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Se han encontrado 60 poemas con la palabra ligera

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León Felipe

como tú...

-- de León Felipe --

Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia;
como tú,
piedra aventurera;
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda,
piedra pequeña
y
ligera...

Poema como tú... de León Felipe con fondo de libro

Lope de Vega

antes que el cierzo de la edad ligera

-- de Lope de Vega --

Antes que el cierzo de la edad ligera
seque la rosa que en tus labios crece
y el blanco de ese rostro, que parece
cándidos grumos de lavada cera
estima la esmaltada primavera,
laura gentil, que en su beldad florece,
que con el tiempo se ama y se aborrece,
y huirá de ti quien a tu puerta espera.
No te detengas en pensar que vives,
oh laura, que en tocarte y componerte
se entrará la vejez, sin que la llames.
Estima un medio honesto, y no te esquives,
que no ha de amarte quien viniere a verte,
laura, cuando a ti misma te desames.

Poema antes que el cierzo de la edad ligera de Lope de Vega con fondo de libro

Manuel Acuña

la brisa

-- de Manuel Acuña --

A mi querido amigo j.C. Fernandez.
Aliento de la mañana
que vas robando en tu vuelo
la esencia pura y temprana
que la violeta lozana
despide en vapor al cielo:
dime, soplo de la aurora,
brisa inconstante y ligera,
¿vas por ventura a esta hora
al valle que te enamora
y que gimiendo te espera?
¿o vas acaso a los nidos
de los jilgueros cantores
que en la espesura escondidos
te aguardan medio adormidos
sobre sus lechos de flores?
¿o vas anunciando acaso,
sopla del alba naciente,
al murmurar de tu paso,
que el muerto sol del ocaso
se alza un niño en oriente?
recoge tus leves alas,
brisa pura del estío,
que los perfumes que exhalas
vas robando entre las galas
de las violetas del río.
Detén tu fugaz carrera
sobre las risueñas flores
de la loma y la pradera,
y ve a despertar ligera
al ángel de mis amores.
Y dile, brisa aromada,
con tu murmullo sonoro,
que ella es mi ilusión dorada,
y que en mi pecho grabada
como a mi vida la adoro.

Poema la brisa de Manuel Acuña con fondo de libro

Manuel Acuña

La brisa (Manuel Acuña)

-- de Manuel Acuña --

Aliento de la mañana
que vas robando en tu vuelo
la esencia pura y temprana
que la violeta lozana
despide en vapor al cielo:

Dime, soplo de la aurora,
brisa inconstante y ligera,
¿vas por ventura a esta hora
al valle que te enamora
y que gimiendo te espera?

¿O vas acaso a los nidos
de los jilgueros cantores
que en la espesura escondidos
te aguardan medio adormidos
sobre sus lechos de flores?

¿O vas anunciando acaso,
sopla del alba naciente,
al murmurar de tu paso,
que el muerto sol del ocaso
se alza un niño en oriente?

Recoge tus leves alas,
brisa pura del estío,
que los perfumes que exhalas
vas robando entre las galas
de las violetas del río.

Detén tu fugaz carrera
sobre las risueñas flores
de la loma y la pradera,
y ve a despertar ligera
al ángel de mis amores.

Y dile, brisa aromada,
con tu murmullo sonoro,
que ella es mi ilusión dorada,
y que en mi pecho grabada
como a mi vida la adoro.



Gabriel Celaya

la vida nada más

-- de Gabriel Celaya --

Biografía
la vida que murmura. La vida abierta.
La vida sonriente y siempre inquieta.
La vida que huye volviendo la cabeza,
tentadora o quizá, sólo niña traviesa.
La vida sin más. La vida ciega
que quiere ser vivida sin mayores consecuencias,
sin hacer aspavientos, sin históricas histerias,
sin dolores trascendentes ni alegrías triunfales,
ligera, sólo ligera, sencillamente bella
o lo que así solemos llamar en la tierra.



Alfonsina Storni

Encuentro

-- de Alfonsina Storni --

Lo encontré en una esquina de la calle Florida
Más pálido que nunca, distraído como antes,
Dos largos años hubo poseído mi vida...
Lo miré sin sorpresa, jugando con mis guantes.

Y una pregunta mía, estúpida, ligera,
De un reproche tranquilo llenó sus transparentes
Ojos, ya que le dije de liviana manera:
-¿Por qué tienes ahora amarillos los dientes?

Me abandonó. De prisa le vi cruzar la calle
Y con su manga oscura rozar el blanco talle
De alguna vagabunda que andaba por la vía.

Perseguí por un rato su sombrero que huía...
Después fue, ya lejana, una mancha de herrumbre.
Y lo engulló de nuevo la espesa muchedumbre.



Alfonsina Storni

Encuentro (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Lo encontré en una esquina de la calle Florida
Más pálido que nunca, distraído como antes,
Dos largos años hubo poseído mi vida...
Lo miré sin sorpresa, jugando con mis guantes.

Y una pregunta mía, estúpida, ligera,
De un reproche tranquilo llenó sus transparentes
Ojos, ya que le dije de liviana manera:
-¿Por qué tienes ahora amarillos los dientes?

Me abandonó. De prisa le vi cruzar la calle
Y con su manga oscura rozar el blanco talle
De alguna vagabunda que andaba por la vía.

Perseguí por un rato su sombrero que huía...
Después fue, ya lejana, una mancha de herrumbre.
Y lo engulló de nuevo la espesa muchedumbre.



Alfonsina Storni

Palabras a mi madre

-- de Alfonsina Storni --

No las grandes verdades yo te pregunto, que
No las contestarías; solamente investigo
Si, cuando me gestaste, fue la luna testigo,
Por los oscuros patios en flor, paseándose.

