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Se han encontrado 19 poemas con la palabra leyenda

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Antonio Machado

Esta leyenda en sabio romance campesino

-- de Antonio Machado --

Esta leyenda en sabio romance campesino,
ni arcaico ni moderno, por Valle-Inclán escrita,
revela en los halagos de un viento vespertino
la santa flor de alma que nunca se marchita.
Es la leyenda campo y campo. Un peregrino
que vuelve solitario de la sagrada tierra
donde Jesús morara, camina sin camino,
entre los agrios montes de la galaica sierra.
Hilando silenciosa, la rueca a la cintura,
Adega, en cuyos ojos la llama azul fulgura
de la piedad humilde, en el romero ha visto,
al declinar la tarde, la pálida figura,
la frente gloriosa de luz y la amargura
de amor que tuvo un día el SALVADOR DOM. CRISTO.

Poema Esta leyenda en sabio romance campesino de Antonio Machado con fondo de libro

Javier del Granado

la leyenda de el dorado

-- de Javier del Granado --

Bajo el ardiente luminar del trópico,
como el hidalgo caballero andante,
jinete en ilusorio rocinante,
sueña don ñuflo con un país utópico.

En la pupila azul de un lago hipnótico,
ve una ciudad de mármol relumbrante,
almenas de ónix, fuentes de brillante,
y aves canoras de plumaje exótico.

Ve al augusto paitití en su palacio,
y a caimanes con ojos de esmeralda,
custodiando sus puertas de topacio.

Turba su mente el colosal tesoro.
Y en los oleajes de la fronda gualda,
el sol incendia la leyenda de oro.

Poema la leyenda de el dorado de Javier del Granado con fondo de libro

Leopoldo Lugones

Plegaria de carnaval

-- de Leopoldo Lugones --

¡Oh luna! que diriges como sportwoman sabia
Por zodíacos y eclípticas tu lindo cabriolé:
Bajo la ardiente seda de tu cielo de Arabia
¡Oh luna, buena luna!, quién fuera tu Josué.

Sin cesar encantara tu blancura mi tienda,
Con desnudes tan noble que la agraviara el tul;
Oh extasiado en un pálido antaño de leyenda
Tu integridad de novia perpetuara el azul.

Luna de los ensueños, sobre la tarde lila
Tu oro viejo difunde morosa enfermedad,
Cuando en un solitario confín de mar tranquila,
Sondeas como lúgubre garza la eternidad.

En tu mística nieve baña sus pies María
Tu disco reproduce la mueca de Arlequín,
Crimen y amor componen la hez de tu poesía
Embriagadora y pálida como el vino del Rhin.

Y toda esta alta fama con que elogiando vengo
Tu faz sietemesina de bebé en alcohol,
Los siglos te la cuentan como ilustre abolengo,
Porque tú eres, oh luna, la máscara del sol.

Poema Plegaria de carnaval de Leopoldo Lugones con fondo de libro

Luis Cañizal de la Fuente

periódico

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Periódico
no quiero ver más fotos de estropicios de guerra,
sino, a lo sumo, lo que les ha hecho el temporal
a los troncos de pino:
mandarlos crecer en bucle,
dejarlos astillados hasta media cepa
para que giman cautelosamente al acercarme
y pueda yo mecerme sobre tal cautela;
descuajarlos para que aromen a tierra humanitaria;
tronchar un fuste para que perfume
en forma de cabeza tonsurada,
un olor hemisférico a trasquileo humano.
En vez de ramas, sus sombras con que ceñir la carretera
para que vaya pulsando humanamente hacia lo lejos.
Contar la mitología metamórfica
del raigón de pino que era torso humano
y confundido fue por la divinidad
en escamosa grupa de marino monstruo
que ladraba a los pinos.
(Acabado el relato,
sueltan todos a una la leyenda
dígase cabellera
y me sellan el juicio largamente
con bufanda de ovas. Inefable.)
(Sentado en la linde del pinar, entre una luz antigua, a leer el periódico.



