corro la canta
debajo de dios!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xxviii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Cuando entre la sombra oscura
perdida una voz murmura
turbando su triste calma,
si en el fondo de mi alma
la oigo dulce resonar,
dime: ¿es que el viento en sus giros
se queja, o que tus suspiros
me hablan de amor al pasar?
cuando el sol en mi ventana
rojo brilla a la mañana
y mi amor tu sombra evoca,
si en mi boca de otra boca
sentir creo la impresión,
dime: ¿es que ciego deliro,
o que un beso en un suspiro
me envía tu corazón?
y en el luminoso día
y en la alta noche sombría,
si en todo cuanto rodea
al alma que te desea
te creo sentir y ver,
dime: ¿es que toco y respiro
soñando, o que en un suspiro
me das tu aliento a beber?



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xxvii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Despierta, tiemblo al mirarte:
dormida, me atrevo a verte;
por eso, alma de mi alma,
yo velo cuando tú duermes.
Despierta, ríes y al reír tus labios
inquietos me parecen
relámpagos de grana que serpean
sobre un cielo de nieve.
Dormida, los extremos de tu boca
pliega sonrisa leve,
suave como el rastro luminoso
que deja en sol que muere.
¡Duerme!
despierta miras y al mirar tus ojos
húmedos resplandecen,
como la onda azul en cuya cresta
chispeando el sol hiere.
Al través de tus párpados, dormida;
tranquilo fulgor vierten
cual derrama de luz templado rayo
lámpara transparente.
¡Duerme!
despierta hablas, y al hablar vibrantes
tus palabras parecen
lluvia de perlas que en dorada copa
se derrama a torrentes.
Dormida, en el murmullo de tu aliento
acompasado y tenue,
escucho yo un poema que mi alma
enamorada entiende.
¡Duerme!
sobre el corazón la mano
me he puesto porque no suene
su latido y en la noche
turbe la calma solemne:
de tu balcón las persianas
cerré ya porque no entre
el resplandor enojoso
de la aurora y te despierte.
¡Duerme!



Salvador Rueda

sonetos IV

-- de Salvador Rueda --

Ya acudes a tu cita misteriosa
con el inquieto mar, luna constante,
y asoma las playas de levante,
hostia de luz, tu cara milagrosa.

En la onda azul, cual nacarada rosa,
se abre tu seno con pasión de amante
y dibuja un reguero rutilante
tu pie sobre la espuma en que se posa.

El agua, como un tálamo amoroso,
te ofrece sus cristales movedizos
donde tiendes tu cuerpo luminoso.

Y al ostentar desnuda tus hechizos,
el mar, con un abrazo tembloroso,
te envuelve en haz de onduladores rizos...

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Santiago Montobbio

manifiesto inicial del humanista

-- de Santiago Montobbio --

Manifiesto inicial del humanista
la causa de las palabras, que para nada sirven,
o para vivir tan sólo, es una causa pequeña.
Pero si cada día sabes con mayor certeza
que no sólo repudias las coronas
sino que cada vez te dan más asco;
si en verdad no quieres hacer de tu ya arruinada inteligencia
una prostituta mercenaria que venda sus pechos o su alma
a cualquier hijastro del dinero o si, sencillamente,
poco necesitas y tan sólo te importa soportar
con dignidad la vida y sus tristezas
mejor será que asumas desde ahora
la inevitable condena de la soledad y del fracaso
y que como luminoso o ciego abandono de estrellas
a esa pequeña, muy ridícula causa ya te abraces,
que del todo lo hagas y que en tu habitación vacía
las palabras del fuego sean ceniza, que se asalten
y persigan, que tengan frío, en su noche
a solas, por decir tu nombre.



Antonio Machado

El sueño bajo el sol que aturde y ciega

-- de Antonio Machado --

El sueño bajo el sol que aturde y ciega,
tórrido sueño en la hora de arrebol;
el río luminoso el aire surca;
esplende la montaña;
la tarde es polvo y sol.
El terrible caracol del viento
ronco dormita en el remoto alcor;
emerge el sueño ingrave en la palmera,
luego se enciende en el naranjo en flor.
La estúpida cigüeña
su garabato escribe en el sopor
del molino parado; el toro abate
sobre la hierba la testuz feroz.
La verde, quieta espuma del ramaje
efunde sobre el blanco paredón,
lejano, inerte, del jardín sombrío,
dormido bajo el cielo fanfarrón.
...............................
Lejos, enfrente de la tarde roja,
refulge el ventanal del torreón.
................................



Marilina Rébora

quiero pintar la luna

-- de Marilina Rébora --

Quiero pintar la luna
madre, ¿puedo pintar la luna de escarlata?
¿o con vestido rosa, orlado de violeta?
¡pues, noche a noche, sale insulsa y timorata,
sin nada de color que la avive, coqueta!
¿por qué será la luna, siempre luna de plata,
camafeo de hielo, el pálido planeta,
la doncella de nieve a la que se retrata
en blanco, si pintor, o argento, si poeta?
quisiera iluminarla con cálido amaranto,
encendidos reflejos carmín o solferino,
inventarla morena, con luminoso manto,
y no alba y exangüe, con veste de platino.
¡Quiero pintar la luna de tono colorado,
en creciente o menguante, de cara y de costado!