Y si, cuando en tu seno de fervores latinos
Yo escuchando dormía, un ronco mar sonoro
Te adormeció las noches, y miraste, en el oro
Del crepúsculo, hundirse los pájaros marinos.

Porque mi alma es toda fantástica, viajera,
Y la envuelve una nube de locura ligera
Cuando la luna nueva sube al cielo azulino.

Y gusta, si el mar abre sus fuertes pebeteros.
Arrullada en un claro cantar de marineros
Mirar las grandes aves que pasan sin destino.



Alfonsina Storni

Regreso en sueños

-- de Alfonsina Storni --

Boca perdida en el vaivén del tiempo;
detrás de los paisajes escondida;
boca hacia atrás huyente en el espacio;
boca muerta que fuiste boca viva:

Torbellinos de rostros te apagaron,
tú, que eras rosa ya palidecida;
bloques de casas, cielos circulantes,
telones fueron a velarte esquiva.

Alguna vez la punta de la llama
pintó en el aire la ligera estría
de tu boca atersada a finos verbos:
seda en la seda, flor más florecida.

O levanté la mano para asirte
en la nube traslúcida que lucía
acuchillada del cuchillo mismo
que parte en dos la ya palidecida.



Amado Nervo

hay que...

-- de Amado Nervo --

Hay que andar por el camino
posando apenas los pies;
hay que ir por este mundo
como quien no va por él.
La alforja ha de ser ligera,
firme el báculo ha de ser,
y más firme la esperanza
y más firme aún la fe.
A veces la noche es lóbrega;
mas para el que mira bien
siempre desgarra una estrella
la ceñuda lobreguez.
Por último, hay que morir
al deseo y al placer,
para que al llegar la muerte
a buscarnos, halle que
ya estamos muertos del todo,
no tenga nada que hacer
y se limite a llevarnos
de la mano por aquel
sendero maravilloso
que habremos de recorrer,
libertados para siempre
de tiempo y espacio. ¡Amén!



Julián Romea

A una nube

-- de Julián Romea --

¡Qué hermosa vas del huracan violento,
Nube ligera, en las tendidas alas!
¡Qué rauda cruzas las etéreas salas
Cambiando formas á merced del viento!

Del sol poniente al rayo macilento
Cándida brillas y á la nieve igualas,
Y embebecido en tus lucientes galas
Te sigue con afan mi pensamiento.

Así tambien del fuego en que aun me abraso
Al empuje febril, mi fantasía
Ciega y brillante se entregó al acaso:

Y también vió caer su hermoso dia;
Y el sol de la esperanza en el ocaso
Tambien su última luz al alma envia.



Leopoldo Lugones

Delectación morosa

-- de Leopoldo Lugones --

La tarde, con ligera pincelada
que iluminó la paz de nuestro asilo,
apuntó en su matiz crisoberilo
una sutil decoración morada.

Surgió enorme la luna en la enramada;
las hojas agravaban su sigilo,
y una araña en la punta de su hilo,
tejía sobre el astro, hipnotizada.

Poblóse de murciélagos el combo
cielo, a manera de chinesco biombo;
tus rodillas exangües sobre el plinto

manifestaban la delicia inerte,
y a nuestros pies un río de jacinto
corría sin rumor hacia la muerte



Leopoldo Lugones

La tijereta

-- de Leopoldo Lugones --

Ya vuele errática y ligera,
ya pesque al ras un renacuajo,
con el más sorprendente tajo
corta los aires su tijera.

No se oculta ningún tesoro
bajo el paño gris de su capa;
pero su gorra negra tapa
un eréctil capullo de oro.

Su nido expone al huracán
en el gajo más fino y alto,
de donde ve sin sobresalto
al carancho y al gavilán.

Y plantándose en la nuca,
sin temer su pico de gancho,
ahuyenta al mandria del carancho
hasta raparle la peluca.



Lope de Vega

Celebran viejo y nuevo Testamento

-- de Lope de Vega --

Celebran viejo y nuevo Testamento
dos capas: de Josef fue la primera,
que la dejó para correr ligera
su castidad a un loco pensamiento;
las del segundo con piadoso intento
fue de Martín, que con no darla entera
dio envidia a la que cubre la alta esfera,
y tiene al mismo sol por ornamento.
¿Cuál será de estas dos la más preciosa?.
Pero la de Martín será más bella,
aunque es la de Josef casta y hermosa.
Porque si cubre al mismo Dios con ella,
ya es capa de los cielos milagrosa,
y la mayor, pues que se encierra en ella.



Lope de Vega

Detén el curso a la veloz carrera

-- de Lope de Vega --

Detén el curso a la veloz carrera,
desbocado apetito, que me pierdes,
pues ya es razón que a la razón recuerdes,
no se nos vaya la ocasión ligera.
Si te disculpas con la edad primera,
no puedo yo creer que no te acuerdes,
que por los pasos de los años verdes
llegaste al puerto de la edad postrera.
¡En qué esperanza mis errores fundo,
blancas las sienes y las venas hielos,
vil nave, airado viento, mar profundo!
Corre a tu engaño los fingidos velos,
porque lo que es vergüenza para el mundo,
¿cómo no lo será para los cielos?



Lope de Vega

Dulce Señor, mis vanos pensamientos

-- de Lope de Vega --

Dulce Señor, mis vanos pensamientos
fundados en el viento me acometen,
pero por más que mi quietud inquieten
no podrán derribar tus fundamentos.
No porque de mi parte mis intentos
seguridad alguna me prometen
para que mi flaqueza no sujeten,
ligera más que los mudables vientos.
Mas porque si a mi voz, Señor, se inclina
tu defensa y piedad, ¿qué humana guerra
contra lo que Tú amparas será fuerte?
Ponme a la sombra de tu cruz divina,
y vengan contra mí fuego, aire, tierra,
mar, yerro, engaño, envidia, infierno y muerte.



