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Se han encontrado 21 poemas con la palabra lindo

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Evaristo Carriego

En el cuarto de la novia

-- de Evaristo Carriego --

Se levantaron de la mesa
y fueron a ver el vestido
de la novia:
¡Qué lindo estaba,
tan blanco, tan blanco! ¡qué lindo!
¿Y la novia? ¡ay, la novia! Como
tenía de alegre la cara...
Todos los ojos la miraron
y ella se puso colorada.
«— ¡Señora, señora! —»
Le llovieron
las alusiones y las bromas
de las muchachas. ¡Qué palabra,
qué palabra tan dulce: novia!
Alguna recordó entre burlas
ingenuas lo del primer beso:
«— ¡Había que verla, muchachas!

Poema En el cuarto de la novia de Evaristo Carriego con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

A un pie

-- de Adelardo López de Ayala --

El pie más lindo que acaricia el suelo
jugaba ante mi vista complacida:
yo, con mano dichosa y atrevida,
de un espacio mayor levanté el velo.

Bella columna descubrió mi anhelo,
por los mismos amores construida,
como del recio vendaval movida,
se abre la nube, y se descubre el cielo.

Detenido en las puertas de la gloria,
aguardo a que el amor quiera propicio
dilatar en sus reinos mi victoria.

Y hoy, recordando tan gallardo indicio,
mil veces se complace mi memoria
en dibujar completo el edificio.

Poema A un pie de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Leopoldo Lugones

Plegaria de carnaval

-- de Leopoldo Lugones --

¡Oh luna! que diriges como sportwoman sabia
Por zodíacos y eclípticas tu lindo cabriolé:
Bajo la ardiente seda de tu cielo de Arabia
¡Oh luna, buena luna!, quién fuera tu Josué.

Sin cesar encantara tu blancura mi tienda,
Con desnudes tan noble que la agraviara el tul;
Oh extasiado en un pálido antaño de leyenda
Tu integridad de novia perpetuara el azul.

Luna de los ensueños, sobre la tarde lila
Tu oro viejo difunde morosa enfermedad,
Cuando en un solitario confín de mar tranquila,
Sondeas como lúgubre garza la eternidad.

En tu mística nieve baña sus pies María
Tu disco reproduce la mueca de Arlequín,
Crimen y amor componen la hez de tu poesía
Embriagadora y pálida como el vino del Rhin.

Y toda esta alta fama con que elogiando vengo
Tu faz sietemesina de bebé en alcohol,
Los siglos te la cuentan como ilustre abolengo,
Porque tú eres, oh luna, la máscara del sol.

Poema Plegaria de carnaval de Leopoldo Lugones con fondo de libro

Líber Falco

Paisaje y ruego

-- de Líber Falco --

Qué lindo allá en la colina
el arador y los bueyes.
Cielo y tierra: el horizonte
y el arador en el vértice.

¿Aras labrador en tierra
o abres surcos en el cielo?

Ara labrador en tierra.
Con reja de luna y bronce.
Ara labrador en tierra.
¡No olvides a tus hermanos!



Manuel Bretón de los Herreros

A la pereza

-- de Manuel Bretón de los Herreros --

¡Qué dulce es una cama regalada!
¡Qué necio el que madruga con la aurora
aunque las musas digan que enamora
oír cantar a un ave en la alborada!

¡Oh, qué lindo en poltrona dilatada
reposar una hora y otra hora!
Comer, holgar..., ¡Qué vida encantadora,
sin ser de nadie y sin pensar en nada!

¡Salve, oh, Pereza! En tu macizo templo
ya, tendido a la larga, me acomodo.
De tus graves alumnos el ejemplo

arrastro bostezando: y en tal modo
tu apacible modorra a entrar me empieza
que no acabo el soneto... De per... (Eza)



Félix María Samaniego

El avaro y su mujer

-- de Félix María Samaniego --

Un avariento casado

a su mujer le decía:

-Tú me cuestas cada día

un doblón, ¡caro bocado!

Cada mes te he visitado

dos veces: en conclusión,

cada vez a la razón

de tres onzas. -¡Lindo chiste!,

dice ella. ¿ Y en qué consiste

que yo te salga a doblón?