Luis Gonzaga Urbina

madrigal efusivo

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Déjame amar tus claros ojos. Tienen
lejanías sin fin, de mar y cielo,
y sus fulgores apacibles vienen
hasta mi corazón como un consuelo.

Deja que con tus ojos, se iluminen
mis viejas sombras y se vuelvan flores;
deja que con tus ojos se fascinen,
como aves de leyenda, mis dolores.

Que vea en ellos astros errabundos,
que en ellos sueñe inexplorados mundos
que en ellos bañe mi melancolía...
Son tristes, luminosos y profundos,
como puestas de sol, amada mía.....



Javier del Granado

el lago

-- de Javier del Granado --

Sobre el terso cristal de malaquita
que aprisiona el soberbio panorama,
el carcaj de la aurora se derrama
y el bridón de los andes se encabrita.

Su ala de nieve la leyenda agita,
muerde las islas una roja llama,
y de la ola el sonoro pentagrama
el hachazo del viento decapita.

Sofrena el sol su cuadriga en el lago,
salpicando de lumbre los neveros,
y en el lomo de fuego del endriago.

Emergen de la bruma del pasado,
la sombra de los incas y guerreros,
bajo el palio de un cielo constelado.



César Vallejo

encajes de fiebres

-- de César Vallejo --

Encajes de fiebre
por los cuadros de santos en el muro colgados
mis pupilas, arrastran un layl de anochecer;
y en un temblor de fiebre, con los brazos cruzados,
mi ser recibe vaga visita del noser:
una mosca llorona en los muebles cansados
yo no sé qué leyenda fatal quiere verter:
una ilusión de orientes que fugan asaltados;
un nido azul de alondras que mueren al nacer.
En un sillón antiguo sentado está mi padre.
Como una dolorosa, entra y sale mi madre:
y al verlos siento un algo que no, quiere partir...
Porque antes. De la oblea que es hostia, hecha de ciencia,
está la hostia, oblea hecha de providencia...
Y la visita nace, me ayuda a bienvivir...



César Vallejo

Encajes de fiebre

-- de César Vallejo --

Por los cuadros de santos en el muro colgados
mis pupilas, arrastran un ¡ay! de anochecer;
y én un temblor de fiebre, con los brazos cruzados,
mi ser recibe vaga visita del Noser:

Una mosca llorona en los muebles cansados
yo no sé qué leyenda fatal quiere verter:
una ilusión de Orientes que fugan asaltados;
un nido azul de alondras que mueren al nacer.
En un sillón antiguo sentado está mi padre.
Como una Dolorosa, entra y sale mi madre:
Y al verlos siento un algo que no quiere partir.

Porque antes. De la oblea que es hostia, hecha de Ciencia,
está la hostia, oblea hecha de Providencia.
Y la.Visita nace, me ayuda a bien vivir...



Emilio Bobadilla

Cromatismo de un campamento

-- de Emilio Bobadilla --

¡Embriaguez de homicidios, bíblicos cautiverios;
aldeas incendiadas, esteparias dehesas,
combates cuerpo a cuerpo hasta en los cementerios;
las viviendas, los árboles no son sino pavesas!

A los muertos reemplazan batallones compactos;
ahí va la teoría de cañones y tanques;
de lejos no son hombres, parecen artefactos
que muévense a intervalos por oscuros arranques.

¡Miseria, podredumbre, lamentaciones, gritos;
con la oración confúndese del soldado el conjuro;
sanguijuelas y chinches y piojos y mosquitos...

—Plasticidad polícroma de la brutal contienda...—
Y de estas hecatombes sacará en lo futuro
la Epica su énfasis, su nimbo la Leyenda!



Arturo Borja

Mujer de bruma

-- de Arturo Borja --

Comme le souvenir

d'un grand cygne de neige

aux longues,

longues plumes.

SAMAIN

Fue como un cisne blanco que se aleja
y se aleja, suave, dulcemente
por el cristal azul de la corriente,
como una vaga y misteriosa queja.

Me queda su visión. Era una vieja
tarde fría de lluvia intermitente;
ella, bajo la máscara indolente
de su enigma, cruzó por la calleja.