Manuel Acuña

Un sueño (Manuel Acuña)

-- de Manuel Acuña --

A Ch....

¿Quieres oir un sueño?...
Pues anoche
ví la brisa fugaz de la espesura
que al rozar con el broche
de un lirio que se alzaba en la pradera
grabó sobre él un "beso",
perdiéndose después rauda y ligera
de la enramada entre el follaje espeso.
Este es mi sueño todo,
y si entenderlo quieres, niña bella,
une tus labios en los labios míos
y sabrás quién es "él" y quien es "ella".



Jaime Torres Bodet

regreso

-- de Jaime Torres Bodet --

I
vuelvo sin mí; pero al partir llevaba
en mí no sólo cuanto entonces era
sino también, recóndita y ligera,
esa patria interior que en nadie acaba.
Oigo gemir la aurora que te alaba,
músico litoral, viento en palmera,
y me asedia la enjuta primavera
que la razón, no el tiempo, presagiaba.
Entre el capullo que dejé y la impura
corola que hoy en cada rama advierto
pasaron lustros sin que abrieran rosas.
Viví sin ser... Y sólo me asegura,
entre tanta abstención, de que no he muerto
la fatiga de mí que hallo en las cosas.



Emilio Bobadilla

El aviador

-- de Emilio Bobadilla --

Inventaste una máquina ligera
imitando del pájaro las alas;
con tu capricho sólo por frontera,
por el espacio a tu placer resbalas.

Admiro tu industriosa diligencia,
tu audacia y tu desprecio de la muerte.
Todo lo vence al cabo la paciencia
y el curso cambia de la misma suerte.

Minúsculo sin duda el universo
aparece a tus ojos cuando subes.
Eres del metafísico el reverso,

cuyo pensar por los espacios rueda:
tu cuerpo se remonta hasta las nubes,
pero en tierra tu espíritu se queda.



Julián del Casal

juana borrero

-- de Julián del Casal --

Tez de ámbar, labios rojos,
pupilas de terciopelo
que más que el azul del cielo
ven del mundo los abrojos.
Cabellera azabachada
que, en ligera ondulación,
como velo de crespón
cubre su frente tostada.
Ceño que a veces arruga,
abriendo en sus alma una herida,
la realidad de la vida
o de una ilusión la fuga.
Mejillas suaves de raso
en que la vida fundiera
la palidez de la cera,
la púrpura del ocaso.
¿Su boca? rojo clavel
quemado por el estío,
mas donde vierte el hastío
gotas amargas de hiel.
Seno en que el dolor habita
de una ilusión engañosa,
como negra mariposa
en fragante margarita.
Manos que para el laurel
que a alcanzar su genio aspira,
ora recorren la lira,
ora mueven el pincel.
¡Doce años! mas sus facciones
veló ya de honda amargura
la tristeza prematura
de los grandes corazones.



Rafael Obligado

semejanzas

-- de Rafael Obligado --

Brisa que en medio de la selva canta,
apacible rumor del oleaje,
es el susurro de su blanco traje
al deslizarse su ligera planta.

Luz de la estrella que al caer la tarde
de moribunda palidez se viste,
es el reflejo cariñoso y triste
que en los cristales de sus ojos arde.

Luna del seno de la mar naciente,
que va escalando, en silencioso vuelo,
y con tranquila majestad, el cielo,
es el relieve de su tersa frente.

Plácido arrullo, que ocultar no sabe
de la paloma la ignorada pena,
y en el silencio de los bosques suena,
es la armonía de su voz suave.

Cielo sin nubes que a la tierra envía
la luz y el fuego de su sol fecundo,
cielo sin nubes de un azul profundo,
es el cariño de la amada mía.



Pedro Soto de Rojas

Al pensamiento

-- de Pedro Soto de Rojas --

¿Dónde vuelas, soberbio pensamiento?
Ícaro mozo, mi consejo espera:
mira que al polvo humilde y blanda cera
ni el sol perdona, ni respeta el viento.

Fénix es sol, y su divino aliento
la procelosa de Aquilón esfera;
de cera y polvo tú porción ligera;
teme, vuelve a la tierra, que es tu asiento.

Pero sube, camina, no repares,
rompa tu fuerza los contrarios vientos
hasta ver de tu sol su luz a solas;

que, si muerto cual Ícaro bajares,
nombre darás al mar de mis tormentos
y eterno vivirás entre sus olas.



Pedro Soto de Rojas

Mirando un incendio

-- de Pedro Soto de Rojas --

Subes, oh llama, con veloz carrera
de estos cansados leños desatada,
solicitando en humos transformada
el distante reposo de tu esfera;

pero al subir por la región ligera
te vuelve el viento burlador en nada;
¡ay de ti, cuanto amante, desdichada,
de mi más dulce acción imagen fiera!

Así disuelta sube el alma mía
del corazón solicitando asiento
a la esfera veloz de su alegría,

y nunca llega a conseguir su intento:
que es humo mi ardor, y a su porfía
es un desdén dificultad del viento.



Rafael María Baralt

Al sol (2-Baralt)

-- de Rafael María Baralt --

Mares de luz por la sonante esfera,
triunfador de la noche, el carro de oro
lanza del sol, y su perenne lloro
suspende el mundo y su aflicción severa.

Dichosa al firmamento va ligera,
cual despedida flecha audaz condoro,
y esparce al viento su cantar sonoro
del umbroso pensil ave parlera.