Gabriela Mistral

la casa

-- de Gabriela Mistral --

La mesa, hijo, está tendida
en blancura quieta de nata,
y en cuatro muros azulea,
dando relumbres, la cerámica.
Ésta es la sal, éste el aceite
y al centro el pan que casi habla.
Oro más lindo que oro del pan
no está ni en fruta ni en retama,
y da su olor de espiga y horno
una dicha que nunca sacia.
Lo partimos, hijito, juntos,
con dedos duros y palma blanda,
y tú lo miras asombrado
de tierra negra que da flor blanca.
Baja la mano de comer,
que tu madre también la baja.
Los trigos, hijo, son del aire,
y son del sol y de la azada;
pero este pan «cara de dios»(*)
no llega a mesas de las casas.
Y si otros niños no lo tienen,
mejor, mi hijo, no lo tocaras,
y no tomarlo mejor sería
con mano y mano avergonzadas.
Hijo, el hambre, cara de mueca,
en remolino gira las parvas,
y se buscan y no se encuentran
el pan y el hambre corcovada.
Para que lo halle, si ahora entra,
el pan dejemos hasta mañana;
el fuego ardiendo marque la puerta,
que el indio qechua nunca cerraba,
¡y miremos comer al hambre,
para dormir con cuerpo y alma!



Gabriela Mistral

ronda de los colores

-- de Gabriela Mistral --

Del lino en rama y en flor.
Mareando de oleadas
baila el lindo azuleador.
Cuando el azul se deshoja,
sigue el verde danzador:
verde-trébol, verde-oliva
y el gayo verde-limón.
¡Vaya hermosura!
¡vaya el color!
rojo manso y rojo bravo
rosa y clavel reventón.
Cuando los verdes se rinden,
él salta como un campeón.
Bailan uno tras el otro,
no se sabe cuál mejor,
y los rojos bailan tanto
que se queman en su ardor.
¡Vaya locura!
¡vaya el color!
el amarillo se viene
grande y lleno de fervor
y le abren paso todos
como viendo a agamenón.
A lo humano y lo divino
baila el santo resplandor:
aromas gajos dorados
y el azafrán volador.
¡Vaya delirio!
¡vaya el color!
y por fin se van siguiendo
al pavo-real del sol,
que los recoge y los lleva
como un padre o un ladrón.
Mano a mano con nosotros
todos eran, ya no son:
¡el cuento del mundo muere
al morir el contador!



Gabriela Mistral

caricia

-- de Gabriela Mistral --

Madre, madre, tú me besas,
pero yo te beso más,
y el enjambre de mis besos
no te deja ni mirar...
Si la abeja se entra al lirio,
no se siente su aletear.
Cuando escondes a tu hijito
ni se le oye respirar...
Yo te miro, yo te miro
sin cansarme de mirar,
y qué lindo niño veo
a tus ojos asomar...
El estanque copia todo
lo que tú mirando estás;
pero tú en las niñas tienes
a tu hijo y nada más.
Los ojitos que me diste
me los tengo de gastar
en seguirte por los valles,
por el cielo y por el mar...



Tirso de Molina

Que el clavel y la rosa

-- de Tirso de Molina --

Que el clavel y la rosa,
¿cuál era más hermosa?

El clavel, lindo en color,
y la rosa todo amor;
el jazmín de honesto olor,
la azucena religiosa,
¿Cuál es la más hermosa?

La violeta enamorada,
la retama encaramada,
la madreselva mezclada,
la flor de lino celosa.
¿Cuál es la más hermosa?

Que el clavel y la rosa,
¿cuál era más hermosa?



José Alcalá Galiano

En el álbum de la señorita de Gaviria

-- de José Alcalá Galiano --

En el salón dorado resplandece
en tiesto lindo de soberbia china,
rica en gala y olor, flor peregrina
que al pasmo universal su dueño ofrece.

Y allá distante pobrecilla crece
en el prado que el sol claro ilumina
entre la hierba inculta y tosca espina,
bella aunque humilde flor que el aire mece.

Laura, del salón regio que admiramos
en hora buena gocen los primores,
pues suyos son sus opulentos amos.

Pero amemos al prado con sus flores
si nuestro fue y entre ellos nos criamos
gozando sus perfumes y colores.



Manuel Reina

Flores secas

-- de Manuel Reina --

No extrañéis que conserve, cual tesoro,
esas pálidas flores;
sus hojas son las páginas de oro
de una historia de amores.

Esas páginas traen a mi memoria
la ventura perdida;
el tiempo del placer y de la gloria,
mañana de la vida.
........................................
El fuego en tu corola ya no arde,
despedazada rosa;
lindo adorno tú fuiste, cierta tarde,
del pecho de una hermosa.

Este mustio clavel, bella Dolores,
borró nuestros enojos;
aún me parece ver, en sus colores,
los de tus labios rojos.