Meira Delmar

secreta isla

-- de Meira Delmar --

Deja que pase entre los dos el tiempo
sin que pueda mudarnos alma y alma.
Hemos quedado fijos, uno y otro,
con impasible soledad de estatuas,
tu rostro al fondo de mis ojos quietos,
mi rostro en tu mirada.
En vano están los pájaros, las nubes,
y el cielo siempre huyendo
hacia el ocaso.
El mar, el mar del corazón innúmero
con sus velas tendidas y sus faros.
Los árboles que llegan sonriendo
a través de las hojas iniciales,
la lluvia que modela finas torres
del vidrio, las mañanas,
el estío...
Como ciegos estamos. Como ciegos
de un viento luminoso que nos alza
y nos lleva tenaz, ávidamente,
nadie sabe hasta dónde.
Y todo nos rodea sin tocarnos
en este alucinante amor de amor
y de silencio.
!--Img



Miguel Hernández

28

-- de Miguel Hernández --

28
la muerte, toda llena de agujeros
y cuernos de su mismo desenlace,
bajo una piel de toro pisa y pace
un luminoso prado de toreros.
Volcánicos bramidos, humos fieros
de general amor por cuanto nace,
a llamaradas echa mientras hace
morir a tranquilos ganaderos.
Ya puedes, amorosa fiera hambrienta,
pastar mi corazón, trágica grama,
si te gusta lo amargo de su asunto.
Un amor hacia todo me atormenta
como a ti, y hacia todo se derrama
mi corazón vestido de difunto.



Julio Flórez

Cárcel perpetua

-- de Julio Flórez --

Poem

Yo vivo encadenado a tu hermosura, lo mismo que a su roca, Prometeo, sin poder quebrantar la ligadura que me une a ti por más que forcejeo!

De qué delito bárbaro fui reo, para tener que soportar tan dura y a la vez dulce pena?, mi deseo es un placer que llega a la tortura!

Me atraes como abismo luminoso: Lucho, por arrancarme de tu lado, con las fuerzas terribles de un coloso!

Inútil! A vivir siempre abrazado a tu cuerpo flexible y harmonioso, parece q‘estuviera condenado!



Federico García Lorca

cantos nuevos

-- de Federico García Lorca --

Agosto de 1920
(vega de zujaira)
dice la tarde:
¡tengo sed de sombra! .
Dice la luna: yo, sed de luceros .
La fuente cristalina pide labios
y suspiros el viento.
Yo tengo sed de aromas y de risas.
Sed de cantares nuevos
sin lunas y sin lirios,
y sin amores muertos.
Un cantar de mañana que estremezca
a los remansos quietos
del porvenir. Y llene de esperanza
sus ondas y sus cienos.
Un cantar luminoso y reposado,
pleno de pensamiento,
virginal de tristeza y de angustias
y virginal de ensueños.
Cantar sin carne lírica que llene
de risas el silencio.
(Una bandada de palomas ciegas
lanzadas al misterio).
Cantar que vaya al alma de las cosas
y al alma de los vientos
y que descanse al fin en la alegría
del corazón eterno.



José Martí

canto religioso

-- de José Martí --

La fatiga y las sábanas sacudo:
cuando no se es feliz, abruma el sueño
y el sueno, tardo al infeliz, y el miedo
a ver la luz que alumbra su desdicha
resístense los ojos, y parece
no que en plumones mansos se ha dormido
sino en los brazos negros de una fiera.
Al aire luminoso, como al río
el sediento peatón, dos labios se abren:
el pecho en lo interior se encumbra y goza
como el hogar feliz cuando recibe
en año nuevo a la familia amada;
y brota, frente al sol, el pensamiento!
más súbito, los ojos se oscurecen,
y el cielo, y a la frente va la mano
cual militar que el pabellón saluda:
los muertos son, los muertos son, devueltos
a la luz maternal: los muertos pasan.
Y sigo a mi labor, como creyente
a quien unge en la sien el sacerdote
de rostro liso y vestiduras blancas
practico: en el divino altar comulgo
de la naturaleza: es mi hostia el alma humana.



Carlos Pellicer

recinto VIII

-- de Carlos Pellicer --

xii
en el silencio de la casa, tú,
y en mi voz la presencia de tu nombre
besado entre la nube de la ausencia
manzana aérea de las soledades.
Todo a puertas cerradas, la quietud
de esperarte es vanguardia de heroísmo,
vigilando el ejército de abrazos
y el gran plan de la dicha.
Ya no sé caminar sino hacia ti,
por el camino suave de mirarte
poner los labios junto a mis preguntas
sencilla, eterna flor de preguntarte
y escucharte así en mí ¡y a sangre y fuego
rechazar, luminoso, las penumbras...!
Manzana aérea de las soledades,
bocado silencioso de la ausencia,
palabra en viaje, ropa del invierno
que hará la desnudez de las praderas.
Tú en el silencio de la casa. Yo
en tus labios de ausencia, aquí tan cerca
que entre los dos la ronda de palabras
se funde en la mejor que da el poema.