Y la tierra y el mar y el claro cielo
en alegre bullir hierven de amores,
cuando fecundo el luminar su vuelo.

¿Quién la lumbre te da? ¿Quién los ardores?
El ser a quien tu luz, que nos asombra,
es fuego sin calor, es mancha, es sombra.



José Tomás de Cuellar

En el baile (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

LIGERA entre la nube de gasa transparente
Que en torno de sus formas se mira derramar,
Cual silfide voluble sus giros muellemente
A sujetar acierta el rígido compás.

Flexible el talle erguido, rosada la mejilla,
Turgente el blanco pecho, los labios de rubí,
De sus divinos ojos en la pupila brilla
Eléctrico un destello de nuestro amor felíz.

Su seno vírgen, puro, contemplo que se agita
Como del lago manso la superficie azul.
El corazón inquieto de súbito palpita,
De la esperanza loca á la radiante luz.



José Tomás de Cuellar

Las lágrimas

-- de José Tomás de Cuellar --

DE noche caen las lágrimas
De las humanas penas,
Y por doquiera á miles
Humedecen la tierra.
Pero viene la aurora
Apacible y risueña;
En las praderas corre
Brisa callada y fresca,
Y de la tierra húmeda
Se levanta la niebla;
Corona el arroyuelo,
El lago, la eminencia,
Y cual flotante gasa
Sube al éter ligera.

En ella van las lágrimas
Que mojaron la tierra,
Y suben hasta el cielo
Donde Dios las espera.



José Ángel Buesa

tercer poema del río

-- de José Ángel Buesa --

El agua del río pasaba indolente,
reflejando noches y arrastrando días
tú, desnuda en la fresca corriente,
reías
yo te contemplaba desde la ribera,
tendido a la sombra de un árbol sonoro;
y resplandecía tu áurea cabellera,
desatada en el agua ligera,
como un remolino de espuma de oro
y pasaban las nubes errantes,
mientras tú te erguías bajo el sol de estío,
con los blancos hombros llenos de diamantes,
en la rumorosa caricia del río.
Y tú te reías
y mirando mis manos vacías,
pensé en tantas cosas que ya fueron mías,
y que se me han ido, como tú te irás
y tendí mis brazos hacia la corriente,
hacia la corriente cantarina y clara,
porque tuve miedo, repentinamente,
de que el agua feliz te arrastrara
y ya no reías
bajo el sol de estío,
ni resplandecías de oro y de rocío.
Y saliste corriendo del río,
y llenaste mis manos vacías
y al sentir tu cuerpo tan cerca y tan mío,
al vivir en tu amor un instante
más allá del placer y del hastío,
vi pasar la sombra de una nube errante,
de una nube fugaz sobre el río



Gabriela Mistral

balada de mi nombre

-- de Gabriela Mistral --

El nombre mío que he perdido,
¿dónde vive, dónde prospera?
nombre de infancia, gota de leche,
rama de mirto tan ligera.
De no llevarme iba dichoso
o de llevar mi adolescencia
y con él ya no camino
por campos y por praderas.
Llanto mío no conoce
y no la quemó mi salmuera;
cabellos blancos no me ha visto,
ni mi boca con acidia,
y no me habla si me encuentra.
Pero me cuentan que camina
por las quiebras de mi montaña
tarde a la tarde silencioso
y sin mi cuerpo y vuelto mi alma.



Garcilaso de la Vega

SONETO XXIII

-- de Garcilaso de la Vega --

En tanto que de rosa y de azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.



Garcilaso de la Vega

En tanto que de rosa y azucena

-- de Garcilaso de la Vega --

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.



Gertrudis Gómez de Avellaneda

El recuerdo importuno

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

¿Serás del alma eterna compañera,
Tenaz memoria de veloz ventura?
¿Por qué el recuerdo interminable dura,
Si el bien pasó cual ráfaga ligera?

¡Tú, negro olvido, que con hambre fiera
Abres ¡ay! sin cesar tu boca oscura,
De glorias mil inmensa sepultura
Y del dolor consolación postrera!

Si a tu vasto poder ninguno asombra,
Y al orbe riges con tu cetro frío,
¡Ven! que su dios mi corazón te nombra.

¡Ven y devora este fantasma impío,
De pasado placer pálida sombra,
De placer por venir nublo sombrío!



Gutierre de Cetina

cuando a contemplar vengo el curso breve

-- de Gutierre de Cetina --

De esta vida mortal, vana, ligera,
y cómo saltear airada y fiera
suele la muerte a aquél que morir debe,
viene el sentido a ser casi de nieve
ante el sol del temor que desespera,
viendo cuán tarde y mal, ya que andar quiera,
el mal uso a virtud los pasos mueve.
Y es el mal que me quejo y muestro ceño
de fortuna, de amor, de mi señora,
sabiendo que la culpa es toda mía,
que, como hombre engolfado en dulce sueño,
me duermo sin pensar siquiera un hora
que siendo el morir cierto, ignoro el día.



Antonio Machado

El limonero lánguido suspende

-- de Antonio Machado --

El limonero lánguido suspende
una pálida rama polvorienta,
sobre el encanto de la fuente limpia,
y allá en el fondo sueñan
los frutos de oro...
Es una tarde clara,
casi de primavera,
tibia tarde de marzo
que el hálito de abril cercano lleva;
y estoy solo, en el patio silencioso,
buscando una ilusión cándida y vieja:
alguna sombra sobre el blanco muro,
algún recuerdo, en el pretil de piedra
de la fuente dormido, o, en el aire,
algún vagar de túnica ligera.
En el ambiente de la tarde flota
ese aroma de ausencia,
que dice al alma luminosa: nunca,
y al corazón: espera.
Ese aroma que evoca los fantasmas
de las fragancias vírgenes y muertas.
Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara,
casi de primavera
tarde sin flores, cuando me traías
el buen perfume de la hierbabuena,
y de la buena albahaca,
que tenía mi madre en sus macetas.
Que tú me viste hundir mis manos puras
en el agua serena,
para alcanzar los frutos encantados
que hoy en el fondo de la fuente sueñan...
Sí, te conozco tarde alegre y clara,
casi de primavera.