Fue como un cisne blanco. Fue como una
aparición nostálgica y alada,
entrevista ilusión de la fortuna...

Fue como un cisne blanco y misterioso
que en la leyenda de un país brumoso,
surge como la luna inmaculada.



Antonio Machado

Yo escucho los cantos

-- de Antonio Machado --

Yo escucho los cantos
de viejas cadencias,
que los niños cantan
cuando en coro juegan,
y vierten en coro
sus almas que sueñan,
cual vierten sus aguas
las fuentes de piedra:
con monotonías
de risas eternas,
que no son alegres,
con lágrimas viejas,
que no son amargas
y dicen tristezas,
tristezas de amores
de antiguas leyendas.
En los labios niños,
las canciones llevan
confusa la historia
y clara la pena;
como clara el agua
lleva su conseja
de viejos amores,
que nunca se cuentan.
Jugando, a la sombra
de una plaza vieja,
los niños cantaban...
La fuente de piedra
vertía su eterno
cristal de leyenda.
Cantaban los niños
canciones ingenuas,
de un algo que pasa
y que nunca llega:
la historia confusa
y clara la pena.
Seguía su cuento
la fuente serena;
borrada la historia,
contaba la pena.



Marilina Rébora

cuéntame un cuento, madre...

-- de Marilina Rébora --

Cuéntame un cuento, madre...
Madre: cuéntame un cuento de ésos que se relatan
de un curioso enanito o de una audaz sirena;
tantos que de los genios maravillosos tratan.
Esas lindas historias que conoces. ¡Sé buena!
dime de caballeros que a princesas rescatan
del dominio de monstruos dragón, buitre, ballena;
donde nadie se muere y los hombres no matan,
historias en países que no saben de pena.
Cuéntame un cuento, madre, que me quiero dormir
escuchando tu voz, asido de tu mano;
como hansel y gretel, seré en sueños tu hermano,
aunque en sombra andaremos tras de la misma senda
y escribiremos juntos nuestra propia leyenda,
y, tal vez, como chicos, dejarás de sufrir.



Medardo Ángel Silva

Balada de la melancolía otoñal

-- de Medardo Ángel Silva --

Ya en la otoñal y hermosa alameda
vuelan los últimos cálices de oro
y en tus nerviosas pestañas de seda
queda temblando una lágrima de oro.

El surtidor su romanza masculla,
siempre más triste en la noche cercana,
—Dime, Princesa, la historia que arrulla
y hace olvidemos la Muerte cercana.

Dime la vieja leyenda harmoniosa
que habla de aquella Princesa difunta:
así pondremos mortaja de rosa
a la divina esperanza difunta...

Pálido amor que los sueños enlutas,
torna el mirar a la luz de la vida:
viene a nosotros por místicas rutas
la barca negra del mar de Ultra-Vida.

¡Tú que obstinadas las albas esperas,
entre tus sedas, tus rosas, tus joyas!
Mas, no vendrá la Anunciada que esperas
cuando la aurora derrama sus joyas...

Hacia la noche voló nuestro sueño
—blanca hipsipila con alas de gloria—
¡pero en el claro jardín del Ensueño
velan las puras estrellas su gloria!



Medardo Ángel Silva

Un cuento

-- de Medardo Ángel Silva --

Está Lisete, la Infantina,
cerca del mar,
escuchando la sonatina
crepuscular.

Y una azafata dice: Dueña
te contaré
una leyenda, alba risueña,
que yo me sé.

Responde la niña con leve,
dulce mohín,
y ya impaciente mueve el breve,
rojo chapín.

—El viejo Rey de la Isla de Oro
poseía
un rubio y cándido tesoro
—luz y ambrosía—.

Y ese divino tesoro era
una hija linda;
celosa estaba la Primavera
de la Princesa Rosalinda.

Mil Príncipes iban a verla
y enloquecían
apenas su faz color de perla
rosa veían...

Pero la niña era curiosa
y, cierta vez, quiso mirar
la espuma que el Alba sonrosa
del viejo mar.

Y sola fuese hasta la orilla...
Mejor no fuera,
porque al mirar tal maravilla
en la ribera,
robósela un monstruo marino
y Poseidón
guardó a la niña en submarino
terreón.