Esos nardos, con pétalos brillantes,
Adelina hechicera,
bañaron en aromas penetrantes
tu blonda cabellera.

Amelia regalome esta camelia
con lúbrico embeleso,
dando a la flor la encantadora Amelia
un encendido beso.

Tus pétalos de plata, raso y oro,
marchitada azucena,
aún parecen regados por el lloro
de la dulce Filena.
........................................
Las flores están ya tristes y yertas;
sus hojas, en jirones;
todo pasó; las flores están muertas
como mis ilusiones.



Marilina Rébora

a mi hijo

-- de Marilina Rébora --

Alguien dijo que recuerdas
un niñito de murillo,
y en verdad que lo pareces
por tu gracia y por tus rizos.
Tienes cabellos castaños,
ensortijados y finos
con algo de oro en las sienes,
como si fuera rocío.
La tez pálida y morena,
negros ojos expresivos
que miran llenos de asombro,
como miran los del niño.
Estabas con tus juguetes,
de pie sobre el ancho piso,
cuando te vi de repente
junto al blanco corderillo;
y al mismo tiempo la imagen
que tuviera en el olvido
apareció viva y fuerte,
tan clara como un prodigio.
Sin perder un solo instante,
entré de un salto al recinto
y trepando como pude
saqué el cristo de su sitio,
colocándolo a tu lado
según era mi designio.
Y después, en un arranque
de ternura y de cariño,
orgullosa más que nunca
de mi hijo y de mi niño,
exclamé dándote un beso
en ese rostro tan lindo:
«¡eres el san juan bautista
más delicioso que he visto!»



Mario Benedetti

hombre que mira la luna

-- de Mario Benedetti --

Es decir la miraba porque ella
se ocultó tras el biombo de nubes
y todo porque muchos amantes de este mundo
le dieron sutilmente el olivo
con su brillo reticente la luna
durante siglos consiguió transformar
el vientre amor en garufa cursilínea
la injusticia terrestre en dolor lapizlázuli
cuando los amantes ricos la miraban
desde sus tedios y sus pabellones
satelizaba de lo lindo y oía
que la luna era un fenómeno cultural
pero si los amantes pobres la contemplaban
desde su ansiedad o desde sus hambrunas
entonces la menguante entornaba los ojos
porque tanta miseria no era para ella
hasta que una noche casualmente de luna
con murciélagos suaves con fantasmas y todo
esos amantes pobres se miraron a dúo
dijeron no va más al carajo selene
se fueron a su cama de sábanas gastadas
con acre olor a sexo deslunado
su camanido de crujiente vaivén
y libres para siempre de la luna lunática
fornicaron al fin como dios manda
o mejor dicho como dios sugiere.



Mario Benedetti

bandera en pena

-- de Mario Benedetti --

Están izando mi bandera
con ceremonia y sin pudor
pobre bandera
mi bandera
está alegre como una sábana
pero triste como un adiós
ondea sólo a la derecha
y ya no sé si tiene sol
está nueva como un trofeo
pero vieja como un perdón
están arriando mi bandera
con ceremonia y sin pasión
pobre bandera
mi bandera
los autobuses se detienen
y hay un silencio que es rencor
como son pocos los que miran
por lo menos la miro yo
y hasta el clarín que la saluda
se atraganta de compasión
están llevando mi bandera
con ceremonia y sin honor
pobre bandera
mi bandera
la doblarán en ocho pliegues
la guardarán en un cajón
la cerrarán con un candado
madeinusa de lo mejor
pero si miras hacia arriba
tendrás acaso otra visión
hay un fantasma de bandera
lindo trapo de cielo y sol
y esa alma en pena
esa bandera
bandera en pena
o qué sé yo
está en jirones
tiene sangre
y no se olvida
no.



Mario Benedetti

hagamos un trato

-- de Mario Benedetti --

Compañera usted sabe
puede contar conmigo
no hasta dos o hasta diez
sino contar conmigo
si alguna vez advierte
que a los ojos la miro
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense que deliro
a pesar de esa veta
de amor desprevenido
usted sabe que puede
contar conmigo
pero hagamos un trato
nada definitivo
yo quisiera contar
con usted es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
quiero decir contar
hasta dos hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
y así quedar tranquilo
que usted sabe que puede
contar conmigo



Medardo Ángel Silva

Reminiscencia siglo XVIII

-- de Medardo Ángel Silva --

Vaga el olor por la antigua vereda,
donde marmóreo Sileno retoza,
del dieciochesco vestido de seda
en la ducal y dorada carroza.