Antonio Machado

Era una mañana y abril sonreía

-- de Antonio Machado --

Era una mañana y abril sonreía.
Frente al horizonte dorado moría
la luna, muy blanca y opaca; tras ella,
cual tenue ligera quimera, corría
la nube que apenas enturbia una estrella.
........................................
Como sonreía la rosa mañana,
al sol del oriente abrí mi ventana;
y en mi triste alcoba penetró el oriente
en canto de alondras, en risa de fuente
y en suave perfume de flora temprana.
Fue una clara tarde de melancolía.
Abril sonreía. Yo abrí las ventanas
de mi casa al viento... El viento traía
perfumes de rosas, doblar de campanas...
Doblar de campanas lejanas, llorosas,
süave de rosas aromado aliento...
...¿Dónde están los huertos floridos de rosas?
¿Qué dicen las dulces campanas al viento?
......................................
Pregunté a la tarde de abril que moría:
—¿Al fin la alegría se acerca a mi casa?
La tarde de abril sonrió: —La alegría
pasó por tu puerta-y luego, sombría—:
Pasó por tu puerta. Dos veces no pasa.



Anónimo

Romance de Marquillos

-- de Anónimo --

¡Cuán traidor eres, Marquillos!
¡Cuán traidor de corazón!
Por dormir con tu señora
habías muerto a tu señor.
Desque lo tuviste muerto
quitástele el chapirón;
fuéraste al castillo fuerte
donde está la Blanca Flor.
-Ábreme, linda señora,
que aquí viene mi señor;
si no lo quieres creer,
veis aquí su chapirón.
Blanca Flor, desque lo viera,
las puertas luego le abrió;
echóle brazos al cuello,
allí luego la besó;
abrazándola y besando
a un palacio la metió.
-Marquillos, por Dios te ruego
que me otorgases un don:
que no durmieses conmigo
hasta que rayase el sol.
Marquillos, como es hidalgo,
el don luego le otorgó;
como viene tan cansado
en llegado se adurmió.
Levantóse muy ligera
la hermosa Blanca Flor,
tomara cuchillo en mano
y a Marquillos degolló.



Manuel Reina

Byron en Venecia

-- de Manuel Reina --

Sobre la frágil onda iluminada
por el radiante sol, surca ligera
del bardo inglés la góndola dorada
desplegando a los aires su bandera.

De pie en la popa; la apolina frente,
bañada en rayos, la mirada inquieta
tendida por el mar resplandeciente,
boga triunfante el inmortal poeta.

Desde los cincelados miradores
las venecianas vírgenes hermosas
fijan en él sus ojos seductores,
y le mandan sonrisas amorosas.

Y sueñan por la noche, enamoradas,
con la canción del bandolín sonoro,
el recio combatir de dos espadas
y el choque alegre de las copas de oro.



Rosalía de Castro

En su cárcel de espinos y rosas

-- de Rosalía de Castro --

En su cárcel de espinos y rosas
Cantan y juegan mis pobres niños,
Hermosos seres, desde la cuna
Por la desgracia ya perseguidos.

En su cárcel se duermen soñando
Cuan bello es el mundo cruel que no vieron,
Cuan ancha la tierra, cuan hondos los mares,
Cuan grande el espacio, qué breve su huerto.

Y le envidian las alas al pájaro
Que traspone las cumbres y valles,
Y le dicen: — ¿Qué has visto allá lejos,
Golondrina que cruzas los aires?—

Y despiertan soñando, y dormidos
Soñando se quedan,
Que ya son la nube flotante que pasa,
O ya son el ave ligera que vuela,
Tan lejos, tan lejos del nido, cual ellos
De su cárcel ir lejos quisieran.



Medardo Ángel Silva

Danse d'Anitra

-- de Medardo Ángel Silva --

A Juan Verdesoto

Va ligera, va pálida, va fina,
cual si una alada esencia poseyera.
Dios mío, esta adorable danzarina
se va a morir, se va a morir ... Se muere.

Tan aérea, tan leve, tan divina,
se ignora si danzar o volar quiere;
y se torna su cuerpo un ala fina,
cual si el soplo de Dios lo sostuviere.

Sollozan perla a perla cristalina
las flautas en ambiguo miserere ...
Las arpas lloran y la guzla trina ...
¡Sostened a la leve danzarina,
porque se va a morir... Porque se muere!



Medardo Ángel Silva

Diálogo (Silva)

-- de Medardo Ángel Silva --

Abril canta en mi oído con sus rosas y brisas,
con fresca boca ríen las rosadas auroras,
la primavera esparce su guirnalda de risas...
¿Por qué obstinadamente melancólico lloras?

Cipris ofrece el vino de sus púrpureas viñas,
Leda y el Cisne ensayan el dulce simulacro,
y son rubias manzanas los senos de las niñas
en cuyos labios tiernos palpita el himno sacro.

¡Bien sé yo —dije— cuánto dura la primavera,
comparable a la vida de la pompa ligera
de tules erizados que desvanece el viento!

Yo esperaré a la Esposa que no falta a la cita,
en cuyos labios mora la verdad infinita
que rebusca mi espíritu de eternidad sediento.