Clemente Althaus

Rossini y Mozart

-- de Clemente Althaus --

Entre Rossini y Mozart
Sentencie otro la porfía
por el primero lugar,
no quien, cual yo, se extasía,
en lino y otro a la par.
Cada cual es el primero;
y, sin sentenciar jamás,
siempre el que escucho postrero
es el que me gusta más,
y aquel que entones prefiero.
Si dignos entrambos son
de que la dulce Cecilia
cante su música en Sión,
con la angélica familia,
de aquellas harpas al son;
si el uno escribió «Don Juan»
y «Moisés» el otro, ¿vano
no es inquirir con afán,
si merece el italiano
la palma, o el alemán?
¿Quién entre una y otra estrella
de Géminis luminoso
dirá cual es más bella,
si en claro fulgor hermoso
gemela es ésta de aquélla?
Y así, sin dar el laurel
a ninguno de los dos,
baste decir que con fiel
igualdad no creó Dios
mas rival de éste aquel.



Ramón María del Valle Inclán

rosa de zoroastro

-- de Ramón María del Valle Inclán --

En el espejo mágico aparee
toda mi vida, y como cirio místico
aquel amor lejano aun estremece
con su luz el pleroma cabalístico.

Reza, alma triste, en sus devotas huellas,
los ecos de los muertos son sagrados,
como dicen que alumbran las estrellas,
alumbran los amores apagados.

Esta cera que enciende su lucero,
más luminoso cuanto más distante,
en el mágico circulo agorero
signa la eternidad de cada instante.

Suspende el grano en el reloj de arena,
y los enigmas de mi noche oscura alumbra
con su cirio de alma en pena,
del sellado cristal, en la clausura.

En el espejo vi la sombra mía negra,
sobre los pasos de la muerte,
y el ánima llorosa que vencía
con su oración el sino de mi suerte.

Aquel amor lejano, ahora vestido
de niebla sideral, su ardiente idea
abre como un arcángel, y el sentido
inmortal de la vida en mi alma atea.

Tiembla en un zodiaco, sollozante
con sollozo de luz. Y su reflejo
circunda con un halo al nigromante
espejo.



Ramón María del Valle Inclán

rosa de melancolía

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Era yo otro tiempo un pastor de estrellas,
y la vida, como luminoso canto.
Un símbolo eran las cosas más bellas
para mí: la rosa, la niña, el acanto.

Y era la armoniosa voz del mundo,
una onda azul que rompe en la playa de oro,
cantando el oculto poder de la luna
sobre los destinos del humano coro.

Me daba epicuro sus ánforas llenas,
un fauno me daba su agreste alegría,
un pastor de arcadia, miel de sus colmenas.

Pero hacia el ensueño navegando un día,
escuché lejano canto de sirenas
y enfermó mi alma de melancolía.



Ricardo Güiraldes

Luna (Güiraldes)

-- de Ricardo Güiraldes --

Luna que haces ulular a los perros y los poetas.

Faro de tiza

astro en camisa.

Disco, casco y guadaña, colgada al hombro de la noche, representante de muerte.

Impotente

intermitente.

Parásito luminoso del sol, chinchorro giratorio de nuestra barca sideral.

Ronda vejiga

pálida miga.

Surtidora de falsas purezas. Frígido ovillo.

Pulcro botón de calzoncillo.

Nadie te teme; todos te quieren. Inofensivo bollo de harina sin importancia.

Blanca jactancia.

Sudario de azoteas. Velador de noctámbulos.

Orgullo hinchado

de trasnochado.

Luna, muerte, maleficio

gorda madama del precipicio.

Ojalá se ahogue dentro de un charco,

tu ojo zarco.

Ángel caído en frialdad, per-in-eternum.

Mundo maldito,

me importa un pito.

Buenos Aires, 1916.



Ricardo Güiraldes

Verano (Güiraldes)

-- de Ricardo Güiraldes --

Buenos Aires. Calle Santa Fe en el 900. Diciembre. La casa abierta, respirando noche, todo apagado dentro.

Cielo, implacablemente estrellado, cuyo azul de zafiro australiano se aleja, por obra del aturdimiento luminoso que mandan a los ojos los focos eléctricos.

De tiempo en tiempo, coches pasan, en rectilíneos destinos.

En la acera de enfrente, una madre aparea la obesidad de su flácido descanso a las epidérmicas lasitudes de su hija, que corre mano distraída, sobre su muslo, apenas suavizado por un batón rosa.

El reflejo de los focos se aplasta, extendido contra el asfalto.

Caballito, caballito que llevas el fiacre vacío, pareces un cuento, infantil, de madera.

Buenos Aires, 1913.



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