Erán Trianón y la Arcadia —artificio
que hizo más suaves las ásperas horas—
el pastorial y bucólico vicio
de las divinas marquesas pastoras.

Eran los iris, las joyas temblantes
y las espumas de los surtidores:
la sombra azul en los kioskos galantes
y el sonreír de los lindos Amores.

Eran los mórbidos brazos de lira,
inclinaciones de blancas pelucas
y Pompadour y la cruel Lindamira
y los lunares en las rubias nucas.

Ardiente roce de la mano cauta
y acariciante boca diminuta...
Era el idilio al sonar de la flauta
del verde fauno de la barba hirsuta...

¡Oh, siglo lindo! —amarilla viñeta,
rasos, perfumes, risas, terciopelos,—
que tuvo un viejo y galante poeta:
Pablo Verlaine que se encuentra en los cielos.



Federico García Lorca

canción menor

-- de Federico García Lorca --

Diciembre de 1918
(granada)
tienen gotas de rocío
las alas del ruiseñor,
gotas claras de la luna
cuajadas por su ilusión.
Tiene el mármol de la fuente
el beso del surtidor,
sueño de estrellas humildes.
Las niñas de los jardines
me dicen todas adiós
cuando paso. Las campanas
también me dicen adiós.
Y los árboles se besan
en el crepúsculo. Yo
voy llorando por la calle,
grotesco y sin solución,
con tristeza de cyrano
y de quijote,
redentor
de imposibles infinitos
con el ritmo del reloj.
Y veo secarse los lirios
al contacto de mi voz
manchada de luz sangrienta,
y en mi lírica canción
llevo galas de payaso
empolvado. El amor
bello y lindo se ha escondido
bajo una araña. El sol
como otra araña me oculta
con sus patas de oro. No
conseguiré mi ventura,
pues soy como el mismo amor,
cuyas flechas son de llanto,
y el carcaj el corazón.
Daré todo a los demás
y lloraré mi pasión
como niño abandonado
en cuento que se borró.



José Martí

isla famosa

-- de José Martí --

Isla famosa
aquí estoy, solo estoy, despedazado.
Ruge el cielo: las nubes se aglomeran,
y aprietan, y ennegrecen, y desgajan:
los vapores del mar la roca ciñen:
sacra angustia y horror mis ojos comen:
a qué, naturaleza embravecida,
a qué la estéril soledad en torno
¿de quién de ansia de amor rebosa y muere?
¿dónde, cristo sin cruz, los ojos pones?
¿dónde, oh sombra enemiga, dónde el ara
digna por fin de recibir mi frente?
¿en pro de quién derramaré mi vida?
rasgóse el velo; por un tajo ameno
de claro azul, como en sus lienzos abre
entre mazos de sombra díaz famoso,
el hombre triste de la roca mira
en lindo campo tropical, galanes
blancos, y venus negras, de unas flores
fétidas y fangosas coronados:
¡danzando van: a cada giro nuevo
bajo los muelles pies la tierra cede!
y cuando en ancho beso los gastados
labios sin lustre ya, trémulos juntan,
sáltanles de los labios agoreras
aves tintas en hiel, aves de muerte.



Roque Dalton García

no te pongas bravo, poeta...

-- de Roque Dalton García --

La vida paga sus cuentas con tu sangre
y tú sigues creyendo que eres un ruiseñor.
Cógele el cuello de una vez, desnúdala,
túmbala y haz en ella tu pelea de fuego,
rellénale la tripa majestuosa, préñala,
ponla a parir cien años por el corazón.
Pero con lindo modo, hermano,
con un gesto
propicio para la melancolía.



Rubén Darío

Autumnal

-- de Rubén Darío --

Marqués (como el Divino lo eres), te saludo.
Es el Otoño, y vengo de un Versalles doliente.
Había mucho frío y erraba vulgar gente.
El chorro de agua de Verlaine estaba mudo.

Me quedé pensativo ante un mármol desnudo,
cuando vi una paloma que pasó de repente,
y por caso de cerebración inconsciente
pensé en ti. Toda exégesis en este caso eludo.

Versalles otoñal; una paloma; un lindo
mármol; un vulgo errante, municipal y espeso;
anteriores lecturas de tus sutiles prosas;

la reciente impresión de tus triunfos... Prescindo
de más detalles para explicarte por eso
cómo, autumnal, te envió este ramo de rosas.

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