Medardo Ángel Silva

Soneto (Silva, 1)

-- de Medardo Ángel Silva --

¡Oh, silenciosa Reina, coronada
de sombras y de pálido asfodelo,
cuyos míticos ojos de consuelo
tienen el infinito en su mirada!:

¿Ha crujido la fúnebre enramada
bajo tu pie levísimo de hielo?...
Y ese rumor, ¿es el nocturno vuelo
de tu ligera sombra desolada?...

La brisa zumba en la terrasse desierta
y pronuncia, rozando las cortinas,
el nombre de una idolatrada muerta.

¡Hay ruidos de trajes en la alfombra,
y yo no sé qué frases sibilinas
una voz de mujer dice en la sombra!



Nicasio Álvarez de Cienfuegos

A un valiente andaluz

-- de Nicasio Álvarez de Cienfuegos --

Narices y pescuezo me cortara
con ligera presteza y buen talante
si soldado mayor, más fuete Andante
que yo, aunque pobre raso se encontrara.

¿Cuándo la fuerte Roma se entregara
al español ejército triunfante
si aquesta mi tizona machacante
en aquel fiero asalto no se hallara?

Metido en su garita un buen soldado
aquesto tiritando refería;
mas al estar sus hechos él diciendo

ve un ratón, y corriendo desbocado,
al arma, al arma, a voces repetía,
que mil moros me vienen persiguiendo.



Nicolás Guillén

mujer nueva

-- de Nicolás Guillén --

Con el círculo ecuatorial
ceñido a la cintura como a un pequeño mundo,
la negra, la mujer nueva,
avanza en su ligera bata de serpiente.
Coronada de palmas
como una diosa recién llegada,
ella trae la palabra inédita,
el anca fuerte,
la voz, el diente, la mañana y el salto.
Chorro de sangre joven
bajo un pedazo de piel fresca,
y el pie incansable
para la pista profunda del tambor.



Juan Nicasio Gallego

A Bernardina el día que cumplió catorce años

-- de Juan Nicasio Gallego --

Dorando alegre en la oriental ribera
frescos racimos que el otoño cría,
otra vez torna el apacible día
que abrió tus ojos a la luz primera.

¡Oh si tan grande mi ventura fuera
que en él gozar te viese, Dina mía,
esa edad de inocencia y alegría
triscando como sílfide ligera!

Si de tu vida en el risueño oriente
el dulce nombre de tu madre bella
formar te oí con labio balbuciente,

¿por qué me ha de negar infausta estrella
te mire ufano en tu verdor naciente,
y en gracias tantas competir con ella?



Juan Nicasio Gallego

A la memoria de Garcilaso

-- de Juan Nicasio Gallego --

Río, ¿do está de Laso la divina
musa que un tiempo suspiraba amores;
la que tu verde sien ciñó de flores
y suspendió tu linfa cristalina?

A tu margen la alondra matutina
modula al son del agua sus loores,
y el dulce lamentar de dos pastores
resuena grato en la imperial colina.

Zagales de Aranjuez, que en lastimera
voz recordáis su muerte cada día,
vosotros los del Tajo en su ribera,

dejad ¡ay! que la humilde musa mía
de flores a su cítara ligera
y tierno llanto a su ceniza fría.



Julio Flórez

El bogotano

-- de Julio Flórez --

Poem

Correcto en el vestido; por su semblante nunca pasa una sombra de duelo insano: Así va por las calles el bogotano, siempre fino y alegre, siempre elegante.

Entre amigos y damas luce el chispeante ingenio, que derrocha cortés y llano; y como es un modelo de cortesano, ama asía la ligera: por ser galante.

Al hundirse en el lecho tras el quebranto de una noche de danzas y de emociones, se apodera de su alma cruel desencanto,

y mira, entristecido, por los rincones del oscuro cerebro, vagar, en tanto, deshojadas y mustias sus ilusiones.



Esteban Echeverría

a una lágrima

-- de Esteban Echeverría --

Si la magia del arte
cristalizar pudiera,
esa gota ligera
de origen celestial;
en la más noble parte
del pecho la pondría:
ningún tesoro habría
en todo el orbe igual.

Por ella amor se inflama,
por ella amor suspira,
ella a la par inspira
ternura y compasión:
su luz es como llama
del cielo desprendida,
que infunde al mármol vida,
penetra el corazón.

¡Quién mira indiferente
la lágrima preciosa
que vierte generosa
la sensibilidad!
su brillo, transparente
del alma el fondo deja,
y hasta el matiz refleja
de la felicidad.

Permite que recoja
esa preciosa perla;
los ángeles al verla
mi dicha envidiarán:
amor en su congoja,
para calmar enojos,
en tus divinos ojos
puso ese talismán.

Iv



Evaristo Ribera Chevremont

el patio

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

El patio, en su trinchera de alambres y cordeles,
goza la paz, templada de sol, del mediodía.
Advierto en sus rincones arrugados papeles,
montones de botellas, tirada trapería.

Soleados, orondos, maduros, dilatados,
irrumpen los tomates, irrumpen los pimientos.
Junto a los acentuados verdes, los encarnados
apuntan, con vigores sumos, sus ardimientos.

El aire se satura del olor de las tinas;
y, adueñados del simple, doméstico recinto,
su copula efectúan el gallo y las gallinas
en los desbordamientos vitales del instinto.

En detalles que indican simplicidad, abunda
el patio. Muy gozosa de su vida ligera,
de su vida que es vida llameante y fecunda,
descubre allí sus frutos colosales la higuera.