¡Y cuando la negra mar delira,
se pone a llorar,
como una vaga y dulce lira
crepuscular!



Julio Herrera Reissig

otoño

-- de Julio Herrera Reissig --

La druídica pompa de la selva se cubre
de una gótica herrumbre de silencio y estragos;
y cibeles esquiva su balsámica ubre,
con un hilo de lágrimas en los párpados vagos...

Sus cabellos de místico azafrán llora octubre
en los lívidos ojos de muaré de los lagos.
Las cigüeñas exodan. Y los búhos aciagos
ululúan la mofa de un presagio insalubre...

Tras de la cabalgata de metal, las traíllas
ladran a las casacas rojas y a las hebillas...
El cuerno muge. Todo ríe de austera corte.

El abuelo silencio trémulo se solaza...
Y zumba la leyenda ecuestre de la caza
en medio de un hierático crepúsculo del norte.



Francisco Sosa Escalante

Fragilidad (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

No así te admire que la vida humana
Tal como el vidrio por lo frágil sea;
Que un soplo la formó dice la hebrea
Leyenda, fuente de la fé cristiana.

El vaso cristalino que engalana
El mármol de tu rica chimenea,
Tuvo origen igual, ¿y á quién la idea
De su breve durar nunca le afana?

Si á leve soplo nuestro ser debemos,
¿Qué extraño que otro soplo nos consuma
Y en polvo miserable nos tornemos?

¿Qué extraño que la vida, cual la bruma
Se disipe fugaz, y que duremos
Lo que la pompa de rizada espuma?



Francisco Sosa Escalante

Margarita (Sosa Escalante III)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Tan dulce como tú, tan hechicera,
Del trágico alemán la fantasía
A Margarita soñó, cuando escribía
Su leyenda sublime y duradera.

La ingenuidad de la pasion primera
Que á la callada flor consulta y fia
De amor la duda que le acosa un día
Ante el halago de pasión artera,

¡Cuál resplandece en tí con dulce encanto!
¡Cómo brilla en tus ojos la ventura
A la hora del placer, y cómo el llanto

De tu alma dice la sin par ternura
Divina Margarita! y á tu canto
¡Cuál se aleja de las almas la amargura!



José de Diego

arte poética

-- de José de Diego --

A una coqueta

una leyenda, tu azarosa vida;
tu espíritu voluble, una dolora;
tu boca un madrigal es que atesora
la dulzura en sus frases escondida.

Es de tu frente la risueña aurora
idilio tierno que al amor convida
y en tu faz palpitante y encendida
una égloga de flores puso flora.

De una armonía celestial emblema,
tienen tus ojos la cantante llama
que alumbre y da la inspiración suprema.

¡Y todo en ti es poesía y todo ama!
¡y no eres un magnifico poema
porque eres un magnifico epigrama!



Ramón María del Valle Inclán

rosa de bronce

-- de Ramón María del Valle Inclán --

La casa profané con mi lascivia,
la sangre derramé. Fui el hijo pródigo.
Encendida pantera de la libia
se alzó mi corazón. Mi orgullo, código.

El mundo atravesé como un atlante
cargado con las odres del pecado,
y con la vida puesta en cada instante
hice rodar la vida como un dado.

Altivo en el dolor, siempre secreta
tuve mi pena. La encendida furia
de eros me pasó con su saeta,
y mi melancolía fue lujuria.

Llevé sobre los ojos una venda,
dando sangre una herida en el costado,
y en los hombros la capa de leyenda
con que va a sus concilios el malvado.

Y quise despertar las negras ayes
que duermen en el fondo del abismo,
y sobre el mar, en zozobrantes naves,
ser bello como un rojo cataclismo.

De sangriento laurel alcé una rama,
con el iris del tigre en la pupila,
y dio, doncel, mi corazón su llama
con el estrago bárbaro de atila.

Fui luzbeliano. En la contraria suerte
dictó el orgullo su sonrisa al labio,
miré la vida hermana de la muerte
y tuve al sonreír arte de sabio.



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