Fernando de Herrera

Quién debe, sino yo, acabar el llanto

-- de Fernando de Herrera --

¿Quién debe, sino yo, acabar el llanto;
que de mis esperanzas derribado,
me veo en tal miseria y apartado
de aquella luz que ausente alabo y canto?

Mi alma no soporta pesar tanto,
y el nudo que la estrecha desatado,
ligera ira con vuelo acelerado,
sin descansar siguiendo su ardor santo.

Si esta indigna corteza la retarda,
y lenta engaña el gozo de su gloria,
corta, Amor, corta presto el flaco aliento;

que sólo el bien que en mi dolor me guarda,
por la vida que pierdo tal victoria
dará, que en precio exceda a mi tormento.



Francisco de Aldana

De sus hermosos ojos, dulcemente

-- de Francisco de Aldana --

De sus hermosos ojos, dulcemente,
un tierno llanto Filis despedía
que por el rostro amado parecía
claro y precioso aljófar transparente.

En brazos de Damón, con baja frente,
triste, rendida, muerta, helada y fría,
estas palabras breves le decía
creciendo a su llorar nueva corriente:

«¡Oh pecho duro, oh alma dura y llena
de mil durezas!, ¿dónde vas huyendo?,
¿do vas con ala tan ligera y presta?»

Y él, soltando de llanto amarga vena,
della las dulces lágrimas bebiendo,
besola, y solo un ¡ay! fue su respuesta.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 30

-- de Francisco de Quevedo --

Hay en sicilia una famosa fuente
que en piedra torna cuanto moja y baña,
de donde huye la ligera caña
el vil rigor del natural corriente.
Y desde el pie gallardo hasta la frente,
anaxar(e)te, de dureza extraña,
convertida fue en piedra, y en españa
pudiera dar ejemplo más patente.
Mas donde vos estáis es excusado
buscar ejemplo en todas las criaturas,
pues mis quejas jamás os ablandaron.
Y al fin estoy a creer determinado
que algún monte os parió de entrañas duras,
o que en aquesta fuente os bautizaron.



José Asunción Silva

La calavera

-- de José Asunción Silva --

En el derruido muro
de la huerta del convento,
en un agujero oscuro
donde, al pasar, silba el viento,

y, como una dolorida
queja a las piedras arranca,
hay, en el fondo, escondida
una calavera blanca.

De algún fraile soñador
de vida ejemplar y bella
y dedicada al Señor,
en el mundo única huella.

Abre los ojos, sin fondo,
como a visiones extrañas,
y del vacío en lo hondo
forjan telas las arañas.

Húmedo musgo grisoso
recubre la antigua grieta,
donde, en supremo reposo,
descansa ignorada y quieta.

Pero hasta aquella escondida
mansión la brisa ligera
lleva murmullos de vida
y olores de primavera.

Golondrinas, que en sus marchas
dejaron el patrio río,
huyendo de las escarchas,
de las brumas y del frío,

cuando la luz del Poniente
filtra por el hondo hueco
y hace parecer viviente
el cráneo rígido y seco,

desde las negras ruïnas,
alzan sosegado vuelo,
en sus vueltas peregrinas
tocan las ramas y el suelo,

como buscando en el prado,
ya por la tarde, sombrío,
el espíritu elevado
que habitó el cráneo vacío.



José Martí

yo visitaré anhelante

-- de José Martí --

iv
yo visitaré anhelante
los rincones donde a solas
estuvimos yo y mi amante
retozando con las olas.
Solos los dos estuvimos,
solos, con la compañía
de dos pájaros que vimos
meterse en la gruta umbría.
Y ella, clavando los ojos,
en la pareja ligera,
deshizo los lirios rojos
que le dio la jardinera.
La madreselva olorosa
cogió con sus manos ella,
y una madama graciosa,
y un jazmín como una estrella.
Yo quise, diestro y galán,
abrirle su quitasol;
y ella me dijo: «¡qué afán!
¡si hoy me gusta ver el sol!
»nunca más altos he visto
estos nobles robledales:
aquí debe estar el cristo,
porque están las catedrales.
»Ya sé dónde ha de venir
mi niña a la comunión;
de blanco la he de vestir
con un gran sombrero alón».
Después, del calor al peso,
entramos por el camino,
y nos dábamos un beso
en cuanto sonaba un trino.
¡Volveré, cual quien no existe,
al lago mudo y helado:
clavaré la quilla triste:
posaré el remo callado!



Carlos Pellicer

los sonetos de zapotlán

-- de Carlos Pellicer --

i
a juan josé arreola
un amarillo estar de otoño al día.
Sus olvidadas comunicaciones
abrieron los antiguos corazones
que junio en otros junio exprimía.
Triunfos de corporal idolatría
desnudan sepulcrales posesiones.
Las perlas, amargadas, las acciones
atléticas, vejada fantasía.
¿En dónde estás, eterna primavera?
¿por qué perdí tu claridad ligera
y en flores amarillas te descubro?
y devorado por mi boca herida,
con las palabras que te digo cubro
la muerte más hermosa de mi vida.



Carolina Coronado

a la mariposa

-- de Carolina Coronado --

Bien hayan, mariposa,
las bellas alas como el aire leves,
que inquieta y vagarosa
entre las flores mueves,
ostentando tu púrpura preciosa.
De blanda primavera
bien haya la callada y fiel vecina,
la dulce compañera
del alba cristalina,
perdida entre la flor de la pradera.
Ligera y afanosa
el prado mide tu inseguro vuelo,
ya huyendo temblorosa,
ya con ansioso anhelo
en las flores vagando codiciosa.
Bien haya el purpurino,
el vaporoso polvo de tus alas,
que al aire de contino
puro y luciente exhalas
al abrirte en sus ámbitos camino.
¡Ay! goza, mariposa,
la pasajera vida de dulzura,
que vuela presurosa:
goza allá tu ventura,
revolando en la siesta silenciosa.
Apura de las flores
el empapado cáliz que te ofrecen,
y apura tus amores;
que ya en la noche acrecen
del otoño los vientos destructores.
Y eres frágil y bella,
y tu belleza el cierzo descolora.
Si sañudo atropella
tu gala seductora,
ni aun de tu forma quedará la huella.



Claudio Rodríguez

espuma

-- de Claudio Rodríguez --

Miro la espuma, su delicadeza
que es tan distinta a la de la ceniza.
Como quien mira una sonrisa, aquella
por la que da su vida y le es fatiga
y amparo, miro ahora la modesta
espuma. Es el momento bronco y bello
del uso, el roce, el acto de la entrega
creándola. El dolor encarcelado
del mar, se salva en fibra tan ligera;
bajo la quilla, frente al dique, donde
existe amor surcado, como en tierra
la flor, nace la espuma. Y es en ella
donde rompe la muerte, en su madeja
donde el mar cobra ser, como en la cima
de su pasión el hombre es hombre, fuera
de otros negocios: en su leche viva.
A este pretil, brocal de la materia
que es manantial, no desembocadura,
me asomo ahora, cuando la marea
sube, y allí naufrago, allí me ahogo
muy silenciosamente, con entera
aceptación, ileso, renovado
en las espumas imperecederas.



Claudio Rodríguez

don de la ebriedad viii

-- de Claudio Rodríguez --

viii
no porque llueva ser digno. ¿Y cuándo
lo seré, en qué momento? ¿entre la pausa
que va de gota a gota? si llegases
de súbito y al par de la mañana,
al par de este creciente mes, sabiendo,
como la lluvia sabe de mi infancia,
que una cosa es llegar y otra llegarme
desde la vez aquella para nada...
Si llegases de pronto, ¿qué diría?
huele a silencio cada ser y r pida
la visión cae desde altas cimas siempre.
Como el mantillo de los campos, basta,
basta a mi corazón ligera siembra
para darse hasta el límite. Igual basta,
no sé por qué, a la nube. Qué eficacia
la del amor. Y llueve. Estoy pensando
que la lluvia no tiene sal de lágrimas.
Puede que sea ya un poco más digno.
Y es por el sol, por este viento, que alza
la vida, por el humo de los montes,
por la roca, en la noche aún más exacta,
por el lejano mar. Es por lo único
que purifica, por lo que nos salva.
Quisiera estar contigo no por verte
sino por ver lo mismo que tú, cada
cosa en la que respiras como en esta
lluvia de tanta sencillez, que lava.



Ramón María del Valle Inclán

rosa de job

-- de Ramón María del Valle Inclán --

¡todo hacia la muerte avanza
de concierto,
toda la vida es mudanza
hasta ser muerto!

¡quién vio por tierra rodado
el almenar,
y tan alto levantado
el muladar!

¡mi existir se cambia y muda
todo entero,
como árbol que se desnuda
en el enero!

¡fueron mis goces auroras
de alegrías,
más fugaces que las horas
de los días!

¡y más que la lanzadera
en el telar,
y la alondra, tan ligera
en el volar!

¡alma, en tu recinto acoge
al dolor,
como la espiga en la troje
el labrador!

¡levántate, corazón,
que estás muerto!
¡esqueleto de león
en el desierto!

¡pide a la muerte posada,
peregrino,
como espiga que granada
va al molino!

1la vida!... Polvo en el viento
volador.
¡Sólo no muda el cimiento
del dolor!



Rubén Bonifaz Nuño

haz que yo pueda ser, amor, la escala...

-- de Rubén Bonifaz Nuño --

Haz que yo pueda ser, amor, la escala
en que sus pies se apoyan, el torrente
de luz para su sed, o, suavemente,
el cauce en que su vida se resbala.

Sólo soy un espejo para el ala
de un ángel dividido, que así siente
que le soy necesario, y dulcemente
a mi dolor su claridad iguala.

Y eso es todo, amor: sólo un reflejo.
No escala, luz ni cauce, en que pudiera
subir, brillar, o transcurrir ligera.

Únicamente el sueño de un espejo
mudo a veces, y opaco, en donde anida
la imagen solitaria de su vida.



Rubén Darío

rima iii

-- de Rubén Darío --

En la pálida tarde se hundía,
el sol en su ocaso,
con la faz rubicunda en un nimbo
de polvo dorado.
En las aguas del mar, una barca,
bogando, bogando;
al país de los sueños volaban
amada y amado.
A la luz del poniente, en las olas,
quebrada en mil rayos,
parecían de oro bruñido
los remos mojados.
Y en la barca graciosa y ligera,
bogando, bogando,
al país de los sueños volaban
amada y amado.
¿Qué fue de ellos? no sé. Yo recuerdo
que después del crepúsculo pálido,
aquel cielo se puso sombrío
y el mar agitado.



Rubén Darío

Rima III (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

En la pálida tarde se hundía,
el sol en su ocaso,
con la faz rubicunda en un nimbo
de polvo dorado.
En las aguas del mar, una barca,
bogando, bogando;
al país de los sueños volaban
amada y amado.
A la luz del poniente, en las olas,
quebrada en mil rayos,
parecían de oro bruñido
los remos mojados.
Y en la barca graciosa y ligera,
bogando, bogando,
al país de los sueños volaban
amada y amado.
¿Qué fue de ellos? No sé. Yo recuerdo
que después del crepúsculo pálido,
aquel cielo se puso sombrío
y el mar agitado.



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